Alguien dijo una vez...
Donquixote Doflamingo
¿Los piratas son malos? ¿Los marines son los buenos? ¡Estos términos han cambiado siempre a lo largo de la historia! ¡Los niños que nunca han visto la paz y los niños que nunca han visto la guerra tienen valores diferentes! ¡Los que están en la cima determinan lo que está bien y lo que está mal! ¡Este lugar es un terreno neutral! ¿Dicen que la Justicia prevalecerá? ¡Por supuesto que lo hará! ¡Gane quién gane esta guerra se convertirá en la Justicia!
[Evento] [Escolta] El traslado de Meethook
Tofun
El Largo
Tofun está narrando la aventura de temporada como Narrador Oficial y no participante. Esta misión está preparada para los siguientes usuarios: Takahiro, Atlas, Octojin, Camille y Ray.

Para participar en este tema ha de utilizarse el Presente Absoluto.

Día 30 de Verano del año 728
El traslado de Meethook

El faro de Isla Kilombo siempre había sido un lugar envuelto en misterio. A pesar de los años, jamás fallaba; cualquier avería era subsanada en cuestión de instantes, como si la propia estructura se negara a sucumbir al paso del tiempo. Pero el verdadero enigma residía en su guardián, un hombre cuya procedencia pocos en la isla conocían. Los rumores sobre él habían ganado relevancia en las últimas semanas, ahora corrían como el viento en las tabernas de los blues, avivados por la curiosidad de los marineros y la superstición de los lugareños. Se decía que era un hombre mutilado por los años y las batallas: cojo, manco y ciego de un ojo. Un anciano gruñón y solitario, que jamás permitía la entrada a nadie en su santuario de piedra. Sin embargo, el farero gozaba de la protección de la marina, una protección inquebrantable, otorgada por orden de Murray Arganeo, el comandante de la isla. Arganeo, un hombre fuerte y de moral intachable, parecía tener una predilección inexplicable por aquel viejo. ¿Su arma? Un ancla colosal, símbolo de su imponente presencia.

Durante días, Murray había estado en Loguetown, negociando un traslado especial. Aquella misma mañana, se puso en contacto con un grupo de la isla, una patrulla que conocía bien: Takahiro, Atlas, Octojin, Camille y Ray. Los había elegido personalmente para encomendarles una misión de suma importancia, una tarea que no debía tomarse a la ligera. El encuentro fue breve. Murray fue directo y claro, pidiendo máxima discreción y atención. Lo que parecía una simple escolta podía fácilmente convertirse en una misión peligrosa.


Cita:A la atención de Takahiro, Atlas, Octojin, Camille y Ray:

Debo pasar algunas semanas en Loguetown por un asunto de gran importancia. Confío en ustedes para llevar a cabo un traslado crucial desde Isla Kilombo hasta el cuartel de Loguetown. La persona a la que deben escoltar es conocida como Meethook. Tal vez hayan oído su nombre: es el farero de nuestra isla, pero también fue, en tiempos pasados, un temido pirata. A cambio de información valiosa, se le concedió protección, aunque esa protección se ha convertido en su prisión. Día tras día permanece confinado en el interior del faro. Meethook no abandonará su refugio fácilmente. Para que lo haga, deberán pronunciar las siguientes palabras: “Quince, cepillo, crucigrama, salchicha”. Sé que suena absurdo, pero esa es la contraseña que acordamos, y les aseguro que la necesitarán. Aunque destruyeran la puerta, se encontrarían con una barrera aún más formidable: una puerta metálica reforzada que conduce a un búnker bajo el faro. Allí es donde reside nuestro hombre.

Adjunto un sello oficial que les permitirá resolver cualquier inconveniente en el cuartel de Kilombo.

Les deseo vientos favorables y suerte en su travesía.
Murray Arganeo

El tiempo apremiaba. Murray les había instado a partir cuanto antes. Si se apresuraban, alcanzarían el faro al caer la noche, cuando la oscuridad comenzara a envolver la isla y la luz del faro guiara el camino entre la oscuridad del horizonte.



Isla Kilombo lucía tranquila bajo la luz dorada del atardecer. El crepúsculo bañaba la costa, mientras los trabajadores de Rostock ponían fin a su jornada. Los pescadores zarpaban hacia la inmensidad del mar, y otros se preparaban para una larga noche de festejos. La presencia de la marina era tenue, casi imperceptible; algunos soldados, relajados por la ausencia de Murray, se entregaban al juego y la bebida en las tabernas locales. No era de extrañar. Sin la férrea vigilancia del comandante, muchos veían estos días como un respiro, un instante de tregua bajo el mando de su inepto segundo. Pero, pese a todo, el orden reinaba en la isla. La calma de un día más en una tierra que, en su quietud, parecía olvidar el mundo exterior.

El camino hacia el faro ascendía serpenteando entre la vegetación, un sendero de tierra que desafiaba la frondosidad del bosque. Había dos rutas: una directa, y otra que bordeaba la costa, un recorrido popular entre los habitantes que buscaban ejercitarse o simplemente contemplar las majestuosas vistas del océano infinito. Los árboles, altos y robustos, cubrían la isla con su verde esplendor, protegiendo la senda como un ejército de centinelas mudos. En lo alto, en un pequeño claro, se alzaba la imponente estructura del faro. Un coloso de 20 metros de altura, que se erguía desafiante contra el paso del tiempo. Sus muros, antaño de un blanco impoluto, estaban desgastados por las inclemencias del mar y el viento, y las líneas rojas que lo adornaban cada vez se desdibujaban más. Pero, como siempre, el faro permanecía encendido, guiando a los navegantes con la ayuda de la luna, hoy llena.

Su entrada, una puerta gruesa de madera, se encontraba entreabierta. En el interior, el pequeño habitáculo de la entrada ofrecía una visión desordenada: objetos de toda clase y cachivaches dispersos sin aparente valor, algunos papeles y dibujos que parecían hechos por la mano torpe de un niño. La escalera de caracol ascendía en espiral hacia la cúspide del faro y finalmente, en el suelo, la imponente puerta metálica que. No había rastro de Meethook en todo el faro, tampoco se escucharía respuesta ante palabras comunes. 

Todo lo que debes saber
#1
Octojin
El terror blanco
Personaje


A los oídos del tiburón llegaron varios rumores de que un comandante de isla Kilombo estaba intentando reclutar para una misión a algunos marines del G-31. Aquello hizo que el escualo intentase sacar algo de información a los marines que iba viendo, pero no tuvo mucho éxito, ya que nadie contaba con la suficiente información. O al menos no querían compartirla.

De repente, un marine de pelo corto y estatura media para ser un humano llamó a la puerta de la habitación el gyojin. Al salir, recibió una instrucción clara, ir a la sala de entrenamientos. Parecía ser algo importante, ya que, de nuevo, las palabras “es urgente” y, “yo que tu iría ya”, sonaron de la boca del recadero. El habitante del mar no entendía por qué los humanos tenían tanta prisa para todo, pero se limitó a cerrar la puerta de su habitación e ir. Ya tenía el uniforme puesto y había empezado a entrenar, pero por suerte no llevaba ni diez minutos cuando le llamaron. De lo contrario, tendría que haberse dado una ducha y cambiado el uniforme.

Una vez llegó a la sala de entrenamientos, vio cómo un humano algo mayor hablaba con Montpellier. Se limitó a ponerse a unos metros esperando que le llamasen. ¿Qué sería lo que le tenían que decir? Pronto empezaron a llegar sus compañeros. Ray, Camille, Takahiro y Atlas se unieron a la improvisada formación que había empezado Octojin.

Y entonces el hombre se presentó. Se llamaba Murray, y era el comandante de la Isla Kilombo. Por alguna razón clasificada, debía pasar unos días en Loguetown y quería montar un operativo con gente de confianza. Y aquellos eran el grupo con el que Octojin había decidido formar una brigada.

El encuentro con Murray había sido tan rápido como inesperado. El comandante, un hombre robusto y de pocas palabras, le entregó una carta sellada sin mucho preámbulo al habitante del mar, y lo único que hizo antes de despedirlos fue advertirles que la misión debía llevarse a cabo con suma discreción. Al parecer, debían escoltar a alguien llamado Meethook, el farero de Isla Kilombo, que había sido un pirata en tiempos pasados. La misión sonaba simple, pero Murray había dejado en claro que podía complicarse. Por lo visto, Meethook no abandonará su refugio fácilmente, debían decir una combinación que según el comandante, iba en la carta.

Octojin, con la carta en mano, notó un ligero nerviosismo. No era la primera vez que le entregaban algo que debía leer, pero el gyojin, aunque intentaba disimularlo, no sabía. La sensación de incomodidad lo invadía cada vez que debía lidiar con papeles, carteles o cualquier cosa susceptible de ser leída. No podía permitir que su brigada se enterara de esta debilidad, así que con rapidez, tras ojear la carta y no entender nada, se la pasó a Camille.

—Aquí tienes —dijo Octojin, tratando de sonar natural mientras sentía cómo su pecho se apretaba ligeramente por la tensión—. Léelo en voz alta mientras me ato los cordones, por favor.

Lo cierto es que sus cordones estaban perfectamente atados. Pero se los desató y los volvió a atar, haciendo ver que quizá estaban flojos. O fuertes. O que algo le pasaba al tiburón con los malditos papeles.

Tras el breve encuentro con Murray, la siguiente parada era dirigirse hacia el barco en el puerto. Camille, como navegante del grupo, se encargó de todos los preparativos para la travesía. Mientras tanto, Octojin se dirigió a su habitación para asegurarse de tener todo lo que necesitaría para la misión. Colocó cuidadosamente sus nudilleras, relucientes y listas para el combate, dentro de su bolsa. Junto a ellas, guardó el dial de destello, una pequeña maravilla que podía cegar a sus enemigos en el momento justo, y el dial de agua, uno de sus tesoros más preciados, ideal para aprovechar sus habilidades de combate como gyojin.

Antes de dirigirse al barco, Octojin hizo una última parada en la cafetería del cuartel. Montpellier había hecho un pedido especial de comida para ellos y él era el encargado de recogerlo. Sabiendo que en el viaje necesitarían mantenerse bien alimentados, la sargento había sido previsora. Cuando llegó, no tardaron en entregarle una caja de enorme tamaño. Estaba repleta de pescado, frutas exóticas, y una cantidad considerable de pan recién horneado. Era la perfecta provisión para un viaje de aquella naturaleza. Para un grupo estándar sería comida para varias semanas, pero para ellos, teniendo en cuenta las dimensiones del tiburón y la oni, no alcanzaría ni para la mitad. Cargó la caja con facilidad y se dirigió al muelle, donde sus compañeros lo esperaban a bordo del barco marine.



Una vez en el barco, Octojin se instaló en la proa. Desde allí, tenía una vista privilegiada del inmenso océano que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Aunque el gyojin sentía una poderosa atracción por el agua, sabía que no podía permitirse nadar y desgastar sus energías antes de llegar a la isla. En lugar de lanzarse al mar, se quedó observando las olas mientras devoraba la comida de su caja. Entre bocado y bocado, sentía cómo el mar lo llamaba, pero resistió la tentación con una triste mirada y un gesto de niño regañado.

El habitante del mar no fue tonto. Se llevó la enorme caja al lado de la proa, y la agarró con unas cuerdas y unos improvisados agujeros. Desde allí, empezó a comer y llamó a los suyos, para que si tenían hambre, se acercasen. Pero desde luego no sería él el que se tuviera que mover a comer.

El viaje transcurrió de manera tranquila, con el sol descendiendo poco a poco hasta ocultarse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y púrpuras. Camille, con mano experta, guiaba el barco hacia su destino, mientras Atlas y Ray discutían alguna anécdota divertida, y Takahiro practicaba con su katana en la cubierta, siempre manteniendo su precisión afilada.

Cuando finalmente avistaron la Isla Kilombo, ya caía la noche. La luna llena brillaba intensamente en el cielo, y a lo lejos, el faro de la isla se elevaba como un coloso, con su luz girando imparable. Octojin, que había permanecido en la proa todo el tiempo, no pudo evitar sentir una sensación de inquietud. El faro tenía algo misterioso, como si sus muros escondieran secretos antiguos. A medida que el barco se acercaba, la presencia del lugar se hacía más imponente.

Una vez atracaron en el puerto, Octojin sugirió una parada en una taberna local antes de dirigirse al faro. Aunque no había dejado de comer, seguía teniendo hambre. Quizá por la curiosidad, o por su genética, quién sabe.

—Quizá deberíamos pasar por una taberna primero, muchachos —sugirió, sintiendo que un poco de descanso, además de más comida, les vendría bien antes de abordar la misteriosa misión.

El grupo aceptó su sugerencia, y tras asegurarse de que el barco estaba bien amarrado, marcharon a una taberna cercana. El ambiente en la isla era relajado, con algunos trabajadores locales bebiendo tras una larga jornada de trabajo. La taberna en la que decidieron entrar era bastante acogedora, con un aroma a madera y cerveza impregnando el aire. El escualo se sentó en una mesa junto a sus compañeros, pidiendo una jarra de agua para él y cervezas para los demás.

Mientras esperaban sus bebidas, el gyojin no podía dejar de pensar en Meethook y en la misión que tenían por delante. Había algo inquietante en la descripción del viejo farero, un antiguo pirata que se había refugiado en el faro y que ahora vivía como un recluso. Octojin sabía que la misión no sería tan simple como escoltar a un anciano, pero no podía imaginar exactamente qué les esperaba al llegar al faro. ¿Su antigua banda intentando acabar con él por haberles vendido? ¿Justicieros que no veían con buenos ojos sus acciones? Nada en su mente tenía coherencia. Pero… ¿qué era el mundo sino una amalgama de incoherencias?

La conversación en la mesa fue relajada, con sus compañeros bromeando y comentando la absurda contraseña que debían usar para convencer a Meethook de salir de su guarida. Aunque Octojin se reía junto con ellos, su mente seguía en el faro, en las sombras que se cernían sobre la isla de Kilombo, y en la extraña sensación de que algo estaba a punto de salir mal.

—Oye, ¿qué tal si les preguntamos a los marines sobre Murray o sobre la zona? Quizá podamos sacar algo en claro y obtener algún beneficio de tener marines aquí en la taberna.

En la taberna también había marines, así que quizá fuese una buena opción preguntarles o intentar recoger algo de información. Aunque aquella tarea obviamente no estaba escrita para él. Solía causar mala impresión de primeras a los humanos. Pese a que le vieran con el uniforme de la marina, sus propios compañeros tardaban días o incluso semanas en verle como un igual. Quizá porque no lo era, al fin y al cabo.

Tras un rato en la taberna, decidieron que era el momento de dirigirse al faro. Aquella misión parecía estar al borde de empezar. El camino ascendía por una ladera, serpenteando entre árboles y vegetación densa. Octojin, avanzaba al frente, apartando las ramas y despejando el sendero para sus compañeros. La altura que tenía el gran tiburón era un aspecto bastante positivo para sus compañeros, ya que una vez dejaba el camino listo para él, también lo estaba para los demás. El sonido del mar se escuchaba a lo lejos, y la luna brillante iluminaba el camino lo suficiente como para que pudieran avanzar sin problemas.
 
Finalmente, llegaron a la base del faro. La estructura, aunque desgastada por el tiempo y el viento, seguía en pie, imponente y misteriosa. Podía ser cinco veces el tamaño del escualo con total seguridad. La puerta de madera estaba entreabierta, y el interior del faro parecía desierto. Sin embargo, sabían que Meethook estaba allí, en algún lugar, aguardando su llegada.
 
Octojin respiró hondo, sabiendo que lo más difícil aún estaba por venir.
 
—¿Quién va primero? —preguntó a la par que se cruzaba de brazos.

Resumen


Inventario


stats
#2
Ray
Kuroi Ya
Personaje

Inventario

Cosas importantes


Corría un día de verano que parecía ser uno más en Loguetown, no demasiado caluroso pero sí lo suficientemente soleado como para que a cualquier persona le apeteciera disfrutar de un paseo al aire libre o simplemente tumbarse sobre la hierba a dejar que los rayos del astro rey le acariciaran la piel cuando el joven peliblanco, que se encontraba haciendo esto último, recibió la indicación de presentarse en la zona de entrenamiento a la mayor brevedad posible. Desconocía el motivo de su citación, pero no eran ya pocas las veces en las que él o algún otro miembro de su brigada (en particular Atlas y Takahiro) había sido amonestado por carecer de la diligencia necesaria a la hora de cumplir las órdenes e indicaciones dadas por sus superiores, así que no quería llamar aún más la atención sobre ese tema.

Cuando llegó a su destino se encontró con que la Capitana Montpellier hablaba con un hombre. Octojin ya se encontraba allí, y poco después fueron llegando también Camille, Taka y Atlas. Una vez todos estuvieron allí su superiora les presentó a su acompañante. Se trataba nada más y nada menos que de Murray Arganeo, el comandante al cargo del Cuartel General del G-23, situado en Isla Kilombo.

El oficial les habló entonces sobre una particular tarea que requería de unas habilidades como las que había llegado hasta sus oídos que los miembros de la brigada poseían. En la isla de la que procedía había un hombre a cargo del faro, a quien todo el mundo conocía como Meethook. Al parecer en el pasado había sido un conocido pirata, pero hizo un trato con la Marina. A cambio de dar al ejército gubernamental cierta información valiosa se le garantizó protección, aunque finalmente la manera de mantenerle seguro había sido no muy diferente de meterle en la cárcel. Pasaba todo su tiempo en el faro, prácticamente encerrado. Por algún motivo que desconocían era ahora necesario transportarle hasta Loguetown sano y salvo. Tal vez sus antiguos compañeros, a los que años atrás traicionó, habían averiguado su paradero. Lo importante era que debían escoltarle en ese viaje, asegurándose de que lo completaba de una pieza.

El hombre que les había encargado aquella singular tarea debía quedarse en Loguetown un tiempo más por motivos que no tuvo a bien revelarles, así que para que sus homónimos de la base de Isla Kilombo confiarán en su palabra les entregó una carta escrita de su puño y letra antes de abandonar la estancia. Tras recibirla de manos de Octojin, Camille la leyó en voz alta para los demás. En ella se explicaba lo mismo que Murray les había dicho y les adjuntaba las cuatro palabras clave que tendrían que pronunciar para que el farero se dejara ver. Además estaba sellada y firmada, lo que aseguraba que no fueran a encontrar trabas en el G-23.

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Una de las ventajas de las que disponían los marines, en particular contando con dos suboficiales como eran Takahiro y él, era el poder viajar entre islas controladas por la institución a la que servían en barcos propiedad de la misma y con navegantes expertos proporcionados por ella. Gracias a eso llegaron a Kilombo bastante antes de lo que habrían imaginado.

Rostock, la principal población de la isla, era un pueblo pequeño y tranquilo en comparación con la enorme y bulliciosa Loguetown. Sus edificios, humildes y de pocas alturas, contrastaban con las grandes construcciones de la ciudad. Pero no tenían tiempo que perder, pues cuanto más tiempo pasara solo en el faro, más posibilidades había de que Meethook sufriese algún ataque. Fue por ello que el joven de cabellos plateados aceptó a regañadientes y casi obligado por sus compañeros que parasen primero en una taberna. Él no necesitaba comer a diario, acostumbrado como había estado durante años a vérselas y deseárselas para conseguir algo que llevarse a la boca en las calles de Oykot, pero la insistencia de sus compañeros le hizo entender que iba a ser imposible convencerles de lo contrario. Una vez allí, mientras comían, Octojin propuso preguntar a alguno de los marines acerca de Murray. Ray no consideraba esa información especialmente relevante, pero si alguno de sus compañeros quería indagar acerca del tema no lo vería con malos ojos ni mucho menos. A fin de cuentas, no sabían nada de él más allá de su posición como jefe de la base de aquella isla.

Una vez hubieron comido retomaron la marcha. Había dos caminos para llegar hasta el faro. Uno de ellos más corto y directo, y el otro más largo pero con unas vistas que, según les habían dicho, merecían mucho la pena. Por desgracia no tenían tiempo para pararse a admirar el paisaje, por lo que optaron por la primera opción. El camino ascendía por una ladera, sorteando árboles y áreas de vegetación más frondosa a su paso.

El ascenso no fue excesivamente largo, no tardando demasiado en alcanzar el faro. La torre, de más de veinte metros de altura, se recortaba ante el horizonte con un aire misterioso. Una vez en su base pudieron apreciar adecuadamente su tamaño, así como el desgaste al que el tiempo, la sal y el viento habían sometido a las piedras que lo componían.

El gyojin no tardó en preguntar quién iba a ser el primero en pasar, a lo que el peliblanco contestó:

- Tal vez lo más adecuado es que pase yo, ya que puedo evitar hacer ruido al moverme. Una vez dentro, si es seguro os lo indicaré para que me sigáis.

Tras conseguir la aprobación de sus amigos eso fue loque hizo, utilizando sus habilidades como ninja para adentrarse en el altísimo edificio sin hacer el más mínimo ruido.

Suterusu
NIN300
NINJUTSU
Pasiva
Tier 3
16/8/2024
Los ninjas son expertos en el arte del sigilo, por eso siempre que lo deseen serán capaces de moverse y actuar sin emitir ningún ruido con el fin de no poder ser escuchados y pillar por sorpresa a sus enemigos. Siempre que se haga un ataque desde el sigilo o desde un ángulo fuera de la visual directa del enemigo, el enemigo obtendrá -10 de [REF] y se realizará la ofensiva con un +35 de daño y tendrán un turno menos de enfriamiento. Además el usuario creará 1 grado más de [Envenenamiento], [Hemorragia] y [Quemadura] en sus ofensivas. Cualquier tecnica que mencione el uso de un objeto para la ejecucción de la tecnica se considerara que forma parte de su arsenal ninja sin tener que tenerlo en el inventario o consumirlo.


Una vez allí miró a su alrededor. Una escalera de caracol ascendía probablemente hasta la cúspide del mismo, y en aquella estancia multitud de objetos totalmente desordenados se repartían el espacio existente. Una puerta metálica destacaba en el suelo. Pero no parecía haber ningún peligro, así que hizo una señal con la mano a sus amigos para que le siguieran. Y cuando los cinco estuvieran dentro, con voz alta y clara decidió pronunciar las palabras que Murray les había indicado en su carta:

- Quince, cepillo, crucigrama, salchicha.

Resumen
#3
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
Personaje


Aquel día de verano había empezado como cualquier otro en esa puñetera estación de mierda: con un calor asfixiante desde el momento en que los primeros rayos del Sol empezaron a asomar en el horizonte, abrasando Loguetown y la tierra circundante como si el mismísimo infierno hubiera descendido sobre sus pobres habitantes. Bueno, quizá no era tanto así y simplemente hacía un calor normal y corriente, pero Camille estaba hasta las narices de las altas temperaturas. Y eso que aún faltaban por lo menos dos meses para que llegase el otoño y la cosa se enfriase un poco.

Le habría gustado decir que, como cada mañana, se había dirigido a la cafetería tras despertarse para pedir un contundente desayuno con el que empezar la jornada, pero de camino uno de los —otros— mensajeros de la capitana la detuvo para darle un comunicado. Al parecer, como ya empezaba a ser costumbre para ella y su peculiar grupo, la rutina habitual del G-31 tendría que esperar. Habían reclamado su presencia y la de sus compañeros para atender una petición urgente, o eso había comentado el chico con prisa y nervios, probablemente porque aún tendría que ir a buscar a los demás. «Buena suerte encontrando a Atlas», fue lo primero que se le pasó a la oni por la cabeza al tiempo que observaba, con una pizca de empatía y lástima, cómo el chico de los recados se iba en busca de los demás. Por su parte, aprovechó para colarse en la cafetería y pedir algo rápido que pudiera llevarse y comer de camino al punto de encuentro. Una cosa era que hubiera urgencia y otra que estuviera en condiciones de afrontar lo que fueran a pedirles con el estómago vacío.

Por suerte o por desgracia, por el momento tan solo tendría que esperar. Para cuando llegó al sitio, tanto Octojin como Ray ya se encontraban por allí hablando con la capitana y con un comandante al que había visto en los últimos días rondando por la base. Su nombre era Murray, si no recordaba mal. Una vez se puso a la altura de todos los presentes —figuradamente, claro— hizo gala del saludo formal hacia sus superiores que... bueno, eran todos los presentes. Lo bueno de estar en el escalón más bajo de la jerarquía es que no podías descender más, o algo así. Era un consuelo de tontos, y es que aún seguía sin entender muy bien cómo habían logrado sus compañeros ascender de una manera tan meteórica. Hasta el imbécil del peliverde era su superior. ¡Él de entre todos los soldados de aquella base, precisamente! El simple hecho de tener que seguir el protocolo y mostrarle respeto a su rango le hacía sentirse enferma. Aunque bueno, tampoco es como si lo respetase mucho: únicamente mientras hubiera algún oficial delante. Sin embargo, pensar en ello le hacía plantearse si es que no estaba cumpliendo con las expectativas de sus superiores. ¿Tan mal lo hacía como para que hasta los recién llegados le pasasen por la derecha? No es que no se alegrase por sus compañeros —por Taka no—, pero a veces... dolía un poco. En cualquier caso, se aseguró de sacar aquellos pensamientos de su cabeza. Si no había conseguido promocionar aún, tendría que esforzarse más para conseguirlo. Tan simple como eso.

Poco a poco el resto fue llegando al punto de encuentro, momento en el que el comandante Murray le entregó un documento a Octojin y, acto seguido, él a ella. Contenía, en resumidas cuentas, toda la información que necesitaban junto a un sello para cumplir la misión que les habían encomendado: escoltar a un pirata indultado que hacía de farero en isla Kilombo y traerlo hasta Loguetown, sin ninguna explicación de los motivos de ello. La única premisa era que debían ser discretos en el desempeño de aquella tarea. Camille leyó las indicaciones a sus compañeros y, una vez terminó, se guardó el papel entre sus pertenencias.

Pues estamos jodidos...



Tras los preparativos, la brigada al completo —a falta de Masao— embarcó en una de las naves atracadas en los muelles destinados para el G-31 en Loguetown. Al contar con dos suboficiales, sus superiores habían tenido a bien proporcionarles un medio de transporte y todo un equipo de navegantes para que fueran hacia isla Kilombo y volvieran sin mayores incidentes. Lo que no esperaba Camille era que estos últimos fueran a contar con ella para las labores de navegación. Siempre se había mostrado curiosa y atenta durante los viajes y no eran pocas las ocasiones en las que preguntaba e intentaba aprender al respecto. Quizá por eso había llamado la atención de algunos estudiosos de la base, que además habían empezado a instruirla desde hacía unos meses en el arte de surcar los mares. De este modo terminó al timón de la embarcación, siempre bajo supervisión de los expertos pero a sus anchas, casi como si fueran unas prácticas de pilotaje o algo por el estilo. Ni que decir tiene que aceptó el reto con la ilusión de una cría.

Estuvo tan inmersa en la responsabilidad de llevar a todos a salvo que apenas probó bocado de entre las posiciones, algo que se notó en lo lentamente que estas fueron consumiéndose. Al final, algunos de los tripulantes del barco decidieron que lo mejor era relevarla al timón de vez en cuando para que descansase y comiera algo. Era en aquellos momentos de la travesía donde volvía un poco en sí, a sufrir por el calor pero acompañando a su grupo en la comilona y las conversaciones.

Para cuando empezaron a avistar isla Kilombo ya era de noche, pero gracias al imponente faro que se alzaba junto al pueblo de Rostock pudieron llegar a los muelles sin mayores percances. Una vez allí tuvieron que decidir y, tras llegar a un consenso relativamente agresivo con Ray, acordaron que harían una breve parada en alguna taberna cercana para llenar el buche antes de dirigirse al faro. Allí, ante la presencia de numerosos marines, Octojin sugirió que podrían pedirles información al respecto, ante lo que tanto Ray como Camille decidieron negarse o, mejor dicho, votar en contra. Los motivos eran sencillos: les habían dicho que debían actuar con discreción, de modo que empezar a pedir información aunque fuera a otros marines sería algo que pondría el foco en ellos. Y dicho sea de paso, ya lo tenían suficientemente encima con un gyojin de cuatro metros y una oni de tres rondando por la isla.

Tras comer algo se encaminaron en ascenso hacia el faro, hasta el cual no tardaron mucho en llegar. Ray se adentró en el interior de la estructura y, una vez que confirmó que era seguro, los demás le siguieron. Camille se sentía tensa ante la idea de conocer al tal Meethook, pero no por la incertidumbre de su situación o el peligro que pudiera correr. Sus cavilaciones rondaban la idea de que fuera un criminal indultado. La morena creía en la redención y en las segundas oportunidades, no tenía nada que ver con eso, sino más bien con que aquel hombre no se había arrepentido de sus crímenes: había recibido el perdón tras traicionar a sus compañeros, la gente que confiaba en él, a cambio de salvar su propio culo. Eso no era reinsertarse, tan solo se trataba de oportunismo. Si había vendido a sus compañeros, ¿qué no haría con ellos si la situación lo pedía?

Con esto en mente, Camille decidió que no le quitaría el ojo de encima en ningún momento, tanto por la seguridad de sus compañeros como de la suya propia. Se mantuvo en silencio mientras Ray pronunciaba las palabras clave, a la espera de que el ex-pirata hiciera acto de presencia. Su mano se mantuvo cerca de la odachi.

Resumen y notas a tener en cuenta


Inventario
#4
Atlas
Nowhere | Fénix
Personaje
Para bien o para mal, era una mera cuestión de tiempo que los ojos de quienes juzgaban el talento entre los soldados de la Marina acabasen por reparar en nosotros. No ya por lo variopinto del grupo, que también, sino por el desempeño que habíamos tenido en las misiones que se nos habían ido encomendando, así como en los diversos tipos de entrenamiento que habíamos llevado a cabo hasta el momento. Fue por ello que cuando, después de atraparme, Shawn me informó de dónde me llevaba, en el fondo no me sorprendí. Al parecer no hacía demasiado que el militar al mando del G-23 en Isla Kilombo había llegado a Loguetown y tenía una solicitud especial para nosotros.

Durante el camino, nuestro superior no paró de maldecir por lo bajo porque le habían encargado localizarme después de que el mensajero originalmente designado lo hubiese dado por imposible. Farfullando en voz baja, comentó que se había recorrido varias veces las instalaciones del G-31, rebuscando en cada rincón que se le había ocurrido sin éxito.

Shawn me soltó en el área de entrenamiento con un gruñido, anunciando así a quienes estaban allí que me había encontrado y podían proceder. Una vez estuvimos todos juntos, el objetivo y las características de la misión fueron revelados. Murray parecía un tipo bastante serio, aunque tal vez el hecho de que no nos conociésemos y el contexto de nuestro encuentro reforzasen esa impresión. ¿Y si en su vida personal era un cachondo? No lo parecía, desde luego.

Nos informó de que no nos acompañaría de vuelta, las circunstancias que envolvían la vida del misterioso farero —antiguo pirata— al que íbamos a recoger y lo que tendríamos que hacer para que nuestros compañeros de Isla Kilombo no desconfiasen de lo que tuviésemos que decirles. A fin de cuentas, de algún modo debíamos demostrar que seguíamos órdenes de Murray. Sí, la carta que nos entregaba parecía gozar de validez suficiente como para que ese detalle no nos diese problemas.

«Total, que rumbo a Isla Kilombo para escoltar al farero, que ahora es farero pero antes fue pirata», me dije, resumiéndome la situación sin siquiera llegar a leer la carta que nos dio Murray. Si no nos lo hubiese explicado habría tenido que leerla, por supuesto, pero a fin de cuentas sólo repetía lo que ya nos habían explicado y hacer la misma tarea dos veces no tenía demasiado sentido. Tendría que prepararme antes de la partida.

***

No dije nada para no delatarme, pero cuando el vigía dio la voz de tierra ya hacía algunos minutos que había podido divisarla a lo lejos. Tumbado en perfecto equilibrio sobre una de las velas de la embarcación, justo allí donde no se me veía, había pasado buena parte del trayecto disfrutando de la brisa del mar y las juguetonas siluetas de las nubes.

Lo más probable era que precisamente en aquel viaje no me encargasen labor alguna en lo referente a la navegación, pero por debajo de mi posición podía ver cómo una marabunta de uniformados iban a toda prisa de un lado para otro siguiendo las órdenes dadas para llevar el barco a buen puerto. No me apetecía en absoluto anudar, desanudar, tirar de sogas y trepar por redes de gruesas cuerdas, de forma que allí, en silencio, había podido gozar sobremanera de la travesía.

Cuando al fin llegamos a puerto la noche ya comenzaba a caer sobre la isla. El faro, nuestro objetivo, alumbraba el mar a intervalos regulares como un centinela incansable. Ejercía su función desde mucho antes de que nosotros llegásemos, continuó haciéndolo una vez desembarcamos y seguiría haciéndolo mucho tiempo después.

No se podía realizar misión alguna con el estómago vacío, por lo que nos detuvimos a comer algo antes de ascender hasta la zona del faro para ir en busca del tal... ¿cómo se llamaba?. Con buen criterio —bajo mi punto de vista al menos— por el momento optamos por no comentar a ninguno de los marines presentes nada acerca de nuestra misión. Murray parecía ser alguien bastante severo en lo profesional, por lo que dudaba que el alcohol que corría a raudales entre los uniformados y los juegos de cartas y apuestas fuesen la tónica habitual cuando él se encontraba en la isla. Sin embargo, los marines no se mostraban preocupados ni lo más mínimo en que pudiesen ser descubiertos o penalizados por su actitud. Eso hablaba muy mal de quien hubiese quedado al mando, tanto en lo referente a cómo ejercía sus funciones en ausencia de Murray como en la confianza que podía inspirarnos en caso de necesitar apoyo por su parte. No era una buena noticia, no.

Tras cenar nos encaminamos al fin hacia el faro. Estaba separado del pueblo de Rostock por una zona boscosa, plagada de altos árboles que elevaban sus copas hacia el cielo para formar un denso tapiz oscuro. Si debíamos llevar a cabo la misión con la máxima discreción posible, era razonable asumir que nuestros superiores consideraban que podría haber algún peligro, alguien acechando o a saber. En consecuencia, decidí tomar una actitud lo más prudente posible desde el primer momento.

—Creo que voy a dar un rodeo —dije a mis compañeros cuando apenas nos habíamos introducido en la arboleda—. Caminaré en paralelo a vosotros por el bosque por si hubiese alguien espiándonos o acechando en la zona del faro, ¿os parece? Llevo el caracol por si fuese necesario ponernos en contacto.

Parecía una actitud razonable dada la situación en la que nos encontrábamos. Íbamos a escoltar a un pirata que había delatado a sus compañeros tiempo atrás, protegido en una suerte de torre de marfil en forma de faro y, con toda probabilidad, con un elevado riesgo de que ocurriese algún percance.

Tal y como había propuesto, caminé en paralelo a mis compañeros sin perderlos de vista —no sería la primera vez que mi pésimo sentido de la orientación me jugaba una mala pasada— hasta alcanzar la zona cercana al faro —si nada me lo impedía, claro—. Una vez allí, no salí al claro, sino que me quedé oculto entre la vegetación y permanecí atento tanto a mis compañeros como al entorno. Pude apreciar cómo Ray era quien se aproximaba al faro y, pese a que no pude escuchar qué decía desde la distancia, asumí que había pronunciado las palabras que servían como código de seguridad para que Meethook hiciese acto de presencia.

Inventario y otras cosillas.

Resumen
#5
Takahiro
La saeta verde
Personaje

inventario

No sabría decir si era muy pronto o muy tarde aquel día de verano, cuya humedad apenas había dejado dormir a nadie esa noche, ya que todo dependía de la perspectiva con la que se contemplase. Sin embargo, para el héroe de su propia historia, cómo era el recién ascendido Suboficial Takehiro Kenshin era demasiado temprano. Los rayos de sol apenas estaban tocando las orillas de Loguetown, ni tampoco los marineros estaban comenzando a faenar en el puerto para ganarse su sustento, cuando un joven recluta con un mensaje le encontró en la cantina, mientras tomaba un café con hielo para espabilarse y refrescarse al mismo tiempo.

—¡Suboficial Kenshin, señor! —se dirigió a él con energía, quizá demasiada para las horas que eran, haciendo el saludo militar de manera muy rígida, casi articulada—. Tengo un mensaje para usted de los oficiales de éste nuestro cuartel, señor.

—Puedes relajarte un poco —le dijo en primer lugar el peliverde, haciendo un ademán con la mano para que se destensara un poco—. Que es muy temprano —bostezó, suspirando justo después—. Dime, ¿de qué se trata? —le preguntó, mostrando un falso interés.

—¡No me han dicho nada al respecto, señor! —le respondió, sin bajar un ápice su nivel de intensidad—. Únicamente que debe ir cuanto antes al campo de entrenamiento número tres para recibir instrucciones, señor.

El peliverde frunció el entrecejo, alzando una ceja con cierta duda, mientras se levantaba de su asiento y miraba fijamente al muchacho. Le era raro recibir un mensaje por parte de la Capitana tan temprano, quizá fuera porque había aceptado su petición escrita de prohibir el uso de uniforme dentro del cuartel, o tal vez había habido un error en su ascenso e iba a degradarlo de nuevo a Sargento. Todo era posible. Sin embargo, la única que los citaba allí era ella.

—Muchas gracias, recluta —le dijo, haciéndole el saludo militar, ya que seguramente le hacía ilusión al chaval—. Puede retirarse.

—¡Señor, sí señor! —exclamó.

En cuanto se fue el muchacho, Takahiro agarró el vaso de café y se lo bebió de un único sorbo, haciendo pasar todo el líquido negruzco y amargo por su gaznate. Tras ello, se dirigió hacia los barracones para cambiarse de ropa e ir a los campos de entrenamientos.

Apenas tardó unos quince o dieciséis minutos en estar listo: duchado, vestido con su patético uniforme y camino al campo de entrenamiento. Cada paso que daba con aquellas dichosas botas negras eran un suplicio, no sentía la comodidad que debía sentir en un calzado. Le apretaban por los laterales, sentía una presión contínua en el empeine y, lo peor de todo, luego le olían los pies por el sudor.

«Maldito uniforme del averno…», maldijo para sus adentros.

Para su sorpresa fue el último en llegar allí. Se puso en línea con sus compañeros e hizo el saludo militar a los dos altos cargos que alli se encontraban. Una era la Capitana Montpellier, con la que más trato había tenido desde su llegada a Loguetown, a fin de cuentas formaba parte de su escuadrón. El otro era un sujeto desconocido para él, entrado en años pero curtido por su aspecto. Se presentó como el Comandante Murray, de la isla Kilombo. Ese nombre hizo bastante gracia a Takahiro, ya que esa palabra tenía distintas definiciones, entre las que se encontraba un lugar destinado para mujeres de vida alegre.

Aquella reunión fue muy breve y concisa, como si no quisiera llamar la atención.. Al parecer tenían que escoltar a un testigo protegido, aunque más que un testigo era un chivato traidor a su gente. Alguien deshonroso desde su punto de vista. Una persona podía lamentarse de una vida repleta de malas decisiones e intentar expiar sus pecados, pero no a costa de otra gente. Eso distaba mucho de ser una buena persona.

—Una última pregunta —alzó la voz el suboficial Kenshin—. ¿Es necesario que vayamos de uniforme? Mientras menos llamemos la atención mejor, y estando todos vestidos impecablemente como soldaditos… Cómo que da mucho el cante.

Una vez le respondieron se fue junto a sus compañeros para ponerse a punto para partir a Isla Kilombo. Les entregaron una carta-informe con la situación, contando todos los pormenores y los detalles de la misma, que leyó con voz clara la Oni.

—No te preocupes, grandullona —le dijo con voz calmada el peliverde, mostrando una sonrisa relajada y apacible—. Esto va a ser coser y cantar.

* * * * *

El barco comenzaba a aminorar su velocidad, lo que indicaba que se estaban acercando al puerto de la Isla Kilombo. Había sido un viaje tranquilo y sin ningún percance; a excepción de que al haber ascendido a suboficial tenía que tomar ciertas decisiones que, desde el punto de vista del peliverde, eran irrelevantes. Sin embargo, ese tipo de cosas las delegaba en Ray, cuyo criterio era más sensato.

—¿Todavía tienes hambre? —le preguntó con tono de broma al gyojin ante su su propuesta de ir primero a una taberna—. La madre que te parió. Mejor comprarte un traje que invitarte a comer. Aunque con ese tamaño… —le guiñó un ojo—. Pero por mí no hay problema. Ya sabéis el dicho; Si información quieres buscar, en una taberna has de estar.

Estando en la taberna comieron algo y bebieron algo, tratando de no llamar mucho la atención, aunque era imposible. El pez quiso preguntar acerca de Murray, ¿tendría dudas sobre él? Lo cierto era que su actitud fue bastante distante y singular, pero nada nuevo en el horizonte con los oficiales de cuarteles ajenos.

Una vez terminaron, pusieron rumbo hacia el faro. Takahiro seguía disconforme con tener que escoltar y proteger a alguien como el farero, algo que se notaba en su actitud cuando pensaba en ello. Le parecía que el gobierno aceptase cuidar de criminales.  «¡Así va el mundo!», se quejaba internamente.

La llegada al faro tenía dos caminos: uno que bordeaba la costa, aunque un poco más largo, y el que iba directo mediante un sendero rodeado de árboles y vegetación. Atlas se ofreció a ir por el primero, para avisar en el caso de que encontrara a algo sospechoso.

—Está bien, pero ten cuidado —le dijo al rubio, mientras él continuaba con el resto hasta llegar al faro.

Una vez allí, el héroe de las profundidades, tan gallardo como de costumbre, se ofreció a entrar en primer lugar. Sin embargo, fue Ray quien quiso tomar la iniciativa para hacerlo suyo, ¿y qué era lo suyo? Ser sigiloso como nadie. Se adentró con mucha cautela en el interior del faro para justo después indicarles que entraran. 

—Que contraseña más absurda —musitó en voz baja el peliverde, cuya vista se encontraba en la única salida y única entrada de aquel lugar.
#6
Tofun
El Largo
Si estáis viendo a un enano vestido de piña a vuestra izquierda es que estáis en el mas allá, ha vuestros personajes les ha caído un trueno. No, ahora enserio, soy el narrador aunque mi avatar sea un Meme. Cuando tenga que hacer aclaraciones sobre cosas del turno anterior, lo voy a hacer sin ese enfoque descriptivo/narrativo por mi salud mental a la hora de narrar esta y otras misiones de temporada, se que queda un poco menos feo pero es por ser mas preciso y no perderme con tanta info.
  • Murray os permite ir vestidos como gustéis.
  • En la taberna obtenéis la información de que Murray es un cabrón, que es duro, que es serio pero en ningún momento escucháis algún comentario sobre que es corrupto, todo lo contrario. Los marines mas rudos y veteranos no se quejan de el y le guardan respeto.
  • También os enteráis de lo ya mencionad, el farero no sale del faro, desde hace unos días se rumorea que fue pirata y se dice que hay un tipo extraño preguntando por el, es un rumor.
  • La iluminación de la zona del faro, a pesar de la oscuridad es buena pues aparte de la luz principal tiene varias luces auxiliares a baja altura. 



El camino hasta el faro fue sencillo y tranquilo, aunque una atmósfera de misterio envolvía las incógnitas de aquella extraña misión. Los cuatro marines avanzaban sin dificultad hacia la entrada del faro; Ray no encontró nada más allá de lo esperado. Por su parte, Atlas tuvo un recorrido igualmente tranquilo, resguardado por la cobertura que ofrecía la vegetación del bosque. Al pronunciar Ray la contraseña, se escuchó un leve sonido bajo la trampilla, como el ruido de una silla arrastrándose al ponerse alguien de pie, seguido por unos cuantos ruidos toscos y, finalmente, un fuerte estruendo como el de varias barras metálicas desplazándose.
En ese momento, el viento cambió, soplando hacia el norte. El aire traía consigo un olor peculiar que rápidamente Octojin y Taka pudieron detectar: una mezcla fuerte de vegetales, pólvora y sudor, procedente del sur.

La puerta metálica se abrió hacia abajo, revelando una escalera en cuyo centro apareció un hombre mayor, vestido con ropas desgastadas. No superaba el metro y medio de altura, y le faltaban la mano derecha, la pierna derecha y el ojo derecho. En su lugar, su ojo derecho había sido sustituido por una esfera blanca, su muñón de la mano estaba envuelto en vendas, y su pierna era una tosca pata de palo. Era Meethook. Se detuvo a mitad de las escaleras y observó con desdén a quienes suponía eran sus escoltas. Arrugó ligeramente el ceño y, con una mueca, murmuró mientras miraba a Ray de arriba abajo.

— Qué delgado...

Luego, continuó su ascenso, evaluando con la mirada a cada uno de los integrantes del grupo antes de salir al exterior con lentitud.

¿Y ahora qué? ¿A dónde me lleváis? — Preguntó con desinterés, como si comprendiera que se trataba de un traslado, pero sin conocer los detalles de los planes de Murray Arganeo.

En ese mismo instante, mientras los ruidos metálicos aún resonaban, Atlas notó algo en la oscuridad. Las sombras del bosque comenzaban a revelar siluetas humanas que se movían lentamente hacia el claro sin exponerse aún. No podía distinguirlas con precisión, pero sabía que eran seres humanoides. De repente, una serie de detonaciones estremeció el aire. Cañonazos.

Si Atlas intentaba comunicarse en ese preciso momento, el rugido de los disparos le silenciaría durante dos largos segundos. Desde el norte, en el mar, un navío de considerable tamaño abría fuego desde una distancia de unos 60 metros. En su palo mayor una bandera se agitaba con el viento.

[Imagen: Screenshot-2024-08-27-01-22-17.png]

Treinta balas de cañón surcaban los cielos, aproximándose con aterradora velocidad hacia la zona del faro. Los proyectiles emitían un silbido agudo mientras rasgaban el aire. Dos de ellos impactaron en el faro, que resistió el embate, pero al tercer impacto, la mitad de la imponente estructura cedió, desplomándose con violencia sobre la posición del grupo de marines. La precisión del artillero era envidiable, pronto sabríamos si los que recargaban los cañones eran igual de eficientes.

Mapa
Info
#7
Octojin
El terror blanco
Octojin avanzaba con el grupo hacia el faro mientras sus pesadas pisadas resonaban sobre la tierra firme y su mente no dejaba de pensar sobre qué peligros traería aquella misión. Había algo en el aire, un aura de incertidumbre que le hacía sospechar que todo se torcería en algún momento y no iba a ser tan sencillo como parecía. Cuando Ray pronunció aquellas estúpidas palabras sin sentido alguno en su conjunto y sin un aparente patrón que las uniese, el silencio se hizo dueño del lugar. Pasaron unos segundos hasta que lograron ver a Meethook salir, aquel hombre que parecía haber sido mutilado por el tiempo y las batallas a partes iguales, y ahí el desconcierto del tiburón aumentó. El hombre parecía mucho más débil de lo que se había imaginado en un principio, aunque aquello era obviamente su culpa, por imaginarse que sería un temible pirata y por ello necesitaba una brigada custodiándolo. Sin embargo, intentó mantenerse concentrado, aunque sus instintos le decían que algo más estaba sucediendo.

Mientras Meethook observaba a Ray y a los demás con desdén, el habitante del mar captó un aroma familiar: pólvora y sudor. Una señal inequívoca de peligro inminente. Su olfato, siempre agudo, lo alertó de inmediato, y su semblante se tornó tenso. Volteó hacia Takahiro, quien a juzgar por su rostro también parecía haber captado el olor.

—¿Pólvora?— murmuró para el humano, inquieto. Eso solo podía significar una cosa: peligro. Y el peligro últimamente iba unido a otra palabra; piratas. Pero, ¿cuántos?

El sonido de los cañonazos lo sacudió, literalmente. Los truenos retumbaron en el aire, provocando que su sensible oído se estremeciera. El mundo pareció ralentizarse por un segundo mientras sus sentidos se adaptaban al estruendo. Y entonces, antes de que pudiera reaccionar, uno de los proyectiles lo alcanzó. La bala de cañón impactó en su costado, lanzándolo varios metros hacia atrás. En el último segundo, Octojin logró adoptar una postura defensiva, contrayendo sus músculos de tal manera que el daño fue mitigado en parte, pero el dolor recorrió su cuerpo con intensidad mientras salía despedido hacia atrás.

Guardia Alta
COM102
COMBATIENTE
Defensiva Activa
Tier 1
6/8/2024
20
Costo de Energía
1
Enfriamiento
Cruzando los brazos mientras los eleva el usuario adquiere una postura defensiva para amortiguar un poco el siguiente daño buscando quedar erguido. Incrementa la [Defensa Pasiva] en +5 durante la ejecución.
Defensa Pasiva + [RESx2] de Daño Mitigado


Pero aquello no fue lo peor. Las balas se dirigían hacia ellos con una velocidad tan alta que al tiburón le costaba seguirlas. Y dos habían impactado en el faro, haciendo que los cimientos se tambalearan, lo cual era una señal bastante evidente de que aquel lugar ya no era seguro. Y todo lo que hubiese en su interior estaba a punto de ser destruido.

Se levantó rápidamente, cubierto de polvo y con algunas heridas menores sangrando. A pesar del dolor, su mente estaba clara. Miró hacia el mar, observando los cañonazos que salían de la nada. Sus ojos, entrenados y agudos, distinguieron una bandera ondeando en lo alto de un barco a lo lejos. Un Jolly Roger que no conocía, pero suponía que era la fuente del peligro.

—Piratas...— susurró con un gruñido bajo.

No había tiempo que perder. El tiburón salió corriendo hacia el agua, y cuando estaba a la altura de sus compañeros, gritó algo que, más que un hecho, era una intuición en base al olor que le llegaba. Era tan intenso que juraría que era imposible que fuese un único navío.

—¡Creo que son varios barcos! —exclamó con firmeza—. ¡Proteged al pirata! Taka, ¡cúbreme!.

El escualo sabía que era el mejor nadador con diferencia, pero Taka destacaba en ello también, y seguro que podía seguirle. Le había visto en otras situaciones desviar proyectiles con una facilidad pasmosa, pero nunca tan grandes tomo aquellos. ¿Podría hacer lo mismo? Con un potente rugido, Octojin corrió hacia el borde del barranco, tomando impulso antes de dar un salto hacia el agua. El sonido de los cañones se mezclaba con el rugido del viento, pero el tiburón, en un increíble despliegue de fuerza, atravesó el aire y se sumergió en el océano con un enorme chapoteo. Justo antes de impactar en el agua escuchó cómo una tercera bala daba en el faro, y a juzgar por el sonido, aquél golpe era fatal. O eso se imaginó en su mente. ¿Estarían los demás bien? Esperaba que sí.

Al caer del salto, el agua lo envolvió, calmando sus heridas y revitalizando sus sentidos. A pesar del caos que había dejado atrás, el mar siempre le traía paz, incluso en medio de una batalla. Pero ahora no había tiempo para relajarse. Sumergido en su hábitat, sus ojos se enfocaron en el barco enemigo a lo lejos, a una distancia que el escualo podría recorrer en un abrir y cerrar de ojos. Si quería detenerlos, tendría que hundir esa embarcación. Y como carpintero experimentado, sabía exactamente qué buscar.

Buceando a toda velocidad, Octojin se acercó al primer barco que veía, evaluando rápidamente su estructura. Su conocimiento sobre la construcción de barcos le permitiría identificar los puntos débiles. Con ello, sabría dónde golpear para causar el mayor daño posible y hundir el navío.

Si realmente encontraba algún tipo de defecto o punto débil en el navío, lo golpearía hasta hacer que se hundiese, en caso contrario, y si sus conocimientos no eran suficientes o el barco estaba en excelentes condiciones, se iría hasta el timón y buscaría golpearlo con todas sus fuerzas, con la clara intención de inutilizar la conexión entre el timón y el casco. Si conseguía que el timón quedase inutilizado, emplearía su fuerza para mover el barco y hacer que los cañones apuntasen a otro sitio, de tal manera que el ya no podría maniobrar correctamente y sería inútil.

daños y datos a tener en cuenta


resumen


Inventario


stats
#8
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
Se formó un silencio sepulcral durante los primeros segundos después de que Ray pronunciara las palabras clave. Escucharlas pronunciadas en voz alta hacía que sonasen incluso más estúpidas que sobre el papel, pero contra todo pronóstico la tonta contraseña provocó que algo empezara a moverse bajo sus pies, más allá de la trampilla. Le llevó bastante más tiempo del que cabría esperar, pero finalmente la compuerta se abrió y de esta brotó un humano —o lo que supuso que era uno, no lo tenía demasiado claro por su escasa estatura— que parecía carecer de más partes del cuerpo de las que aún conservaba. Aquella visión rompió todos los esquemas de la oni, que quizá hasta ese momento se había imaginado a Meethook como un temible bucanero sanguinario, curtido por el paso de los años pero aún intimidante. Quizá en algún momento lo había sido, pero frente a ellos apenas quedaba un viejo decrépito que estaba más cerca de una fosa común que de cumplir otro año más. Sus pensamientos anteriores sobre él fueron sustituidos por un indicio de lástima, algo que jamás esperó sentir por un pirata.

Pese a su estado, se permitió el lujo de meterse con la constitución de Ray y observar con una mirada cargada de prejuicios al resto de la escolta. Camille se limitó a suspirar, negando con la cabeza.

El destino no es importante. Lo único que necesitas saber es que Murray ha ordenado que te llevemos con nosotros —se limitó a exponer, no viendo necesario darle más información.

Casi podría llegar a ser problemático que el propio Meethook tuviera más información de la necesaria sobre su traslado. Lo mejor sería que, simplemente, se dejara guiar por ellos y protestase lo menos posible. A decir verdad, viendo su entrada, dudaba que eso último fuera a ser una posibilidad siquiera.

Fue entonces cuando la tensión que se había esfumado con la aparición del viejo pirata volvió de golpe, atraída por el rugido de los cañones en la lejanía y el silbar de las balas atravesando el aire a toda velocidad. Desde dentro no podía adivinar cuantos disparos habían sido, pero con solo escucharlas sabía que más que suficientes como para bombardear el pecio en el que se encontraba el faro. Sus sospechas se confirmaron rápidamente en el momento en que dos de ellas impactaron directamente contra la estructura, haciendo que empezara a peligrar su integridad. Había que actuar rápido.

Tú te vienes conmigo.

Extendió su brazo con la intención de rodear al farero y alzarlo del suelo para sacarlo de allí con la esperanza de que no opusiera resistencia, como quien se lleva un melón del campo o una caja sosteniéndola bajo el brazo. Hecho esto se apresuró en salir del interior del edificio con su odachi en la mano, antes de que la estructura colapsase y todo su peso cayera sobre ellos. Menos mal que lo hizo así, porque de lo contrario quizá no le hubiera dado tiempo a salir después de que aquella tercera bala impactase. Procuró alejarse lo suficiente como para que el derrumbe fuera el menor de sus problemas. Fuera, sin embargo, la situación no era mucho mejor: la zona donde se erguía el faro era poco menos que un campo de batalla, donde la artillería se cebaba con el terreno.

Antes siquiera de que pudiera tomar distancia, Camille desvió su atención en dirección a los silbidos de los cañonazos, temiéndose lo peor. Efectivamente, una de las balas se dirigía directamente hacia su posición y, de no ser por los rápidos reflejos de la oni, quizá aquel hubiera sido el final de la escolta. No le dio tiempo a verlo, pero movida por su instinto de supervivencia se apresuró a defenderse hacia aquella dirección. Blandió la espada con una fuerza desmesurada, posible para ella incluso cuando portaba el arma en una única mano, y en lugar de cortar la bala la bateó para que volviera por donde había venido.

Reverso
BER302
BERSERKER
Defensiva Activa
Tier 3
2/9/2024
39
Costo de Energía
2
Enfriamiento
Una habilidad defensiva algo bruta en la que se buscará golpear una ofensiva con el dorso romo de la espada con tal de aplicar un impacto directo más que un corte, buscando Migitar el mayor daño posible. Y en el caso de lograr Mitigar por completo la ofenfensiva, con el mismo movimiento trazado para ejecutar la tecnica, lo extenderia golpeando al enemigo en caso de ser una ofensiva melee, efectuandole un Golpe Básico, adicional al limite del turno. O en el caso de ofensivas en base a proyectiles, retornando estos contra su ejecutor con el 50% de su daño original.
Defensa Pasiva + [FUEx2,6] de Daño Mitigado


Dudaba que fuera a llegar de vuelta a sus dueños, pero la potencia superó con creces a la del proyectil, mandándolo de regreso con una ferocidad incontenible. Tras esto bajó la mirada para asegurarse de que Meethook se encontraba bien, observando después los alrededores. Varios de sus compañeros parecían haber tenido que reaccionar a los cañonazos al igual que ella, teniendo la certeza de que uno había alcanzado a Octojin que, lejos de quedarse paralizado por la situación, se apresuró en ir a por sus agresores. Para ella estaban demasiado lejos, mucho más si debía ir a nado, pero para el tiburón sería coser y cantar.

Los que podáis id con él a por los barcos —les dijo sin soltar a Meethook—. Yo solo os ralentizaría y alguien tiene que quedarse con el abuelo. Nos veremos de nuevo en el barco.

Era un plan, o al menos sonaba como un plan. Quizá sería lenta, pero pobre de cualquiera que intentase acercarse a ella por el camino. Tan solo había una incógnita que debía resolver antes de emprender el rumbo de vuelta a los muelles. ¿Habría alcanzado al rubio algún disparo? Solo había una forma de averiguarlo.

¡¡¡ATLAS!!! —rugió el nombre como una bestia furiosa, dejando que su compañero fuera conocedor de su posición allá donde estuviera.

Resumen


Las Matemáticas


Estado
#9
Takahiro
La saeta verde
Tan solo pasó un instante, tan breve como el mismo suspiro de amante pensado en su enamorada, cuando la compuerta metálica comenzó a abrirse lentamente, emitiendo un leve chirrido bastante incómodo durante el tiempo que tardó en abrirse. Se notaba que la humedad del faro había hecho mella en la puerta, pese a que por su aspecto pareciera que estaba bien cuidada.

Nada más abrirse sonó una voz, que dejo ver un hombre que estaba más cerca de una residencia de ancianos que de la vida misma. Un señor muy bajito, cojo, manco y tuerto. El cliché de la piratería hecho persona.

¿Y lo dices tú? —comentó el peliverde con ironía al verlo—. Si parece que te han construido por partes y han perdido las mitad piezas.

A la grandullona parecía que tampoco le gustaba el hombre al que se había visto obligados a proteger, un pirata deshonroso. ¿Qué como sabía eso el suboficial? Era simple. La forma de mirarlo, la manera de dirigirse a él, la cara de asco… Eran, incluso, más severas y antipáticas que las formas a las que se dirigía a él, y no había que mirara con asco a nadie más. «Como se pase… Misión falida», pensó el marine, a sabiendas de que una hostia de la recluta podía mandar al anciano a hablar con el santísimo; si es que existía algo más allá de la muerte.

Fue en ese momento, cuando un zumbido resonó en la lejanía. Era un sonido familiar, pero que hasta que no estuvo más cerca no fue capaz de identificar. Todo tembló durante un instante, en los que el peliverde perdió el equilibrio, teniendo que apoyarse sobre la pared. Tras eso, un olor fuerte, como a huevos podridos inundó sus fosas nasales. Octojin tenía razón: olía a pólvora.

Parece que tu gente viene buscando tu cabeza—comentó el peliverde—. ¡Voy contigo, Octo! —le dijo, asintiendo con la cabeza, pero no sin antes mirar a Camille—. Si te ves en apuros, mejor tu vida que la de él —le dijo—. Después de todo..., es una rata. Si vendió a su gente para salvar el cuello, lo haría contigo por salvar su vida. 

Dicho aquello, a gran velocidad, con la mano puesta sobre la empuñadura de su espada, corrió tras el gyojin. Sobre tierra era más rápido que él, así que le cogió rápido hasta colocarse a su par. Lo cierto era que varias decenas de balas de cañón apuntaban al faro, lo que hizo ver al peliverde que debía haber más de un barco. Uno se vislumbraba al frente, que es al que se dirigía el habitante de las profunidades, Octojin, así que intentando afinar sus sentidos trató de buscar otro navío antes de lanzarse al mar, impulsándose con sus piernas tomando un ángulo de cuarenta y cinco grados, para alcanzar una mayor distancia de caída.

Tras eso, buscaría un barco y trataría de subir en él de alguna manera, sin llamar mucho la atención. A fin de cuentas, no iba vestido como un marine, sino con sus ropajes habituales y podía llamar menos la atención. ¿Qué no encontraba otro? Aprovecharía que estarían pendiente del gyojin para subir al barco que habían visto sin llamar mucho la atención.

Resumen
#10


Salto de foro:


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