¿Sabías que…?
... Oda tenía pensado bautizar al cocinero de los Mugiwaras con el nombre de Naruto, pero justo en ese momento, el manga del ninja de Konoha empezó a tener mucho éxito y en consecuencia, el autor de One Piece decidió cambiarle el nombre a Sanji.
[Aventura] [A-T3] ¿Una nueva ofensiva?
Terence Blackmore
Enigma del East Blue
Ray seguía volando bajo con un ligero zumbido proveniente del rápido aleteo, su mirada fija en los sospechosos que huían en dirección al puerto. Sus cuerpos se movían con una fluidez coordinada, como si cada uno supiera exactamente cuál era su papel. A pesar de las capas harapientas que ondeaban a su espalda con cada paso, sus movimientos no eran torpes ni dubitativos. Por el contrario, se deslizaban entre las sombras de las calles, evitando los focos de atención, moviéndose con una precisión casi militar.

El viento que soplaba desde el mar arrastraba el olor a humo y ceniza, pero Ray no podía permitirse distraerse. Sabía que cada segundo contaba y que perder de vista a esos hombres significaría perder una pista vital en el caos que se desplegaba a su alrededor. En su mente se repetía la pregunta: ¿quiénes eran? Y, más importante aún, ¿qué planeaban hacer una vez alcanzaran el puerto?

Una ráfaga de viento levantó el borde de una de las capas de los sospechosos, revelando el brillo metálico de un cañón de pistola cuidadosamente oculto. Ray tragó saliva, manteniendo su distancia prudencial mientras calculaba sus siguientes movimientos. Podía lanzarse sobre ellos, tratar de detenerlos ahora… pero estaba solo. No podía prever cuántos más podrían estar escondidos entre los muelles, y la posibilidad de caer en una emboscada no era algo que pudiera permitirse.

Mientras tanto, en las calles que quedaban atrás, Camille continuaba imponiendo el orden entre el gentío aterrorizado. Su figura imponente y su voz firme lograban, aunque fuese lentamente, calmar a los civiles que corrían en todas direcciones. Algunos de los marines que la acompañaban comenzaron a organizar pequeños grupos de ayuda, dirigiendo a las personas hacia puntos de reunión seguros, mientras otros empezaban a sofocar las llamas que aún quedaban en pie.

El calor del fuego se sentía aún sofocante, pero el avance de los improvisados bomberos, con sus mangueras y mantas húmedas, comenzaba a dar resultados. Donde antes todo era un caos de llamas y humo, ahora se podía ver una especie de orden. Los civiles, aunque todavía nerviosos, empezaban a colaborar, ayudando a evacuar a los heridos y suministrando agua para las zonas más afectadas.

A pesar de esto, Camille sentía una creciente sensación de inquietud en su pecho. Aunque lograba mantener el control de la situación en su área, no podía ignorar la sensación de que el incendio era solo una distracción. Había algo más, algo que se desarrollaba en las sombras mientras ellos se enfocaban en sofocar las llamas. Cada vez que sus ojos se desviaban hacia el puerto, ese sentimiento se intensificaba. Pero sabía que no podía abandonar a las personas que estaban bajo su protección. Si el caos se apoderaba de nuevo de la multitud, las bajas serían innumerables.

A poca distancia de allí, el capitán Raisho se mantenía firme, con una expresión que parecía esculpida en piedra. A pesar de los eventos que se desarrollaban a su alrededor, su mirada era fría y calculadora. Mosegusa le había pedido ayuda con las comunicaciones, pero la respuesta del capitán fue cortante y directa. No había habido marines en la zona antes de su llegada. Si alguien les había alertado, no era uno de los suyos. Esto solo incrementaba la sospecha de Raisho de que estaban siendo manipulados.

Acabamos de llegar — dijo Raisho, su voz profunda resonando por encima del ruido a su alrededor. —Ningún marine estaba aquí antes de que desembarcáramos. Si alguien te avisó, no era uno de los nuestros.

Si Raisho decía la verdad, eso significaba que alguien estaba operando bajo la identidad de un marine para desviar su atención.
La desconfianza en la mirada del capitán no se escapaba de la atención de Mosegusa. 
Raisho, un hombre curtido por años de servicio, sabía cuándo algo no encajaba. Y en este caso, nada encajaba. El incendio, la evacuación, los sospechosos… todo parecía demasiado coordinado para ser un simple accidente. Era evidente que había una mano invisible tirando de los hilos, y cada minuto que pasaba, esa mano se acercaba a su objetivo.
Takahiro llegó, al encuentro del capitán, y percibió la tensión del momento.

Raisho lo miró de reojo en una mueca de casi complicidad. Los movimientos recientes de los sospechosos, el repentino incendio en una parte estratégica de la ciudad… todo indicaba que estaban frente a un plan mucho más elaborado de lo que habían imaginado. Y ahora, el tiempo se estaba acabando.

En ese momento, una explosión ensordecedora rompió el aire. El sonido, profundo y retumbante, provenía de la dirección de la base militar. El suelo bajo sus pies vibró con fuerza, y durante un instante, todo quedó en un silencio inquietante. Los gritos y el caos que rodeaban la escena se detuvieron mientras todos intentaban asimilar lo que acababa de ocurrir.

Raisho se quedó quieto, su mirada clavada en el horizonte. Su mandíbula se tensó al comprender el significado de lo que acababan de escuchar. La base… habían sido atacados directamente.
Antes de que pudiera articular una orden, una segunda explosión resonó en la distancia, esta vez desde el puerto. La columna de humo que se elevaba desde allí se mezclaba con la bruma costera, creando una imagen siniestra. Los estallidos eran tan fuertes que se sintieron como dos golpes consecutivos en el estómago de todos los presentes.

¡Maldición! —exclamó un soldado marine a la lejanía, sus ojos inundados en rabia — No podemos estar en dos lugares a la vez…
Raisho, manteniendo la calma con un esfuerzo visible, miró a sus hombres. Sabía que en ese momento estaban siendo puestos a prueba, y que cualquier error podría costarles caro. Si dejaban desatendida la base, podrían perder información crucial, armamento, o incluso vidas valiosas. Pero si no se ocupaban del puerto, los sospechosos podrían escapar con lo que sea que estuvieran buscando.

No podemos permitirnos ignorar ninguna de las dos situaciones —dijo el capitán, su tono cortante, casi como si estuviera hablando consigo mismo para calmar su mente. Su mirada se movió entre Mosegusa y Takahiro. — Esto ha sido planeado al milímetro. No es una simple coincidencia. ¿De qué parte os queréis ocupar? He visto a vuestro compañero salir volando en dirección al puerto. — comentó finalmente.

Mosegusa asintió inconscientemente mientras sus pensamientos brotaban corriendo tan rápido como los del capitán. Sabía que no podían estar en todas partes, y el peso de esa decisión recaía sobre ellos. Mientras el fuego en la ciudad comenzaba a ceder gracias a los esfuerzos de Camille y los marines, la verdadera batalla se libraba en las sombras. ¿Qué era más importante en este momento?

Los segundos pasaban lentamente, y cada uno de ellos sabía que no podían desperdiciar tiempo. Raisho apretó los dientes, su mente calculando las posibles pérdidas en cada escenario. Tenían que moverse rápido y con precisión. Un error, y podrían perderlo todo.

Takahiro miró hacia el puerto, donde Ray seguía persiguiendo a los sospechosos. Sabía que el peliblanco podía manejarse solo, pero también era consciente de que el joven marine podría encontrarse en serios problemas si esos hombres lo superaban en número o en habilidad. Por otro lado, la explosión en la base significaba que estaban bajo ataque directo. Los enemigos estaban golpeando en dos frentes, y era evidente que habían calculado bien sus movimientos.

El eco de las explosiones aún resonaba en sus oídos cuando Raisho finalmente alzó la mirada. No importaba cuántos hombres tuviera, ni cuánto tiempo llevaran en servicio. En situaciones como esa, cada movimiento debía ser el correcto.

El capitán respiró hondo, preparándose para dar la orden, pero en su mente seguía presente una última duda. Sabía que el compañero del grupo que se había presentado con anterioridad estaba solo en el puerto, pero también que la base militar albergaba información y recursos vitales. La duda le carcomía, pero ya no había tiempo para dudar. Reiteró la pregunta de nuevo con una mirada cortante seguida de un frío — ¿Y bien?—.

OFF
#11
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
Igual costaba imaginarlo al ver cómo se estaba desenvolviendo, pero Camille no estaba acostumbrada a dar directrices ni a liderar ningún tipo de operativa. Siempre se había sentido más cómoda cumpliendo órdenes que dándolas, cosa que se acrecentaba debido a su escasa ambición de poder o mandato, teniendo solo dos alicientes que fueran relevantes para su interés por escalar en la jerarquía. El primero era la posibilidad de tener más recursos con los que ayudar a quienes lo necesitasen, de modo que pudiera llegar donde otros no podían y traer el orden y la justicia con ella. El segundo, no menos importante, era la intención de honrar a su salvadora y madre adoptiva, procurando que pudiera sentirse orgullosa de ella y de su trayectoria. Sin embargo, mientras se encontraba ahí en mitad del caos, liderando la evacuación de los civiles, un orgullo casi imperceptible empezó a aflorar en su interior. Quizá... no se le daba mal del todo.

Estaba tan centrada en asegurarse de minimizar las pérdidas en la medida de lo posible que ni siquiera prestó atención a Taka y a su conversación con el capitán. Varios de los reclutas y soldados que habían llegado junto a él se unieron a la operación para brindarle una mano a la oni, un gesto que agradeció enormemente. Incrementando la presencia de la Marina en el lugar fue mucho más sencillo imponer algo de orden y guiar de forma segura a los numerosos grupos de ciudadanos asustados que iban y venían. Todo parecía estar desarrollándose correctamente... Y entonces llegó la primera explosión.

El cuerpo de Camille se tensó en el momento de la explosión, encogiéndose un poco como si estuviera buscando ponerse a cubierto. Su mirada se dirigió rápidamente hacia el origen: la base del G-31. El caos que habían logrado sofocar con su actuación volvió a emerger entre los civiles, pero antes de que les diera tiempo siquiera a reaccionar o a tomar algún plan de acción, una nueva explosión siguió a la primera desde el puerto. El aire había retumbado y con él su propio cuerpo, lo que hizo que una leve presión surgiera en su pecho al ponerse en alerta.

Mierda.

Desde que habían llegado, llevaba un buen rato dándole vueltas a la cabeza. Si, como le habían indicado sus compañeros, la operación anterior había sido bajo el amparo de la noche en un intento de actuar furtivamente, no tenía mucho sentido que ese día hubieran decidido ir directos al grano y atraer la atención de la Marina. Salvo que ese fuera su objetivo, claro. Los dos ataques simultáneos que acababan de sufrir parecían confirmar lo último: les habían puesto un anzuelo y ellos habían picado de lleno.

La rabia y la frustración se apoderaron de Camille por unos segundos, pero se forzó a mantener el control para poder dirigirse nuevamente a los civiles.

¡Mantengan la calma y sigan obedeciendo las instrucciones! ¡Nadie saldrá herido de aquí!

Siguió apoyando la evacuación hasta que el capitán Raisho empezó a hablar. Estaba claro que su pelotón no contaba con los suficientes efectivos como para dividirse entre las dos localizaciones, menos aún si dejaban soldados que siguieran encargándose de la evacuación y vigilando la destrozada estación. Deberían formar dos grupos y encargarse cada uno de un sitio, pero la decisión había quedado en manos de la particular brigada. Por un lado, su vínculo con la capitana Montpellier le inspiraba el deseo de acudir tan rápido como pudiese hasta el G-31 para asegurarse de que no hubiera salido herida. Por el otro, su compañero y amigo se había marchado solo en dirección al puerto, lo que podría ponerle en un peligro considerable. Sus dudas fueron breves.

En la base hay más efectivos y gente capaz —empezó, dirigiéndose a Takahiro y luego al capitán—. Pero es un objetivo prioritario de defensa. Capitán, creo que usted y sus hombres deberían ocuparse de eso. Nuestro compañero está dirigiéndose al puerto, así que déjelo en nuestras manos.

No se paró a pensar en la jerarquía de su grupo ni en la posibilidad de que quizá Takahiro fuera quien debía haber tomado la decisión en ausencia de Ray, incluso Atlas antes que ella, pero el motivo estaba lejos de ser malintencionado. Por mal que se llevara con el peliverde, todos los integrantes de la brigada habían desarrollado en muy poco tiempo una compenetración loable y compartían unos principios similares. Tanto era así que muchas veces no necesitaban formular palabra alguna para saber qué debían hacer. Aunque no lo fuera a decir nunca en voz alta, el espadachín y la oni no eran una excepción en esta regla.

Una vez segura de que todos estaban en la misma línea emprendió la marcha hacia el puerto, dispuesta a seguir la estela de Ray en su dirección. Ella era la más lenta después de todo, así que no tenía tiempo que perder.

Resumen
#12
Ray
Kuroi Ya
La actitud de aquellos tipos resultaba verdaderamente intrigante y sospechosa. Recorrían las calles de la ciudad, alejándose de los astilleros cada vez más con unos movimientos que daban la sensación de estar perfectamente planificados. Sin el menor atisbo de titubeo y sin dar un solo paso en falso, avanzaban moviéndose entre las sombras, alejados siempre de focos y multitudes. Visto desde la perspectiva aérea desde la que el peliblanco les estaba siguiendo, casi parecía tratarse de una siniestra coreografía diseñada por el más experimentado especialista. Desde luego quien fuera que hubiera enviado a aquellas personas a provocar el atentado sabía lo que estaba haciendo.

Una oportuna ráfaga de viento levantó algo más de la cuenta la capa de uno de ellos, revelando el brillante cañón de un arma de fuego oculta bajo la misma. No había duda de que habían planeado a conciencia aquellos movimientos, lo que hacía que el joven se mostrase especialmente cauto. No tenía forma de saber si había alguien esperándole, oculto tras algún edificio u obstáculo, listo para interceptarle si intentaba lanzarse a por alguno de los hombres que huían. No, era mejor mantenerse a una distancia prudencial y observar. Intentar averiguar a dónde se dirigían, cuál era la ubicación de su escondite o de la base desde la que operaban. Al menos mientras estuviera solo. Cuando sus amigos le alcanzasen sería infinitamente más seguro tomar decisiones algo más drásticas.

No pudo evitar fijarse en que parecían dirigirse hacia el puerto. Cosa que no le sorprendió, pues al final muchos de los negocios más turbios de la ciudad se llevaban a cabo allí. El constante trasiego de esa zona y el hecho de que estuviera frecuentada por multitud de marineros y comerciantes no del todo honestos facilitaba todo aquello. Además de que, si se trataba de la misma organización a la que pertenecía el hombre del traje blanco como sospechaba, ellos habían llegado a los astilleros por mar. Eso hacía que el puerto fuese uno de los lugares más probables en los que tuvieran al menos alguna sede desde la que operar.

Continuó siguiendo a aquellas personas, sigiloso como una sombra mientras volaba entre los edificios. Tenía que descubrir a dónde iban y qué tramaban exactamente. Pero de repente un estruendo retumbó con una fuerza ensordecedora a lo largo y ancho de la isla. Parecía provenir del Cuartel General, donde aparentemente una bomba había explotado. El joven marine, alterado, dudó. ¿Debía continuar siguiendo a aquellos hombres o era más conveniente que acudiera tan rápido como fuera capaz a la base para ayudar en lo posible?

En ese momento una nueva explosión resolvió sus dudas. El aire vibró, haciendo que por un instante a Ray le costase mantener su trayectoria, y una segunda columna de humo se elevó desde algún lugar en el puerto. Parecía claro lo que tenía que hacer. Dado que no podía ir a dos lugares al mismo tiempo, el Cuartel General contaba ya con multitud de marines que seguramente podrían encargarse de todo y él se encontraba ya casi en el puerto, ese parecía el sitio al que debía dirigirse. Era probable que fuera el agente de la ley más cercano a la segunda conflagración, lo que le convertía en responsable de investigarla y asegurarse tanto de atrapar a los responsables como de que hubiera el menor número posible de víctimas.

Lo que sí que quedaba ahora claro era una cosa: fueran quienes fuesen sus enemigos estaban muy bien organizados y llevaban tiempo planeando todo aquello. Les llevaban mucha ventaja. Iban a tener que esforzarse mucho para intentar detenerles. Decidido a conseguirlo el joven siguió su camino hacia el puerto. Intentaría no perder de vista a los hombres que huían, pero su principal objetivo sería observar el sitio que acababa de explotar en el puerto intentando averiguar qué había pasado. De entrada buscaría hacerlo desde una distancia prudencial, oculto y en silencio para evitar posibles emboscadas y dejar tiempo a sus compañeros para alcanzarle.

Resumen
#13
Atlas
Nowhere | Fénix
Como dos cruces marcando la posición oculta de grandes tesoros, sendas explosiones separadas entre sí por apenas unos segundos demostraron que en aquella ocasión sí iba en serio. Ya había inspeccionado la zona del astillero que debería volver a ser reconstruido cuando, a lo lejos, la base del G-31 se estremeció con fuerza. La estela de humo que se difuminaba conforme ascendía dejaba claro que no era un simulacro ni nada que se le pareciese. La situación era verdaderamente grave y, por si no fuese suficiente, una nueva explosión mucho más cercana dejó claro que no podíamos olvidarnos de la zona en la que nos encontrábamos. El enemigo, desconocido hasta el momento —porque en ese momento no estaba seguro de poder decir que fuese un nuevo envite del tipo del traje blanco—, parecía mostrar interés en dos de los puntos claves de la isla de Loguetown.

Por un lado, como punto con mayor presencia de la Marina en el East Blue: la base del G-31, nuestra base. Por otro, aquello de lo que se nutría el último enclave del East Blue antes de cruzar al otro lado de la cordillera, el punto del mapa donde todo marinero de ese mar que quisiese hacerse un nombre debía atracar en algún momento: el puerto. Era una ofensiva contra dos localizaciones estratégicas, seguramente bien meditadas y medidas, que no hacían sino revelar que alguien se había tomado muchas molestias. Apreté los dientes con furia mientras el capitán Raisho esbozaba el siguiente plan de actuación. Debíamos elegir entre salvar el que se había convertido en nuestro hogar y seguir la estela de Ray en su persecución.

Fue Camille la que abrió la boca primero. Ella era quien más tenía que perder y quien con toda seguridad debía tener más miedo por la situación. No en vano la capitana Montpellier debía estar en la base en aquellos momentos. Estoy seguro de que tuvo que hacer de tripas corazón para permitir que fuese la razón y no el impulso lo que guiase sus actos. Por ello, cuando propuso consignarnos como refuerzos de Ray, seguir su estela y darle alcance para sentenciar la persecución en equipo no pude sino estar de acuerdo. La oni tenía toda la razón. El capitán Raisho debía ser alguien experimentado. Estaba acostumbrado a dar órdenes y coordinar y, además, en la propia base había marines más que cualificados. Sí, lo mejor era que siguiéramos al del pelo blanco y dejásemos el cuartel para el oficial.

—De acuerdo, sea —respondí en cuanto Camille tomó su determinación y emprendió el camino tras Ray. Por mi parte, me cuadra torpemente ante el capitán antes de seguir los pasos de mi compañera, no sin antes añadir algo—: Por favor, proteja nuestro hogar... señor.

La última palabra quedó algo amortiguada por la distancia, puesto que ya había roto a correr en pos de la hija adoptiva de nuestra superior. Al pasar junto a Taka toqué su hombro para indicarle que me siguiese, ya que el punto fuerte de aquella situación era que fuese el equipo al completo el que resolviese la situación. Éramos mucho más fuertes y resolutivos en equipo. Lo habíamos demostrado en varias ocasiones antes —no demasiadas por aquel entonces, puesto que habíamos llegado como quien dice hacía tres días— y aquella no sería una excepción.

Con paso firme y tan veloz como pude, me interné tras Camille en los callejones que Ray había ido a investigar. No obstante, procuré que Camille supiese que marchaba detrás de ella y le cubría las espaldas.

—¡Voy detrás! —le grité—. Despreocúpate de tu espalda y vigila sólo lo que viene de frente.
Resumen
#14
Takahiro
La saeta verde
El alboroto que había alrededor del peliverde, unido a la tensión que se palpaba en el ambiente, hizo que no se percatara de que Atlas, su compañero de cabellos dorados y amplios hombros, estaba a su lado hablando con el capitán. La situación era tensa, tanto que parecía que una simple cuchilla de afeitar podía cortarla. Al contrario que la capitana Montpellier, aquel oficial era bastante serio en sus formas y sus maneras, con un gesto que era la combinación perfecta entre preocupación y mala leche.

Antes de que tan siquiera el capitán pronunciar respecto a las suposiciones del sargento, un zambombazo resonó en toda la isla. Fue un sonido seco, que pareció enmudecer a toda la isla durante un breve instante de tiempo. Entonces, como si fuera inevitable, el caos volvió a invadir la situación.

—Le dije que esto me olía rara esta situación —comentó el peliverde con indignación e impotencia.

El oficial era consciente de la que coyuntura en la que se encontraban todos y cada uno de los allí presentes era complicada. Habían sucedido, casi de manera simultánea, dos atentados en distintos puntos de la isla. Era muy probable que hubiera marines a mitad de camino entre el cuartel militar y el puerto que, en ese momento, ya no supieran que acción tomar, si volver a ver que había pasado o ayudar en el puerto. Al mismo tiempo, los ciudadanos habían cundido en pánico, esa situación les estaba superando y el miedo les hacía molestar e incordiar que ayudar. No cobraba lo suficiente para eso.

«¿Qué debería hacer?» —se preguntó Takahiro, sin saber que opción debería tomar. ¿Ayudar a Ray o ir al cuartel a socorrer a los heridos? Cualquiera de las dos opciones era viable e igual de correcta. ¿Tal vez deberían separarse e ir en binomio? Era otra opción. Sin embargo, ante el caos mental que tenía el peliverde en la cabeza, pues le costaba mucho tomar decisiones, la irritante y sensual voz de la Oni respondió por él.

—Lo dicho capitán —comentó el peliverde, admirando en secreto la determinación que había tenido la grandullona—. Iremos al puerto. Usted encárguese de coordinar todo este caos y de asegurarse de que el culpable de la explosión no salga indemne de esto —le dijo, en un tono de voz que era una mezcla entre una sugerencia y una orden—. Aunque quien soy yo para dar decirle a usted como debe hacer su trabajo. Nos vemos cuando esto acabe.

Sin esperar ni un segundo más, se fue raudo y veloz tras Atlas y Camille. No tardó mucho en alcanzarlos, pues si bien eran personas poderosas en el cuerpo a cuerpo, no estaban entre los más veloces del escuadrón. Se puso justo al lado del rubio, con la mano apoyada en su espada por si tuviera que atacar en cualquier momento.

—Solo me fío de vosotros tres aquí —le dijo a Atlas y la Oni, mientras avanzaban hacia donde estaba Ray—. Si veis a algún marine haciendo un movimiento aparentemente sospechoso pedidle su identificación. Si no os la da… —realizó una pequeña pausa, tratando de buscar la definición correcta—. Es posible que sea un traidor.
#15
Terence Blackmore
Enigma del East Blue
La tensión se había acumulado como una tormenta sobre la ciudad costera. La estación de tren, con su reciente incendio controlado, aún humeaba tenuemente, y las cicatrices de la batalla reciente parecían ser solo el preludio de una amenaza mayor que se cernía sobre la isla. El grupo de marines liderado por Ray se había mostrado incansable, pero el tiempo no les daba respiro. La calma que siguió al caos inicial era apenas un engaño, una pausa antes de que las sombras se movieran de nuevo.

Ray no tenía intención de permitir que los criminales escaparan. Mientras el humo aún se disipaba en el aire, había detectado movimiento en la periferia, figuras vestidas de manera sospechosa que se alejaban apresuradamente de la escena del crimen. Sin necesidad de comunicación verbal, se lanzó en su persecución. El resto del grupo lo siguió, sabiendo que la amenaza no había sido erradicada, sino desplazada hacia otro rincón oscuro de la ciudad.

El camino hacia el puerto se convirtió en una carrera vertiginosa a través de las calles sinuosas y angostas. El estruendo de las olas se hacía cada vez más fuerte a medida que se acercaban al litoral, y con él, la densidad del aire aumentaba, cargada con el aroma a sal, el sudor de los trabajadores portuarios y el olor acre de los incendios que, aunque distantes, persistían como un recordatorio del peligro inminente.

El puerto de la ciudad, normalmente bullicioso con la actividad constante de los comerciantes y pescadores, presentaba ahora un panorama desolador. El sonido del metal golpeando madera y el chisporroteo de las fogatas improvisadas se mezclaban con los gritos distantes de la población civil que aún trataba de evacuar la zona. La calma que podría haber esperado de una ciudad costera se había convertido en un hervidero de ansiedad y tensión mal contenida. Los marines eran la última barrera entre la anarquía y el orden, pero incluso ellos se sentían sobrepasados por la magnitud de la amenaza.

Al fin, la persecución llevó al grupo hacia una vieja casa de madera, una estructura que parecía haber sido olvidada por el tiempo y los habitantes de la ciudad. Las tablas de la fachada estaban podridas, el techo inclinado y cubierto de moho, y las ventanas rotas apenas contenían lo que quedaba del interior en pie. Los criminales se habían refugiado allí, confiando en que su miserable guarida los protegería de la justicia que los perseguía. Ray se detuvo frente a la entrada, evaluando el siguiente movimiento. Los demás marines se alinearon detrás de él, listos para actuar, sus respiraciones entrecortadas pero decididas.

El silencio de esa pausa fue roto por una explosión ensordecedora que resonó desde el puerto cercano. El estruendo sacudió la tierra bajo sus pies, y cuando alzaron la vista hacia la fuente del sonido, fueron testigos de una devastación indescriptible. Dos barcos en el puerto habían sido alcanzados por las explosiones. El primero, un carguero viejo y oxidado, estaba partido en dos, sus fragmentos de metal y madera esparcidos por las aguas cercanas. Llamas anaranjadas y rojas envolvían su estructura, y el humo negro ascendía en espirales hacia el cielo, donde se mezclaba con las nubes bajas y cargadas de sal del mar. El segundo barco, más pequeño, pero igualmente destrozado, estaba a punto de hundirse, su casco destrozado y sus velas en llamas, balanceándose peligrosamente mientras el agua comenzaba a inundar su interior.

El puerto que había rebosado de pura opulencia,  que había sido un testigo de vida y comercio, ahora se veía transformado en una escena apocalíptica. Los escombros flotaban en el agua como cadáveres silenciosos, y el olor a combustible quemado se mezclaba con la salinidad del mar, creando una atmósfera irrespirable. Los pescadores y trabajadores portuarios, algunos de ellos heridos por la explosión, huían desesperadamente de la escena, tratando de alejarse del fuego y del peligro inminente. Los gritos de miedo y desesperación llenaban el aire, y el caos que se había apoderado de la estación de tren ahora se repetía en el puerto.

Sin embargo, no todos los presentes en el puerto estaban en pánico. Entre la multitud que huía, algunas figuras encapuchadas se movían con una calma inquietante, avanzando con determinación hacia el mismo lugar donde los criminales se habían refugiado. Estos individuos no mostraban signos de miedo o desconcierto, sino que parecían saber exactamente lo que estaban haciendo. Se movían en perfecta coordinación, con pasos rápidos pero controlados, y aunque no ocultaban del todo su presencia, tampoco intentaban llamar la atención. Los marines los reconocieron de inmediato como parte del grupo que habían estado persiguiendo, pero ahora estaba claro que no estaban solos.

Mientras la multitud corría en todas direcciones, estos encapuchados avanzaban hacia la vieja casa, sus movimientos tan fluidos como los de un enjambre de sombras. Había una frialdad en su manera de operar, una eficiencia que sugería que estaban acostumbrados a este tipo de situaciones. Estaban armados con cuchillos afilados y pistolas de corto alcance, y sus capuchas negras ocultaban sus rostros en sombras profundas, haciendo imposible distinguir sus expresiones. Pero no necesitaban mostrar sus emociones para dejar claro que estaban listos para lo que viniera, mientras las llamas se encontraban reflejándose en las aguas agitadas como un espejo distorsionado de la destrucción. 
Mientras algunos barcos en llamas se hundían lentamente, los encapuchados se reagruparon cerca de la entrada de la casa. Había algo ritual en sus movimientos, como si estuvieran preparando un asalto cuidadosamente planificado. Dos de ellos se posicionaron en las esquinas de la casa, vigilando las posibles rutas de escape, mientras el resto se preparaba para entrar.

Los gritos de la población civil seguían resonando en la distancia, pero para los encapuchados y los marines que los observaban, el mundo exterior parecía haberse desvanecido. La tensión en el aire era palpable, como si todo estuviera a punto de estallar de nuevo en una confrontación violenta. Los criminales dentro de la casa seguramente sabían que su tiempo se estaba agotando, y aunque las llamas del puerto ya no amenazaban con propagarse hasta allí, la verdadera amenaza se encontraba mucho más cerca.

La escena era un caos controlado, donde cada elemento parecía estar al borde de desbordarse, pero aún se mantenía bajo una extraña y oscura sinfonía de destrucción.
El olor a combustible quemado, a madera ardiendo, se mezclaba con la brisa salada del puerto, creando una atmósfera sofocante. Los encapuchados se movían con precisión militar, sin perder el ritmo, como si el caos a su alrededor no fuera más que una distracción efímera. Sus intenciones estaban claras: reforzar a los criminales atrincherados en la casa y asegurarse de que su escape fuera tan letal como su llegada.

Mientras el grupo de Ray se adentraba en las profundidades de la ciudad, persiguiendo a los malhechores que se habían refugiado en la vieja casa cercana al puerto, otro contingente de marines se encontraba en las inmediaciones. Este segundo grupo, liderado por un sargento de mediana edad con cicatrices de batallas pasadas, había estado controlando el perímetro de la estación tras la intervención inicial. La situación en la estación de tren, aunque contenida, aún era frágil. Los rastros de humo y las cenizas en el aire seguían flotando como fantasmas de lo que acababa de suceder. Sin embargo, para estos marines, el deber los llamaba en otra dirección.

El sargento miró a su alrededor con una expresión de preocupación contenida. Su rostro curtido y lleno de arrugas, talladas por años de enfrentamientos, mostraba una tensión que no era habitual en él. Observó cómo Ray y su grupo desaparecían entre las sombras, su mirada firme siguiendo el rastro de los criminales que se dirigían hacia el puerto. Por un momento, dudó si debía unirse a ellos, pero algo más lo inquietaba. Sentía una urgencia diferente, un peligro que no provenía de las llamas ni de las balas, sino de lo que acechaba más allá del horizonte de su comprensión.

El grupo de marines asintió en silencio. Eran hombres y mujeres entrenados para seguir órdenes sin cuestionarlas, pero en esta ocasión, la decisión del sargento resonaba en sus propias preocupaciones. La base de la Marina en la isla no solo era su hogar, sino el centro de operaciones estratégicas, y sin duda, el próximo objetivo de cualquier plan orquestado por los atacantes. Dejarla desprotegida sería un error fatal.

OFF
#16
Ray
Kuroi Ya
Las trayectorias de los sospechosos fueron confluyendo hasta coincidir todas en una casa de madera de aspecto destartalado. Parecía haber sido construida hacía ya no pocos años, y las inclemencias del tiempo habían ido irremediablemente cebándose en ella. La mitad de las tablas que componían la fachada exhibían signos más o menos avanzados de podredumbre, mientras que el techo parecía haberse ido inclinando progresivamente con el paso de los años a la vez que era cubierto por una densa capa de moho. Las ventanas estaban rotas, sin cristales que mantuviesen su interior aislado del exterior. A decir verdad no parecía ni mucho menos el mejor escondite posible. Aunque claro, también contaba con una clara ventaja ¿Quién iba a pensar que una organización criminal bien estructurada, con los medios para llevar a cabo lo que estaba sucediendo, usaría un edificio medio en ruinas como aquel para sus fines? Estaba tan deteriorado que nadie se fijaría en él salvo que, como era el caso en ese momento, acabara de ver a los sicarios adentrarse en él.

El joven de cabellos plateados aguardó, oculto tras una esquina, a que sus compañeros llegaban. Mientras les esperaba pudo ver que dos encapuchados se movían por los alrededores de la casa con una tranquilidad que resultaba inevitablemente sospechosa en una situación como aquella, además de que sus pasos estaban perfectamente acompasados. Parecían estar protegiendo de algún modo el edificio donde los que probablemente eran sus compañeros se habían escondido. Daban la impresión de ir armados, lo cual tenía bastante sentido teniendo en cuenta su actitud.

Cuando sus compañeros alcanzaron su posición el marine les puso rápidamente al tanto de lo sucedido, contándoles que los sospechosos se habían atrincherado en aquel destartalado y decrépito edificio y que los dos encapuchados parecían estar cubriéndoles las espaldas desde fuera. Parecía prudente encargarse de ellos si querían entrar, ya que de lo contrario se expondrían mucho a ser atacados por ellos, por lo que el peliblanco sugirió una estrategia de acción. Él y Atlas podrían ocuparse de los encapuchados para mantenerlos ocupados y neutralizarlos lo más rápidamente posible mientras Camille y Taka irrumpían en la casa y se liaban a espadazos con los presentes. Era un plan sencillo pero que prometía una alta probabilidad de ser efectivo si todos cumplían con su papel. Y no había personas en las que confiara más en situaciones como aquella que en sus amigos. Podían ser indisciplinados en los entrenamientos y un auténtico dolor de cabeza para sus superiores, pero en el momento de la verdad se esforzaban más que nadie por llevar a cabo su cometido con éxito.

Así el joven se acercaría entre las sombras, tan sigilosamente como sus habilidades como ninja le permitieran, a uno de los encapuchados. Buscaría llegar aproximarse desde un punto ciego para, cuando estuviera lo suficientemente cerca de él, abalanzarse sobre él veloz y silencioso como un espectro. Buscaría descargar toda la fuerza de su puño sobre su cabeza, intentando dejarle inconsciente si podía o, de lo contrario, al menos derribarle para ponerse en una situación ventajosa que le permitiera finiquitar el combate con su siguiente movimiento.

Suterusu
NIN300
NINJUTSU
Pasiva
Tier 3
16/8/2024
Los ninjas son expertos en el arte del sigilo, por eso siempre que lo deseen serán capaces de moverse y actuar sin emitir ningún ruido con el fin de no poder ser escuchados y pillar por sorpresa a sus enemigos. Siempre que se haga un ataque desde el sigilo o desde un ángulo fuera de la visual directa del enemigo, el enemigo obtendrá -10 de [REF] y se realizará la ofensiva con un +35 de daño y tendrán un turno menos de enfriamiento. Además el usuario creará 1 grado más de [Envenenamiento], [Hemorragia] y [Quemadura] en sus ofensivas. Cualquier tecnica que mencione el uso de un objeto para la ejecucción de la tecnica se considerara que forma parte de su arsenal ninja sin tener que tenerlo en el inventario o consumirlo.

Impacto Directo II
U78001
ÚNICA
Físico
Tier
11/8/2024
24
Costo de Energía
1
Enfriamiento
El usuario encarará de frente a su adversario propinándole un poderoso impacto directo con alguna de sus extremidades. De acertar en su ataque, causará el efecto [Derribo].
Golpe Básico CaC + [FUEx2] de [Daño contundente]

Cosas
#17
Atlas
Nowhere | Fénix
Escuché con atención las palabras de Taka después de que nos diese alcance a Camille y a mí. De su advertencia se desprendía una sincera preocupación por la posibilidad de que entre nuestras filas hubiese algún traidor, alguien que, vistiendo igual que nosotros, realmente fuese un impostor que sólo pretendiese hacernos daño desde dentro. No respondí a su comentario. Simplemente escruté su mirada en busca de algún atisbo de duda, el cual no encontré. No sabía si el peliverde estaba en lo cierto, pero había visto o percibido algo que no encajaba dentro de sus esquemas y confiaba en él lo suficiente como para tomarme en serio sus preocupaciones.

Corrimos en la dirección que había seguido Ray, encontrándonos con él, quieto, tras unos minutos recorriendo las calles cercanas al puerto de Loguetown. Al parecer los sujetos sospechosos a los que había estado persiguiendo se habían ocultado en una casa semiderruida que había al doblar la esquina. Al mismo tiempo, otros dos tipos se movían en torno a la casa para guardarla de cualquier mirada indiscreta. La nuestra era una de ésas, por supuesto, pero en nuestros planes no estaba dejar que esos tipos nos retuviesen más tiempo del necesario. En la distancia, dos nuevas explosiones no habían hecho sino confirmar que aquella ofensiva estaba lejos de acabar. Provenía de la zona del puerto, o eso parecía, pero no podíamos dejar a aquellos potenciales criminales allí; mucho menos después de haberle dicho al capitán que se encargase de los refuerzos de la base para ser nosotros quienes les persiguiéramos.

No, debíamos darles caza o acabar con ellos —esto último bastante difícil si dependía de mí— cuanto antes, de manera contundente, para servir de apoyo en el puerto y el cuartel en caso de ser necesario. Fue por ello que no puse ni un pero al plan de acción que proponía Ray, que era tan directo como simple y potencialmente efectivo: neutralizar a los centinelas e irrumpir por sorpresa en la casa para no darles tiempo de reacción. Camille y Taka serían los dos encargados de esto último.

El zángano comenzó a moverse entre las sombra en dirección a su objetivo. Yo, por el contrario, di dos toques en la pierna de la oni para que me ayudase a subir al tejado. Desde allí, valiéndome de una posición ventajosa, podría escoger el momento y la mejor forma de atacar al otro integrante de la patrulla. En consecuencia, caminé agazapado sobre las tejas y extremando la precaución para que ninguna de ellas se desprendiese. Una vez estuve sobre la zona por la que se movía mi objetivo, aguardé hasta que estuviese en la mejor situación posible.

Intenté sincronizar mi salto con la acometida de Ray hacia su oponente, abalanzándome sobre mi enemigo con la naginata en alto y, al precipitarme sobre él, intentando trazar un corte oblicuo descendente hacia la izquierda con mi naginata sobre su torso, el cual iría seguido de una estocada hacia delante con intención de dejarle incapacitado. No era la persona más ágil y sigilosa del mundo, pero tal vez al atacarle por sorpresa le cogiese con la defensa baja y, con un enemigo abatido, pudiese incorporarme al ataque a la casa en ruinas encabezado por Camille y Taka.
Cizaña
ESP101
ESPADACHíN
Ofensiva Activa
Tier 1
1/8/2024
22
Costo de Energía
1
Enfriamiento
Se trata de un simple pero rápido tajo con el arma buscando encajar un corte con la mayor profundidad posible, causando +10 de daño de [Colisión].
Golpe Basico + [FUEx2] de [Daño cortante]


Números

Resumen
#18
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
Por norma general, desplazarse a la persecución de los encapuchados por unas calles tan sinuosas habría mantenido a la oni en un estado de alerta extremo. Se conocía Loguetown de pe a pa, algo casi evidente si tenemos en cuenta que se había criado entre las calles y el cuartel de la isla, de modo que sabía perfectamente que zonas como aquella, más aún cuando se acercaban a los muelles, podían esconder peligros discretos. Por suerte para ella, desde hacía unas semanas había empezado a perder la necesidad de tener que estar vigilando su propia espalda todo el rato: ahora contaba con sus compañeros y, en ese caso concreto, con Atlas y Taka para cubrirla.

Se movieron con rapidez, o al menos tan rápido como era capaz de correr la recluta. Podía tener una fuerza arrolladora y una resiliencia envidiable, pero cuando se trataba de moverse rápido no podía decir que se encontrase en su zona de confort. Aun así forzó un poco la máquina y, más pronto que tarde, terminaron alcanzando al marine de cabellos plateados. Ray no tardó en ponerles al corriente con premura, sin perder el tiempo en detalles irrelevantes: cada segundo contaba y todos parecían ser plenamente conscientes de este hecho. El plan sería sencillo; en primer lugar, Ray y Atlas se ocuparían de los centinelas que había apostados a las afueras del edificio y, una vez su ataque sorpresa hubiera iniciado, sería responsabilidad de Takahiro y de ella misma irrumpir en el edificio como el agua entre las rocas. No le hacía demasiada gracia combatir en interiores, menos aún cuando el edificio al que debían entrar se encontraba en un estado tan deplorable. Pero, si lo pensaba bien, igual eso era una ventaja que podrían aprovechar más adelante. Por el momento se guardaría la idea para después.

Atlas le dio un par de toques en la pierna y señaló hacia los tejados, gesto ante el que Camille asintió antes de flexionar las piernas y ofrecerle ambas manos entrelazadas como apoyo para impulsarle hacia arriba. ¿Sonaría insultante decir que el rubio pesaba para ella como una pluma para un niño? Quizá sí, pero con la misma facilidad que en el ejemplo lo lanzó hacia el tejado. Después, tanto ella como Takahiro esperaron a que el plan diera comienzo para cumplir su parte. Se trataba de una idea extremadamente sencilla, pero a veces no se necesitaba un curso de acción complejo para actuar con efectividad. De hecho, quizá fuera esa sencillez el punto fuerte del plan.

Empezó a avanzar en el momento en que vio a sus compañeros precipitándose sobre los encapuchados, dándole un pequeño toque en el hombro a Taka.

Ahora.

Corrió en línea recta hacia la entrada principal del edificio mientras desenvainaba su gigantesca odachi y, si nadie se interponía en su camino, cruzaría el umbral de la puerta inclinada ligeramente, irrumpiendo como una estampida salvaje. Agudizó sus sentidos y se puso en guardia, dispuesta a enfrentarse a cualquiera que fuera la amenaza que decidieran lanzarle.

¡Entregaos y no tendré que barrer el suelo con vuestras caras! —rugió, con un brillo sangriento en su mirada, la cual se movía rápido de un lado para otro intentando ubicar a todos los presentes del interior.

Con algo de suerte, quizá pudieran ocuparse rápidamente de la situación. Sin ella... habría llegado el momento de darle uso a su espada.

Resumen
#19
Takahiro
La saeta verde
La soltura con la que se desplazaban los encapuchados por las calles de Loguetown era envidiable. Sabían manejarse bien en los giros bruscos de una calle al otra, tratando de perder a los marines que iban tras ello. El peliverde cada vez lo tenía más claro, aquellos terroristas habían estado campando a sus anchas por la isla desde hacía mucho tiempo. ¿Serían lugareños de la isla? ¿Foráneos que iban y venían para no causar sospechas, como por ejemplo comerciantes falsos? Eran dos de las posibilidades que barajaba en su mente. No obstante, también cabía la posibilidad de que fuera más sencillo, y tan solo fueran un grupo de criminales que había estudiado el terreno antes de su gran golpe. Pero todo eran confabulaciones de Takahiro, que continuaba con la sensación de que algo no le cuadraba.

«Deja de montarte historias raras y centrate», se dijo a sí mismo, cerrando y abriendo los ojos un par de veces.

Apenas tardaron unos minutos en alcanzar a Ray, que siendo claro y conciso les resumió la situación. Entonces, preparó un plan. Dos se encargarían de los encapuchados que estaban en la puerta, mientras que otros dos accederían a la casa por la fuera para capturar a los que estuvieran dentro. Para ser más exactos, serían Ray y Atlas los encargados de lanzar la ofensiva a los que custodiaban la entrada de aquella vivienda de mala muerte, mientras que la grandullona y él se encargaría de acceder a la casa. Era un plan simple, pero no por ello tenía que ser ineficaz.

—Cuando nos déis la señal —les dijo.

Tras las ofensivas del rubio y el albino, en cuyos movimientos se notaba que también se habían preocupado en mejorar sus habilidades desde a fatídica misión, notó la mano de Camille sobre su hombro, para justo después avanzar hacia la entrada del edificio con la firme intención de echar abajo su entrada. De conseguirlo, Takahiro iría tras ella a gran velocidad para acceder, con la mano sobre la empuñadura de su nueva katana, Samidare.

Una vez estuviera dentro del edificio —en el caso de que no hubiera nadie justo en la entrada con quien tener que batirse en combate—, trataría de prestar atención a lo que había a su alrededor y ver en que dirección habrían ido el resto de terroristas, para seguir yendo tras ellos.

Resumen
#20


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