Hay rumores sobre…
... que existe un circuito termal en las Islas Gecko. Aunque también se dice que no es para todos los bolsillos.
[Aventura] T2, Asalto al ballenero.
Balagus
-
Por cada dos o tres pasos de sus compañeros, uno de los del oni caía pesadamente contra el suelo. Atemorizar a marineros de tan baja estofa y con tantas ínfulas, recordarles cuál era su puesto en la cadena trófica, animaba un poco su revuelta alma y alejaba momentáneamente su frustración de la cabeza.
 
Al menos, lo hizo hasta que conocieron al verdadero capitán del… barco, que se disponían a hacer suyo dentro de no mucho tiempo. Aquel navío gritaba la palabra “castigo” por cada uno de sus tablones carcomidos y maltratados, y su capitán hedía a “pretencioso” y “cobarde” con cada una de sus palabras. Balagus pensó que, para hacerse llamar Scarface, tenía menos cicatrices que él en un palmo de su espalda. Sin embargo, reprimió un bufido de desprecio en su garganta, y mantuvo su cara seria e inmutable mientras recibía la arenga de aquel despreciable hombre.
 
Si alguno de los grumetes del ballenero hubiera podido abandonar momentáneamente sus quehaceres, y hubiese tenido la vista privilegiada para ello, habría podido notar las venas de los brazos del gigantón hinchándose de pura tensión contenida en ellos. Incluso, una que empezaba a asomar, traicionera, sobre su sien.
 
- Balagus. Soy cocinero. – Gruñó, haciendo un esfuerzo para sonar suficientemente claro sin dejar que la bilis envenenara sus palabras. Había sido el primero en ser preguntado, y el primero en ser despachado, y, sin esperar a sus compañeros, subió a cubierta de un par de saltos, haciendo crujir sonoramente la madera y desestabilizando momentáneamente la embarcación entera.
 
Allí, la tripulación se afanaba en terminar las reparaciones y dejarlo todo limpio y ordenado… o al menos lo intentaban. Balagus dejó escapar un largo resoplido cargado de desdén por la chata nariz, y tomó a uno de los grumetes por el hombro, uno de aspecto joven y escuálido, inmovilizándolo sin apenas presionarle.
 
- ¿La cocina, chaval? –
 
El chico consiguió tragar saliva tras balbucear un poco, y darle las direcciones correctas. Con un gruñido de satisfacción y un quedo “gracias”, el oni se puso en marcha, no sin echar una mirada a su capitán y camarada. Una mirada, y un asentimiento, con los que esperaba saber comunicarle que estaría listo para seguir con el plan. Si es que acaso no se había equivocado al interpretarlo.
 
Agachándose y escurriéndose por unas puertas que, claramente, no habían sido diseñadas teniendo en cuenta su volumen, logró dar con algo que, tras una limpieza a fondo y un poco de iluminación, podría haber empezado a ser llamado “cocina”: fogones quemados y retorcidos, ollas abolladas y oxidadas, cuchillos mellados… y un par de “gorrones”, como el propio Scarface los había denominado, tratando de rebuscar algo que no estuviera invadido por el moho entre las despensas del fondo, que dejaron su saqueo de inmediato para mirar al oni como si fueran dos conejos a los que les acabaran de dar un fogonazo de luz.
 
- Ya podéis mover el culo fuera de aquí si no queréis que me preocupe por dos cabezas menos que alimentar. – Les amenazó, mientras buscaba algún instrumento que no le arriesgara a contraer el tétanos con sólo aferrarlo. Los dos tripulantes se miraron entre sí, confundidos, pues no conocían de nada al recién llegado. - ¿Es que estáis sordos, pústulas infectas? ¡¡Largo ya de aquí!! –
 
Les asustara o no con su bramido, Balagus pasó a inspeccionar las escasas provisiones tras dar con dos instrumentos mínimamente decentes. Efectivamente, el saco de las patatas estaba invadido por ratas, que no tardaron en fugarse al verse descubiertas. Con sus enormes manos, y un veloz movimiento, el gigantón atrapó a media docena de ellas, junto a un buen puñado de los tubérculos que aún quedaban, y retornó a los fogones.
 
- No sois jabalíes, pero le aportaréis un sabor fuerte y distintivo al guiso. -


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#11
Silver D. Syxel
-
El camino hacia el embarcadero se hacía un poco más ameno con la conversación ligera entre los tres. O más bien entre él y el mediano, acompañada del estoico silencio de Balagus. Tras la presentación de Marvolath, Silver le devolvió una mirada rápida antes de esbozar una leve sonrisa, presentándose con la misma neutralidad.

Silver D. Syxel, capitán —dijo, sin perder de vista a los marineros que les guiaban—. Y este grandullón de aquí es Balagus, mi fiel mano derecha.

El capitán hizo una pausa, como si tratase de hacer memoria, antes de dar su respuesta.

No, nada que merezca especial atención, estamos en buena forma —respondió con tono casual, restando importancia a la pregunta de Marvolath sobre posibles condiciones médicas.

Mientras llegaban al barco, un ligero malestar comenzó a invadirle. El "Death of Hopes" era cualquier cosa menos inspirador, y la figura que los recibió al pie de la pasarela, el autoproclamado capitán Scarface, le produjo una sensación de rechazo instantánea. Ese hombre no encajaba en su definición de líder, y mucho menos en la de capitán. Sin embargo, como bien había aprendido, las primeras impresiones debían ocultarse detrás de una máscara de cortesía, al menos hasta conseguir lo que se proponía.

Cuando Balagus se giró hacia él, intercambiaron una mirada. Syxel le devolvió una mirada cómplice, haciendo un leve gesto con la cabeza, como invitándolo a tener paciencia. Podía suponer que el gigante estaba a punto de estallar por las circunstancias, pero este no era el momento de precipitarse. El barco, aunque raído y en mal estado, era la llave para volver a hacerse a la mar.

Finalmente, llegó el turno del capitán, que había esperado pacientemente mientras el supuesto líder se dirigía primero a los demás. Syxel mantuvo la calma cuando Scarface se dirigió a él con ese tono condescendiente, algo que apenas consiguió ocultar bajo su habitual sonrisa.

—¿Navegante? —dijo el hombre, haciendo un gesto despectivo—. Ya tenemos a ese Piojin... pero está más viejo que... ¡bah! Friega la cubierta, serás aprendiz de marinero, ya te ascenderé cuando el otro la palme.

Silver dejó que las palabras se asentaran durante un segundo, evaluando su siguiente paso. La sonrisa permaneció en su rostro, pero esta vez se tornó más afilada, más controlada.

Capitán Scarface, parece que ha habido un malentendido —empezó con voz calmada y clara, dando un paso al frente y manteniendo el control de la situación—. No estamos aquí para unirnos a su tripulación. No es por menospreciar su... encantador navío, pero mi compañero y yo estamos aquí para ofrecer nuestros servicios como cazadores. De manera puntual, claro.

Hizo una pausa, dejando que sus palabras tomaran peso. Era evidente que este hombre no aceptaba fácilmente las correcciones, pero Silver sabía cuándo y cómo debía golpear con las palabras justas.

Le propongo un trato sencillo: nos encargamos de su problema, el monstruo marino que amenaza su barco, y a cambio, acordamos un pago justo por nuestros servicios. No es necesario que nos incorporemos como parte de su tripulación. Usted gana seguridad, nosotros ganamos lo nuestro, y ambos salimos beneficiados —concluyó, tendiendo la mano hacia Scarface en un gesto de cordialidad, aunque su mirada seguía midiendo cada una de las reacciones de aquel individuo. Syxel mantuvo su sonrisa, pero en sus ojos podía observarse una determinación firme. Tenía un objetivo, si, pero no renunciaría a su orgullo ni se doblegaría ante las exigencias absurdas de un hombre al que no consideraba su igual.

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#12
MC duck
Pato
Silver D. Syxel

Balagus

Marvolath
#13
Silver D. Syxel
-
Aunque por dentro le hervía la sangre, logró mantener la sonrisa mientras escuchaba la respuesta de Scarface. El tono condescendiente y la burla descarada del capitán del ballenero bien podrían haberle hecho explotar, pero debía controlarse por el bien de su objetivo. Con el barco a la vista y una oportunidad tangible frente a él, no podía permitir caer ante su provocación.

Por supuesto —respondió, aparentando calma y acompañando sus palabras con una leve inclinación de cabeza. No iba a limpiar la cubierta, eso lo tenía claro, pero había muchas maneras de cumplir con las apariencias sin rebajarse al nivel que Scarface esperaba.

Mientras el hombre se alejaba, Syxel aprovechó para echar un vistazo a su alrededor. El "Death of Hopes" era un cascarón viejo y maltratado por los años, un navío que hablaba de días mejores ya pasados. El estado del barco dejaba mucho que desear, y la tripulación no inspiraba más confianza que su líder. Aun así, era más de lo que tenían y su oportunidad de volver a zarpar.

Caminando con lentitud por la cubierta, no tardó en captar la atención de uno de los tripulantes. Un hombre desgarbado, de piel curtida y con una melena descuidada que apenas disimulaba el paso del tiempo. Su aspecto, junto al fuerte olor a alcohol que emanaba de él, hablaba de alguien que había dejado atrás sus días de gloria hacía mucho.

—¡Eh! Chico nuevo —llamó su atención, levantando una botella como si estuviera brindando—. No le hagas mucho caso a "cara-rajada", el tipo siempre anda estreñido. Por eso siempre ando recetándoole cosas. Pero no hay nada que apacigüe ese carácter de mierda.

Silver escuchó sus palabras y respondió con una risa baja, inclinando la cabeza en señal de complicidad. No tenía intención de debatir sobre la opinión que los balleneros tenían sobre su capitán, pero ganarse la confianza de un tripulante como Bronz podía ser útil.

A veces, una buena botella es justo lo que uno necesita —comentó mientras aceptaba la botella que el homeópata le ofrecía—. Aunque, por lo que veo, este barco necesitará más que eso para seguir a flote. Espero que la suerte esté de nuestro lado...

El comentario hizo que Bronz soltara una carcajada seca, como si las palabras hubieran tocado un nervio. El capitán arqueó una ceja, intrigado. No quería parecer demasiado interesado, así que mantuvo el tono casual mientras inclinaba la botella para darle otro trago. En ocasiones era necesario insistir, pero en este caso parecía mejor dejar que la conversación fluyera naturalmente.

Aunque no se puede sobrevivir solo con suerte —continuó, devolviendo la botella—. Tendremos que prepararnos bien para esta cacería. ¿Crees que puedes contarme algo que sea de utilidad? Siento curiosidad por esa "Adversidad" a las que nos enfrentaremos.

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#14
Marvolath
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El descubrimiento de las suturas le sorprendió doblemente. La primera sorpresa fue que alguien más haya tenido la misma idea de tratar al barco como si fuese una persona. La segunda sorpresa fue que la sutura era peculiar, interesante. Por supuesto, estaba hecha con clavos sobre madera. Pero esa misma idea aplicada a hilo y piel tendría un resultado interesante, más resistente. 

Y siendo hoy un día de sorpresas, volvió a sorprenderse cuando en cuestión de segundos lo habían atado a una cuerda e introducido en un agujero en los tablones para acceder al espacio entre cuadernas. No teniendo tiempo ni más opción que seguir adelante, reptó como pudo tratando de no pensar en cómo estaría quedando su atuendo.

La varenga mas cercana a la popa tenía más de aquellas suturas, y parecía que se había empezado a reparar la de proa pero, por alguna razón, solo habían unos pocos clavos. Dejó la vela cerca, estudio el patrón y trató de replicarlo. Era parecido al punto que él conocía, pero empezando aquí en vez de allí, y soportando con esto en vez de con aquello. Tras unos minutos contempló con satisfacción como ya era capaz de replicarlo. Ya sólo faltaba uno y...

-Ayuda...

Giró rápidamente, sobresaltado (menudo día llevaba), derribando la vela, que se extinguió al entrar en contacto con... mejor no pensarlo. Además, alguien necesitaba atención urgente. Su mente se vació de cualquier pensamiento que no fuera su paciente, empleando toda su capacidad en ayudar. 

A ciegas, tanteó siguiendo la mano que le había sujetado.
"Signos de deshidratación y desnutrición, presencia de costras, debilidad."
La cuerda no resistiría el peso de los dos, especialmente cuando podían quedar atascados. El paciente no sobreviviría a ser arrastrado con fuerza, demasiado débil. Sólo quedaba un camino. 

- Mira hacia abajo y protégete lo mejor que puedas. Te sacaré de aquí. Vivo.

Se tumbó boca arriba. Dio unos golpes en el tablón que hacia de techo, calculando cuanta fuerza podría hacer con tan poco espacio. 

- SI HAY ALGUIEN AQUÍ ENCIMA - volvió a dar unos golpes - LE RECOMIENDO MOVERSE. NO ME HAGO RESPONSABLE DE DAÑOS CAUSADOS. EN CASO DE PRODUCIRSE, LA ATENCIÓN SANITARIA NO SERÁ OPCIONAL NI GRATUITA.

Escuchó unos pasos apresurados sobre él. Respiró hondo. La madera no era gruesa y estaba vieja. No sería muy diferente a romper un hueso. Agarró el mazo de carpintero y se concentró en dar un golpe preciso: debía de ser lo suficientemente grande como para salir, pero no demasiado como para comprometer la seguridad.

nota sobre el golpe

Volaron trozos de madera y astillas, haciendo un nuevo agujero en los tablones de la bodega del que salió Marvolath cargando un pequeño bulto. La expresión del médico era de una seriedad agresiva, prometiendo aplicar el mismo tratamiento que al tablón a quien se atreviese a interponerse. Dejó al carpintero sobre unas telas cercanas y confirmó el diagnóstico, esta vez con más luz.

- - dijo señalando, sin mirar, al primer marinero en su campo visual - eres responsable de pedir al cocinero agua limpia hirviendo y traermela. Y tú - dijo señalando a otro - mi mochila.

Sin desviar la mirada del paciente, fue extrayendo utensilios y frascos casi vacíos con restos de sustancias de colores y malolientes. Unos los extendía en la piel, otros se los hacía beber. Manejaba al paciente con la misma facilidad que si fuera un muñeco, teniendo cuidado únicamente por su grave estado.

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#15
Balagus
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Desollar, despiezar, limpiar… Prefería trabajar con presas más grandes, con animales que no se le escurrieran entre los dedos, aunque centrarse en la cocina alejaba la oscuridad de sus lóbregos pensamientos. Al menos por un rato.
 
Probó el guiso, y echó un poco de sal. Probó otro poco, y añadió dos patatas troceadas y un cuenco de grasa de ballena. Y volvió a probar. No era la mejor comida que hubiera hecho en su vida, desde luego, pero era la mejor que hacía desde que lo perdió todo. Tras todos aquellos años encadenado, y luego meses y meses sobreviviendo a la intemperie, o junto al impredecible e incauto de Silver…
 
“Que tenga que cocinar con esta mierda… hay que tocarse los cojones.”
 
Los primeros que llegaron para pedirle los restos de su labor le pillaron por sorpresa, haciéndole enarcar una ceja y devolverles una mirada de hostil suspicacia. ¿Parecerse? ¿Al otro piojin? Balagus bufó mientras repartía las pieles, huesos, e incluso tripas, a los marineros. “Yo no me parezco a nadie. Ya no. ¿Y qué coño significará lo de “piojin”? ¿Me confunden con los gyojin? ¿Hay uno por aquí y esos lerdos son tan faltos que ni siquiera pueden ver la diferencia?”
 
Continuó entre gruñidos con su labor, ya casi terminando los pucheros, cuando recibió a otro pedigüeño, uno más alto, con una voz más agarrada en la garganta. Aunque no pudo verle la cara ni el torso, sus manos y brazos, aunque lejos ya de su mayor gloria, todavía mostraban las señales de un guerrero. Y su piel… no era una piel humana, estaba seguro de eso.
 
Tornó la cabeza para tomar con la mano un puñado de los huesos que aún quedaban, y cuando la volvió para dárselos al marinero cargado de papeles, lo que vio le paralizó de pura perplejidad y sorpresa: era un oni sin cuernos, y con grandes colmillos asomando por su mandíbula. Era un superviviente de su gente, de su isla.
 
- No… ¡Espera un momento! – Quiso detenerle, pero el viejo ya había puesto pies en polvorosa para salir de allí. Balagus hizo el amago de echar a correr detrás de él, pero se detuvo al recordar la olla. - ¡Grashneg! – Bramó un improperio en su lengua natal, uno que incluso su padre se habría abstenido de soltar en la mayoría de situaciones.
 
Tomando la olla por las asas, apretó los dientes para aguantar el calor ardiente que aún las recorría, y apartó el guiso de las llamas. Si no terminaba de cocerse con el calor que aún quedaba en él, no le costaría mucho terminarla luego. No, lo que más le preocupaba era que los aprovechados y los gorrones vinieran a por el fruto de su trabajo.
 
Pero no era importante para él. No más que lo que acababa de cruzarse en su camino. Aunque no era difícil seguir el camino del anciano, y la forma física de Balagus era muy superior, el primero conocía mejor el barco y había perdido gran parte de su corpulencia, por lo que no se quedaba atascado aquí y allá. Alguien trató de llamar su atención en mitad de la carrera, pero apenas le costó apartarlo de delante, y llegar hasta la cubierta de nuevo.
 
Allí pudo ver la ventaja que le había sacado, y temió que fuera a escaparse por la borda. Sólo le quedaba un recurso, si verdaderamente era uno de los suyos. Un llamamiento que sólo un guerrero de las tribus respondería, sin importar el tiempo y el castigo pasado.
 
- ¡LOK’TAR OGAR!  ¡Tu jefe de guerra te llama, guerrero!
 
El viejo grito de guerra de los suyos, el único que podía unificar a las tribus, y liderarlas contra sus enemigos. Lok’tar ogar: Victoria o muerte.

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#16
MC duck
Pato
Silver D. Syxel

Balagus

Marvolath
#17
Silver D. Syxel
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Silver mantenía su expresión neutral mientras escuchaba a Bronz, analizando cada palabra entre el caos de oraciones del homeópata borracho. La historia del "Death of Hopes" probablemente tendría más de leyenda maldita que de realidad, pero él había aprendido a no descartar ningún relato. La mención de "Adversidad" capturó su atención, y aunque la incredulidad asomaba en su mente, no podía ignorar por completo lo que decía el viejo borracho.

Mientras seguía atento a las palabras de Bronz, un golpe sordo resonó a lo lejos, acompañado del sonido de algunas maderas rompiéndose. El pirata levantó una ceja, pero no se molestó en girarse para mirar. En un barco de aquel calibre, esos ruidos no eran inusuales, y sus prioridades estaban centradas en sacar la mayor cantidad de información posible antes de que aquel pobre hombre quedara completamente incapacitado por el alcohol.

Este barco tiene más de lo que aparenta... —comentó Syxel, con un tono de falsa incredulidad que incitaba a su interlocutor a seguir hablando—. Y si ese monstruo es tan terrible como dices, ¿cómo es que seguís vivos para contarlo?

Bronz dejó escapar una risa ahogada, dando otro trago antes de responder, tambaleándose ligeramente sobre sus propios pies.

—Suerte, tal vez... O tal vez "Adversidad" no se ha cansado de nosotros aún... Hip... Este barco sigue flotando por algo, ¿no?

Su contestación dejaba más preguntas que respuestas, pero empujar demasiado rápido solo haría que el homeópata se cerrara o se emborrachara más de lo que ya estaba. Manteniendo la calma, el capitán se apoyó en la barandilla del barco, fingiendo una despreocupación que le permitía seguir jugando su papel.

Suerte... —murmuró, antes de observar cómo Bronz se dejaba caer sobre un cajón cercano, aferrado a su botella como si fuera lo único que lo mantenía en este mundo.

En ese momento, otro ruido sacudió el ambiente. Esta vez era más claro: el sonido de un forcejeo, seguido por gritos apagados. Silver giró la cabeza con lentitud y vio a Balagus aparecer en cubierta, persiguiendo a otro individuo que intentaba escapar torpemente. Pero el capitán decidió no apartar su atención de Bronz. Confiaba en que su compañero podría manejar la situación y, a menos que fuera absolutamente necesario, no se involucraría en ese momento.

Ánimo, grandullón —murmuró para sí mismo, con una media sonrisa, mientras volvía a enfocarse en su conversación.

El silencio que siguió le dio unos instantes para buscar la mejor forma de continuar. Sin embargo, llegados a ese punto, lo que más le llamaba la atención no era tanto la amenaza de la criatura, sino lo que el barco representaba. Sin olvidar el hecho de que ese hombre parecía ser más de lo que aparentaba a simple vista.

Dime, Bronz —continuó, inclinándose un poco hacia él—, esas cicatrices en tu espalda, ¿también son obra de la criatura que vamos a cazar?

El hombre levantó la vista, su mirada notablemente borrosa intentaba enfocarse en el capitán. La botella temblaba en sus manos, pero pareció recuperar algo de seriedad, como si el peso de la pregunta hubiera logrado atravesar su ebriedad momentáneamente.

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Inventario
#18
Balagus
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La llamada de Balagus tuvo un efecto inesperado. En realidad, casi cualquier reacción que no hubieran sido seguir corriendo hasta abandonar el barco y perderse en la niebla, o pararse y cuadrarse en el acto, le habría pillado de igual sorpresa. En su inexperiencia, y en el calor del momento, no había tenido en cuenta el amplio espectro de posibilidades que podían presentársele.
 
Un anciano… uno de tantos como los que fueron ejecutados en aquel fatídico día. Mayor que su difunto padre. Un veterano, un instructor en su momento. Hoy, un cobarde, un vestigio despreciable, un vil recordatorio de amargos fracasos y de debilidad.
 
Las manos le dolían terriblemente, recordándole el tacto del hierro sobre su piel. Sobre su espalda, marcándolo como un animal. Respiraba pesadamente, con dificultad, y no sólo por la intensa carrera o por las voces que acababa de dar. Balagus sentía un manto demasiado pesado sobre sus hombros: un manto con el que muchas veces se había imaginado, y con el que, de pronto, no se veía capaz de vivir, y que aplastaba todo su cuerpo con la fuerza de docenas de generaciones.
 
Lentamente, el guerrero se aproximó al anciano y, para la agonía de sus dedos y palmas, lo tomó por debajo de los brazos para erguirlo de nuevo, y mirarle a los ojos. Cada latido martilleando lentamente en su pecho le recordaba que no podía ceder, que no podía demostrar debilidad ni derrumbarse ante la vorágine de emociones desatada en su corazón.
 
Y, sin mediar palabra ni explicación, lo abrazó contra sí. Lo abrazó en el calor de una esperanza que se creía muerta, de un sol extinto que parte las sombras del rencor y la venganza. No le importaba ya las habladurías ni las risas de la tripulación que les estuvieran observando: lidiaría con su falta de respeto más adelante. Apenas llegó a escuchar las palabras del tipo que venía buscándole para llevarle agua hirviendo a Marvolath, el hombrecillo que Silver y él acaban de conocer.
 
- Tu pueblo te perdona, Malakus. Yo te perdono. – Susurró en su oído, antes de girar levemente la cabeza hacia el humano próximo, y dirigirse a él con voz ronca. – Acompáñanos a la cocina, te herviré esa agua. Y ayúdame con este piojin: le necesito para terminar mis labores. –
 
Acompañó sus explicaciones enseñándole las palmas quemadas, esperando que fueran suficientes como para conseguir su cooperación. De regreso en la cocina, no tardó en tener que espantar a varios aprovechados que estaban empezando a catar ya el guiso, todavía sumamente caliente.
 
- ¡LARGO DE AQUÍ! ¡SI VUELVO A VER VUESTROS LAMENTABLES CULOS EN MI COCINA, VUESTRAS VÍSCERAS SERÁN EL SIGUIENTE INGREDIENTE DEL MENÚ! – Bramó con furia, haciendo que los intrusos se escurrieran a toda velocidad entre ellos y por la puerta. Después, se volvió hacia el que le había traído el mensaje. – Quédate afuera y guarda la puerta. No quiero que esos cabrones vuelvan a olfatear siquiera la puerta, y necesitaré que me lleves hasta el médico luego. -

Devolviendo su atención hacia el anciano, sin duda aún aturdido, lo sentó en un sencillo y sucio taburete, mientras que él hacía lo mismo en el borde de una mesa frente a él.
 
- Malakus… Qué caprichosos son los espíritus. – Reflexionó, mirándole a los ojos. - En otro tiempo, te hubiera molido a golpes hasta matarte. En tiempos de nuestra gente, de nuestra tribu. Pero ya nada de eso existe. –
 
Con lentitud y vacilación, dirigió sus manos hacia los brazales de sus antebrazos, que cubrían toda su piel desde la muñeca hasta el codo. Tras dudar durante unos segundos, pues no había vuelto a mostrarle esa parte de su cuerpo a nadie desde que fuera un esclavo, se quitó las protecciones de piel y cuero con numerosas muecas de dolor por el estado de sus dedos, y mostró los tatuajes de sus cadenas al anciano.


- Yo también fui hecho un esclavo. Debí haber muerto junto a mi padre, haber luchado hasta que sólo el acero atravesando mi cuerpo me detuviera. – Hizo una pausa para mirar a Malakus a los ojos. – Somos dos vergüenzas para nuestros ancestros, sin duda. Pero seguimos vivos, ¿no? Eso quiere decir que la victoria no es imposible. Mientras respire, seguiré teniendo esperanza. Seguiré luchando. – Se levantó y le ofreció el brazo para ayudarle a incorporarse también. - ¿Me ayudarás? –
 
Tras su respuesta, le pidió que le ayudase a hervir algo de agua en un cazo, y a ponerse de nuevo sus brazales. En cuanto tuvo todo listo, dejó de nuevo el guiso sobre los rescoldos del fuego para que se mantuviera caliente, y le pidió un último favor a Malakus: que vigilase la cocina mientras él iba a ver al doctor, acompañando al impacientado mensajero, quien llevaría la cazuela con el agua y unos trapos para no quemarse también.

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#19
Marvolath
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- ... ¡Exijo mi derecho a la eutanasia!

La única reacción del médico ante el exabrupto de su paciente fue esperar pacientemente a que terminase. Sabía bien que no se debía forcejear con pacientes salvo extrema necesidad, pues siempre uno de los dos acababa peor. Lo observó unos segundos para confirmar que se había dicho lo que se quería decir, y lo miró directamente a los ojos, sopesando la petición.

- ¿Eutanasia? - asintió levemente, dando a entender que se hacía cargo de la situación

Rebuscó en su mochila, sacando primero un frasco pequeño cerrado con una tapa hermética, medio lleno con unos polvos oscuros, una botella vacía, y unas cucharitas de diferentes tamaños. Estudió las cucharillas, comparándolas con el komink, guardando las más grandes hasta quedar satisfecho. Abrió con lentitud el frasco con polvos, procurando que ninguno saliese fuera, midió la cantidad con la cuchara, y la vació en la botella vacía.
Quiso la suerte que en ese momento apareciesen el tipo grande y el marinero al que había mandado en su búsqueda con el agua hirviendo. "Perfecto". Notó que Balagus movía los dedos con lentitud, tratando de aliviar el dolor. Tomó su mano por la muñeca y la observó rápidamente. Quemaduras leves. Dolorosas, pero podían esperar hasta que terminase con el paciente actual.

Sin mediar palabra llenó la botella con el agua de la olla, tapándola rápidamente con un corcho y agitándola para mezclar su contenido. La dejó reposar junto al la olla  mientras lavaba trozos de tela en el agua hirviendo, sin que pareciera molestarle la temperatura. A medida que iba desinfectando los trapos envolvía algunas partes del cuerpo de Marlboro con las improvisadas vendas.

- Bebe. - ordenó descorchando la botella, llenando al instante la bodega con un olor a plantas mustias que haría que muchos arrugasen la nariz, y acercándosela a los labios para ayudarle a beber - No debería de dolerte. Mucho. Y túmbate boca abajo. Algunos vomitan y ya estoy bastante sucio. Y mientras hace efecto, ¿me contarás por qué tienes tantas ganas de morir?

Quedó a su lado, tratando de mostrarse comprensivo y relajado, aunque realmente estaba preparado para sujetarlo e inmovilizarlo a cualquier precio si no se mostraba cooperador. Una fractura podía curarse, pero la muerte no. De momento.

Resumen
#20


Salto de foro:


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