¿Sabías que…?
... el famoso anime One Piece, del año 1999, está basado en el también famoso manga One Piece. Otra curiosidad es que el autor de ambas obras es Eiichiro Oda.
[Aventura] [T2] Desapariciones en Loguetown
Silver D. Syxel
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El Trago del Marinero es un local destartalado, con las ventanas cubiertas de hollín y los borrachos tambaleándose al salir, sin saber siquiera en qué dirección queda su casa. Las calles adyacentes están llenas de mendigos y trabajadores de puerto que fuman cigarrillos baratos, mientras las luces de los faroles empiezan a encenderse. Más allá, el bullicio del puerto queda en la lejanía, con los sonidos del movimiento de mercancías y los cascos de los barcos golpeando los muelles de madera. El ambiente está lleno de susurros, ojos nerviosos que miran de reojo, y cada esquina parece esconder más preguntas que respuestas.



El sol ya había comenzado su lento descenso sobre Loguetown, lanzando largas sombras a lo largo de las estrechas callejuelas de la periferia portuaria. El aroma salado del mar se mezclaba con el hedor de los desechos que recorrían las calles más bajas, donde los rostros de los olvidados se escondían entre trapos y cartones, lejos del bullicio del mercado principal.

Dharkel caminaba con determinación, su mirada fija, recordando las palabras de su antiguo conocido: "Personas como yo... desapareciendo.". Había una tensión en el aire, algo que él conocía bien. Los habitantes más pobres del lugar parecían nerviosos, como si temieran que la noche que se acercaba trajera consigo algo más que oscuridad. Él sabía que, si quería cumplir su misión, tendría que moverse rápido, antes de que las bocas comenzaran a cerrarse del todo. Su experiencia le decía que entre aquellos que no tienen nada, siempre hay quienes hablan por una moneda o, en el peor de los casos, por un cigarro.

Mientras tanto, Rocket Raccoon, en un rincón oscuro no muy lejos del Trago del Marinero, observaba el movimiento con sus ojos agudos. Estaba ahí por razones propias, en busca de respuestas que también se escondían entre las sombras. Había escuchado los rumores sobre los secuestros en Loguetown y, aunque no estaba claro quién estaba detrás, Rocket sabía que siempre había un pez más gordo oculto en las profundidades. Algo en esta ciudad no olía bien, y su instinto le decía que debía seguir su corazonada, aunque eso significara meterse en problemas. Y, claro, Rocket nunca fue de los que esquivaban un buen lío.

En ese momento, los caminos de ambos personajes se cruzan cuando Dharkel, observando a un mendigo que parecía haber visto más de lo que decía, se acerca para hablarle. La tensión en el ambiente aumenta cuando Rocket también fija su mirada en el mismo hombre desde la distancia. Ambos están detrás de la misma pista, aunque no lo saben aún.

Información
#1
Rocket Raccoon
Rocket
Personaje



No tengo ni la más remota idea de como era que había logrado esquivar decenas de veces los ojos de los marines que resguardan esta isla. Hacía ya muchas semanas que me encontraba viviendo justo debajo de sus narices, moviendo de aquí para allá tanto cuidadosamente, como de forma descuidad y bruta, incluso pareciendo llamar la atención. Pero aun con todo eso, la guardia de la ciudad todavía no se había percatado de mi presencia, quizás ni interesaba. A fin de cuentas, ¿qué tan peligroso puede ser un diminuto mapache que habla? Parecía que nada, y ese desinterés hacia una criatura como yo parecía ser mi principal boleto de la suerte para poder seguir pasando desapercibido en una ciudad, lo era Loguetown, donde la mano del gobierno llegaba a cualquier esquina oscura.

Pero comenzaba a emerger cierto interés por mi parte, de querer llamar un poco la atención. Pero no era por algún motivo totalmente personal, ni de ego. Las fuerzas Armadas de la Rebelión esperaban lo mejor de los miembros en sus filas, y yo había pasado a ser uno de ellos de manera oficial hace poco. No sabía exactamente cuál debía de ser la manera correcta de poder sobresalir de entre todos los demás miembros de la organización, pero cierta información había logrado recaudar sobre una serie de desapariciones en los últimos días, y algo frecuente en ellas, es que siempre el tipo de personas de muy escasos recursos. Quizás era mi oportunidad de destacar. Y si un revolucionario investiga este asunto antes de que lo haga el Gobierno Mundial, será una buena fama ganada para nuestra causa, y un demérito más de esa gente, que no hacía nada con estos secuestros que sucedían debajo de sus narices. Supongo que las desapariciones de simples pobretones, no eran de importancia para ellos.

Las pistas me traían una vez más a las cercanías de la taberna que había frecuentado con anterioridad, el Trago del Marinero, un lugar siempre recomendado para los recién llegados y también para los mismos ciudadanos que decidían pasar una buena tarde de unos buenos jarrones de cervezas y demás bebidas de tono alegre y jocoso. Si bien el estofado no era una de sus especialidades, siempre era bien recibido en las mañanas de resaca de la pobre gente que una noche antes venía aquí a aliviar sus penas o el largo día de arduo trabajo. 

Me encontraba en uno de los tantos callejones oscuros, si bien el sol no se había puesto del todo aún, no faltaría mucho para que dicho suceso ocurriese. Estaba tras la pista de un vagabundo, lo observaba a la distancia, atento a sus movimientos. El olor a orina y a vómito era frecuente en este tipo de lugares, pero era algo con lo que ya estaba acostumbrado a lidiar. El sujeto parecía acercarse a alguien más, me mantuve atento, observando por la mira de mi rifle. ¿Quizás ese era el responsable de las desapariciones? Será algo que sabremos en el próximo capítulo.

Inventario

Resumen
#2
Dharkel
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Personaje

Inventario



Dharkel paró un momento al doblar una esquina. Observó con paciencia, pero cierto atisbo de ansiedad como los farolillos de los tugurios y las casuchas destartaladas de los más desafortunados iban iluminándose tenuemente con la anaranjada luz de los farolillos, intermitentemente. Le dio una larga calada al cigarrillo que se posaba entre sus labios, terminando de consumirlo casi al completo y lo lanzó con indiferencia al suelo, pisando los restos con un acto reflejo, sin pensar, pues sus pensamientos estaban centrados en tareas más importantes, vitales incluso. Cuando se había convertido en una persona que le importasen los demás era algo casi reciente. El por qué, un misterio incomprensible para él mismo.

Llevaba varias horas deambulando por la ciudad. Una ciudad que se conocía demasiado bien, especialmente los callejones apartados, donde toda persona que se considerase a sí misma respetable evitaba mirar. Callejones de los que todo el mundo era conocedor de su existencia, pero la mayoría decidían ignorar. Sin mayor pista para continuar que la que resonaba en su cabeza con un martilleo incesante. Había intentado conversar con otras personas caídas en desgracia, mendigos de nueva cepa, pero no los conocía, ni ellos a él. La desconfianza era un motor de protección, de miedo, especialmente en sus precarias condiciones de vida. Sumado a los rumores de desapariciones había ocasionado que ninguno de ellos quisiese hablar. Necesitaba encontrar a algún veterano. Alguna persona con la que hubiese compartido vino, un cartón en las frías noches de invierno o incluso algún que otro navajazo de forma puntual en busca de la supremacía callejera.

Recuperando su determinación, continuó caminando, buscando. Al fin y al cabo, no hacía esto solo para salvar la vida de aquellos desventurados seres. Ellos eran un efecto colateral. Lo hacía para no volver a defraudar a su tripulación, para recuperarse a sí mismo y su propia identidad.

Minutos más tarde, llevó de forma sutil la mano izquierda al pomo de la katana, acariciándolo, cuando percibió que alguien salió de un callejón abruptamente, acercándose a él de frente, atento a sus movimientos mientras él continuaba su camino. Y aunque parecía una de las personas que estaba buscando, permaneció alerta.

- Me habían dicho que estabas de vuelta en la ciudad. – Se retiró la parcheada capucha cuando se encontraba a apenas a dos metros, dejando ver un rostro atlético, pero ligeramente demacrado. Dharkel frenó sus pasos. – Has cambiado mucho. Estás más… elegante. - El espadachín se relajó y tuvo un impulso de abrazar a aquel hombre, pero se contuvo.

- A veces se me olvida lo rápido que vuelan las noticias – dijo Dharkel intentando quitarle importancia con un tono familiar. - ¿Cómo has estado todo este tiempo? Te veo sano. – Le agarró por ambos hombros y lo zarandeó ligeramente, comprobando su condición física.

- Tirando. Ya sabes como va esto, hay días malos y días muy malos. – Se encogió de hombros. – Pero seguro que tú tienes un sinfín de historias que contar. ¿Cómo se llamaba el pirata ese con el que te fuiste a vivir aventuras? Sabes que soy muy malo para los nombres. – Una sonrisa pícara se dibujó en su rostro.

- No he venido a contar historias. No al menos esta noche. – Su tono se tornó más serio. – Entiendo que eres consciente de los rumores que circulan, el de las personas desaparecidas. Necesito que me cuentes todo lo que sepas sobre el tema. Probablemente no sea nada. – Hizo una pausa dramática. – Pero solo por si acaso, si quieres sobrevivir esta noche tendrás que venir conmigo.


Resumen
#3
Silver D. Syxel
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El mendigo dio un paso hacia atrás, nervioso, su mirada vagando por los callejones oscuros que los rodeaban. A pesar de la familiaridad en los ojos de Dharkel, había algo que le pesaba profundamente. El tiempo había pasado, y con él, la confianza en cualquiera que no fuera un rostro que viera todos los días.

— Tú... has cambiado —murmuró el hombre, casi en un susurro. Sus manos temblaban ligeramente mientras mantenía los brazos cruzados, como si intentara protegerse de un viento inexistente—. Pero sé que... no habrías vuelto si no fuera por algo importante. —Sus ojos se detuvieron en los de Dharkel, buscando una verdad que no estuviera en las palabras, sino en la intención de su antiguo compañero.

Las luces de los faroles proyectaban sombras intermitentes, y el murmullo de las calles cercanas se mezclaba con los recuerdos de viejas noches, compartidas entre botellas vacías y promesas rotas. Pero el pasado no podía ser más importante que el presente. Dharkel lo sabía. El mendigo lo sabía.

— No podemos hablar aquí —susurró al fin, con voz más decidida. Su mirada se movió brevemente hacia uno de los callejones cercanos, como si temiera que oídos invisibles los estuvieran escuchando—. No es seguro. Te contaré lo que sé, pero no aquí. Vamos al Trago del Marinero... Allí es más fácil perderse entre el ruido y las miradas de los borrachos.

El hombre le hizo una señal discreta a Dharkel para que lo siguiera, dirigiéndose hacia la taberna, donde el bullicio de los bebedores ya comenzaba a llenar las calles.



Mientras tanto, Rocket, aún en las sombras, observaba la interacción desde la distancia. El mendigo parecía conocer al espadachín; eso era claro, y aunque la conversación no había sido audible para él, la tensión en los gestos de ambos le dejaba entrever que algo importante estaba a punto de revelarse. Rocket tenía que tomar una decisión: ¿Seguirlos en silencio y descubrir más sobre lo que estos dos sabían? ¿O esperar para ver si la situación ofrecía una mejor oportunidad?



El Trago del Marinero era, como siempre, un hervidero de sonidos y olores. La puerta de madera gastada chirrió al abrirse, y el aire pesado de la taberna golpeó a Dharkel y su acompañante como una ola tibia de alcohol rancio y sudor de marineros. Las mesas estaban llenas de hombres y mujeres tambaleándose entre rondas de cervezas mal servidas, y el eco de risas roncas se mezclaba con la música desafinada de un músico local.

Información
#4
Dharkel
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Cuando Dharkel preguntó a su viejo conocido, éste dio un paso hacia atrás, oteando las callejuelas cercanas con una mirada nerviosa. Aquel indigente sabía algo y el espadachín estaba seguro de ello. Escuchó lo que tenía que decir, asintiendo en silencio con un leve cabeceo. Reafirmando las teorías del hombre. Sus miradas se volvieron a encontrar, esta vez durante más de un instante. En los ojos de Dharkel podía verse honestidad, pero principalmente remordimiento.
 
No tardaron, de forma inteligente, en moverse del lugar y dirigirse a una vieja taberna. Durante el trayecto Dharkel intentó focalizar sus sentidos en los callejones, en busca del temor de su compañero; alerta.
 
Los hedores del destartalo tugurio eran demasiado agresivos. Debido a la falta de práctica y en un acto reflejo se tapó la nariz y la boca con la mano al abrir la puerta del local. Mas no tardó en recobrar la compostura, recordando dónde se encontraba. No quería ni debía parecer un turista. Tras esquivar varias jarras voladoras, danzarines involuntarios y otra clase de curiosa fauna, finalmente encontraron un par de huecos libres en una mesa astillada, cubierta de suciedad y de licores derramados, pegada a una pared.
 
Alguien que parecía del servicio posó dos jarras en la mesa y desapareció entre la multitud tan rápido como había venido. Extrañado por tal comportamiento fingió beber. No recordaba que aquel antro tuviese servicio, ni mucho menos que no te cobrasen en el acto por las consumiciones, pero para ser justos, no recordaba la mayor parte del tiempo que había pasado entre los necesitados.
 
- Este sitio también parece… diferente. – Dio otro falso trago y se encendió un cigarro, ofreciéndole otro a su acompañante. – Quizás solo sea yo el que ha cambiado – musitó. – A parte de la información, si realmente hay alguien detrás de todo esto, voy a necesitar ropa que no llame la atención. Quizás pueda hacerme pasar por uno de vosotros… al fin y al cabo la experiencia ya la tengo – dijo con una sonrisa forzada intentando no herir los sentimientos de aquel hombre.
 

Resumen
#5
Rocket Raccoon
Rocket
Dos sujetos en medio de la nada, dialogando sobre sus vidas y demás. Ataviados con atuendos algo comunes y corrientes, podrían parecer unos simples pueblerinos que se encontraban para ahogar sus penas o charlar sobre el paso del día que hayan tenido cada uno por su cuenta. Dos viejos camaradas que se reúnen, parar, socializar, simplemente. Esto era lo que podría parecer para un usuario random que los viese al pasar, y quizás también lo hubiese sido para mí mismo, si fuese uno de esos transeúntes que vagan de aquí para allá un día tras otro. Pero, por fortuna, no era uno de esos tantos a los que me refería. Tenía un objetivo, la persona que seguía se había encontrado con otra, no parecía estar en peligro, así que respire profundo, volví a colocar el seguro de mi enorme arma y me la guardé detrás. 'Qué alivio... no parece ser el criminal.'

Un sujeto de tez blanca como la nieve era el que se había acercado a mí ''presa'' esa noche, parecía, por su postura y sus sin fin de cicatrices, que era alguien a tener en cuenta. ¿Por qué un simple mendigo del montón, tendría interés en esta persona? O incluso al revés. Era algo que me intrigaba, y quería llegar al final de todo este embrollo. Los vi por última vez dirigirse hacia la taberna que tenía cerca, una vez más el Trago del Marinero sería la fuente del inicio de una aventura, de una misión. 'Tendré que encariñarme un poco más con este lugar... pero verga, debo traer un tapón de nariz, malditos olores.' Maldecía un poco el hedor de la zona, pero también recordaba que por esto mismo, no mucha gente frecuentaba el caminar por estos senderos, y esto era, lo me permitía pasar desapercibido por aquí y por allá. Y bueno, si me descubrían, pues igual puedo hacerme pasar por un mapache. Estaba todo cubierto, eso creía. 

Oculte mi arma cubriéndola con una capa en mi espalda, y decidí entrar a la taberna un par de minutos luego de que aquel dúo que vigilaba entrase. Supongo que sería tiempo suficiente para no perderme la charla, aunque estaba pensando algo atrevido. ¿Y si me les acercaba sin más, y me presentaba como un compañero? De momento era algo bastante imprudente, y hacer eso podría quizás arruinar la única pista que podía tener, si es que aquello era una pista. Dos vagabundos bebiendo en una taberna. Cualquiera diría que estoy loco y me dejase de aquello. Pero tenía un instinto mapachil que me decía que este era el camino a seguir, y mi corazón me hacía seguir los pasos de esos dos. 

Me senté en la barra, pidiendo un vaso de cerveza a la hermosa camarera que esa noche hacía su laburo en el lugar. La bebida no era más que una fachada, quería parecer un simple borracho, más que venía a hogar sus penas, como todos los demás. No la bebería, tan solo la menearía una y otra vez. Mi objetivo era la conversación de esos dos, y estaba atento a ello. Pero mis oídos y mis ojos también estuvieron atentos a las demás personas que frecuentaban la taberna del Trago del Marinero, y era con una intención bastante clara. Llevaba ya mucho tiempo viniendo aquí, quizás alguno ya sabia del mapache parlanchín. ¿Conocería a alguien? Quizás no resultaba de gran importancia, pero estaba en una ciudad donde la presencia del Gobierno Mundial era muy elevada. Así que me interese en saber si había alguien de sus fuerzas aquí, o si entre la gente había algún descontento. Todo servía, todo era útil. 

-Eh señorita. ¡Joder eh!- Quizás esto llamara mucho la atención de los demás, pero joder, ¿era un simple cliente más no? Todos gritan, y yo también. Le llamaba la atención a la muchacha, quien se acercó amigable. -¿Esos dos, sabes quienes son? Joder eh- Esta vez bajaba la voz, esto último si no quería que nadie más lo escuchase.

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#6
Silver D. Syxel
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El ruido en el Trago del Marinero era suficiente para enmascarar una conversación seria, aunque el hedor era igual de eficaz para hacer que uno perdiera la concentración. Dharkel se sentó en la mesa astillada, fingiendo beber, mientras el mendigo observaba su alrededor como si temiera que, en cualquier momento, alguien se acercara a interrumpir.

Después de darle una larga calada al cigarro que su antiguo compañero le había ofrecido, el hombre soltó un suspiro profundo y miró fijamente a la mesa, como si las palabras que estuviera a punto de decir fueran más pesadas que el humo en sus pulmones.

— No te voy a mentir —comenzó con voz baja—, las desapariciones no son algo nuevo. Siempre ha habido gente que... se pierde. Pero últimamente, es diferente. Es sistemático, ¿me entiendes? —Le lanzó una mirada significativa—. Alguien está cazando a los que no tienen a nadie... y lo están haciendo con mucha precisión.

El hombre miró la puerta, asegurándose de que nadie más lo escuchaba.

— Puede que solo sean rumores, pero he escuchado que hay tratos sucios en marcha, algo grande. Las personas que desaparecen están siendo vendidas. Mendigos, marineros caídos en desgracia... Nadie sabe a dónde van, pero todos temen lo mismo. —Hizo una pausa, dudando un momento antes de continuar—. Se dice que todo está conectado con un lugar... un lugar donde el dinero y los secretos corren como el alcohol en esta taberna.

El mendigo se detuvo, con el cigarro colgando en sus labios, observando la reacción de Dharkel. Entonces, asintió ligeramente, como si tomara una decisión.

— Si quieres pasar desapercibido, puedo prestarte algo... —el hombre se encogió de hombros—. Aunque, con lo elegante que vas ahora, me haces pensar que debería pedirte algo a cambio. —Sonrió, aunque fue un gesto cargado de ironía—. No es que tenga un armario muy amplio para que escojas, pero podemos intercambiar la ropa. Al menos, te ayudará a no llamar tanto la atención.



Mientras tanto, Rocket intentaba seguir la conversación desde la barra, con sus sentidos bien atentaos, pero el ruido general en la taberna hacía difícil escuchar más allá de fragmentos sueltos. El mendigo hablaba en voz baja y Rocket no podía estar seguro de lo que estaban discutiendo. Necesitaba algo más concreto.

Echó un vistazo rápido por la taberna, escaneando a la clientela con sus ojos agudos. A primera vista, los parroquianos no parecían encajar con el perfil típico de un soldado de la Marina, al menos no en servicio. La mayoría de los presentes eran marineros de bajo perfil, trabajadores portuarios o simples borrachos locales que buscaban olvidar la dura jornada. Sin embargo, en un lugar como ese, donde nadie llevaba un uniforme que lo identificara, no podía estar completamente seguro. Cualquiera podría estar escondido entre la multitud, observando... igual que él.

Decidiendo que un enfoque más directo podría ser útil, Rocket llamó la atención de la camarera.

— Eh, señorita. ¡Joder, eh! —exclamó el mapache, llamando la atención de la camarera de manera brusca, para encajar entre los parroquianos.

La mujer se acercó, con una sonrisa cansada. La clientela del Trago del Marinero no solía ser del tipo que hacía preguntas demasiado complejas, y Rocket era ya un rostro algo conocido.

— ¿Qué necesitas? —preguntó ella, apoyando las manos en la barra.

— ¿Esos dos, sabes quienes son? Joder eh —bajó la voz, asegurándose de que nadie más escuchaba.

La camarera echó un vistazo a la mesa, donde Dharkel y el mendigo charlaban en voz baja. Sacudió la cabeza con una sonrisa suave.

— El mendigo viene por aquí todo el tiempo. No es nadie importante, un tipo más de la calle. Pero el otro... —miró a Dharkel de nuevo—. No lo había visto antes. Al menos no por aquí.

Si quería saber más, tendría que acercarse algo más para ser capaz de escucharles. O intervenir, si prefería un enfoque más directo.

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#7
Dharkel
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A medida que el mendigo iba soltando información, aquel rumor se iba haciendo más peligroso. Enfrentarse a una persona podía tener complicaciones, pero hacerlo contra toda una organización podía ser directamente un suicidio. Su propia voz del pasado insistía fervientemente en que abandonase la idea y de paso la isla, planteándose hasta qué punto le podían llegar a importar aquellos desgraciados. Ya no su vida, si no su propia libertad estaba en juego. Se negaba a volver a aquel infierno.

<< ¡No! >>, pensó golpeando ligeramente la mesa con el puño cerrado en un intento de acallar las viejas y cobardes voces, sin llamar la atención. Volvió a coger la cerveza con la zurda y esta vez dio un trago de verdad sin recordar las extrañas condiciones en las que la había conseguido, tratando de encontrar la valentía.

Pero los rumores siempre tendían a exagerarse y, a medida que pasaban de boca en boca, a desvirtuarse hasta hacer irreconocible la verdad. Aunque confiaba en su fuente, o al menos quería hacerlo. Por un instante pensó que quizás que todo aquel asunto podría estar relacionado con la información que su capitán le había pedido rescatar. Descartó la idea al segundo trago. Apagó el cigarro en la mesa y tiró los restos al suelo, con desgana. Encendió otro y le dio una corta calada. Tenía que dejar aquel veneno, pero hoy no sería el día.

- La idea no es pasar desapercibido – corrigió. – La idea es que me secuestren a mí. – Dibujó una sonrisa de falsa confianza, tratando de convencerse a sí mismo de que era buena idea. - ¿Hay algo más que puedas contarme o sepas sobre ese lugar? Toda información que tenga antes de meterme en la boca del lobo será bien recibida. - Tras bajar la jarra de amargo licor por completo se levantó y le hizo una seña a su compañero para salir del lugar. Se chocó voluntariamente contra varios lugareños buscando sustraer una navaja, un cuchillo o cualquier pequeño filo de entre los bolsillos de los despistados fingiendo ebriedad. - Lo lament… hip … culpa mía … hip. - Ese tipo de armas no estaba entre sus favoritas, pero era un método de contingencia por si perdía su katana. Sabía de sobra que las cosas solían torcerse demasiado. Y rápido.

Una vez en la calle, doblando la esquina, a la luz de los farolillos y acompañados por el mitigado ruido de la taberna empezó a desvestirse y a cambiar prendas de ropa con el mendigo.

- Espero que no me pegues piojos. Me costó mucho deshacerme de ellos – bromeó intentando amenizar la tensión. – Con mi ropa estarás más seguro, al menos un par de noches. – Su tono retornó serio. – No hace falta que vengas conmigo. Si me das la dirección o una aproximación me las apañaré solo para plantar el cebo. - Se ató la funda de la katana a la espalda, intentando ocultarla con los harapos y la ventaja de las sombras nocturnas. Si sus juegos de manos previos surtiesen efecto, aprovecharía también para intentar ocultar la posible adquisición.


Resumen
#8
Rocket Raccoon
Rocket
El vaso con el líquido de tono amarillento y cuya superficie suele tener una buena capa de espuma blanca, seguía bailando de un lado a otro dentro del cristal que tenía en mi mano. A veces en la diestra y otras veces en la siniestra. ¿El trago estaba frío cuando llego a mi mano? Ni idea, no me importaba ese asunto. Tan solo era para ser uno más en este lugar y no llamar la atención. Pero ya estaba caliente, o bueno, a temperatura ambiente para ser más exactos. 

Mi mente y todos mis sentidos disponibles estaban plenamente fijos en una de las tantas mesas que había en el Trago del Marinero. En dicha mesa estaban sentadas dos personas de las cuales tenía muy poca información, una de ellas era un simple mendigo más que venía siguiendo hace pocos días, ya que según mis investigaciones realizadas, el asesino acostumbraba a atacar a este perfil de usuarios. Lo tenía en la mira, cuando llegó esta otra persona a saludarle. Por su apariencia no parecía ser uno más del montón, y me resultó algo intrigante que lo invitase a venir a tomar unos tragos. ¿Pero, en realidad, estaba bebiendo, o hacía como yo? Uhm, es algo que no me podía fijar del todo bien, a final de cuenta, dicha mesa con dichas personalidades estaba detrás de mí, y girarme para verles ya sería muy sospechoso. Pero por lo menos sí podía escucharles. 'Ojalá estas malditas modificaciones sirvan para algo.'

La chica en frente de mí que hasta el momento y como era ya costumbre, siempre sabia como servirme y como atender a mis peticiones. Claro, todo en este tipo de lugares era un toma y dame, por lo que había depositado fugazmente una moneda entre sus manos al momento de intercambiar el vaso de cerveza Era una simple transacción económica, dinero por información. La información dada no me iba a ser de mucha utilidad, pero por lo menos sabía que ese alvino no era de por acá, o no frecuentaba este tipo de lugares. 'Quizás... si no es alguien de por aqui, pueda significar que no es al que busco.' Pensaba para mis adentros mientras trataba de seguir atento a su charla. Había mucho ruido en el lugar, como era costumbre, pero quería creer que había entrenado mis sentidos a tal punto de, con un poco de concentración, interesarme solo en las voces deseadas. -Y bueno, aparte de esos dos. ¿Sabes o has escuchado algo sobre ciertas ratas desaparecidas estas últimas lunas? Joder eh- Esta vez esperaba si una información más útil, pero si no se daba el caso, pues no se podía hacer mucho más al respecto.

Fueron varios los minutos que transcurrieron, donde incluso un pequeño sorbo le había dado a la cerveza, la sed me había atacado y pues debía de saciarla. Había notado que la pareja que seguía se levantaba de su mesa, ya parecían querer abandonar el lugar y así lo estaban haciendo. -¡Bueno, señorita, siempre un gusto joder eh!- Le sonreía y colocaba otra moneda en la barra, esta por la bebida. -¡Bueno, bastante buena la cerveza, nos vemos joder eh!

Aquí tendría que decidir como actuar, y debía de hacerlo rápido. Mi idea principal siempre en mente es seguirlos desde la distancia, como una buena rata que asecha en las sombras y espera el mejor momento para actuar, y esos momentos siempre solían ser con el arma de gran tamaño que llevaba a cuestas, y dicho fusil siempre debía de ser usado a una distancia considerablemente lejana. Pero también tenía ganas de entablar relación con estos dos, y saber qué verga planean. Por eso los seguí de cerca, fijándome que se comenzaban a intercambiar las ropas. Hice un leve silbido, a ver si alguno se percataba del mapache que simplemente pasaba por ahí.

Resumen
#9
Silver D. Syxel
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El ruido en el Trago del Marinero continuaba ensordecedor, pero Dharkel se mantenía concentrado en la conversación con el mendigo. Las palabras del hombre se volvían cada vez más pesadas, revelando lo que ambos ya temían: la red de desapariciones era real, y estaba conectada con un oscuro negocio. Mientras el mendigo hablaba de rumores, su voz adquiría un tono sombrío.

La idea no es pasar desapercibido —interrumpió Dharkel, cortando la tensión del aire—. La idea es que me secuestren a mí.

El mendigo frunció el ceño, sorprendido ante la declaración del espadachín, pero asintió lentamente, comprendiendo el plan temerario que Dharkel pretendía ejecutar.

¿Hay algo más que puedas contarme o sepas sobre ese lugar? —preguntó Dharkel, buscando exprimir toda información útil antes de lanzarse a la trampa que había ideado para sí mismo.

El mendigo se encogió de hombros, fumando con desgana.

— No mucho más. Todo lo que sé es que desaparecen una vez a la semana, y el siguiente en la lista podría ser cualquiera. Es como si estuvieran buscando algo o a alguien específico. Pero dónde los llevan... eso nadie lo sabe.

El mendigo hizo una pausa, mirando a su alrededor para asegurarse de que nadie más lo escuchaba. Después, inclinándose un poco más hacia Dharkel, continuó:

— He escuchado que suele ser en los alrededores de los almacenes del puerto, especialmente cerca del muelle viejo. Por la noche, ese lugar está completamente desierto, y hay muchas sombras donde esconderse.

Tras esa última advertencia, Dharkel se levantó de la mesa, apurando su bebida y haciéndole una señal al mendigo para salir. De camino hacia la puerta, su mirada recorría las caras de los parroquianos en busca de algún despistado. Tropezando deliberadamente con un par de hombres borrachos, logró sustraer un pequeño cuchillo de uno de ellos. No era su katana, pero le serviría como arma de emergencia, al menos si las cosas se torcían.

Ya fuera de la taberna, Dharkel y el mendigo giraron por uno de los callejones, donde intercambiaron prendas de ropa con rapidez.

Espero que no me pegues piojos. Me costó mucho deshacerme de ellos —bromeó Dharkel, intentando romper la tensión.

— Con tu ropa, me veré como alguien importante —respondió el mendigo, acomodándose el abrigo—. Te deseo suerte... la vas a necesitar.

Dharkel, ocultando su katana y el cuchillo bajo los harapos, ajustó las ropas mientras escuchaba atentamente las últimas indicaciones del mendigo. Sin embargo, antes de que pudieran continuar, un silbido suave resonó en el aire.



El vaso con el líquido de tono amarillento seguía bailando de un lado a otro dentro del cristal en las manos de Rocket. Aunque la cerveza había perdido su frescura, poco le importaba. Era simplemente una fachada para no llamar la atención. Su mente y sus sentidos estaban plenamente concentrados en la mesa que vigilaba desde hacía varios minutos. En esa mesa estaban sentadas dos personas: el mendigo al que había estado siguiendo por ser un potencial objetivo de los secuestros, y otro hombre de apariencia más notable. No era uno de los típicos parroquianos del Trago del Marinero, y el hecho de que hubieran decidido beber juntos encendió sus alarmas.

Girarse para mirarlos directamente hubiera sido sospechoso, así que optó por enfocarse en sus sentidos, confiando en que el buen oído que tenía le permitiría escuchar lo suficiente. Aunque el ruido de la taberna era constante, trató de concentrarse en las voces deseadas, separando lo importante del bullicio circundante.

Por otro lado, Rocket hizo una última pregunta a la camarera.

Y bueno, aparte de esos dos. ¿Sabes o has escuchado algo sobre ciertas ratas desaparecidas estas últimas lunas? Joder eh.

La camarera se encogió de hombros, algo acostumbrada ya a las preguntas raras.

— Han habido rumores de desapariciones en las zonas más pobres. Algunos dicen que son solo eso, rumores, pero… no sería la primera vez que alguien se pierde por aquí.

El pequeño mapache agradeció la respuesta, aunque no había mucho más que sacarle. De todas formas, ya había conseguido lo que buscaba. Después de varios minutos de escucha atenta, Rocket logró captar algo esencial de la conversación en la mesa detrás de él: el plan del espadachín para que lo secuestraran. Eso era suficiente para que Rocket le descartara como el principal sospechoso de las desapariciones.

Poco después, notó que la pareja se levantaba de la mesa. Ambos estaban saliendo del local, y eso significaba que debía actuar rápido.

¡Bueno, bastante buena la cerveza, nos vemos joder eh! —añadió, mientras se deslizaba con rapidez hacia la puerta, apenas unos momentos después de que el dúo la cruzara.



Rocket, que había seguido a distancia, manteniéndose oculto entre las sombras, había escuchado lo suficiente para hacerse una idea del plan de Dharkel. Decidido a no dejar pasar la oportunidad, el pequeño mapache se deslizó por los callejones con una habilidad sorprendente, manteniéndose fuera de la vista.

Justo cuando Dharkel y el mendigo intercambiaban prendas de ropa, un suave silbido resonó en el aire. Se giraron, alertados por la inesperada señal. Desde la penumbra, apareció una figura que hasta entonces se había mantenido bien oculta: un pequeño mapache humanoide que había seguido sus movimientos con notable discreción.

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#10


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