Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
[Común] [Pasado] Oportunidades entre la basura
Silver
-
El hedor del basurero invadía cada resquicio del lugar, intensificándose a medida que uno se adentraba más en el corazón de Gray Terminal. Una amalgama de residuos industriales, restos de la opulencia del Reino de Goa y desechos de toda clase de mercancías se acumulaban en enormes montañas que parecían querer devorar la tierra. Al fondo, la silueta de las fábricas y edificios de la capital se vislumbraba lejana, como una burla silenciosa para los que vivían en los márgenes de esa civilización.

El capitán pirata caminaba entre las calles improvisadas del vertedero, mostrando una expresión sombría apenas disimulada tras un semblante confiado. Había estado buscando una pista durante días, y aquel rincón olvidado del mundo parecía ser lugar donde encontrarla. La situación era peor de lo que esperaba. No solo la deuda que cargaba seguía aplastándolo como una maldita condena, sino que alguien había decidido aprovecharse de su mala suerte y huir con una pequeña suma que había "invertido" en un acuerdo reciente. Ese idiota no llegaría lejos, y se aseguraría de que no volviera a estafar a nadie. La única forma de mantener el respeto en este mundo era dar ejemplo, y esta sería una excelente oportunidad.

Desvió su camino, zigzagueando entre chozas de metal oxidado y fogatas que quemaban lo poco que la gente había podido salvar de entre los desperdicios. Los habitantes del lugar lo miraban con desconfianza, pero nadie se atrevía a hacerle frente. Incluso aquí, entre la escoria, su reputación le precedía. Había rumores corriendo sobre los trabajos que había tomado en los últimos meses, y más de uno ya había oído de la facilidad con la que aquel pirata de sonrisa traviesa se deshacía de los obstáculos en su camino.

Pero por el momento no necesitaba más problemas. Su verdadero objetivo, un tal Boran, le debía una jugosa cantidad. El muy cobarde había conseguido esconderse entre los parias del Gray Terminal, pero la miseria no era excusa suficiente para dejar pasar la deuda. Si no pagaba, el capitán tenía maneras de sacarle algo más valioso que el dinero. Lo que no contaba, sin embargo, era la posibilidad de necesitar refuerzos. Pues según había escuchado su objetivo podría tener refuerzos en la ciudad de chatarra. Frunció el ceño, dandole vueltas a sus pensamientos mientras echaba mano de su petaca, la cual siempre llevaba a su costado. Un sorbo de licor caliente bajó por su garganta, calmando brevemente su impaciencia.

Con ese pensamiento, el pirata se dirigió a uno de los pocos bares improvisados que había encontrado en las entrañas del lugar. Allí, sentado en una mesa desvencijada, pidió una jarra de cerveza y se dedicó a observar, aguardando el momento perfecto para moverse.
#1
Octojin
El terror blanco
El habitante del mar caminaba por Gray Terminal, entre montañas de chatarra y restos que parecían contar historias olvidadas. Había cogido ya la costumbre de perderse entre aquellos montones, y ciertamente era algo que le relajaba y le hacía olvidar todo problema que pudiese tener. Como casi todos los días, su objetivo era claro: encontrar madera donde fuera. Aunque podría parecer extraño para cualquiera que lo viera, su búsqueda de piezas de madera no era más que el resultado de una habilidad que había desarrollado gracias a la ayuda de Airgid. O Airgid la estúpida, como le gustaba llamarle. La rubia le había enseñado que cada trozo de madera, por pequeño o insignificante que pareciera, podía ser transformado en algo útil y adoptar así una nueva vida. Y desde entonces, la vida de Octojin había girado en torno a encontrar esos "tesoros" de madera y darles una nueva vida. Quizá visto desde fuera no fuese nada atractivo, pero en su interior el escualo notaba que realmente estaba sintiéndose realizado. Hay gente que se siente realizado con poco, parece ser.

Sin embargo, aquél día no parecía ser su día de suerte. A pesar de todo su esfuerzo, solo había encontrado una pata de lo que parecía una silla rota, algo insuficiente para cualquier trabajo importante. Había cargado lo poco que había encontrado en su improvisado carro, hecho también con materiales encontrados allí. Y, después de pasarse un buen rato buscando entre montones de chatarra sin éxito, decidió que sería mejor dejar de perder el tiempo y dirigirse a la taberna de Karol. Aquél sitio era su refugio, un lugar donde pasaba el tiempo cuando no tenía trabajo o simplemente cuando necesitaba relajarse. Además, muchos de sus encargos habían salido de allí, así que podría decirse que era un dos por uno.

Al llegar, Octojin abrió la puerta del local y fue recibido por el familiar murmullo de los clientes y el suave sonido de la madera que crujía bajo sus pies. El olor a alcohol y comida —sobre todo al primero— llenaba el ambiente, y Karol, el tabernero okama, estaba detrás de la barra atendiendo a los clientes. Octojin lo saludó con un amigable gesto de cabeza y se dirigió a una mesa vacía. Al pasar junto a la barra, chocó el puño con Karol, quien le agradeció por la reparación que había hecho la última vez. La barra del bar, que había estado bastante deteriorada, ahora lucía impecable gracias a los arreglos que Octojin había hecho. No había sido fácil, pero mereció la pena, sobre todo al ver la cara de todos los clientes que entraban a la taberna y se veían sorprendidos. Después de ese trabajo, el tabernero le había mandado varios más, pero aún se encontraba buscando madera para afrontarlos. Tenía varias mesas en mal estado, y las sillas empezaban a estar al borde de romperse, así que cualquier ayuda sería bienvenida.

—Gracias otra vez por la barra, Octo —dijo Karol, sonriendo—. Me has ahorrado un buen dolor de cabeza.

Octojin esbozó una leve sonrisa, una que parecía casi oculta detrás de su gran figura y su presencia imponente.

—No hay problema —respondió brevemente, mientras se acomodaba en su asiento y pedía comida y bebida.

Mientras esperaba, Octojin notó a un tipo que no había visto antes. Un hombre de porte llamativo y de aspecto claramente extranjero. No le prestó mucha atención al principio, ocupado en sus propios pensamientos sobre las reparaciones que tenía que hacer, palpando las mesas, tanto la parte superior como las patas, algo que después repetiría en las sillas. Pero, poco a poco, el tipo comenzó a captar su atención. Era difícil ignorarlo, con esa actitud confiada y una especie de aura que sugería que no era alguien común.

Aquél hombre tenía ese tipo de presencia que hacía que la gente lo mirara dos veces. Quizá era su apariencia, o el aura que desprendía. Algo en su mirada gris y en la manera en que se movía le resultaba extraño al habitante del mar. Había algo oculto detrás de su comportamiento relajado, como si estuviera esperando algo... o a alguien.

La comida llegó, y Octojin comenzó a degustarla agarrándola con las manos mientras seguía observando de reojo al hombre. El trozo de carne estaba demasiado pasado a su gusto, pero ya había tenido varias conversaciones con Karol sobre el punto de la carne y llegó a la conclusión de que no sabía prepararla mejor.

No podía evitar pensar que, aunque estaba acostumbrado a ver todo tipo de gente en Gray Terminal, ese tipo era diferente. Había algo en él que lo destacaba, aunque no podía identificar exactamente qué era. Había pensado y repensado qué podía ser, pero no terminaba de dar con ello. Eran como pequeños matices lo que le hacían pensar aquello.

—¿Nuevo por aquí? —preguntó finalmente Octojin, rompiendo el silencio que había entre ellos e intentando averiguar quién era aquél tipo.

No esperaba una respuesta inmediata, pero su instinto le decía que no estaba allí solo para relajarse.
#2
Silver
-
El pirata dio un trago largo a su cerveza mientras examinaba la taberna, percibiendo los susurros de las conversaciones a su alrededor. Las mesas, viejas y maltrechas, chirriaban cada vez que alguien se acomodaba en ellas. Aunque el lugar no era precisamente lo que él llamaría un sitio decente, servía para lo que necesitaba en ese momento: un respiro antes de moverse. Las cosas en Gray Terminal se cocían a fuego lento, y si no era cuidadoso, las oportunidades podrían escapársele entre los dedos.

Mientras estaba absorto en sus pensamientos, notó algo curioso. Un tipo grande, extremadamante grande, entraba en la taberna. Sus movimientos, aunque cuidadosos, hacían crujir el suelo de madera bajo su peso, y la atmósfera pareció volverse más densa con su presencia. A simple vista, el recién llegado era claramente un gyojin, un hombre tiburón que destacaba como una montaña blanca entre las mesas desvencijadas.

El capitán siguió bebiendo mientras lo observaba de reojo. El habitante del mar pasó junto a la barra, intercambiando saludos con el tabernero, y después se sentó en una mesa cercana. El tipo parecía estar a gusto en el ambiente, como si fuera un visitante habitual de este antro, aunque su aspecto lo hacía difícil de pasar desapercibido. Desde su asiento, el gyojin comenzó a revisar las mesas, palpando su estado como si estuviera calculando cuánto tiempo más podrían resistir antes de romperse.

La mirada del gigante se posó varias veces en el capitán pirata, y no pasó mucho tiempo antes de que la curiosidad del tiburón rompiera el silencio.

¿Nuevo por aquí? —preguntó el gyojin, observándolo detenidamente.

El pirata sonrió por lo bajo, aún con la jarra en la mano. Aquella pregunta, tan simple como directa, lo sacó momentáneamente de sus pensamientos. El grandullón también había llamado su atención, así que la pregunta le brindaba una oportunidad, la cual decidió aprovechar.

Depende... ¿Qué te hace pensar que soy nuevo? —respondió, levantando una ceja mientras hacía girar la cerveza en su mano—. Aunque, si te interesa tanto, puedes invitarme a un trago y mirar más de cerca —bromeó con un tono desenfadado, mientras sus ojos grises se clavaban en los del gyojin. Estaba claro que ambos se habían estado observando desde que aquel tiburón entró al lugar.

Después de un momento y esperar su respuesta, el capitán decidió continuar la conversación. La apariencia del hombre pez no pasaba desapercibida, y si alguien como él pasaba tanto tiempo en Gray Terminal, debía conocer bien el terreno. Y quizá, con algo de suerte, hasta le sería de utilidad en su búsqueda.

Estoy buscando a alguien que se ha metido en un buen lío... Un tal Boran. —declaró directamente. No solía andar con rodeos cuando se trataba de negocios—. Me debe algo de dinero, y digamos que no tiene muchas ganas de saldar la cuenta. Es una rata escurridiza y me vendría bien alguna indicación para encontrarle. —El capitán se inclinó ligeramente hacia adelante, apoyando los codos en la mesa mientras lo miraba con una sonrisa relajada—. ¿Eres de por aquí? Quizá hayas oído su nombre... o quizás lo hayas visto.
#3
Octojin
El terror blanco
Octojin dejó que el silencio entre él y el misterioso tipo se asentara mientras seguía observando al extraño pirata. Su mirada, curiosa pero calculadora no era la típica que solía recibir. La mayoría de las veces la gente lo evitaba o simplemente sentía incómoda en su presencia. Pero el hombre parecía diferente; había algo en él que no encajaba del todo con los seres comunes que frecuentaban Gray Terminal. Ni ningún lugar que hubiese pisado el habitante del mar, en general.

Cuando el tipo respondió a su pregunta, lo hizo con un tono desenfadado y con una sonrisa que parecía cargada de confianza. Además, bromeó sobre que lo invitara a un trago, algo que sacó una breve carcajada de Octojin, aunque era más bien un sonido gutural, casi inaudible.

— No pierdes el tiempo, ¿verdad? Invitarte a un trago... —murmuró Octojin mientras daba un sorbo a su bebida— Quizá. —La simple idea de que aquel tipo bromeara con tanta facilidad mientras estaba en un sitio como ese no dejaba de sorprenderle.

El ambiente entre ellos cambió ligeramente cuando el hombre mencionó a un tal Boran. Octojin frunció el ceño, tratando de recordar si había escuchado ese nombre antes. No era raro que se mencionaran nombres en Gray Terminal —gente que estaba en problemas, deudas, o líos de cualquier tipo—, puesto que era un sitio perfecto para perderse o esconderse durante un tiempo. Pero lo cierto era que aquel nombre no le sonaba. Aún así, el gyojin sabía que ese tipo de conversaciones solían ser complicadas y, por lo tanto, pensó sus palabras con cuidado mientras ponía un semblante serio y hacía como que pensaba. Si algo había aprendido el escualo, es que las paredes parecían tener oídos hasta en el más recóndito lugar en el que estuvieras. Puede que ese tipo fuese peligroso, o que estuviera bajo los mandos de alguien más grande. Lo único que tenía claro el tiburón es que ese tipo de conversaciones no solían traer nada bueno si no medías bien tu respuesta.

— Boran, ¿eh? —repitió Octojin, en parte para ganar tiempo mientras sus pensamientos se alineaban— No me suena, pero aquí en el Gray Terminal la gente va y viene como el viento — Respondió mientras su mirada seguía enfocada en el pirata, midiendo cada gesto—. ¿Qué clase de lío tiene tu amigo? Porque aquí... si te metes en problemas, no siempre sales entero.

Octojin no se apresuró en ofrecer ayuda. Había aprendido con el tiempo que, aunque conocía a la mayoría de las personas que frecuentaban aquel lugar, confiar en alguien nuevo era otra historia. Sin embargo, la mención de una deuda y la forma directa de Silver le hacían pensar que, si bien no confiaba aún en él, podría ser alguien con quien al menos podría establecer una relación temporal basada en algún beneficio mutuo.

— Gray Terminal no es lugar para deudas, amigo —continuó el gyojin, con una ligera sonrisa en los labios—. Aquí o pagas lo que debes o... te desaparecen. Si Boran está aquí, probablemente esté escondido o peor. Pero puedo preguntar a la gente que conozco. Quizás alguien sepa dónde encontrarlo. Pero claro, todo tiene un precio — finalizó a la par que cogía la jarra de cerveza y daba un gran trago.

El escualo observó al tipo de nuevo, esta vez con algo más de detenimiento. Si alguien como él estaba buscando a ese tal Boran, entonces debía estar metido en problemas serios. Pero al mismo tiempo, el tiburón no era un tipo que se echaba atrás ante una oportunidad de ayudar y, tal vez, ganar algo en el proceso.

— Dime, pirata —dijo Octojin, esta vez con más confianza en su tono—, ¿qué pasa si encuentras a tu hombre? ¿Qué harás con él?

La intuición, por alguna razón, le decía que era un pirata. Quizá era su forma de hablar o la seguridad con la que parecía trasmitir sus planes. O puede que porque solo un pirata llegaría hasta aquél lugar buscando a otro maleante por... Lo que parecía ser un tema de dinero.

El gyojin hizo un gesto al camarero para que le sirviera un par de copas y con ello invitar a su nuevo acompañante. Quizá con ese gesto hablase algo más. O puede que lo aceptase y se fuera, pero sin contactos en la isla, seguramente las probabilidades de encontrar a alguien que se estuviese escondiendo fuesen cercanas a cero.
#4
Silver
-
Syxel mantuvo su sonrisa ladeada mientras escuchaba la respuesta de Octojin. Aunque la carcajada del gyojin había sido breve, aquella interacción parecía haber roto parte del hielo entre ellos. Lo observó mientras respondía, notando su forma de medir cada palabra con cuidado. El habitante del mar no parecía el tipo de persona que ofrecía ayuda sin más, pero tampoco daba la impresión de alguien que rechazara una oportunidad si se le presentaba.

No pierdo el tiempo cuando hay algo que me interesa, —replicó el capitán, aún con tono desenfadado, mientras tomaba otro trago de su jarra. Gray Terminal no era precisamente un lugar para tonterías, y con el tiempo había aprendido que la acción directa, acompañada de un poco de humor, solía funcionar mejor en esos ambientes cargados de tensión.

Cuando Octojin mencionó que Boran no le sonaba, Silver no pareció demasiado sorprendido. Era un basurero gigante, un laberinto de chatarra y escoria. Gray Terminal no era un lugar fácil para rastrear a alguien, y menos si ese alguien tenía el suficiente ingenio como para mantenerse escondido.

Un lío simple: me debe dinero, —respondió sin rodeos, recostándose ligeramente en su silla mientras jugaba con la jarra—. Y por lo que he averiguado, no soy el único. Ese malnacido ha estafado a más gente de lo que parece, así que no me extrañaría que se haya refugiado aquí, entre las sombras, pensando que nadie lo encontraría.

Los ojos grises del capitán brillaron con una mezcla de determinación y diversión mientras explicaba el panorama. Boran había sido listo en esconderse, pero no lo suficiente.

La mención de un precio por la ayuda hizo que el pirata soltara una risa baja. Era de esperarse, nadie en este lugar hacía nada gratis, y mucho menos alguien como aquel gyojin.

Oh, estoy seguro de que podemos llegar a un entendimiento, —dijo mientras sacaba de su chaqueta un trozo de papel doblado con cuidado. Lo desplegó sobre la mesa con un movimiento rápido, dejando a la vista un cartel de Wanted algo ajado. En la imagen, un hombre de aspecto nervioso y desaliñado miraba al frente, con una expresión que ya le resultaba odiosa al capitán. Debajo, la recompensa, pequeña pero existente, relucía como un recordatorio de que el cobarde de Boran no solo le debía a él, sino también a la justicia.

Este bastardo tiene una pequeña recompensa por su cabeza. Así que además de cobrar mi deuda y darle su merecido, podríamos hacer un buen negocio.

El pirata sonrió de nuevo, esta vez con una mezcla de astucia y satisfacción. Si el tiburón tenía el instinto para oler una oportunidad, sabría que aquello era más que una simple búsqueda. Cuando Octojin le preguntó qué pensaba hacer con Boran una vez lo encontrara, el capitán se inclinó ligeramente hacia adelante, entrelazando los dedos mientras lo miraba fijamente, sin perder la sonrisa.

Una vez que le saque lo que me debe y le dé una lección que no olvidará, no tendré mayor interés en él. —Luego, añadió con un tono más oscuro, casi juguetón— Si sigue vivo, claro.

No era una amenaza directa, pero el mensaje estaba claro. En el mundo en el que ambos se movían, sobrevivir después de haber estafado a la persona equivocada no era precisamente una garantía.

Terminó su cerveza y dejó la jarra sobre la mesa con un golpe seco, como si con ese sonido cerrara el trato de una conversación que comenzaba a tomar forma. Ahora, todo dependía de cómo Octojin quisiera moverse.
#5
Octojin
El terror blanco
Octojin observaba con atención al tipo que tenía enfrente, calibrando cada palabra que salía de su boca. El tiburón había aprendido, a lo largo de su vida, que en el mundo de los humanos y piratas, las palabras podían ser tan afiladas como los dientes de su propia especie. Silver parecía ser el tipo de hombre que podía usar tanto la astucia como la fuerza bruta para conseguir lo que quería, una combinación peligrosa.

Al escuchar la razón por la que Silver buscaba a ese tal Boran, Octojin asintió lentamente. No era la primera vez que escuchaba hablar de un estafador que intentaba esconderse en el caos de Gray Terminal. Aquél lugar, un vertedero gigante lleno de chatarra y desechos, también era un refugio perfecto para los despojos de la sociedad. Boran, por lo visto, había jugado mal sus cartas, y ahora los tiburones estaban detrás de él, y no solo los del mar. Aquello le hizo pensar dónde se escondería una rata como aquella. ¿Qué sentido tenía estafar, robar o lo que fuese a cambio de vivir el resto de su vida escondido de la civilización por miedo? Ninguno, a los ojos del tiburón.

Cuando Silver sacó el cartel de Wanted y lo desplegó sobre la mesa, Octojin se inclinó hacia adelante, observando la imagen del hombre. Su mirada afilada recorrió el rostro nervioso y desaliñado de Boran. Era un tipo que encajaba perfectamente en la descripción de un cobarde. Octojin sabía que los tipos como él solían ser escurridizos, siempre buscando el siguiente lugar donde esconderse, pero también sabía que, eventualmente, todos cometían errores. Y aquello era lo que tenían que buscar, un error, una pista, algo que les condujese hasta él.

El tiburón esbozó una leve sonrisa, apenas mostrando sus afilados dientes, cuando Silver habló de "hacer un buen negocio". La mención de la recompensa por la cabeza de Boran le hizo pensar en el precio que podría obtener, no solo en términos monetarios, sino también en información. Al fin y al cabo, Gray Terminal no era un lugar donde alguien se quedara mucho tiempo sin hacer contactos o, al menos, sin oír algo que podría ser útil más adelante.

En la mente del escualo se empezaron a conectar ideas difusas, que poco a poco fueron cogiendo forma. Si quería llegar hasta él, había tres personas a las que podía preguntar, aunque realmente solo creía poder fiarse de dos, ya que la tercera era demasiado introvertida y no sabía de qué pie cojeaba. Con el semblante serio se rascó la barbilla, pensativo, mientras intentaba crear un camino en su mente.

—Un buen negocio, ¿eh? —murmuró Octojin, mientras sus ojos iban del cartel de Wanted a la mirada astuta de Silver —Dinero y justicia en una sola jugada. No suena mal. Nada mal.

El tiburón levantó la vista, clavando sus ojos en los de Silver. Las palabras del humano, aunque desenfadadas, llevaban una carga peligrosa. No era una sorpresa que el destino de Boran no estuviera garantizado. El tipo no tenía muchas oportunidades de salir de aquello con vida, al menos no si Silver conseguía ponerle las manos encima primero. Y, aunque Octojin no solía preocuparse por los detalles de la vida y la muerte en su cacería, el tono oscuro y juguetón de Silver le dejó claro que no habría piedad para el estafador.

Y lo cierto es que el habitante del mar no le podía juzgar. Él mismo pensaría algo muy similar si le hubieran estafado a él. Y puede que estuviese mucho más furioso y no tan calmado como aquél humano. De cualquier manera, el escualo sabía que lo difícil empezaba en ese momento. Las preguntas sin respuesta, los ojos acusadores y las pistas a seguir estaban apunto de llegar. Y ojalá que llegasen.

Octojin tomó una decisión rápida, aunque premeditada. Silver parecía ser un hombre que entendía de negocios y, al menos en aquella ocasión, había sido directo en sus intenciones. Eso lo hacía más fácil de manejar en comparación con muchos otros que se dedicaban a los rodeos y las traiciones. Si iban a trabajar juntos, prefería que fuera con alguien cuyo objetivo estuviera claro.

—Está bien —respondió finalmente Octojin, en tono firme. —Puedo ayudarte a encontrar a esa rata llamada Boran, pero mi precio sigue en pie. No soy un cazador que se mueva sin nada a cambio. Si este tipo tiene contactos útiles o información que pueda serme útil, también la quiero. Una vez consiga eso, será todo tuyo.

El gyojin agarró el cartel de Wanted que Silver había depositado sobre la mesa para verlo y memorizar su cara, y tras ello, lo pasó de vuelta hacia el humano. A pesar de que el tiburón no trabajaba para otros, no al menos de la manera en que los humanos solían hacerlo, aquella vez trabajaría con alguien más, y no en solitario. Y ya que iba a hacerlo, Octojin se aseguraría de que también tuviera algo que ganar.

Luego, se acomodó en la silla, apoyando uno de sus brazos sobre la mesa con fuerza controlada, causando un leve crujido en la madera bajo su peso.

—Así que, ¿por dónde empezamos a buscar a esta rata? —preguntó Octojin con voz grave, mientras sus ojos volvían a recorrer el rostro de Silver, buscando algún rastro de duda o engaño —Yo tengo un par de contactos que visitaré ahora. ¿Cuál era tu idea? ¿Quieres que nos veamos aquí en unos minutos?
#6


Salto de foro:


Usuarios navegando en este tema: 8 invitado(s)