Alguien dijo una vez...
Donquixote Doflamingo
¿Los piratas son malos? ¿Los marines son los buenos? ¡Estos términos han cambiado siempre a lo largo de la historia! ¡Los niños que nunca han visto la paz y los niños que nunca han visto la guerra tienen valores diferentes! ¡Los que están en la cima determinan lo que está bien y lo que está mal! ¡Este lugar es un terreno neutral! ¿Dicen que la Justicia prevalecerá? ¡Por supuesto que lo hará! ¡Gane quién gane esta guerra se convertirá en la Justicia!
Tema cerrado 
[C-Pasado] Un comienzo único [Priv. Anko, Yoshi y Jo Sengo]
Anmitsu Uguisu
Mitsu- Silencio Nocturno
10 de Verano 

Mitsu se encontraba en la cima de un acantilado, observando el vasto mar que se extendía ante ella como un lienzo interminable de tonos azules y verdes. La brisa suave, impregnada del aroma salino, acariciaba su rostro mientras el canto de las gaviotas se mezclaba con el murmullo del agua rompiendo en las rocas. A sus pies, la selva semicubría el paisaje, con sus exuberantes verdes y flores vibrantes que contrastaban con la intensidad del océano.

Las palmas se mecían suavemente, en armonía con el viento, y el sonido de las hojas susurrando como si compartieran secretos antiguos le llenaba el alma. Mitsu cerró los ojos, dejando que la brisa la envolviera, trayendo consigo ecos de risas y juegos en esas mismas aguas, recuerdos de una infancia llena de aventuras junto a su madre. Cada ola que se rompía a lo lejos parecía ser un mensaje del pasado, recordándole que, aunque el tiempo había pasado, su conexión con este lugar eterno permanecía viva.

Vestida con su característica elegancia, Mitsu parecía casi disonante con el entorno natural que la rodeaba. Con una altura de 1.75 cm, se alzaba como una figura intrigante contra el cielo grisáceo. Su cabello largo y castaño caía en suaves ondas, mientras que mechones laterales resaltaban su flequillo perfectamente equilibrado. Sus ojos oscuros, brillantes y expresivos, reflejaban una curiosidad incesante y el desenfreno de una personalidad audaz que a menudo desafiaba las normas establecidas.

En una mano, sostenía un cuchillo, no por necesidad, sino como un símbolo de su determinación, como si aquella simple hoja de metal en su puño pudiera cortarle las ataduras del pasado. Su abrigo negro, de mangas largas y abierto, permitía entrever un elegante vestido negro que se ajustaba sutilmente a su figura. La falda, de corte moderno y ligeramente evasé, bailaba al compás del viento, añadiendo al aire un aura de misterio que envolvía su presencia.

El sol comenzaba a ocultarse, arrojando un cálido resplandor dorado sobre el mar, y Mitsu aprovechó ese momento para deslizarse en sus pensamientos. Había enviado una carta a Anko, esperando su respuesta con una mezcla de ansiedad y esperanza. El mar, que en el pasado había sido testigo de sus risas, ahora le traía recuerdos de una infancia amarga, llena de sombras que la habían moldeado. Las risas de su madre aún resonaban en su memoria, pero también lo hacían las lágrimas y los gritos que una vez la rodearon.

Mientras esperaba, jugaba nerviosamente con los guantes negros que adornaban sus manos, un símbolo de su elegancia y de la rigurosidad que llevaba consigo. Las orejas de gato que asomaban con sutileza sobre su cabello le daban un aire encantador y peculiar, recordándole que aún había espacio para la curiosidad y la inocencia en ella. A pesar de las cicatrices que la vida le había dejado, Mitsu se negaba a ser solo una figura del pasado; ella era un misterio en sí misma, una mezcla audaz de lo delicado y lo feroz.

El ocaso del día marcaba el paso del tiempo, y con cada segundo que pasaba, la ansiedad por la llegada de Anko se intensificaba. Con el suave murmullo del mar de fondo, Mitsu cerró los ojos, permitiendo que el ruido de las olas ahogara sus dudas, mientras esperaba que alguien, aquella que tantas cosas significaba, apareciera por el horizonte, llevándola de regreso a un mundo donde el pasado y el presente podrían encontrarse por fin en un nuevo comienzo.
#1
Yoshi
Yoshi
Por fin se había ido la Primavera, adiós a ese exceso de polen en el aire que activaba su alergia y le impedía trabajar. Su deuda parecía haberse aumentado por culpa de aquella pésima temporada pero al menos había logrado vender algunos cuchillos por lo que estaba comenzando el verano con buen pie.

La cosa era que le hacía falta madera, el último invierno le obligó a usar la madera para empuñaduras como leña y si quería continuar haciendo utensilios para cocina debía encontrar una buena madera con la cual trabajar, tomó la vieja hacha de su padre y se fué de casa a buscar un buen árbol.

Yoshiro era un joven que quería ser un gran hombre y un gran hombre debía hacer muchas tareas solo, desde ir de caza al bosque, pescar en el mar, cortar madera, ser fuerte en todo el sentido de la palabra y por eso había entrenado su cuerpo por años. El joven Hafugyo había logrado buenos resultados aunque aún no llegaba a tener el físico que alguna vez tuvo su padre, pero orgulloso por los resultados que ya poseía llevaba consigo una chaqueta abierta y sin mangas para dejar expuesto su musculatura, su bufanda roja con rayas negras de siempre ocultaba sus branquias y para mantener su apariencia de leñador llevaba pantalón de jean y unas botas largas de color negro (aunque sabia que unas marrones se verían mejor).

En su caminata buscando el árbol apropiado para talar acabó perdiéndose por el sendero de la vida y gracias a ello se encontró con una joven, estaba de espaldas frente a él pero al parecer tenía orejas de gato. Aquella chica tenía un largo cabello oscuro y parecía estar cerca de un risco.

Era místico el ambiente que parecía rodearla, aquella puesta de sol pintaba el cielo de naranja y el mar a pesar de estar a unos kilómetros aún se escuchaba desde aquel sitio por el fuerte impacto de las olas. 

¿Que hacia tan sola? ¿Podía ser que se encontraba perdida? ¿Quizás este sitio era un lugar especial para ella? ¿O a lo mejor era de esas personas que se suicidaban después de un rato lamentándose de su vida?

Con ese último pensamiento en su cabeza, Yoshiro se acercó a la chica con un paso firme y alzó un poco su voz para que su presencia fuera detectada, aunque los gatos tengan buen olfato, la brisa iba a su favor, por lo que su aroma no debía haberse colado aún y en cuanto al oído agudo, quizás podía haberse ahogado por el sonido del mar.

¡Buenas! ¡¿Cómo le va, señorita?!-y con esas palabras su rostro solo podía mantener una gran sonrisa afilada en espera de que la chica lo notara.
#2
Jo Sengo
-
— ¡Buenas tardes! — exclamó el pelinegro con un tono de voz bastante entusiasta. El calzado de madera, comúnmente conocido como Getas, resonó sobre el suelo y, posteriormente, la tierra de aquella avenida. Los brazos del pelinegro fueron los primeros en aparecer debido a que la entrada era un tanto pequeña y, considerando su altura, fue un poco tedioso.

— ¡Hey! Deberían hacer estas puertas un poco más amplias. ¡Es solo una sugerencia! — exclamó Sengo. Los pies del Lunarian ahora lo posicionaban casi en el centro del espacio disponible para los transeúntes. Allí, en medio de la poca multitud que tuvo que abrirse hacia los costados para evitar chocar contra él, muchos le dieron una mala mirada al chico. ¿No les agradaba? Quizás era aquella sonrisa burlona que causaba desesperación en quienes lo observaban, un detalle ínfimo pero de suma importancia para el desarrollo social de Sengo.

— Bien. Debería ir por un poco de comida antes de terminar los recados del Cuartel. — Pensó en voz alta mientras levantaba la mirada, acompañando la acción con la palma izquierda de su mano abierta, para poder visualizar en una dirección en particular. Sus gafas reposaban un poco más abajo de lo usual y realmente no eran útiles para este tipo de cosas; más bien, eran un adorno glamuroso de su vestimenta cotidiana.

Acomodó su chamarra y se abrió paso unos cuantos metros hacia el sur del último local visitado. Allí, se toparía con un pequeño puesto de Dangos. El chico se inclinó ligeramente y, con su mano en la mejilla, dejó entrever su interés. El vendedor no tardó en hacer malabares con los ingredientes y la comida en cuestión, sobre la parrilla delante de él, todo un deleite visual.

— ¿Y bien? ¿Vas a querer algo, grandote? — preguntó el encargado. Sengo tan solo sonrió, aunque esta vez fue distinto. No causó esa sensación de incomodidad que usualmente solía provocar; podría decirse que fue una pequeña excepción. — ¡Claro! Me gustaría probar tres Dangos, sorpréndeme. — solicitó.

El cocinero se puso manos a la obra y quitó su atención del cliente. Por ahora, debía esperar a que el pedido estuviese listo; no había de otra para el joven Sengo. Se dio media vuelta y observó a sus espaldas a una chica que rondaba las cercanías y a un joven un tanto peculiar, de cabellera rojiza, bastante llamativa, que parecía buscar interactuar con ella. “Je, todo un casanova. Veamos cómo le va”, pensó, mientras se cruzaba de brazos y se apoyaba a un costado del pequeño local, observando la escena de aquel par.
#3
Anko
Médica Despiadada
Una nueva carta llegó al buzón de Anko, en sí llegaban varias, pero la que más destacaba por la importancia que tenía para ella, era la carta de su hermana menor. No había pasado mucho tiempo desde que ambas habían decidido reunirse y conocerse, pero desde ese entonces la comunicación no se cortó, en cambio, continuó siendo constante entre ambas chicas.

La nueva carta solicitaba su presencia una vez más, y a diferencia de la primera vez, el lugar de la reunión era en un acantilado marino al sur de la Isla. Anko tenía curiosidad por la decisión de Mitsu, la vez anterior había sido una taberna y ahora un acantilado, ¿Por qué no reunirse en el mismo lugar de la primera vez? Lo bueno es que podría preguntarle el porqué de esa decisión una vez la tuviera en frente. Sin más dilación, la peli marrón tomó su gabardina y luego de colocársela, salió de su hogar con dirección al sur.

La chica gato no había dado detalles explícitos de cómo era el lugar de la reunión, esto le frustraba en parte a Anko, pues era tan sencillo describir el lugar para encontrarlo más fácilmente, por suerte, ella tenía un gran sentido de la orientación, así que encontrar el dichoso acantilado sería una tarea relativamente sencilla, siendo un gran aporte también los múltiples “viajes” de exploración por la Isla. Mientras caminaba, unas pocas miradas se plasmaban en ella, principalmente por su porte imponente, nunca fue la intención de Anko verse así, simplemente fue algo que se fue dando con el pasar del tiempo.

El vicio llamaba a su puerta con su andar, su mano derecha se escabulló en el interior de su gabardina para rebuscar aquella sustancia con la cual satisfacer su necesidad. Una caja de cigarros fue tomada por sus dedos antes de sacarla al exterior, su diestra rápidamente fue en ayuda para maniobrar la caja de cartón delgado y tomar de su interior uno de aquellos tubos de tabaco y colocarlo en entre sus labios. Cuantas veces en su vida había repetido esa acción… Desde que comenzó su adolescencia, gracias a las malas influencias talvez.

Sólo faltaba el último “ingrediente”, aquel elemento con la capacidad de engullir cosas tan simples como el papel o las hojas de un árbol, el fuego. Con ayuda de su zipo metálico, Anko le dio fuego a la punta de su cigarro, sintiéndose relajada en cuanto dio la primera calada y el humo grisáceo salió de su boca. En su no tan larga caminata pudo darse cuenta gracias a su entorno que finalmente estaba cerca del lugar pobremente descrito por Mitsu, y lo confirmó en el momento en el que la miró a la lejanía, cercana a la orilla de aquel acantilado y con un joven de cabellera rojiza tratando de dialogar con ella. Y a unos pocos metros de su izquierda, un pequeño puesto de Dangos, con un vendedor atendiendo amablemente a otro joven de cabello oscuro, portador de gafas circulares igual que ella.

La peli marrón se limitó a sonreír y darle otra calada a su cigarro, imitando la acción del pelinegro. Anko también estaba curiosa de cómo reaccionaría su pequeña hermana ante una nueva interacción, en el fondo, tratando de aprender más sobre ella y el cómo relacionarse con los demás.
#4
Anmitsu Uguisu
Mitsu- Silencio Nocturno
El viento soplaba suave y fresco en el acantilado que se alzaba sobre la costa de la poblada de DemonThooh, un lugar donde los ecos de las olas se confundían con el murmullo de la brisa. Allí, Mitsu, con su piel de un tono semi pálido y su cabello marrando casi tirando a negro azabache que caía en mechones desordenados, se encontraba sumida en despreocupados pensamientos. Sus orejas de Neko, rasgos distintivos de su naturaleza felina y, a la vez, parte de su esencia, se movían levemente, alertas a su entorno.

Los rayos del sol se filtraban a través de las nubes, iluminando la escena con un brillo dorado que hacía que todo a su alrededor pareciera más mágico. Sin embargo, esa paz se vio interrumpida por la voz de un joven de apariencia peculiar. Con cabellos de un intenso color rojizo que desafiaba cualquier convención, el joven se acercó, su mirada llena de energía y curiosidad. "¡Buenas! ¡¿Cómo le va, señorita?!". Su saludo resonó como un cascabel, llevándose consigo la calma que la jijun había estado disfrutando hasta ese momento.

La sorpresa la atrapó; un pequeño salto en su lugar hizo que su cabello se erizara ligeramente, como si su instinto felino la hubiera traicionado. Los ojos de la jijun, grandes y expresivos, se abrieron en un gesto de sorpresa. Ella, a pesar de su apariencia humana, poseía un comportamiento tan juguetón y cauteloso como el de cualquier gato. Su corazón latía con rapidez mientras su mirada se desvió, como si buscara refugio en el paisaje que la rodeaba. La timidez se apoderó de ella, tiñendo sus mejillas de un suave color rojo, mientras su mente intentaba organizar una respuesta a aquel saludo inesperado.

En un rincón, su hermana Anko estaba observando desde la distancia, con una sonrisa que transmitía apoyo y aliento. La jijun sintió el impulso de correr hacia ella, encontrar consuelo en su presencia, pero el magnetismo del joven pelirrojo la mantenía anclada en el lugar. Aquel extraño ser, con su energía casi palpable, parecía irradiar una calidez que desafiaba su inclinación natural a la evasión. Sin embargo, el temor a mostrar demasiado, a revelarse más allá de la imagen que los demás veían, la inmovilizó, dejándola atrapada entre el deseo de interactuar y el instinto de resguardarse.

Mientras su mente buscaba desesperadamente una forma de responder al joven pelirrojo, el paisaje que la rodeaba se convirtió en un telón de fondo vibrante y vívido. Las olas rompiendo contra las rocas parecían susurrar secretos de valentía, incitándola a tomar una decisión. Pero la timidez, esa pequeña sombra que la había acompañado desde siempre, todavía la mantenía cautiva. Con cada latido de su corazón, la jijun sabía que este encuentro podría ser el principio de algo nuevo, pero también podía ser solo un eco en el vasto vacío de la naturaleza que la rodeaba.

Finalmente, con un leve susurro casi inaudible, la jijun levantó la vista, preparándose para hablar. Las palabras se formaban en su mente, pero su voz, temblorosa y suave, apenas podía alcanzar al joven que, con una sonrisa amplia, parecía estar esperando pacientemente, como un gato que observa a su presa antes de saltar. En ese preciso instante, el acantilado se sintió no solo como un lugar físico, sino como un cruce de destinos, donde dos mundos, tan diferentes y al mismo tiempo tan similares, podían encontrarse y entrelazarse- H-h-hola... b-b-bien... ¿y a-a-a ti?... N-nyan...- en pocas palabras se queria morir de la pena y timidez que sentía... sin previo aviso se lanzo en carrera contra su hermana, como si buscara escapar para darle un gran abrazo a su hermana - Ojala el océano me trague...- pensó de la vergüenza.
#5
Yoshi
Yoshi
Yoshiro no quería asustar a aquella joven sentada disfrutando del sonido del mar y el agitado viento que sacudía su cabello, pero quería hacerse notar y preguntar con curiosidad el por qué se encontraba tan sola en un sitio que parecía peligroso. Pero terminó haciéndolo, la chica hizo un ligero brinco en su asiento cuando escuchó la voz del joven aunque por suerte no se calló, Yoshiro se le detuvo el corazón por un segundo al ver eso pues temía por lo peor.

La chica lo miró, sus ojos abiertos como platos y sus orejas gatunas levantadas le recordaba al joven un gato asustado tras haber sido sorprendido robando comida de la mesa. Yoshiro se agachó un poco, sabía que a los animales les asustaba las criaturas más altas que ellos así que si se ponía a su altura quizás la lograba tranquilizar.

La chica empezó a mirar a su alrededor con desespero, buscando ayuda o refugio mientras se enrojecia ligeramente-Tranquila... no voy a lastimarte-lentamente el joven dejó su hacha en el cesped y alejó sus manos del arma para demostrar que no quería problemas. Aún así la chica estaba en un frenesí de miedo que la hacía temblar en su sitio como si estuviera luchando contra una fuerza invisible que la mantenía inmóvil en ese lugar aunque ella deseaba escapar.

Yoshiro mantuvo su sonrisa para intentar parecer amigable pero posiblemente sus dientes afilados solo empeoraban el miedo de la chica. De forma tartamuda ella logró decir algunas palabras que Yoshiro no logró entender del todo y no pudo ni siquiera darse el tiempo de analizar ya que se iría corriendo a toda velocidad hacia otra chica que fumaba a la lejanía...

¡Oye, espera!-Yoshiro estiró su mano como si quisiera atraparla y detenerla pero obviamente la considerable distancia que los separaban le impedían tal acción. El chico acabó barriga abajo, acostado en el cesped con su mirada decepcionada en aquella chica que se iba a la fuga-Solo quería conocerte...-y con ese murmuró el chico suspiró, el lado bueno es que había logrado desmentir su idea de que aquella chica ya mo queria vivir, de hecho, parecía temerle a todo lo que pudiera matarla.

Bueno, ni modo...
#6
Anko
Médica Despiadada
Anko observó con detenimiento el reaccionar de su hermana ante el saludo del joven de cabello rojo, ciertamente no se esperaba que ésta reaccionara de tal forma a un saludo, siendo que cuando ellas hablaron por primera vez en muchísimo tiempo, el inicio fue algo tranquilo, sin nada extraño, pero ahora era diferente, talvez se debía a que ella ostentaba un parentesco familiar con ella y el chico tiburón, no.

Para su suerte, ahí estaba la irritante Anko, quien levemente sorprendida por la velocidad a la que Mitsu se acercaba, levantó su brazo izquierdo levemente y lo colocó frente a su persona, buscando frenar la carrera de la Jujin y mirarla a los ojos. — Oh vamos, no seas grosera con el joven, se ve que es alguien amable… —. Una leve y sutil sonrisa se dibujó en el rostro de la peli marrón luego de pronunciar aquellas palabras. Talvez ella misma no era la mejor en comenzar con las conversaciones, pero en cierta forma quería ayudar como pudiera a su hermana a comenzarlas de la mejor forma, aun cuando su timidez no la deja.

— ¡Eh chico! No pasa nada, mi hermana es algo tímida. ¿Por qué no vienes aquí para que se conozcan? —. Talvez estaba propiciando algo que Mitsu no quería, talvez el peli rojo le dio miedo, o simplemente ella era muy tímida como pata hablar bien de forma directa con él, pero Anko siempre estaba tratando de ayudar a la gente, y su hermana no era la excepción, ahora estaba decidida a convertir al Hafugyo y a la Jujin en amigos. — Vamos hermanita, no seas tímida —. Diría la Marine aprovechando la cercanía que ahora poseía con Mitsu.

En ese momento, creyó que la distancia que había fijado con su hermana ya no era necesaria, por lo que su brazo izquierdo lentamente descendió hasta colocarse de nuevo en su costado. Su mirada se balanceaba entre Anmitsu y Yoshiro, preguntándose si el chico tiburón accedería a su petición para acercarse y conocer mejor a su hermana con rasgos felinos, pero lo que aún no le cuadraba era la forma en la que el otro chico de gran altura con gafas similares a las de ella miraba la escena, talvez un curioso que se topó con la situación y decidió mirar por curiosidad.

Fuera como fuera, su mirada se detuvo por algunos segundos en el puesto de Dangos y en el hombre de cabellera oscura, no se le veían intenciones de acercarse a ellos y hablar, pero nunca estaba de más estar preparados para ello, después de todo, eran los únicos en ese lugar.
#7
Jo Sengo
-
En un abrir y cerrar de ojos, un grupo de figuras se había reunido en la sección de Demon Tooth. ¿Casualidad? Lo llamaría más que eso. Tal vez el destino estaba barajando las cartas a su antojo, pero lo cierto es que estaban esperando algo más interesante.

Jo observaba con detenimiento la escena, que parecía sacada de un típico programa de romances. Frente a ella, se encontraban dos personajes en un marco visual poco común: una chica con orejas de gato y un joven con el cabello en punta de un característico color carmesí. Eran, sin duda, opuestos a simple vista; no compartían nada en absoluto, al menos superficialmente.

¡Bam! Finalmente, el joven respondió, aunque su respuesta apenas fue audible. Jo no pudo evitar sonreír al ver a aquel par. Lo más gracioso sería la forma en que el pelinegro irrumpiría en escena con una carcajada a todo volumen. Sus brazos estaban elevados a la altura de su estómago y se encorvaba, señalando al pelirrojo, que ahora yacía boca abajo tras haber intentado detener a la damisela.

— ¡Ja! Mira, comiste polvo, amigo —se burló Yoshi mientras secaba sus lágrimas con la mano libre. A todo esto, el joven Sengo había omitido por completo la presencia de una cuarta persona, Anko, quien fumaba a un costado. Quizá le había lanzado una o dos miradas involuntarias, pero no se percató de su presencia en plenitud hasta que la joven con orejas de gato corrió detrás de ella.

¿Se conocían? Probablemente, pero ese no era un asunto a tratar en ese momento. El vendedor adelantó la orden y le dio una pequeña palmada en el brazo a Jo, entregándole el paquete. El Lunarian asintió y dejó unas cuantas Berries sobre la mesa de madera, justo donde descansaba un jarrón para los pagos y, quién sabe, alguna que otra propina.

— Bueno, te has salvado. Al menos tienes a alguien que te ayudará a conocerla —intervino ahora en la conversación que Anko sostenía con Yoshiro. — Es curioso, me sorprende no haberlos visto por estos lares antes. — Quizá sí los había visto, pero no era el tipo de persona que memoriza rostros y nombres con facilidad.

Esperando una respuesta de los tres, sacó un Dango de la bolsa y comenzó a comer con bastante frenesí.
#8
Anmitsu Uguisu
Mitsu- Silencio Nocturno
El ambiente del lugar estaba impregnado de un ligero aroma salado, como un recordatorio de la cercanía del mar, mientras las olas rompían rítmicamente sobre la orilla. El viento jugaba con los hilos sueltos del cabello de Mitsu, quien estaba sumergida en sus pensamientos, observando la danza de las corrientes en el horizonte. Los suaves susurros del mar eran, para ella, un refugio donde se sentía tanto fuera de lugar como en calma, un espacio entre la realidad y su mundo interno.
 
Yoshiro, un joven de cabello rojo y una estatura imponente, se encontraba cerca, aferrando su hacha como si fuera un talismán que le brindara seguridad. La imagen de la chica, con orejas de gato y una delicadeza casi etérea, lo había cautivado por completo, y había una chispa de curiosidad en sus ojos. Quería saber por qué estaba sola en un lugar que podría parecer peligroso. Pero al alzar su voz para romper el silencio, su intención inicial de ser amable se tornó en inquietud cuando vio el ligero brinco de la joven. En sus ojos, pudo leer el miedo, como si ella fuera un animal asustado atrapado en la mirada de un depredador.

Consciente de que su presencia podría ser intimidante, Yoshiro se agachó, bajando su mirada para igualar la de ella. Esperaba que al acercarse a su altura, pudiera calmar su nerviosismo, pero el temblor en su cuerpo revelaba lo contrario. La forma en que ella buscó refugio, rodeando su figura con los brazos, lo hizo sentir un nudo en el estómago. Era evidente que había algo en él que la hacía temerosa. Sin embargo, la voz tartamudeante de Mitsu resonó al fondo, algo confusa y aterrorizada, y antes de que pudiera comprender sus palabras, ella se volvió y comenzó a correr en dirección a su hermana Anko, que se encontraba fumando tranquila a la distancia.

A lo lejos, la observación de Anko sobre la reacción de su hermana era intensa. La frialdad del acero de su propia experiencia contrastaba con la fragilidad de Mitsu. Ella se preguntó por qué su hermana había reaccionado con tanto temor a un simple saludo. Extrañamente, sucedió en milésimas de segundo cuando la voz de Anko intercedió, alzando una mano como para detener la acelerada carrera de Mitsu.

- Oh vamos, no seas grosera con el joven, se ve que es alguien amable…- La calidez en la voz de Anko pretendía ser un bálsamo para la situación, una oferta de compañía en el camino de su hermana hacia la socialización. Aunque no siempre era fácil para ella iniciarse en interacciones sociales, su espíritu protector brillaba más en su deseo de ayudar.

La joven Marine llamó a Yoshiro, invitándolo a acercarse. La determinación reflejada en sus ojos mientras alentaba a Mitsu a no ser tímida marcó el compás del momento. Las palabras de Anko resonaron con sinceridad, aun cuando los nervios de Mitsu se manifestaban con un leve sonrojo, un estado reflejado en sus mejillas sonrojadas y en las orejas que se movían nerviosamente de un lado a otro, cual pequeñas antenas que buscaban captar la paz en medio del torbellino de emociones.

Mientras tanto, la figura en el costado, Jo Sengo, observaba la escena con una mezcla de diversión y curiosidad. El intercambio torpe entre la chica de orejas de gato y el joven de cabello carmesí fabricaba risas en el fondo de su ser, pero el ambiente envolvente exigía atención. Jo, con un Dango en mano, decidió involucrarse. La explosión de jovialidad que estaba a punto de emerger de su risa era también un impulso para Yoshiro, arrastrado por la cacofonía entre Mitsu y Anko.

 - H-hola… soy Mitsu... Nyan...- logró finalmente articular, su voz apenas un susurro mientras el rubor de su rostro se intensificaba. La luz del día parecía reflejar en sus ojos, mientras buscaba una conexión en la mirada del joven, y en un guiño involuntario, su curiosidad se desvió hacia Jo y los Dangos, que danzaban en la contención entre risas y dulzura, como pequeños recordatorios de un mundo que la invitaba a sumergirse en un mar de antojos y dulces.

El ambiente, cargado de simpáticas interacciones, comenzó a transformarse. Las orejas de Mitsu se movían nerviosamente, captando cada indicio de aceptación o de burla, mientras Anko permanecía a su lado, brindándole una confianza silenciosa que le servía como ancla emocional.
#9
Yoshi
Yoshi
Aquella chica felina huyó de Yoshiro con absoluto miedo, el muchacho acabó tirado en el suelo tras su torpe intento de detenerla y soltó un suspiro resignado por su fracaso. En ese momento escuchó la carcajadas de un sujeto no muy lejos de aquel risco, era un hombre de lentes en un puesto de comida que se burlaba por la mala de Yoshiro con aquella chica. El muchacho solo desvió la mirada y de a poco se sentó en el cesped, en ello escuchó la voz de la mujer que había servido como medio de escape de la chica gato, al parecer eran hermanas (o medio hermanas dado que eran de razas distintas) y la chica quería que su hermana le diera una oportunidad a Yoshiro.

No sé...-pensó, y cuando iba a responder, aquel chico de lentes interrumpió para "animar" al pelirrojo de tener la suerte de que aquella hermana si quería su cercanía.

No me gustaría obligar a tu hermana a algo que no quiere. Además, lo que quería preguntarle ya está respondido-confesó mientras se ponía de pie y caminaba hasta aquellas hermanas, era incómodo hablar desde tan lejos y aquel sujeto que se burló de él tambien se acercaba a dialogar, y claro, comer sus dangos.

Curiosamente la primera en presentarse fue Mitsu, la chica gato, esta aún parecía muy tímida y usaba a su hermana de escudo, pero sus ojos parecían estar complemente interesados en el Dango del sujeto de lentes como si se tratara de un perro viendo a alguien comiendo, esperando ansioso por un poco de aquella comida.

Yo soy Yoshiro. Vivo en esta isla desde siempre de hecho-se presentó y respondió la pregunta del chico de lentes, Yoshiro tampoco le sonaba su cara pero era algo normal, la gente no se acuerda de alguien que ve en la calle una vez.

Su mirada se posó en la hermana mayor (Anko) y sonrió sin querer, no sabía por qué lo hizo, simplemente le pareció bastante atractiva, con un porte mucho más maduro y pues, le gustó lo que veía y quizás por eso sentía afortunado de poder verla.
#10
Tema cerrado 


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