Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
Tema cerrado 
[Aventura] Autonarrada, No hay vacaciones para el cazador
Illyasbabel
cuervo de tiburón
Verano 10
El calor del verano impregnaba el aire, haciendo que la densa vegetación y la fauna selvática se llenen de vida y emanen una sutil transpiración manifestadas en goteos y pequeñas lluvias que caían desde cada hoja y rama en toda la vasta selva. La Villa Shimotsuki, construida entre las dos imponentes montañas, es un remanso de paz y tradición. Sin embargo, y a suerte del viejo cazador, la tranquilidad de la villa ha sido perturbada en los últimos días por un misterioso grupo de ladronzuelos que se han atrevido a desafiar la disciplina y el orden que caracterizan a sus habitantes.

 Illyasbabel, luego de una siesta en la selva, se adentra en el corazón de la villa, observando con atención el entorno, y caminando lentamente el descenso hasta la villa. Era de suma urgencia conseguir una habitación para descansar y conseguir víveres, pero aún no tenía dinero. La Villa, con sus casas de madera y calles tranquilas, está habitada por personas respetuosas y varios locales comerciales, por lo que no debía ser demasiado difícil conseguir algún empleo informal que le resulte de utilidad para sopesar sus gastos.

 Han pasado tres días desde su llegada a la isla, acampando en la periferia debido a su falta de dinero. Su misión de recuperar una espada que había dejado para reparar se cumplió, pero con sus escasos recursos, ha tenido que sobrevivir con lo mínimo. Hoy, sin embargo, la suerte parece haber cambiado. Uno de los puesteros del puerto, un hombre robusto y de mirada aguda, lo contrató junto a otros comerciantes para encargarse de los misteriosos ladronzuelos que atacaban por la noche. Casi como obra del destino, ya a altas horas de la tarde, mientras buscaba conseguir algunas manzanas en el puerto sur de la villa, es alertado por un sujeto, que pudo identificar al viejo alado como alguien capaz de hacerse cargo del asunto. - ¿ Ladrones? no se preocupe, pasaré la noche aquí, mañana ya no tendrá este problema...- respondió.

 Al caer la noche, Illya se prepara para su tarea. La densa selva que rodea la villa parece cobrar vida con el susurro del viento y el canto de los insectos nocturnos. Las sombras se alargan y la luz de las antorchas y velas, en las calles y casas, empiezan su parpadeo, creando un juego de luces y sombras que anuncian la " vuelta a casa " de muchos comerciantes y aldeanos. La villa está en calma, pero la presencia de los ladronzuelos se siente en el aire, como una amenaza latente que busca ser descifrada. Silencio, oscuridad, una cuasi tiniebla que avanza desde los mares, y algunos conversaciones lejanas son lo único que quedan de la noche.

 El puerto al sur de la villa, donde se concentran las actividades comerciales, es el primer lugar donde decide patrullar. Los comerciantes de la Villa Shimotsuki son conocidos por su artesanía, la venta de madera y la agricultura, y cualquier perturbación en su labor podría ser devastadora para la economía local. En esta ocasión, la mayoría de locales ya se encuentra cerrado y ya casi queda nada de la muchedumbre, por lo que es el mejor momento para ponerse en acción.

 Mientras avanza sigilosamente por el puerto, Illya notó un movimiento en la penumbra. Tres figuras encapuchadas intentan forzar la entrada a un almacén. Coincidían perfectamente con las indicaciones señaladas por el puestero. Con ambas espadas desenvainadas y cigarro en boca, el viejo alado hace frente a los sujetos. - ¿Que tenemos aquí...? - Con agilidad y precisión abrumadora, Illya se lanza rápidamente al ataque. Sus movimientos son rápidos y certeros; en un instante, dos de los ladronzuelos yacen en el suelo, incapacitados, ambos con un profundo corte en sus espaldas. El tercero, en pánico, intenta escapar, pero el viejo cuervo lo atrapa con facilidad, desarmándolo con un solo movimiento fluido, provocando que este tropezará y golpeara contra el suelo. El joven ladronzuelo atinó a golpearlo pero no lo consiguió, el viejo cuervo lo detuvo con su pie sobre la espalda de este para evitar que volviera a escaparse. - Hasta aquí llegaste...- No había necesidad de asesinarlos, con una buena lección sería suficiente. Observó una vez más a los otros dos ladrones, aún estaban desmayados en el suelo y perdiendo sangre. No le gustaba el drama por lo que concluyo en terminar con su labor. Mientras sostenía al sujeto con su pie, alzó su espada en lo alto y de un movimiento fugaz, lanzo un corte sobre la muñeca del ladrón, acto seguido este perdía la mano.

 Un grito de dolor por parte del joven rufián no hizo más que enfurecer al viejo cuervo que le había perdonando la vida, pero dejándoles una clara advertencia, - Llévate a tus amigos, la próxima vez no seré tan piadoso - dijo mientras le quitaba el pie de encima. El joven ladrón se levanto mientras se apretaba el muñón para evitar perder más sangre, hizo una mirada profunda y rencorosa sobre Illya el cual se la devolvió con aún más tenacidad. El sujeto huyó solo, con las ultimas fuerzas que le quedaban, y en el camino dejo a sus secuaces a merced del Lunarian. - ya veo... - Ahora le tocaba hacerse cargo de los dos cadáveres. Los ató de pies a ambos con unas cuerdas y los llevó a rastras a la playa. Al llegar a su destino solo quedaría darles entierro o mejor dicho encenderlos para de esta forma consumar los cuerpos. 

 Luego de unos diez minutos de preparación, bajo el cálido cielo estrellado, Illya encendía un montículo de maderas y papeles, para darle fin a ambos cuerpos. Dos de los tres ladrones habían encontrado su final, el ultimo con una advertencia y un recuerdo poco grato del viejo alado, esperaba que la amputación de su mano y la perdida de cómplices fueran suficientes para detener sus actos criminales. - No sé sus nombres, pero serán recordados por mi espada, no los juzgare, cada quien cumple su parte...- Dijo, despidiéndose de los cuerpos mientras estos eran quemados bajo el gran manto de llamas producidos por la hoguera, - Adiós- despedirse de los muertos era parte de su ritual y no podía faltar, antes de retirarse encendió un cigarrillo y apago lo que quedara de la hoguera con abundante arena. Pronto subiría la marea y se encargaría de limpiar los restos.
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Illyasbabel
cuervo de tiburón

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