Alguien dijo una vez...
Donquixote Doflamingo
¿Los piratas son malos? ¿Los marines son los buenos? ¡Estos términos han cambiado siempre a lo largo de la historia! ¡Los niños que nunca han visto la paz y los niños que nunca han visto la guerra tienen valores diferentes! ¡Los que están en la cima determinan lo que está bien y lo que está mal! ¡Este lugar es un terreno neutral! ¿Dicen que la Justicia prevalecerá? ¡Por supuesto que lo hará! ¡Gane quién gane esta guerra se convertirá en la Justicia!
[Común] [C - Pasado] El Médico que no está a la orden.
Vesper Chrome
Medical Fortress
Dia 19 de Primavera, Año 724
Pueblo de Rostock
El día aparentaba ser de lo más normal, uno de esos días en los que por mucho que amara ejercer la medicina, y por mucho que quizá necesitase el dinero, era de esos días en los que no estaba a la orden de nadie, quería descansar, que fuera un día totalmente de paz, relajación y sobre todo un día en donde ningún idiota necesitara ser atendido, además que podía pasar, habían dos hospitales en Rostock, no tenía por qué haber ningún trabajo para mi hoy, y de haberlo les diré que vayan al hospital.
 
Me encontraba en la posada El gran perezoso, justo en el área de bar, había que divertirse de vez en cuando, además con el tiempo que tengo aquí, ya me he hecho unos cuantos, se puede decir conocidos un poco íntimos, hay que ser claros, después de tres años viviendo en el mismo sitio, no es de extrañar que conozcas un poco más a profundidad a quienes te rodean. —Merlan, tráeme una botella de sake. — Estar en la barra tiene una gran ventaja, no tienes que esperar demasiado para que te entreguen tu bebida, era una de las cosas buenas de la vida. El hombre de tez clara y pelo rizado detrás de la barra fue a por una botella de sake, la verdad era que el bar a esas horas aún estaba un poco vacío, uno que otro cliente tomando y charlando, pero poco más y daba pinta de que sería un día magnifico.
 
Mientras esperaba la botella de sake, observé a mi alrededor, disfrutando de la quietud. El Gran Perezoso era uno de esos lugares donde podías contar con una atmósfera relajada la mayor parte del tiempo. Aunque claro, con los años que llevaba aquí, sabía que la tranquilidad no siempre duraba. —Aquí tienes —dijo Merlan, dejando la botella frente a mí junto con un pequeño vaso de cerámica. Su expresión era neutral, pero en el brillo de sus ojos se podía notar cierta complicidad, como si también disfrutara de la calma del día.
 
—Excelente —respondí, inclinando levemente la cabeza antes de servirme un poco. El sake, suave y cálido al bajar por mi garganta, parecía ser el complemento perfecto para la tarde. Sin embargo, antes de que pudiera disfrutar por completo de esa paz, la puerta del bar se abrió de golpe, llamando la atención de todos los presentes. Un hombre joven, con la ropa hecha jirones y un rastro de sangre bajando por su frente, entró tambaleándose. Tenía los ojos desorbitados, como si hubiera visto algo terrible.
 
—¡Ayuda! —exclamó con voz entrecortada—. Por favor... ¡Necesito a un médico! — La calma que tanto anhelaba se desvaneció en un instante. No pude evitar sentir un nudo en el estómago mientras dejaba el vaso sobre la barra con un suspiro. No podía ignorarlo, no cuando alguien estaba tan evidentemente en problemas, era una mierda de ser médico, algo que no podía evitar, no soy ese tipo de personas.
 
—¿Qué mierdas te ha pasado? —le pregunté mientras me acercaba al hombre, mi mente ya empezando a calcular qué podía hacer para ayudarlo. —Un ataque... en las afueras... no lo sé... estaban... no sé qué eran, pero mis amigos... —su voz se quebró, y sus palabras comenzaron a perderse en sollozos desesperados. Merlan se acercó rápidamente, sosteniendo al joven antes de que cayera al suelo.
 
—Tranquilo, amigo. —dijo mientras me miraba con una mezcla de preocupación y urgencia. —Parece que mi estúpido día de descanso tendrá que esperar. — Me agaché junto al joven y comencé a examinar sus heridas, sabiendo que en cuanto lo estabilizara, tendría que investigar qué clase de ataque había sucedido. Algo en el aire me hacía sentir que este no iba a ser un día tranquilo después de todo. Quizás habían sido piratas, o bandidos, delincuentes de poca monta, y no era como si yo fuera mejor pero tengo bastante tiempo siendo un hombre de tranquilidad en este lugar.
#1
Byron
Hizashi
Como era de esperarse en Rostock, el desarrollo del día se había mantenido tranquilo, sin que ningún suceso perturbase la calmada vida de sus habitantes. El chico con rasgos angelicales había decidido dedicar sus días en aquella isla ayudando a los pescadores del puerto a cambio de unas pocas monedas. Tenía que ir ahorrando poco a poco si quería abandonar de una vez por todas, aquella isla. Por suerte no sería demasiado, pues con el dinero que había sacado vendiendo aquel fusil con el que había sido premiado en el sorteo del barrio comercial, se había quedado a las puertas de poder permitirse uno. Aunque fuese el más pequeño de todos ellos.

Con una resistente caña prestada, Byron recorría las maderas que adornaban el suelo del puerto. Feliz y contento, con una amplía y sincera sonrisa que exteriorizaba fielmente ese sentimiento, el chico deambulaba con un ritmo animado. Según él no era para menos, era su primer día de trabajo y consiguió pescar algo, una pequeña dorada, que por su aspecto y escasa resistencia al tirar, parecía desnutrida. Había sido categorizada por aquellos que lo acompañaron en la jornada laboral como “patético trofeo”, y aunque a Byron no parecía importarle, razón no los faltaba.

Buscando con su alegre mirada un lugar para comer en su tiempo de descanso, hubo un letrero que le llamó la atención. En sus pocos días de estancia no se había cruzado con aquel establecimiento, algo extraño, pues él sentía que lo único que había hecho desde que llegó fue caminar de taberna en taberna, bueno y alguna gestión difícilmente categorizable.

Aquella taberna, bautizada como “El gran perezoso”, las paredes de su fachada hacía tiempo que habían comenzado a clarear el verdadero color natural de su madera teñida en blanco. El paso del tiempo, la humedad, pero sobre todo el salitre del mar al ser un lugar significativamente cerca de la costa, habían hecho mella en él. Las cicatrices que ese edificio portaba no eran más que una muestra de lo longevo que era, y lo dotaban de un aura casi mística, siendo parte de la historia de aquella isla.

-“El gran perezoso” Es el tipo de nombre que pondrías a tu negocio por perder una apuesta.- Dijo medio riéndose, y entrando al parecerle simpático el nombre.

Abriendo las puertas entró, dejando verse, la falta de etiqueta en las prendas que vestían al Solarian combinaban perfectamente con el poco decoro en la apariencia del local. El uniforme, casi impermeable, prestado que lucía el chico, no acompañaba fácilmente el tono del resto de trabajadores que se encontraban disfrutando su almuerzo. Algo totalmente comprensible al tratarse de una taberna local que, en esas horas, la clientela que solía atender eran trabajadores en el descanso o cambio de turno.

De por sí, podría decirse que, todos los presentes se fundían en una sola esencia, todos con la misma aura. Excepto uno, sentado en la barra, una identidad totalmente discordante al resto, a pesar de la familiaridad mutua que se mostraba claramente con el dueño del local, había algo en él que lo hacía diferenciarse del resto de clientes, como si fuese una pieza en un puzle que no encaja al intentar enmarcarla en el hueco equivocado.

Byron pasó firmemente por el lado de este, dirigiéndose al que presidía aquella barra, y mientras hacía indicaciones, señalando con el dedo el lugar donde iba a sentarse dijo.

-¡Póngame un plato de especialidad de la casa! Teniendo en cuenta la localización del local, espero que el pescado y marisco sea fresco JAJA.- Dijo a modo de chanza para integrarse un poco en el ambiente hogareño que inundaba el ambiente, provocando algunas risas de los presentes dando al muchacho de ojos amatistas complicidad y aceptación.

Sentado en aquel rincón, sobre una incómoda silla carcomida por la podredumbre de la madera causada por la humedad filtrada en el local, esperó pacientemente su plato. Teniendo cuidado de no formar un chaco con la salivación que provocaba su boca al oler el aparentemente delicioso guiso que se cocinaba sus fogones.

No se demoraron mucho, un pequeño puchero servido en un cuenco, bien caliente y con colores anaranjados en su caldo que indicaban su más que seguro potente sabor. Dentro del plato, unas patatas guisadas a fuego lento en el propio caldo que las acompañaban, y, como joya de la corona unos pedazos de tierno pescado blanco. Sin duda era un platillo sencillo, pero en cuanto dio el primer bocado supo que también eficaz, no se necesitaba algo densamente elaborado para que fuese una delicia para el paladar.

Interrumpiendo su comida un nuevo individuo hizo acto de presencia abriendo la puerta con un fuerte golpe y cayendo de rodillas en mitad de la sala. El cuerpo del pobre diablo totalmente magullado, claramente había tenido mejores días, una fuerte brecha en su cráneo hacía brotar su sangre por su frente de forma agresiva y descontrolada. Amedrentado, gritaba por auxilio, su rostro reflejaba el miedo y peligro que sentía, llegando a pedir la ayuda de un médico.

Fue entonces con el hombre de la barra, que disfrutaba su sake de forma tranquila, saltó de su asiento para ofrecer su ayuda. Con un par de buenas decisiones trató temporalmente las heridas del afligido mientras le hacía las preguntas necesarias para saber qué había pasado.  Por desgracia para él y todos los presente, el mal estado del hombre y sobre todo el shock le hicieron no ser lo suficientemente concreto con en sus declaraciones.

-En las afueras eh…- Murmuró antes de introducir la última cucharada del plato en su boca.

Se levantó con una confianza plena en su persona, y caminó lentamente hasta los dos individuos que habían protagonizado la anterior escena. Rascando los resto de comida que habían quedado entre sus dientes con un afilado palillo que también le habían servido. Un semblante totalmente despreocupado ante la situación al verse más que capaz para resolver cualquier tipo de problema, y si el asunto a solucionar traía consigo intenciones bélicas, más aún.

Pasó a su altura, dejando caer aquel palillo al suelo, y mirando a aquel hombre con conocimientos sobre medicina desde la arriba. En aquel momento se percató de aquellos extraños ojos que aquel catador de sake poseía, sí, fuera de lo común y generaban desconcierto, pero también preciosos a su manera. Le sonrió mientras le sacaba el pulgar, mostrándole confianza, y queriendo iniciar un tipo de colaboración para saber qué era lo que realmente había sucedido.

-Yo salgo hacia allí, ¿vienes conmigo o te quedarás cuidándolo? Seguramente pueda encargarme solo de la situación, pero ahora mismo no dispongo de un arma, si hay problemas necesitaré algo de ayuda.- Dijo mientras avanzaba hacia la puerta del local cargando la caña en su hombro, de ser necesario, la usaría como una espada, si era capaz de resistir las embestidas de un gran pescado huyendo por su vida, quizás, y solo quizás, podría servirle de ayuda para dejar inconsciente a quien él considerase necesario.

Dispuesto a repartir mamporros, Byron sonrió mientras caminaba, parece que iba a ser su primer día de trabajo y el último, después de todo hacía tanto que no experimentaba este tipo de situaciones, que se guio más por lo que le apetecía que por un sentido de la responsabilidad.
#2
Vesper Chrome
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Este hombre extraño que había entrado anteriormente al lugar se había levantado de su asiento ante la actual situación del recién llegado, las cosas parece que se ponen un poco fea cuando hay intrusos en Rostock, yo no soy marine, mucho menos un héroe, pero estos últimos cuatro años han sido bastante buenos, como para simplemente permitir que pasen cosas malas o no muy buenas en el lugar donde se me ha permitido llamar hogar.  Observé al hombre, sabia que me miraba, y miraba mis ojos, muy dentro de mi pensaba que este seria uno de esos que me llama demonio simplemente por estos ojos que me ha dedicado como forma de broma el destino.
 
—Primero deberías pagar lo que te comiste, luego ve a donde quieras. — No estaba mal la idea de ir a repartir madrazos en la costa de la isla, los últimos días han sido aburridos, sin trabajos, sin cosas por vender en el mercadillo, sin ideas para aprender nuevas técnicas, la verdad me haría bastante bien el poder salir, pelear, enfrentarme a uno que otro idiota que haya tenido la mala suerte de llegar a este pueblo a rompernos los huevos. —Si vas a ir, espero que no me estorbes. — Dije en voz alta, mi cara normalmente parecía estar enojada, pero en esta ocasión existe cierta felicidad, no por lo que le hubiera pasado al pobre infeliz que llegó herido a la posada, sino por esperar que aquellos a los que probablemente me enfrentase sean poderosos.
 
—Claint, lleva a este hombre a una habitación arriba, que descanse, esas heridas se abrirán muy fácil si se mueve demasiado. — La verdad es que yo en la posada era un huésped más, pero gracias a que suelo ayudar a evitar peleas y atender a los empleados cuando están enfermos me he ganado un poco de su respeto y amabilidad, no es como si ellos tienen que seguir todas mis ordenes, pero más tarde me encargaría de pagar por la estadía de ese pobre hombre que fue golpeado casi a muerte. Salí del local, esperando que el otro hombre hubiera pagado su cuenta y me siguiera, aunque probablemente sepa a ciencia cierta donde está la costa, pues tiene toda pinta de ser un pescador.
 
Conozco bastante bien mis capacidades de pelea y me emociona siempre que entro a una, aunque a veces las cosas pueden salirse de control un poco, bueno quizá demasiado dependiendo de lugar, aunque he tenido la suerte de no tener que pelear demasiado en Rostock, al menos no en el pueblo, en las afueras ya es otro tema, uno que debe quedarse oculto, por la brutalidad que puede llegar a ser el recordar aquellos hombres moribundos de hace unos años, cuando recién había consumido mi Akuma no mi. Observé por la ventana. —Oye, ven rápido, si es que quieres que te deje algo que hacer. — Lo digo porque me conozco y se que si en verdad hay que pelear lo haré con toda mi furia, sin tener que contenerme pues es a las afueras del pueblo donde puedo destruir tanto como quisiera. Ese pescador puede parecerme algo interesante, para mi tiene una voluntad inquebrantable y eso es digno en las personas, lo puedo ver a simple vista.
#3
Byron
Hizashi
El hombre con aquellos singulares ojos le respondió, secamente, serio, seguro de sus capacidades, no parecía importarle la ayuda que el joven muchacho pudiese ofrecerle. Es más, lo primero que hizo fue mencionarle que se había olvidado de pagar la cuenta, sin que le importasen los nobles actos que el chico mostró, aunque cualquiera se hubiese disgustado ante eso, su amargura le sedujo, quizás fuese su mirada, o su porte imponente a pesar de medir unos centímetros menos que él, definitivamente aquel hombre le llamaba con su manera de actuar. Le mostró una avergonzada sonrisa acompañada de una rápida reverencia, dándole con este gesto la razón.

Lo dejó unos momentos a su espalda, dirigiéndose a la barra del bar cargando la caña a su hombre, mientras por su lateral veía como los trabajadores seguían las indicaciones que el anterior mentado había hecho, levantándolo con cuidado llevándolo por una puerta que seguramente dirigiese a las habitaciones de aquel establecimiento. Sin tiempo que perder se paró frente a la barra de madera, y llevó su mano a uno de los bolsillos de su pantalón, sacando la bolsa de cuero que con amarillentos hilos la daban forma, y sacó de él unas monedas para pagar el menú que con el que había llenado su estómago, y algunas más por las minúsculas molestias que hubiese podido ocasionar su actuación. Hubiese sido normal que el gerente se tomase sus formas como una escusa para librarse de pagar la cuenta, así que dejando las pequeñas monedas doradas sobre la carcomida madera del mostrador, hizo un par de reverencias a modo de disculpas.

- No era mi intención marcharme sin pagar lo que debo, simplemente me dejé llevar y lo olvidé por completo, toma ese extra como señal de disculpa.- Dijo dándole la espalda para dirigirse nuevamente para dirigirse con apremio y soltura hacia aquel tipo que esperaba en la puerta del local.

Recordó cuando estuvo a su altura las palabras que le dedicó, antes, cuando se giró a saldar su deuda, y escuchó atentamente las nuevas que le dedicaba, metiéndole prisa al joven que se dirigía hacia él sin pausa desperezando su cuerpo con un par de estiramientos de brazos. No pudo evitar soltar una pequeña risa, acompañada de una mueca de curiosidad, por la forma en la que lo hablaba claramente no se imaginaba las cualidades de joven espadachín. No podía juzgarlo malamente, después de todo, lo más parecido que tenía a un arma era aquella caña prestada, y por sus pintas de trabajador del mar, poco podía imaginar que, el Solarian era un hábil y diestro espadachín.

- No necesito más que esto para hacer ver su lugar a unos simples matones que abusan de un débil ciudadano de a pie.- Dijo refiriéndose a aquella herramienta de pesca, con un aire animado, pero calmado rostro.- Además, asegurate, más que preocuparte por que te estorbe, deberías estar nervioso, estoy seguro de que no te gustaría que te opaque alguien con una simple caña de pescar.- Su seguridad era palpable en sus palabras.- Tengo interés en ti, mi bella mirada está deseando que la impresiones.- Abrió la puerta innegablemente maltrata por el salitre del mar, y manteniéndola abierta le hizo un gesto para que él pasase primero, perteneciendo a aquella isla, sería mejor que dirigiese él el camino.

Ambos salieron con paso firme, pero con el paso más acelerado, siendo conscientes en todo momento el motivo por el que habían interrumpido su tranquila tarde. El sonido agitado de las olas del mar, combinaban perfectamente con la situación, el mar turbulento parecía indicarles el tenso momento que iban a experimentar en cuanto pusiesen un pie en la costa que sucedió aquella innecesaria paliza. Con ganas de acción, Byron miró con decisión al hombre con conocimientos médicos, y tras una burlona sonrisa le dijo.

- Creo que voy a adelantarme caballero, el cuerpo me está pidiendo a gritos unos buenos golpes, viendo el camino que hemos tomado, sé en qué parten de la costa se encuentran, ya no necesito de tu guía para solucionar el problema... ¡Nos vemos cuando llegues!- Y raudamente metió una poderosa zancada que lo hizo dejar atrás a su recién conocido. Por sus palabras buscaba picarlo, como si se tratase de una competición, para que se dejase llevar y poder ver con sus ojos de que era capaz.

No tardó en llegar, un pequeño cabo que formaba una playa alejada, rodeada por unos acantilados que se unían a la arena dejando grandes rocas puntiagudas en la superficie de esta. Unos cuantos hombres, que por sus movimientos inconexos, parecían estar borrachos, con armas de filo en sus cinturas, y con unas malas pintas que gritaban peligro por sus poros. No pudo evitar sentirse decepcionado, por lo menos los que ahí se encontraban eran criminales de poca monta, poco más que pandilleros de los suburbios de la ciudad, con eso no tenía ni para empezar.

Se acercó a ellos, blandiendo la caña como si fuese una espada a punto de asestar una estocada. Con un semblante burlón en su rostro, claramente aquel encuentro acabaría rápido si se lo tomaba en serio, así que decidió jugar un poco con ellos, mostrándose más ridículo que intimidante para que confiasen en sus habilidades, y finalmente humillarlos con todo el significado de la palabra. Le vieron llegar, incorporándose y poniéndose a la defensiva, aun esperando las palabras de aquel curioso muchacho que los apuntaba con una caña de pescar.

- ¿Habéis sido vosotros los que habéis hecho eso a aquel hombre?- Preguntó mostrándose algo más serio.

- ¿Y qué si fuimos nosotros?- Contestaron con desdén.

- Pues siento deciros, que la ira del sol os castigará.- Y se lanzó sin miramiento hacia el que tenía más cerca.

Él desenvainó su arma para protegerse del inminente golpe, pero Byron, gracias a sus excelentes reflejos solo realizó una finta para hacerlo cubrir el lugar equivocado donde iría el golpe. Tras el amago, el hombre protegió su costado derecho, dejando expuesto su rostro por la izquierda, con un veloz y habilidoso movimiento golpeó por el lado desprotegido, dejando marcada la caña en el lado derecho de su frente por el fuerte impacto. Esto provocó que el hombre trastabillase y bajase su guarda, listo para el siguiente movimiento, blandió la caña como si fuese una larga espada con las cualidades de un látigo, y le propinó rápidos golpes dejando su rostro totalmente marcado y magullado. Aquel tipo cayó inconsciente tras aquella sucesión de impactos.

- ¡Vamos, vamos! Que solo estoy calentando, dadme algo de diversión jaja.- Dijo riendo, observando a los cuatro tipos restantes que observaban con los ojos salidos de sus cuencas, y con armas en mano, el desastroso berenjenal en el que se habían metido.
#4
Vesper Chrome
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—No crees que estas siendo un poco orgulloso? — No pude evitar mirarle con mala cara ante sus palabras, aunque parecía alguien bastante confiando, se por experiencia propia que ese tipo de personas son las que llevan a una pelea a terminar de manera fatal, al menos para sí mismos. Aun así, aunque me sentía incomodo no fue aquello lo que me hizo mirarle con mala cara, sino aquella oración, me estaba retando, ¿Asegurarme de que no me opaque? ¿Un simple pescador? además, ¿Cuándo convertimos esto en una competencia? — Solo estas diciendo tonterías hombre. — No entiendo a lo que se quería referir con aquello de tener interés en mí, pro por alguna razón me daba una grima increíble el pensar en eso. —Si tan seguro estas de ti mismo, compórtate como tal. — No es que tenga nada en contra de los Okama, de hecho, ni siquiera sé si este lo fuera, pero sus palabras dan mucho en que pensar, no me molesta ser amigos de ese tipo de personas, pero prefiero que sea meramente laboral con muchos de ellos, aun así, son personas que respeto profundamente por todo lo que tienen que vivir día a día.
 
Este día el mar se encontraba agitado, como si quisiera demostrarnos que el día será igual, la turbulencia del mar, y lo intranquila que podría llegar a ponerse la tarde según el tipo de personas que debamos enfrentar en ese sitio, todo esto era una mezcla de cosas que me hacían emocionar así que sonreí levemente mientras caminaba guiando al tipo que se supone debía ser un proficiente con la caña, al menos eso entendí.  —¿Cómo que adelantarte? — Intenté seguirle el paso, pero este hombre era evidentemente más rápido que yo, esperemos que, si es tan rápido, al menos sea la mitad de fuerte. Intenté correr a su ritmo, pero me fue imposible, daba unas zancadas que eran dignas de una rana saltarina del south blue.
 
Simplemente lo había perdido de vista al llegar a la costa, pero sabía exactamente donde había sucedido el asunto, aunque quizá sea un poco mas escondido de lo que recuerdo, así que llegue unos minutos después, aun me encontraba en el muelle pero desde allí pude percatarme de lo que pasaba en el cabo, los miré desde arriba, como este hombre blandía la caña como si fuese una espada, nunca entenderé a los que usan espadas,  tienen una afición por usar todo como un arma de filo aunque este no lo tenga. —¿Diversión? Te daré diversión hombre. —  Grité mientras me lancé hacia abajo en busca de caer lo más cerca posible de los agresores que en total eran cinco, pero uno de ellos ya no se encontraba muy bien que digamos.
 
Con los puños bastante cerrados, apretados con toda la fuerza que tenía caí detrás de uno de ellos parando la caída con uno de mis puños como todo un superhéroe. —Hace unos años, en la montaña del norte de isla Kilombo hubo un asesinato. — Comencé hablar recomponiéndome y sacudiendo la arena que había caído en mi tras el aterrizaje forzoso. —En aquel entonces murió una niña, unos borrachos atacaron a su padre y ella se metió en medio recibiendo un disparo. — Mi tamaño comenzó a incrementar lentamente mientras mi voz se tornaba mas gruesa de lo que era. Los colmillos y garras se hacían visibles y un pelaje digno de una hiena. —¿Acaso ustedes tienen algo que ver con eso? — Ni siquiera esperé que uno de ellos hablara, simplemente le di un puñetazo al que tenia mas cerca de mi y como era de esperarse este quedó inconsciente tras el golpe.
 
—Estos idiotas no aguantan nada. —
#5
Byron
Hizashi
El resto del grupo se quedó mirándolo de arriba abajo, esperando el próximo movimiento del chico de cabello violeta, por la expresión en su semblante podía notar sus dudas, su indecisión. Portaban sus desgastadas y oxidadas armas en sus manos, pero no encontraban la confianza para usarlas, por lo menos eso reflejaba su rostro bañado de sudor con los ojos totalmente perdidos mirando el aura que Byron portaba. Ninguno de ellos parecía tener el valor para satisfacer los de deseos de lucha del muchacho, solo lo miraban acomplejados pendientes de reaccionar a su siguiente movimiento, desde luego solo eran unos matones de tres al cuarto que se aprovechaban de los más débiles. Repugnaba eso, lo detestaba, no por ser buena persona o algo parecido, pero la falta de honor en sus acciones, el no buscar una batalla equilibrada y justa, era algo que solo lo hacían los hombres más patéticos.

- ¿Qué sucede? ¿Ahora no os atrevéis a empuñar vuestras armas buscando violencia? Definitivamente os merecéis una buena, escoria como vosotros debería quedarse en la basura, por lo menos echarle algo de huevos cojones.- Dijo confiado dejando caer su caña hasta rozar la arena de aquella playa con la punta, la tensión había desaparecido, buscaría acabar rápido con aquella escena.

De pronto, un grito lo alarmó. Levantando la mirada pudo ver a aquel médico, en lo alto de una de las piedras que rodeaban la escondida bahía. Sonrió al verlo allí, erguido con seguridad plena en su discurso, dando a entender que él le daría la diversión que buscaba, por el ondear de su negro kimono al viento, este se veía con un porte intimidante, dándole un aspecto de protector de la justicia. Sin esperarlo saltó desde aquella ubicación, descendiendo rápidamente hasta quedarse a su misma altura, agachado con el puño tocando el suelo y soportando el impacto con sus piernas, definitivamente aquel hombre era fuerte, no cualquiera soportaba una caída así desde tal altura. No pudo evitar soltar un silbido, impresionado ante la entrada del hombre de ojos singulares.

- Vaya, vaya, menuda entrada.- Murmuró mientras lo veía sacudirse el polvo y comenzando a echar el paso hacia uno de esos tipejos.

Dijo algo de un asesinato, concretamente una niña, que intentó defender a su padre que unos borrachos con ganas de problemas. No reaccionó, sabía lo cruel que podía ser la vida, él mismo lo había sentido en sus propias carnes, escuchándolo solo pudo sentir un pequeño ardor en las cicatrices que marcaban su esbelta espalda. Con un rostro intimidante preguntó sobre si tenían algo que ver con aquel suceso, no respondieron, se quedaron confusos al tener ahora, dos frentes abiertos por los que defenderse, si con uno solo ya les resultaba complicado, sentir esa doble amenaza los dejó más inmóviles todavía.

No pudo evitar soltar una pequeña cargada al ver lo indefensos que se sentían, el pánico en sus rostros era palpable, y se tenía merecido sentirse así de empequeñecidos. Giraban y giraban sus rostros, cambiando donde prestaban atención, no sabían que hacer ante aquel duo, a cuál de los dos debían hacer frente para superar ese obstáculo, por desgracia para ellos, el resultado sería el mismo, todos y cada uno de los miembros de aquel grupo acabaría la tarde comiendo y saboreando la arena que pisaban.

De pronto aquel médico, comenzó a transformarse, como si su cuerpo fuese consumido por el alma de una bestia sedienta de sangre. Su hocico se alargó, y por los laterales de sus labios caninos afloraron unos grandes colmillos capaces de desgarrar hasta la más poderosa armadura. Su envergadura también sufrió cambios, creciendo varios centímetros, dándole un aspecto más intimidante y monstruoso al también cubrir por completo su cuerpo con un denso pelaje. Sus manos también crecieron hasta el punto de quedar casi deformadas, sus largos e imponentes dedos cargaban unas poderosas uñas a sus extremos, otorgándole unas garras humanoides con las que amedrentaban todavía más a los presentes.

Byron quedó fascinado, nunca había visto algo así, una persona se había convertido en una bestia frente a sus ojos. ¿Cómo había conseguido hacerlo? ¿Era de una raza especial? Un montón de preguntas se arremolinaban en la cabeza del chico. Cargando uno de sus poderosos brazos, propinó un puñetazo al hombre al que previamente se había acercado, el sonido del golpe lo sacó de su pequeño trance de curiosidad, dándose cuenta de que en ese momento no tenía que hacerse ese tipo de cuestiones. El hombre salió despedido unos cuantos metros, junto a sus podridos dientes amarillentos, inconsciente y sangrando descontroladamente por la boca y nariz, por el terrible impacto. Cayó a su lado, totalmente desmayado y casi con el rostro desfigurado.

Las palabras de aquella monstruosa hiena le hicieron reírse, tenía razón, no eran más que basura, y como tal, había que sacarla rápidamente de casa o empezaría a impregnar el ambiente con su repugnante olor.

Veloz y sin que el rufián al que se acercase tuviese oportunidad de verlo con sus ojos, pues había sido lo suficientemente rápido como parecer un simple borrón ante él con ese movimiento. Le dio una patada en la parte trasera del tobillo, haciéndolo perder el equilibrio y caer de espaldas completamente expuesto. No pudo evitar dedicarle una sádica sonrisa cuando sus ojos se cruzaron mientras caía, pudo ver como el alma salía por su boca incluso antes de recibir el impacto. Empuñando aquella caña con sus dos manos, la elevó al cielo y lanzó un golpe descendente cargado con toda la inercia del movimiento, y lo golpeó sin miramiento con un seco golpe en la boca de su estómago, haciéndolo vomitarse en cuando recibió aquel poderoso ataque. Con un movimiento con su pie, lo puso de lado, no quería que se ahogase con sus propios fluidos, no por empatía o algo parecido, simplemente no era una presa lo suficientemente buena como para morir bajo sus actos.

Le dedicó otra mirada a la hiena, como si lanzase un desafío, y rápidamente hizo otro movimiento, dirigiéndose hacia uno de los dos sujetos que quedaban conscientes.

Volvió a blandir aquella caña, que por los golpes cada vez estaba más doblada, y con una elegante finta, esquivó uno golpe que el hombre al que se dirigía se atrevió a lanzar. Gracias a sus buenos reflejos, vio la oportunidad de agarrarle el brazo de tal forma que le hiciese soltar el arma, como si se tratase de un baile, se enroscó con él, retorciendo su brazo hasta no poder aguantarla más. El movimiento acabó con Byron agarrando la espada de aquel bandido, mirándolo fijamente, intimidante, mostrando con soberbia el objeto que acababa de sustraerle.

Con ella amagó, y el hombre se asustó cubriéndose con sus brazos, finalmente lanzó aquella carcomida espada al cielo, y con la guardia baja le golpeó el cráneo desde arriba con la caña, dejándola totalmente doblada con la forma de su cabeza. Cayó a la arena en el mismo momento que su espada se clavó en la arena. Sonriente miró a aquella bestia.

- Dale una paliza al que queda, pero dejalo consciente, tenemos que sacarlo información.- Dijo tranquilo.- Después me contarás como eres capaz de hacer eso, hay cosas más importantes por hacer.- Refiriéndose a su transformación.
#6
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Byron se habia encargado de otro de los hombres, quedando únicamente uno, tenía que admitirlo es bastante rápido, no es como si no pudiera ver sus movimientos pero estoy seguro de que en un enfrentamiento donde el ganador sea decidido por la velocidad evidentemente él tendría totalmente la ventaja aunque sea por poco, quizá no sea tan resistente o fuerte como yo, pero con una velocidad como esa realmente no necesitaba tener tanta resistencia, pues si no pueden pegarte, no hace falta ser resistente.
 
Únicamente quedaba un pobre infeliz de aquel grupo de cinco, dentro de mi habían unos pensamientos que la verdad quería evitar, recordaba a Shiori-chan, esa pequeña niña que cambio mi vida durante el tiempo que la conocí y sigo lamentándome el no poder haber atrapado a las personas que le dispararon, solo quedaron dos cobardes en la escena, dos cobardes que no quedaron muy bien que digamos, las mismas personas por las cuales comenzó a correr el rumor en el pueblo que en esa parte de Isla Kilombo existe una bestia apoda ¨La Hiena de Rostock. Y estaba claro, esa bestia evidentemente era yo.
 
—Tú… — El hombre comenzó a retroceder lentamente mientras sus palabras se volvían casi inentendibles, era claro el miedo en sus ojos y aproveché para acercarme cada vez más a él hasta que llegó a una de las rocas sin poder moverse a ningún otro lado. —Tú eres la hiena de Rostock. — Un pobre hombre asustado que pensaba que aquellos relatos de los hombres que hoy día son incapaces de moverse por si solos, eran simples cuentos, pero lastimosamente para él, de cuentos, no tienen nada. Comencé a volver a mi forma humana lentamente dejando únicamente mis piernas y brazos transformados para poder tener una potencia aun mas fuerte de golpe en cuanto sea necesario hacerlo.
 
Agarre a este hombre del cuello y miré a Byron. —Oye ricitos de plata, tapa tus oídos. — Esperaba que me hiciera caso al menos en eso, de lo contrario el también terminaría derribado en el piso con las orejas sangrantes. Volví la mirada hacia el hombre que tenia en frente, claramente no podría escapar, aunque quisiera, miré aquellos ojos llenos de miedo y no pude evitar pensar que incluso mi pequeña Shiori-chan tuvo mas valor al defender a su padre que estos idiotas que solo saben cagarse de miedo. ¡Dochihihihi! Una risa salió de mis cuerdas vocales como un ataque sónico hacia el hombre la risa fue tan fuerte que la misma roca que se encontraba detrás del borracho terminó destruida, mientras sus oídos comenzaban a sangrar, probablemente sus tímpanos estuvieran destruidos por recibir mi ataque a una distancia tan corta como esta, pero si no puede escuchar, espero que al menos pueda leer.
 
Aquel ataque no era una onda sónica cualquiera, incluso podía materializarse, cualquiera podría verla, el poder de ese sonido era casi tan fuerte como uno de mis puñetazos, y estoy seguro que si lo entrenara mas seguido seria aun mas fuerte de lo que ya es de por sí. El hombre comenzó a gritar del dolor y fue solo entonces cuando lo solté y deje que cayera al piso, al menos este todavía estaba consciente, sordo posiblemente, pero estaba consciente y podía moverse, a diferencia de aquellos borrachos que me encontré hace unos años que únicamente pueden moverse con sillas de rueda, porque piernas, no les quedan para seguir haciendo sus fechorías.
 
—Ahí tienes al bastardo, hazle las preguntas que quieras, dudo que pueda escuchar asi que tocará escribir en la arena y rezar porque sepa leer. —
#7
Byron
Hizashi
Byron asintió ante las palabras de aquella monstruosa bestia con pelaje moteado marrón y negro. No sabía el porqué, pero tenía que hacerle caso, el sentimiento que cargaba aquella frase, se podía ver que era una advertencia directa. Observando a aquel hombre, agarrando del cuello al inútil bandido que quedaba, que pataleaba con sus débiles piernas separadas ya de la arena de la playa, tapó sus oídos con sus dos dedos índice, y se alejó unos metros por si acaso, pues debido a la advertencia, sería una ataque que provocaría un tremendo estruendo.

Así fue, el hocico de aquel enorme ser, se abrió, lanzando una potente risa que hizo retumbar la zona. El hombre que recibió tal grito, fue dejando sus ojos en blanco poco a poco, intentando soportarlo, hasta el momento en el que sus tímpanos explotaron. Dejo caer su cuello a peso muerto por el dolor, parecía que ni siquiera el peso de su cabeza podía soportar, con sus orejas empapadas en sangre, por un momento parecía que había dejado de sentir, que simplemente existía en ese espacio, pero estaba completamente vacío.

El muchacho chasqueó la lengua, pensando que aquella estúpida hiena había ignorado su petición y había acabado con su vida, ¿acaso no se había dado cuenta de que lo hacía por él? Siendo sinceros, al joven espadachín no le importaba quienes eran aquellos individuos, no habían herido a ningún conocido suyo, no conocía a la niña que aquel hombre mentó. Byron no debía hacer preguntas, ni tampoco las quería, no buscaba respuestas, simplemente se había unido a esta trifulca en busca de algo de acción y ya de paso, ofrecer algo de ayuda.

Suspiró desaprobando aquel acto, mientras agarraba una de las espadas de aquellos tipos y tiraba finalmente la caña totalmente acabada, definitivamente se llevaría una buena bronca, si es que volvía a aquel trabajo a dar explicaciones. Mirando aquel filo mellado, escuchó una tos, aquel cuerpo destrozado, increíblemente aún tenía vida, aunque el sangrar de sus oídos, y el tono colorado de sus globos oculares no daban muy buena espina, no tardaría mucho en caer, eso lo sabía hasta el más ignorante con un simple vistazo.

Aquella hiena lo soltó frente a él, quedándose el patético hombre arrodillado frente a él, y le hizo comentó al muchacho que le hiciese las preguntas pertinentes. Definitivamente, aquel médico era un idiota, no entendía el mínimo gesto de cortesía. Le sonrió de poca gana, con media curvatura en sus labios, dejando ver claramente su molestia con sus actos, y sobre todo con su ignorancia.

- ¿Yo? Lo decía claramente por ti, ¿eres tonto o qué? Yo no tengo nada que preguntar, ni nada que me preocupe o me ate a esta isla, en cuestión de meses volveré a recoger lo único que me importa de este lugar, ¿de verdad crees que necesito saber algo de unos bandidos de mierda? Soy mucho más grande que eso, y en cuanto me alce como pirata lo seré aún más. - Dijo dando un poco de contexto de su situación para hacerse entender. - El que ha hablado de un asesinato de una niña, el primero que ha querido proteger a ese tipo del bar, eres tú, el que claramente está relacionado con estos tipos y busca información eres tú, yo solo quería mover un poco el cuerpo, ¿por qué debo hacerles preguntas cuando ni sé que preguntas debo hacer? - Preguntó elevando sus hombros con duda mientras hacía su pregunta.

- Además, te avisé, precisamente lo hice por ti, para que pudieses informarte, pero has decidido atacar de la única forma en la que da igual que viva o muera, ¿quieres tirarte aquí todo el día escribiendo en la arena? Sí, fue un ataque impresionante, pero hay que pensar un poco más en las consecuencias... Mira que tener que estar hablando yo de consecuencias... Manda narices... En fin, intenta ver que sacas, yo en eso no puedo ayudarte.

El cuerpo de Byron se sentía pleno y majestuoso, podía sentir su cuerpo cargado de energía solar por el tiempo en la playa, como aquella bendición se encontraba ahora mismo al 40 por ciento de su capacidad. Su cuerpo era más liviano y ágil, y sus reflejos se encontraban más afilados, por si en algún momento volvían los problemas.
#8
Vesper Chrome
Medical Fortress
Con tan solo tirar el cuerpo delante de ricitos de plata pude escuchar como este chasqueaba la lengua, esto me alertó de inmediato, no de peligro, sino de que algo no le habia gustado al muchacho, pero realmente a mí me daba bastante igual, aun así, algo dentro de mí no puede quedarse callado, no puede mantenerse al margen, no puede simplemente ignorar cuando alguien intenta demostrar que cualquiera de mis palabras o acciones eran erróneas.  —¿Hay algún problema con mis acciones, niño? — Pregunte mirando fijamente al hombre quien parecía estar listo para decirme alguna cosa.  


¿Que si era tonto? Este hombre intentaba ofenderme y ahora mismo no tenía la mínima intención de quedarme callado o de brazos cruzados ante las palabras de un idiota que acababa de conocer en un bar. —¿Tonto? ¿Yo soy el tonto? Dime, ¿En qué puto momento te pedí ayuda? — No me acercaba, pero estaba atento a sus movimientos, quizá este también quiera pelear, y como a mí, estos bandidos no le llenaron de satisfacción.  —¿Unos bandidos de mierda?  ¡¡ESOS BANDIDOS DE MIERDA ASESINARON A LA UNICA PERSONA QUE ME HACIA TENER PIEDAD!! —  Le grité casi gruñendo como un animal salvaje. —NO TIENES NI LA MINIMA IDEA DE LO QUE HABLAS, ¿CUÁNDO TE ALCES COMO PIRATA? MORIRAS AL PRIMER INSTANTE EN QUE TE CONVIERTAS EN UNO, TU MALDITO ORGULLO, ESA ESTUPIDA SONRISA Y LA FORMA EN QUE TE MUEVES, SIMPLEMENTE MORIRAS EN EL MAR. — No podía evitar sentir el pecho presionado, como cuando alguien intenta decir que todo por lo que has luchado simplemente ha sido una tontería o como cuando aquellos a tu alrededor empequeñecen tus propios problemas sin saber lo grandes que son para ti.  
 

—No eres mucho más grande que nada, eres un simple pescador con aires de grandeza, y eso acabará justo aquí. —Lo ideal es que no queden testigos de que yo soy la Hiena de Rostock, se supone que eso es una leyenda que se originó hace unos años, y debe quedarse como una leyenda nada más, este hombre o moría en esta playa, o tendría que matarme a mí, terminando con la leyenda de por vida. —Tu fuiste quien hablo de hacerles preguntas, yo no tenía la intención, en cuanto pude oler sus cuerpos me di cuenta que esta mierda de gente no tiene el mismo olor que habia en aquella escena tras la muerte de mi sobrina. — La furia se acumulaba dentro de mí, y realmente lo único que quería era arrancarle la cabeza a este tipo por meterse en los asuntos que no conoce y hablar de ellos con total naturalidad como un maldito metiche.  


Me acerque al hombre y lo miré directamente a los ojos, tras esto con mis dedos empuje varias veces su pecho. —Yo protejo a quien me dé la gana, para eso soy un maldito médico, para eso me mate cinco años estudiando medicina en el mar del norte y que sea la última puta vez en tu vida que hablas del asesinato de mi sobrina como si fuera algo normal. — Le miré, la verdad era que mis ojos querían llorar, y mi corazón se estaba destrozando poco a poco, pero no conocía a este hombre como para caer tan bajo. —¡¡TENIA SOLO CUATRO AÑOS, CUATRO, MALDITA SEA!! — Este idiota que iba a saber lo que es perder a alguien así por culpa de unos imbéciles que creen que pueden llevarse el mundo por delante.  


Me di la vuelta como quien se encontraba dando un discurso, pero la verdad, era que mis ojos comenzarían a lagrimear, la tristeza ya estaba corriendo por mi cuerpo, uniéndose a la ira que en el habitaba de manera prematura. —NO ME HABLES DE CONSECUENCIAS, NO ME HABLES A MI DE ESA MIERDA, HE ESTADO CASI CUATRO AÑOS EN BUSQUEDA DE ESOS IDIOTAS, NO TE IMAGINAS LOS IMBECILES QUE HE DESMEMBRADO PARA PODER ENCONTRAR PISTAS DE ESOS MALDITOS BANDIDOS. — Estando ya suficientemente lejos del hombre de pelos violetas volví la mirada hacia él, secando las lágrimas que se arrimaban en mi rostro, para entonces mi rostro pasar a tener nuevamente aquel semblante vacío digno del maldito animal que siempre fue, en un sprint directo hacia Byron con toda la Fuerza y velocidad que podía utilizar intentaba lanzarlo hacia el piso para posteriormente lanzar un golpe básico hasta su cara, quizá mis golpes no eran los más fuertes, pero con la ira que tenía justo en este momento las cosas no se quedarían en un simple abrazo.  


—No tienes ningún derecho a minimizar el dolor de los demás, maldito pescador. — 
#9


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