Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
[Común] Luna de miel en-cubierta
Tofun
El Largo
10:11 , 21 de Verano del año 724
Alta mar.

Pepe, deja de comerte al chino. ¡Pepe! ¡PEPE!

Me desperté entre sudores. Tardé unos segundos en recomponerme y ubicarme. La primera noche en mi nuevo hogar no había sido tan tranquila como esperaba. Había soñado que Pepe devoraba a mis cuatro amigos tontattas, quienes inexplicablemente estaban vestidos de uvas. ¿Por qué Pepe se comía a mis amigos? Todavía tenía los recuerdos cruzados, fruto de la frenética boda y los cientos de litros de alcohol que había consumido. Rizzo se desmayó, la orquesta tocaba con dos de sus miembros vomitando en sus gaitas, y no hablemos de cómo terminó el pastel… ¡Menuda fiesta!

Me giré de un lado al otro en la cama. ¡Joder! No podía creer lo cómoda que era esa cama. El colchón parecía hecho de nubes rellenas de algodón. Lo cierto es que todo en el barco era extremadamente lujoso. Gregoria, con sus 104 años, no había escatimado en gastos. Todo lo había dispuesto tal como le había pedido.

Lo mejor de todo era que Gregoria estaba a bordo, decía que para los días que le quedaban, que quería vivir aventuras. Claro, ella no sabía que la misión en el Reino de Oykot era un poco más peligrosa de lo que le había contado. Pensaba que íbamos en una especie de viaje turístico con “ligero contacto revolucionario”... Quizás omití mencionar lo de la destrucción de una presa o el asalto al castillo.

¿Qué son esos planos que hay en el barco? — me preguntó antes de embarcar. — Eh… Decoración. Para ambientar, ya sabes. Todo de lo más chic —Respondí, con la mayor cara de póker que pude poner mientras me preguntaba si a los 104 años las preguntas no deberían ir dirigidas a cosas como "¿Dónde están mis gafas?".

No habíamos dormido juntos esa noche. Yo quería acostumbrarme a mi nuevo cuarto. ¡Tremendo cuarto me había preparado Gregoria! Estaba en un espacio secreto dentro del palo mayor del barco. Tenía un piso que conectaba con el puesto de vigía, mi trabajo abordo, y que bajaba hasta la bodega, mi próximo lugar favorito. No sé cuántas veces haría ese trayecto… pero apuesto que en la mitad estaría borracho.

Mi habitación era un paraíso tontatta: una cama cómoda (que me tragaba literalmente, pero en el buen sentido), lugares donde guardar mi dinero y mis pertenencias  y lo mejor, una bañera de vino. ¡Sí, una bañera de vino! ¿Qué más podía pedir? Comida, por supuesto. La habitación estaba equipada con comida de sobra y barriles de alcoholes variados. También había una mesa para comer, porque soy un tontatta civilizado. Ah, y no olvidemos las macetas decorativas. Sí, porque uno siempre necesita macetas cuando se está en una misión peligrosa disfrazada de luna de miel. La habitación también tenía ventanas en los lugares más estratégicos. Una junto a la bañera, así podía relajarme mientras miraba al horizonte, y otra junto a la cama para ver si había algo interesante afuera mientras dormía. También había una puerta que daba a una especie de pasillo exterior. Ahí es donde podía salir, estirar las piernas y comunicarme con la tripulación.

Me levanté con cuidado, tratando de no tropezar con la torre de botellas vacías que había acumulado anoche. Me quité el pijama de ositos blancos que me regaló Gertrudis en la boda. Era un detalle bonito… un tanto perturbador, pero bonito. Me dirigí a la bañera de vino. Me sumergí de inmediato y, tras un relajante baño, donde aproveché para beber lo que quedaba de vino a sorbos, me sentí renovado. Listo para la acción. Era el momento de vestirme. El atuendo de barman que uno de mis amigos tontattas me regaló en la boda me esperaba colgado con elegancia. Mientras me lo ponía, sonreí al recordar las palabras de Gregoria: "Sigues igual de feo pero vas tan elegante que pareces mi mayordomo…" A lo que respondí: "Sí, pero con más estilo."

Nos dirigíamos al Reino de Oykot, en una misión secreta con el Ejército Revolucionario. Claro, todo el mundo creía que íbamos en una luna de miel, y yo no iba a ser quien les quitara esa ilusión. Salí a mi pasarela de un salto, sintiéndome más vivo que nunca. Respiré hondo, dejando que el aire fresco me despejara lo último de la resaca. Miré a mi alrededor, sin saber quién estaba por allí, y grité con toda la energía que pude reunir:

¡¡¡¿¿¿Quién quiere unos chupitos???!!!

En la boda no pude mostrarlo, ya que quería evitar cualquier percance con la Marina, pero hoy era el día perfecto para revelarlo. Mi obra maestra, el destructor de hígados, el azote de estómagos, el rompe-esfínteres, el destroza-caries… El Ascensor.

[Imagen: Screenshot-2024-09-16-17-45-24.png]

Uso ajeno: Si un personaje accede a tomarse "El ascensor" tendrá un pequeño viaje Astral y se pasará 3 turnos teniendo todo tipo de alucinaciones. Da igual el tipo de resistencia o virtudes que este tenga. Solo si el usuario accede, es para roles sociales y de risas.

Outfit

Habitación Tofun

IMPORTANTE
#1
Asradi
Völva
La boda había sido el no va más. Entre el jolgorio, la fiesta y, sobre todo, la comida y la bebida, Asradi había perdido prácticamente la noción del tiempo. Y también un poco la percepción del tiempo y del espacio. Había bebido tanto que no estaba segura de cómo había llegado hasta ese lugar. Seguramente alguien la habría cargado. Quizás Ragnheidr o algo así. O cualquiera. No quería ni saberlo. De hecho, ¿dónde narices estaba?

Mi cabeza... Ugh... — Sentía que el estómago le daba más vueltas que un remolino en medio del océano.

La sirena se despertó prácticamente en cubierta, detrás de unos barriles de suministros. Olía a cerveza, a alcohol. Eso o ya tenía el olfato echo un asco después de tantas bebidas que se había metido, por banda, durante aquel desmadre de fiesta. Por inercia se llevó una mano a la frente, cuando un acuciante mareo la golpeó en el momento en el que trató de erguirse. Todo le daba vueltas y el dolor de cráneo era considerable. ¿Cuánto había bebido? Generalmente tenía buen aguante, pero aquello había sido un desfase total. Se frotó los ojos, con unas marcadas ojeras. La resaca iba a ser bonita, de eso estaba segura. Se miró y vió que estaba totalmente descubierta. Es decir, la cola al aire libre y sin ningún tipo de prenda que la cubriese, y la disimulase.

¡Ah, joder! — Bueno, de perdidos al río. Ubben, Airgid y Ragn ya conocían esa faceta. Se suponía que Tofun era de confianza. Y... ¿Quién más iba allí?

Espera, ¿dónde estaba exactamente? Los ojos azules de Asradi se entornaron, ahora buscando enfocar mejor el lugar donde se encontraba. Vale, estaba en la cubierta de un barco que no conocía o que, al menos, no recordaba. Pero tenía vagos recuerdos de la noche anterior mientras el grupo, ella incluída, iban caminando desde el lugar de la ceremonia hacia el puerto, donde el navío se encontraba amarrado.

No tenía que haber mezclado, si es que no aprendo... — Musitó, regañándose a sí misma. En ese instante la voz chirriante del tonttata le sacó un gruñido por lo bajo. Y un nuevo martillazo a su dolor de cabeza. — Por todos los océanos, no grites... — Casi lloriqueó. Sentía que se le iba a abrir la cocorota con todo ese ruido.

Sí, tenía aguante para beber, pero las resacas terminaban con ella, como bien se estaba pudiendo comprobar ahora. Miró hacia arriba o, más concretamente, donde el barbudito se encontraba, alborozado y ahora ofreciendo chupitos por doquier. Ella negó con la cabeza. Si Tofun estaba ahí, suponía que estaban en el barco que la vieja le había regalado. Y hablando de la vieja... ¿Dónde estaba? Mejor no lo pensaba.

Yo no, ya bastante alcohol he tenido para varios días. — De tan solo pensar en meterse más le provocaban náuseas. Al menos el aire fresco del mar le ayudaba a espabilarse poco a poco. Si tomaba más, no prometía absolutamente nada ni se responsabilizaba de nada.

Ya había bebido suficiente la noche anterior, había estado divertido, pero ya... No más por unos cuantos días o semanas. O meses.

Asradi tomó aire y, tras unos momentos, se irguió sobre su cola. Hubiese sido una vista magnífica y exótica si no fuese por la mala cara que tenía. Y con aquellos pelos, que ahora intentaba arreglar peinándose con los dedos casi en automático.

Necesito un baño. — Y de manera urgente. Por algún motivo se sentía pegajosa. No recordaba haberse echado alcohol por encima, ¿verdad? No, mejor no lo pensaba. Sería mucho más sano para su mente. Y para su dignidad, si es que todavía le quedaba un poco de eso.

¿Dónde están los demás, por cierto? ¿Han llegado enteros aquí también? — Preguntó, dirigiendo ahora su mirada azul hacia Tofun.

Cositas para la habitación de Asradi
#2
Ragnheidr Grosdttir
The Storm
Las fiestas ... Ser el alma de las mismas no siempre es fácil, para un humano. Por suerte para la historia, un Buccaneer tiene más aguante y sorprendentemente, los hombrecillos pequeños, más todavía. Era increíble lo sorprendente que podía ser la naturaleza. ¿Cómo podían existir seres con tal aguante, pero paradógicamente con cuerpecitos del tamaño de una botella de Hel? (Bebida que se fabrica en Elbaf). La boda fue un desmadre, como siempre terminaban las fiestas. El todopoderoso vikingo, no solo se emborrachó como si el alcohol fuera agua, si no que buscó desde el momento cero emborrachar a todo aquel que se aproximara a su titánico cuerpo. Sobre todo a los que conocía. Ubben siempre tuvo alma de borracho o eso creía Ragn, pero no recordaba que fuera muy difícil hacerle entrar en razón para beber, sin embargo con las mujeres si que había que ser muchísimo más incisivo. Ya fuera para la búsqueda de la cópula o la simple razón de que bebieran más de lo adecuado. Eran reticencias constantes, uno debía picar piedra casi a diario.

Los recuerdos eran vagos. Bailaban en la mente del rubio. Peleas ... Pepe siento montado por las uvas como si fuera un caballo ... Encuentros poco amistosos con los marines ...

Estaba en cubierta, en formación de estrella, es decir; Tirado con brazos y piernas lo más abiertas posibles. No tenía nada encima, iba completamente desnudo, eso sí que no lo recordaba, para nada. Al intentar incorporarse, sintió una punzada de dolor agudo en la boca. Tenía todo el pecho bañado de sangre y de ... ¿Agua? De no ser por alguien, seguramente hubiera muerto ahogado. — Pepe ... — Pensó, provocando que mostrase una ligera sonrisa sangrienta al relacionar a su salvador con Pepe. No hay nada más penoso en esta vida que hacerte gracia con tus propias ocurrencias, le sucedía mucho a Ragn. La decadencia hecha persona, se levantó, tambaleándose en el proceso. La voz de Tofun y la de Asradi le avisaron de que no estaba solo. Como si le importara mucho enseñar cacho. Escuchar que el enano quería seguir bebiendo, le fabricó una nueva sonrisa, aunque esta mucho más apacible. Sintió de nuevo el picor entre los dientes ... Así que comenzó a quitarse cristales de la boca que aún tenía clavados. Ragn tomó lo más parecido a un asiento que pudo, que era un barril grande y se sentó en el mismo. — No tenerrr rrropa. — Se sacudió la cabeza y con ella los cabellos rubios. — Gud... Hodet mitt gjør vondt som en helveteshund har banket i det hele natten. — Comentó con la boca pequeña.

Con confianza, tomó el chupito, aunque en principio no se lo bebió. Lo dejó en su mano derecha. Tofun parecía querer darlo y joder, qué menos. — ¿Tú no caerrr, eh? — Lo conocía poco, pero siempre había bebido junto a Tofun, era un patrón clarísimo. Sin embargo, aunque Ragn aguantara lo suyo, el pequeñajo era una roca inamovible en cuanto a bebidas. Que Nosha hubiera maldecido al vikingo con el ego de medirse constantemente con casi cualquier varón a cualquier cosa, era indudablemente, una maldición. Se pensó dos veces beber aquel licor, el que Tofun le preparó en la boda le tuvo casi una hora buscando hadas entre la hierba, ¿quería volver ahí?

Con toda la sabiduría que le quedaba, dejó el chupito en su propio asiento, tras levantarse el de nuevo. Estiro los músculos, después buscó a Airgid, pero no la encontró. Es que a saber donde está, igual se ha muerto por ahí, nadie parecía recordar una mierda, salvo ... Tofun ... — Qué acorrrdarrr tú, Tofun. — Asradi pasó por allí. ¿Sabes la típica situación en el cole, cuando pasa una niña guapa y tienes que ser el más chuleta? bueno, la vida no era muy diferente. Se metió "El ascensor" de un sorbo, luego levantó la mano para saludar a su compañera. El efecto fue como un tiro en la frente, inmediato. — Joder, no se ha maquillado hoy, debe ser eso ... Por las barbas de Odin. — La cara de Asradi era un espanto, quizás por no poderse duchar… Puede que la noche anterior le pasara factura de verdad ... ¿Le faltaba maquillaje? El maquillaje transformaba a las hembras. Apartó la mirada de ella, tapando la boca con la mano, víctima de un aumento de las pulsaciones inmediatas. Volvió a mirar y le pareció ver que Pepe tenía mucha mejor pinta por la mañana que ella. Por allí estaba el perro, atusándose los rizos otra vez con un peine. Venga ya eso no podía ser real, pero era la segunda vez que lo veía. ¿Las alucinaciones tenían recuerdos? ¿Eran como una memory card?

Decidió centrarse en Tofun, mirarlo, mirarlo muy fijamente, la mirada de la desesperación. Tenía que dejar de beber.

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#3
Airgid Vanaidiam
Metalhead
A diferencia de otras personas cuando se emborrachaban en exceso que olvidaban lo que había ocurrido la noche anterior, Airgid lo recordaba todo. Y mira que había bebido, y mezclado, y bailado, y tomado de todo lo que se le había puesto por delante. Quizás era un don, una habilidad única y especial de la rubia, pero nunca le había pasado de olvidar lo sucedido por culpa de una borrachera. La mujer se había echado a dormir en la cocina a conciencia, sabía que era el primer lugar que buscaría cuando se despertase a la mañana siguiente. Y es justo lo que ocurrió. Abrió los ojos lentamente, tuvo que frotárselos con las manos para poder abrirlos del todo, y cayó en la cuenta de que estaba encima de la mesa de la cocina tumbada. Ya no llevaba el traje de piruleta que se puso para la boda, sino que iba en bikini. ¿Cuándo se había puesto ese bikini? Ah, sí, cuando Ragnheidr y ella casi acabaron tirándose al mar completamente borrachos... menos mal que al final no lo hicieron.

Se incorporó y como bien había predicho, lo primero que buscó fue la nevera. En el interior del frigorífico habia tres botellas grandes de refresco que Airgid no tardó en adueñarse. Tomó una de ellas y se la metió entre pecho y espalda en un momento, de un solo trago, un litro entero. Aunque no tuviera esa típica pérdida de memoria de después de la borrachera, sí que tenía un poco de resaca. La bebida gaseosa la ayudó a sentirse mejor, era como pura energía entrando en su cuerpo gracias a la cafeína. A ella le gustaba imaginarse que era como si sus músculos fueran una pila que necesitaba ser recargada, y era lo que acababa de ocurrir. Un chute de cafeína gigantesco nada más despertar, pues pa' qué más. Tiró la botella vacía al suelo y tomó las otras dos que quedaban dentro, cargando una con cada mano, como si fueran dos bebés.

Así cargada, sorprendentemente fresca para todo lo que había ocurrido la noche anterior, salió a la cubierta. Iba descalza, tenía el pelo algo alborotado pero brillante, aún decorado con algunos clips de golosinas y vestida con aquel bikini de color negro. Supuso que en cubierta era donde se encontrarían los demás, y no se equivocó. Allí estaban, al menos Tofun, Asradi y Ragnheidr de momento. Espera. ¿Por qué estaba Ragn en bolas? A ver, no es como si fuera una queja, tampoco es como si fuera la primera vez que le veía desnudo, por algún motivo el rubio tenía una facilidad increíble para acabar siempre sin ropa. Una habilidad que siendo sinceras, Airgid agradecía en el fondo. Si es que solo había que mirar ese puto cuerpo serrano, sin hablar de la herramienta que tenía entre las piernas. Eso sí que era una llave inglesa. — ¡¡¡BUENOS DÍAAAAS!!! — Saludó la rubia con una enorme sonrisa en la boca, lanzando un estruendoso grito que retumbaría por todos lados. Era increíble cómo aún con resaca era un remolino de energía y sobre todo, de positividad. — ¿Aún estáis de fiesta? Me meo con vosotros. — Soltó al ver cómo Tofun estaba repartiendo chupitos, echándose una carcajada. Asradi pasó de la invitación, de hecho parecía que quería retirarse para ir a darse una buena ducha que le despejara la cabeza. Por otro lado, Ragnheidr aceptó el chupito como todo un hombretón. La rubia dio un par de saltitos para llegar a donde estaban ellos. Aprovechó el momento de pasar por el lado de Ragn para darle una palmada en una de sus descubiertas nalgas. — Vas a acabá sacándole un ojo a alguien. — Le lanzó un guiñito de complicidad, ya sabéis a qué se refiere. — Trae pa'cá. — Le pidió a Tofun, dejando una de las botellas de gaseosa y abriendo la otra. Luego tomó el chupito, se lo metió en la boca, solo que antes de tragar, también se echó un buen chorreón de refresco, creando la mezcla en su propia boca.

Fue casi instantáneo, al momento de tragar empezó a ver cosas raras de repente. — A...Asradi... ¿tienes tres tetas? Ah no, espera, ¿tienes una cola en el pecho? — Las visiones iban cambiando, lo que al principio creía que era un tercer pecho luego fue evolucionando, transformándose en una cola de sirena que nacía de su entreteto. Sumado a que todo el fondo, esa zona de la visión donde no centraba la vista, iba cambiando de colores y deformándose. Llena de curiosidad, miró ahora hacia Ragnheidr. ¿Qué vería en él? Su mente le creó de repente un casco sobre la cabeza, era como un cubo de basura de metal... con el que se tapaba el rostro... — Yo... yo a ti te he visto antes. — Le dijo, completamente ida, pero más certera de lo que se imaginaba. También se hizo exageradamente musculoso, y bueno, lo que vio cuando le miró las partes mejor no mencionarlo. Al mirar a Tofun, de repente el pequeño que había conocido ahora era un hombre de metro ochenta con cuatro brazos que salían de su costado. En cada mano sujetaba un chupito diferente y a Airgid le dieron ganas de probarlos todos. No pudo evitar soltar una risilla. — ¡Más, más! — Le exigió a su nuevo colega.

Off

Virtudes y defectos
#4
Umibozu
-
21 de verano del 724 a las 10:08,
Alta mar,
East Blue.


La fiesta se había extendido hasta la noche anterior. Me sorprendía que aquellos humanos hubieran podido resistir tanto. Cierto era que a partir del segundo día ya apenas bebían y se arrastraban más que andaban, pero había sido toda una proeza. Yo, sin embargo, hasta la noche del tercer día no había caído bajo el influjo del alcohol a esos niveles. Tofun era una despensa inagotable de alcohol, pero no tenía la capacidad para emborracharme rápidamente. Menos aún si tenía que compartir con más personas. Sin embargo esa mañana hasta el ruido de las olas chocando contra el casco del Alborada me molestaba. Aquello era un martilleo constante en mi embotada cabeza - ¡Grrrr! - me llevé las manos a las sienes en el medio gruñido, medio bufido. El sonido grave y gutural volaría por toda la cubierta de la embarcación; quizás alguno de mis nuevos compañeros me hubiera escuchado puesto que ya empezaban a despertar.

El primero en aparecer sería Tofun. Aquel nanoplancton era tremendamente resistente para su pequeño tamaño y una gran caja de sorpresas. Su diminuto tamaño estaba a la par de su gigantesca leyenda. Jamás nadie pensó que un cuerpo tan pequeño pudiera albergar un  personaje tan grande. A las palabras del tontatta siguieron las de Asradi, la sirena del grupo. Recordé haberla reconocido al instante en la boda. A pesar de su más que elaborado y bien disimulado disfraz, esa cola era un distintivo muy peculiar para alguien de mi raza. De alguna manera, podía decirse que éramos primos. Y ya se sabe lo que reza el dicho de los primos…Me giré para meter dentro del rango visual al grupo, quizás con ellos consiguiera distraerme y olvidarme del dolor de cabeza. No era el peor de mi vida, pero seguía siendo molesto. Nada que ver con el estado del resto del grupo, a excepción de Tofun que parecía completamente inmune a los efectos del alcohol, que parecían medusas dejándose llevar por la vida más que seres autónomos. El vikingo de nombre impronunciable, al final las veces que había tenido que dirigirme a él había sido por el nombre acortado de Rag, estaba desnudo en posición estrellita de mar en la cubierta. Llevaba desnudo día y medio ya. Como siguiera así pasaría a ser la gamba más grande que había visto en mi vida cuando el Astro Rey atizara con fuerza y castigara con vehemencia su nívea y paliducha piel. Me levanté y avancé un par de pasos, ventajas de ser tan grande, hasta donde estaba el resto del grupo. El barco a pesar de su tamaño se tambaleó ligeramente por la falta de contrapeso - ¡Yeeeee pescao! ¡Ten cuidao! - gritó El Chino con fuerza desde la boca de Pepe. El pobre perro se había resbalado y chocado contra el mástil de la vela mayor. El golpe había hecho que El Chino se clavase un colmillo el cánido y diera contra su paladar - ¡Pepe! - el cuadrúpedo escupió al enano.

Puse la palma de la mano para que nuestro barman particular colocase el chupito que nos ofrecía. Todos ellos todavía me debían tres días de fiesta, pues claramente se lo habían pasado mejor que yo. Acompañando a la rubia y al vikingo, pero a diferencia de ellos, lancé el recipiente a la boca y tragué sin preocuparme de los vidrios. Era algo completamente insignificante. Inmediatamente los ojos comenzaron a hacerme cosas raras. Y mi fuero interno sentí como crecía y dominaba la idea de que todo este tiempo había vivido una mentira. ¿Un Wotan? ¿Un monstruo marino? ¡Ja! ¡Y un tentáculo de medusa! La verdad ahora se presentaba ante mí nítida y clara. ¡Era un alga! Me puse a cuatro patas y comencé a mecerme suavemente al delicioso vaivén de las corrientes marinas al tiempo que con la boca hacía el sonido del mar - Juiiiish…. Huuughhh… Jujs… - las membranas de mi cuerpo bailaban también independientes unas de las otras.

-¡Ha salido sangre! - el Máquina, el lider del escuadrón tontatta, salía sosteniendo un pañuelo manchado de sangre en el hombro de la anciana esposa de Tofun, que sonreía feliz de ver a su nuevo esposo rodeado de sus amigos. Por muy variopinto que fuera el grupo.

Ojos de Umibozu


Notas




#5
Tofun
El Largo
Hoy era un día para contemplar… contemplar el éxito. Me había convertido en el distribuidor oficial de viajes. Astrales, claro. Toda persona en cubierta que se me acercaba recibía su Ascensor. Y menudo Ascensor.
  • ¿Que eres un vikingo culturista con problemas de gases? ¡Pum! Viaje directo a las estrellas.
  • ¿Que eres un tontatta? ¡Pam! Viaje intergaláctico.
  • ¿Otro? ¿Y otro más? ¡Pim, pam, pum! La fábrica de ascensores no paraba.
  • ¿Que eres una rubia despampanante? Viaje también para ti, faltaría más.
  • ¿Y tú? ¿Una calamidad marina de 15 metros de altura? Doble viaje. A ese cabrón le metí dos sin que se diera cuenta.
¡PEPE! Ven aquí, chiquillo...

Ni Pepe se iba a salvar hoy. Los tenía a todos a mi merced, como piezas de mi puzzle del caos. Le di un chupito a Pepe, porque hasta los mejores depredadores necesitan un empujoncito astral de vez en cuando. Las únicas que habían salido indemnes a mis encantos etílicos eran, evidentemente, mi esposa y la sirena.
La sirena, ahí, tranquilita, diciendo que necesitaba un baño. ¿Un baño? ¡Lo que necesitas es un Ascensor, mujer!

— ¿Y tú, sirena? ¿Por qué no bebes, serena? Para no abrirte de piernas, ¿eh?

Dije con cara de pillín… y sólo entonces me di cuenta de que ese comentario tenía más de un sentido. Oops. Me encogí de hombros y pasé página. Entré en mi cuarto, saqué una silla y luego un taburete. Me senté con los pies sobre el taburete, elevando mi estilo a otro nivel. Levanté la mano derecha y, desde mi pulgar, dejé caer un vino reserva Blackmore. ¿Qué cómo sabía ? Sabía delicioso, para qué os voy a engañar. Tan delicioso que me había costado 35 años en prisión. Pero eso es otra historia.

Me lo bebí lentamente, observando el espectáculo desde mi posición privilegiada. Hoy no era mi día para pasar a la acción. No, hoy sería testigo del caos, el vigilante de la diversión, el sumo sacerdote de la resaca ajena. El grupo prometía, aunque últimamente no habíamos sentado cabeza. 

Cita:
  • Gertrudis: mi esposa, la voz de la experiencia… 104 años de experiencia, para ser exactos. 
  • Los piezas: El Chino, Piqui, Miqui y El Máquina. Cuatro veteranos que sabían cómo hacer las cosas "a la vieja usanza". Estaban locos, pero eran nuestro contacto oficial con el Ejército Revolucionario.
  • Pepe: La bestia, el depredador, la mole… y mi montura personal. Un fichaje de última hora, pero vaya fichaje. Podría cargarme hasta con un ataque de hipo.
  • Ragnir: El músculo del grupo. Un tipo con una historia más interesante que la mía, y eso ya es mucho decir. A pesar de nuestras múltiples diferencias, encajábamos. 
  • Umibozu: El titán del mar. Más resistente que un acantilado. Literalmente. Si le tirabas un barril de ron a la cabeza ni se inmutaba, igual hasta se lo bebía, y en cuanto a resistencia etílica, sin duda era el número dos.
  • Ubben: Cada vez que decía su nombre me sonaba de algo… ¡y su cara también! Tengo una conversación pendiente con ese tipo.
  • Airgid: Más brava que Ragnir. Decidida, comedianta, fiestera. Era de esas tipas que estaban tan fuera de mi liga que ni me molestaba en intentar seducirla. Simplemente, le dejaba ser.
  • Asradi: La sirenísima serenísima. Siempre tan tranquila. Aún no sabía mucho de ella, pero su imaginación, al menos, parecía ser abundante. Alegre, sí, pero aún no me atrevía a hacer juicios definitivos.

Desde mi posición privilegiada, seguí observando al personal. Saludé a mi esposa desde la lejanía, con una sonrisa sincera, levantando la mano izquierda, la libre, por supuesto, porque la derecha estaba ocupada con el vino. Esperaba que no metieran a Gregoria en este asunto. A ella le divertía el desfase ajeno, pero ya estaba muy mayor para pegarse estas fiestas tan continuadas.  A pesar de que se muerte implicaría acceso a su herencia, no quería que ocurriese, que cambios del destino...
#6
Asradi
Völva
Sí, un baño le vendría que ni pintado. Le ayudaría a espabilarse y a pensar fríamente.

— ¿Y tú, sirena? ¿Por qué no bebes, serena? Para no abrirte de piernas, ¿eh?

El camino que Asradi estaba siguiendo, directamente, hacia las duchas (o ya directamente hacia el mar) fue interrumpido por ese desafortunado comentario de Tofun. No creía que lo hiciese a mal, o de manera consciente, pero la sirena se detuvo a medio camino, todavía dándole la espalda. ¿Habíamos dicho algo antes de la dignidad? ¿De que no sabía cuánta le quedaba después de la boda? Porque no tenía recuerdos claros de lo que había hecho después de todo el jolgorio de días posteriores al enlace de Tofun y Gertrudis?

Bueno, pues la dignidad se iba a ir al garete porque el orgullo de la habitante del mar comenzó a inflamar su pecho.

Sin mediar palabra, se dió la vuelta, ahora encarándose a Tofun mientras los ojos azules de la fémina de cola de tiburón se iban entornando. Lenta y peligrosamente. La tonalidad clara que siempre esgrimía en su mirada se había tornado de un gris azulado tormentoso. No era de las que soliesen hacer el ridículo. Pero no soportaba un reto. Y más de esa manera. Era terriblemente competitiva si se daba la ocasión.

Los demás ya estaban por los suelos, así que... ¿Qué más daba?

Trae para aquí, renacuajo. — Y lo dijo así, sin más, cuando llegó a la altura de donde Tofun se encontraba acomodado. O, más bien, a donde todavía estaban algunos chupitos más. Sin mediar palabra, Asradi agarró el primer Ascensor y se lo bebió de una sentada, sin respirar. El alcohol bajó quemando ligeramente por su garganta, hecho que le hizo fruncir el ceño. Era más fuerte que la cerveza a la que estaba habituada a tomar, pero tenía un buen sabor. Dulce pero no demasiado empalagoso para su gusto.

A ver si ahora dices lo mismo. — Y, ¡pimba! Se metió el segundo Ascensor entre pecho y espalda, dejando el vaso de cristal vacío, con un ligero sonido por lo firme que lo había apoyado de nuevo en la madera.

Por supuesto, el dichoso viaje astral comenzó de inmediato. El alcohol no tardó en subírsele rápidamente a la cabeza, hasta el punto que retrocedió un par de saltitos, con la cabeza dándole vueltas. Asradi frunció el ceño por inercia cuando miró hacia Ragnheidr. De hecho, le señaló con un dedo.

¡Ragn! ¿Dónde carajos te has caído? ¡Pareces un arcoiris! — Porque sí, en su cabeza y en su subidón de alcohol estaba viendo al susodicho de Elbaf no con su tono de piel normal, sino a rayas de colores. Como una cebra, pero de forma mucho más estrambótica. — ¿Por qué tienes una tercera pierna?

Sacudió levemente la cabeza y parpadeó cuando escuchó a Airgid referirse a ella.

¿Tres tetas? — Se miró a sí misma, pero no vió nada anormal. De hecho, entornó los ojos. — ¿Dónde? ¡Mujer, gradúate la vista, mira!

Y tanto que iba a mirar la rubia, si todavía estaba haciéndolo, porque sin más, la pelinegra se arrancó la parte de arriba de sus prendas. Sí, tal cual. La brisa marina hizo ondear sus cabellos en una estampa totalmente idílica y salida de algún anuncio publicitario. Oscura y brillante cabellera al aire y redondeadas tetas al descubierto.

¡Tengo dos! ¿Ves? Una... — Se estrujó una. — ¡Y dos! — E hizo lo mismo con la otra.

Sobra decir que cuando miró a Umibozu y, de hecho, lo señaló, fue para esbozar una tremenda sonrisa divertida. Incluso ladeó la cabeza un par de veces, como un adorable perrito que está intentando ubicarse.

Oye, oye, ¿por qué hay un sapito montado encima de una pelusa? ¿Me lo puedo comer? — En su cabeza, literalmente, Umibozu era una especie de ranita no más grande que su mano, que iba montado y correteando encima de Pepe. O, en este caso, la pelusa con patas.

Tuvo que sentarse en algún lado. La dignidad se le había ido totalmente, como la vergüenza. Y así, tetas al aire, se acercó a aquella piña gigante de cuatro metros que estaba repartiendo bebidas.

¡Dame otra! O mejor aún, dale otro chupito a Airgid. Tiene mal color. Esas manchas verdes no se ven muy sanas. — Sí, cada vez que miraba a Airgid solo veía a una chica con dos piernas y con el cuerpo cubierto de topos verdes fosforitos. Era como ver una de esas bolas de discoteca.

La cuestión fue que, al haberse quitado antes también las únicas prendas que cubrian sus partes superiores femeninas, así como su espalda... En esta última podía verse la marca que yacía entre los omóplatos de la sirena. Una huella marcada a fuego en su piel y que solía pertenecer a aquellos que habían sido marcados por los Dragones Celestiales.
#7
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
Mañana del 21 de Verano del año 724
Alta mar - East Blue

El bribón de ojos dorados gruñó con molestia y apretó sus ojos apenas volvía a la conciencia luego de un largo sueño, sintiendo un agudo dolor atravesar su cabeza como si una tropa de enanos estuviera martillando sin piedad dentro de su cráneo. La luz matutina que se filtraba por la rendija de la ventana no hacía más que intensificar la pulsación en sus sienes, como si el mismísimo martillo del trueno estuviera golpeando su cerebro. Apretó los dientes, frunciendo el ceño con una expresión que oscilaba entre la irritación y la incomodidad.

¿Quién mierda está martillando?— Se quejó con voz áspera, notando la resequedad en su boca, como si hubiese tragado un desierto entero la noche anterior. La ropa, extrañamente puesta al revés, como si hubiese intentado vestirse en la oscuridad o rendir un absurdo homenaje a algún viejo grupo de rap. Al alzar la mirada hacia su brazo izquierdo, descubrió una venda que comenzaba a teñirse de rojo. Parpadeó varias veces, como si eso pudiera aclarar el enigma frente a él —¿Y esto?— murmuró bastante incrédulo, mientras con dedos torpes comenzaba a retirar la tela, cuidando de no empeorar lo que fuera que estuviese oculto bajo la venda.

Al final, no fue una sorpresa lo que halló, sino algo que ya había visto anteriormente en su cuerpo. En su antebrazo estaba marcada una mordida, un juego de dientes que no parecía humano. Las marcas eran profundas y de un tamaño similar al de una dentadura humana, pero los dientes serrados dejaban en claro que no pertenecían a alguien común... La mordida era inconfundible, esa era la boca de Asradi, que por alguna razón desconocida, había decidido morderlo durante la celebración de la boda. Una risa amarga y confusa escapó de sus labios. —Supongo que tendré que pedir perdón cuando la vea… aunque ni sé por qué, pero bueno— murmuró mientras se encogía de hombros, rascando su nuca. 

El dolor de cabeza, sin embargo, no cedía. Era como si cada latido de su corazón disparase un martillazo en su mente, recordándole que los excesos de la noche anterior tenían un precio a pagar. Sin preocuparse por arreglar su ropa, el peliblanco se encaminó hacia la salida de su habitación, con una pereza que se hacía evidente en la forma arrastrada de sus pasos. Solo se detuvo un momento para recoger su cajetilla de cigarrillos y un par de cerillas antes de salir, como si esos objetos fueran los únicos salvavidas que pudieran mantenerlo a flote en ese mar de resaca. Al llegar a la cubierta, el origen de los "martillazos" que lo torturaban se reveló en la forma de un rubio corpulento y desnudo que caminaba como si no existiera el mundo a su alrededor. Cada paso de Ragn retumbaba sobre la madera del barco, resonando en la cabeza del moreno como un martillo sobre un yunque.

Justo cuando pensó que las cosas no podían empeorar, escuchó un grito que le atravesó la mente como un estilete, seguido por el sonido de una palmada que lo obligó a apretar los dientes por el dolor. Alzó la mirada justo a tiempo para ver a Aigid darle una sonora nalgada al rubio. El impacto hizo eco en su cerebro como un trueno.  Con un intento de sonrisa, el peliblanco se acercó tambaleante, su cabeza aun latiendo con fuerza. Al pasar junto a Ragn, levantó la mano y le dio una nalgada de respuesta, aunque con menos fuerza. —No antoje, caballero— bromeó, aunque se arrepintió inmediatamente cuando el dolor nació desde la punta de sus dedos hasta su hombroo. —Mierda... ¿Tiene el culo hecho de acero?— pensó, sacudiendo la mano para tratar de aliviar el entumecimiento que le dejó el golpe.

Sus ojos dorados vagaron por la cubierta hasta encontrar a Asradi cerca del pequeño Tontatta. Decidió acercarse a ella, buscando algo que le quitase la resaca y que la "doctora" mordisquitos podría tener. Al llegar, dejó caer su cabeza sobre el hombro de la sirena tiburón con un suspiro cansado. Esperaba encontrar la suave piel de la sirena contra su mejilla, pero pronto una textura extraña y pegajosa se hizo presente, provocando un escalofrío que recorrió su espalda. —Iugh…— susurró, pero no se movió. Era demasiado esfuerzo apartarse, y había algo en esa cercanía que lo mantenía anclado, incluso en su estado de resaca. De repente, un recuerdo surgió en su mente, tan claro como el brillo del sol en el agua. —Claro, la tinaja…— En medio de la celebración, él y Asradi habían robado una enorme tinaja de fermentación de algún lugar cercano y, de alguna manera, la habían llenado con ron, gaseosa de cola y mucho, mucho limón. Recordaba cómo ambos se despojaron de la ropa y se sumergieron en esa piscina de alcohol improvisada, riendo y bebiendo del líquido mientras flotaban, sin preocuparse por las consecuencias. Ubben no se percató de lo que había pasado entre Asradi y Tofun en el momento, así que continuó con normalidad.

¿Por qué hicimos eso?— preguntó Ubben en voz baja, sus ojos dorados fijos en algún punto en la distancia, mientras el eco de la risa compartida con Asradi volvía a su mente como un cálido recuerdo perdido. Era extraño, incluso en medio del dolor de la resaca y la confusión, había algo agradable en recordar la risa de ambos. Giró un poco la cabeza para mirarla, intentando captar su reacción —¿Recuerdas de dónde sacamos ese barril para fermentar?— preguntó, con la esperanza de que la sirena tuviera una respuesta que pudiera llenar los vacíos en su memoria, aunque sospechaba que solo encontraría más preguntas.  Vio al tonttata ofreciendo alcohol y soltó —Tofun… ¿más alcohol?— Preguntó con ojos de tentación —Bueno, un trago no hace daño.— tomó el trago ofrecido por Tofun, luego de que Asradi bebiese el suyo.

Comenzó a escuchar a la sirena hablar de Ragn Arcoiris y luego que Airgid tenía tres piernas, algo que le extrañó bastante. En ese mismo instante la vió quitarse la ropa sin dudar y mostrarle las tetas a los presentes; aquello no le importaba realmente, sin embargo lo que tenía en su espalda no debía verse por ningun motivo. Bebió de un solo sorbo el trago y lanzó lejos la copa sin importar a quien golpease. Por suerte él se encontraba directamente en su espalda. —Si quieres mostrar las tetas, adelante, pero que te resfrías si te descubres la espalda— Dijo el peliblanco, buscando que la pelinegra entrase en razón, de forma disimulada, mientras se quitaba su propio abrigo ornamentado y lo ponía sobre los hombros de la sirena cubriendola.

Aquellas palabras fueron lo último que salió de sus labios con algo de coherencia, antes de que su mente comenzara a desmoronarse en un caleidoscopio de imágenes y sensaciones extrañas. Sus manos, torpes se dedicaron a meter los brazos de la sirena en las mangas del abrigo, de forma casi mecánica. El mar que antes hacía de molesto susurro para el peliblanco con resaca, empezó a transformarse en carcajadas y cantos, como si una extraña melodía le invitase a saltar.  El agua parecía reírse, burbujeando y creando formas que iban y venían como si jugaran con su cabeza. Fue entonces cuando la figura de Asradi cambió, deformándose y volviendo a ensamblarse hasta que, frente a él, apareció lo que solo podía describir como un tiburón amigable, con una amplia sonrisa que mostraba filas de dientes afilados. Sin embargo, en medio de su alucinación, no era un depredador peligroso; al contrario, era una extraña mezcla de tiburón y tabla de surf, un ser simpático que lo invitaba a subirse y deslizarse por las olas que ahora se alzaban como montañas líquidas.

Se tambaleó un poco, intentando mantener el equilibrio, mientras su mente tejía una narrativa absurda en la que Asradi ya no era una sirena, sino su transporte personal a través de un océano de risas. El peliblanco alzó una mano para tocar la 'aleta' del tiburón/tabla de surf que tenía frente a él, sintiendole pegajosa igual que antes. —¡Genial, ya está encerada!— Dijo entusiasmado, mientras arrojaba su tricornio al suelo y tomaba con total propiedad a Asradi como si de una tabla de surf se tratase, para luego correr hacia la borda y saltar al mar.  Cuando ambos se hundieron en el agua, el peliblanco no la soltó ni por un segundo, aferrándose a ella como si de su propia salvación se tratara. Ubben montó a la sirena como un verdadero surfista, posicionando sus pies donde deberían estar las caderas de Asradi, y se sujetó con firmeza de uno de sus hombros. —¡Adelante Tiburoncín!— gritó con una euforia completamente inusual en él.

Lo más sorprendente fue que Asradi decidió seguir el juego Ubben, comenzando a nadar a toda velocidad. La imagen que tenía de sí mismo dejó de ser la de un simple humano... En el reflejo del agua, Ubben se vio transformado en un velociraptor montando al tiburón/tabla de surf, con una bazooka en su hombro que chisporroteaba con luces de colores cada vez que gritaba. —¡Somos indestructibles!


Ubben y Asradi en la mente del peliblanco
#8


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