Hay rumores sobre…
... una plaga de ratas infectadas por un extraño virus en el Refugio de Goat.
Comercio entre Ratas
Percival Höllenstern
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Las paredes del túnel de escombros en el que nos encontrábamos eran un testamento silencioso del caos y la decadencia que definían a Grey Terminal. Entre los restos carbonizados de lo que alguna vez fue parte de un imperio comercial y las ruinas de sueños abandonados, el polvo se alzaba al más leve movimiento, cubriéndolo todo con una pátina de gris. El aire era pesado, saturado de humedad y el persistente olor a materia orgánica en descomposición, un recordatorio cruel de que aquí, en el borde de la civilización, todo era prescindible.

Me acomodé un poco sobre el bidón en el cual había estado apoyado, dejando que el silencio hiciera eco de su propia naturaleza sombría mientras el hombre frente a mí revelaba su impaciencia Su rostro, cansado y abotargado por la falta de paciencia, era un cuadro perfecto del agotamiento. 

Suspiré suavemente, dejando que el sonido del aire saliendo de mis pulmones resonara con la calma fría que sabía que le irritaba. Luego, justo antes de que pudiera decir algo más, hablé.

Quieres confiar en mí, pero aún no sabes cómo hacerlo, ¿cierto? No es suficiente escuchar mis palabras; necesitas algo más... palpable.
Me acerqué lentamente, mis pasos resonando en la dureza del suelo de escombros, hasta que estuve lo suficientemente cerca para que pudiera ver cada detalle en mi rostro, y lo suficientemente lejos para que el peso de mi presencia no se convirtiera en amenaza, sino en promesa.

Muy bien. Haremos esto más simple —extendí mi mano hacia él, no para estrecharla en señal de trato, sino con un gesto abierto que dejaba entrever un acto próximo—. Tienes razón en querer algo más claro. Y te lo daré. No soy difícil de contactar. Cuando llegue el momento, deja este símbolo —tomé una pequeña daga que colgaba de mi cinturón, grabada con una insignia en espiral que solo los más atentos podrían reconocer— en cualquiera de los pasajes que visites en tu periplo. Sin preguntas, sin traiciones.

El símbolo

Lancé la daga en dirección al vendedor, en gesto de ofrenda.
Le dejé unos segundos para procesarlo antes de continuar.
Y para el dinero... —añadí, desenvainando una pequeña bolsa de cuero que llevaba atada a la cintura, llena con monedas y billetes—. Aquí tienes lo que acordamos,  No esperes algo más propio de los ricos, ni papeles oficiales. Esto es Grey Terminal. Aquí, el único banco que cuenta es el que tienes en las manos.

Le tendí la bolsa, dejándola caer con un sonido metálico que resonó entre los escombros. El eco de las monedas llenó el túnel, pero no lo suficiente como para superar el murmullo del viento que siempre aullaba a través de las grietas de las ruinas.

Puedes confiar en que cuando te encuentres en esa situación que ninguno de tus aliados puede resolver, mi presencia será silenciosa, pero definitiva. Y en cuanto a esa agrupación que mencionaste... —hice una pausa, observando su rostro con atención—. Lo que sé, y lo que no sé, es irrelevante. No pertenezco a nadie más que a mis propios intereses. Pero si los tuyos coinciden con los míos, será sencillo colaborar cuando sea necesario.

Me permití un último vistazo al entorno, respirando el aire rancio de ese túnel, mientras mis palabras quedaban suspendidas en el vacío. Ya no había necesidad de más explicaciones. Había dejado claro mi valor, y el trato, aunque envuelto en la penumbra de Grey Terminal, estaba sellado de una forma mucho más definitiva que cualquier contrato firmado en un mercado legal.
#11
Jack D. Agnis
Golden Eyes
La negociación poco a poco se encaminaba a una conclusión, en la cual ambos dos estábamos contentos. Percival mas que yo, ya que tenia menos dinero de lo que quería, pero ya no importaba.
Me había deshecho de un papel inútil para mi y por una buena suma de dinero. No podía estar triste por aquel negocio y mucho menos, cuando ahora en mas podría comprar todos los barriles de ron que se me diera la gana.
“Algo bueno puedo sacar de esto” pensé, ya con algo de sed de la mala en mi garganta.

Escuché las palabras de aquel hombre. Al parecer no había entendido que lo que buscaba era que se callara de una buena vez, pero no podía hacer nada, si este aun no sacaba el dinero.
“Verga, ¿Por qué sigue hablando tanto? ¿Será falta de atención? Debe necesitar una buena mujer” me dije a mi mismo, mientras terminaba de oír sus palabras y veía como este me arrojaba un pequeña daga, la cual fue a parar a mis pies.
Sin dudarlo, me agache y tomé la daga, notando el símbolo que esta tenia en su hoja. No parecía a nada que haya visto con anterioridad.
-Muy bien. Entonces si necesito ayuda, solo debo dibujar este símbolo en algún lugar.- dije, mientras aun miraba aquella hoja.
-No te voy a negar que esto es extraño, pero supongo que no tengo mas opción que creerte y esperar algún día en que necesite tu ayuda para ver si realmente funciona- dije, mientras guardaba aquella daga en algún lugar de mi ropa, para luego acercarme a aquel hombre con la pagina de enciclopedia enrollada.

-Supongo que con esto nuestro trato esta cerrado. - dije mirándolo, mientras le ponía el pedazo de papel en su mano, para luego tomar la bolsa con el dinero, la cual abrí, notando una buena cantidad de dinero. Desgraciadamente no podía contarlo allí, asique solo debía confiar que este tipo haya contado bien y que al menos supiera como hacerlo.
-Espero que esté todo. Me llevo la bolsa - dije, mientras pasaba algún dedo libre sobre los billetes, notando que estos era reales.

-Pues espero jamas necesitar tu ayuda. No me malinterpretes. No es que no la quiera, solo espero que nunca llegue una situación en la cual no pueda confiar en mis aliados y entiendo. Si no perteneces a ese grupo, esta bien. Aunque tus palabras suenan a que eres un pirata, pero definitivamente no lo eres. No tienes aire y posiblemente ni capacidad para serlo- dije, mientras lo miraba con una ceja alzada.
-En fin. Que pertenezcas a alguna agrupación o seas un pirata me importa una mierda. Nuestro negocio terminó. Fue un placer conocerte Percival… Nah mentira. Suerte en tu vida- diría, mientras me giraba y comenzaba a alejarme de aquel hombre.

“Bien donde está la tabernas mas cercana?” me pregunté a mi mismo, antes de tomar alguna dirección en particular.
#12


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