Anko
Médica Despiadada
08-09-2024, 08:54 PM
6 de Primavera del 724
— Felicidades, Anko Uguisu. Has demostrado ser una marine de gran valor para la base y queremos recompensar tus esfuerzos con el rango de Sargento. No cabe duda que de seguir así, pronto superarás al Teniente Uguisu. Nuevamente, felicidades —. Fueron las palabras que Anko escuchó antes de ser ascendida a Suboficial por el capitán de la base G-23 de Isla Kilombo. Cuando salió de su oficina, se dirigió hasta el patio de entrenamiento de la base, algunos soldados de la base la reconocían al instante y otros simplemente pasaban de ella, algo normal en la vida de la joven.
Ella se sentía sumamente orgullosa de lo que estaba logrando, sentía que todos los días que entrenó hasta el cansancio, casi a punto de desmayarse, estaban dando frutos. Ahora ostentaba uno de los cargos más alto de entre los soldados de la marina, y estaba a punto de ingresar a la sección de oficiales, no podía dejar de sentir emoción al saber que pronto podría portar aquella capa blanca con la palabra “Justicia” en la espalda. Su próximo objetivo, era evidentemente, el rango Alférez. Sus pasos eran lentos, pues iba pensando en todo aquello, sumergida en su sueño, tanto que no se dio cuenta cuando ya estaba fuera de la base. Pronto, una voz masculina y algo ronca, rompería con su red de aspiraciones mentales.
Ella se giró para ver a un hombre alto y corpulento, vestido con una camiseta negra similar a la de ella, negra y sin mangas, pantalones militares oscuros y unas largas botas de cuero negras, y como olvidar lo más característico de su vestimenta, aquella capa blanca con charreteras doradas y la palabra “Justicia” bordada en la espalda. Se trataba de Koshiro Uguisu, su padre. — Hija mía… Un gusto verte por acá, acompáñame —. Dijo el hombre sin más, comenzando a moverse, esperando a que su hija de cabellos marrones lo siguiera por detrás. Ambos empezaron a alejarse más y más de la G-23 hasta que llegaron a un pequeño prado, alejado de la civilización.
— Ya me enteré, te has convertido en una Sargento de la Marina. No sabes el inmenso orgullo que siento por ti —. Dijo Koshiro con emoción mientras daba leves palmaditas en la espalda de Anko. Ella solo río un poco de forma nerviosa mientras se acomodaba las gafas antes de levantar su cabeza y mirar a su padre a los ojos. — Gracias papá, es un honor servir a la marina —. — Estás a nada de pasar a formar parte de los oficiales, ¿quién lo diría? Estás a tres rangos de convertirte en Teniente como yo —. Aquellas palabras solo lograron generar un deseo aún más grande de seguir ascendiendo en la jerarquía militar de la marina, talvez algún día, pueda llegar a convertirse en Almirante, o llegar a ser Almirante de Flota, quien sabe, solo el tiempo puede dar una respuesta a aquellas interrogantes.
— Sí, aunque… No solo soy yo… —. Si bien, la peli marrón no dejó en claro a que se refería, Koshiro entendía muy bien que trató de decir su querida hija con esas palabras, palabras que llegaron en lo más profundo del valiente soldado. — No hablemos de ella por… —. Koshiro no pudo terminar de decir aquella frase cuando Anko lo interrumpió de forma tranquila, con su habitual tono desinteresado. — También es tú hija, y mi hermana… —. — No la llames así… Anmitsu solo es una soldado más, alguien que no debería existir —. Las últimas palabras hicieron que Anko se estremeciera, no podía creer la frialdad y desprecio con la que Koshiro se expresaba de su propia hija. Hija de la cual, el mismo le había decidido contar, junto a lo poco que sabía de sus gustos e intereses.
— ¿No debería existir? Deja de hablar así… Por favor… —. El tono de voz de Anko iba cargado con palpable ira, algo que Koshiro notó rápidamente, el hombre suspiró y trató de relajarse. — Anmitsu es mi hermana, te guste… o no… —. — Tsk… Aún me arrepiento de haberle dado la Baku Baku no Mi… —. — ¿Eh? Tú… ¿Le diste una fruta del diablo? —. Koshiro no respondió q la pregunta de su hija, simplemente se mantuvo en silencio con los ojos cerrados y sus brazos cruzados, respirando profundamente sin hacer nadamas. — ¿Ella te lo pidió? No… Tú jamás hubieras accedido a ayudarla… —. — Tienes toda la razón… Ella no me lo pidió, yo la hice comer esa fruta, pensé que, con su poder, podría ser alguien útil, pero no pude estar más equivocado… —. En ese momento, la ira de la joven de gafas salió, no podía seguir ocultando aquel sentimiento.
— ¡La obligaste! ¡¿Cómo pudiste?! A ella… tanto le encantaba el mar… le gustaba nadar, era muy buena en ello… tu mismo me lo dijiste... ¡Y se lo arrebataste! —. — Anmitsu debería estar agradecida… Le di un poder que ella sola jamás conseguiría… —. — ¡Y con ese poder perdió la capacidad de nadar! —. Koshiro empezaba a verse molesto por los reclamos de su hija mayor. — Sí vine aquí, fue para felicitarte y llevarte a comer por tu ascenso, no para que me reclamaras por algo que no es de tu incumbencia… —. Anko se sintió acorralada por un momento, un choque de realidades se formó muy dentro de ella. Por un lado, estaba aquella faceta de su padre que tanto admiraba, valiente y cariñoso, siempre dispuesto a dar la vida por los más débiles. Pero la otra cara de la moneda era más fría y hostil, alguien que no duda en desechar a quienes no le hacen falta, alguien que es capaz de arrebatar sueños y esperanzas para conseguir un beneficio.
— Escucha, Anko… Seguro que ahora pensarás que soy alguien malvado… Pero no puedes estar más equivocada, todo lo hago por el bien de las personas, incluido, el bien de Anmitsu. Ella era muy débil, su madre era una mink cocinera que servía en nuestra casa… Ella no podía enseñarla a valerse por sí misma, necesitaba de alguien que le mostrara el mal del mundo, porque este mundo no es rosa ni lleno de arcoíris bonitos… —. — Pero… ¿Por qué no fue así conmigo? No lo entiendo… —. El mismo Koshiro entró en un mar de dudas al escuchar la pregunta de Anko, ni él sabía la respuesta, talvez, simplemente decidió repudiar a Mitsu por ser una ilegítima, alguien fuera de su matrimonio con la madre de Anko. — Es por su madre, ¿no? Tú tienes la culpa de todo lo malo que Mitsu tiene, o que dices que tiene… Tú decidiste estar con aquella mink, y… ¡Tú la condenaste a ser tu ilegítima! —.
Luego de aquel reclamo, el ambiente se puso muy tenso entre padre e hija, ninguno habló más. Anko se encontraba furiosa, mirando a su padre, esperando una respuesta de su boca, pero aquel hombre simplemente se mantuvo en silencio, porque sabía bien que lo que dijo su hija era cierto, muy cierto. Anmitsu no tenía la culpa de sus decisiones. Un leve suspiro salió por la boca de Koshiro mientras llevaba su zurda hasta los bolsillos de su pantalón y rebuscaba algo antes de sacarlo, una pequeña cantidad de berries en billetes, apilados uno sobre otro. El Temiente se giró y tomó la diestra de Anko para entregar aquella cantidad de dinero. — Es tu regalo, cómprate algo bonito. Sigue así, hija mía —. Dijo antes de girarse nuevamente y empezar a alejarse.
La peli marrón apretó con fuerza aquel fajo de billetes mientras miraba con impotencia a su padre, alejándose y huyendo del problema, y en parte era entendible, pues Koshiro no tenía una respuesta a los reclamos de Anko, aún no la tenía y no quería sacarse nada de la manga. Anko no quiso seguir discutiendo con su padre, quería que el día de su ascenso a sargento fuera feliz y no se viera manchado por una discusión entre familia. — Tendrás que responderme la próxima vez… —. Susurró la peli marrón antes de guardarse el dinero que se le había regalado. Aunque no quisiera, ese día ya se empezaba a sentir extraño, pues una discusión así, siempre deja que pensar.