Alguien dijo una vez...
Iro
Luego os escribo que ahora no os puedo escribir.
[Común] [Pasado] El guardián de Kano
Drake Longspan
[...]
Primavera, 17 - 724

Drake Longspan estaba sentado en una de las viejas vigas del faro de Rostock, con las piernas colgando al borde y el sol poniéndose en el horizonte. A su lado, las herramientas de carpintero estaban cuidadosamente ordenadas, un contraste con el ambiente rústico del lugar. Sus manos, ágiles y fuertes, trabajaban con precisión en una pequeña ave de madera que iba tomando forma poco a poco. Cada movimiento del cincel era calculado, cada corte exacto, como si estuviera esculpiendo algo más que una simple figura. Se le daba bien esto, crear algo desde la nada, darle forma y vida a un trozo de madera.

Mientras trabajaba, su mente divagaba, reflexionando sobre las ofertas que había rechazado hacía poco. El luchador callejero aún podía saborear la pequeña victoria que había obtenido con su truco de la moneda. Había rechazado a Byron y Lance y sus supuestas ofertas de gloria con una simple moneda al aire, al menos lo hizo de forma educada, otros no podían decir lo mismo. Pero, claro, no había dejado el resultado al azar. Una jugada rápida con los dedos y la moneda había caído justo como él quería, permitiéndole salir del compromiso sin ofender a nadie. Una pequeña artimaña, sí, pero a veces las decisiones importantes requerían un toque de perspicacia. 

Sus pensamientos volvieron a Jun Gunslinger. Recordaba cómo había sobrevivido a su escape tras su robo, cómo había sacado fuerzas de donde parecía que no había nada. Ella también tenía esa astucia, ese instinto que lo había mantenido a él vivo durante tantos años. Quizás por eso había sido tan fácil para él hacer trampa en aquella taberna. No quería comprometerse a ninguna tripulación o persona, prefería seguir su propio camino, libre y sin ataduras...

A su manera.

¿Qué sentido tiene todo eso? —  se dijo en voz baja, esbozando una media sonrisa mientras tallaba con delicadeza el pico del ave. — ¿Luchar en mares turbulentos, bajo una Jolly Roger que solo grita problemas? No, eso no es para mí. De todas formas, la vida en tierra firme tiene su propio tipo de aventura. Y además... ¿Quién necesita la gloria de los piratas cuando tienes la montaña y la tierra bajo tus pies?

Con una última pasada, dio por terminado su trabajo. El pequeño pájaro de madera, tan detallado que parecía que podría alzar el vuelo en cualquier momento, estaba listo para ser parte del mercadillo local en Kilombo. El carpintero de brazos largos lo sostuvo a la altura de sus ojos rubí, admirando su trabajo y pensando en cómo esa simple figura representaba su filosofía. Crear algo duradero y hermoso, algo que pudiera sostenerse por sí mismo, a diferencia de la caótica vida de los piratas.

Suzaku, protectora de los mares cardinales del sur, el calor y el verano. Su deidad favorita.

Una sombra familiar apareció en el borde de su visión. Sin voltear de inmediato, Drake Longspan dejó escapar un suspiro y se secó el sudor de su frente con el vendaje de sus manos, como si ya supiera quién era, no pudo evitar sonreír a espaldas.

Y justo cuando estaba disfrutando de la tranquilidad... — murmuró para sí mismo, bajando la figura de madera y girando su cabeza lentamente. — Dime que no vienes con otra oferta que tenga que rechazar de nuevo.

La figura se acercó, y aunque la luz del sol poniente no revelaba del todo su rostro, Drake reconoció de inmediato su aura y la forma de caminar, como si fuese alguien con quien había cruzado su camino más de una vez, alguien con quien había compartido más de una historia.

Porque si es así. — añadió Drake, con una sonrisa irónica en los labios y crujiéndose los puños. — Ya te adelanto que no cambiaré de opinión. Este pájaro de madera tiene más sentido de permanencia que cualquiera de esos barcos que intentas llenar.

Dejando la figura a un lado, se levantó lentamente de aquella viga, estirándose como si se preparara para algo más que una simple charla, su larga sombra se proyectaba en el Faro de Rostock.

Pero venga, sorpréndeme. ¿Qué te trae por aquí esta vez?

A veces, la vida es como una moneda al aire. Pero si sabes cómo lanzarla, siempre puedes hacer que caiga de tu lado.



#1
Byron
Que me lo otorguen
Poco a poco las horas del día llegaban a su fin, acostumbrado a la calmada isla del mar del este, Byron caminada de forma despreocupada haciéndose paso entre la muchedumbre local con total despreocupación. Deambulaba sin rumbo fijo por el mercado local, con una bolsa llena de redondos panecillos que un afable vendedor le había dejado a buen precio por haber sido los restos de la mañana. Con uno metido en la boca, observaba cuidadosamente las calles del lugar que poco a poco le parecían más y más familiares, debido al haber ido acostumbrándose a ellas, pues en los escasos días que llevaba allí las había recorrido múltiples veces en busca de algo que llamase su atención con la intención de matar el aburrimiento que aquella localización le provocaba.

El cielo se encontraba despejado, y el sol que tenía el chico de aliado caía sobre el cielo con la intención de esconderse tras el horizonte. Aún no estaba lo suficiente bajo como para categorizarlo como un atardecer, pero este poco a poco iba tiñendo el inmenso cielo con un cálido naranja en su parte más próxima a este.

Con esa resplandeciente estampa, Byron había acabado sin buscarlo frente a la puerta del local que días pasados frecuentó con ese estrambótico grupo. Como un relámpago también llegó a su mente la forma tan lamentable en la que había acabado, borracho hasta el punto de tener al día siguiente encontrarse con la mayor resaca que había experimentado de su joven y corta vida. No pudo evitar esbozar una ligera sonrisa al recordarlo, lo que en aquel momento era algo trivial, ahora lo recordaba con un poco de añoranza, pues aunque había pasado poco tiempo de aquel encuentro, ahora se encontraba totalmente solo y aburrido en aquella isla.

De forma inmediata también llegó a su mente la forma en la que aquellos compañeros de juerga habían rechazado su oferta. Lance se negó casi categorizándolo como un rival, y entre risas juraron volver a encontrarse compitiendo por ver quien alcanzaría antes su meta. La forma más divertida sin lugar a dudas fue la de Jun, que simplemente preguntando por quién tenía un barco para surcar el mar, humilló tanto a Byron como Lance, pues por desgracia para ambos, era algo que estaban en proceso de conseguir.

Aunque, si tuviese que elegir la que más llamó la atención al chico de ojos amatistas, fue la del hombre de brazos gigantescos. En aquella intensa charla sobre los sueños y objetivos de cada uno, tomó un rol distante, no abriéndose mucho, tan solo dejando un pequeño momento de honesta ilusión cuando, como un niño con los ojos desbordantes de ilusión dijo que quería tener algo simple, sencillo, un lugar al que llamar hogar. Esas palabras hicieron mella en el muchacho, al sentir que aquel enorme humano tenía un sueño tan humilde, y que a su vez, por su forma de expresarse parecía verlo imposible. Como decía él "la vida del autónomo" o algo así.

Todavía tenía muy presenta la forma en que agarró sutilmente la moneda de la chica peli azul, y dejó en manos del destino y la suerte si se uniría a alguno de ellos. El destino fue cruel, y con elegancia consiguió rechazar ambas propuestas sin dejarlo en una situación comprometida, pasados los días aún se preguntaba si había trucado el resultado, al no verse por su actitud demasiado embaucado en sus ofertas, y siendo un artesano, seguro que el juego de manos era pan comido para él.

- Es una pena, el tipo molaba demasiado.- Murmuró al aire hablando en voz alta para sí mismo.

El sol comenzó a caer, haciéndole recordar de forma clara el plan que ese chico tenía para aquel día. Al ser algo fugaz que pasó por su mente en aquel momento, y ser interrumpido por el grupo antes nombrado, lo había olvidado por completo, pero la similitud de la situación le hizo rescatar la idea que le dio un anciano ciudadano de la isla Kilombo.

- Si me doy prisa, puedo llegar para el atardecer.- Dio otro bocado al pan que antes tenía en la boca, terminado así de comerlo, y raudo cuál rayo se dirigió hacia el faro de Rostock.

Llegó con el pecho agitado por el cansancio, tuvo que correr más de lo que esperaba si quería disfrutar la vistas de las que "fue privado" el primer día. Por su frente corrían algunas gotas de sudor provocadas por el esfuerzo, que resbalaba y se precipitaban al suelo sin ningún tipo de impedimento. Limpió esta con su antebrazo mientras acompañaba este gesto con un ligero quejido de alivio. Por suerte, esta vez no tendría nada de lo que arrepentirse, ante él se encontraba aquel alto faro, y delante de este la maravillosa vista del atardecer que había venido buscando. Sin mucho tardar, decidió que la vista sería mucho mejor desde lo alto de la construcción, y se acercó con la intención de subir.

Ante él, en cuanto puso el primer pie en la escalera para ascender, una imponente y grande sombra que se extendía desde una alta viga de madera hizo acto de presencia sorprendiendo al muchacho. Avanzó más con genuina curiosidad, quedando a su misma altura, pero dentro del edificio. La silueta que la originaba le resultaba familiar, observando su espalda pudo vislumbrar el movimiento de unos largos y músculos brazos, que parecían trastear con algo que su figura le impedía ver. En ese instante lo reconoció.

Esa figura le resultaba inconfundible, se trataba de Drake, que antes de poder saludar, ya le dedicaba unas palabras al joven, como si por sus andares "infantiles" reconociese quien se encontraba a sus espaldas.

Desde el primer momento ya le puso sobre aviso, no iba a cambiar de opinión si lo que buscaba era hacerle otra oferta. Girando el rostro y con una cara que solo transmitía duda, ¿se creía que Byron era algún tipo de acosador? Se acercó a Drake por el lateral, pero no demasiado, se quedó a las puertas del gran ventanal de piedra por el que había visto su figura, y apoyando la bolsa con el pan que le quedaba y sus propios brazos sobre el muro inferior de esta le dijo.

- Como si supiese que estabas aquí gigante cabezón, tengo asumida la derrota, tranquilo.- O eso creía él, pues aún tenía el pequeño remordimiento de no haber conseguido que aquel hombre surcase los mares junto al zagal.

- Es bonito, tienes buenas cualidades.- Dijo refiriéndose al pájaro de madera que el mismo Drake le había mencionado. - Aunque seguro que se aprovechaban mejor en un barco.- Dijo con un tono burlón siguiéndole el juego.

Desde aquel faro, observó el anaranjado horizonte, el hermoso atardecer los iluminaba a ambos y una agradable brisa los envolvía haciendo mucho más agradable la estancia en el lugar, acompañando de forma intercalada el paisaje que ambos disfrutaban en aquel momento. Este volvió a dirigirle la palabra, preguntando al muchacho que hacía entonces en aquel lugar, y ante ella, antes de contestar soltó una pequeña y sincera carcajada.

- ¿Qué pasa? ¿Uno no puede deleitarse con el atardecer o que?- Dijo mirándolo de reojo.- Verás, el día que nos conocimos tenía intención de contemplar el atardecer del mar del este, vengo de bastante lejos, más de lo que podrías imaginar. Allí siempre me quedaba ensimismado viendo el sol esconderse tras el horizonte jeje.- Rio tímidamente mientras rascaba su cabeza, igual estaba abriéndose de más, pero el ambiente se prestaba a ello.- Como forma simbólica de empezar mi aventura, pensé que ver un atardecer distinto al que acostumbraba sería una forma digna de comenzar mi nueva vida.

El chico dejó que por unos segundos el silencio entrase en escena. Siendo sinceros, no quería presionarlo, no quería volver a lanzar la oferta, pues sus motivos tendría para haberla rechazado, pero no pudo evitar dejarse llevar. Aun así, el comentario que lanzaría, no sería una proposición formal, sino como un sutil comentario intentando despertar algo en aquel hombre que parecía haber perdido la capacidad de pensar a lo grande.

- Dime... Drake... ¿No crees que sería maravilloso vivir el resto de tu vida deleitándote con un distinto atardecer? - Volvió a dejar un par segundo de siguiendo. - ¿No aspiras a hacer algo grande con el tesoro que es tu vida?.- Una fuerte ventolera los sacudió, como si el mismo cielo reforzase sus palabras. Y disfrutándola con su pelo moviéndose al son del viento esperó su respuesta.
#2
Drake Longspan
[...]
El crujir de sus puños recibió una respuesta inesperada:

Como si supiese que estabas aquí gigante cabezón, tengo asumida la derrota, tranquilo.


Drake Longspan intentó mantener la seriedad en su rostro, quería mantener esa fachada de intimidante, pero su tejado se cayó en pequeños pedacitos, sonriendo de medio lado soltó un suspiro de derrota y dejo reposar sus ya cansados brazos. Había perdido la primera ronda.

Rohahahaha. — Se secó el rostro con parte de su venda. — Como si tus pintas de paloma sin nido fueran superiores.

El tono de aquel grandullón no era para nada intimidante, parecía una disputa de ver quien dice la mayor chorrada tan típica en los críos del pueblo. Allí, en el exterior de aquel faro clausurado por causas que ni el propio carpintero sabía, se sentaba sobre una viga observando el mar. Le gustaba trabajar allí, y encontraba parte de su inspiración. Había ido muchas veces a entrenar a la zona, y por qué no, a trabajar. El pequeño Suzaku de madera seguía en sus manos.

¿Te gusta? — Respondió a Byron, sonriendo cuando le soltó de nuevo la propuesta de unirse a un barco. — Es Suzaku, ave guardiana del sur. Mi madre me contaba historias sobre él para dormir, decía que la mitología estaba equivocada, que su verdadero mar cardinal era el West Blue.

El muchacho cerró levemente su puño, evitando dañar su reciente creación. Observó el horizonte durante un breve espacio de tiempo, se sentía bien estar en silencio, especialmente cuando no te rugía el estómago.

No me respondiste. ¿Qué demonios haces aquí? — Dijo en un tono infinitamente más suave que el anterior.

Escuchó su alegato, soltando una carcajada con su reprimenda infantil sobre porque tenía derecho a deleitarse con el atardecer. Drake Longspan levantó sus brazos con los puños cerrados como si lo estuvieran apresando en ese momento de manera burlona y casi infantil, como un muñeco hinchable que bailaban y saludaban como idiotas. Así, con los brazos en alto, escuchó lo que tenía que decir aquel joven. Si quería desahogarse con él, le iba a dar ese beneplácito, le había invitado a comer, es lo mínimo que debía hacer.

«Una forma digna de comenzar una nueva vida...»

Cuando debías más de cuatro millones de berries y te habías metido en tantos problemas por tu necesidad de cumplir con el escalón más bajo de la pirámide de Maslow, el discurso de comenzar una nueva vida sonaba tan banal...

Tan lejano.

Bajó sus brazos y siguió observando en silencio al horizonte, disfrutando de los últimos rayos del sol que le quedaban, pronto su sombra no llegaría hasta la larga fachada del Faro de Rostock.

Dime... Drake... ¿No crees que sería maravilloso vivir el resto de tu vida deleitándote con un distinto atardecer? — Dijo dejando un silencio dramático. Drake Longspan pensó que lo había practicado antes. — ¿No aspiras a hacer algo grande con el tesoro que es tu vida?

El viento remoloneó el ya de por si alocado cabello del carpintero.

Enano, mi vida vale cuatro millones de berries en negativo. La vida no es un tesoro. — Levanto la mano más cercana en dirección al rostro de Byron. — Desafíos, adversidades, esfuerzo y conflicto, la vida nos empuja a superar obstáculos para sobrevivir...

El boxeador entró en mutis por unos instantes, como si hubiese caído en su propia trampa.

Y encontrar nuestro propósito...

Cerró más la palma de la mano que sostenía al pequeño suzaku de madera. Como si no quisiera olvidar algo importante para él.

Un tesoro es algo estático, ya completo. Tiene su contenido y no puede ser rellenado, solo vaciado. Si mi vida es un tesoro, es una soberana mierda.

Eso era Drake en aquellos tiempos, en su estado más puro. Protector y leal, especialmente cabezón, metafóricamente.

Claro que he soñado con viajar, y con muchas otras cosas. Si no soñase, mi historia habría terminado hace tiempo. Esa hambre me mantiene vivo, pero no lo olvides, los sueños nos ayudan a seguir en pie con la misma facilidad que nos estampan contra el suelo. Por eso la vida real no es un tesoro, la vida real es lucha. Nadie da nada gratis.

Un relámpago dentro de su cabeza provoca otro cortocircuito, recordando que ayudó a aquella chica sin pedir nada a cambio. Intentando disimular, cambió completamente de tema.

¿Has visto a Jun de nuevo? Espero que se haya escapado en su tartana y no esté en el cuartel de Isla Kilombo...

El rostro del chico parecía en una lucha interna constante, la peor pelea de todas, sus sueños contra su vida.
#3
Byron
Que me lo otorguen
El sonido de las pequeñas olas de la costa chocando contra el muro del acantilado sobre el cual había sido construido el faro que los acogía, amenizaba el repentino encuentro de aquellos dos individuos que habían compartido una comida días atrás. Podía sentir como estas adornaban de forma sutil aquella velada improvisada, acentuando con ellas el toque casi nostálgico que envolvía los pequeños comentarios que ambos compartían. Era curioso, en aquel momento no le resultaba desagradable la tranquilidad de aquel pueblo pesquero, haciéndole creer que poniendo un mínimo de su parte, podría llegar a acostumbrarse a una vida sin emociones fuertes o conflicto creando una sintonía con el resto de lugareños que quería vivir su vida en paz.

Su alto acompañante elevó la figura que sostenía entre sus manos, resultando en parte cómico al notar el fuerte contraste entre aquella pequeña creación cargada de detalles y sutileza, y las enormes zarpas, rudas, y cargadas de callos por los años de trabajo duro que cargaban encima.

Ahí estaba de nuevo, el niño interior de Drake, mostrándose, casi olvidando su papel de tipo duro, contando las historias para dormir que le contaba su madre. Un fuerte sentimiento de felicidad emanaba de su rostro, sin él darse cuenta probablemente, dejando a Byron imaginar sin esfuerzo la bonita escena de su madre contándole aquel tipo de historias con un pequeño Drake ilusionado por las palabras que salían de la boca de su madre. No pudo evitar sonreír contento ante esa sincera imagen que había vislumbrado en su mente, y más clara fue la sonrisa al ver como el gigantesco hombre trataba con mimo y cuidado aquella delicada obra.

Observó con sus resplandecientes y profundos ojos violetas los pequeños gestos y manierismos que Drake hacía mientras escuchaba sus palabras, empapándose más de su persona, podías decir que conocías a una persona, cuando esos pequeños movimientos que definían el comportamiento de alguien, no te resultaban ajenos, y la expresividad que él desprendía en ellos, eran fáciles de aprender.

Una vez terminó el aquel ocurrente discurso que se le ocurrió, se desperezó a su lado, estirando su espalda elevando sus brazos al cielo con los dedos entrelazados y tirando de ellos al antes mencionado con fuerza, haciendo sonar su columna vertebral, para seguidamente hacer lo propio con su cargado cuello.

El silencio volvió a hacer acto de presencia, dejándose escuchar solo el murmullo del viento moviendo ligeramente las hojas de los árboles de aquella colina y las constantes olas del mar. Por unos instantes Drake se quedó pensativo mirando al horizonte, ocultando su mirada con las sombras que su cabello generaban debido al atardecer que tenían enfrente, cerrado sobre sí mismo, como si esa conversación estuviese a punto de llegar a su fin. Rompiendo su silencio dejando ver la deuda que cargaba a sus espaldas y negando la afirmación pasada del muchacho.

- Sí, si lo es.- Interrumpió con un leve comentario dejando en claro que su opinión era equivocada.

Quiso continuar con aquella interrupción, pero sus palabras se vieron cortadas al escuchar maravillado las siguientes palabras del "brazoslargos". Otra vez estaba ahí, otra vez había hecho acto de presencia la inocencia de un niño soñador, hasta el mismo pareció caer en que estaba dejándose llevar, insinuando tímidamente con un pequeño silencio para luego acabar su intento de contundente alegato. Y prosiguió tras aquella pausa, con su personal definición de lo que era un tesoro, sosteniendo con firmeza la pequeña figura de madera, aferrándose a ella, como si este le diese fuerza y convicción a sus palabras. Para finalizar mascullando de forma casi cruel que su vida era una mierda.

Aquella frase enfadó al muchacho, queriendo volver a coger el turno de palabra, más se tranquilizó al entender que, aunque quisiera entenderlo, no conocía realmente a aquel sujeto. Quería hacerlo, pero con sus palabras parecía colocar una dura valla reforzada con alambre de espino, para evitar que Byron cesase en sus intentos de conectar con él. Resignado guardó sus manos en los bolsillos, para evitar Drake lo viese cerrar los puños con frustración, curiosamente, él también estaba poniendo barreras al esconder sus reacciones de forma inconsciente.

Escuchó atento como continuaba hablando, esta vez, dejando en claro que había tenido sueños y ambiciones, mostrando con un fugaz comentario su perspectiva ante la vida. Bajo su punto de vista, estaba totalmente errado, seguramente provocado por vivencias de su pasado que lo habían atormentado, escondiendo al niño que tenía unas metas y ambiciones en lo más profundo de su ser, con la intención de no volver a sufrir un trauma similar, o por lo menos así los interpretaba él. De ser así, en parte podía entenderlo, él también había pasado por situaciones oscuras que le gustaría no recordar, pero había una pequeña diferencia, no se había amedrentado por los caprichos del destino que él sufrió. No pudo evitarlo más, y con una voz firme, pareciendo ofenderse por aquellas palabras, como si sintiese estas como un ataque a su propia concepción del mundo, cortó su relato.

- Drake, siento romper tu castillo de naipes, pero estás equivocado, y lo peor es que tu mismo lo sabes... Sueltas por la boca todo ese discurso del que te has autoconvencido, no te conozco lo suficiente todavía, pero ni tu mismo crees esas palabras que pronuncias. - Paró para coger aire.- Empezaré con gracia, la próxima estación habré guardado en mis bolsillos catorce millones y medio de berries, y eso contando que ya ha pasado casi un cuarto de la que estamos viviendo.- Golpeó su pecho con seguridad, convencido que esa profecía sería cumplida.

- Mascullas que la vida no es un tesoro, pero parece que has olvidado la tremenda casualidad de que estés vivo, eres algo totalmente aleatoria, como un juego de azar en el que te ha tocado el premio gordo. Las posibilidades de nacer son ínfimas, pues cuando una vida se gestaba en el vientre de tu madre fue el destino quien eligió que ese fueses tú. Y hablando de madre...- Sacó el pan de la bolsa que le quedaba y le dio un fuerte mordisco. - Por tu forma de entender la vida, seguramente lo hallas pasado mal, tranquilo, no eres el único. Puede que ahora tengas una deuda a tus espaldas, y debe ser duro... Pero, ¿no ves motivo suficiente para atesorar tu vida ese recuerdo de tu madre contándote cuentos y leyendas? ¿No volverías a elegir vivir a pesar del sufrimiento por volver a experimentar ese sentimiento? Esos momentos, esas vivencias únicas en cada uno, las que te hacen sonreír aunque el momento sea duro, son los que transforman ese premio aleatorio, en un maldito tesoro repleto de oro. Es más, tus actos no respaldan tus palabras, crees mostrar desdén, pero tus propios deseos te traicionan, si no, ¿por qué ayudaste a Jun en primer lugar?


Desabrochó lentamente los botones de su camisa, y la dejó caer abierta sobre su cintura, agarrada de forma segura al llevar la mitad de esta metida bajo sus pantalones granates. Con una pose llena de seguridad, le mostró su espalda. Su ajustada camiseta interior estaba bordada de tal forma que siempre dejaba al aire libre las profundas cicatrices que tenía a la altura de sus omóplatos, donde anteriormente se habían encontrado unas poderosas y enormes alas. Las mostró con orgullo, sin arrepentimiento, a pesar de ser causantes de pensamientos intrusivos en el muchacho de forma continua.

- He pasado por cosas por las que cualquier persona se quitaría la vida al recordarlas... Y aquí estoy, viviendo con ambición la vida que me ha tocado. Te lo aseguro Drake, no lo dudes ningún momento, estoy destinado a lograr la grandeza, a alzarme entre los meros mortales en el firmamento, tarde o temprano alcanzaré la gloria. Seré el Suzaku de la próxima generación, los mitos y leyendas hablarán sobre aquel ángel desplumado que alcanzó la cúspide del mundo. No hay lugar para el fracaso, el astro rey bendice mi espada, y con ella grabaré mis iniciales en las nubes.- Exclamó al cielo, siendo iluminado por los últimos rayos del Sol, dándole este un aura magna y endiosada. Parecía ser el elegido por el Sol para ocupar el trono de aquel basto mundo.

- Esta será la última vez que pronunciaré estas palabras. Viaja conmigo, me da igual si me consideras un amigo o un compañero de trabajo, saldaré esa deuda que te preocupa yo mismo si hace falta, ni siquiera será necesario hacer algún tipo de sacrificio...- Ofreció su mano al hombre por el que había gritado a los cuatro vientos su razón de existir. - Después de todo, la abundancia de todo bien material, es una simple consecuencia en mi objetivo.
#4
Drake Longspan
[...]
Drake Longspan permaneció en silencio mientras Byron hablaba, dejando que las palabras del joven solarian se asentaran en su mente como las olas que rompían suavemente contra el acantilado bajo sus pies. La calma de la isla y el cálido resplandor del atardecer hacían que el ambiente se sintiera casi surrealista, un contraste con las emociones internas que se agitaban dentro de su cabeza. Aquellos chicos observaban el sol desvanecerse lentamente en el horizonte, sus pensamientos se volvieron más profundos, más introspectivos.

Cada palabra de aquel solarian parecía perforar la coraza que había construido a lo largo de los años. Esa coraza, que le había servido para protegerse del dolor y la decepción, ahora parecía una prisión que lo mantenía atrapado en una visión limitada y sombría de la vida. El brazos largos había pasado tanto tiempo convenciéndose de que la vida era una lucha constante, una carga que llevar más que un tesoro a proteger. Sin embargo, la pasión y la convicción de aquel pirata novato empezaban a sembrar dudas en su interior.

Mientras giraba la pequeña figura de madera entre sus dedos, la examinó como si buscara en ella respuestas a las preguntas que empezaban a surgir en su mente. Aquella figura, que antes solo representaba una afición sin mucho sentido, ahora parecía un símbolo de algo más grande, algo que estaba empezando a entender, aunque todavía de manera vaga.

Byron había tocado un nervio sensible al mencionar a su madre y los recuerdos que ella le había dejado. Esos recuerdos que, en su juventud, habían sido una fuente de consuelo, pero que con el tiempo se habían convertido en recordatorios dolorosos de una vida que ya no podía recuperar. Sin embargo, Byron le había mostrado otra perspectiva: esos recuerdos, esas vivencias, eran precisamente lo que hacía que la vida fuera un tesoro. Eran los momentos de calidez y amor que, a pesar de todo, valían la pena atesorar.

Como el Suzaku de madera.

Drake cerró los ojos por un momento, permitiéndose sentir el peso de esas palabras. La frustración y la confusión se mezclaban con un sentimiento de añoranza, un deseo latente de creer en algo más grande que la mera supervivencia. Había pasado tanto tiempo alejándose de la posibilidad de soñar, de ambicionar algo más allá de lo inmediato, que ahora, al enfrentar la pasión desenfrenada de Byron, se sentía como un niño al que se le ofrecía una segunda oportunidad para ver el mundo con ojos nuevos.

Cuando Byron finalmente extendió su mano, ofreciéndole unirse a él en su viaje, el carpintero sintió una mezcla de emociones. Una parte de él quería rechazar la oferta, mantenerse en su postura de desdén y autoimpuesta soledad, era parte de su entrenamiento, debía proteger lo poco que le quedaba, lo poco que verdaderamente podía estar en sus manos. Pero su otra parte, una parte más suave y reprimida, sentía la tentación de aceptar, de ver adónde lo llevaría ese camino. Por unos instantes la piratería no sonaba tan mal.

Con una lentitud deliberada, Drake Longspan levantó la mirada hacia Byron. El joven estaba ahí, iluminado por los últimos rayos del sol, con una confianza inquebrantable en su destino. Había algo en su actitud, en la manera en que hablaba de sus sueños, que despertaba en aquel muchacho un sentimiento olvidado: la esperanza en algo mejor.

Finalmente, Drake extendió su mano y ofreció chocar su puño con el de Byron. No fue un gesto de total rendición, pero sí uno que reconocía el impacto de sus palabras. El boxeador no estaba listo para admitir abiertamente que había cambiado de opinión, pero en el fondo, sabía que algo dentro de él se había movido. Tal vez Byron no había ganado la batalla, pero definitivamente había dejado una marca. Salto de aquella viga sin dificultad, su altura compensaba las posibles complicaciones. Una vez llegó abajo, guardó la figura del Suzaku en el bolsillo.

Ya casi no nos queda sol. Gallina sin alas. — dijo en un tono de voz burlona, como si temiera que sus palabras fueran a perder fuerza debido al remolino de emociones. Había mucho que pensar, muchas barreras que derribar, pero por ahora. Mientras se guardaba la figura de madera en el bolsillo, una pequeña sonrisa apareció en su rostro, apenas visible, pero real. Era un primer paso, quizás pequeño, pero un paso hacia algo diferente, algo que Drake todavía no podía nombrar, pero que empezaba a ansiar en su interior.

¿Y dónde dices que tienes tu barco? Quizá pueda hacerle algunos arreglos.
#5
Byron
Que me lo otorguen
La noche estaba a punto de hacerse presente, el Sol terminaba de esconderse a la par que Byron terminaba su discurso cargado de emoción. Por un momento se sintió agitado, su pecho vibraba fuertemente acompañando su descontrolada respiración, quizás se había dejado llevar demasiado, quizás había mostrado demasiado de sí mismo en aquel alegato, pues la sinceridad con la que cargó sus palabras era sincera. Hacía mucho que no se mostraba así ante alguien, hacía mucho que no rompía su amable y despreocupada fachada, hacía mucho que no mostraba de forma sincera su ególatra ser, hacía mucho, que no hablaba de su ambición sin tapujos.

Ante los ojos de aquel hombre, al que había desnudado su alma, esperaba su respuesta totalmente firme. No dejó salir ningún atisbo de inseguridad, sus palabras eran serias, y a pesar de su agotamiento, no temía la respuesta de aquel tipo. Si no correspondía sus sentimientos y ambiciones, poco más podía hacer, aceptaría su decisión fuese cual fuese y no volvería a sacar el tema, sabía reconocer una derrota y si esta había sido una, podría sentirla como una de las más honorables que había experimentado.

Respondió su mirada, haciendo lo propio, mirándole directamente a sus ojos de un color bermellón y las marcadas ojeras que rodeaban estos. Por un momento pudo sentir una chispa en ellos, algo parecía haber cambiado, como si una pequeña llama de emoción diese vida a aquella mirada, que hasta hace unos instantes se encontraba perdida. El fulgor en estos parecía hacer más nítida su decidida y pequeña pupila, por un momento parecía que había encontrado un foco al que mirar, y probablemente estaba fija en el camino que Byron le había iluminado con sus palabras, la escalera que llevaba trono elevado en el mismo cielo, se volvía más cada vez más clara y visible para el hombre que aficionaba a tallar pájaros de madera. Byron inmutable miraba aquellos ojos que ahora, parecían vislumbrar un futuro posible, un futuro lleno de grandeza.

El que ansiaba que fuese su camarada, elevó lentamente su largo brazo, para chocar la mano que Byron le ofreció. Sonrió satisfecho, y dio un segundo choque más fuerte, lleno de alegría, para dar más convencimiento al tímido golpe de puños que Drake hizo. El chico sacudió el brazo para desentumecer la mano, el golpe fue lo suficientemente fuerte, como para dejar este efecto en sus delicadas manos, al final del día, las manos de Drake se sentían como un bloque de roca, increíblemente duras. Realmente el muchacho no sabía como tomarlo, no había aceptado verbalmente, pero desde luego, aquel gesto podría significar cualquier cosa menos un rechazo.

Tronó sus dedos, y ante su fija mirada saltó desde las alturas al suelo, podía permitírselo, teniendo en cuenta su exagerada altura, saltar desde ahí, para él no era más que una altura sin riesgo. Byron no quiso jugársela, y aceptando su derrota se deslizó cuidadosamente por la gruesa viga en la que se encontraban, como cuando un niño jugaba a trepar por los árboles. Una vez estuvo de nuevo con los pies en tierra, volvió a colocarse la camisa, introduciendo sus delgados brazos por las anchas mangas que contrastaban enormemente con las mentadas extremidades. Mientras abrochaba sus botones hasta el pecho, pues le gustaba mostrar su trabajado pectoral ceñido en su ajustada camiseta interior escuchó a Drake hablar.

- Vaya forma de dirigirte al que ha dado un nuevo sentido a tu vida, gigante sin sesos... Imagino que con tanta envergadura es difícil que te llegue la sangre al cerebro.- Dijo entre risas disimuladas siguiéndole el juego, siguiendo la broma que Drake le había lanzado previamente. - Ah, por cierto, sobre Jun, la verdad es que no he vuelto a verla, igual con suerte se lo piensa mejor y la encontramos en Logue Town para querer unirse. Aunque siendo franco, no se la veía muy por la labor jajaja... Era interesante, ¿verdad? Creo que le gustaste, y hazme caso, tengo mucha experiencia tratando con mujeres, raro es que a día de hoy no haya pillado una venérea.- Dijo siguiendo con el ambiente juguetón.

Otra cálida brisa los envolvió, se sentía bien, la noche primaveral era placentera en aquel lugar. Con el alto faro a sus espaldas, las olas del acantilado los deleitaba acompañados del sonido de los insectos nocturnos que poco a poco hacían acto de presencia en aquella escena. Con este sonido de fondo, Byron terminaba de ajustar su vestimenta, concretamente sus guantes, que habían quedado más holgados de lo recomendable. Durante este proceso miraba las enormes espaldas de Drake con atención, viendo como guardaba en su bolsillo aquella creación de madera, mirando hacia el frente, algo en su aura había cambiado, definitivamente el chico de ojos brillantemente violetas no se había equivocado, había visto una chispa de convicción en sus ojos.

El hombre con el pelo negro y revuelto que tenía frente a él, ¿era una sonrisa eso que se ocultaba en la oscuridad de su rostro? La luz de la luna era la que ahora iluminaba la escena, enmarcada en lo alto del cielo. Drake, sin cambiar un ápice lo que transmitía su fuerte porte, le preguntó directamente sobre su barco.

Byron no pudo evitar quedarse a cuadros, no hacía tanto que habían tenido aquella comida, al parecer estuvo tan centrado en aquel estúpido y amañado juego de la moneda, que ni siquiera escuchó cuando el angelical hombre admitió no poseer una embarcación. Soltó un suspiro desolado, el hombre que tanta curiosidad había llamado en él y que tanto le estaba costando reclutar, no parecía prestarle la misma atención que el Solarian le dedicaba. Se rascó la cabeza medio avergonzado, no quería tener que repetir esas palabras, pero no le quedaba otra, si algo tenía que haber en una tripulación era transparencia.

- Ehh jeje... ¿No lo recuerdas? ¿La pregunta de Jun? Emmm, jeje, aún no tengo, lo siento.- Dijo sacando la lengua y haciendo una señal con la mano en forma de disculpa.- Pero, eres carpintero... Realmente no es que no tenga, es que aún no lo has construido, estoy seguro de que es otro mensaje del destino, quería que te encontrara Drake, para que fueses tú quien hiciese mi embarcación, la embarcación del hombre que conquistó el mundo... Suena bien, ¿no?- Dijo ingenuamente sacando un dedo como si estuviese pidiendo el turno de palabra.

Antes de dejarlo contestar, Byron recordó la ruinosa situación de Drake, seguramente tendría hambre. Felizmente lo rodeó, colocándose a su espalda, y colocando sus brazos en sus caderas, empujando de él hacia delante para intentar hacerlo caminar.

- Joder lo que pesas...- Murmuró con la cara roja por el esfuerzo.- ¿Qué tal si vamos por unos bentos de atún? Yo invito tranquilo.- Seguía empujando sin conseguir nada, aparte de poseer un cuerpo duro, era un cuerpo pesado cuál montaña.- Allí... ¡Pon un poco de tu parte coño! - Le gritó para que comenzase a andar, y así lo hizo.- Allí podemos hablar de forma calmada el plan que tengo, y podrás llenar el estómago que seguro que tienes hambre, ese cuerpo enorme necesitará de buena materia prima para moverse. AH SI, LO MÁS IMPORTANTE, hablando de tu cuerpo, tu no eres un humano común, ¿no? Eres una de esas especies raras como los hombres pez o los ciudadanos del cielo, ¿no?
#6
Drake Longspan
[...]
Rohahaha.

Drake Longspan dejó escapar una risa grave, un sonido profundo que reverberó en su pecho. Mientras aquel Solarian seguía empujándolo, podía sentir la energía inagotable del chico como si fuera una llama incontrolable, chisporroteando y soltando chispas a su alrededor. Era innegable que su entusiasmo era contagioso, aunque también algo agotador, especialmente cuando la mitad de sus conversaciones giraban en torno a la absoluta libertad y la otra mitad al sexo femenino.

Pero le caía bien. Le gustaba seguir su juego. Parecía ese tipo de persona que nunca dejaba una burla sin responder, lo cuál solo le daba juego al carpintero para su disfrute personal.

¿Gigante sin sesos? — repitió Drake, mirando por encima del pelo a Byron Nikkei con una sonrisa torcida. — Tal vez tengas razón, pero prefiero ser un gigante sin sesos que un flacucho con delirios de grandeza. Futuro rey del mundo. — Entonó con su voz cargada de un tono burlón, aunque no carente de afecto. Era un insulto, sin duda, pero no emanaba maldad.

A medida que caminaban, las palabras de Byron sobre aquella extraña chica hicieron que Drake elevase la comisura de sus labios de manera disimulada. ¿Gustarle? Esa idea le parecía casi absurda, pero algo en su interior le provocaba una pequeña risa de incredulidad.

¿Jun? ¿Gustarle? ¿Yo? — rió mientras sacudía su cabeza. — Tiene que tener muy mal gusto si es así, chico. Aunque debo admitir que tenía algo... especial. No sé si era como narraba sus sueños o solo ese aire de "me importa todo una mierda". El caso es que posiblemente no lo sepamos nunca.

El boxeador se encogió de hombros, fingiendo desinterés como si la conversación no le afectara, aunque en el fondo, las palabras de Byron Nikkei lo habían tocado más de lo que estaba dispuesto a admitir, y más después de como había terminado aquella conversación. Por suerte para él, la conversación no iba a salir de aquel recorrido, por suerte para Drake y los dientes de Byron.

Mientras continuaban caminando, las palabras sobre el barco resonaron en su cabeza. Había algo en esa idea, en ser el que construiría el barco de quien conquistaría el mundo, que despertaba algo en él. Era un pensamiento que encendía una chispa, aunque Drake aún no estaba listo para dejarla arder por completo. La piedra era bastante resistente al fuego.

Un barco no se hace de la noche a la mañana, y menos uno de los que podría hacer yo... Pero, tal vez haya algo en eso del destino...

Drake Longspan dejó la frase colgando en el aire, como si se permitiera, por un breve instante, creer en algo más allá de lo tangible, en los sueños de la gente, en los suyos. Había pasado tanto tiempo desde que se pudo permitir algo así... Quizás desde antes de...

Aquel muchacho se encontraba acariciando la figura de Suzaku en el interior de su bolsillo cuando notó que Byron le seguía empujando. Inamovible, solo reaccionó cuando escuchó la palabra "Bento" de la boca de aquel pirata, dejando de lado la resistencia. Sin mucho esfuerzo, le dio una palmada ligera en la espalda, lo suficientemente firme como para que aquel chico sintiera que ya no necesitaba empujar.

¿Más comida gratis? No suena mal. — Dijo con una sonrisa medio oculta, mientras sus pasos pesados resonaban en la calzada a los pies del Faro de Rostock. — Aunque debo decirte qué mis servicios valen mucho más que pescado y cerveza. Puede que necesite cuatro como mínimo.

Byron, por su parte, no dejaba de parlotear, con ese entusiasmo imparable que parecía brotar de cada palabra que pronunciaba. Y fue en medio de esa energía incesante que mencionó lo de las "especies raras", algo que provocó una carcajada genuina en el carpintero. Su risa fue más fuerte esta vez, un sonido que parecía llenar el aire a su alrededor.

¿Una especie rara? Rorohahaha — Drake negó con la cabeza mientras levantaba los brazos, era obvio. — No sé que te ha hecho pensar eso. ¿Mis cuatro codos quizá? No, no soy un gyojin ni un ángel caído de lo alto del Red Line, aunque eso sería algo interesante, ¿no?

Hizo una pausa, observando sus propios brazos, tan largos y duros como siempre. Fruto de la carpintería y el entrenamiento- 

Solo soy un tipo con los brazos largos. Los de mi tribu somos raros de ver por aquí, en el East Blue. Seguimos siendo humanos, pero te aseguro que estos brazos sirven para algo más que construir y alcanzar cosas de estanterías, renacuajo.

El viento nocturno acariciaba su rostro, trayendo consigo el aroma salino del mar. Las olas rompían suavemente en la distancia, y Drake Longspan se encontró disfrutando de ese breve momento de paz, algo que no esperaba sentir en una jornada como aquella, y menos tras como había terminado todo. Quizás era la conversación, o tal vez era simplemente la presencia de aquel truhan, con su energía chispeante y su capacidad para encender una llama incluso en los rincones más apagados. A lo mejor Drake solo necesitaba eso: Alguien con quien hablar, que le recordase constantemente, que habían motivos para soñar.

Con un gesto relajado, Drake siguió caminando junto a él, dejando que el silencio entre ellos fuera cómodo por un momento, antes de añadir:

No confundas mis intenciones. — Dijo finalmente, mirándolo de reojo. — Aún no te he dado un sí. Pero me gusta lo que estás vendiendo. Quizás, si conseguimos reunir a gente con más neuronas que nosotros, puedas convencerme. 

Los ojos rubíes del grandullón nacido en el País de Kano volvieron al brillo que habían perdido la noche anterior, con una sonrisa traviesa, la que apenas dejaba ver lo que realmente pensaba, pero que dejaba claro que, aunque seguía siendo la misma persona, algo en él comenzaba a cambiar.

Un nuevo amanecer.

Ahora tenía algo más que salvaguardar.

La noche los envolvía lentamente, y mientras el mar proyectaba sus últimos coletazos de luz natural en el horizonte, Drake Longspan no pudo evitar sentir que, tal vez, se había convertido en un guardián de algo más que su vida.


#7
Byron
Que me lo otorguen
Byron no pudo evitar sonreír ante aquella liviana conversación, de forma natural, aquello pasó de ser una conversación forzada buscando cada uno dejar algo grabado en la mente del contrario, a una agradable charla entre dos viejos conocidos, era casi imposible negar que la química entre ellos dos era real, cualquiera negaría que esta era la segunda vez que se encontraban. Era un pique sano, sin buscar herir al otro, solo pequeños chistes y burlas para amenizar la conversación y hacerla más graciosa. Mientras aquel muchacho de ojos amatista intentaba empujar su gigantesco cuerpo, el de ojos rubíes le dedicaba comentarios cargados de sarcasmo mientras se mantenía inmóvil, devolviendo el pique sin pestañear.

Por un momento dejó de empujar al escucharlo hablar sobre sus aires de grandeza, ante este, Byron con un semblante orgulloso y decidido se cruzó de brazos, pero elevando uno de sus antebrazos, usando uno de los dedos de su mano para negar lo que él decía. Para él no eran aires de grandeza, era algo real, sucedería, daba igual la forma, y él transmitía ese sentimiento con su sonrisa convencida y burlona.

- Che, che, che, che.- Dijo acompañado el movimiento de su brazo con aquellas cortas sílabas.- Te lo he dicho Drake, no son delirios, lo veremos juntos, cuando llegue el momento, y guíe a la civilización hacia un futuro mejor, espero que admitas que te equivocaste JA-JA-JA-JA.- Rio teatralmente siguiendo el ambiente de la conversación.

Volvió a poner sus manos sobre su robusta espalda para seguir empujando, definitivamente aquel hombre pesaba más que una montaña, quizás, su cuerpo estuviese hecho de piedra o algo parecido. Siguiendo con su poca fructífera tarea de empuje, Byron escuchaba las palabras del brazos largos entre aspavientos y esfuerzos. Con el rostro totalmente colorado y la vena de la frente hinchada, parecía que en cualquier momento se iba a desmayar, incluso podía parecer que prestaba más atención a sus intentos por moverlo que a la propia conversación, no era así, por suerte el Solarian era capaz de hacer varias cosas a la vez.

Parecía que las palabras de Byron hicieron más efecto del que él pensaba realmente, era un comentario gracioso sin más, aunque había verdad en sus palabras no debía tomarlo como algo serio. Aun así, le pareció ver sus orejas ligeramente sonrojadas, ¿así que Drake era ese tipo de hombre eh? Aún tenía que investigar hasta que grado llegaba, ¿simplemente le avergonzaría hablar de esos temas o eran de los que directamente "temían" a las mujeres por su bajo porcentaje de éxito? Ya tendría tiempo de comprobarlo, después de todo, le importaba más la impresión que tenía de ella, pues Byron había sentido lo mismo con el ligero intercambio de palabras que tuvieron. Si de él dependiese, la ficharía sin ningún tipo de duda en su interior.

- Si, desde luego era interesante, fue la única que tuvo el valor de decirte lo que todos pensábamos, tenía coraje y talento... Aunque eso no era lo más importante, tenía esa aura, esa mirada de seguridad... Sabía lo que necesitabas y no dudó en no morderse la lengua. Joder, ojalá no se hubiese negado, gente así es la que da sazón a una tripulación, o al menos es lo que Bernald solía contarme.- Por un momento dejó de hacer fuerza, solo posaba sus pequeñas manos sobre su ancha espalda, al darse cuenta de lo cerca que estaba de poder zarpar bajo una bandera pirata. - Por cierto, no creo que tuviese mal gusto, a pesar de esa cara de pocos amigos, eres interesante y molas mucho, aunque peses 54 toneladas jajaja.- Dijo dándole algo de ánimo.


Cambiando el tono de la conversación, el enorme hombre que lo acompañaba comentó que fabricar una embarcación no era tarea sencilla. Byron lo sabía, no era tan ingenuo como para pensar que un dios iba a otorgarles los materiales por sus caras bonitas, e imaginaba que la mano de obra sería dura, aún recordaba como entrenaba en Jaya cortando troncos y desde luego, no era tarea fácil. Se quedó pensativo por unos momentos, analizando la situación, y el como hacerse con un barco capaz de cruzar los violentos mares.

- ¿Cuánto pueden costar los materiales? Si tengo que ponerme a talar como un loco árboles para que tú trates la madera, podemos hacerlo, tengo plena confianza en alguien que pueda hacer algo tan delicado como aquella pequeña ave.- Dijo refiriéndose a su anterior creación.- También... se puede posponer la salida, surcaré el mar como un ciudadano más, buscando formas de hacer dinero, tengo una cara con la que me sería fácil encontrar un trabajo rentable... No era mi intención inicial, pero por viajar en un barco tuyo, lo haré.- Se mostró firme en su comentario. 

Drake comenzó a caminar, con una palmada previa en la espalda del joven, para que no se diese de bruces por seguir empujando. Parece que la oferta que hizo el zagal sobre invitarlo a comer le subió el ánimo, como valoraba la comida gratis ese carpintero, la madre que lo parió. Y caminaron juntos lentamente dejando atrás el Faro de Rostock, que los había acogido cordialmente en aquella inusual velada, esté se convirtió en un testigo de la unión que en esa isla del mar del este se había dado. No pudo evitar pensar, que aquella construcción era un símbolo palpable de su nuevo comienzo, el mismo Sol lo había querido, iluminándolos bajo aquel atardecer que los había envuelto momentos atrás.

- Con que sois humanos normales, pensaba que sería algo más racial, pensaba que tampoco eras humano, como los Skypians como yo vaya...- Dijo procesando la información. - No lo decía con tintes racistas, era mera curiosidad, espero que no te hayas ofendido, aunque si, te pediré esas manos para que me alcances cosas de los estantes, buena idea, sí.- Dijo siguiendo con el pique por haberlo llamado renacuajo.

Entonces Drake paró el trayecto, diciéndole con su afilado palabras que aquello no significaba un sí, y en parte Byron lo sabía, aunque siendo sinceros él parecía darlo por hecho. Sonrió, como retándolo, siendo plenamente consciente de que esa ambición había vuelto a él, el brillo de sus rojos ojos volvía a estar presente, la llama en su interior ya no volvería a apagarse. Las luces y chispazos que iluminaban su interior, brillaban con una intensidad que no había visto en todo el tiempo que había pasado con él, ese fuego era imperecedero.

- Lo que tú digas compañero, pero tus ojos te delatan, hace un rato que tu actitud ha cambiado, incluso las ojeras de tu rostro han desaparecido por dios... Pero si insistes, hagámoslo más divertido. - Dijo cambiando su expresión a una más pícara.- Haré lo que te he dicho antes, en unos días me marcharé de la isla, ya veré como... Y ganaré el dinero que necesitas, saldaré tu deuda y con el sobrante, pagaremos los materiales que necesitemos para que hagas un barco a tu medida... En verano volveré con un maletín bajo el brazo a buscarte, intentaré reclutar a gente por el camino, o por lo menos sembrar la semilla en aquellos que quieran salir al mar y no puedan por algún motivo... Serás mi mano derecha, y zarparemos en el barco que construyas con tus propias manos, vas a crear algo que perdure, incluso si su enemigo es la profunda ira del mar... Igual, en un futuro, consigues llamar a ese barco "hogar"- Dijo mirando fijamente en la oscuridad de la noche. - Ahora, a comer, espero que se le haya olvidado a la dueña la idea de llevarme a la cama jajaja.- Metió su mano en sus bolsillos y prosiguió el camino, confiado, dejando atrás a Drake, porque sabía, que lo seguiría, a la taberna, y en su viaje por el basto mar.

INFO
#8
Drake Longspan
[...]
El chico del País de Kano observaba en dirección al "Skypiean" con esa misma mezcla de escepticismo y diversión que había mantenido durante toda la conversación.

Cada palabra que el joven decía, cada promesa, cada expresión de determinación, resonaba en el aire, como si Byron realmente creyera en el destino glorioso que estaba describiendo. Y, ¿por qué no? Quizás lo que más fascinaba a Drake era esa energía inquebrantable, esa confianza desmedida que parecía hacer de aquel pirata una especie de imán para las ideas grandiosas, poco viables y posiblemente suicidas, pero grandiosas.

Con una sonrisa que apenas levantaba una comisura de sus labios, Drake escuchó mientras aquel joven hablaba de sus planes de convertirse en una especie de héroe del futuro, un salvador de civilizaciones. Esa teatralidad desbordante, ese aire de grandeza que envolvía cada palabra del joven, era tan ajena y, a la vez, tan fascinante para alguien como Drake, quien prefería mantener los pies firmemente anclados en la realidad. Claro que había ambición en su interior también, pero la suya era más sutil, más centrada en lo tangible, en lo que sus manos podían moldear, construir o destruir. Las ideas de Byron Nikkei, en cambio, eran como castillos en el aire, grandes, brillantes, pero sin cimientos aún.

Drake Longspan respondió a su posible nuevo capitán con una sonrisa sarcástica, con sorna, no podía dejar un insulto sin responder.

Cuando llegue ese día, Byron, cuando guíes a la civilización hacia un futuro mejor, prometo que lo segundo que escucharás será mi felicitación... Pero antes escucharás al Den Den Mushi despertándote para que coloques los pies en la tierra, enano. Rohahaha.

Drake podía sentir el entusiasmo desbordante del joven mientras este seguía empujando, o al menos intentándolo. La diferencia de tamaño y peso entre ambos era tan abismal que el esfuerzo de Byron Nikkei resultaba casi cómico, aunque podía reconocer su fuerza, era distinta, como un aura. El boxeador no se burlaba del esfuerzo, no del todo al menos. En el fondo, respetaba esa tenacidad. Había algo admirable en la forma en que Byron seguía intentándolo, aunque era evidente que no estaba consiguiendo mover a Drake Longspan ni un centímetro.

Cuando la conversación giró hacia aquella Hafugyo de la que ambos habían hablado antes, por mucho que intentó esconderlo, una sombra de nostalgia cruzó por sus ojos. Era cierto, aún tenía una deuda con ella, y no sabía como iba a poder pagársela. Había tenido ese algo que no muchos poseían, una mezcla de valentía, sinceridad y voluntad que, en su momento, lo había descolocado un poco. Pero ahora, pensando en ella, no pudo evitar sentir que tal vez había perdido algo importante al dejarla ir...

Drake Longspan miro al horizonte como evocando al pasado.

Lo admito, ella tenía algo especial. Pero algunas personas no están hechas para seguir a otros. A veces, simplemente tienen su propio camino que recorrer. Aunque no me podrás decir que no la querrías a tu lado... ¿Ehh? ¿Emperador de los desplumados?

No pudo evitar reírse entre dientes para disimular que verdaderamente estaba sonrojado. Por suerte Byron cambió de tema con ese comentario sobre su peso. Las palabras del joven eran tan directas y sin malicia que resultaban refrescantes. En un mundo lleno de dobleces y mentiras, la honestidad despreocupada de Byron era como un soplo de aire fresco. Estaba cansado de engañar a la gente, el solo quería ir hacia delante, de una maldita vez.

¿Pesado? Bueno, la próxima vez intentaré no aplastarte cuando no mire por donde piso — dijo Drake con una sonrisa burlona mientras daba una palmada en la espalda de Byron, lo suficientemente suave como para que no se desmoronara, pero con la fuerza suficiente para que sintiera el peso real que cargaba.

A medida que la conversación avanzaba hacia temas más prácticos, como la fabricación de un barco, la cual hizo que el carpintero se lo tomase de forma más seria. 

Sabía que no sería fácil. Los materiales eran caros, y la mano de obra... bueno, eso lo tendría que hacer él mismo, pero tardaría un tiempo. No era imposible, claro. Drake Longspan había reparado pequeños barcos pesqueros antes, o al menos había participado en su construcción de manera secundaria, pero nunca había tenido acceso a mejores recursos. La situación en la Isla Kilombo era diferente. Las herramientas eran escasas, y si querían algo que pudiera surcar los mares más peligrosos, tendrían que ingeniárselas para conseguir los mejores materiales disponibles dentro de su realidad.

Los materiales no son baratos, eso es seguro. Pero talar árboles y trabajar la madera... no es imposible. No será el barco más elegante, pero podría resistir. Al menos para empezar. Después de todo, un barco solo es tan bueno como el navegante que lo maneja. ¿Por qué tienes un navegante, verdad?

Se hizo el silencio.

[...] Busca un navegante, y yo te prometo buscarte otro tripulante, puede qué dos.

 Aquel muchacho estaba dispuesto a hacer lo que fuera para conseguir ese barco. El carpintero pensó, que tal vez, esa determinación era algo que merecía una oportunidad.

Aunque no todavía.

La oferta de aquel truhan de ganar dinero y pagar las deudas del joven luchador sorprendió al hombre de brazos largos. Por un momento, sus ojos rubíes se entrecerraron, observando al joven con una nueva apreciación. Su desplumado amigo estaba dispuesto a hacer sacrificios reales por algo en lo que creía. Tal vez el joven no solo hablaba de grandezas para sonar impresionante, tal vez realmente estaba dispuesto a luchar por ese futuro.

El humano del West Blue exhaló profundamente y se detuvo, observando a Byron Nikkei con una expresión más seria. Clavando sus rubíes en él.

Escucha, Byron, no tienes que hacer esto por mí. Si de verdad quieres zarpar y enfrentarte al mar, lo harás con o sin mi ayuda. Y no necesitas pagar mis deudas para conseguirlo. Pero si realmente estás decidido a construir ese barco, y si realmente crees en lo que dices, entonces... tal vez podamos trabajar juntos. No soy el tipo de persona que acepta favores a la ligera, ni gratis pero si tanto quieres poner patas arriba al mundo...

Por un momento, el silencio se instaló entre ambos mientras las palabras de Drake colgaban en el aire. Luego, suavemente, colocó una mano en el hombro de Byron, una señal de camaradería, de una más que posible hermandad.

Pero no te equivoques. No soy tu "mano derecha" ni nada por el estilo. Si vamos a hacer esto, será como iguales. Y si algún día este barco se convierte en un hogar, será tanto tuyo como mío. Pero hasta entonces, hay mucho trabajo por hacer. Así que no te confíes, chico. El camino es largo, y los mares no tienen piedad de los que sueñan sin trabajar.

Con esas palabras, Drake se giró y comenzó a caminar de nuevo, dejando atrás a Byron por unos pasos antes de detenerse y girar la cabeza, con una sonrisa divertida en los labios.

Vamos, Byron. Si vamos a construir un barco, lo primero es llenar el estómago. Y además... quiero ver cómo te sacas de encima a la dueña de la taberna. A ver si es verdad que tienes de lo que presumes.

Y así, con una sonrisa, Drake Longspan continuó caminando, sabiendo que, de una manera u otra, su destino ahora estaba entrelazado con el de ese joven soñador.
#9


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