¿Sabías que…?
... Eiichiro Oda empezó la serie con la idea de terminarla en 5 años, pero se dio cuenta de que en esos 5 años que la trama ni siquiera llegaba al 50%.
[Diario] La Subasta Oculta de Rostock (parte 2)
Silver
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El sol apenas había salido cuando el capitán despertó en su habitación en la posada de Rostock, sus pensamientos aún enredados en los eventos de la noche anterior. La extraña piedra que había robado seguía siendo un misterio. No tenía idea de qué significaban las inscripciones o por qué parecía tan importante. Todo lo que sabía era que tenía que descubrir más sobre ese extraño objeto antes para encontrar al mejor comprador. Aunque algo en su interior le decía que aquello no era una simple pieza de coleccionismo, sino una pieza clave en un juego más grande.

Después de desayunar en una taberna cercana y revisar la caja una vez más sin obtener respuestas, decidió que era hora de hacer algunas preguntas. No podía consultar directamente a la fuente, pero había otros métodos. Y si alguien en la isla sabía algo sobre reliquias antiguas, tendría que ser uno de los comerciantes que se movían entre los mismos bajos fondos.

El pirata se dirigió al mercado principal, una bulliciosa mezcla de comerciantes, ladrones y oportunistas. El olor del pescado, mezclado con especias exóticas y el humo de las cocinas callejeras, llenaba el aire. Caminó entre los puestos, sus ojos buscando un rostro en particular: uno de los contrabandistas locales, conocido por sus tratos con todo tipo de objetos raros y antiguos.

Mientras se acercaba a su objetivo, notó que algo no estaba bien. Miradas furtivas lo seguían, demasiado intensas para ser casuales. Algo había cambiado en la atmósfera desde que llegó a la isla, y no era solo la paranoia habitual de alguien con su estilo de vida. No estaba solo.

Decidió probar algo. Dio un par de vueltas innecesarias por el mercado, deteniéndose en varios puestos sin motivo real, solo para confirmar sus sospechas. Tres figuras, vestidas con capas negras y capuchas, estaban claramente siguiéndolo. Tampoco se molestaban en disimular. El capitán frunció el ceño, reconociendo que, quienquiera que fueran, no eran simples ladrones. Se movían con decisión, como si estuvieran acostumbrados a este tipo de trabajo.

En lugar de continuar con su plan original, decidió llevar a sus perseguidores a un callejón apartado. Si estos tipos querían algo de él, tendrían que ganárselo. Giró bruscamente en una esquina estrecha y se ocultó en las sombras, esperando el momento adecuado. No tuvo que esperar mucho. Los tres encapuchados aparecieron poco después, caminando con la seguridad de quien cree tener el control de la situación.

¿Habéis perdido algo? —preguntó, emergiendo de las sombras con la mano en la empuñadura de su espada.

Las figuras se detuvieron, pero no mostraron sorpresa. En su lugar, el que parecía el líder dio un paso al frente, bajando su capucha para revelar un rostro anguloso y pálido, con ojos que parecían brillar con un fanatismo enfermizo.

—Buscamos lo que has robado —dijo, su voz profunda y pausada—. La reliquia no te pertenece. Pertenecía a nuestros antepasados, y la necesitamos para cumplir nuestro destino.

Silver arqueó una ceja. La situación era mucho más extraña de lo que había anticipado.

¿Ah, sí? Pues buena suerte con eso. No tengo intención de entregarla tan fácilmente —respondió, desenfundando lentamente su espada.

El líder hizo un gesto con la mano, y los otros dos se movieron al unísono, rodeando al capitán. Estaba claro que no tenían intención de negociar. Eran fanáticos, dispuestos a cualquier cosa para recuperar lo que consideraban suyo.

El espadachín no esperó a que hicieran el primer movimiento. Con un giro rápido, se lanzó contra uno de ellos, su espada cortando el aire con precisión. El encapuchado intentó defenderse, pero no estaba preparado para la velocidad de la que el capitán hizo gala. En cuestión de segundos, cayó al suelo, herido pero vivo.

Los otros dos atacaron al mismo tiempo. El pirata esquivó uno de los golpes, contrarrestando con un rápido tajo que hizo retroceder a su oponente. Sin embargo, el líder era más habilidoso de lo que parecía. Con una daga en la mano, atacó con movimientos rápidos y certeros, forzando a Syxel a mantenerse a la defensiva.

Mejor de lo que esperaba —gruñó el capitán, bloqueando otro ataque con su espada—. Pero no me sobra el tiempo como para perderlo aquí.

Con un rápido movimiento, aprovechó un descuido en la guardia del asaltante y lo desarmó, lanzando la daga al suelo y alejándola rápidamente con un golpe de su bota. Antes de que los demás pudieran reaccionar, Silver golpeó al líder en el estómago con el mango de su espada, dejándolo sin aire.

Esto ha sido divertido, pero tengo cosas más importantes que hacer —dijo con una sonrisa arrogante, observando cómo los otros dos retrocedían para ayudar a su jefe.

Salió del callejón a paso rápido, dejando atrás a los tres fanáticos que aún se retorcían entre el polvo y las sombras. No se giró para comprobar si lo seguían. Sabía que, por ahora, se habrían dado cuenta de que no eran rival para él. Pero lo que realmente le preocupaba no era el hecho de haber sido atacado, sino el motivo detrás de ello. No podía dejar de preguntarse por qué aquella vieja reliquia que había robado, algo que a simple vista no parecía tener un valor tan exagerado, despertaba tanto interés en esos hombres.

Mientras caminaba de vuelta hacia el mercado, sus pensamientos giraban en torno a las palabras del líder encapuchado. Frunció el ceño, dándole vueltas al asunto. Sabía que ahora no solo tenía que decidir que hacer con el botín, sino que también se había convertido en el objetivo de una secta que, a juzgar por sus movimientos y convicciones, no se rendiría fácilmente. Cualquier otro en su posición podría haber intentado deshacerse del objeto antes de que las cosas se complicaran aún más, pero él no era como los demás. Su instinto y curiosidad, y quizás un poco su vanidad, lo impulsaban a seguir el rastro, a desentrañar los misterios que lo rodeaban.

Esto podría resultar interesante... —murmuró para sí mismo, mientras sus pasos se detenían momentáneamente al borde de un muelle.

El viento marino le azotó el rostro, despejando un poco la neblina de pensamientos que envolvía su mente. Sí, no podía negar que la curiosidad lo estaba consumiendo, y eso era una sensación que conocía muy bien. Observó el horizonte, el mar extendiéndose frente a él en calma.

Si esos idiotas están tan desesperados por esta piedra, debe haber algo más detrás de todo esto...

Sonrió, sintiendo cómo la adrenalina recorría su cuerpo. Con una última mirada al mar, giró sobre sus talones y se adentró nuevamente en las calles del mercado.
#1


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