Hay rumores sobre…
... un algún lugar del East Blue los Revolucionarios han establecido una base de operaciones, aunque nadie la ha encontrado aun.
[Común] [Pasado] Entre el Abismo y la Libertad (ft. Drake Longspan)
Jun Gunslinger
Nagaredama
 Primavera, día 18 - 724


[Imagen: tumblr_nnzie6EpNS1u3q9yxo1_500.gif]

El atardecer comenzaba a desplegar lentamente sus colores sobre el horizonte, como un pintor que con delicadeza mezcla los tonos en su paleta. Cielo y mar se fundían en un bonito degradé de matices anaranjados, rosados, violáceos. Las olas rompían con fuerza al chocar contra las rocas del acantilado que se extendía en las inmediaciones del Faro de Rostock; centinela silencioso que se alzaba a la distancia. El sonido del mar rugiendo al golpear la piedra era murmullo constante en el aire, pero más allá, en el agua tranquila, las gaviotas flotaban sin esfuerzo, surcando el oleaje y esperando, con paciencia, la oportunidad de atrapar algo para comer.

Sentada en lo alto del risco, observado como el sol se hundía despacio en el océano infinito, estaba Jun. El viento salado jugaba con su cabello azul, haciéndolo danzar a su antojo, mientras que las largas trenzas caían a sus espaldas y reposaban en el suelo rocoso. La joven se balanceaba ligeramente en el borde del acantilado, con sus piernas colgando sobre el vacío, mientras sus manos jugueteaban con una pequeña pieza de artillería improvisada que había creado esa misma mañana. Los engranajes y resortes chirriaban levemente entre sus dedos, pero su mente no estaba concentrada en eso. Una sonrisa traviesa cruzaba su rostro mientras imaginaba el caos que podría desatar con una de sus invenciones en un puerto abarrotado, o en la cubierta de algún barco desprevenido, sorprendido por un asalto. 

El mundo es demasiado grande para quedarse en un solo lugar —murmuró para si misma, bajando los ojos amatista a la altura de sus manos, donde la pequeña invención giraba y relucía a la luz del atardecer.

Estaba decidida a explorar cada rincón del planeta, a navegar por los mares dejando una estela de caos y fuego por donde pasara. Todavía no sabía como, pero de alguna forma lo haría, seguro. De alguna manera lograría lo que tanto anhelaba: vivir libre, sin cadenas, y que su nombre resonara en todos los mares del Grand Line.
#1
Drake Longspan
[...]
No importa si eliges la dirección equivocada
Aunque vivas dando tumbos
Al final el mundo es redondo.

Drake Longspan se detuvo en seco cuando la vio, allí, sentada al borde del acantilado. El viento agitaba su cabello azul mientras sus pies colgaban despreocupados sobre el vacío. Ahí estaba ella, tras lo sucedido con Jun Gunslinger, el chico pensó dos veces si acercarse de nuevo o no. A pesar de la distancia, aquel fuego interior que rodeaba al a chica era más que perceptible, Drake no entendía lo que era, pero si sabía de donde provenía.

De ella.

Y ahí estaba, jugando con alguna de sus pequeñas invenciones, perdida en sus pensamientos, mientras el atardecer pintaba el cielo de colores cálidos, una buena elección sin duda para ponerse a trabajar.

[...]

El tintineo de una moneda resonó levemente, elevando su mano, dejo que esta se posara sobre él, cayendo de cara. Elevó su mirada al cielo, suspirando, como pidiendo ayuda a alguna deidad para que le protegiera de lo que sea que fuese a ocurrir.

Hay destinos peores que la muerte, pensó antes de reírse ligeramente.

Sin decir ni una sola palabra, se acercó a la izquierda de la inventora, con una distancia de seguridad entre ambos, tampoco quería asustarla, solo hacerle entender que estaba ahí. Qué, sin quererlo, la había encontrado. No acercó sus piernas al abismo, quedándose un poco más atrás. Sentado con las piernas cruzadas y sus enormes brazos vendados sobre sus rodillas, se queda mirando hacia delante, como si temiese que aquellos ojos amatista le hagan perder de nuevo.
#2
Jun Gunslinger
Nagaredama
El sonido de pasos acercándose la sacaron de su superficial abstracción. Jun, que siempre estaba atenta, giró apenas la cabeza hacia la izquierda, observando de reojo por encima del hombro. Entonces lo vio, y lo reconoció de inmediato; Era Drake Longspan. No había vuelto a toparse con él desde lo sucedido en la taberna.

El muchacho se acercaba con calma y en silencio. Aunque cada uno de sus pasos tuviera el poder de hacer vibrar el suelo, los daba con tal precisión que el ambiente permanecía sereno, acompasado por el sonido del viento y el mar. Su sombra, alargada por la luz menguante del atardecer, se extendía sobre la roca cubriendo a Jun con un manto gigantesco. Sin embargo, ella no pudo notar amenaza en su presencia. A pesar de su altura imponente, el gigante avanzaba con la gentileza de quien sabe controlar su fuerza. Cada pisada era firme pero ligera, y sus movimientos cuidadosos como si no quisiera asustar a la muchacha ni romper la calma que ella había encontrado en ese afilado rincón del mundo.

Finalmente Drake se detuvo a la izquierda de Jun, manteniendo una distancia prudente, compartiendo la serenidad del atardecer sin perturbarla. No parecía tener mas intencion que la de estar cerca, sin interrumpir la paz del momento. Ella no dijo nada al principio, y él, después de un segundo, se sentó en el suelo rocoso y polvoriento, dejando el espacio justo para que ambos pudieran sentir la presencia del otro pero sin invadirla.

Jun volvió la vista al frente, fijándola ahí donde por un instante el sol derrite los limites que separan cielo y mar, tiñendo el azul de oro y escarlata.

Parece que no soy la única que necesita algo de aire fresco —dijo al fin, rompiendo el silencio.

Los dedos tamborileaban sobre la superficie de aquel artefacto metálico que tenía entre las manos, mientras sus botas golpeaban rítmicamente el borde rocoso del acantilado. Era un hábito suyo, esa necesidad inquieta de mantenerse en movimiento incluso cuando todo alrededor estaba en calma.

Acércate más —invitó—. ¿O acaso le temes a las alturas? 
#3
Drake Longspan
[...]
Drake Longspan esbozó una media sonrisa ante el comentario de la chica, aunque ella no lo vio. La invitación parecía una prueba de carácter más que una simple cortesía, y él lo sabía. Con un movimiento lento y medido, se inclinó hacia el borde del acantilado, sin prisa, dejando que su peso desplazara un par de guijarros que cayeron al vacío sin sonido alguno.

Las alturas nunca me han asustadole respondió, con una calma que parecía resonar en el viento.Lo que a veces da vértigo... es la compañía.

Se acercó un poco más, sin invadir su espacio, pero lo suficiente para que la brisa que los envolvía pareciera ser compartida entre ellos. Ahora sentado en el suelo, se quedó en silencio unos segundos, dejando que el paisaje hablara por ambos, mientras sus ojos viajaban al horizonte, donde el sol se derretía en el océano.

¿Sabes? De pequeño quería ir hasta los confines del océano, porque pensaba que el cielo y el mar se juntaban al final de todo, y podría navegar sobre el agua y las nubes. Para mi era como si las nubes hubieran construido el mar.

El chico sonrió de medio lado, apoyando sus brazos sobre las rodillas, como si estuviese meditando.

Luego comprendí que a una nube no se le puede pedir que llueva... Ocurre cuando tiene qué ocurrir.

Su tono se volvió ligeramente más amargo, se tomó unos segundos de silencio capaces de cortar hasta el mismo kairoseki para recomponerse. No debía olvidar la causa por la que estaba ahí. Dejó que sus palabras se disiparan en el viento, como si no esperara nada más que el eco del mar en respuesta. Había algo en su tono, en la manera en que lo dijo, que reflejaba una comprensión profunda, una aceptación del ritmo natural de las cosas. Drake no tenía prisa, ni intención de forzar nada.

Igual que este atardecer añadió luego, sin desviar la mirada del horizonte Ocurre cuando tiene que ocurrir. 

Fue en ese instante cuando decidió mantenerle de nuevo la mirada, tras su primera derrota en aquella taberna. Los ojos de Drake Longspan, de un tono rojizo, brillante e impenetrable, estaban hundidos bajo unas ojeras que hablaban de noches sin dormir, de largas vigilias y de pensamientos que no le daban tregua. Las sombras bajo sus ojos decían más que cualquier palabra que él pudiera pronunciar. Revelaban una fatiga que iba más allá del cansancio físico: era el peso de la experiencia, de decisiones tomadas bajo presión y de las heridas invisibles que nunca sanan por completo. Para Drake, la vida significaba pelear, y eso es lo que iba a hacer.

Pensaba que te habías ido, Jun ...
#4
Jun Gunslinger
Nagaredama
Jun resopló, esbozando una sonrisa torcida ante las palabras del gigante. No retiró sus ojos del atardecer, pero no le hizo falta mirar a Drake para darse cuenta de que había accedido a acercarse y ahora estaba, igual que ella, sentado al borde del abismo. 

El silencio entre ambos fue breve, porque él no se tardaría demasiado en volver a hablar. Jun lo escuchó sin hacer interrupciones, mientras contemplaba como el océano se tragaba los últimos rayos moribundos del sol. Sus palabras despertaron imágenes vivas de su propia niñez, de los sueños y fantasías que había imaginado durante años. Había algo en lo que Drake decía que por un instante le haría olvidar su hábito inquieto, dejándola inmóvil, y permitió que esa pequeña chispa de nostalgia la tocara, recordándole esos días en los que ella también se atrevía a soñar con lo imposible. Pero pronto, esa sensación fue reemplazada por una curiosidad mordaz, una que para ella era difícil de ignorar. 

Así que eras de los que soñaban con perseguir horizontes —comentó, mirándolo de refilón. Había un atisbo de burla en su voz, pero el tono era amable, y una sonrisa a medio formar asomaba en la comisura de sus labios rosados—. ¿Qué pasó después? ¿Te quedaste esperando a que lluevan las nubes?

Automáticamente Jun se mordió la lengua, porque sintió que sus palabras podían tocar una fibra sensible. Una parte de ella pensó en retroceder y dejarlo en paz, pero otra parte, la parte que siempre ganaba ansiaba saber más y descubrir los secretos que otros escondían, la empujó a seguir hablando.

Parece que los atardeceres te ponen reflexivo, poeta. Pero eso de las nubes… —hizo una pausa, como si saboreara la siguiente frase— me suena más a resignación que a poesía.

Entonces se cruzó de brazos, dejando que el artefacto metálico descansara en su regazo. Inclinó su cuerpo un poco más hacia la izquierda y sus ojos se estrecharon, enfocados en el perfil de Drake. Buscaba en su exhausta mirada escarlata algún tipo de reacción. No quería parecer demasiado agresiva, pero ahí estaba otra vez tomándose el atrevimiento de decirle cualquier cosa a un muchacho que apenas conocía. No entendía por que Drake todavía no le había dado un empujón para lanzarla al vacío. Pero así era ella, no estaba dispuesta a tragarse las palabras o dejar pasar el comentario sin más.

Quizás es cierto eso de que una nube llueve cuando debe —retomó, ahora con un tono más serio e introspectivo— que el sol se pone cuando debe, y bla bla bla. Entiendo eso de dejar que las cosas pasen cuando deben pasar —admitió, sin apartar la mirada de él— pero me pregunto si eso no es más que una excusa a la que algunas personas se aferran para no tomar el control y hacerse cargo de lo que realmente desean.

Para Jun, esperar no era una opción que considerara de primeras. Había algo en la idea de dejar las cosas en manos del destino que le resultaba insulso, casi cobarde. Ella ya había aprendido su lección, y se arrepentía cada día de haberse resignado a simplemente esperar por su amiga Juri y sentarse en ese muelle a ver como se alejaba en lugar de ir tras ella. A veces, hay que hacer que las cosas pasen.

Yo no creo en dejar que las cosas simplemente ocurran —sus ojos amatista brillaron, reflejando la franqueza de sus palabras—. Si quiero que llueva, no me sentaré a esperar por las nubes; Desataré mi propia tormenta.

Para terminar con su afilado monólogo, Jun respondió a las últimas palabras dichas por el gigante. Cambió de posición, recogiendo sus piernas y girandose un poco más hacia él, y finalmente se atrevió a soltar la última carta que había estado guardando:

Y pensaste mal... ¿Irme a dónde? Si aún no has construido mi barco. —remató, deslizando esa indirecta directa que combinaba desafío y diversión—. Más te vale que no sigas perdiendo el tiempo —le advirtió—. Ahora ya lo sabes, no soy de las que esperan por siempre. 
#5
Drake Longspan
[...]
Finalmente, el humano de los brazos largos soltó un suspiro, tan profundo como el abismo frente a ellos, antes de hablar.

Nunca se es demasiado enana como para tener esa impaciencia en el cuerpo. ¿Verdad? — dijo, con una leve sonrisa que suavizaba el borde de sus palabras, pero era mordaz al fin y al cabo.

Había una aceptación en su tono, como si estuviera dispuesto a lidiar con la impetuosidad de aquella Hafugyo. Drake Longspan se giró hacia ella, con sus ojos escarlata reluciendo, como si las llamas de Suzaku se reflejasen en sus pupilas.

No es resignación, aunque suene así. Es más bien… saber cuándo actuar. Las tormentas no las desatas tú sola, a veces tienes que esperar al momento adecuado para que el cielo se abra. ¿Poesía? Tsk. Más bien una dosis de realidad.

Drake Lonsgpan sacudió sus vendas de ambas manos antes de ponerse nuevamente en pie, ahí, al borde del acantilado, dio la espalda al atardecer, para enfocarse solo en el rostro de Jun Gunslinger. Sus botas negras guardaban restos de gravilla en sus suelas, por alguna razón, parecían adherirse a él como si fueran barro en sus zapatos.

Levantando su mirada, con una sonrisa más de un pícaro que de un ladrón, dejó que su lengua se soltase como un derrumbe de piedras, arrasando con todo a su paso sin posibilidad de detenerse. No ahora.

¿Sabes? No te creo. No quieres que te construya un barco. De hecho, estoy seguro de que si quisieras, podrías hacerlo tu misma.

Elevó su alargado brazo en dirección al artilugio que tenía Jun Gunslinger en sus manos, con dos codos acusadores.

O me dirás que eso no lo has construido tú. Por cierto... ¿Qué demonios es?

Relajó levemente su brazo, lo justo para doblarse como una manguera, curioseó unos instantes que quizás fueron lo suficientemente largos como para incomodar a la chica, o no. Puede que Jun no fuese tan protectora con sus creaciones como lo era aquel chico.

Tras dar un vistazo vertical, horizontal y diagonal de aquel artefacto, volvió a la carga, arrastrándose unos pasos atrás hacía el acantilado, sin caer, pateando la gravilla sus pies:

Pero eso no importa ahora. Jun Gunslinger, de Isla Kilombo, yo...

Su semblante aparentaba tener esta vez una gravedad exagerada, y entonaba cada palabra como si fuese una sentencia final. Su voz parecía resonar con una mezcla extraña de valentía y nerviosismo, y sus dedos vendados comenzaron a vibrar de emoción, temblando ligeramente, como si estuviera a punto de revelar algo profundo.

«Esos... Malditos... Ojos...»

Había algo en ellos que le gritaban al carpintero que se arrodillase ante ella, pero su voluntad era fuerte, y además, quedaría raro de narices. Fingiendo que se le había desabrochado el zapato, se apoyó en una sola rodilla, y aprovechando la comodidad, comenzó a rebuscar en el interior de su bolsillo, mientras clavaba su rodilla en el suelo en dirección a esos ojos amatistas.

Durante esos instantes, el silencio se apoderó del lugar, solo interrumpido por el rugido lejano de las olas...
#6
Jun Gunslinger
Nagaredama
¿Enana?

A Jun se le hinchó visiblemente la vena de la frente y, rabiosa, cerró la mano con fuerza alrededor de su llamativo artefacto. Sí, era impaciente, eso podía admitirlo... pero ¿enana? No señor, él era demasiado alto. Sosteniendo un foco sobre la cabeza podía ser, tranquilamente, el nuevo Faro de Rostock.

Aunque lo pensó, no se lo dijo. En vez de eso, le devolvió el gesto y esbozó una sonrisa que tenía lo mismo de grande que de irónica, antes de retrucar.

¿Sabías que lo bueno viene en envase pequeño? —Por ejemplo, el perfume... y el veneno también.

Jun analizó los gestos, la forma en que las palabras mordaces de Drake parecían querer encender la mecha corta de su paciencia. Había algo provocador en la manera en que le hablaba. No parecía enfadado, más bien parecía disfrutar de ese juego verbal tanto como ella. Peeero Jun era brava y no se dejaba amedrentar por nadie.

¿Esperar "el momento adecuado"? —repitió, haciendo una imitación pobre y horrible de la grave voz del muchacho. Su ceja azul, bien arqueada—. ¿Cuándo fue la vida tan generosa como para concederle a alguien "el momento adecuado"?— Para Jun, esa idea suya sonaba como otra simple excusa.

Drake se puso de pie, ignorando el majestuoso atardecer y plantándole cara a la Gunslinger. Antes de de que ella pudiera seguir hablando, continuó, deslizándose sin esfuerzo en su discurso. Desdafiante y curioso, estiró su larguísimo brazo y señaló la pequeña invención que la muchacha había apoyado sobre su regazo. Ella, recelosa, cogió rápidamente el objeto y lo escondió contra su pecho, sin dejar de sostenerle una mirada firme al gigante, que pretendía escudriñar.

Yo no construyo barcos —Negó, cuando por fin recuperó su espacio personal. Volvió la vista al artilugio y lo hizo saltar hábilmente entre mano y mano—. Mi rubro es otro —Luego, jugó con el objeto lanzándolo hacia arriba varias veces, atrapándolo sin mucho cuidado—. Y sí, esta es mi último invento. Es algo... explosivo. No sé explicarlo, pero si quieras puedo mostrarte lo que hace.

Sus palabras ambiguas invitaban a despertar la curiosidad del otro. Era como un juego para ella. Sin embargo, él no aceptaría su ofrecimiento de inmediato y tendría que dejar para otro momento esas ganas de probar su nueva creación. Aparentemente, había otras cosas que Drake quería decir.

Veo que te aprendiste mi nombre.

Un poco sorprendida y expectante, Jun alzó ambas cejas. Recordaba que cuando se conocieron, la joven se presentó como "Jun", a secas. No pudo evitar preguntarse si acaso las malas lenguas le habrían hecho fama. Si bien no le preocupaba que la gente hablara de ella, sí le picaba un poquito la curiosidad de saber que tipo de cosas podría haber oído Drake, o qué pensaría al respecto.

Las palabras finales del gigante se quedaron flotando en el aire y las arrastró la brisa, dejando una oración inconclusa. Jun lo miró atenta mientras él se agachaba de forma extraña, apoyándose sobre una rodilla y fingiendo atarse el zapato. La muchacha observó el movimiento y pudo notar la mano que se deslizaba hasta el bolsillo. No sabía a dónde quería llegar Drake, pero había algo en ese acto que le resultaba interesante.

¿Qué haces? —Una risita involuntaria se le escapó, interrumpiendo el silencio—. ¿Vas a pedirme perdón por subestimarme o piensas proponerme algo? —preguntó después, inclinándose ligeramente hacia él para conectar amatista con carmesí. Luego su expresión se tornó más filosa, más inquisitiva—. A ver con que me sorprendes, Drake  ojalá sea matrimonio—murmuró, jugando con los dedos entre la clavija de su pequeño artefacto.
#7
Drake Longspan
[...]
Drake Longspan mantuvo su postura en la que aparentaba atarse el zapato, o algo peor, con la mirada fija en Jun Gunslinger. Aunque su acción parecía trivial, en realidad estaba usando ese tiempo para prepararse para el momento crucial. Lo que necesitaba estaba en su bolsillo, esperando el momento perfecto para ser revelado.

Con la sonrisa aún en su rostro, Drake Longspan se enderezó lentamente, dejando que la brisa del atardecer despejara sus pensamientos. El escenario era casi poético: el sol descendiendo en el horizonte, el mar rugiendo a lo lejos y la figura de aquella chica, rebelde y desafiante, frente a él.

Cuando dijo que lo bueno venía en envase pequeño mientras claramente se le hinchaba la vena de la frente. Drake tuvo que hacer milagros para no soltar una carcajada. Por instantes, Jun le parecía un chihuahua con explosivos. Escuchó todo lo que tenía que decir de manera paciente, incluso su queja sobre la vida, tan... egoísta, tan viva.

Carraspeando, serenó su tono antes de lanzar la propuesta.

¿Sabes, Jun? No es común encontrar a alguien con tu habilidad y actitud. La mayoría bajaría los brazos con lo ordinario, pero tú... tú no eres de esas personas que se conforman. Eres como una chispa en la oscuridad, algo inesperado y emocionante. Como una explosión.

Drake Longspan hizo una pausa, observando a Jun mientras procesaba sus palabras. La brisa jugaba con sus vendas. Se inclinó ligeramente hacia adelante, como si se estuviera preparando para una proposición importante.

Te he estado buscando desde aquel día, primero para darte las gracias, segundo para enfrentarme a tí. Se que no solo eres hábil con las manos, sino que también tienes una voluntad que desafía lo convencional. La vida me ha dicho que el momento es ahora.

Drake Longspan se palmeó el pecho con una sonrisa pícara.

Puedo sentirlo. Y, por lo que he visto, tú eres exactamente esa persona. Tienes una manera única de abordar los problemas, algo que no se encuentra fácilmente.

El humano de los brazos largos dejó que sus palabras flotaran en el aire un momento, dándole a Jun tiempo suficiente para considerar lo que acababa de decir. La conversación hasta ahora había sido una danza de palabras, un juego de poder y persuasión. El chico sabía que no podía apresurarse, que debía presentar su propuesta de manera que resultara irresistible para alguien como Jun Gunslinger. Difícil, pero no imposible.

Ahora bien — continuó Drake, con su tono volviéndose más serio — La razón por la que estoy aquí, en este borde del acantilado, no es solo para intercambiar palabras contigo. Hay una oferta que quiero hacerte, algo que podría ser de tu interés. Pero antes de revelarla, quiero que sepas que es una propuesta seria. No estoy buscando a alguien que solo quiera pasar el rato; estoy buscando a alguien que esté dispuesta a algo significativo, a enfrentar desafíos que pondrán a prueba no solo sus habilidades... Hasta que la muerte nos separe.

Drake se inclinó ligeramente hacia un lado, como si se estuviera preparando para dar un paso hacia adelante. Su expresión era una mezcla de determinación y expectativa, una invitación implícita a que Jun se preparara para escuchar lo que tenía que decir. Lejos de sacar algo brillante, sacó un papel y un pequeño lápiz para tachar algo.

La vida no siempre te da momentos perfectos. A veces hay que crear esos momentos. Y eso es lo que te estoy ofreciendo: la oportunidad de crear algo grande, algo que podría cambiar la forma en que ves el mundo y la forma en que el mundo te ve a ti. No construiré tu barco, te unirás al mío.

Hizo una pausa, mirando a Jun con una intensidad que parecía atravesar el ambiente. Sus ojos rubies brillaban con una mezcla de pasión y determinación, como si cada palabra que dijera estuviera cargada de un propósito mayor.

Así que, Jun, quiero que consideres esto como una invitación a algo más grande. No te estoy pidiendo que tomes una decisión ahora mismo, pero te ofrezco una oportunidad para que te unas a una tripulación. Una oportunidad para demostrar al mundo que estás aquí. Y que no pueden abandonarte. Una tormenta de verdad.

El chico de los brazos largos se enderezó completamente, su expresión una mezcla de calma y expectativa. Sabía que la oferta que estaba haciendo era significativa, que podría cambiar el curso de una vida y el futuro de los mares. 

Drake dio un paso atrás, dando espacio a Jun para que procesara la oferta. El sol seguía su descenso en el horizonte, proyectando una luz dorada que envolvía la escena en una atmósfera casi mágica. Drake Longspan sabía que había planteado la oferta de manera que dejaba espacio para la reflexión, y ahora, todo lo que podía hacer era esperar a que Jun tomara la decisión que considerara correcta.

Si vas a lanzarme ese explosivo, avisa. Si quieres hablar, habla. No hace falta que me cuentes tu vida, la aprenderé con el tiempo.

La sonrisa de Drake se enterneció, no era común, pero ahí estaba. Los pies de aquel chico tenían gravilla acumulada, porque una cosa no quitaba la otra. Deseaba seguir su camino juntos, pero debía estar preparado para un final explosivo.
#8
Jun Gunslinger
Nagaredama
Jun no estaba acostumbrada a oír cumplidos. Tampoco los necesitaba. Ella sabía que era diferente, y la vida se había encargado siempre de recordárselo, por lo general de forma negativa. Sin embargo, que alguien viera en ella cosas positivas y destacara como "buenas cualidades" lo que otros consideraban sus defectos… era, como mínimo, inusual. Tanto así, que ante las palabras de Drake llegó a sonrojarse levemente, aunque ese rubor inesperado en sus mejillas traía también un colorcito de desconfianza.

Sus ojos brillaron, manteniéndose fijos sobre los del gigante. No podría interrumpir el silencio porque, como pocas veces le sucedió en la vida, Jun se había quedado sin palabras. 

¿Hasta que la muerte nos separe? —repitió en su mente, desconcertada por la intensidad de semejante declaración. Por un momento, pensó que Drake estaba desvariando—. ¿De qué diablos esta hablando? ¿Por qué siempre se me pegan los locos?

El bueno de Drake, todavía arrodillado y ajeno a los pensamientos de la peliazul, sacó de su bolsillo papel y un lápiz. No era lo que Jun se esperaba, pero sin dudas ver eso le regresó el alma al cuerpo. Al menos no era un anillo. Sacudió la cabeza. ¿Por qué demonios pensaba en un anillo? 

Por un momento fugaz, permitió que su propia mente divagara, e imagino brevemente como sería la cotidianeidad de una vida a su lado, si llevara un anillo en el dedo anular; Drake alcanzando las latas más altas en los estantes, abriendo las tapas de los frascos de mermelada para ella. Sus piernas sobresaliendo de la cama o de cualquier fornitura no adaptada a su tamaño, Jun usando sus camisetas como vestidos, subiéndose a un banquito para poder verlo cara a cara. Los marcos de cada puerta de la casa abollados por tanto cabezazo accidental.

Sacudió la cabeza otra vez, y se cubrió la boca con el dorso de la diestra, para ocultar una risa diminuta que se quiso escapar ante lo chistoso y simple de aquella visión. Que tontería.

"No construiré tu barco" le dijo él, "Te unirás al mío".

Fue entonces cuando el rostro de Jun se iluminó de pronto, con una sonrisa brillante, genuina, gigante. Ese era el tipo de proposiciones que le emocionaban. Sin embargo, inevitablemente, de nuevo le picaba la curiosidad. Drake ya no sonaba como el joven que conoció días atrás, en la taberna. Algo había cambiado en él: sus ojos escarlata, aunque cansados, brillaban con una intensidad diferente, y su voz y su manera de hablar llevaban un peso que no había percibido antes. Le gustaba ese Drake, y por eso le regaló una sonrisa sincera. Pero pero algún motivo todavía le generaba cierta desconfianza. Jun era, al fin y al cabo, una muchacha que había aprendido a no bajar la guardia con facilidad.

¿Por qué cambiaste de opinión? —le preguntó, cuando finalmente sintió que era capaz de hablar.

Jun era la definición de "selfmade". Forjada y moldeada en las entrañadas Kilombo, un lugar donde las oportunidades no le llegaban a todos y en ocasiones había que arrancarlas a la fuerza. Aprendió de muy pequeña a no esperar que la vida le ofreciera las cosas en bandeja de plata. Todo lo que tenía, Jun lo había conseguido y construido con esfuerzo, con ingenio, con astucia, con agallas. Así que ahora, enfrentada a la posibilidad de un cambio tan definitivo y que le caía mágicamente del cielo, sentía cómo las viejas defensas se alzaban.

Su mirada se desvió un segundo hacia el horizonte. No es que esa desconfianza le produjese una sensación de rechazo, sino más bien de tensión, como si supiera que pronto iba a desencadenarse algo difícil de controlar. El océano continuaba rugiendo y golpeando la pared de roca, su voz siempre presente, siempre poderosa, y de cierto modo se reflejaba también en lo que había escuchado.

Se pasó una mano por el pelo azul, despejando su rostro y sus ojos amatista mientras soltaba una larga exhalación. Drake aún la observaba, esperando una respuesta, y aunque por fuera Jun parecía mantener la calma, dentro de la joven las ideas se agolpaban. Su corazón latía un poco más rápido de lo normal, producto de la adrenalina de quien sabe está a punto de tomar una decisión importante.

Una tormenta de verdad —repitió para sí misma, saboreando las palabras que Drake había usado. No era solo la posibilidad de salir de la isla lo que la tentaba, sino la idea de que alguien, finalmente, había visto en ella algo más que su habilidad para crear explosivos y soltar balazos. Había cierto respeto en la forma en que Drake la miraba, y eso era algo que no había sentido en mucho tiempo.

La brisa marina susurró en sus oídos, y sintió que el surco del horizonte la llamaba, con una fuerza irresistible y magnética. Una vez más volvió la vista hacia el gigante, que la miraba, expectante. No la presionaba, pero tampoco se había echado atrás. Jun estaba considerando su propuesta, sin embargo, aunque solía ser impulsiva, eso no era algo que ella haría a la ligera.

Había una única razón por la cual aún se mantenía anclada a la isla: Juri. No podía irse sin asegurarse de que su la joven no volviera y encontrara un puerto vacío, sin Jun para recibirla. Últimamente vivía con el presentimiento latente de que su amiga estaba pronta a regresar. Podía ser cualquier día, a cualquier hora, en cualquier momento. Y por eso Jun debía mantenerse  expectante, su corazón cargaba con esa promesa.

Tú me agradas —le dijo, y de un brinco se puso de pie. No alcanzaba a igualar su altura, desde luego, pero ella no se sentía pequeña a su lado. Por el contrario, en su mente y corazón se sentía casi tan imponente como él. Estiró el cuello hasta donde su anatomía se lo permitía, buscando fijar la mirada en aquellos ojos carmesí, como si la conexión visual pudiese fortalecer lo que estaba a punto de decir—. Pero no soy de las que se suben al primer barco que pasa por el puerto —Dejó que sus palabras fluyeran como la brisa y la marea, tomándose un momento para observar su reacción—. Aunque tu oferta es atractiva, antes de decidir nada, tengo una condición. Hay una cosita que debo resolver.

No sentía que le debiera explicaciones, ni a él ni a nadie. Pero al mismo tiempo pensaba que Drake merecía, al menos, una pequeña ventana a sus motivos. Quería hacerle entender que su reticencia no era precisamente una negativa, sino un stand by.

Veras... hice una promesa —continuó, su tono ahora más grave. Con el  puño cerrado sostenía firmemente su artilugio explosivo—. Y hasta que no la cumpla, no puedo abandonar esta isla.

No necesitaba decir más que eso. La decisión estaba tomada. No era un "no", pero tampoco un "sí" inmediato. Su promesa a Juri la mantendría atada a Kilombo un tiempo más, pero la idea de unirse a una tripulación prometía ser la oportunidad que podría cambiarlo todo para ellas dos. Sabía que la espera era incierta, mas una corazonada le decía que el momento llegaría más pronto que tarde.
#9
Drake Longspan
[...]
El ahora pirata mantuvo su postura calmada, pero dentro de su mente, cada palabra de Jun resonaba en su psique, guardada en él por el resto de sus días. Podía leer el peso de sus pensamientos en la forma en que sus ojos amatista vacilaron al mirar el horizonte, como si allí, entre el rugido del mar y el cielo interminable, existiera una respuesta. No era la primera vez que veía a alguien debatirse entre el llamado de la libertad y un deber personal. Pero aquella chica con temperamento de chihuahua no era como los demás. En ella había una chispa, algo impredecible que hacía que incluso él, alguien acostumbrado a observarlo todo con cierta distancia, sintiera una conexión extraña. Aquella voluntad...

Cuando escuchó las palabras "Hice una promesa", el ambiente pareció cambiar. Ya no se trataba solo de un enfrentamiento de voluntades ni de una negociación. Era mucho más. Jun Gunslinger estaba lidiando con algo profundo, algo que la mantenía anclada a esta isla más allá de cualquier otra motivación. Y aunque no compartió todos los detalles, Drake entendió que esa promesa era inquebrantable para ella. Ese tipo de lealtad, pensó, no era algo que se encontrara todos los días.

Esa promesa que el no pudo cumplir.

Drake la observó fijamente, percibiendo los leves cambios en su expresión, los momentos de duda y la decisión firme que brotaba de sus palabras. Fue entonces cuando se dio cuenta de algo. Ese artilugio explosivo en su mano, agarrado con fuerza, era más que una simple herramienta de su oficio. Era una extensión de ella misma, de su naturaleza, de su forma de enfrentar el mundo. Y, aunque Jun lo sujetaba con la familiaridad de quien lo había usado cientos de veces, algo en la tensión de sus dedos le hizo sentir una preocupación inesperada.

Drake Longspan entrecerró los ojos, fijándose en cada pequeño detalle, desde la postura de Jun hasta su leve tensión de la mandíbula. Diablos, era ruda, y quizás a futuro atractiva...

«No estoy buscando que se lastime... Mierda.»

Su mente repasaba rápidamente posibles escenarios y barajaba multitud de opciones. A pesar de su naturaleza superviviente y de su habilidad para manejar situaciones complicadas, no podía evitar sentir una preocupación genuina por lo que ese explosivo representaba. Especialmente de la persona que sujetaba ese explosivo. No era solo un objeto en sus manos, sino una señal de los riesgos que ella estaba dispuesta a correr.

El humano dio un pequeño paso hacia adelante, acercándose a ella, agachando levemente su cuerpo, de nuevo no lo suficiente como para parecer invasivo, pero lo bastante cercano como para que sus palabras tuvieran peso. Jun Gunslinger podía darle un bofetón si quisiese.

Jun...

Su voz se volvió más suave, como si tratara de penetrar las defensas que ella había construido con el tiempo, porque si, se podía hacer la dura... ¿Pero más dura qué la piedra? Já.

No puedo pretender entender todo lo que te ata aquí, ni la magnitud de esa promesa que mencionas. Pero hay algo que no puedo evitar sentir. Ese camino que eliges, el de cumplir con lo que prometiste a alguien, es algo admirable. De verdad, es algo que respeto profundamente...

Sus ojos carmesí se posaron en el explosivo que ella sostenía. Drake sabía que las palabras adecuadas en el momento adecuado podían marcar la diferencia, y ahora, más que nunca, necesitaba que ella entendiera su preocupación sin que sonara como una imposición. Conociéndola, se metería con él, pero ese chico estaba acostumbrado a recibir golpes. ¿Que podría hacer una mocosa como esa?

¿Puedes prometerme algo? Prométeme que tendrás cuidado. No soy de los que intervienen en los asuntos de los demás... pero no puedo evitar preocuparme un poco cuando veo a alguien como tú, cargando tanto en sus hombros y, además, sosteniendo algo tan jodidamente volátil en sus manos...

Drake Longspan levantó sus brazos a modo de broma, como si estuviese siendo detenido.

Aunque no sé cual de ustedes dos es más explosivo. Tsk.

Una leve sonrisa cruzó su rostro, pero esta vez no era la sonrisa pícara que solía mostrar, sino algo más genuino, más... humano. Había aprendido, en su vida, a no involucrarse demasiado. Pero aquí, frente a esa chica, no podía evitar sentir que quizás, por primera vez en mucho tiempo, había encontrado a alguien con quien las reglas podían ser diferentes.

La brisa del océano seguía golpeando con fuerza, como si quisiera intervenir en la conversación, arrastrando las palabras que no se habían dicho. Drake permaneció en silencio por unos segundos, dejando que el peso de lo que Jun le había confesado se asentara entre ambos. Sabía que no podía obligarla a unirse a su tripulación en ese momento, pero también sabía que esta no sería la última vez que sus caminos se cruzarían.

Finalmente, con un tono más ligero, pero cargado de sinceridad, Drake inclinó la cabeza levemente hacia un lado, observando directamente los ojos de ella, esperando captar una señal, una promesa implícita.

Me agradas, Jun. No te pediré más de lo que estés dispuesta a dar. Solo quiero saber una cosa...

El chico hizo una pausa, como si calibrara las palabras antes de decirlas. 

¿Te volveré a ver de nuevo? Porque la tormenta puede esperar, pero no me gustaría que desaparecieras antes de que podamos verla juntos.

Drake Longspan se quedó quieto, esperando su respuesta. Y en esa quietud, el atardecer continuó su lento descenso, como si el mundo mismo estuviera conteniendo la respiración junto a él...
#10


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