¿Sabías que…?
... Robin y Ussop son los encargados de cortarles el pelo a su tripulación, ya que después de todo, es algo que alguien debe hacer.
[Evento] Lo que el rio se llevó
Balagus
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Personaje

Aspecto onírico de Balagus


La apresurada búsqueda del anciano en su armadura dio su fruto apenas medio segundo más tarde de lo que el oni hubiera necesitado para armar su defensa. El potente golpe que su enemigo le propinó sobre el brazo hábil le hizo apretar los dientes con fuerzas de nuevo, reprimiendo un bramido y convirtiéndolo en un gutural gruñido lleno de agonía y rencor.
 
El calambrazo que le sacudió los músculos le hizo abrir la mano y soltar el arma, mientras le dedicaba al viejo la mirada más cargada de ira y furia que hubiese podido dirigir desde hacía muchos años a nadie.
 
- …Vas a lamentar eso, carcamal… - Gruñó, con una voz que parecía tener más sangre y veneno que sonidos en ella, mientras cerraba los puños y encaraba al hombre.
 
Iba a dar los primeros pasos hacia él para darle la paliza más grande de su vida a puñetazo limpio, cuando una voz bajada desde los cielos nubosos le hizo detenerse, estupefacto y asombrado. Aquellas palabras, aquellas felicitaciones, tan dulces y melosas para cualquier oído, sonaron a vinagre, a azufre y a podredumbre en los de Balagus. Una bilis amarga y cruel que se filtraba en sus venas y su alma.
 
Sonaba a cadenas de acero. Sonaba al restallar de los látigos. Sonaba a un pequeño gentío de sibaritas acomodados, riendo y aplaudiendo, mientras jaleaban por la muerte de otro esclavo en el foso.
 
- Norfeo… - Murmuró Balagus, al oír los ecos de otros combatientes cercanos llamándole así. – Norfeo… Norfeo… ¡Norfeo! –
 
El oni dejó a sus dos contrincantes en el pequeño valle que les había servido de arena, tomando la bolsa con su canica y arrojándola con deprecio a la tierra. Ellos ya no existían dentro de su cabeza: sus pensamientos sólo orbitaban alrededor de un ser, al cual se dispuso a llamar subiéndose al peñasco más alto de los alrededores.
 
- ¡¡Norfeo!! – Bramó a los cielos, extendiendo sus brazos en cruz con los puños cerrados. - ¡¡Vil cabrón hijo de puta!! ¡¡Ven aquí tú mismo y haz el trabajo que no tienes los huevos a terminar!! ¡¡Fulmíname si así lo quieres, o pelea contra mí, cobarde!! ¡¡No lucharé más para tu divertimento!! ¡¡Yo no soy un esclavo!! ¡¡¡Yo soy Balagus, y soy libre!!!
 
Su bramido resonó con la fuerza de los truenos entre las montañas. Su garganta prácticamente se quebró con el último grito, pero no retrocedió, ni se cubrió: permaneció sobre el peñasco, orgulloso y desafiante, retando al ser que, supuestamente, les había convocado a todos allí.


Resumen


Inventario
Silver D. Syxel
-
Aspecto Onírico


No quedaba mucho más en él; la montaña seguía drenando su vitalidad, y cada segundo que pasaba era como si una parte de su espíritu se extinguiera lentamente. Apenas había recuperado el aliento cuando escuchó las palabras de su compañero de combate, sugiriendo que era hora de retirarse, de vivir para luchar otro día. Pero esa no era una opción para alguien como él. Salir corriendo no estaba en su naturaleza, y menos en un momento como este.

¿Huir? —repitió, apenas conteniendo una sonrisa amarga—. Prefiero morir aquí, con una espada en la mano, que vivir sabiendo que huí de una batalla.

El orgullo y el espíritu del aventurero le prohibían siquiera considerar la retirada. Había llegado demasiado lejos, había luchado demasiado como para echarse atrás ahora. Pero antes de que pudiera decir o hacer algo más, una voz resonó en lo alto de las montañas, interrumpiendo la batalla. La figura etérea de Norfeo apareció, su tono cargado de burla y poder, como si estuviera disfrutando del espectáculo.

Escuchar aquellas palabras hizo que algo se quebrara en su interior. Se quedó inmóvil, observando cómo Balagus, enfurecido por el mensaje del dios, arrojaba su canica al suelo y lanzaba un desafío que resonó por toda la cordillera. El eco de ese grito trajo de vuelta recuerdos que preferiría olvidar, años en los que había sido obligado a luchar por la diversión de otros, como un simple peón en un juego cruel.

Lentamente, se acercó al lugar donde la canica de Balagus había caído. La recogió, mirándola con ojos cansados y heridos. "¿Por esto hemos luchado?" se preguntó, sin entender cómo un objeto tan pequeño podía tener tanto poder sobre ellos.

Finalmente, dejó escapar un suspiro y se dejó caer de espaldas al suelo, sin fuerzas para mantenerse en pie. La niebla que rodeaba las Montañas de los Lamentos parecía envolverlo en un abrazo frío y opresivo, como si la propia naturaleza quisiera recordarle que no había escapatoria. Con la canica aún entre los dedos, levantó la mirada hacia el cielo, donde las nubes oscuras se arremolinaban sobre ellos.

¿Todo esto por el entretenimiento de un ser que ni siquiera tiene la decencia de enfrentar a sus propios enemigos? —murmuró, más para sí mismo que para nadie en particular. A su lado, Marvolath parecía seguir en guardia, pero el cansancio y la duda también eran visibles en su postura.

¿Qué opinas de todo esto, viejo? —le preguntó, girando la cabeza para mirarlo. Su voz estaba cargada de una amarga ironía—. Peleamos, sangramos, y al final, todo es un juego para otros. ¿Vale la pena seguir luchando cuando no somos más que piezas en un tablero?

El felino se quedó allí, esperando una respuesta, aunque en su corazón ya sabía la verdad. Había jurado que nunca volvería a ser esclavo de nadie, y ahora, más que nunca, se aferraba a esa promesa. Si Norfeo quería un espectáculo, tendría que buscarlo en otro lado. Aquí, en las Montañas de los Lamentos, él ya había terminado.

Resumen
Ray
Kuroi Ya
Una vez los vencedores hubieron dedicado su victoria a Norfeo la deidad hizo acto de presencia. Bueno, no presencia como se entendería normalmente. Su voz, etérea pero al mismo tiempo profunda y poderosa, se pudo escuchar a lo largo y ancho de todas aquellas montañas como si estuviese en todos los puntos de aquel terreno al mismo tiempo.

Sus palabras felicitaron a los esforzados combatientes que habían derrotado a sus enemigos, mostrando un poder y un coraje sin igual y honrando a aquel caprichoso dios. En su nombre habían matado a muchos adversarios, llevados unos por la fe ciega en él, otros por la convicción de que si no acataban los designios de Norfeo correrían un terrible destino. Fuera como fuese todos y cada uno de ellos habían cumplido sobradamente la misión encomendada, y el dios parecía complacido por ello.

Cuando tan solo los ecos de la divina palabra quedaban ya en el ambiente la niebla comenzó a espesarse. A su vez el cielo fue tiñéndose poco a poco de un tono rojizo que dejaba a las claras que la noche se acercaba. El horizonte, con los picos de las montañas recortándose contra el cielo carmesí, ofrecía un bellísimo espectáculo digno de ser contemplado. Por un instante el joven marine se deleitó con aquella maravillosa visión, hasta que de nuevo la voz de Norfeo volvió a captar su atención.

En esta ocasión el dios fue mucho menos amable. Utilizando un tono más suave pero sin perder un ápice del poder que transmitía con sus palabras, anunció que pese a haber salido victoriosos no podían conformarse con ello. Sin decirlo directamente, utilizando un lenguaje retorcido que no hacía sino confirmar la opinión que Ray tenía de él, les instó a atacarse ahora mutuamente, a acabar con los compañeros que les habían ayudado a cumplir su objetivo.

No tenía intención de hacerlo. Traicionar a las personas junto a las que había combatido codo con codo hasta hacía unos minutos y volverse contra ellas en una solitaria búsqueda de la gloria personal a ojos de Norfeo era algo que se negaba a hacer. Por muy poderoso que fuera aquel dios, o supuesto dios, no podría hacer que fuese en contra de todo lo que creía. Sus valores tenían una importancia que aquella caprichosa deidad parecía obviar, considerando a juzgar por sus acciones a los humanos meros peones a los que manipular a su antojo sin tener en cuenta sus deseos en lo más mínimo.

Él no pensaba participar de ese juego. Pero tampoco iba a abandonar a sus compañeros. Así que se puso en guardia por si alguien decidía volverse contra los que hasta ahora habían sido sus aliados y miró a su alrededor. Mientras el abuelo atacaba a un nuevo enemigo que había aparecido y que había intentado acabar con Octojin sin éxito (y que se parecía sospechosamente al tipo al que Ray había matado apenas unos minutos antes), la joven de cabellos oscuros se dirigía a Norfeo en un intento de comprender por qué eran esos sus designios. Tras esto cantó al dios con su dulce voz, una bella melodía entre oración y súplica que ojalá consiguiese aplacar a la deidad.

Otro tipo había aparecido de la nada e insultado a Norfeo, ante lo que tanto el gyojin pelirrojo como el pato se habían vuelto contra él para vengar la afrenta cometida contra la deidad. Octojin por su parte, tras recibir un impacto del enemigo que ahora estaba siendo atacado por el anciano, se unió a este en devolverle el golpe y, tras ello, comenzó de nuevo a recitar una extraña oración.

En mitad de todo aquello el joven marine se encontraba entre divertido por el peculiar comportamiento de todos y cada uno de los presentes y asqueado por la actitud de Norfeo, quien había dejado claro que sus fieles le importaban poco o nada y que las personas no eran para él sino instrumentos de su divertimento. No podía concebir cómo alguien podía actuar así y sin embargo exigir a los demás lo que les exigía el dios. Así que sin ningún deseo de atacar a sus compañeros y viendo que los dos enemigos que habían aparecido ya estaban siendo enfrentados cada uno por dos de sus aliados Ray continuó observando en silencio a su alrededor, sin intervenir. Que pasara lo que tuviera que pasar.

Resumen
Marvolath
-
Observó con satisfacción como la porra salía despedida. Ahora tenía algo de ventaja y quizá, solo quizá, pudiese derrotarlo a tiempo para salvar al...

Una voz en el cielo resonó por encima de todo lo demás. ¿Que nos matásemos entre nosotros? Miró a su alrededor, a los charcos oscuros de sangre, barro, lluvia y cuerpos inertes.  ¿por qué todos tienen esa obsesión por matar y hacer que otros se maten? 

El que hasta ahora había sido su rival abandonó el combate, para enfrentarse a ese ser que les hablaba desde las nubes. No había duda de su poder, pero el autoreferido como Balagus parecía no tener ningún miedo a las consecuencias. Insensato.

Con dificultad, su compañero de lid se le acercó, rechazando su ofrecimiento de retirada, para tumbarse en su lugar a aceptar lo inminente. Otro insensato.

- ¿Que si merece la pena seguirles el juego? ¿Puedes conseguir más con tu muerte que con tu vida? Entonces muere. Pero si no, vive, lucha, y vence. Quizá no hoy, pero mañana. 

Volvió a mirar hacía atrás, el camino por el que había llegado aquí desde aquellas extrañas islas flotantes, a aquel barco destrozado que no era el suyo, y supo que ese camino no llevaba a ningún lado.
Miró a su alrededor. Aquellos que compartían este infierno parecían más abierto que a escuchar la voz, y no parecía probable que le dejarán abandonar aquel lugar. 
Se sentó junto al moribundo gato y se lo acercó, protegiendolo del viento y la lluvia con su cuerpo, y trato de taparle las orejas con las manos, en un vaso intento de darle un respiro en sus últimas horas. 

- Siento no haber podido salvarte a ti tampoco... - dijo con un hilo de voz que se llevó el viento nada más salir de sus labios. 

Y así espero él que también sería su inevitable y extraño final. Otro insensato.
Hyun Yeon
Tsubaki no Ken
Norfeo no me había contestado. No solo eso, sino que había declarado aquel territorio como vencedor. ¿La recompensa? Una lucha a muerte entre todos los supervivientes hasta que solo quedase uno. La rabia se agolpaba en mi interior. Había demasiadas cosas mal en aquello. Demasiadas. La misma esencia de mi ser se rebelaba contra la crueldad de aquella criatura, aquella especie de dios malévolo que jugaba con nosotros. Inspiré hondo y apreté mis puños. El ruido de las batallas no se había apagado del todo. Había idiotas dispuestos a seguir peleando y obedecer ciegamente a aquella entidad, pero no todo el mundo era así. Escuché gritos y abucheos de gente que se negaba a asumir aquella injusticia. A pesar de que aquello me alivió e hizo sentir algo de esperanza, no pude evitar cierto desdén mordaz al pensar que aquella gente había estado matándose entre sí escasos segundos antes.

Sentí ganas de unirme a los gritos, de amenazar y provocar a Norfeo, de, en definitiva, hacer algo, lo que fuera. Sin embargo, tras mi error anterior no estaba dispuesto a volver a actuar precipitadamente. Acompasé mi respiración y me centré en mi educación marcial. ¿Qué podía hacer en esa situación? ¿Qué me había dicho mi padre? Había demasiadas lecciones que había desechado con el tiempo por considerarlas pseudointelectuales y basura mística ilógica. Sin embargo, últimamente me encontraba cada vez más a menudo en situaciones en que aquellas lecciones cobraban sentido - ¿qué solía decir? - musité para mí - algo de oponer resistencia pasiva. De que la piedra no gasta fuerza en evitar ser movida y no por ello es fácil de mover... ah, no lo recuerdo - pese a todo, sí que había retenido la idea central. No necesitaba hacer nada para resistirme a Norfeo. De hecho, la manera de resistir era precisamente no hacer nada.

Caminé hacia una roca y me senté encima. Sentía frío, pero ahora mismo era más importante mandar un mensaje que entrar en calor. Asegurarme de que mi inactividad transmitiera claramente la idea de que no iba a ceder a los deseos de aquella caprichosa y retorcida criatura. Me crucé de brazos y miré hacia el cielo con el ceño fruncido. Se me pasó por la mente que, en ciertos aspectos, aquello era lo más parecido a hacerle un gesto obsceno con la mano de forma diplomática que podía imaginar. Se me escapó una media sonrisa y mi humor mejoró un poco. Si al menos lograba frustrar un poco a Norfeo, quedaría contento.

resumen
Byron
Hizashi
En el campo de batalla, el olor de la sangre y acero pulido de las armas que blandían los combatientes, finalmente había hecho acto de presencia en su máximo esplendor. El polvo y el viento descontrolado provocado por los ataques de todos los allí presentes había muy difícil seguir la situación, aun con los asombrosos reflejos que Byron tenía, era una tarea imposible. Seguramente el único que pudiese seguir el ritmo de todas esas bélicas acciones era el propio Norfeo, siguiendo cada uno de los movimientos que aquellos sectarios hombres, desde la habitación a la que antes el mismo caballero de pelo violeta había asistido. Con sus aires de grandeza y superioridad, sonriente sentado en su onírico trono forjado a partir de las brumas que había en aquella estancia. Podía imaginarlo con aquel semblante macabro que le había mostrado momentos antes de morir, con su peculiar sonrisa de oreja a oreja, y comentando con su tenue y calmada voz las jugadas que acontecían en lo que para él, era un campo de juegos.

Byron, siendo totalmente incapaz de seguir la situación, empuñaba su espada contra la cortina de polvo que los arropaba, a él, a la rubia, al curioso pato que apareció de forma sorpresiva, y sobre todo a su contrincante, el rubio portador de una naginata. Desde una situación que el muchacho consiguió averiguar concentrándose y afinando su oído, salieron las palabras de la rubia, las cuales provocaron una fuerte carcajada en el Solarian, pues a pesar de la situación, seguían cargadas del humor que la caracterizaban al hacerle saber que, para ver los pechos de la hermosa sirena tenía que ganárselos.


- Como si no lo hubiese hecho ya dándole la canica que me pidió por enseñarme las aureolas...- Murmuró mientras se ajustaba el pelo pasando la mano por este desde la frente hasta la nuca, colocando su despeinado flequillo.

Frente a él, la figura del enemigo, imponente alzando su arma con fines bélicos para atacar a través de esa cortinilla, por suerte no era tan densa como para ocultarse tras ella, si alguien fuese a cruzarla sería visto de forma clara. Sin dejarse amedrentar por su imponente porte, Byron sonrió, era lento, por lo menos más que él, podía anteponerse a sus movimientos con soltura, pero, ¿no sería más cool humillarlo derribándolo con una técnica propia?

Convencido de su superioridad, el chico agarró con fuerza su espada y adoptó una posición ofensiva, esperando el momento justo. Esperó, con su espada en punta hacia el cuerpo que se cernía sobre él, podía ver la distancia que los separaba guiada por un pequeño hilo iluminado por el sol, formado por su mente, pues realmente ahí no había nada, era su mente simbolizándole el momento justo, cuando este se tensase sería el momento de contraatacar. Siguió esperando el momento justo, a medida que él más se acercaba, él cargaba su fuerza en sus entrenadas fuerzas, agachándose un poco, listo para dar una poderosa zancada hacia su contrincante, y extendía su mano sobrante, la derecha hacía él, utilizándola como si de una mira se tratase, para apuntar el lugar del impacto.
Cuando la naginata de Atlas cortó el polvo con su poderoso movimiento, el hilo imaginario que los unía se tensó, y Byron, con una convicción extrema se lanzó a la ofensiva.

Cuchillada
ESP201
ESPADACHíN
Ofensiva Activa
Tier 2
6/8/2024
33
Costo de Energía
1
Enfriamiento
Una estocada que el usuario realiza al mismo tiempo que realiza en un solo paso un [Dash] de hasta 8 metros en los que busca ensartar a todo lo que encuentre a su paso con la punta de su arma, llevando consigo a su víctima con un [Empuje] en caso de conectar hasta el final del recorrido del Dash.
Golpe Basico + [FUEx2,2] de [Daño perforante]


Su espada golpeó el filo del arma que se acercaba peligrosamente hacia él, repeliéndola, casi mandándola a volar, y siguió su camino hacia el pecho del enemigo, clavando rápidamente el filo sobre el pecho de este, y saliendo este empujado por el impacto unos metros. Dejó salir con su movimiento un chorro de densa y granate sangre que acompañaban la retirada de espada del muchacho, dejando la hoja y el suelo que los separaba impregnada de esta. Un fugaz gesto de brazo le bastó para limpiar su espada, dejando la sangre que en ella se encontraba, bañando el suelo, formando un pequeño arco sangriento en este.

- Se acabó.- Murmuró guardando esta en su vaina, dando por hecha la muerte de aquel honorable hombre, que no tuvo miedo a verse superado luchando con tres personas a la vez. Esto provocó que el chico juntase las palmas de sus manos y cerrase los ojos, ofreciendo un tímido rezo por el alma de aquel hombre.

Abrió los ojos en cuanto escuchó las palabras del mestizo pelirrojo, adentrándose en aquel pequeño combate, nadie le había invitado, y el pobre contrincante poco más podría hacer si es que seguía vivo. Lo que vieron sus ojos le provocaron un fuerte revuelco en el estómago, aquel hombre levantándose con su espíritu de pelea intacto, decidido a dar más batalla con un gesto provocador en el rostro, fue literalmente aplastado por el ataque del medio Gyojin. La extraña ondas de choque acuática que lanzó el chico de pelo puntiagudo, lo arroyó, estampándolo con violencia contra el suelo, cayendo finalmente en combate. Pudo ver como los ojos de aquel noble ser se tornaban blancos, como su vida escapada del cuerpo al no poder aguantar más, definitivamente aquel hombre se había ganado sus respetos.

- No puedo negar que me dé asco la gente como tu colmillitos... No era necesario, le has arrebatado hasta el tener una muerte digna... Aunque siendo sincero, yo tampoco soy el indicado para darte este sermón.- Dijo seriamente.

Su alegato se vio interrumpido al escuchar en su mente las palabras de Norfeo. Deshaciéndose en halagos por la ardua batalla que todos había librado, Byron pudo notar la hipocresía que cargaban aquellas frases, pues ya había sido engañado, y en un inicio Norfeo también se deleitaba con la mera existencia del muchacho, para luego descubrir sus despiadadas mentiras, para él no éramos más que un juego con el que matar el rato, con el que distraerse de su anecdótica vida sin valor. Byron deseaba encontrarse con él fuera de este mundo, para así ver el verdadero rostro del patético ser que lo había humillado.

Ahí estaba, no tardó mucho en hacer presencia, la verdadera naturaleza de aquel falso dios. Instando a los fieles que había prometido la gloria a luchar entre ellos, había forjado una "bonita amistad" dándolos la necesidad de unirse, para luego arrebatársela de la forma más cruel que se podía imaginar. Byron chasqueó la lengua cabizbajo, en desacuerdo con el objetivo ofrecido. No podía considerar amigos a aquellos humanos, pero tampoco tenía fuerzas para luchar contra ellos vilmente, y mucho menos si eso significaba complacer al diablo vestido con galas de dios.

Solo se le ocurría una forma de salir de esta, miró por última vez a los presentes, viendo como todos escuchaban las palabras de aquel dios, atónitos ante la propuesta. Sonrió por un momento, al menos no estaban cegados hasta tal punto. Observó a cada uno de ellos por última vez, sus caras, sus gestos, empapándose de esas expresiones en sus últimos momentos, para darle el convencimiento y voluntad a aquel chico bendecido por el Sol, y así forzarlo a despertar con su último movimiento.

Con un gesto tranquilo volvió a desenfundar su espada, miró su rostro reflejado en el brillante acero que el arma tenía. Él lo veía en sus propios ojos, esa determinación ahora inquebrantable, podía ver el fuego solar en sus pupilas, dándole fuerza y ánimos, esta sería la última vez que moriría y escaparía de las frías garras de aquella deidad. Solo teniendo a Airgid cerca, por lo menos si contaba a las personas que él de alguna manera apreciaba, la miró decidido, y con una sonrisa sincera la dijo.

- Me niego a seguir con esto... Si nos encontramos en el mundo real, tú y la morena me debéis un trío.

Llevó el filo de su espada a la garganta, un pequeño momento de duda lo hizo sudar, pero él ya estaba decidido, daba igual cuantas dudas aflorasen en su mente, él iba a clavar su preciada arma en su cuello. Un profundo suspiro inundó sus pulmones antes del acto, y con un decidido movimiento, clavó su arma en su gaznate.

Su mirada se perdió, y su vista se ennegreció, lentamente, como cuando quedas poco a poco dormido.

FIN DE MI ROL.


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