¿Sabías que…?
... el autor de One Piece, Eichiro Oda, hay semanas en las que apenas duerme 3 horas al día para poder alcanzar la entrega del capitulo a tiempo.
[Aventura] [T2] Pujando Fuerte
Jack D. Agnis
Golden Eyes
El astro diurno golpeo con sus últimos rayos las calles del Reino de Oykot, las cuales comenzaron a iluminarse con luz artificial tan solo la luz solar comenzó a menguar.
La ciudad se veía hermosa bajo aquella luz, aunque no toda la ciudad estaba iluminada por igual. Sino que se podía ver una enorme diferencia entre los diferentes sectores de aquella ciudad. Mientras que la zona Oeste de aquel país, la cual era pudiente y era donde vivían la mayoría de los acaudalados, estaba llena de vida y luz, la zona sur, que por lo general tenia olor a pescado muerto, estaba mucho mas apagada, iluminada, pero no de la misma manera. La luz de aquellas calles eran menos brillantes y se podría decir que emitían una luz sucia.

La zona Oeste estaba llena de comercios y de personas que caminaban por las calles comprando y paseando con total libertad. Cualquiera que estaba allí podía notar que se podía respirar libertad, tranquilidad y seguridad. Esta ultima proporcionada por los guardias de aquel reino, los cuales patrullaban permanentemente por aquella zona, encargándose de cualquier ser que osara interrumpir la tranquila vida de los mas acomodados.
En contra parte, la zona sur estaba menos transitada, pero había movimiento. La mayoría de aquel movimiento se lo debía a los pescadores que volvían de su arduo trabajo en el océano y a los borrachos que comenzaban a entonar hacia las horribles tabernas de aquella zona.

En una de estas tantas tabernas se encuentran nuestros héroes, pero a contrario de lo que pensaría cualquiera, tanto Silver como Balagus, no se encontraban allí divirtiéndose o bebiendo, sino todo lo contrario, ellos estaban trabajando. Sus deudas eran demasiado grandes y desafortunadamente no les permitan divertirse en un lugar que estaba creado para eso.
-Oye Silver, ve y busca mas ron y si puedes, trae cerveza. Los balleneros están a punto de llegar y no tengo ganas de lidiar con estos idiotas sedientos sin tener nada al alcance- exclama el tabernero con voz ronca, mientras terminaba de limpiar los enormes jarrones que tenia en sus manos, antes de girar hacia el hueco que unía la sala con la cocina.
-Espero que ese maldito cerdo este listo cuanto antes Balagus. No te pagaré una mierda si algún cliente se queja de tu comida, oíste bien? - la voz de aquel tabernero salia con fuerza. Para alguien como tu, que eres prácticamente un gigante, aquel hombre te daba algo de miedo y respeto. Aun así, aquel hombre había sido muy amable con Uds, pero yo no tentaría a la suerte.

Informacion
#1
Silver
-
Silver se encontraba tras la barra de la taberna, observando el ambiente que lo rodeaba. Las luces mortecinas de las velas colgaban pesadamente sobre las cabezas de los parroquianos, proyectando sombras en las paredes llenas de mugre. Los rostros de los hombres que llenaban el lugar hablaban de vidas duras y pesares. No era un sitio al que quisiera pertenecer, pero su situación no le dejaba muchas opciones. Las deudas pesaban demasiado, y aunque sus aspiraciones lo llevaran más lejos de ese miserable lugar, por ahora estaba atrapado allí.

El capitán soltó un suspiro, intentando apartar de su mente el resentimiento por su situación actual. Había pasado de ser un hombre libre en el mar, a servir ron a borrachos y obedecer las órdenes de un tabernero con más músculo que amabilidad.

Más ron y cerveza, marchando —repitió Silver para sí mismo, con una sonrisa irónica en los labios.

Se dirigió hacia la trastienda donde guardaban los barriles de alcohol. Mientras caminaba, su mente ya estaba trabajando en un plan para salir de esa situación miserable. Necesitaban un golpe de suerte, algo que los llevara lejos de esa taberna. Mientras tanto, solo quedaba seguir el juego.

Balagus —llamó mientras pasaba por la cocina—, el cerdo está casi listo, ¿no? Mejor no le des razones a ese viejo para gritarnos aún más.

Aunque bromeaba, sabía que su compañero también estaba frustrado. Aquel lugar era una prisión para ambos, pero tendría que confiar en la capacidad de Balagus para mantener la calma... lo cual, probablemente, acabaría suponiendo un problema.

El olor a cerveza y ron le llenó los pulmones mientras entraba en la trastienda. Aunque el trabajo no le agradaba, sabía moverse con naturalidad, como si cada gesto fuera parte de una coreografía ensayada mil veces. Su mente, sin embargo, ya estaba en otro lugar: en el mar, en un barco que todavía no poseían, pero que pronto sería suyo.

Mientras llenaba los jarrones, no pudo evitar dibujar en su rostro una sonrisa astuta. En su mente trataba de idear un plan para cambiar su situación, y cuando lo hiciera, ningún tabernero de mala muerte volvería a darle órdenes.

Solo un poco más... —murmuró para sí mismo, antes de volver a la barra con los jarrones llenos, preparado para enfrentar otra noche en esa taberna.
#2
Balagus
-
Personaje


El cuchillo sajaba y seccionaba carne, tendones, e incluso huesos, cada vez que se hundía con facilidad en la carne del puerco. Para Balagus, preparar un animal así para la cena era casi trivial, teniendo en cuenta que aprendió a asar jabalíes, venados y lobos cuando apenas era un rapaz. El fuego del asador estaba dorando las primeras piezas del cerdo, mientras el guiso de patatas y salsa de puerros hervía ya en las ollas.
 
- Oído, jefe. – Respondió el oni, tratando de centrarse muy fuerte en su labor para que su voz gutural sonase lo más neutra posible.
 
Podía respetar a aquel hombre, hasta cierto punto: se había portado bien con los dos, les había ofrecido cama, sustento, e incluso le había dado permiso al gigantón para tomar las tripas y restos de carne de los animales y hacer salchichas y cecina de ellas, pero tener que llamarle jefe...
 
Balagus sólo había tenido un “jefe” en su vida, o, por lo menos, a uno que reconociera como tal: su padre, difunto hace tantos años frente a él por las hojas de los mercenarios y esclavistas. Después de aquello tuvo amos, tuvo dueños, ciertamente, pero nunca volvió a llamar o considerar “Jefe” a nadie. Y aquello ya sin contar el mal humor con el que el hombre se armaba para espolear a sus dos empleados en las horas de servicio nocturno.
 
Necesitaba salir de allí. Balagus sabía que necesitaba abandonar aquel lugar y trabajo malpagado, o terminaría cometiendo una insensatez. Una violenta, sin lugar a dudas. Y confiaba más en las artes y capacidades de Silver para ello que en las suyas propias, pues seguía siendo un inexperto en todo lo que a la civilización se refiriera y, desde la cocina en la que ocupaba la mitad del espacio útil, nunca podía enterarse bien de ningún chisme u oportunidad de trabajo. No si no quería darse algún golpe en la cabeza o descuidar las raciones.
 
Balagus respondió a su capitán con un breve gruñido, mitad afirmación a su pregunta, mitad resignación hastiada por tener que seguir aguantando aquello.
 
Efectivamente, las primeras piezas de carne pronto empezaron a surgir en platos y bandejas, acompañadas con una ración de patatas y salsa. Por su tamaño, lo mejor era que no saliera a servir él las comidas, pues, aunque pudiera cargar muchas de ellas, transitar por una taberna llena de gente cargado con las comandas no era la mejor de las ideas.

Resumen
#3
Jack D. Agnis
Golden Eyes
Mientras Silver busca los jarrones de ron y cerveza, quejándose de que esa no era la vida que quería y prometiéndose que pronto saldría, y mientras Balagus piensa en su padre y espera fervientemente que su amigo y capitán idee algo para salir de allí; oyen como la puerta de la taberna se abre de un solo golpe, para luego oír como un grupo de personas entra en aquella taberna haciendo todo el ruido que podía hacer una multitud.
El olor a pescado ya es terrible en aquella zona, pero a partir de ahora aquel olor se intensificaría hasta el punto de que cualquiera que no estuviera acostumbrado al olor y que tuviera un estomago débil, vomitaría.
Aquel olor solo significa una cosa, los balleneros han llegado a la taberna con mas hambre y sed que de costumbre y esperan un servicio mas que optimo, de la mejor taberna de aquella zona.

-Bienvenida Kata, espero que tengan hambre. Si es así, no te preocupes. Balagus está preparando un cerdo que estoy seguro que amaras- dijo con gran condescendencia aquel tabernero.
Cualquiera de los que se acercara a ver, notaria que aquella mujer era lo suficientemente grande como para saber que el cerdo que Balagus estaba preparando no sería suficiente, pero seguramente Balagus sabría como estirar una buena comida como para que alcanzara para todos. No por nada era el cocinero de aquel establecimiento. 
-Confío en tu palabra. Ahora danos algo para beber, que venimos mas que sedientos. - dijo la mujer con una enorme sonrisa. Al parecer el trabajo había ido bien y estaba muy satisfecha por el mismo.
-Ahora mismo… SILVER LAS BEBIDAS, RÁPIDO… BALAGUS, LA COMIDA. NUESTROS CLIENTES TIENEN HAMBRE- gritó el tabernero, mientras disponía sobre una enorme mesa de madera, varios tarros vacíos, los cuales deban ser llenados por lo que Silver traería.

Mientras sirven las bebidas y las comidas, ver como dos balleneros se sientan en un par de taburetes frente al mesón donde estaban dispuestos los jarrones vacíos. Ellos comienzan a susurrar por lo bajo. Desgraciadamente tanto Silver como Balagus están muy lejos para oírlos, pero eso no les impide acercarse a escuchar, mientras “trabajan”.

Si alguno de los dos se acerca, podrán oír lo siguiente:
-Dicen que el estúpido de Monti se ha encargado de buscar el lugar de la subasta, pero nadie descarta que Ralph también tenga las manos metidas en todo esto. El “sordo” es el único que sabe de  los asuntos de...- El brindis general en aquella taberna les impide seguir oyendo.

Informacion


Contenido Oculto (Vista Previa)
#4
Silver
-
Personaje


El ambiente en la taberna cambió abruptamente cuando la puerta se abrió de golpe, dejando entrar a un grupo de balleneros. El olor a pescado, ya insoportable en la zona, se intensificó hasta un punto casi asfixiante, pero Silver no permitió que ese pequeño detalle le molestara. Ya había tenido que soportar muchas incomodidades, y esta no sería la excepción. Además, en todos sus años como marinero había tenido que oler cosas peores, aunque se negase a recordarlas. Con una sonrisa controlada, observó al grupo mientras el tabernero, como de costumbre, les daba la bienvenida con una excesiva dosis de amabilidad. Lo que distaba mucho de su habitual actitud.

Kata... así que tú eres la jefa —pensó el capitán, observando a la mujer con detenimiento. Era imponente, más grande que la mayoría de los hombres presentes, y su actitud denotaba confianza. Supo de inmediato que tratar con ella requeriría un toque especial. Su sonrisa no tardó en ensancharse mientras se acercaba con los jarrones de bebida, listo para hacer lo que mejor sabía: escuchar y actuar en el momento oportuno.

El pirata se movía entre las mesas con la misma destreza y naturalidad con la que acostumbraba a pasearse por las cubiertas. Su oído, siempre atento, captó el murmullo de un par de balleneros que se sentaron cerca del mesón. No pudo oírlo todo con claridad, pero lo poco que alcanzó a captar fue suficiente para despertar su interés. "Monti", "Ralph", "subasta"... las piezas comenzaban a juntarse en su mente, aunque todavía no tenía la imagen completa.

Ya casi, Balagus, ya casi... —murmuró para sí mismo, mientras continuaba con su trabajo.

Con movimientos fluidos y aire despreocupado, comenzó a llenar los tarros con ron, sin perder de vista a Kata y su grupo. Sabía que la mujer era clave para acceder a la información que necesitaba, pero no podía ser demasiado directo. De momento, una conversación casual sería el mejor punto de partida.

Aquí tienes —dijo Syxel, dirigiéndose a la mujer con una sonrisa encantadora mientras le ofrecía el primer tarro—. He oído que el día ha sido largo, pero parece que ha valido la pena. ¿Qué tal ha ido la caza hoy?

Era una pregunta simple, inofensiva, pero calculada para abrir la conversación. La mayoría de la gente, especialmente después de una larga jornada y con una jarra de ron en la mano, solía relajarse y hablar más de lo que deberían. Y hacer que otros hablaran mientras él escuchaba atentamente era una de las especialidades del capitán.

Balagus tiene listo un cerdo que va a ser digno de esta ocasión —añadió con una sonrisa amistosa, esperando que la comida también ayudara a suavizar el ambiente y abrirles aún más.
#5
Balagus
-
La voz ronca del tabernero retumbó a lo largo del establecimiento tan pronto como el bullicio de una tripulación la inundó. Era un alboroto animado, lleno de jolgorio y de celebración. Balagus se asomó brevemente por la puerta para echar evaluar el campo de batalla de un vistazo.
 
Una mujer enorme, con pintas de tener un apetito voraz, y una tripulación ballenera hedionda con mucho que celebrar. Sonriendo, se apretó el pañuelo que recogía el pelo y el sudor de su frente, y afiló dos cuchillos antes de volver a los fuegos. Aunque fuera bajo unas condiciones aborrecibles, siempre apreciaba un reto cuando lo tenía delante.
 
El enorme cerdo ya había sido colocado sobre una enorme fuente, perfectamente dorado y sazonado. Su mitad inferior había sido descuartizada y preparada en los platos con la salsa y las patatas, salvo por las patas, que servían de lecho a los lados del animal, y de muro de contención para su relleno. Porque sí, había rellenado al propio cochino con una mezcla de sus propias tripas picadas, sangre, tocino, especias fuertes, cebolla, col, y más patatas, en un festival carnívoro bañado en los jugos sudados tras asar el resto del animal.
 
Esto ya era de por sí un plato mayúsculo en cualquier establecimiento de la zona pobre de Oykot, pero Balagus, que recordaba bien cómo satisfacer a una banda de guerreros salvajes y hambrientos de entre tres y cinco metros de altura, tenía guardado un as bajo la manga: tiras de panceta del cerdo, seleccionadas entre las mejores del animal, cortadas en generosas tiras, untadas en manteca y fritas en aceite, con su piel incluida, en un proceso simple, pero celosamente guardado para crear uno de los manjares más grotescamente calóricos, insanos y deliciosos del mundo.
 
Ver salir al gigantón de la cocina, cargando la fuente con el cerdo, haciendo que los propios parroquianos se apartaran a su paso, resultaba muy raro de ver. Normalmente, sólo lo hacía cuando estaba orgulloso del fruto de su trabajo, y aquello implicaba, sin excepción, un plato demasiado grande como para que nadie más pudiera llevarlo. Justo dejó el plato principal, con las tiras de panceta fritas dispuestas a los lados del marrano, sobre las propias patas, cuando había finalizado un brindis en la mesa.
 
- ¡La cena os espera! No me deis vuestra valoración aún: los platos hablarán por vosotros.- Se jactó, con un tono inusualmente satisfecho y jovial en su gutural voz. 

Con pasos firmes y rápidos, volvió a escurrirse hacia la cocina, en la que se fue cargando con platos y cuencos de guiso según los iban pidiendo. Había visto el brillo en los ojos de su compañero: algo había captado su atención, y eso eran buenas noticias, por lo que trató de aprovechar para escuchar fragmentos de las conversaciones aquí y allá, especialmente en la mesa de Kata. No era muy bueno en ello, y el tener que regresar a la cocina para seguir preparando raciones limitaba mucho las posibilidades de enterarse de nada, pero confiaba en el ingenio y las habilidades sociales de Silver para suplir sus propias carencias.
#6
Jack D. Agnis
Golden Eyes
El tabernero parecía mas que conforme con la rapidez de Silver a la hora de servir las bebidas, al igual que se sentía satisfecho por el olor que estaba saliendo de la cocina, lo cual daba un pre aviso de lo que se estaba a punto de venir.
La noche recién estaba comenzando tanto para Silver como para Balagus, y parecía ser una noche bastante atareada para ambos dos.

Silver, usando su rapidez y agilidad se fue moviendo por las diferentes mesas llenando los jarros vacíos que habían por todos lados, haciendo que los ballenero se sintieran mas que bienvenidos en dicha taberna. Por otro lado Balagus, haciendo gala de sus habilidades de cocinero, terminaba de preparar uno de los platillos mas ricos y con una enorme cantidad de calorías, que no solo haría juguetear las papilas gustativas de los balleneros, sino que también iba a calentar todo su cuerpo cansado, dándoles las proteínas necesarias para  que sus cuerpos se recuperaran de la mejor manera.

Mientras que repartes cerveza y ron, casi todo al mismo tiempo y a dos manos, llegas hasta Katarina y le ofreces un enorme tarro de cerveza, el cual te toma con sus manos, antes de apoyarlo sobre la mesa, para luego mirarte con algo de desconfianza.
-Muy bien. No nos podemos quejar- dijo la mujer algo escueta en su respuesta, antes de girarse hacia sus compañeros y continuar hablando de temas relacionados con la pesca y el posible negocio que harían con Gaultier. Katarina no es una mujer que vaya hablando con extraños sobre sus asuntos y Silver se puede percatar rápidamente.

Por tu parte Balagus, llegas con la comida y casi todos los balleneros te aplauden, antes de comenzar a devorar, no a comer, sino devorar tu comida.
Por un momento el bar se queda en silencio de habla y solo se podía oír el masticar de todos los presentes. Aquello te indicaba que tu comida había sido mas que bien recibida, por lo que al mirar al tabernero, éste te levante su pulgar por tu gran trabajo.

Desgraciadamente ninguno de los dos puede descuidar sus trabajos. Asique tras esperar un poco se ponen en marcha a seguir sirviendo, uno por cada lado del salón, lo que le permite a Balagus escuchar a un par de hombres hablar:
-Le dije a Katarina que debíamos hacer algo. Desde que se lleva a cabo esa maldita subasta han desaparecido mas jóvenes que de costumbre y hasta niños. Pero ella dijo que...- la alegría de los clientes hizo que Balagus no pudiera seguir oyendo y tuviera que moverse nuevamente hacia la cocina en busca de mas comida.

Así fue como las horas fueron pasando y el jolgorio parecía incrementarse.

Informacion
#7
Silver
-
Silver mantenía su sonrisa cordial mientras seguía sirviendo las bebidas, consciente de que la mujer que lideraba al grupo no era de las que se dejaban impresionar fácilmente. Su respuesta escueta le dejó claro que no obtendría mucho de ella a través de preguntas simples, pero eso no lo desanimó. Confiaba en su habilidad y su encanto para obtener lo que buscaba.

Mientras repartía las bebidas con destreza y rapidez, no perdió de vista a Katarina y su grupo. Había entendido que ella sería la clave para obtener detalles más jugosos, pero también debía jugar sus cartas con cuidado. Forzar una conversación podría ser contraproducente, así que decidió cambiar su enfoque, dejando que ella hablara entre los suyos mientras él se mantenía atento, escuchando sin ser demasiado intrusivo.

Aquí tienes, disfruta —dijo con una sonrisa al entregarle un tarro a uno de los balleneros que estaba cerca de la mujer, esperando que su proximidad le permitiera captar algún detalle de la conversación.

Aunque el tema principal parecía girar en torno a la pesca y los tratos con alguien llamado Gaultier, estaba seguro de que había más de lo que se decía en ese momento. De vez en cuando captaba palabras que indicaban que había otros asuntos en juego. Y su instinto le decía que esa subasta de la que había escuchado antes podría estar relacionada con algo mucho más importante.

A medida que la noche avanzaba y la taberna se llenaba aún más de vida, el capitán encontró un momento para acercarse a Balagus. Quería compartir con su compañero la información descubierta para ponerlo sobre aviso y que también estuviese atento. Al pasar junto a él mientras llevaba más jarras a las mesas, se inclinó ligeramente, aprovechando para compartir lo que había oído.

Tengo algo interesante —murmuró con tono bajo, lo suficientemente discreto como para que solo Balagus pudiera escucharlo—. Están hablando de una subasta. Monti y Ralph podrían estar involucrados... No he podido averiguar todos los detalles, pero parece que podría haber algo grande en marcha.

Cuando su compañero le devolvió la mirada, notó que había algo más. Sin necesidad de demasiadas palabras, entendió que también Balagus había escuchado algo relevante. El gigante asintió con gravedad, acercándose un poco más para poder hablar sin levantar sospechas.

La información que intercambiaron confirmó las sospechas del pirata. Las piezas del rompecabezas empezaban a encajar, pero aún les faltaban los detalles más importantes. Las desapariciones, la subasta y la implicación de los balleneros sugerían que algo mucho más turbio estaba ocurriendo en las sombras de Oykot.

Parece que vamos a tener que quedarnos un poco más y ver qué más podemos sacar de aquí —murmuró, antes de volver a su tarea con aire despreocupado.

Aunque su exterior seguía siendo el de un camarero servicial, la mente de Syxel trabajaba rápidamente. La noche aún guardaba secretos, y no pensaba marcharse del lugar sin antes averiguar todo lo posible. La sutileza sería su mejor arma en ese momento. Había captado información importante, pero no era suficiente. Si quería obtener los detalles cruciales, tendría que ganarse la confianza de la persona más influyente del grupo: Katarina. Y para ello, tendría que cambiar de táctica.

Tras intercambiar miradas e información con Balagus, el capitán decidió que era hora de hacer otro intento, esta vez utilizando sus encantos más directamente. Con movimientos fluidos, volvió a acercarse a la mesa de la líder de los pescadores, observándola con una mezcla de interés genuino y encanto, algo que siempre le había dado buenos resultados. Una mujer como ella, acostumbrada a los brutos locales, valoraría a alguien que supiera cómo tratarla con respeto pero sin sumisión.

Parece que tu tripulación está disfrutando bastante —comentó, inclinándose levemente hacia ella, aunque manteniendo una distancia respetuosa—. No es fácil mantener a tantos satisfechos, pero parece que tú sabes cómo hacerlo.

La líder de los balleneros levantó la vista, arqueando una ceja. Aunque no respondió de inmediato, Silver creyó notar que su comentario había captado su atención. Con una leve sonrisa, se aseguró de mantener el contacto visual, dejando claro que su interés iba más allá de las meras cortesías.

Siempre me ha fascinado cómo alguien con tanta responsabilidad maneja a un grupo tan... vivo —continuó, mientras llenaba su jarra de nuevo—. Debe ser un trabajo duro, pero no todos tienen esa capacidad.

Katarina soltó una risa seca, como si el comentario le resultara divertido, pero también halagador.

—Tú hablas mucho para ser solo un camarero —respondió, finalmente mirándolo con más atención.

Syxel aprovechó ese momento. Sabía que, una vez que el hielo estaba roto, podía empezar a indagar un poco más. Pero aún debía ser sutil. Si intentaba sacar información de forma brusca, echaría a perder sus esfuerzos.

Digamos que soy más que eso —admitió con una sonrisa confiada—. Al igual que tú eres más que solo una capitana. Siempre hay más debajo de la superficie.

Katarina lo miró fijamente durante unos segundos antes de tomar otro trago. Silver sabía que tenía que ser paciente, pero también estaba seguro de que había abierto una pequeña puerta hacia una conversación más profunda. Ahora solo debía esperar el momento adecuado para hacer las preguntas correctas, y asegurarse de que ella sintiera que tenía el control de la situación.

Si me necesitas para algo más —añadió, retrocediendo un paso mientras levantaba su jarra hacia ella—, no dudes en pedírmelo. Estoy para lo que haga falta.

Mientras se alejaba para atender otras mesas, notó que Katarina seguía observándolo. Había plantado una semilla. La cuestión ahora era esperar a ver si daba frutos.

Resumen
#8
Balagus
-
La recepción de la cena de aquella noche elevó momentáneamente el ánimo de Balagus, y le permitió un instante en el que, si bien no sonrió lo más mínimo, si se golpeó el pecho tres veces con el puño, y luego lo levantó al aire con un grito que, en la lengua antigua de sus antepasados, se usaba como una expresión de júbilo, de festejo, al empezar un gran festín o celebración.
 
-  ¡Gromdar! –
 
La taberna se detuvo un instante para responder a su grito, con mayor o menor grado de éxito. La mayoría parecían estar tan encantados con la comida, tan borrachos, o simplemente lo suficientemente alegres y distendidos como para aceptarlo como algún tipo de brindis o de deseos de que les aprovechase lo dispuesto.
 
El patrón también parecía satisfecho, y así se lo hizo saber. Pero en su mirada podía entrever aún aquel brillo delator que le instaba a no relajarse y seguir con el trabajo.
 
Al ritmo que la gente allí estaba comiendo, no le quedó más remedio. Pronto se acabaron las porciones de cerdo, aprovechadas hasta los límites de lo imaginable, y tuvo que empezar a mezclar con el guiso algunos conejos cazados en los bosques, unos pollos, y, finalmente, pescados salados de la casa. Si tenían suerte, a medida que avanzara la noche, también lo haría el grado de alcohol abrumando los sentidos de los marineros, y no distinguirían mucho lo que se echaban al gaznate. En todo caso, el oni sabía que, cuando la necesidad apretaba, un pequeño toque de ron al estofado le abría el apetito a cualquier marinero.
 
Pero su animosidad no duró mucho: en uno de sus viajes cargando con más platos, cuencos y fuentes del guiso, pudo distinguir un fragmento de una conversación que le heló la sangre por momentos.
 
Sentir la mirada del tabernero perforándole la nuca le ayudó a reaccionar. Silver terminó por pasarse por la cocina, mientras su segundo al mando sudaba y luchaba por mantener constante el flujo de comidas. Las palabras que oyó no le relajaron, y el lunarian encubierto lo notó. Tras asentir lentamente, el gigantón se inclinó sobre su compañero y amigo.
 
- No es una subasta al uso, Silver. Han estado desapareciendo jóvenes y niños, y los balleneros no parecen estar conformes con ella. No la quieren aquí. –
 
Balagus volvió a asentir con lúgubre severidad a la conclusión de su capitán, y le palmeó suavemente en el hombro, transmitiéndole con aquel sencillo toque que confiaba plenamente en él. Era mucho mejor para planificar y deducir que él, que apenas sí sabía lo que era una subasta por haber formado parte de una tiempo atrás, pero como mercancía.
 
El trabajo entre los fogones volvió a tragarse su atención, y apenas pudo salir para conseguir algún pedazo más de información. No obstante, si le llamó la atención cómo su capitán conversaba… exhibiendo demasiada comodidad con Katarina. Aquello sí consiguió que amagara una risa entre dientes, antes de acercarse para recoger restos de la mesa.
 
- Es muy poco chaval para ti, si me preguntas. – Se dirigió a ella con descaro, y apenas si mirándola de refilón, mientras ordenaba platos y cuencos en dos pequeñas torres. – Pero tiene agallas, eso sí te lo puedo asegurar. –
 
En la cabeza de Balagus, la idea de que, si Silver no conseguía impresionar a la mujer, él tendría que poder hacerlo con sus músculos y su carácter directo. Necesitaba más información sobre la subasta, y la necesitaba urgentemente.
 
- Algo me dice que respetas la fuerza por encima de cualquier otra cosa. Yo creo que podría superar a cualquiera de tus hombres. Puede que incluso a ti. Y si no… bueno. – Con un discreto movimiento, dejó sobre el plato de la mujer un buen pedazo de cecina, casi del tamaño de una costilla, que se había guardado personalmente para sí, especialmente sazonada y preparada. – Siempre podemos competir en otras categorías. –
 
Y, sabiendo que había perdido demasiado tiempo en aquel lance, regresó hacia la cocina para continuar su trabajo.

Resumen
#9
Jack D. Agnis
Golden Eyes
La noche poco a poco avanzó, haciendo que la oscuridad comenzara a reinar por las calles y en el interior de la taberna. Aun así, el tabernero rápidamente encendió algunas lamparas de aceite de ballena las cuales iluminaron de manera mas que efectiva el lugar.
A diferencia de la zona mas rica de aquella isla, al cual contaba con mejores faroles y tecnología para iluminar las calles y las casas, en la zona pobre, aun se seguían usando lamparas de aceite de ballena para iluminar y hasta para calefaccionar algunas casas.

Silver habla con Katarina, la cual lo mira con extrañeza. En su anterior respuesta escueta ya había dejado claro que no tenia intenciones de conversar con él y mucho menos darle información, pero tu insistencia hace que te mire y oiga tus palabras en silencio y aun con una muesca seria y dura en su rostro.
Tus palabras no hacen efecto alguno en ella. Tal vez ya no tienes eso que tenias de joven y por eso aquella mujer practicante no te estaba prestando atención. Una vez oyó lo que tenias que decir, se gira hacia Balagus y también lo oye, pero aunque imperceptible, notas que ella presta algo mas de atención a tus palabras que a las palabras de Silver.
-Ey Jacob, tus empleados están haciendo que mi digestión se corte ¿Por qué no mejor los mandas a trabajar o? O mejor, que vayan a limpiar el vomito de Bob - dijo la mujer al tabernero, quien rápidamente se acercó a ambos y tras tomar su brazos con sus manos, los empuja hacia la cocina.
-Vayan a traer mas comida y bebidas. No les pago para hablar con los clientes, solo deben servirles- dijo algo enojado aquel hombre, mientras sacuda su cabeza algo decepcionado.

Tras aquel pequeño inconveniente, uds siguen trabajando normalmente. Hasta que poco a poco, y tras algunas pocas horas, ven como todos los balleneros comienzan a salir de aquella taberna, dejando solo atrás a Katarina y al tabernero, quienes se sientan en una mesa a charlar.
Pero antes de que digan una palabra, Jacob los mira y les dice:
-Su trabajo ha terminando. Han hecho un buen trabajo. De ahora en mas me quedo a atender yo. Tómense la noche libre y no vuelvan por un par de horas. Pero antes de vayan a hacer vaya a saber que, saquen la basura. Ya saben donde están los contenedores- les ordenó Jacob.

Información
#10


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