Hay rumores sobre…
... que en una isla del East Blue, hay un prometedor bardo tratando de forjarse una reputación. ¿Hasta dónde llegará?
[Aventura] [A-Presente] Pelillos a la mar [Tier 3]
Hyun Yeon
Tsubaki no Ken

Son días curiosos para ser marine en Loguetown. Curiosos y atareados. El G-31 parece un hormiguero que alguien haya pisoteado: un clamor de actividad frenética recorre sus pasillos desde buena mañana hasta entrada la noche. ¿A qué se debe esta conmoción? Principalmente a toda una serie de tareas aparentemente no relacionadas. En las últimas semanas, la capitana ha ordenado no menos de nueve redadas y más de una decena de operaciones en el mar del archipiélago. De hecho, tal vez hayas oído que alguno de tus compañeros han sido enviados a estas tareas. A su vez, el resto de soldados han sido movilizados para realizar una limpieza general de la base y realizar más patrullas de las habituales a lo largo de la ciudad. Los calabozos están a rebosar de criminales menores y borrachos.

Son muchos los rumores sobre a qué se debe esta inusual situación, aunque el más repetido es que pronto habrá una inspección general y se espera dar la mejor imagen posible. También has visto rondar por el interior de la base a un civil, un mink león con una gabardina vieja, un sombrero fedora y gafas de sol gastadas. No sabes quién es, pero parece tener alguna clase de vínculo con el Gobierno o al menos con la base, pues posee una autorización firmada por la capitana Montpellier para deambular por las instalaciones a su gusto. Tal vez sea algún agente del Cipher Pol o alguna otra clase de funcionario gubernamental, pero en cualquier caso, su presencia es otro enigma más.

En cualquier caso, a ti te han dado una tarea inusual para hoy. En medio de estas complicadas semanas, no esperabas que escoltar a VIPs fuese aún una prioridad, pero parece que lo es. Mientras desayunabas, un mensajero te ha entregado una orden firmada por la capitana: el famoso vicealmirante marine, Bâtard Morelli, está en la ciudad y va a visitar el Casino Missile. Se te ha ordenado estar allí a media tarde y escoltar al vicealmirante. Tus órdenes son asegurarte de que nada perturbe la visita de Morelli, que está de vacaciones.

Dado que acabas de desayunar, aun tienes la mañana libre para prepararte o hacer lo que desees antes de tu tarea. Aprovecha como quieras este tiempo libre que te ha caído de la nada, pero estate preparado para la tarde. Vas a tener el honor (o la carga, según como lo veas) de escoltar a un marine de alto rango.

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#1
Ray
Ray
Personaje

Inventario

Cosas


Día 28 del Verano del año 724

Los últimos días en el Cuartel General del G-31 habían sido cuanto menos ajetreados. Y calificarlos así era realmente quedarse corto, ya que la cantidad de redadas y operaciones especiales llevadas a cabo por los marines de la base bajo las órdenes de la Capitana Montpellier era absolutamente desorbitada en comparación con los niveles previos de actividad que solían tener. El motivo de todo esto no estaba claro, pero había coincidido sospechosamente en el tiempo con la llegada al Cuartel de un misterioso mink león que vestía con una gabardina y un sombrero y que, por alguna razón, disponía de una autorización firmada de puño y letra por la Capitana para desplazarse a su antojo por cualquier rincón de las instalaciones de la Marina. El joven peliblanco había deducido que sería alguna clase de empleado del Gobierno Mundial enviado al G-31 por algún motivo que desconocía. Era curioso, sí, pero no encontraba ninguna otra explicación que tuviera sentido.

Y en mitad de aquella interminable cola de tareas, un mensaje que llevaba también el sello y la firma de su superiora le fue entregado en el desayuno. En la misiva Montpellier le informaba sobre la presencia en la isla del célebre Vicealmirante Bâtard Morelli, así como de que le ha sido encomendada la misión de asegurarse de que su estancia en Loguetown no se veía alterada por nada. A decir verdad le resultaba ligeramente molesto tener que hacer de escolta de alguien importante simplemente para que nadie le molestara, pero por otro lado... No sabía mucho sobre el Vicealmirante Morelli, pero su nombre era conocido a lo largo y ancho del mundo como uno de los marines más poderosos y admirados. Su nombre, así como su apodo, "El Rayo Verde de la Marina", eran pronunciados a menudo con admiración en el Cuartel General. El joven no recordaba en aquel momento ninguna de sus hazañas, pero estaba más que seguro de que le habían contado alguna de ellas en más de una ocasión. Sin embargo sus ocasionales problemas de atención habían hecho que no fuese capaz de evocar en su mente ninguna de aquellas batallitas que había oído.

Al parecer el oficial iba a visitar el Casino Missile, un lugar que el peliblanco no conocía. Era de los pocos sitios de la isla que aún no había visitado. El concepto de apostar dinero en juegos de azar en los que tan fácil era ganar como perderlo todo le resultaba ajeno por completo dado su pasado. Para alguien que había vivido en la más absoluta pobreza y que había tenido que vérselas y deseárselas para conseguir algo que llevarse a la boca resultaba inconcebible arriesgarse a perder el dinero que tanto le había costado conseguir en un simple juego en el que, además, la pericia, habilidad o inteligencia no tenían ningún papel y todo dependía de la fortuna.

Dado que iba a tener que trabajar durante la tarde, el joven marine aprovechó la mañana para descansar. El sol brillaba con fuerza aquel día, y en el cielo no se veía una sola nube, por lo que Ray pudo aprovechar para hacer una de las cosas que más le gustaban: tumbarse sobre la hierba sin camiseta y simplemente dejar que los rayos del astro rey acariciasen suavemente su piel. No se durmió, pero sí alcanzó un estado de relajación tal que nada podía perturbarle.

Finalmente, cuando llegó la hora indicada el peliblanco se dirigió hacia el infame templo del vicio al que le habían encargado acudir. Sentía una mezcla de hastío ante la aparente levedad de la misión que se le había encomendado y emoción por conocer en persona a una de las actuales leyendas de la Marina. ¿Habría algo que pudiese aprender de él? Seguro que sí.
#2
Hyun Yeon
Tsubaki no Ken
La espera junto a la puerta del casino es un poco molesta. El sol brilla con fuerza y el calor antes reconfortante del mediodía se ha vuelto una quemazón intensa y molesta. A lo mejor eres de los que prefiere el calor, pero probablemente agradezcas entrar y poder resguardarte a la sombra. En cualquier caso, con tu uniforme y parado ante el casino destacas más que un azulejo en una cabaña de madera. De vez en cuando ves pasar alguna patrulla de fondo y algún soldado o sargento te saludan de pasada, siempre con la deferencia adecuada a tu rango. Loguetown se siente extraña estos días. Hay demasiada actividad y demasiada calma al mismo tiempo.

La cantidad de gente que entra y sale del casino puede llegar a, por un momento al menos, hacerte preguntarte si verás venir a Bâtard. Sin embargo, cualquier posible miedo al respecto acaba siendo infundado. Aunque va vestido de civil, su silueta es inconfundible. Lo poco que sabes de su apariencia viene de los periódicos y del informe de la capitana, pero ahora ves que no le hacían justicia. Un enorme mink lobo de pelaje verde, de más de tres metros de altura y corpulento como poca gente. Aun si su pelaje o especie fuesen menos llamativos, sus imponentes músculos, tamaño y su innecesariamente prieta camiseta de asas hacen difícil no reparar en él.

Cuando se aproxima a la puerta, te das cuenta de que no va solo. Le acompaña una mujer pálida, de cabello oscuro recogido en una coleta y con un traje de noche negro. Parece que charlan animadamente de algo. El mink tiene una sonrisa en sus fauces lobunas que, sin embargo, se congela cuando te ve. Suspira, gruñe suavemente y dice - Creía haber dejado claro que no quería niñera. ¿Es tan difícil entender que un oficial quiera vacaciones? - te mira de arriba a abajo y niega con la cabeza - Siento que hayas venido por nada, chico, pero tu capitana debería aprender a tomar un no por respuesta. Me da igual lo que diga o sus planes para contentar a Ethan, no viene conmigo. He exigido privacidad y la tendré.

Tras estas palabras, el mink se gira violentamente hacia la puerta. La mujer se te queda mirando unos segundos más a los ojos. Tiene un aspecto anodino, tal vez de constitución ligeramente enfermiza, pero algo en ella te provoca un escalofrío por un instante. No sabrías decir qué ha sido. Sin decir nada, la extraña inclina la cabeza a modo de saludo y entra tras el vicealmirante. ¿Y ahora qué? Tus órdenes son explícitas. ¿Insistirás y le seguirás, le cuidarás las espaldas discretamente o te volverás al cuartel con las manos vacías?
#3
Ray
Ray
El calor fue aumentando según el día avanzaba hasta tornarse abrasador. Incluso para alguien como él, que adoraba las temperaturas cálidas y los soleados días de verano, empezaba a resultar algo excesivo. El sudor perlaba su frente pese a no estar haciendo el más mínimo esfuerzo, y el joven comenzó a pensar que tal vez estaría más a gusto en el interior del enorme edificio. Pero aún no podía hacerlo, debía esperar a que el Vicealmirante llegaba.

Mientras estaba allí plantado, aguardando la aparición de su superior, varias patrullas cruzaron la zona. En todas ellas al menos una o dos personas le saludaron al pasar, haciendo gestos de respeto en señal a su rango que, si bien no era muy elevado, sí lo era más que el de la gran mayoría de marines en la ciudad. Al peliblanco, no obstante, aquellas cosas le daban igual. Para él el rango militar era un invento de la Marina, y no hacía a quien lo portaba más o menos respetable. Cada persona era digna de respeto, y solo sus acciones podían decidir si merecía mantenerlo o no, pero unas medallas en la solapa o unas hombreras en la capa eran algo completamente absurdo. Él mismo tan solo había ido ascendiendo por dos simples motivos: que le resultaría más fácil tener la influencia suficiente para conseguir cambiar el mundo a mejor desde un puesto de cierto nivel y que, cuanto más alto estuviera en el escalafón, menos tendría que aguantar que inútiles con ínfulas como Shawn estuviesen constantemente diciéndole lo que tenía que hacer.

Estando distraído en sus pensamientos el tiempo pasó rápido hasta que una inconfundible figura hizo su aparición. Los pocos conocimientos que tenía acerca del aspecto del Vicealmirante Bâtard Morelli eran más que suficientes, pues su apariencia era lo suficientemente llamativa y peculiar como para no dejar lugar a la duda. El joven de cabellos plateados no imaginaba que fuera posible encontrarse con muchos más minks lobo con el pelaje de un verde brillante. Y por si ese color no fuera lo bastante chillón y particular, el tamaño y musculatura del oficial le hacían aún más inconfundible. De más de tres metros de alto, en torno a uno más de lo que medía Ray, el Vicealmirante parecía casi una torre entre personas normales. Además su prominente y definida musculatura y su anchura de espalda y hombros, junto a lo cuidado de su postura, le daban un porte que perfectamente se podría calificar como majestuoso.

No obstante había un detalle en su vestimenta que, más que hacer lucir aún más su aspecto, le daba un toque ligeramente cómico y hasta posiblemente algo ridículo. La camiseta de tirantes que llevaba era tan desmesuradamente ajustada que daba la sensación de que fuera a reventar en cualquier momento ante la presión de los impresionantes músculos del oficial. Este iba acompañado por una mujer humana. De piel pálida y cabellos oscuros recogidos en una sencilla coleta, así como una delgadez que rozaba lo extremo, llevaba un elegante vestido de noche de color azabache.

En cuanto los ojos del Vicealmirante se encontraron con los suyos su sonrisa se esfumó al instante. La distendida conversación que parecía estar manteniendo con su acompañante cesó, dando paso a un suspiro y un sutil gruñido por parte del mink. Este comenzó entonces a refunfuñar acerca de que había indicado específicamente que no quería ni necesitaba a nadie cuidando de su seguridad mientras estuviera de vacaciones. Acto seguido interpeló directamente a Ray, animándole a darse la vuelta e irse por donde había venido y negándose en redondo a que le acompañara, afirmando fehacientemente que había contestado siempre negativamente a la insistencia de la Capitana Montpellier en que tuviera un guardaespaldas.

Entonces, ignorando ya por completo al peliblanco, pasó a su lado dirigiéndose hacia el interior del casino. La mujer que le acompañaba se detuvo apenas un segundo a mirarle, pero en cuanto lo hizo Ray sintió algo extraño. Un escalofrió recorrió su cuerpo de arriba a abajo. No sabía por qué, pero aquella chica no le daba buena espina. No pudo evitar pensar que tal vez estuviera intentando acabar con el Vicealmirante durante sus vacaciones, y que para ello estaba primero ganándose su confianza ya que resultaba imposible que alguien con su constitución fuera rival en un combate justo para el famoso militar.

Así que el joven marine supo exactamente lo que debía hacer. Y por suerte contaba con las capacidades adecuadas para ello. El Vicealmirante había dejado claro que no quería que le acompañara, así que debía mantenerse fuera de su vista, y por supuesto también de la de su misteriosa acompañante. No podía estar demasiado cerca, pero tampoco tan lejos como para no darse cuenta si pasaba algo. Y además debía obedecer a su capitana, que le había encomendado esa tarea. Por lo tanto dejó pasar unos pocos segundos y, poco después del mink y la mujer, entró también al casino en el más absoluto de los silencios. Si no cometía errores, gracias a sus habilidades como ninja lo más seguro era que no notasen su presencia, y podría estar lo suficientemente cerca como para actuar en caso necesario.

Suterusu
NIN300
NINJUTSU
Pasiva
Tier 3
Los ninjas son expertos en el arte del sigilo, por eso siempre que lo deseen serán capaces de moverse y actuar sin emitir ningún ruido con el fin de no poder ser escuchados y pillar por sorpresa a sus enemigos.Siempre que se ataque desde el sigilo o desde un ángulo obtendrá un aumento en su siguiente acción ofensiva de +5 Agilidad y +20 de daño. Adicionalmente los ataques desde puntos ciegos que el usuario ejecute causarán un penalizador de -5 Reflejos en adversarios que no puedan detectarlos con alguna técnica o habilidad.


Resumen
#4
Hyun Yeon
Tsubaki no Ken
Entrar en el casino resulta un alivio inmediato con respecto al calor de fuera. En cuanto a otras sensaciones... es un lugar distinto a lo que conoces, en muchos sentidos. Las luces parpadeantes, los sonidos de las máquinas tragaperras, la enorme cantidad de gente concentrada. Te cuesta un poco adaptarte al caos del lugar, pero por otro lado, eso te ayuda a entrar sin que ni el marine ni su acompañante te vean. No es muy difícil, por otro lado, al menos en la zona de la entrada. La afluencia de gente entrando y saliendo ayuda y, aunque eres algo más alto que la mayoría de la gente, no tanto como para que tus habilidades y entrenamiento no puedan compensarlo. En contraste, seguir al gigantesco marine es sencillo. Basta con no perder esa espalda verde que sobresale entre el gentío.

Tras el recibidor, la pareja pasa por una sala con máquinas tragaperras y una zona de cambio de fichas. Tras cambiar lo que parece una cantidad obscena de berries (por parte de ambos, no parece que les falte el dinero), guardan sus fichas y cruzan una puerta hacia la sala principal. Allí es donde las cosas cambian totalmente. Desde la puerta, una gran escalera baja hacia una sala de grandes proporciones llena de toda clase de juegos de casino: mesas de blackjack, ruletas, más máquinas, baccarat, dados, póker, bingo... hay incluso una zona de apuestas donde un visual den den mushi está retransmitiendo una carrera de perros. También hay juegos más extraños y complicados que no terminas de entender cómo funcionan. En uno, un grupo de personas tiran dados mientras dos gallinas comen granos sobre la mesa. A veces una de las gallinas se caga y algunos de los jugadores lanzan sus dados en un orinal y sacan nuevos. Es raro. En el centro de la estancia hay un escenario, en este momento vacío y, en un piso superior en la pared por donde habéis entrado, un palco. No tienes claro qué función cumple, tal vez en ocasiones en el escenario se representen obras de teatro o haya conciertos. Ahora mismo está vacío.

Al principio, Bâtard y su acompañante se pasean por la sala, parece que intentando decidir a qué jugarán. Tras un rato, deciden ponerse a jugar a un juego de cartas. Aquí, a diferencia de en la entrada, necesitarás pasar desapercibido de alguna manera. Es decir, hay mucha gente, pero la mayoría están en mesas o en las máquinas y no hay nadie uniformado. Ya me contarás cuál es tu táctica para camuflarte.

En cualquier caso, al principio no ocurre nada sospechoso. La mujer y Bâtard parecen cercanos en algún sentido, parecen llevarse bastante bien. Al cabo de algo menos de una hora, algo cambia. De repente un foco ilumina el escenario y un hombre de mediana edad con pelo largo canoso y aspecto de vaquero se sube al escenario con varios miembros del personal de seguridad del casino. Salvo por un grupo de ludópatas y de gente más interesada en sus partidas, la mayoría se vuelven para prestar atención

- ¡Buenas tardes, Loguetown! ¡Buenas partidas veo hoy! Algunos hasta han logrado no perder fichas contra la casa - dice en tono jocoso, sacándole risas a parte del público. Escuchas a alguien preguntar algo así como "y ese quién es", a lo que otra persona le responde "Es Patrick Sorvolo, el dueño" - Ya sabéis qué hora es, ¿verdad? ¡Es la hora de nuestro gran juego del...!

De repente, las luces se cortan. Todos los aparatos eléctricos fallan y la sala se queda a oscuras. En medio de las quejas y gritos de rabia (principalmente desde la zona de las tragaperras), captas un sonido peculiar: el de algo recorriendo el aire rápidamente. Esa cosa, sea lo que sea, pasa desde detrás tuya algo por encima de tu cabeza (¿un metro, más, menos? Apostarías a que por ahí o más, pero tampoco apostarías mucho) y se pierde hacia el frente. Pocos segundos después, entre los sonidos de caos, la luz vuelve. Al principio todo parece igual, obviando a la gente que se ha levantado o a quienes se quejan, pero algo ha ocurrido. En el escenario, el guardia de seguridad a la derecha de Sorvolo está en el suelo, con una daga clavada en el pecho. El dueño del casino parece en shock por un momento, pero recupera pronto la compostura. Da un par de órdenes rápidas a sus empleados y varios se van corriendo, mientras otros dos cogen al herido para llevárselo.

- ¡Siento el inconveniente, queridos jugadores! Me temo que se ha desvelado la sorpresa del juego de esta tarde. Algún actor ha entendido mal las instrucciones y empezado antes de tiempo nuestro juego de descubrir al asesino. Por las molestias, todos recibiréis quinientas fichas, cortesía de la casa. ¡Seguid apostando! Pronto arreglaremos este asunto y os traeremos un nuevo juego.
#5
Ray
Ray
El Casino era un lugar tan extravagante como Ray había imaginado o incluso más. Estaba lleno de gente, lo que facilitó que pasara desapercibido entre la muchedumbre. De este modo fue capaz de seguir los movimientos del Vicealmirante y su misteriosa acompañante sin que ninguno de ellos reparasen en su presencia. Sin embargo para el joven de cabellos plateados resultaba muy sencillo mantener a su superior localizado en todo momento, pues su enorme altura y su pelaje verde brillante le convertían en una especie de oveja negra en mitad del rebaño, tremendamente fácil de identificar incluso en los lugares más multitudinarios.

Tras pasar la primera sala, en la que tan solo había máquinas tragaperras muy similares a las existentes en locales mucho más pequeños y menos sofisticados, el oficial y la mujer que iba con él se detuvieron en un puesto de cambio de fichas. Allí ambos demostraron su descomunal poderío económico intercambiando por aquellas fichas para jugar una cantidad de berries muchas veces superior a la que Ray había visto en su vida. Desde luego, estaba claro que el sueldo de un Vicealmirante daba para mucho a juzgar por el comportamiento de Bâtard. Lo que desconocía por completo era de dónde provenía la riqueza de su compañera.

Al pasar tras ellos el joven se vio obligado prácticamente por la situación a cambiar unas pocas monedas por aquellos curiosos ítems que servían para ser apostados en el juego. Al parecer sin fichas no se podía acceder a la siguiente sala, por lo que por mucho que le pesara tuvo que dejar allí una parte de su dinero. Siendo alguien que se había criado en la extrema pobreza, e incluso durante varios años en las calles del Reino de Oykot, nunca entendería cómo alguien podía jugarse tan alegremente lo que tanto le había costado ganar, así que tan solo intercambió la mínima cantidad permitida por el establecimiento. Acto seguido se quitó la casaca de marine, dejando ver la ajustada camiseta sin mangas que llevaba debajo. Esta marcaba a la perfección su tremendamente definida aunque no demasiado voluminosa musculatura, confiriéndole un aspecto aún más intimidatorio. Dobló la casaca como pudo para que los símbolos de la Marina no quedaran a la vista y ató las mangas en torno a su cintura para dejarla allí colgada.

Al entrar en la siguiente estancia el joven se quedó anonadado. La cantidad de distintas formas de juego que allí se ofrecían era a todas luces excesiva, con una oferta tan amplia que resultaba imposible siquiera fijarse en todas ellas. Observó cómo el mink lobo y la mujer se sentaban en una mesa en la que se realizaba alguna clase de juego de cartas, y miró rápidamente a su alrededor buscando un sitio desde el que pudiera mantener su vigilancia sobre ellos y que estuviera situado a su espalda a una distancia prudencial de unos diez metros. Una vez lo encontrara se sentaría, fingiendo interés en el juego que le tocase pero sin dejar de mirar hacia todas partes.

Tras un rato en el que el joven estuvo tremendamente tenso mientras mantenía su vigilancia en mitad de aquella desorbitada cantidad de distintos estímulos, un hombre hizo una teatral aparición en el centro de la sala, saludando a todos los clientes allí reunidos. Al parecer se trataba nada más y nada menos que de Patrick Sorvolo, el dueño del establecimiento. Pero en mitad de su discurso las luces se apagaron por completo repentinamente. Casi por instinto Ray utilizó su control total sobre los poderes de su Akuma no mi para dejar que unas antenas brotasen en su cabeza. De ese modo, gracias a los diferentes estímulos sensoriales que captaban estos órganos, podría compensar la falta de vista. Gracias a ello percibió el movimiento de algo, un objeto de pequeño tamaño que pasó a gran velocidad aproximadamente a un metro por encima de él.

La luz volvió un instante después, revelando que el objeto volador era un cuchillo, una pequeña daga. Esta había cruzado la sala hasta acabar hundiéndose en el pecho de uno de los guardias de seguridad de Sorvolo. Por instinto, sin pensar, el marine activó su Haki de Observación y miró hacia la dirección de la que había provenido el proyectil. Era fácil deducir el lugar aproximado desde el que procedía teniendo en cuenta su posición y la de la víctima, así como la altura a la que había percibido que había pasado sobre él. No sabía qué era lo que estaba ocurriendo, pero lo descubriría. El frívolo chiste con el que el dueño del Casino intentó quitar hierro al asunto no le convenció lo más mínimo de que todo formaba parte de la normalidad como al parecer así quería hacer pensar al resto de sus clientes. Tampoco quería perder de vista a Bâtard, pero según lo que la mezcla de estímulos percibidos por su vista, sus antenas y su Haki le dijera, seguramente tendría que elegir entre continuar protegiéndole o intentar esclarecer lo ocurrido.

Resumen y cosas
#6


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