Airgid Vanaidiam
Metalhead
04-09-2024, 03:02 AM
Resultaba curioso la forma que tenía aquel hombre de beber. Era como ver a alguien que acababa de cruzar el desierto, privándose del agua durante días y noches. Si todavía fuera cerveza o algún refresco bien a reventar de gas, lo entendería un poco más, ¿pero simple agua? A ver, era lo más saludable que podía meterse en el cuerpo, pero a quién le importaba lo que era saludable y lo que no. Airgid se desayunaba casi un litro de cola para cargarse de cafeína antes de ponerse a entrenar. Cualquier adulto "funcional" escogería un café, o varios, pero a ella nunca le había agradado ese amargo sabor. De hecho, estaba convencida de que la gente solo fingía que le gustaba el café porque así se sentían más distinguidos y formales, más elegantes. Una tontería como una casa, vaya.
Estaba a punto de comenzar a contar su historia cuando Byron la interrumpió con un gesto de la mano. Airgid se quedó un instante con la boca abierta pero sin soltar palabra alguna por ella, cerrándola solo cuando fue consciente de lo ridícula que debía parecer desde fuera. Simplemente se dedicó a observarle mientras intentaba no darle demasiada importancia. Pero joder, era como si te interrumpieran ya no a mitad de un polvo, si no antes de empezar incluso, quedándose con todas las ganas. Pensar en esa comparación le hizo sonreír un pelín y quitarle hierro al asunto. Además, estaba interesada por lo que quería hacer. Finalmente sacó una pipa de uno de sus bolsillos y la llenó de tabaco, apurándose en prenderla. Le dio una gran calada y el humo llegó hasta ella cuando lo soltó por la boca. Sí, la verdad es que era curioso, Airgid no conocía a nadie que fumara con pipa. Era como una cosa muy de señorito, ¿no? Al menos a sus ojos así parecía.
Se disculpó, aunque tampoco es como si hiciera falta, a Airgid las formalidades no le iban demasiado. Pero ahora sí, pudo contarle su historia. No dio demasiados detalles, ni sobre el estilo de vida que solía llevar en aquella época ni sobre quién fue el que le disparó en la pierna, un rostro que fue capaz de ver mientras ella misma disparaba también. Harían falta más horas y algo de alcohol de por medio si quería abrirse más en profundidad con aquel hombre. Todavía no era el caso. Algo que Airgid odiaba era la autocompasión, motivo por el que no solía hablar de su vida. A veces contar tus desgracias se solía confundir con querer ir dando pena a la gente, y es que pocas cosas había que aborreciera más que pudieran pensar eso de ella. Ya suficiente pena sentía la gente en ocasiones por ella cuando la veían sin pierna como para encima regodearse en su propia mierda. No, no, ni hablar.
Le dolió un poco la cicatriz de la pierna cuando terminó de contar el relato, y por un momento sintió lo que se llamaba el "miembro fantasma". Por un momento sintió los dedos de su pie izquierdo moverse. Que escalofrío, que paranoia era cuando sucedía eso. Su sonrisa se torció un poco, aunque trató de disimularla para no levantar preguntas. Tampoco es como si hubiera hecho falta, Byron le pasó la pipa a la rubia y la animó a que le diera un par de caladitas. Una oferta que no rechazaría, desde luego. — ¿Esto va aliñao? — Preguntó en broma, guiñándole un ojo. Soltó una carcajada y se apresuró a darle ese par de caladas a las que le había invitado mientras él se dedicaba a pedir los postres. Fueron unas caladitas largas, expulsó el aire por la nariz y volvió a tragarlo por la boca. — Joder, nunca había probao una pipa antes. Está cañón. — Dijo con una sonrisilla mientras se la devolvía de nuevo. La verdad es que hacía tiempo que no fumaba, nunca había estado del todo enganchada, pero en la adolescencia... se probaban todo tipo de cosas.
¿Quién diría que lo más difícil de la conversación sería aceptar y saber encajar los halagos de aquel hombre? No era algo que a Airgid se le diera del todo bien. No estaba acostumbrada, sin más, a que nadie halagara su físico o su forma de actuar. Muchas veces, de hecho, intentaban meterse con ella diciéndole que estando tan fuerte parecía un tío en lugar de una mujer, que no resultaba nada femenina, sumado además a esa manera de hablar que tenía. Sintió algo de vergüenza, pero trató que no se le notara, adoptando una postura más relajada, despreocupada, acomodándose sobre la silla. — No, la venganza no es lo que me mueve. Ademá, ese tío murió, lo vi con mis propios ojos. — Sí, claro que había un motivo detrás de aquel entrenamiento físico, de aquella constancia y disciplina. Pero quizás sería demasiado intenso como para soltarlo en ese momento. Tampoco quería monopolizar toda la conversación. Notó una chispa encenderse en su cabeza cuando Byron mencionó el tema de las prótesis mecánicas. De repente, esbozó una enormísima sonrisa. — ¿Mas leído la mente? — Soltó una risilla. — ¡Estoy trabajando en un implante de esos! — Bueno, ese era su tema favorito, ahora sí que le costaría frenar. — Pero es un puto coñazo, te lo digo, es... más difícil que ná que haya hecho antes. Por que no es solo hacer algo que parezca una pierna, es que tiene que moverse como si FUERA una pierna de verdá. Tiene que responder a tus impulsos nerviosos, igualar tu velocidad... tiene que tené un peso parecido a la otra pierna, para que sea algo equilibrao, pero a la vé tiene que ser robusta, dura, coño, que no se rompa a la mínima... ¿acero? No me gusta... ¿titanio? — Empezaba a desvariar, por suerte el camarero no tardó más en llegar a la mesa.
Depositó delante de ellos unos cuantos dulces de los que Airgid había comido toda la vida. Pero eso no evitó que se le hiciera la boca agua. Sobre todo cuando reparó en la tarta de queso que presidía la mesa. Byron y ella compartieron en ese momento una conexión puramente golosa, deleitándose con el aspecto brillante y apetitoso de la tarta. Se mordió suavemente la lengua, sin poder evitarlo. La buena comida era una de sus perdiciones, y aquel dulce... estaba tan bueno, era simplemente como si lo hubiera inventado un dios o un ángel, algo de eso. La rubia aceptó la cucharilla que el hombre le ofreció y ambos la hundieron sobre el postre con una sincronía perfecta, recogiendo una pequeña porción con el utensilio y llevándoselo a la boca. Joooder. Menudo orgasmo sensorial. Era la primera vez que Airgid comía en ese restaurante y ya acababa de entrar en su lista mental de lugares top donde tenía que volver a repetir próximamente.
Los dos se quedaron un momento en silencio, disfrutando de ese manjar tan delicioso, cuando Byron propuso algo que Airgid no esperaba para nada. Coño, casi se atragantaba con la tarta al escuchar lo que le estaba ofreciendo. Por suerte bebió un poquito de refresco y se le pasó antes de que su sorpresa fuera evidente. Aunque tampoco es que lo hubiera disimulado demasiado. ¿Irse? ¿Ahora? ¿A Logue Town? ¿Y encima le daría el arma totalmente gratis? La mujer necesitó un segundo antes de decir nada. — Yo... eh... joder... — Se mordió un poco el labio, claramente dubitativa. Sin encontrar las palabras y con un millar de ideas revoloteando por su cabeza. Claro que quería, se moría por ver mundo, por salir de aquella puta isla. Pero a la vez era un tema demasiado complicado, con demasiadas capas. Quizás resultaba absurdo, pero Airgid se sentía aún en deuda con aquella isla. Y no solo con la isla, si no con la gente que la habitaba. Tenía allí amigos de su infancia, amigos que dependían de ella. De hecho, eran más que amigos para ella, eran su familia. ¿Cómo saber cuándo se estaba preparada para abandonar a la familia? Probablemente uno nunca lo estaba del todo. También recordó la única vez que salió de la isla hacía ya diez años, cómo casi no lo contaba para volver, casi la mataban esa vez. Le miró a los ojos, con una intensidad que hasta ahora no había demostrado, ni cuando le estaba contando la historia de su pierna. — Byron... me fliparía decirte que sí, de verdá. — Soltó la cucharilla, al menos de momento. — Pero tengo deudas que saldá, asuntos que resolver... no puedo salir al mar con una pierna menos. No puedo. — Esa era también una razón de peso, una que había estado intentando ignorar mucho tiempo. Se mordió la lengua un poco más fuerte. Odiaba tener que decirle que no. Pero quizás no tenía que ser un no rotundo. — No puedo abandoná esta isla aún, no de forma permanente. Aunque quisá sí podría hacer una visitilla a Logue Town, una que no durase má que una semana... y dejamos el arma a trescientos mil. — ¿Estaba regateándole su propia amabilidad? Menuda cara, la tía. Pero la verdad es que sí, tenía ganas de salir, aunque solo fueran unos días. Aunque solo fuera por conocerle mejor. Y por conseguir una oferta de la hostia de paso.
Estaba a punto de comenzar a contar su historia cuando Byron la interrumpió con un gesto de la mano. Airgid se quedó un instante con la boca abierta pero sin soltar palabra alguna por ella, cerrándola solo cuando fue consciente de lo ridícula que debía parecer desde fuera. Simplemente se dedicó a observarle mientras intentaba no darle demasiada importancia. Pero joder, era como si te interrumpieran ya no a mitad de un polvo, si no antes de empezar incluso, quedándose con todas las ganas. Pensar en esa comparación le hizo sonreír un pelín y quitarle hierro al asunto. Además, estaba interesada por lo que quería hacer. Finalmente sacó una pipa de uno de sus bolsillos y la llenó de tabaco, apurándose en prenderla. Le dio una gran calada y el humo llegó hasta ella cuando lo soltó por la boca. Sí, la verdad es que era curioso, Airgid no conocía a nadie que fumara con pipa. Era como una cosa muy de señorito, ¿no? Al menos a sus ojos así parecía.
Se disculpó, aunque tampoco es como si hiciera falta, a Airgid las formalidades no le iban demasiado. Pero ahora sí, pudo contarle su historia. No dio demasiados detalles, ni sobre el estilo de vida que solía llevar en aquella época ni sobre quién fue el que le disparó en la pierna, un rostro que fue capaz de ver mientras ella misma disparaba también. Harían falta más horas y algo de alcohol de por medio si quería abrirse más en profundidad con aquel hombre. Todavía no era el caso. Algo que Airgid odiaba era la autocompasión, motivo por el que no solía hablar de su vida. A veces contar tus desgracias se solía confundir con querer ir dando pena a la gente, y es que pocas cosas había que aborreciera más que pudieran pensar eso de ella. Ya suficiente pena sentía la gente en ocasiones por ella cuando la veían sin pierna como para encima regodearse en su propia mierda. No, no, ni hablar.
Le dolió un poco la cicatriz de la pierna cuando terminó de contar el relato, y por un momento sintió lo que se llamaba el "miembro fantasma". Por un momento sintió los dedos de su pie izquierdo moverse. Que escalofrío, que paranoia era cuando sucedía eso. Su sonrisa se torció un poco, aunque trató de disimularla para no levantar preguntas. Tampoco es como si hubiera hecho falta, Byron le pasó la pipa a la rubia y la animó a que le diera un par de caladitas. Una oferta que no rechazaría, desde luego. — ¿Esto va aliñao? — Preguntó en broma, guiñándole un ojo. Soltó una carcajada y se apresuró a darle ese par de caladas a las que le había invitado mientras él se dedicaba a pedir los postres. Fueron unas caladitas largas, expulsó el aire por la nariz y volvió a tragarlo por la boca. — Joder, nunca había probao una pipa antes. Está cañón. — Dijo con una sonrisilla mientras se la devolvía de nuevo. La verdad es que hacía tiempo que no fumaba, nunca había estado del todo enganchada, pero en la adolescencia... se probaban todo tipo de cosas.
¿Quién diría que lo más difícil de la conversación sería aceptar y saber encajar los halagos de aquel hombre? No era algo que a Airgid se le diera del todo bien. No estaba acostumbrada, sin más, a que nadie halagara su físico o su forma de actuar. Muchas veces, de hecho, intentaban meterse con ella diciéndole que estando tan fuerte parecía un tío en lugar de una mujer, que no resultaba nada femenina, sumado además a esa manera de hablar que tenía. Sintió algo de vergüenza, pero trató que no se le notara, adoptando una postura más relajada, despreocupada, acomodándose sobre la silla. — No, la venganza no es lo que me mueve. Ademá, ese tío murió, lo vi con mis propios ojos. — Sí, claro que había un motivo detrás de aquel entrenamiento físico, de aquella constancia y disciplina. Pero quizás sería demasiado intenso como para soltarlo en ese momento. Tampoco quería monopolizar toda la conversación. Notó una chispa encenderse en su cabeza cuando Byron mencionó el tema de las prótesis mecánicas. De repente, esbozó una enormísima sonrisa. — ¿Mas leído la mente? — Soltó una risilla. — ¡Estoy trabajando en un implante de esos! — Bueno, ese era su tema favorito, ahora sí que le costaría frenar. — Pero es un puto coñazo, te lo digo, es... más difícil que ná que haya hecho antes. Por que no es solo hacer algo que parezca una pierna, es que tiene que moverse como si FUERA una pierna de verdá. Tiene que responder a tus impulsos nerviosos, igualar tu velocidad... tiene que tené un peso parecido a la otra pierna, para que sea algo equilibrao, pero a la vé tiene que ser robusta, dura, coño, que no se rompa a la mínima... ¿acero? No me gusta... ¿titanio? — Empezaba a desvariar, por suerte el camarero no tardó más en llegar a la mesa.
Depositó delante de ellos unos cuantos dulces de los que Airgid había comido toda la vida. Pero eso no evitó que se le hiciera la boca agua. Sobre todo cuando reparó en la tarta de queso que presidía la mesa. Byron y ella compartieron en ese momento una conexión puramente golosa, deleitándose con el aspecto brillante y apetitoso de la tarta. Se mordió suavemente la lengua, sin poder evitarlo. La buena comida era una de sus perdiciones, y aquel dulce... estaba tan bueno, era simplemente como si lo hubiera inventado un dios o un ángel, algo de eso. La rubia aceptó la cucharilla que el hombre le ofreció y ambos la hundieron sobre el postre con una sincronía perfecta, recogiendo una pequeña porción con el utensilio y llevándoselo a la boca. Joooder. Menudo orgasmo sensorial. Era la primera vez que Airgid comía en ese restaurante y ya acababa de entrar en su lista mental de lugares top donde tenía que volver a repetir próximamente.
Los dos se quedaron un momento en silencio, disfrutando de ese manjar tan delicioso, cuando Byron propuso algo que Airgid no esperaba para nada. Coño, casi se atragantaba con la tarta al escuchar lo que le estaba ofreciendo. Por suerte bebió un poquito de refresco y se le pasó antes de que su sorpresa fuera evidente. Aunque tampoco es que lo hubiera disimulado demasiado. ¿Irse? ¿Ahora? ¿A Logue Town? ¿Y encima le daría el arma totalmente gratis? La mujer necesitó un segundo antes de decir nada. — Yo... eh... joder... — Se mordió un poco el labio, claramente dubitativa. Sin encontrar las palabras y con un millar de ideas revoloteando por su cabeza. Claro que quería, se moría por ver mundo, por salir de aquella puta isla. Pero a la vez era un tema demasiado complicado, con demasiadas capas. Quizás resultaba absurdo, pero Airgid se sentía aún en deuda con aquella isla. Y no solo con la isla, si no con la gente que la habitaba. Tenía allí amigos de su infancia, amigos que dependían de ella. De hecho, eran más que amigos para ella, eran su familia. ¿Cómo saber cuándo se estaba preparada para abandonar a la familia? Probablemente uno nunca lo estaba del todo. También recordó la única vez que salió de la isla hacía ya diez años, cómo casi no lo contaba para volver, casi la mataban esa vez. Le miró a los ojos, con una intensidad que hasta ahora no había demostrado, ni cuando le estaba contando la historia de su pierna. — Byron... me fliparía decirte que sí, de verdá. — Soltó la cucharilla, al menos de momento. — Pero tengo deudas que saldá, asuntos que resolver... no puedo salir al mar con una pierna menos. No puedo. — Esa era también una razón de peso, una que había estado intentando ignorar mucho tiempo. Se mordió la lengua un poco más fuerte. Odiaba tener que decirle que no. Pero quizás no tenía que ser un no rotundo. — No puedo abandoná esta isla aún, no de forma permanente. Aunque quisá sí podría hacer una visitilla a Logue Town, una que no durase má que una semana... y dejamos el arma a trescientos mil. — ¿Estaba regateándole su propia amabilidad? Menuda cara, la tía. Pero la verdad es que sí, tenía ganas de salir, aunque solo fueran unos días. Aunque solo fuera por conocerle mejor. Y por conseguir una oferta de la hostia de paso.