El Grey Terminal, un caos de basura y escombros, se extendía ante los ojos de Galhard como un laberinto interminable de desperdicios. El olor a quemado y a decadencia impregnaba el aire, y aunque sus pasos eran firmes, sabía que este lugar guardaba más secretos de los que parecía. El marine estaba aquí con un objetivo claro: encontrar una espada de calidad, algo que le diera una ventaja en las futuras batallas, una hoja que pudiera soportar su estilo de combate y, por qué no, reflejar su creciente reputación.
El problema era que todo lo que había encontrado hasta ahora no cumplía con sus expectativas.
Recorrió los puestos del mercado improvisado, donde mercaderes le ofrecían espadas desgastadas por el tiempo, con hojas melladas o empuñaduras rotas. Desestimó cada una de ellas con un rápido vistazo, sabiendo que no soportarían ni una batalla. Cada oferta era peor que la anterior, y comenzaba a preguntarse si su intuición había fallado al llevarlo hasta allí.
—Nada aquí vale lo que piden —se dijo para sí mismo, mientras pasaba de largo otro puesto lleno de armas viejas. Su paciencia, aunque bien entrenada, comenzaba a desgastarse. Sabía que en algún lugar de este mundo existía la espada que buscaba, pero el Grey Terminal no parecía estar dispuesto a ofrecerle lo que necesitaba... al menos no por ahora.
Frustrado, decidió aventurarse más allá de los puestos, hacia las zonas donde las pilas de basura y restos metálicos se alzaban como montañas. Entre esas ruinas, tal vez, podría encontrar algo más digno. Después de todo, en lugares como estos, a menudo se encontraban piezas que el mundo había olvidado, objetos con historia que podían renacer en las manos adecuadas.
Galhard comenzó a inspeccionar los montones de chatarra, apartando piezas oxidadas y herramientas rotas, sus manos se ensuciaban con el polvo y la grasa acumulada por los años. Sus ojos entrenados buscaban algún destello de metal que indicara la presencia de una hoja decente, pero lo que encontraba no era más que chatarra. Una espada rota aquí, un fragmento de acero allí, pero nada útil.
El crujido de los escombros bajo sus pies lo hacía consciente de lo frágil que era todo este lugar. Cada paso lo llevaba más lejos de la seguridad del mercado y más adentro de los escombros. Pero Galhard no era de los que se rendían con facilidad. Sabía que encontrar algo de calidad no sería sencillo, y este lugar parecía desafiarlo en cada esquina.
—Debe haber algo —murmuró para él, más como un mantra que como una certeza.
Sin embargo, tras horas de búsqueda infructuosa, Galhard se detuvo por un momento y respiró hondo. La espada que buscaba no estaba aquí. No hoy. Tal vez no en el Grey Terminal. Era frustrante, pero también sabía que la prisa era el enemigo de un buen guerrero. La paciencia, esa virtud que había perfeccionado a lo largo de sus misiones, sería su aliada una vez más.
De pie sobre una montaña de escombros, Galhard miró a su alrededor. El Grey Terminal era un lugar donde los desechos del mundo se acumulaban, pero también un lugar donde las oportunidades podían surgir de los lugares más inesperados. No había encontrado lo que buscaba hoy, pero aún no era el final de su búsqueda.
Con el polvo cubriendo su ropa y las manos manchadas de hollín, comenzó a descender de los montones de basura, alejándose del caos que lo había envuelto durante esas horas. El ruido del mercado volvía a escucharse a lo lejos, y mientras Galhard se dirigía hacia la salida, sabía que tendría que ser más paciente. La espada adecuada aún lo esperaba en algún lugar del mundo, y cuando llegara el momento, estaría listo.
El problema era que todo lo que había encontrado hasta ahora no cumplía con sus expectativas.
Recorrió los puestos del mercado improvisado, donde mercaderes le ofrecían espadas desgastadas por el tiempo, con hojas melladas o empuñaduras rotas. Desestimó cada una de ellas con un rápido vistazo, sabiendo que no soportarían ni una batalla. Cada oferta era peor que la anterior, y comenzaba a preguntarse si su intuición había fallado al llevarlo hasta allí.
—Nada aquí vale lo que piden —se dijo para sí mismo, mientras pasaba de largo otro puesto lleno de armas viejas. Su paciencia, aunque bien entrenada, comenzaba a desgastarse. Sabía que en algún lugar de este mundo existía la espada que buscaba, pero el Grey Terminal no parecía estar dispuesto a ofrecerle lo que necesitaba... al menos no por ahora.
Frustrado, decidió aventurarse más allá de los puestos, hacia las zonas donde las pilas de basura y restos metálicos se alzaban como montañas. Entre esas ruinas, tal vez, podría encontrar algo más digno. Después de todo, en lugares como estos, a menudo se encontraban piezas que el mundo había olvidado, objetos con historia que podían renacer en las manos adecuadas.
Galhard comenzó a inspeccionar los montones de chatarra, apartando piezas oxidadas y herramientas rotas, sus manos se ensuciaban con el polvo y la grasa acumulada por los años. Sus ojos entrenados buscaban algún destello de metal que indicara la presencia de una hoja decente, pero lo que encontraba no era más que chatarra. Una espada rota aquí, un fragmento de acero allí, pero nada útil.
El crujido de los escombros bajo sus pies lo hacía consciente de lo frágil que era todo este lugar. Cada paso lo llevaba más lejos de la seguridad del mercado y más adentro de los escombros. Pero Galhard no era de los que se rendían con facilidad. Sabía que encontrar algo de calidad no sería sencillo, y este lugar parecía desafiarlo en cada esquina.
—Debe haber algo —murmuró para él, más como un mantra que como una certeza.
Sin embargo, tras horas de búsqueda infructuosa, Galhard se detuvo por un momento y respiró hondo. La espada que buscaba no estaba aquí. No hoy. Tal vez no en el Grey Terminal. Era frustrante, pero también sabía que la prisa era el enemigo de un buen guerrero. La paciencia, esa virtud que había perfeccionado a lo largo de sus misiones, sería su aliada una vez más.
De pie sobre una montaña de escombros, Galhard miró a su alrededor. El Grey Terminal era un lugar donde los desechos del mundo se acumulaban, pero también un lugar donde las oportunidades podían surgir de los lugares más inesperados. No había encontrado lo que buscaba hoy, pero aún no era el final de su búsqueda.
Con el polvo cubriendo su ropa y las manos manchadas de hollín, comenzó a descender de los montones de basura, alejándose del caos que lo había envuelto durante esas horas. El ruido del mercado volvía a escucharse a lo lejos, y mientras Galhard se dirigía hacia la salida, sabía que tendría que ser más paciente. La espada adecuada aún lo esperaba en algún lugar del mundo, y cuando llegara el momento, estaría listo.