¿Sabías que…?
... este sabías qué no tiene ningún contenido y solo busca despistar al usuario.
[Aventura] [T1 Autonarrada] Justicia en las Sombras
Lionhart D. Cadmus
Tigre Blanco de la Marina
~  Justicia en las Sombras ~

Isla Kilombo
~ Día 15, Verano del año 724.

El sol comenzaba a descender en el horizonte, pintando el cielo con tonos cálidos de naranja y violeta. Rostock, el pequeño pueblo de la isla Kilombo, había sido sacudido por una serie de robos cometidos por una banda de delincuentes que se ocultaban alrededor de los acantilados. Los aldeanos, desesperados por la falta de seguridad, habían acudido a la Marina para pedir ayuda, y fue el Sargento Lionhart D. Cadmus quien recibió la misión de capturar a los responsables.

Cadmus, decidido a demostrar su valor en la Marina y hacerse un lugar en su nuevo rol, partió a la labor del día. Aún no se sentía del todo cómodo con la vida en la Marina, pero sabía que esta era su oportunidad de destacar. El viento fresco de la montaña le rozaba el rostro mientras ascendía hacia la meseta de la Isla Kilombo, siguiendo las pistas que indicaron los informantes de Rostock con respecto a los bandidos. Se habían refugiado en una zona poco transitada al norte de la isla, lo que dificultaba el rastreo, pero Cadmus era paciente y meticuloso, características que había heredado de su abuelo.

A medida que la tarde avanzaba, Cadmus finalmente divisó una pequeña cabaña de madera escondida entre la vegetación cerca de los acantilados. Era un refugio improvisado, donde los ladrones probablemente se escondían. Los rastros que había seguido lo llevaban directamente hacia allí. Con una mezcla de nerviosismo y determinación, se acercó silenciosamente, preparándose para la confrontación.

Sin embargo, al llegar, algo inesperado lo detuvo en seco. La puerta de la cabaña estaba rota, y señales de una batalla se notaba en su alrededor. Cadmus frunció el ceño y se acercó aún más, con cautela. A través de una de las ventanas rotas, vio a los delincuentes atados y amordazados en el suelo, claramente derrotados.

¿Qué está pasando...?

Antes de que pudiera entrar para inspeccionar más de cerca, escuchó voces desde el exterior. Se dio la vuelta rápidamente, y su sorpresa fue mayor cuando vio un grupo de figuras aproximándose desde el bosque. Eran tres personas, pero la intuición de Cadmus le daba mala una mala impresión. Quien parecía ser el líder, un hombre alto de cabello oscuro y aspecto desenfadado, caminaba al frente, seguido por una mujer de mirada astuta y un joven que parecía casi demasiado despreocupado para la situación.

Cadmus se mantuvo firme, aunque sus ojos no ocultaban la confusión. ¿Piratas? ¿Aquí? ¿Y qué hacían con esos criminales?

Vaya, vaya... un marino, parece que llegaste tarde a la fiesta. El hombre de cabello oscuro sonreiría con picardía.

¿Qué está pasando aquí? Esos delincuentes son buscados por la Marina.
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El hombre levantó las manos en un gesto de paz. No parecía intimidado, más bien relajado, como si todo estuviera bajo control.

Lo sabemos. Nos topamos con ellos mientras huíamos de algunos problemas. Nos dimos cuenta de que habían estado robando en el pueblo de Rostock y pensamos que podríamos hacer una buena acción por una vez. Ya sabes, limpiar un poco nuestro karma.

Confundido, Cadmus los inspeccionaría de pies a cabeza.

Ustedes... no son civiles, ¿cierto?

La mujer, que hasta ahora había permanecido en silencio, agregó con una sonrisa irónica:

Claro que no, querido. Somos piratas. Esbozaría una amplia y orgullosa sonrisa. No estamos aquí para causar problemas. De hecho, ya los capturamos para ti, Marino.

Cadmus los miraría con desconfianza. Para él, era casi imposible creer que unos piratas estuvieran actuando por pura bondad. Pero allí estaban los delincuentes, atados y listos para ser entregados. Los piratas, por su parte, no mostraban signos de querer huir ni pelear.

¿Y por qué harían algo así?

El joven despreocupado finalmente habló, encogiéndose de hombros.

A veces solo es divertido hacer lo correcto, ¿sabes? No siempre se trata de saquear y causar caos.

Cadmus permaneció en silencio por un momento, evaluando la situación. Podía arrestar a los piratas en ese mismo instante, pero no podía ignorar que, sin su intervención, estos criminales seguirían libres. Además, los piratas no habían mostrado intención de causar problemas en el pueblo ni de aprovecharse de la situación.

Llevaré a estos delincuentes a Rostock. Sabía que, incluso si se enfrentaba a ellos, era una situación desfavorable de tres en su contra. Entendía que debía enfrentarlos, pero estos piratas no le habían dado ningún motivo para detenerlos, más que por ser confesar serlo. Los piratas son enemigos de la marina, no deberían estar aquí.

El líder pirata asintió, manteniendo su sonrisa despreocupada.

No somos como los demás, Sargento. Solo estábamos de paso. Considera esto un favor, ¿sí?

Sin más palabras, los piratas se retiraron hacia el bosque, desapareciendo entre los árboles. Cadmus los observó irse con incertidumbre. No estaba seguro de qué pensar sobre ellos, pero sabía que no podía confiar ciegamente. Sin embargo, esta vez, habían hecho lo correcto.

Cadmus entró en la cabaña y revisó a los delincuentes. Estaban inconscientes, con claros signos de haber sido derrotados en una pelea que no les había dado ninguna oportunidad. Ató bien las cuerdas que los sujetaban y, uno por uno, los llevó fuera de la cabaña, donde los dejó en fila, listos para ser transportados de vuelta al pueblo.

A través de un Den Den Mushi reportaría la situación -ignorando el hecho de que no había sido el quién los había aprehendido, pero sin explícitamente indicar su crédito en toda esta situación. Otros Marines llegarían a respaldar a Cadmus en una especie de carroza y cargaría a los bandidos en esta. Mientras cargaba al último de los criminales, los pensamientos de Cadmus regresaron a los piratas. Nunca había imaginado encontrarse en una situación como esa, donde los mismos enemigos naturales de la Marina ayudaban a cumplir con la justicia. Pero el mundo era extraño, y quizás su abuelo tenía razón al decir que las cosas no siempre eran lo que parecían.

El viaje de vuelta a Rostock fue tranquilo. Cadmus entregó a los criminales a las autoridades locales, quienes lo recibieron con gratitud. Los aldeanos, aliviados, celebraron la captura de los ladrones y agradecieron profundamente a Cadmus por su labor. Él, sin embargo, no mencionó a los piratas. Sabía que era mejor no complicar las cosas.

Tal vez el mundo no era tan blanco y negro como había creído. Quizás, incluso en los lugares más inesperados, podía haber destellos de bondad. Pero aún quedaba una pregunta en su mente: ¿qué más escondían esos piratas?

Con esos pensamientos, Cadmus cerró los ojos, sabiendo que aún tenía mucho por descubrir.
#1


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