¿Sabías que…?
... Garp declaró que se había comido 842 donas sin dormir ni descansar porque estaba tratando de batir un récord mundial. ¿Podrás superarlo?
[Aventura] [T2] Pujando Fuerte
Silver D. Syxel
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Silver sintió una punzada de orgullo herido cuando notó que sus intentos de ganarse a Katarina no daban resultado. Aquello no era lo habitual. Normalmente, su encanto, su carisma y su astucia le proporcionaban una ventaja en situaciones como esa, pero esta vez parecía que había golpeado una pared infranqueable. La líder de los balleneros había respondido de manera cortante, y, por lo visto, se mostraba más interesada en la presencia de Balagus que en las palabras del capitán. Aunque tampoco lo bastante como para que pudiesen sacar provecho de la situación.

Aun así, no permitió que ese pequeño revés lo desanimara del todo. Si no cedía ante sus encantos, era porque ocultaba algo muy importante, y eso solo reforzaba su convicción de que había algo grande en marcha. Eso, o simplemente buscaba una forma de excusarse... Decidió dejar el asunto de lado por el momento, concentrándose en seguir con su trabajo y escuchando lo que pudiera a su alrededor, aunque no logró obtener más información.

Mientras el tiempo avanzaba, la taberna seguía llenándose de vida, pero la tensión en el aire no hacía más que incrementarse. Los balleneros, cansados y ebrios, comenzaban a retirarse uno a uno, dejando atrás el rastro de su paso: mesas desordenadas, charlas borrosas y un hedor casi palpable. Katarina y el tabernero se quedaron solos en una mesa, aparentemente listos para una conversación que no querían que oyeran.

El capitán continuó su trabajo en silencio, ayudando a Balagus a limpiar y ordenando las mesas restantes. Su mente, sin embargo, no dejaba de trazar posibles rutas. Sabía que la subasta estaba en el centro de todo, y ahora que había escuchado a los balleneros quejarse de ella, no podía sacarse la idea de la cabeza. Estaba claro que algo turbio estaba ocurriendo en Oykot, y si los balleneros tenían alguna pista, sería una buena opción seguirlos.

Habrá que obtener la información de otra fuente —murmuró, dirigiendo una última mirada a Katarina y el tabernero antes de regresar a la parte trasera de la taberna.

Finalmente, Jacob les informó que el trabajo había terminado y les ordenó que se tomaran un descanso. La taberna quedó en silencio, salvo por los murmullos bajos de la conversación que Katarina y Jacob intentaban mantener en privado.

Tras sacar la basura y alejarse de la entrada cerrada de la taberna, Silver dirigió una mirada pensativa a su compañero.

¿Qué te parece si seguimos a esos balleneros que se quejaban? Puede que tengan más información de la que nos dejaron oír antes —sugirió, con un tono que dejaba claro su interés—. Quiero saber más sobre esa subasta. Y si esos hombres están en desacuerdo con lo que ocurre, puede que se muestren menos reacios a colaborar que su capitana.

Con una leve sonrisa, Syxel se ajustó el abrigo y miró a su alrededor. Las calles oscuras de Oykot se extendían ante ellos, y la noche aún tenía secretos por revelar. El capitán esperaba que, con un poco de suerte, el rastro de los balleneros les llevara a respuestas que no habían logrado encontrar en la taberna.

Resumen
#11
Balagus
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Haber sido rechazado con esa gratuidad no molestó a Balagus en absoluto, es más, le hizo reír entre dientes con cierta satisfacción mientras volvía con sus labores de cocina. No se solían ver mujeres como aquella Katarina por el mundo, y el oni agradecía cada pequeña oportunidad de acercarse y conocer a cada una con las que se encontraba.
 
El trabajo se fue transformando a medida que pasaban las horas de la noche: cada vez salía menos comida, y entraban más platos vacíos y restos. Desde que había entrado a trabajar en aquella cocina, el gigantón apenas se había encontrado comida en los platos antes de limpiarlos, pero aquella vez fue aún más exagerado: todos los huesos y tendones estaban tan limpios y desprovistos de carne o tuétano, que más que seres humanos, parecía que allí hubiera parado a aprovisionarse un enjambre de insectos hambrientos.
 
Ya había recogido toda la basura de la cena, limpiado la cocina, y recogido una parte del establecimiento con Silver, cuando Jacob les informó de que su jornada había terminado, y de que sacaran la basura antes de marcharse. Nadie más quedaba en la taberna salvo el dueño, los dos empleados… y Katarina. El oni entrecerró los ojos en una desconfiada y desafiante mirada hacia la mujer, mientras apretaba el puño con fuerza.
 
Tomando su hacha y sus brazales de combate de la trastienda, se echó la basura al hombro, y salió del lugar junto a su capitán sin mediar palabra o despedida. Aunque Balagus desconfiaba de quien se guardaba información de una forma tan descarada, no le molestaba como lo hacía que le mintieran o engañaran. Dependiendo de la ocasión, un jefe podía incluso hacerlo para proteger a su gente y a sus guerreros.
 
Eso claro, suponiendo que Jacob pudiera ser considerado “jefe” de algún tipo.
 
- También podríamos volver ahí dentro y partirles los brazos y las piernas a esos dos hasta que nos digan lo que queremos saber. – Replicó Balagus, sin esconder su malestar con la situación, ya habiendo dejado atrás la taberna y la basura. – Pero supongo que tendremos que optar por la opción menos divertida, como de costumbre. -
 
Aunque su comentario parecía ir cargado de reproche, su tono de voz, más relajado por momentos, y un leve empujón de sus nudillos sobre el hombro del capitán, equivalente a un puñetazo amistoso humano, evidenciaban una camaradería que Balagus sólo sentía junto aquel hombre, y que nadie más había visto.
 
Se había percatado de su tensión en la taberna, de lo poco que le había gustado haber sido echado a un lado por la mujer, y de cómo había ido agravándose con la actitud del tabernero. Lo que menos necesitaba el corpulento guerrero era tener a alguien con su mismo estado de ánimo a su lado. Necesitaban compensarse, equilibrarse el uno con el otro.
 
Con un sonoro crujido, se acomodó el cuello y los hombros, y se ajustó los brazales a las muñecas. Si había que pelear, sería mejor romper huesos con las manos, que cortar cabezas con el hacha. Justo detrás de Silver, Balagus siguió a su compañero en busca de la información que necesitaban, pero no sin llevarse a la boca algunos pedazos de carne que había conseguido escamotear de la cena, y que había guardado celosamente en una bolsita personal.

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Inventario
#12
Jack D. Agnis
Golden Eyes
Su duro trabajo llegó a su fin cuando el tabernero los echó, literalmente, de su taberna. De ahora en mas tenían de deambular un poco las calles de aquella apagada ciudad o irse directamente a la cama, pero esto ultimo estaba descartado hasta que el tabernero y Katarina terminaran su conversación, ya que sus camas se encontraban dentro de la taberna. Asique lo único que podían hacer, si es que no querían morir aburrido y sentados, era deambular por las calles, con lo que eso representaba para su seguridad.

Tras hablar un poco entre Ud. deciden seguir la idea de Silver e intentan buscar a algunos de los balleneros que habían salido con anterioridad de la taberna.
Comienzan a caminar por aquellas calles llenas de basura y pescado podrido en busca de algún indicio de aquellos balleneros y a media que se van adentrando por aquellas calles comienzan a notar que no han visto un alma desde que salieron de la taberna.
Aquello ya es curioso, cuando se supone que por lo menos debería haber algún que otro borracho tirado por los callejones, pero no hay nada ni nadie. Solo Uds, quienes hacen gran parte del sonido que hay por las calles.

Intrigados por eso, siguen caminando, hasta que logran ver unas luces y unas sombras que se van moviendo por una de las calles de aquella ciudad.
Si son lo suficientemente curiosos y se acercan de la manera mas discreta posible, lograran ver un grupo de lo que parecen personas, o al menos eso suponen, ya que van vestidos con túnicas negras y sus rostros están tapados con diferentes mascaras, que caminan en fila por el medio de la calle.
Los mismo avanzan en una dirección en particular rodeados por una enorme cantidad de soldados del reino, los cuales se mueven casi al unisono con aquellas personas.

Aquella situación les es demasiado extraña, pero algo les dice, tal vez al recordar las palabras de los balleneros, que al final de aquella fila se encontraba el lugar donde la subasta se iba a llevar a cabo.

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#13
Silver D. Syxel
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El ambiente se había vuelto más denso conforme se adentraban en las calles, y la ausencia de vida nocturna solo alimentaba el mal presentimiento del capitán. Aquello no era normal. Frunció el ceño, manteniendo sus sentidos alerta. El hedor del pescado podrido y la basura no lograba distraer su mente del extraño silencio, roto únicamente por los pasos de él y Balagus. Algo en el aire le decía que habían tomado el camino correcto, aunque el panorama seguía siendo inquietante.

La luz de las antorchas en la esquina lo hizo frenar en seco, con el instinto adelantándose al razonamiento. Con un gesto rápido, indicó a su compañero que se detuviera, y ambos se pegaron a la pared más cercana. Lo que observaron les hizo contener el aliento: un grupo de figuras encapuchadas y enmascaradas, rodeadas por una escolta de soldados del reino, avanzaban en perfecta sincronización, como si cada paso hubiera sido ensayado. La visión resultaba siniestra, cargada de tensión.

El pirata entrecerró los ojos, observando con detenimiento desde las sombras. Aunque no alcanzaba a oír las palabras, la vista de los soldados protegiendo tan celosamente a las figuras confirmaba sus sospechas: aquello era demasiado sospechoso. Era evidente que algo importante estaba a punto de suceder. Las palabras de los balleneros en la taberna resonaban en su cabeza: la subasta. Era lo más cerca que habían estado de una pista sólida sobre todo ese asunto.

Bien... parece que encontramos lo que buscábamos, —murmuró en un susurro, inclinándose hacia Balagus sin perder de vista a las figuras. Su mente trabajaba rápidamente, trazando posibles rutas de escape en caso de que los descubrieran—. No podremos seguirlos facilmente, los soldados están demasiado atentos. —añadió en voz baja, con el ceño fruncido.

Se tomó una pausa mientras una idea empezaba a tomar forma en su cabeza. Rápidamente, escaneó el entorno buscando una forma de seguirlos sin levantar sospechas. Alzó la vista hacia los tejados cercanos, que formaban una red perfecta para vigilar desde arriba sin ser visto. Sonrió de lado; aquella ruta le convenía más a él que al gigantón.

Escucha... yo treparé a los tejados y los seguiré desde allí. Podré vigilar cada movimiento desde cerca sin ser detectado. —susurró con convicción, ya preparándose para moverse—. Tú sigue entre los callejones, mantente cerca. Si algo sale mal o necesito comunicarme, no estarás muy lejos.

Sin esperar respuesta, apoyó un pie en una caja vacía cercana y, con una agilidad sorprendente, saltó para aferrarse al borde de un ventanal. En un par de movimientos fluidos, como si lo hubiera hecho cientos de veces, ya estaba sobre las tejas, observando desde las alturas.

Se movió con rapidez, manteniendo el equilibrio en las estrechas cornisas y avanzando de una casa a otra sin hacer más ruido del necesario. Desde su posición privilegiada, podía ver mejor el extraño desfile que recorría las calles. Los soldados seguían alertas, pero ninguno miraba hacia arriba. Perfecto.

A lo lejos, notó cómo las figuras encapuchadas continuaban su marcha por las calles. Con un gesto rápido, miró hacia abajo, buscando a Balagus entre la oscuridad de los callejones. Allí estaba su compañero, un gigante envuelto en sombras, avanzando con la discreción que su enorme tamaño le permitía gracias a su destreza como cazador. Si el grandullón lograba mantenerse cerca sin ser descubierto, tendrían una buena ventaja. Con su agilidad y velocidad, podía vigilar desde arriba mientras su compañero permanecía en el suelo, listo para intervenir si la situación lo requería.

Los pasos sobre las tejas eran suaves, calculados. Desde las alturas, el capitán no perdía detalle de la ruta de aquellos misteriosos encapuchados, y aunque no sabía con exactitud hacia dónde los llevaban, esperaba que se tratase de esa dichosa subasta. Con una sonrisa en los labios y la adrenalina fluyendo, continuó su avance por los tejados, listo para aprovechar cualquier oportunidad que se le presentara.

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#14
Balagus
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Balagus apreciaba la tranquilidad. El ruido y el escándalo pertenecían al combate y a las celebraciones, y llevaba sólo los dioses sabían cuánto tiempo sin tener razones para lo segundo. Sin embargo, sabía que el silencio en el que se habían sumido las calles de los barrios pobres no era normal. Sabía que, cuando el bosque enmudece, es por la presencia de un depredador.
 
Y no le gustaba sentirse la presa.
 
Sin darse cuenta, ajustó y comprobó la firmeza de sus brazales una o dos veces de manera involuntaria, más tenso que las cuerdas de un barco en un vendaval. No dejaba de mirar en derredor con rápidos movimientos de ojos, sin girar la cabeza para no alertar así a cualquier posible acechador de su estado de alerta.
 
Pese a tener la guardia en alto, Silver reaccionó y se movió más deprisa que él, haciéndole detenerse con un gesto, y luego escondiéndose entre las sombras de la casa más próxima. Agachándose, trató de ocultarse a la sombra del edificio como hizo su capitán, desde donde pudo estudiar la escena frente a sus ojos: un grupo de figuras encapuchadas y ominosas avanzaba apresuradamente por las calles principales, todas ellas escondiendo sus rostros detrás de máscaras como cobardes sin honor, mientras un nutrido contingente de guardias de la ciudad alta marchaba a su alrededor, protegiéndolos.
 
Balagus frunció el ceño. Tal vez no supiera una mierda de lo que ocurría en las sociedades civilizadas, pero su estancia en aquella isla le había enseñado una cosa: aquellos guardias no bajaban a aquel lado de la isla. Si lo hacían, y guardando con su vigilancia además a un grupo de encapuchados tan pequeño en números, comparativamente hablando, era porque dichos encapuchados debían de ser muy importantes. O muy ricos.
 
Y además, tenía la sensación de haber vivido algo semejante en el pasado…
 
El oni respondió con un gruñido afirmativo al razonamiento de Silver. Parecían una pista fiable, y también demasiado peligrosos como para lanzarse contra ellos alegremente. La sonrisa torcida de su capitán le hizo mostrar los dientes con desagrado, pues sabía que alguna idea se le acababa de ocurrir, y que, a todas luces, no sería tan ventajosa para uno como para el otro.
 
Iba a empezar a quejarse del plan de su capitán, cuando este le dejó con la palabra en la boca y empezó a hacer sus cabriolas entre las cajas y fachadas, alcanzando los tejados en un visto y no visto.
 
- Capullo. – Murmuró, finalmente, con una mezcla de resentimiento y camaradería ya habitual entre ellos dos.
 
Dicho y hecho, se escurrió entre los callejones circundantes, manteniendo la atención en tomar los caminos adecuados, al mismo tiempo que trataba de no pisar los desperdicios, orines, excrementos, deshechos, y algún que otro cadáver de animal para no hacer ruido. No tuvo mucho éxito, pues pronto su bota aplastó un pequeño montón de heces, sacando un gesto de profundo disgusto en la cara del oni, y poco después estuvo a punto de caerse en dos ocasiones, primero por una docena de botellas vacías y desperdigadas por el suelo, que casi consiguieron arrojarle sobre un apilamiento de cajas, y luego por una gran familia de ratas que huyó despavorida ante los pasos del gigante, haciéndole trastabillar otra vez al pisar y aplastar una de ellas.
 
- ¡Grashneg! – Maldijo en la lengua de sus ancestros, tan bajo como pudo. Miró un momento a los tejados, donde pudo ver a Silver, sacándole ventaja. Resignado y frustrado, bufó por la nariz, y volvió a centrarse en los callejones frente a él.
 
Necesitaba cambiar de mentalidad. No oponerse al entorno, sino adaptarse al entorno. No era la primera vez que lo hacía, sólo tenía que mentalizarse: necesitaba ver los callejones como estrechos caminos entre árboles y rocas, entre ramas secas y raíces traicioneras. Debía evitar los musgos resbaladizos, los diminutos arroyos naturales, y tomar siempre la ruta más segura siguiendo sólo su instinto.
 
Cuando volvió a respirar, su mente estaba mucho más centrada, y su frustración se había disipado, sustituida por la emoción y la anticipación de ser él ahora quien tomara el rol del acechador, y no el de la presa.
 
Sus pasos eran silenciosos, y su orientación natural le mantenía siempre cerca de los tenues resplandores de los faroles, cuyos vestigios iluminaban tenuemente las esquinas y los rincones. Sobre su cabeza, pudo volver a ver a su capitán, a quien había vuelto a alcanzar, y a quien pronto pareció que conseguiría sobrepasar, si seguía a ese ritmo.

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Inventario
#15
Jack D. Agnis
Golden Eyes
Tras ver el panorama que tenían enfrente, analizan un poco la situación, dándose cuenta que aquello era lo que los balleneros estaban hablando en la taberna. Al parecer la subasta estaba al final de aquella calle y donde aquella extrañas figuras se dirigían.

Una vez analizada la situación, comienzan a moverse, siguiendo aquella hueste. Silver por los techos, el cual no tiene ningún inconveniente para moverse sin ser visto, y Balagus por los callejones aledaños, llenos de mierda y basura, las cuales se atraviesan cada tanto en su camino, ensuciando sus botas.
Avanzan sin problemas hasta lo que parece ser un enorme edificio al final de aquella calle, donde ambos dos puede escrudiñar como los encapuchados van entrado a aquel lugar tras mostrar lo parecía ser tarjetas de invitación.
A medida que pasa el tiempo, notan como el final de aquella hueste se acerca, y una vez todos dentro, las puestas se cierra detrás de aquel hombre que revisaba las invitaciones.

Por lo poco que pueden observar y analizar, notan que para entrar a aquella subasta necesitan dos cosas fundamentales. Un tapado y una invitación, y ninguna de las dos cosas la tienen a mano.
Eso les impediría completamente la entrada a dicho lugar, pero no saben si es el destino o la suerte que tienen, pero Silver logra divisar un pequeño grupo de 3 personas que se acercan apresuradas hacia aquel edificio.
Dos de ellas están vestidas con capuchas y mascaras, mientras que la tercera es un guardia, quien no parece ser muy fuerte que digamos. 

-Vamos, apurate que van a empezar sin nosotros- Dijo una voz fémina al otro enmascarado, quien se gira un poco hacia el guardia real.
-Lo sé. Es culpa de este imbécil. Si haces que pierda una buena compra, te aseguro que haré que te azoten hasta que no puedas ni reconocerte- dijo la persona con voz masculina, mientras continuaban avanzando hacia el edificio.

A los alrededores no se encuentra nadie y los guardias que habían acompañado la hueste, se encuentran todos dentro. Es poco probable que alguien escuche algo desde el interior. 

Informacion
#16
Silver D. Syxel
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La noche en Oykot se había vuelto inquietante. Desde los tejados, Silver continuaba observando los movimientos de los encapuchados y sus escoltas. La sincronización casi perfecta entre ellos era una danza de sombras que se fundía con el entorno. La ciudad parecía absorber el sonido de los pasos de los soldados, lo que solo incrementaba la tensión. Cada movimiento de aquellos enmascarados parecía una advertencia de que debían proceder con cautela.

A medida que desaparecían uno tras otro en la entrada del edificio, una sensación de urgencia comenzaba a instalarse en el pirata. No podían quedarse fuera mucho más tiempo; si querían desentrañar lo que ocurría, debían hallar la manera de infiltrarse. Sin embargo, irrumpir con fuerza bruta no era una opción en esa ocasión. La clave era la discreción, y eso implicaba mezclarse entre los encapuchados.

Cuando la impaciencia amenazaba con apoderarse de él, la oportunidad finalmente apareció. Unos pasos más atrás, moviéndose con una prisa algo torpe, un pequeño grupo de encapuchados avanzaba rezagado, probablemente demasiado confiados en la protección de sus compañeros. El espadachín sonrió para sí mismo, sabiendo que el destino les brindaba justo lo que necesitaban. Ahí estaban las máscaras y túnicas que serían su pase a la subasta.

Agazapado en el tejado, sus ojos brillaron con una mezcla de determinación y astucia. Con un gesto ágil y preciso, señaló a los rezagados, atrayendo la atención de Balagus sin necesidad de emitir palabra alguna. Las miradas entre ambos bastaron para que supieran qué debían hacer. Era la señal para actuar.

El capitán descendió con una agilidad felina, deslizándose por el borde del edificio hasta aterrizar silenciosamente en el suelo, escondido entre las sombras. Su corazón palpitaba con fuerza, pero la adrenalina lo mantenía enfocado. Mientras avanzaba hacia el grupo, cada fibra de su cuerpo se preparaba para el ataque. No sería su estilo habitual, pero el sigilo era más importante que la espectacularidad en esta ocasión.

A medida que se acercaba a los encapuchados, medía cada paso con extrema cautela. Un solo error pondría en peligro la oportunidad de un ataque sorpresa, pero confiaba en su compañero. La fuerza bruta del gigante y su instinto letal hacían de ellos una combinación imparable, especialmente cuando atacaban juntos.

Silver ajustó su agarre en la empuñadura de su sable, sintiendo cómo se convertía en una extensión de su propio cuerpo. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de su objetivo, su mirada se cruzó brevemente con la de Balagus una vez más. Con un suave respiro y una sonrisa apenas perceptible, se lanzó sobre el rezagado más cercano. En un movimiento fluido y certero, desenfundó el sable y lo dirigió directamente al cuello del guardia, buscando acabarlo en un solo golpe. Buscaba un corte limpio y fatal, ejecutado con la velocidad y precisión que solo años de experiencia podían otorgarle.

Desenfunde Rápido
SAM301
SAMURAI
Utilidad Activa
Tier 3
9/9/2024
36
Costo de Energía
1
Enfriamiento
Tomando la empuñadura de su arma sin desenfundar o posicionando en la misma pose aunque este desenfundada. El usuario tomará una postura muy habitual para iniciar un duelo de espadachines para concentrar sus fuerzas en un primer movimiento ofensivo, ya sea un básico o una tecnica, junto al veloz desenfunde del arma obteniendo un incremento de [Destreza] y de daño a una ofensiva que se ejecute junto a esta postura.
+5 [Destreza] y +25 de [Daño]

Resumen
#17
Balagus
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Aunque absolutamente desagradable, el camino no fue un esfuerzo inútil: Balagus pudo seguir al grupo desde los callejones y pasajes entre las casas y chabolas, hasta alcanzar el edificio en el que los encapuchados parecían reunirse y desaparecer tras sus puertas.
 
El oni, desde su posición en las sombras, pudo entrever cómo todos los enmascarados entregaban una suerte de invitación. Parecía que el sitio requería de una etiqueta muy concreta para entrar, una que, en la mente del guerrero, era fácilmente sustituible por la fuerza de sus puños.
 
Sin embargo, sentía que Silver iba a buscar otras formas más discretas, a juzgar por la cantidad de seguridad que habían visto. Balagus no aprobaba esas sutilezas, pero seguiría a su capitán, fuera cual fuera el plan.
 
Capitán al que, de hecho, distinguió moverse en los tejados, cambiando de posición y centrando su atención sobre otro punto en las calles, fuera del alcance visual del gigantón. Ecos de pasos y de un par de voces llegaron hasta él. ¿Rezagados? Tal vez aún encontrarían una forma de entrar mediante el subterfugio.
 
Balagus se asomó por la esquina, cubierto por la densa oscuridad de la noche, para observar con más detalle a las tres personas que llegaban por ella. Volvió a mirar a Silver, comprendiendo al momento el brillo en sus ojos. Lentamente, asintió, y preparó los músculos para entrar rápidamente en acción.
 
El capitán descendió, midiendo sus pasos como un felino al acecho. El oni, como un enorme oso que hubiera escogido ya la forma de acabar con su presa, tensó las piernas para lanzarse a la carrera. Sólo tenía que recordar una cosa: no romper las máscaras ni las vestimentas.
 
El movimiento final empezó, con una última y fugaz mirada entre los dos compañeros como desencadenante. Mientras uno dirigía su espada contra el guardia en un fulgurante ataque sorpresa, el otro se abalanzó rápida y violentamente sobre los dos encapuchados, buscando sus gargantas con dos puñetazos simultáneos destinados a arrancarles la posibilidad de hablar y, si su precisión se lo permitía, de acabar con ellos allí.

Resumen
#18
Jack D. Agnis
Golden Eyes
Ambos dos logran ver esa oportunidad que tienen frente a sus ojos para entrar sin que los descubran, o mejor dicho sin la necesidad de enfrentarse a una gran cantidad de soldados.
Tras mirarse, entienden que tiene que hacer cada uno de los dos, por lo que se largan a la acción.

Por su parte, Silver, tras bajarse de los techos con una gran agilidad, se esconde tras las sombras esperando el momento oportuno para atacar, el cual se da casi de inmediato.
Una vez sales, ves como el guardia logra verte y se interpone entre los encapuchados y tu espada.
-Detrás de mi Lord Belford- dijo el guardia, mientras colocaba su lanza frente a él, pero para cuando lo hizo, tu ya habías logrado llegar hasta él y le habías atravesado el cuello, haciendo que un mar de sangre tiñera su vestimenta y armadura, al mismo tiempo en que lentamente se fue ahogando por el corte.

Por otro lado, Balagus, actuá en el mismo instante en que su capitán y amigo, y sale al ataque, pero en vez de dirigirse hacia el guardia, se dirige hacia los encapuchados, a los cuales golpea en sus gargantas, sin encontrar resistencia alguna por parte de aquellos dos.
Balagus siente como al golpear los cuellos de ambos encapuchados se rompen y tras caer al suelo, estos dejan de moverse. Muy a diferencia del guardia que aun se mueve, pero solo por estar ahogándose con su propia sangre.

Ambos acaban de matar a 3 inocentes, o al menos eso parecen, y solo por pura codicia, pero para su fortuna, nadie los ve asique eso solo quedará en sus conciencias.

Ya habiendo terminado con ello, deciden revisar las prendas en los encapuchados, y tras buscar unos pocos segundos encuentran una invitación.
Invitacion


Tras leer rápidamente esa carta, ven que tienen que vestir la capucha y la mascara para entrar, por lo que tras desvestir a las personas que lo tenían y esconder los cuerpos, se dirigen hacia la puerta, donde un guardia los atiende y tras pedirle la carta, los mira con extrañeza, pero los deja pasar.
-Adelante Lord y señora Belford. La subasta ya ha empezado, pero no se preocupen que recién son los primeros esclavos- dijo el soldados, mientras los acompañaba a una especie de palco personal, el cual para cualquier persona con nivel, mirara con asco.
En sus asientos pueden encontrar dos números, uno con el 69 y el otro con el 70.

Tras sentarse, notaría frente a Uds. un gran escenario con una mujer de piel morena, delgada y llorando, mientras que a su alrededor podían ver un buen numero de personas enmascaras que levantaban sus números y un presentador que indicaba una módico precio.
-1,5 millones para el 12 ¿Tengo 2 millones? ...Señores , les aseguro que esta esclava está mas que sana y puede hacer grandes quehaceres, y estoy seguro que puedes hacer cosas mas deliciosas que cocinar- exclamó el presentador dando a entender que podrían usarla sexualmente.
-1,5 millones a la 1, a las 2 y a las 3. Vendido al afortunado numero 12. Ahora continuemos con uno de platos fuertes. Como les había dicho, iríamos pasando 2 esclavos comunes y 1 esclavos raro. Aunque esta vez son dos esclavos.- dijo el hombre, mientras un soldados salia tras bambalinas arrastarndo, a dos niños, que a simple vista parecían ser niños comunes, pero al enfocarlos mejor con sus vistas, podrían notar que eran híbridos de humanos y gyojins.
-El primer plato fuerte. Dos adefesios de 7 y 8 años. Ambos dos de madre humana con un fetiche asqueroso. A parecer la puta de su madre se acostó con una desgracia del mar. El niño es fuerte y puede cargar grandes pesos, y la niña… bueno, es una niña. Ademas de limpiar y cocinar, no sé que mas podría hacer. El precio inicial es de 8 millones de berris por los dos- dijo el presentador, mientras esperaba con ansias ver los números levantarse.

informacion
#19
Silver D. Syxel
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La atmósfera en el palco era opresiva. El aire estaba cargado de una mezcla de tensión y asco que hacía casi imposible respirar con calma. Silver observaba el espectáculo que se desarrollaba frente a él con los puños apretados, las uñas clavándose en la palma de su mano mientras intentaba contener el furioso impulso que recorría su cuerpo. La imagen de los niños gyojin, arrastrados como si fueran mercancía, resonaba en su memoria con demasiada claridad. Era una escena que conocía bien, demasiado bien.

Las palabras del subastador se le clavaban como agujas. Cada insulto y desprecio que lanzaba a los esclavos removía un torrente de emociones dentro del capitán. Un niño fuerte. Una niña que solo sabe cocinar. ¿Qué clase de monstruo podía disfrutar de algo así? Su mandíbula se tensó, y durante un segundo, consideró desenfundar su sable y empezar a cortar cabezas. Las cadenas de su pasado se cernían sobre él con una fuerza abrumadora, como si jamás se las hubiera quitado.

Miró de reojo a Balagus, seguro de que el gigante sentía algo similar. El resentimiento de su compañero debía estar creciendo ante semejante crueldad. Ninguno de los dos podía ignorar lo que ocurría. Ambos habían vivido la pesadilla de la esclavitud, y ver a esos niños sufrir un destino tan familiar despertaba una furia difícil de contener.

Pero lanzarse a matar sin más los condenaría. Necesitaba mantener la cabeza fría. Apretó los dientes, obligándose a recordar su papel. No eran solo dos hombres en esa subasta; estaban en el centro del peligro, rodeados de guardias y enemigos invisibles. Un error pondría en riesgo no solo sus vidas, sino también las de los esclavos.

Esto no puede seguir así —murmuró para sí mismo, con la voz apenas contenida.

Debían pensar en un plan: liberar a los esclavos, detener la subasta y asesinar a los responsables. Pero la pregunta seguía en el aire: ¿cómo proceder? Necesitaban identificar a los guardias, encontrar sus puntos débiles y, sobre todo, coordinarse sin levantar sospechas. Syxel luchaba por mantener el control en ese momento, sabiendo que Balagus estaba a punto de explotar. Aunque la ira lo consumía a él también, tendría que ser quien mantuviera la calma.

El capitán echó un vistazo a su alrededor, evaluando la situación con rapidez. Sentarse y esperar no era una opción. Debían actuar, pero con cabeza fría. Antes de cualquier movimiento, necesitaban información. No conocían la disposición de los guardias ni quiénes eran los responsables de ese cruel espectáculo. Lanzar un ataque a ciegas sería un error fatal.

Aguanta un poco más, compañero, —murmuró, inclinándose hacia Balagus. La tensión en la voz del capitán era palpable, pero su mirada transmitía una determinación férrea—. Valdrá la pena. Necesito que estés listo. Cuando te dé la señal, podrás empezar a aplastar cabezas.

Le estaba pidiendo paciencia, algo que sabía que no era fácil para el gigante, pero no había otra opción. La rabia se filtraba en cada pensamiento de Silver, pero sabía que una explosión prematura lo arruinaría todo.

Con sigilo, el capitán comenzó a moverse, tratando de escabullirse del palco sin levantar sospechas. Necesitaba averiguar más sobre la seguridad del lugar. Cada paso que daba estaba cargado de tensión, pero su agilidad le permitiría deslizarse entre las sombras sin ser detectado. El tiempo corría en su contra, pero cuanto más supiera sobre sus enemigos, más letal sería el golpe que estaban por asestar.

Resumen
#20


Salto de foro:


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