Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
Tema cerrado 
[Pasado] Un encuentro poco común [privado Galhard/Asradi]
Galhard
Gal
Galhard tomó la tartaleta de manzana de vuelta, sin mostrar el más mínimo rastro de molestia en su expresión. Entendía perfectamente que cada uno tenía sus propias preferencias, y que no todos los dulces eran del gusto de todos. Además, la manera en que Asradi lo había explicado, con esa mezcla de disculpa y sinceridad, solo le hizo sonreír con mayor calidez.

—No te preocupes en absoluto, Asradi —respondió con tranquilidad —Es bueno saber lo que te gusta y lo que no. Y, sinceramente, creo que esos pastelitos con crema pastelera y galleta tienen muy buena pinta también.— Añadió con una sonrisa mientras veía a la sirena disfrutar de su elección.

Mientras él se entretenía comiendo la tartaleta de manzana, Galhard no podía evitar observar a Asradi con cierta fascinación. Había algo en la manera en que ella se movía, en la delicadeza de sus gestos, que lo hacía sentir más a gusto de lo que había estado en mucho tiempo. Compartir esos momentos sencillos, como disfrutar de un dulce o hablar de intereses comunes, era algo que apreciaba más de lo que se habría imaginado.

Cuando ella mencionó su interés en la medicina y el estudio de las plantas y animales de la superficie, Galhard asintió alegre —Es admirable que sea esa tu afición, Asradi. La medicina es un campo enorme del cual yo no soy capaz de comprender mucho, tengo un amigo que también se dedica al estudio, de una forma poco convencional pero con la intención de poder sanar a los demás, el hecho de que tu también busques aprender sobre diferentes plantas y toxinas... eso muestra lo mucho que te importa ayudar a los demás. — Comentó con un tono de alegría y admiración en su voz.

El tiempo seguía su curso, y mientras caminaban por las calles del pueblo, el sol comenzó a descender, llenando el cielo con tonos cálidos y anaranjados. El atardecer bañaba todo a su alrededor en una luz dorada, haciendo que el lugar pareciera aún más acogedor y sereno. A medida que el día llegaba a su fin, Galhard no podía evitar sentir una mezcla de nostalgia y satisfacción. Habían compartido un día tranquilo, lejos de las responsabilidades y el caos habitual.
—Tienes razón —dijo finalmente, respondiendo a sus palabras sobre el deseo inherente de todas las criaturas inteligentes de explorar y aprender— Es parte de nuestra naturaleza, creo. Siempre buscamos algo más allá, algo que nos dé sentido y propósito, la verdad... Es algo romántico si nos paramos a pensar—

Miró hacia el horizonte, donde el sol estaba a punto de desaparecer por completo, y luego volvió su mirada hacia Asradi. La forma en que la luz del atardecer se reflejaba en sus ojos azules le hizo sonreír una vez más.
—La tormenta trajo muchas cosas, sí. Y conocer a alguien como tú, Asradi, ha sido sin duda una de las mejores. — Dijo con sinceridad, disfrutando del último tramo de su paseo volviendo en dirección a la cala donde se habían conocido.

—Existe un tipo de papel que es resistente al agua, tengo entendido que se fabrica con las uñas de una persona y que tener un trozo del mismo te ayuda a estar en conexión con la otra persona ya que siempre parecerá que se mueve hacia la dirección de la persona que lo haya hecho y crecerá o o disminuirá en función de su vitalidad... Me encantaría haber podido conocer como crearlo y poder darte un fragmento.— Dijo mientras observaba los rayos de sol del atardecer.

—Me encantará poder volver a verte— Añadió con cierto tono de nostalgia, aquel día había sido maravilloso, en sus adentros el marine pensaba en lo diferente que podría haber sido su vida de conocer antes a Asradi. —No quiero retenerte pero me encantaría poder pasar un poco más de tiempo contigo, me has dado buenos recuerdos que atesorar— Finalizó con alegría
#41
Asradi
Völva
Poco a poco las luces del día iban acortándose y, con ello, el tiempo que les quedaba. Pero era algo que no se podía posponer mucho más. El mar ya estaba en calma, podía sentirlo. Pero la compañía era agradable y no podía evitar sentir algo de pena por la pronta despedida. Debía continuar su viaje. ¿Hacia donde? Ni tan siquiera ella misma lo sabía. Quizás no se fuese muy lejos, quizás volviese a esa isla en cualquier otro momento. Una sirena, al igual que el vasto océano, era caprichosa.

Según avanzaban, en una charla más distendida, quizás más relajada a sabiendas de que la despedida estaba pronta, no tardaron en llegar a la cala donde se habían encontrado por vez primera. Los ojos de las sirena recorrieron el lugar de manera suave, casi con un deje de nostalgia. El lugar le había agradado, a pesar de toda la gente que había. También había tenido la suerte de no haber sido descubierta. Y todo gracias al hombre que tenía delante.

No sabía que existía algo como eso. — Se mostró con un gesto encantadoramente sorprendido. ¿Un papel que te unía, de alguna manera, con la persona a la que se lo entregabas? Sonaba hasta romántico y todo, y no pudo evitar que se le escapase une pequeña risita tan solo por dicho pensamiento.

Aún así, esbozó una sonrisa más suave que dedicó al pelicastaño.

Quizás podamos conseguir una. Para la próxima vez que nos veamos. — Era como una promesa al aire. No vacía, pero sí con un deje de esperanza de que se encontrarían de nuevo.

Al fin y al cabo, el océano siempre proveía.

El mar estaba calmado, era el momento propicio para irse. Pero... Quizás pudiese esperar un poco más. El clima no auguraba tormenta esa noche, al menos, así que podría ceder a su capricho por una vez.

Hacer lo que ella quisiese, después de tanto tiempo de normas impuestas.

Quizás pueda esperar y quedarme unos minutos más. — Le guiñó un ojo a Galhard, acomodándose en la arena y disfrutando, nuevamente, de esa sensación húmeda en su cola, todavía refugiada bajo la falda.

Trozo de tela del cual se desprendió con soltura, tampoco quería mancharla, y la resguardó de nuevo en su mochila. Dejando a la vista, de nuevo, su cola de sirena tiburón. Se desperezó bien a gusto después de eso, moviéndola con soltura y sutileza.
#42
Galhard
Gal
Galhard observó cómo el día llegaba lentamente a su fin, sintiendo que la despedida se acercaba con cada minuto que pasaba. Aunque ambos sabían que este momento llegaría, no podía evitar sentir una punzada de melancolía. La compañía de Asradi había sido una sorpresa inesperada y agradable, algo que no sucedía a menudo en su vida como marine. Mientras caminaban de regreso a la cala, donde todo había comenzado, su mente estaba llena de pensamientos sobre el encuentro y las conversaciones que habían compartido.

Cuando ella mostró su sorpresa por la idea del papel que unía a las personas, Galhard no pudo evitar sonreír. Había querido compartir algo especial con ella, algo que fuera un recordatorio de su tiempo juntos, pero también una señal de que este no sería el final de su historia.

—Es una idea que me pareció interesante. Algo que podría mantenernos conectados, aunque estemos en lugares diferentes— comentó, devolviéndole la sonrisa.
La promesa de quizás conseguir uno para la próxima vez que se encontraran le dio un toque de esperanza a la despedida inminente. Galhard sabía que el océano tenía una forma curiosa de unir a las personas de maneras inesperadas, y confiaba en que sus caminos volverían a cruzarse.

Cuando Asradi decidió quedarse un poco más, dejando ver su cola de sirena tiburón con soltura, Galhard se sintió agradecido por esos momentos adicionales. La tranquilidad del mar reflejaba la calma que él también sentía en su interior, una calma que rara vez experimentaba en su vida diaria. Se sentó a su lado en la arena, dejando que el silencio confortable se apoderara de ellos por un momento. No había prisa, y ambos parecían querer disfrutar de esos últimos instantes juntos.

—Sabes, el mar como ya dije me ha parecido impredecible, pero en el buen sentido. Nunca sabes qué te traerá— dijo, rompiendo suavemente el silencio —Hoy me trajo a ti, y por eso le estoy agradecido.— Añadió con ternura.

Miró hacia el horizonte, donde las luces del atardecer comenzaban a desvanecerse, tiñendo el cielo de tonos cálidos y suaves. El sonido de las olas rompiendo contra la orilla era casi hipnótico, y por un instante, Galhard se permitió olvidar todas las responsabilidades que lo aguardaban. Allí, en esa cala, el mundo parecía detenerse.

—Si alguna vez nos volvemos a encontrar, Asradi, espero que sea en un lugar tan hermoso como este— añadió, girando la cabeza para mirarla con una sonrisa sincera.
No sabía cuánto tiempo más podrían compartir, pero estaba decidido a aprovechar cada segundo. Mientras tanto, el mar, siempre presente y siempre en movimiento, seguía su curso, llevando consigo las promesas de un futuro incierto pero lleno de posibilidades.
—Disfrutaría encantado los minutos extras que puedas regalarme— Sonrió a la sirena mientras la misma se volvía a sentir libre sin la falda que cubría su cola.
#43
Asradi
Völva
En verdad la idea que proponía Galhard, con respecto a aquel trozo de papel, era buena. Aunque ella no había visto jamás un material que pudiese hacer tal cosa, tampoco consideraba que el pelicastaño fuese un mentiroso. El océano y el mundo eran demasiado grandes, ¿quién sabía qué maravillas se escondían? Asradi se mantuvo pensando en eso unos segundos, contemplativa, mientas movía suavemente la cola, como si se dejase mecer por el arrullo de las olas.

Esperemos que así sea. — Se unió al mismo deseo de Galhard, de volverse a encontrar en algún otro lugar tan tranquilo y bello como en el que se encontraban ahora mismo. Sentía, por otro lado, un deje de gratitud hacia el marine.

Podía regalarle, efectivamente, unos minutos extras, aunque el tiempo se acortaba. Y, aún así, se sentía un tanto en deuda con él. Le había ayudado en un momento de necesidad cuando no tenía porqué hacerlo. Bien pudo haberse aprovechado de ella en su momento. Pero no lo había hecho.

¿Cómo podría expresar su gratitud al respecto? De la mejor manera que sabía: cantando.

No más palabras salieron de los labios de la sirena, por el contrario, fue una mirada agradecida la que dirigió al varón humano. Ojalá todos los seres de la superficie fuesen tan razonables como él. Y también algunos gyojin, que falta les hacía.

Quizás no tengamos un papel de eses que dices para volver a reunirnos de manera segura, pero... — Tomó aire ligeramente un momento, antes de sonreírle. — … Pero espero que, cuando escuches esto, me reconozcas estemos donde estemos.

Se tomó unos segundos, antes de que aquella voz se expandiese en un canto melódico. Era suave, sutil, pero cargado de fuerza al mismo tiempo. El idioma parecía antigüo, lejano. Una maraña de secretos que solo unos pocos conocían. Asradi provenía de los lejanos mares del norte, pertenecientes a ciertas zonas de la isla Gyojin. De un linaje matriarcal de curanderas y druidas oceánicas.

De Völvas.

El canto se elevó un poco más, a medida que la entonación subía. Durante tres o cuatro minutos que esto duró, todo el lugar pareció silenciarse con ello. Algunos peces, incluso, se habían acercado nadando hasta casi la orilla.

Solo cuando su voz se apagó nuevamente, el sonido del mar volvió a arrullarles con la misma calma.

Espero, de verdad, que nos volvamos a encontrar. — Sonrió ligeramente a Galhard, con un gesto sincero.

#44
Galhard
Gal
Galhard quedó completamente hipnotizado por la melodía que Asradi entonaba. La suave brisa marina, que antes solo parecía un murmullo de fondo, ahora acompañaba perfectamente aquella voz antigua y poderosa que parecía resonar desde lo más profundo del océano. Cada nota que Asradi cantaba le transmitía una sensación de calma, pero también una promesa, un vínculo que se estaba formando entre ellos en ese mismo instante.

Mientras la sirena cantaba, Galhard permaneció en silencio, respetando y apreciando el regalo que le estaba ofreciendo. No podía apartar los ojos de ella, viendo cómo su cola se movía con gracia, siguiendo el ritmo natural del mar. Sentía que, aunque las palabras podían ser efímeras, la melodía que estaba escuchando sería algo que quedaría grabado en su memoria para siempre.

Cuando la canción terminó y el sonido del mar volvió a llenar el aire, Galhard sintió una mezcla de emociones. Había algo en aquella melodía, algo en la forma en que Asradi había cantado, que le daba esperanza. Era como si, a través de esa canción, hubiera encontrado una manera de conectarse con ella, más allá de las palabras, más allá de las distancias que los separaban.

Con una sonrisa genuina, Galhard se inclinó ligeramente hacia Asradi en señal de respeto y gratitud. —No hay regalo en el mundo que pueda igualar lo que acabas de hacer —dijo, su voz cargada de sinceridad —Prometo que, si alguna vez vuelvo a escuchar esa melodía, sabré que eres tú. Y aunque estemos separados por mares y tierras, me aseguraré de que nuestros caminos se crucen de nuevo.—
El marine sintió que la despedida estaba cerca, pero también comprendió que no era un adiós definitivo. Había una promesa en el aire, algo que ambos sabían que cumplirían en su debido momento.
—Gracias, Asradi. —Continuó Galhard, sin dejar de sonreír—Por todo. Espero que tu viaje sea seguro, y que encuentres lo que buscas en las profundidades del océano o en las costas más lejanas. Hasta que volvamos a encontrarnos, recuerda que siempre tendrás un amigo en mí.— Dijo el marine dando un pequeño abrazo a la sirena.

El viento seguía soplando suavemente, y el sol empezaba a ocultarse en el horizonte, tiñendo el cielo con tonos dorados y naranjas. Era el momento perfecto para una despedida que no se sentía como tal, sino más bien como el comienzo de un nuevo capítulo en la historia de ambos.

Galhard dio un paso atrás, respetando el espacio de Asradi, sabiendo que en algún lugar, en algún momento, volverían a encontrarse, guiados por el mar y por la melodía que ahora los unía.



4o
#45
Asradi
Völva
El abrazo que Galhard le proporcionó, cuando acortó distancias con ella, le resultó un tanto inesperado. Pero no por ello desagradable. Era un contacto que le era extraño viniendo de alguien ajeno a ella. Ni tan siquiera entre los de su clan había demasiado contacto físico demostrativo. Aún así, reaccionó a tiempo como para devolvérselo acariciándole sutilmente la espalda, antes de que fuese el propio marine quien se separase de ella, buscando y entregándole una respetuosa distancia.

Gracias a ti, por haberme tratado como una igual. — Y no como un simple objeto de venta, como muchos veían a las sirenas.

La sonrisa de Asradi al respecto era totalmente genuina. Incluso hizo una muy sutil reverencia a modo de agradecimiento también.

Espero, también, que tu viaje a donde vayas sea fructífero y seguro. Nos volveremos a ver, el mar siempre provee y reúne a aquellos que lo anhelan. — Y él acababa de convertirse en un buen amigo para ella.

De tener la ocasión, le ayudaría si fuese necesario.

Acto seguido, los ojos azules de la sirena se volvieron ligeramente hacia atrás, cuando miró por encima del hombro. El mar estaba en calma, las profundidades la llamaban. Todavía no había demasiada gente y, al menos hasta aquella cala, no habían llegado aún. Solo se encontraban ellos dos.

Durante unos segundos, Asradi dudó, pero terminó acercando una de sus manos a la mejilla del pelicastaño, donde depositó una sentida y muy suave caricia con los dedos y parte de la palma de su mano. La sirena disfrutó sutilmente del contacto durante los segundos que eso duró, antes de separar dicha extremidad, sintiendo el cosquilleo suave en los dedos.

Los ojos brillantes de la chica volvieron a posarse sobre los de Galhard. Tras una última sonrisa, se dió media vuelta con un par de saltitos y continuó hasta aproximarse a la orilla.

Ya cuando las olas cubrían gran parte de la cola, fue que echó un último vistazo a Galhard, antes de dar un brinco un poco más potente y tirarse al agua, sumergiéndose.

Solo viéndose un par de segundos la cola de tiburón al alza ante de que esta, también, desapareciese bajo la superficie del océano.
#46
Galhard
Gal
Galhard observó a Asradi con una mezcla de gratitud y respeto mientras ella hablaba. Su sonrisa era un reflejo genuino de los sentimientos que ambos compartían en ese momento, una conexión forjada a través de la comprensión mutua y la aceptación de sus diferencias. Sus palabras resonaron en él, reafirmando el sentimiento de camaradería que se había desarrollado entre ellos en tan poco tiempo.

Cuando Asradi mencionó que él la había tratado como una igual, el corazón de Galhard se llenó de una calidez que pocas veces experimentaba. Había pasado mucho tiempo en su vida luchando por la justicia y por la dignidad de aquellos que eran diferentes, y escuchar esas palabras de alguien como Asradi, una sirena que seguramente había enfrentado innumerables prejuicios, le hizo sentir que estaba en el camino correcto.

La caricia suave y sentida de Asradi en su mejilla lo tomó por sorpresa, pero no se movió, permitiendo que ese contacto fugaz pero lleno de significado lo envolviera. El gesto fue tierno, un recordatorio de la fragilidad y la belleza de los momentos compartidos entre dos almas que, a pesar de las diferencias, habían encontrado un terreno común. Sus ojos se encontraron por última vez, y Galhard sostuvo esa mirada, tratando de grabar en su memoria la imagen de la sirena antes de que se despidiera.

Cuando Asradi se dio media vuelta y comenzó a dirigirse hacia el mar, Galhard la siguió con la mirada, observando cómo su figura se acercaba a las olas. La forma en que se movía, con esos saltitos gráciles, le recordó lo especial que era, no solo como una sirena, sino como una persona. Se quedó inmóvil mientras ella se adentraba en el agua, y su corazón dio un pequeño salto al verla desaparecer bajo las olas, dejando solo una breve visión de su cola de tiburón al alza antes de sumergirse por completo.

El sonido del mar, el suave vaivén de las olas que ahora cubrían el lugar donde Asradi había estado, devolvió a Galhard a la realidad. Con un suspiro, se quedó mirando el horizonte, permitiéndose un momento para procesar todo lo que había ocurrido. El mundo era vasto y lleno de incertidumbres, pero saber que había personas como Asradi allí fuera le daba una renovada esperanza.

Con una última mirada al océano, Galhard se dio la vuelta y comenzó a caminar, decidido a continuar su propio viaje, pero sabiendo que llevaba consigo una nueva amiga y la promesa de un futuro encuentro en algún lugar, en algún tiempo, donde el mar volvería a reunirlos.

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#47
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