Alguien dijo una vez...
Donquixote Doflamingo
¿Los piratas son malos? ¿Los marines son los buenos? ¡Estos términos han cambiado siempre a lo largo de la historia! ¡Los niños que nunca han visto la paz y los niños que nunca han visto la guerra tienen valores diferentes! ¡Los que están en la cima determinan lo que está bien y lo que está mal! ¡Este lugar es un terreno neutral! ¿Dicen que la Justicia prevalecerá? ¡Por supuesto que lo hará! ¡Gane quién gane esta guerra se convertirá en la Justicia!
Comercio entre Ratas
Percival Höllenstern
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Día 4 del Verano del 724 

La humedad del Gray Terminal siempre tiene una manera de infiltrarse bajo la piel, como si el propio aire estuviera saturado de podredumbre. Cada paso que doy sobre la tierra compactada me recuerda el lugar de donde vengo, ese rincón del mundo donde la vida vale poco y las ambiciones menos. Crecí entre la miseria, observando a los nobles desde las sombras, siempre alimentando un odio sordo que me quemaba por dentro. Hoy, las cosas son diferentes. Ahora, el oro suena en mi bolsillo y los suburbios de este lugar son mi coto de caza.


Avanzo con calma entre las pilas de basura que forman paredes improvisadas y callejones de mala muerte. El hedor del Gray Terminal es penetrante, una mezcla de metal oxidado, restos de comida podrida y, sobre todo, desesperación. El tipo de olor que la gente como yo ha aprendido a ignorar con el tiempo. Lo que vine a buscar no es un lujo, no es algo que se pueda comprar en las plazas comerciales de las ciudades civilizadas.

Siempre he sabido que el poder reside en el control de lo que otros no ven. Desde mi más tierna infancia, marcado por los nobles sobre mi espalda, como un juguete era marcado por el niño predilecto que lo tenía, he aprendido a odiar a los nobles, pero también a valorar sus privilegios. Eso me ha llevado a donde estoy ahora. La rabia juvenil posterior, aprovechando mi huida por parte de una incursión de la revolución, una vez me llevó a quemar libros de cuentas y sabotear negocios de ricos, ha dado paso a algo más frío, más calculado. El dinero puede cambiar de manos, pero lo que no cambia es la necesidad que tienen los poderosos de controlar lo que no comprenden. Y yo he aprendido a manejar ese equilibrio.

Llego a la plaza principal de este podrido laberinto de basura, donde los que sobreviven gracias al mercado negro se congregan en silencio, intercambiando mercancías bajo las miradas atentas de aquellos que tienen demasiado que perder, entre la bruma del calor 
y el susurro constante de negociaciones turbias. Aquí, no hay gritos ni jactancias. El poder reside en el sigilo, en saber cuándo hablar y cuándo callar.

Me acerco a un grupo de hombres encorvados sobre una caja de metal corroído. Sus rostros están parcialmente ocultos por capas de harapos, pero sus ojos, brillando bajo la penumbra, me observan con desconfianza. No importa. Ellos no necesitan confiar en mí, solo en el peso de las monedas que llevo. Este es el único lenguaje que entienden.
Busco mercancía especial —digo en voz baja, sin necesidad de anunciarme más allá de lo necesario, buscando a mi contacto con el cual había quedado allí. La podredumbre me toca las suelas de las botas y las desgasta un poco más de lo que ya están, dando un toque de color al manto que cubre gran parte de mi estética y deja solo una pequeña parte de mi faz y pelo a la vista.  Porto una manzana en mi mano izquierda, verde aunque no muy lustrosa, que es el símbolo con el que había concretado identificarme con el vendedor, un tal Jack D. Ignis.
#1
Jack D. Agnis
Golden Eyes
Tras haber conocido un poco el bajo mundo y de lo que era capaz de mover, había decido usar los contactos de Raiden para que ofrecieran una pieza bastante interesante que me habían encontrado en uno de los tantos tesoros que había saqueado ya hacia tiempo atrás.
Se trataba de una pagina de una enciclopedia que hablaba de una fruta del diablo en particular y si bien me parecían interesantes, prefería el dinero que aquello podía valer, siempre y cuando valiera algo.

Tras tasarlo con uno de los tasadores del Bajo mundo allí en Grey terminal, me dijo que el valor rondaba entre los 12.5 millones de Berris hasta los 20 millones de berris. Aquello hizo que una enorme sonrisa se posara en mis labios.
Lo que tenia en mis manos era una millonada y si lograba venderlo a algún idiota que pagara 20 millones, estaría mas que encantado de entregárselo en una bandeja de plata.
Sin dudarlo y añorando ese dinero, les dije a los “amigos” de Raiden que lo ofrecieran en sus mercados. Tal vez de esa manera encontraría un comprador mucho mas rápido y tuve toda la razón del mundo.
Tan solo pasaron algunas horas de aquel día, cuando me dijeron que un comprador estaba interesado en la compra de mi pagina de enciclopedia. Aquello hizo que saltara de alegría. No solo me iba a deshacer de aquel pedazo de papel inútil, sino que recibiría una enorme de dinero por eso.

Una vez recibí la noticia, los del mercado negro me pasaron el contacto de aquel comprador, y tras hablar brevemente con él, acordamos un dia, una hora, el lugar y alguna señal extra para saber que eramos nosotros.
Por su parte iba a traer una manzana verde en su izquierda y de mi parte, llevaría una manzana roja en la derecha, que era mi única mano. De esa manera nos identificaríamos.

El día llegó y me preparé para encontrarme con el comprador. Por obvios motivos, iría totalmente armado. No podía confiar en aquel comprador y mucho menos en los del mercado negro.
Una vez en aquella horrible plaza de Grey Terminal y me dispuse a esperar a algún idiota que tuviera una manzana verde en su mano.
Afortunadamente, este no tardó demasiado en aparecer. Al parecer estaba mas desesperado que nunca por conseguir la pagina y eso me daba a entender que pagaría lo que fuera por ella, o al menos eso esperaba.
“Tal vez te haga pagar mas de la cuenta” pensé divertido, antes de acercarme en el momento en que hablaba con un par de hombres.
-Ellos no te ayudaran. Yo si- le dije sonriente, mientras le mostraba la manzana roja, antes de darle un mordisco, notando que esta no estaba dulce, sino mas bien arenosa, pero la comida nunca se tenia que desperdiciar, asique continué comiéndola.
-Ven. Tengo lo que buscas- le dije, mientras me movía hacia otra parte. No tenia ganas de que un par de viejos miraran la enorme cantidad de dinero que me llevaría de esa transacción.

-Muy bien, supongo que eres el tal Percival, no? Dime, cuanto ofrecer por la pagina que tanto deseas? - la enorme enorme sonrisa burlesca característica de mi, no se hizo esperar.
#2
Percival Höllenstern
-
-Ellos no te ayudaran. Yo si- comentó a mi espalda un hombre ocioso, que portaba un tricornio sobre su cabeza que dejaba atisbar un largo cabello castaño, vestía también una chaqueta larga de color negro con detalles rojos. Debajo de la misma portaba una camisa blanca con el cuello abierto, aunque lo más llamativo de aquel rudo hombre era que se caracterizaba por tener solo una mano, en la cual enarbolaba la manzana que ya estaba comiendo.

Era mi contacto después de todo, así que le seguí el juego interesado, viendo adónde éramos capaces de llegar con nuestras habilidades de negociación. Claramente aquel hombre era un férreo combatiente de mar, y la sonrisa de sus dientes aserrados así lo reafirmaba, pues en sus ojos dorados podía atisbarse el ímpetu de las mareas.

-Ven. Tengo lo que buscas- comentó mientras reanudaba la marcha, con esa cara particular que siempre ponen los hombres ávidos de dinero, sin paciencia y con cierto resquemor por los tratos en las zonas de peor calaña. Interesante es que tampoco buscaba mucho estar por esta zona, así que confiaba en poder sacar una buena tajada del trato que acontecía, lo que nuevamente reafirmaba la idea de su fijación por la venta.

Sonreí, cauto y asintiendo desde una posición de aparente impotencia, con una respuesta meramente física que consistía en comenzar a comer mi propia manzana, fruto de un gesto de correspondencia pero no de una tácita sumisión. Procedí a seguirle, guiándole yo mismo por la zona con un ápice de iniciativa que al mismo tiempo tasaba a aquella persona.

Continuamos hasta un pequeño túnel de chatarra que se encontraba circundante, poblado por un par de mendigos que ante nuestra aparición se vieron sofocados por la situación y se limitaron a cambiar de zona. En estos lugares del océano, si eres uno de los desafortunados que lo ha perdido todo, estás literalmente en el estrato más bajo del escalafón.

-Muy bien, supongo que eres el tal Percival, ¿No? Dime, ¿Cuánto ofrecer por la pagina que tanto deseas? -comentó de manera directa con una sonrisa tangible que no se hizo esperar, al tiempo que yo casi de manera desinteresaba, agarraba un bidón cercano.

Esperé a que aquel hombre se terminara la manzana y me senté en el bidón con una calma deliberada. No había espacio para movimientos apresurados en este juego; la paciencia, como siempre, era mi aliada más fiel. Observé su sonrisa, esa grotesca exhibición de dientes aserrados que parecía más una advertencia que un gesto amigable. Aun así, mantuve mi compostura.

-Doce millones y medio de berries- dije con la frialdad de alguien que lanza una moneda al aire, sabiendo que caerá en su favor.

Vi cómo sus ojos dorados destellaban, una chispa de interés apenas oculta tras esa máscara de rudeza. Sabía que esa cifra le tentaba, pero no lo suficiente como para cerrarle la boca de golpe. Lo conocía bien, o mejor dicho, conocía a los de su tipo. No importaba el precio, siempre buscarían un poco más. El riesgo, para ellos, era tanto una tentación como una maldición.

Lo dejé hablar, dejé que la insatisfacción se cociera a fuego lento en su interior. Lo que no entendía todavía era que ya había mordido el anzuelo, y lo peor de todo, lo sabía. Pero la avaricia tiene una forma particular de nublar el juicio, y yo estaba más que dispuesto a aprovecharlo.

Cuando finalmente su postura sugirió que otros podrían pagar más por esa página, sentí una ligera oleada de satisfacción. Era exactamente lo que esperaba. Lo miré directamente a los ojos, y aunque sonreí, lo hice solo en el alma, no en el rostro. 

-Sé de buen grado que es su precio de mercado -dije, modulando mi voz para que pareciera casual, como si todo esto fuera un simple trámite burocrático, pero adelantándome a su potencial respuesta-. Pero esos otros que buscan pagarte no están aquí. Yo sí.- espeté ocioso, jugueteando y crujiéndome los dedos con el propio pulgar de la mano.

Dejé que las palabras flotaran entre nosotros por un segundo. Lo medí con la mirada, midiendo también el impacto mordaz de mis siguientes palabras.

-Además, ellos no te ofrecerán lo que yo puedo y que tanto valor tiene aquí. Un favor. - añadí con calma, un gesto de ojos cansados y en calma, de manera bastante directa.

Sabía que esa frase lo descolocaría, al menos momentáneamente. En estos círculos, los favores eran moneda de cambio tan valiosa como el oro, si no más. Y yo estaba dispuesto a ofrecérselo, pero no sin antes hacerle comprender exactamente lo que significaba recibir algo de mí. Un favor no era solo una promesa; era una deuda.

Ahí estaba, el momento en que la conversación dejaba de ser una cuestión de dinero y se convertía en una danza de poder. Podía sentir cómo el ambiente cambiaba, cómo los mendigos restantes, que antes habían observado en silencio se alejaban más, casi como si temieran presenciar lo que vendría. Me incliné un poco hacia adelante, con el cuidado de no perder la postura relajada que tan hábilmente había adoptado.

Podía ver cómo el interés en sus ojos se volvía tangible, como si la promesa de lo que yo ofrecía fuera un eco lejano de algo que había estado buscando sin saberlo. Los hombres como él, aquellos que vivían con una mano aferrada a la espada y la otra al botín, siempre buscaban más que dinero. Buscaban poder, control, y sobre todo, escapatoria. Y ahí estaba yo, entregándole la llave.

Y en el silencio que siguió, supe que se había sentado la primera parte de la negociación.
#3
Jack D. Agnis
Golden Eyes
Mis ojos se entrecerraron al oír su oferta ¿Acaso me estaba jugando una broma? Yo esperaba que alguien como él fuera mas serio y mas responsable a la hora de ofertar por algo que busca, al parecer, desesperadamente.
-Yo espero que sea una broma, no? 12.5 millones de berris es el valor mas bajo del mercado ¿Por qué te vendería esta pagina si puedo conseguir que otro me pague 20 millones?- le pregunté curioso a aquel tipo, quien parecía ser de los típicos sujetos que todo le salia bien.
No iba a negar que era tentador recibir esa cantidad de dinero, pero no podía aceptar algo tan bajo cuando podía conseguir mas solo esperando un poco mas de tiempo.
-Lo siento, pero tendrás que mejorar la oferta. No me sirven esos 12.5 millones. Como mínimo acepto 15 millones, si no los tienes, no perdamos mas el tiempo- le dije, dando un bufido.
“Tch estos mocosos ricos creen que los demás debemos tener todo el tiempo del mundo para ellos” pensé, mientras me acomodaba un poco mi ropa.
-Si consigues el dinero en algún momento. Me contactas, pero no te aseguro estar en esta isla cuando eso pase- le dije sonriente, antes de emprender la retirada.

Las palabras que salieron de su boca hicieron que me detuviera y me girara a mirarlo.
-Y ¿debería felicitarte por estar aquí? Ya te lo dije, solo es cuestión de tiempo para que venga otro idiota por esta pagina. Si estas aquí, es porque debes estar desesperado por conseguir esta pagina, pero quiero decirte que si no tienes la cantidad de dinero que te pido, nuestro negocio no va a poder avanzar. - mascullé, algo divertido y enojado al mismo tiempo por el hecho de estar perdiendo mi tiempo.

Las siguientes palabras de aquel hombre, me hicieron permanecer callado por unos pocos segundos mientras lo miraba con extrañeza, para luego lanzar una larga y poderosa carcajada.
-¿Un favor? Es la mejor broma que he oído en años- dije aun riéndome, pero de un momento a otro, mi sonrisa desapreció, haciendo que el ambiente se volviera mas serio que antes.
-No prometas cosas que no puedes cumplir. Ademas ¿Quien mierda te crees que eres como para yo pueda necesitar un favor tuyo? ¿Acaso eres un almirante de la marina? ¿Un noble mundial? O peor ¿Eres un hijo perdido de un yonkou? - le pregunté, ya mas molesto que divertido. La actitud de aquel hombre ya comenzaba molestarme demasiado.

OFF: Percival, yo entiendo que quieras terminar rápido el tema, pero por favor, no menciones cosas que no han pasado. Jack no puede tener interés por tu oferta, si no sabe quien eres.
#4
Percival Höllenstern
-
Tras toda la sarta de palabras que salieron de la boca del hombre de un solo brazo, no pude evitar sonreír y contestarle de manera honesta y directa.

Si no valoras un trato en Gray Terminal, solo se puede deber a dos cuestiones. La primera, es que es tu primer trato comercial en la zona como extranjero, algo que explicaría porque has buscado la oscuridad y la soledad de un lugar poco concurrido, olvidando que tu único salvavidas cuando comercias en un lugar tan peligroso, es el amparo de la vista del resto - comenté tranquilo, levantándome de mi asiento improvisado y crujiéndome los dedos de la mano derecha casi como si fuera una mera cuestión motriz, y me terminaba la manzana, tirando los restos al suelo.

- La segunda opción, es que simplemente seas un necio por no valorar la moneda de cambio esencial de esta isla. - espeté mediante una sonrisa mordaz y afilada de manera veloz, mientras me cruzaba de brazos y le dedicaba una mirada casi de lástima. - ¿Es así como perdiste el brazo? - le comenté de manera incisiva.

En guardia en todo momento, desde la relativa seguridad que los seis metros entre nosotros nos ofrecían, mi punto de vista estratégico de la situación era limpio, pues había dejado a mi espalda la entrada del túnel y eso significaría que ante cualquier movimiento rápido agresivo por parte del vendedor, podría reaccionar.



Lo que te ofrezco es simple, tu no pierdes dinero, y además ganas un favor a cobrarte cuando quieras. Entiendo que pueda parecer algo intangible por mi falta de fama, pero es precisamente ese factor el que resulta una garantía para lo que te ofrezco. - comenté, chasqueando ligeramente la lengua contra los dientes, y prosiguiendo. - Un favor por mi parte puede desde eliminar a una amenaza potencial del futuro, o hasta conseguirte un brazo nuevo. - añadí aún en mi postura de brazos cruzados, intentando hacer que el novicio en el arcaico arte del intercambio local entendiera el valor real de la propuesta que le estaba haciendo. - Otros incluso primero te arrancarían una pierna y te dirían que cuánto valor tiene la otra para ti, intentando literalmente que les pagaras por tu propia venta. Yo te estoy ofreciendo seguridad y toda la honradez que te puede ofrecer alguien en este nido de mierda, un favor es lo más honorable que puedes encontrar en Gray Terminal. - sentencié con honestidad en un tono de voz audible pero plácido.

Tu decides, caballero. Podemos salir de aquí como aliados, tu con tu dinero y todas mis cualidades para negociar a tu disposición futura, y yo con el documento que necesita mi banda, o con alguno en una caja de pino, pero eso no es negocio para nadie... te lo aseguro. - aseveré en tono calmado y por primera vez, una sonrisa amistosa.

OFF
#5
Jack D. Agnis
Golden Eyes
-Si es eso lo que quieres creer adelante. Me quedo con cualquiera de las dos opciones que diste, solo elige una y creela- le dije de manera calmada y divertida al mismo tiempo, mientras alzaba mis hombros como restándole importancia a sus palabras, y a decir verdad, me importaban una mierda. Sus palabras no iban a afectarme en lo mas mínimo. Estaba mas que seguro que una espada dañaba mas que unas simples palabras.
-Bueno si ya terminaste con tu cacareo, te vuelvo a decir que si no tienes el dinero que te pido, no me vuelvas a molestar. Que otros tengan todo el tiempo del mundo para hablar con alguien rico como tu es genial, pero yo no soy como el resto- exclamé, mientras lo miraba con desdén.


Escuché las palabras de aquel tipo. Lo que me proponía no me servia de nada si realmente no era alguien relevante, y eso hacia que me costara aceptar su trato.
-Muy bien. Supongamos que acepto el trato y obtengo tu “favor” y cuando lo necesito, me entero que estas muerto o que solo eres un pusilánime en la pirámide del poder ¿Donde está ese beneficio del que hablas?- le pregunté, volviendo sobre mis pasos.
-Por otro lado, volvamos a suponer que te necesito en un lugar particular y por ejemplo yo estoy en el Grand Line, crees que podrás llegar hasta allí para ayudarme? O sea tienes las capacidades y los recursos para ello? - volví a preguntar. Intentaba averiguar si su favor podría valer algo, o si simplemente, era un acuerdo de palabra vacío que no me serviría absolutamente de nada en el futuro venidero.
-Y por ultimo. Antes de que puedas contestar, ¿como sé que cuando lo haga no solo me ignoraras? Para que te quede claro, no confío una mierda en ti y no sé quien verga eres, asique tu palabras no significa mas que basura para mi.- mascullé de manera seria, mientras me movía de un lado hacia el otro.

-¿Caja de pino? ¿Eso es una amenaza? Cuida tus palabras mocoso, que si yo decido irme, no obtendrás nada de mi. - No había cosa mas molesta que alguien que se sentía con el poder suficiente como para demandar algo que no estaba a su alcance.
#6
Percival Höllenstern
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Esperé a que soltara toda la mierda por la boca que tenía acumulada en su interior, volcando toda la bilis posible tratando de elaborar un método de presión comercial que probablemente en cualquier otro lugar del mundo hubiera dado resultado, y me limite a sonreír con más prominencia si era posible.

- Es muy curioso que me hables de riqueza, cuando al mismo tiempo hablas de influencia. ¿No suele tener la gente rica un poco de ambas? - comenté encontrando la falla en su argumento, pero no me detuve en esa observación. - Igualmente no soy alguien rico, y de hecho juzgar a alguien por su cubierta está feo... ¿No crees? Es como si yo te juzgara como un inválido por tu falta de la capacidad de hacer esto - continué, sacándole el dedo corazón desde la correspondiente mano que le faltaba a mi interlocutor y abandonando brevemente mi postura.

Me tomé unos segundos de complicidad que casi parecía cómica, aún con el brazo en lo alto con tan insigne gesto, antes de abandonarlo y continuar mi discurso.

- Creo que hemos llegado a un punto en común. Yo también odio a los ricos, especialmente a los del Gobierno Mundial. - espeté lanzando un escupitajo al suelo, que poco se correspondía con el porte que me correspondía-. Si tan solo fuera un pusilánime, no me atrevería a decirte a la cara que eres tremendamente obtuso si no eres capaz de ver más allá de "la pirámide del poder"-. sentencié con un gesto de sonrisa de media luna.



- ¿Acaso no sabes que el poder cambia totalmente de manos de la manera más caprichosa? Recuerda quién era Salazar antes y mira cómo dejó a la Marina en la más absoluta vergüenza -. compartí casi como un pensamiento abierto mientras llevaba mi mano ofensora a mi mentón y mantenía la otra aún cruzada, apoyando el codo de esta contra la mano contraria.

- Así que mi oferta no cambia. Te ofrezco el favor de alguien con un objetivo mucho más atrevido que dominar una isla, y mi absoluta palabra de que allí me tendrás si eres capaz de avisarme a tiempo antes de que acabes en esa preciosa caja de pino de la que hablamos, pero solamente será una vez, o al menos hasta que negociemos de nuevo -. finalicé con cierto descaro, tornando a mi postura de brazos cruzados.

- Tengo el dinero encima, y tú puedes irte de aquí o con un aliado valioso y forrado, o con un ojo más en la garganta, la decisión es íntegramente tuya -. musité con toda la complicidad que dos bandidos podían compartir en aquel momento de intensidad.
#7
Jack D. Agnis
Golden Eyes
Di un gran suspiro tras oir sus palabras. Aquello ya me había agotado. Mis preguntas seguían sin respuesta y lo único que podía oír era a un idiota decir cosas que apenas entendía, lo cual comenzaba a ponerme de muy mal humor.
-Creo que esto no está yendo a ningún lado. Apenas me dices lo que quiero saber. No sé quien eres pero dices que puedes estar si te llamo. No tienes poder, solo que tienes una gran ambición, que a mi parecer no me sirve de nada. – le dije ya un poco harto de estar en una charla que parecía no ir a ningún lado.

-Lo siento Percival, pero no puedo confiar en alguien que ni siquiera puede explicar por qué debería aceptar su favor y sobre todo cuando veo que no tienes poder alguno que me pueda servir. La verdad tu actitud es una mierda y poco me interesa negociar contigo, pero aun tienes una sola oportunidad para convencerme de que te venda lo que buscas. Sino, como dije, me iré y buscaré otro comprador que si pueda pagar lo que pido. - le dije, mientras lo miraba fijamente. Mi sonrisa ya había desparecido y un notable cansancio que había posado en mi rostro.
-Dime, ¿Perteneces a la marina? Eso si me serviría mas que nunca, pero necesito saber en qué me podría servir tu favor. Ya te lo dije miles de veces…- exclamé exagerando.
-…No confío en ti y desde que empezamos a hablar no has hecho méritos para que éste negocio se lleve a cabo. Te vuelvo a preguntar ¿Quién eres? ¿Dónde perteneces? Y ¿Por qué crees que tu favor vale los 2.5 millones extras que pido? – pregunté, esperando que esta vez mis respuestas fuera contestadas.
-Depende de tu respuesta, es si este negocio se lleva a cabo. Te daré unos momentos para que lo pienses. Todo lo que salga de tu boca que no contesten mis preguntas, las ignoraré. Tus insultos no me hacen daño y mucho menos tus amenazas– exclamé.

Sin dudarlo, esperé el tiempo necesario, siempre y cuando fueran pocos minutos, a que aquel hombre decidiera contestarme algo que me dijera que realmente valía la pena obtener su favor.
#8
Percival Höllenstern
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Suspiré largamente, dejando que el aire saliera de mis pulmones como si de humo se tratara, marcando una pausa calculada. Me fijé en su rostro, agotado y sin paciencia, y, por un breve instante, me permitió ver una cosa: impaciencia. Qué bello defecto cuando uno sabe aprovecharlo.

Me enderecé un poco, descruzando los brazos, pero no del todo. Aún dejaba el peso de mi cuerpo descansar sobre un codo, y lo miré con una sonrisa que ya había perdido su borde cómplice, transformándose en algo más frío, como el filo de una navaja que se desliza sin esfuerzo.

No pertenezco a la Marina, no soy uno de esos perros amaestrados. Tampoco creo que sea necesario llevar un uniforme para ser útil en este mundo, ¿verdad? —solté con un tono mucho más bajo, casi susurrante, pero cargado de una tranquilidad peligrosa.

Le di unos segundos para que procesara aquello, mientras mis dedos tamborileaban sobre el brazo contrario. Decidí entonces continuar, sin perder el ritmo, como si estuviera tocando una melodía lenta.

Mira, parece que no estás escuchando lo que en realidad te estoy diciendo. No es que no tenga poder, es que no tengo necesidad de mostrarlo. Los que alardean de sus armas, de sus fuerzas... —hice una pausa deliberada—, esos son los que mueren primero. Los inteligentes, los que saben cuándo y cómo usar el poder, son los que sobreviven. Esos son los que, a menudo, logran que tipos como tú piensen que no tienen nada que ofrecer, hasta que es demasiado tarde.

Aposté a que eso lo haría pensar, o al menos le despertaría una duda. Un hombre que negocia con cifras altas y tiene algo que yo deseo no es estúpido. Solo necesita que alguien le recuerde que la fuerza no siempre es visible.

Tu oferta es clara. Pero me pides que justifique 2.5 millones más, y lo haré... a mi manera. Porque no me malinterpretes, no me gustan los juegos largos si no son necesarios. Lo que te ofrezco no es simplemente un favor; es la posibilidad de tener a alguien que no está en el radar de tus enemigos. A alguien que, cuando lo llamas, llega sin hacer ruido, sin levantar sospechas, sin arrastrar el olor a pólvora y sangre que trae la Marina o cualquier otro imbécil al que puedes comprar por unas monedas. — comenté sin alterarme.

Lo miré directo a los ojos, sin parpadear. Era importante que entendiera que no estaba improvisando, que esto no era una venta más. Era mi realidad, y si no lo veía ahora, lo vería después... tal vez cuando ya fuera demasiado tarde.

Así que, ¿quieres saber por qué vale la pena mi favor? Porque cuando me necesites, cuando las cosas se pongan feas y no puedas confiar ni en la sombra de los tuyos, yo estaré ahí. Sin preguntas, sin compromisos estúpidos, solo resultados. No porque seas especial, sino porque habremos hecho un trato, y yo cumplo mis tratossentencié firmemente de manera preclara.

Hice una pausa, un golpe de silencio que sabía que resonaría. Mi mano volvió a mi mentón, pensativa, pero mis ojos nunca dejaron los suyos.

No, no estoy en la Marina. No soy un hombre de uniforme. No soy un esclavo de las reglas. Pero puedo moverme donde los uniformados no pueden, puedo hacer lo que ellos no se atreven, y eso, amigo mío, es lo que te ofrezco. Esa libertad, ese recurso que, en el momento justo, te será más útil que cualquier otra cosafinalicé como parte de una aproximación leal y meridiana, sin mayor titubeos ni pérdidas de tiempo por ninguna de las dos partes.

Volví a recostarme, dejando que el silencio llenara el espacio entre nosotros, esperando su reacción. Sabía que ya no quedaba mucho más que decir. Las cartas estaban sobre la mesa, y todo dependía de si él podía ver el valor que yo ofrecía, o si se dejaría cegar por el brillo vacío de un uniforme o una promesa fácil.
El dinero que pedía estaba ahí, y lo que yo le ofrecía valía mucho más que esos millones. 
Si no lo entendía, entonces no valía la pena perder más tiempo y contactaría con cualquiera de los otros vendedores que tenía en cartera. Pero si lo hacía, si podía ver más allá de su cansancio, de su desconfianza, entonces... bueno, entonces este sería solo el comienzo de un compromiso mutuo. En el fondo, este tipo hasta me agradaba.
#9
Jack D. Agnis
Golden Eyes
Seguía sin entender a que se refería, pero ya estaba aquí y no me iría sin mi dinero. Si al final de cuenta esto solo era un pedazo de papel que a mi no me servia para una mierda mas que para limpiarme el culo.

-No lo siento. Desde que empezaste hablar de manera difícil, decidí no escucharte. Entiendo, tienes fuerza, pero eres tan inteligente que no quieres demostrarla, el porqué, es incierto para mi.- exclame ya cansado de escuchar sus sandeces sin sentido para mi.
“Creo que me es mas fácil hablar con un infante que con este idiota” pensé, con una jaqueca en la puerta. Sus palabras estrambóticas hacían que mi cabeza me doliera y ahora mas que nunca necesitaba trago para ese dolor no llegara a afectarme.

Continué oyéndolo, mientras deseaba una enorme una botella de ron, de esas que apenas puedes verles el final cuando la inclinas. Tal vez borracho podría entender lo que aquel hombre decía, pero estando sobrio al parecer no.
Una vez terminó de hablar, metí mi mano en mi chaqueta y saqué la pagina de la enciclopedia, la cual estrié frente de mi para que viera que la misma era verdadera.
-Tras oír toda tu charlatanería, he decido que aceptaré tu dinero y tu favor. Sobre todo si eso hace que cierres tu boca y dejes de hablar de manera tan confusa. - le dije, ya hastiado de oírlo.
-Si realmente eres un hombre de palabras y cumples con lo que acabas de decir sobre ayudarme en las peores situaciones, nuestro trato se cierra en este momento. Confiaré en ti, asique dame el dinero y dime donde puedo solicitar tu ayuda cuando el momento llegue. - le dije, mientras esperaba que se levantara y sacara el dinero.

-Por otro lado, dijiste que no eres de la marina y que odias a los ricos del Gobierno Mundial, no? Pues no se bien que significa eso, pero he oído los rumores de que existe una agrupación que va contra el gobierno mundial. Aunque no recuerdo su nombre en este momento. Quiero suponer que...- hice una pausa para mirarlo. Solo necesitaba alguna pequeña acción o movimiento involuntario, que me diera a entender que él pertenencia a ese grupo.
-… En fin, creo que no es necesario seguir hablando, no quiero seguir oyendo tus palabras confusas. Ahora saca el puto dinero que me quiero ir a beber algo a alguna taberna de mierda- exclamé apurado.

Generalmente vivía en una burbuja, mi burbuja, y trataba de no enterarme demasiado de lo que lo pasaba en el mundo, no porque no quisiera, sino porque me importaba una mierda, pero aun así, las acciones de esa tal agrupación tampoco me eran ajenas, al menos las grandes acciones.
#10


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