Hay rumores sobre…
... que en una isla del East Blue, hay un prometedor bardo tratando de forjarse una reputación. ¿Hasta dónde llegará?
[Aventura] [Aventura T4] La Infinita Sabana
Suzuka D. Hanami
Dragón Floreciente
La isla de Cozia se encontraba dividida en dos hemisferios por culpa del gran rio  que se formaba y bifurcaba en la meseta central de la isla. Esa división natural sirvió con los años para marcar una barrera entre los habitantes natales de la isla y los colonizadores que vinieron desde las islas cercanas del mar. Quedando tras muchos conflictos y muertes relegados los indígenas en el norte y los colonos al sur, con la norma sagrada de que ninguno de los dos lados podía cruzar la frontera que marcaba el rio y la grita que se formaba en la meseta. Una regla por la cual ningún bando se hacia responsable de las acciones que tomara el otro ante invasores hacia su territorio. Y siendo los animales los únicos que podían campar a sus anchas por la totalidad de la sabana.

Pero aquel día un hombre logro cruzar la frontera sin caer muerto al instante por las múltiples flechas que la tribu Naga disparaban con certeza mientras patrullaban las fronteras de la isla norte. El monje de pocas palabras desnudo su alma y espíritu en una muestra de respeto y reverencia por aquella tribu desconocida para él demostrando una humildad y respeto rara vez vista por parte de los visitantes del sur, el líder de la tribu podría contar con los dedos de una sola mano el numero de personas tan cordiales que ha conocido del extranjero. 

Lovecraft se gano el privilegio de que el líder de la tribu Naga lo invitara a entrar en la zona norte de la isla bajo su supervisión. Fue una conversación de pocas palabras y muy rápida, pero tras entregar a su deidad los sacrificios y ver como los forasteros se retiraron la manada se retiro de la meseta, acompañados por Lovecraft. El anciano podría ver como tras la meseta había un par de docenas de indígenas que se irían descolgando de la meseta con brincos y movimientos agiles.

Cuando el grupo se reunió al pie de la montaña el líder paso un rápido vistazo sobre todos para entonces proceder a recorrer la isla hacia el este de la misma recorriendo el perfil del rio. Todos marchaban corriendo de una forma muy salvaje y ágil, saltando obstáculos del terreno como si nada. Si Lovecraft se fijaba todos respetaban mucho las plantas y su entorno, casi solo pisando la hierba y la misma era tan alta y abundante en algunos tramos que los cubría por entero y solo se podría apreciar como el movimiento de las hebras al paso de los exploradores.

Era apreciable como algunos de los que más se iban adelantando paraban a otear los alrededores y examinar el terreno, hasta que los otros les sobrepasaban y entonces retomaban el ritmo, pasando a invertir los papeles y funciones. Si el monje se paraba un poco a observar podría notar como sus alrededores la vegetación y fauna eran más abundantes que en la zona sur de la que venían. Aunque los exploradores procuraban no asustar a las criaturas a su paso, dando algunos rodeos.

Claramente no cambiaban sus rutinas o su forma de moverse a pesar de ir con Lovecraft en su sequito, si podía seguirles el ritmo bien, si fracasaba... Bueno, mejor no saberlo.

OFF
#1
Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
V&D


Con éxito y regocijo, celebré internamente que Hacket me aceptara en el grupo, a pesar de lo que podía suponer más allá del desconocimiento que generaba el hecho de encontrarme en una comunidad totalmente distinta a lo que se podía concebir como sociedad. Sin embargo, confiaba en la decisión que me dictó el corazón, aunque pudiera ser inseguro, pero sin riesgo, nunca hubo una recompensa que como tal satisficiera mis ansias de conocer y aprender, lo tenía asumido desde hace años y años. Por eso, me encontraba en aquella sabana surcando sus terrenos al lado de otros semejantes, a pesar de las diferencias culturales que podían separarnos, pero esperaba que el hecho de aceptarme entre los suyos, me invitara a ser admitido como un huésped pasajero, y salir como un amigo de confianza.

Y ahora, apartando las inquietudes y las buenas expectativas, venían los cálculos realistas que debía de hacer si quería velar por mí. Primero, estaba totalmente solo allí, cuidar de mí mismo inteligentemente era una de mis prioridades. Segundo, mi voto de silencio podía suponer un contratiempo en algunas situaciones que requieran de una explicación por mi parte, ergo como siempre, debía de escoger sabiamente mis palabras y en los tiempos adecuados, casi como lo he ido haciendo hasta entonces. Tercero, debía de ser más observador que nunca, principalmente, para no herir sensibilidades de ningún tipo y poder aprender sus costumbres. Cuarto, en estas tierras silvestres, no descartaba la existencia de otras tribus como la de Hacket, y, por lo tanto, suponer que quizá podrían ser tanto rivales como aliadas, aunque preferiría lo segundo. Y quinto y último, debía de hacer acopio de todas mis capacidades, virtudes y fortalezas para ganarme su confianza, aunque detrás de ello solo estuviera el mero interés humano de conocerlos y ser aceptado.

Desde que bajamos por aquella meseta, me integré en el grueso del grupo para atravesar los terrenos inhóspitos de la parte este de la isla. Saltaba perfectamente a la vista, la conservación del hábitat que había en aquella parte, habiendo mucha más vegetación, menos caminos y muchísimos más animales. Seguíamos la ribera del río donde la fina hierba verde se extendía hasta donde alcanzaba la vista, variando su densidad así como su altura, llegando hasta cubrirnos. Yo permanecía en el centro de todos, imitando cuidadosamente todos los detalles que hacían mientras corríamos. Sorteaban algunas plantas, madrigueras de la fauna y esquivaban animales rodeando su paso para no molestarlos, recogía toda esa serie de datos con tacto, pero era una clara evidencia a la antigua y tensa situación que se vivió en lo alto de la meseta, donde rechazaron el caballo que les ofrecimos, un claro ejemplo del respeto que tenían a la vida.

Hubo algo que especialmente llamó mi atención mientras surcábamos los terrenos, y es que, la formación se iba desgranando de tal manera que los nativos más adelantados, escudriñaban las cercanías del entorno y acto y seguido divisaban los alrededores más próximos, para luego volver a reengancharse a la retaguardia del pelotón, renovando esa misma acción los que quedaron al frente. Fueron repitiendo el patrón durante todo el recorrido, avanzando en silencio, me absorbieron las primeras dudas de este particular viaje, pues sí conocían la zona ¿Por qué tanta atención a ella y a su lejanía? ¿Qué motivo les impulsaba a estar vigilando continuamente? Puede que la principal respuesta fuera el incesante cuidado que tenían para no alterar los elementos que construían la sabana, pero no podía descartar cualquier otra causa. Afinaría mi vista, pero sobre todo mi oído, pondría a prueba mi fortaleza física, pero aún más mi perspicacia de monje viejo para captar cualquier cosa que me fuera de utilidad. El viaje, y su incierta experiencia, no habían hecho nada más que comenzar.
#2
Suzuka D. Hanami
Dragón Floreciente
El sol no tardaría en ponerse, ya se mostraba su presencia en el oeste del cielo. La próxima llegada de la noche sería un momento importante para Lovecraft y su integración en la tribu Naga; no obstante, antes de eso, lo aguardaba una prueba que debería afrontar.

Hacket rápidamente notó la señal del grupo adelantado de vigías, lo cual respondió emulando el sonido de un ave, mientras hacía un gesto a Lovecraft para que aminorara el ritmo de su paso. Al igual que todos los demás, comenzaron a moverse con más sigilo y discreción hasta alcanzar al grupo de vigilancia. Las funciones de quienes iban rotando en este rol eran muy diversas; desde detectar posibles intrusos de los inmigrantes que tomaron el sur de la isla, hasta anticipar cruces peligrosos con depredadores que pudieran estar acechando. En ocasiones, también debían buscar miembros perdidos de otras tribus, así como el motivo por el cual se detuvieron: presas que cazar.

La vista de los miembros de esta tribu estaba bien entrenada, pero la de Lovecraft también lo estaba, gracias a lo cual no tuvo ni un instante de retraso con respecto a los ojos más agudos de los Naga en divisar las presas que cercaban: tres cebras. Los animales de piel rayada suelen ir en grandes manadas; sin duda, estas se separaron del grupo y quedaron atrás. Aunque no les costaría volver a encontrar el rastro de su manada, así que el tiempo apremiaba.

El cabecilla del grupo no requería alzar la voz para dar las instrucciones y su proceder. Él debía analizar la situación, valorar la recompensa con la pérdida, juzgar si merecía la pena cazar a dicho animal y, por último, seleccionar a los cazadores. Alzaría rápidamente la mano con el índice y el corazón extendidos, únicamente indicando a todos los suyos que solo tomarían dos de ellas como máximo. Tras eso, se señalaría a sí mismo primero y luego señalaría a Lovecraft.

Después de aquello, un grupo de indígenas se acercaría al monje, rodeándolo de posibles armas o herramientas que pudiera necesitar. Era claramente un estreno para el nuevo; aunque, ¿cómo tomaría ese pacifista la situación de quitar una vida o cazar un animal? Era una escena extraña tras lo presenciado en la meseta con el cazador gordinflón. Pero mientras los indígenas intentaban equipar a Lovecraft, el líder Hacket tomó la iniciativa para cazar a una de ellas. Dos flechas serían tensadas en su arco y disparadas con precisión contra las patas traseras de una de las cebras, la más lejana. Pero antes de que las flechas impactaran, el hombre ya había iniciado una veloz carrera, pero siniestramente silenciosa, como si solo fuera una sombra proyectada sobre la sabana, siguiendo el ritmo de sus propios disparos. Para en el mismo instante en que las flechas golpearan los muslos del animal, haciéndolo sentarse, le daría un único y rápido tajo en el cuello con su daga antes de que emitiera ningún grito. Una muerte rápida y con el mínimo dolor, la cual acompañaría con una llave alrededor del cuello del animal para hacer que la parte frontal también cayera, como si se hubiera sentado entre el pasto para las otras. Aun así, se giraron hacia su compañera curiosas; si no se actuaba rápido, captarían el olor de la sangre, aun con la escenificación del indígena.

Por su parte, al monje le ofrecieron arcos, flechas, lanzas, dagas, cuerdas, boleadoras, cerbatanas. Claramente, los diferentes miembros del grupo tenían cada uno sus métodos. ¿Cuál elegiría Lovecraft? ¿Lograría cazar a su presa?

Off
#3
Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
El recorrido por la sabana me permitía contemplarla desde dentro, como si fuera parte de la misma con sumo disfrute y cuidado, atravesarla con el grupo me hacía ver con bastante privilegio algunos de sus muchos entramados que en cualquier otra circunstancia no podría. Aquel paraje, a pesar de ser en teoría el mismo que el de la zona de donde provine, se presentaba mucho más silvestre y virgen, y a los ojos de cualquiera que pudiera valorarlo, era un auténtico privilegio para los sentidos, una experiencia muy particular.

Para colmo, el trayecto trajo consigo, además de la vivencia, la correspondiente caída del sol que se cernía hasta donde alcanzaba la vista, tiñendo de anaranjados tonos y dorados destellos cada elemento del paisaje, convirtiéndolo en un mural bello y vivo que deleitaba la vista. Por mi parte, tuve en cuenta un pensamiento intruso que quedaría latente, el atardecer traía consigo la noche, y la noche traía cosas a considerar, por lo que podría y debería de tener en cuenta durante el tiempo que permaneciera con los Naga.

Sin embargo, debía de traer mi consciencia plena al presente, el cual se presentaba con una alerta en el camino por parte de Hacket, recibiendo el aviso previo de la avanzadilla que vigilaba el frente más adelantado, este, pió como si fuera una de las aves autóctonas para que el grupo aflojase el ritmo, lo que hizo que yo lo hiciera también intuitivamente, corroborándolo tras ver como que mediante un gesto con su mano, a mí me ordenó con un vaivén de esta que aminorase la marcha ¿Qué ocurría?

Calmé mis ansias y mi extrañeza ante la situación, por dentro sentí cierta inquietud, afiné mi vista entrecerrando mis arrugados párpados, y sobre todo mi oído para intentar captar cualquier detalle del sitio. Nos movíamos más lento, furtivos y con mucha más discreción, llevé gran parte de mi atención a mis pisadas para que no delatasen nuestra posición, hasta que nos detuvimos. Pronto, divisé 3 figuras que resaltaban por sus tonalidades negras y blancas generando un vistoso contraste con la estampa parda de los pastos, suponiendo que la alteración de nuestro avance se debió a ellas y con esto, uní cabos. La noche se cerniría relativamente pronto, y deducía partiendo de la base de que el grupo debía de volver hacia su asentamiento, parece que había que llevar la cena. De nuevo Hacket comenzó a dar instrucciones a los suyos, mis pupilas se clavaron sobre el mismo para apreciar que intentaba decir, y entre conjeturas, saqué algo medianamente claro siguiendo los gestos de sus dedos, había que cazar 2 de las cebras, y los cazadores seríamos él y yo. Aquello hizo que mi interior se revolviera, pues concebía las líneas de lo que suponía cazar, y no es que fueran líneas que siguiera.

Un debate interno se generó en mí, la adrenalina aceleró mi pulso en un vaivén de emociones que se agolpaban en mi pecho. Por mi mente se dibujaban diferentes tipos de proceder y respuestas, diversas situaciones y especulativos finales de mejor y peor desenlace. Instantáneamente, tras las órdenes de su líder, algunos Naga del grupo se me acercaron, ofreciéndome algunas de sus tribales herramientas para asumir la caza. Definitivamente, aquella situación me estaba sobrepasando, agaché la vista al suelo en señal de reflexión, estaba fuera de los códigos que me componían hacer un daño mortal a una vida, fuera humano, animal o planta.

Antes de que fuera pisada, alcé la palma hacia uno de los Naga para que detuviera su avance hacia mí, una mierda algo seca se encontraba a metro y medio de mí en la orientación hacia el indígena. De entre la guerra interna que tenía, las luces de la adaptación y la supervivencia iluminaron la decisión que debía de tomar, y tragándome el nudo en la garganta que tenía, actué.

Me saqué la camiseta y la até a mi cintura, si iba a cazar tenía que hacerlo de la forma más eficaz posible y rápidamente. Si estaba en lo cierto, la manada de las 3 cebras habría pasado por allí con anterioridad, por lo que si estaba en lo correcto, probablemente las heces aquellas eran de una de las cebras de su mismo grupo, y como habrían estado pastando, podría ser normal también que alguna cagase. Cogí con los dedos índice y corazón de cada mano parte de la mierda y la mezclé con parte de la fina tierra que componía el suelo de la sabana, formando rápidamente una pasta que restregué por mi torso, la finalidad de aquello era ocultar mi rastro y mi olor al fino olfato que los animales seguro que tenían.

Olía a mierda, y en un auge de hacer las cosas bien, a pesar del dilema que debía de enfrentar inminentemente, vi lo que me ofrecían los Naga para tomar la caza. La mayoría de lo que portaban eran lesivas y quedaban muy lejos de mis cualidades y principios. Una daga, los filos no eran lo mío, arco y flechas, no resaltaba por tener una puntería especialmente certera, por lo que la cerbatana también quedaría fuera de la ecuación, una lanza, no me veía con la destreza suficiente como para usarla, y por último, boleadoras y una regia cuerda.

Tomé con presteza la cuerda, y até su extremo al punto intermedio de la unión de las boleadoras, la razón de tomar estas 2 opciones pasaba porque percibí que eran las herramientas con las que menos daño podría hacer a la cebra, y más intuitivas de utilizar teniendo en cuenta de que mi virtud en la caza era mucho menor que la de ellos, sin embargo, yo era más viejo, y por lo tanto, quizá tenía un punto más de ingenio. Teniendo en cuenta eso, con sigilo me alejaría de Hacket, justo en sentido contrario, y arrimándome al trío de herbívoros, pues su acometida contra las 3 cebras, desencadenó en que estas salieran despavoridas, salvo una que cayó presa de su pericia con el arco y posteriormente de su cuchillo.

Yo al encontrarme al fin cara a cara con mi destino, apreté la mandíbula para oprimir mis emociones, pues llegó el momento. Cerca de la zona que con ojo calculé que se dirigirían estas tras el ataque del líder, adelanté la lanzada de las pesadas bolas a la carrera de las cebras varios metros al frente, la cuerda acompañó las boleas, y tiré de esta en el momento en el que una de ellas se topó en su línea, tensando la cuerda con fiereza y haciendo de caer de bruces al pobre animal. Era el momento.

Recorté velozmente los metros con la cuerda sobre mi mano izquierda, esta se religaba con las patas de la cebra apresada impidiendo la pronta incorporación. Yo ya me encontraba casi encima cuando tensé la cuerda una última vez, no podía escapar. Cual soga, el resto de cuerda en mi mano izquierda levantó la cabeza de esta dejando la parte superior de su pescuezo más expuesta, mis brazos la rodearon, y en un movimiento de pinza roté el cuerpo en la dirección opuesta al tirón de los brazos.

- Aapako shaanti mile -

O ve en paz. Le susurré un breve rezo para su vida, y un pesado lamento en busca de un perdón. Al menos, solo pasó del desconcierto al fin. Aquel brusco giro, quebraría a la cebra de la misma forma que quebraría mi llanto, los ojos lagrimearon con la responsabilidad de mi acto y la aceptación de donde me encontraba, no juzgaba en absoluto el proceder de los Naga, pues estaba seguro de lo que los movía a hacer aquello. Adaptarse o enfrentarse a lo desconocido. Aquello seguramente no sería más que el principio de lo que debía de experimentar allí, y aunque fuera duro, resultó ser un choque de realidad para deshacerme de algunos de los valores que me constituían, siendo el momento de deconstruirme si quería sobrevivir allí y acoplarme a sus costumbres.

off
#4
Suzuka D. Hanami
Dragón Floreciente
Lovecraft no tardo en seguir el ritmo del líder de los Naga Hacket. Tomando unas rápidas decisiones para enmascarar su olor muy adulterado con productos de higiene típicos de la civilización, que tal vez serian detectados rapidamente por los animales en cuanto el hombre intentara acercarse; no obstante más valía que el monje se diera una ducha después de aquello, porque era un poco asqueroso.

Arrebatar una vida no era una decisión fácil para alguien que no estaba acostumbrado a ello, ya la gente civilizada no lo tenia normalmente como sus costumbres, más incluso allí existen roles como el pescador o el carnicero que arrebataban la vida de seres de la naturaleza con el fin de poder alimentar y nutrir al resto de personas. Así que la forma de actuar de los Naga no distaba realmente tanto de las poblaciones civilizadas, tal vez si que podríamos decir que eran un poco más bruscos y se ensuciaban más las manos. Pero también eran quienes lo hacían con mayor respeto y devoción.

El monje lloraba por dentro mientras tomaba las herramientas más sencillas y cómodas. Lovecraft era un luchador marcial habilidoso, pero nunca presto mucha atención a las armas en toda su vida, lo cual lo llevo a tener un manejo algo mal destre o torpe con ellas, por eso ante esta caza necesito ir a lo seguro. Y su plan fue efectivo, el pobre animal cayo al suelo derribado por las boleadoras enredándose junto a la cuerda en sus patas. Dando así la apertura al monje de acercarse a la criatura y pese a la diferencia de peso entre ambos aplico una llave marcial en su cuello para romperlo de forma rápida y poco dolorosa. 

La tercera de las cebras salió corriendo al galope al darse cuenta que estaban bajo ataque. Pero sus dos compañeras ya no se moverían nunca más, sus cuerpos yacían inertes sobre la estepa de la sabana. El silencio se había hecho por unos momentos, Lovecraft estaba roto por dentro, acababa de arrebatar una vida con sus manos, algo que ya nunca podría reparar por mucho que quisiera. El resto de los nativos se acercaron hasta la escena, Hacket dio rápidas instrucciones de que se prepararan ambos animales. Algunos de los miembros del grupo comenzaron a despellejar y desmenuzar a la cebra que cazo su líder, mientras que la de Lovecraft al no presentar heridas externas la limpiaban con aceites, para atarla y envolverla con unas telas preparándola para transportarla.

- Pasaremos la noche aquí, al amanecer nos acercaremos a la Tribu Zing - Tras esas palabras de su líder todos los miembros de la tribu se retiraron las grandes y holgadas túnicas que los cubrían y con la ayuda muy hábilmente de su propio equipaje y alguna rama formaban con dichas telas unas pequeñas tiendas de campaña individuales para todos y cada uno de los miembros de la tribu que formaron las tiendas haciendo un circulo cerrado. Bajo las túnicas los indígenas iban con ropas mucho más ligeras, que dejaban más piel expuesta, aunque no es que enseñaran nada inapropiado. Lovecraft podría observar como todos y cada uno de ellos tenían una edad que debía rondar entre los 15 y no mucho más de 30 años, paritarios entre hombres y mujeres, todos con cuerpos delgados pero muy tonificados, en especial sus piernas.

Sacando algunos alimentos vegetales que tenían guardados, sumada a la carne de la cebra, los miembros de la tribu Naga montarían un pequeña hoguera en el centro de las tiendas, con la cual cocinarían la cena de todos aquella noche. Hacket se sentaría al lado de Lovecraft mientras ambos podían observar como todos iban por turnos preparando su carne para junto a las repartidas hortalizas cenar - En el sur tu gente caza por diversión, sin control eso esta mal - Le comentaría seguramente en referencia a lo ocurrido al mediodía - En la naturaleza se caza para alimentarse, por necesidad, un león saciado deja pasar sin molestar a los herbívoros, nosotros somos iguales cazamos lo necesario, pero contribuimos a que la sabana siga prosperando - Finalmente llegaría el turno para el líder y si tenia el cuerpo para ello de Lovecraft de tomar algo de la carne asada en la hoguera, aunque normalmente el líder y más aun el cazador debería ser el primero en tomar el banquete Hacket siempre dejaba que los demás comieran primero - Trata de descansar esta noche, mañana te dejare en manos de la tribu Zing para que conozcas más de nuestras costumbres.
#5
Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
Tras apresar a la cebra y posteriormente darle fin, me aparté de ella con una vergüenza y que hasta oprimía el corazón. Sus ojos abiertos, con brillo y sin maldad, miraban hacia un cielo anaranjado con matices magentas que no volvería a ver más. De rodillas a un costado suyo, y escuchando como el resto de la formación de indígenas se acercaba hasta mi posición, cerré los ojos y sobre mis rodillas, deposité la mano izquierda sobre su cuello, y la otra a centímetros de mi pecho en vertical. Oré hacia mis adentros por su ser, y justo antes de acabar, el grupo llegó. 

Segundos después me incorporé de nuevo soltando completamente la cuerda que la ataba, los Naga se dividieron en 2, y sin apartar la vista del cuerpo del animal, pude contemplar como con sumo respeto comenzaron a embadurnar su cuerpo en aceites de fuertes y untuosos aromas, para luego envolverla en telas hasta quedar en un aspecto momificado. Intuí que era para conservarla, y quizá para llevarla más fácilmente hasta el asentamiento donde ellos convivían. El cuidado con el que lo hicieron complacía mi corazón, ver esa muestra de consideración hacia ella, parecía no resquebrajar una herida que ya estaba hecha.

Hacket no tardó en acudir y a dar indicaciones a todos, al parecer, debíamos de estar lo suficientemente lejos de su poblado, ya que pasaríamos la noche allí mismo, para que a la mañana siguiente retomásemos el viaje hasta lo que parecía una tribu diferente, los Zing. Los miembros, tras las palabras de su líder comenzaron a montar un campamento improvisado con las túnicas que portaban, y ayudándose de algunas ramas de los alrededores, así como de sus rudimentarias herramientas del equipaje que llevaban, levantaron un campamento circular rodeando un fuego central.

Aquello, a pesar del trauma, me sirvió para desviar la atención del tema de la cebra y a observarlos en sus quehaceres. Ya sin sus túnicas, se mostraron tal y como eran, y en su mayoría, el grupo de los Naga allí presente eran unos jóvenes que no superaban la treintena, pero su implicación con el medio, su físico, así como su manera de proceder antes las diferentes circunstancias que había visto desde que estaba con ellos, los hacía unos perfectos y experimentados veteranos que se desenvolvían sin obstáculos y seguían disciplinadamente las indicaciones de su líder. 

Intenté ayudar a unos y otros en la medida que podía y se dejaban, hasta que pude ver como por su manera de organizarse, ellos mismos desempeñaban las tareas sin la necesidad de ayuda. Por mi parte, decidí limpiarme en la medida de lo posible las heces aún embadurnaban mi cuerpo. Por las cercanías no vi ni un estanque o río en el que poderme lavar, así que, tuve que recurrir a un tipo de limpieza más rudimentaria. Con mis propias manos, me aparté del paso del grupo, justo por detrás de las tiendas para no molestar, e hice un leve hoyo en el suelo, la tierra a algunos centímetros de profundidad, se volvía más fina y tenía menos piedras, y por ello cuando tuve la suficiente, cogí parte de esta y comencé a dar una especie de masaje intenso por las zonas de mi cuerpo donde la caca de cebra permanecía. La finalidad de aquello residía en exfoliar de alguna forma la piel para limpiarla, era algo que solíamos hacer en el templo para mantener una piel sana, pero también era cierto que utilizábamos otro tipo de arena más adecuada, pero como allí era la que había, pues todo era cuestión de adaptarse.

Medianamente limpio, descarté la idea de que esa noche lavaría mis pies y manos con agua y jabón, me dirigí ya exfoliado hasta uno de los asientos que los Naga había dejado alrededor de la hoguera. Momentos después, Hacket se me sentó al lado y comenzó a hablar. Justificó sin necesidad el hecho de cazar, sabía que ellos lo hacían por necesidad de la misma forma que el león que utilizó como ejemplo, y obviamente no lo juzgaba, de hecho me parecía bien. Me mostraba interesado en lo que decía, y le mostraba la atención necesaria, pues cada una de sus palabras me eran de utilidad, así como el lenguaje no verbal que utilizaba para expresarse.

Tomé algunas de las hortalizas asadas para la cena, el toque ahumado de la madera que habían utilizado, la cual desconocía, le daba un punto umami y natural bastante intenso y sabroso a estas. Estaba algo famélico, y aquellos vegetales, además de tener una buena digestión para la noche, me aportarían los nutrientes necesarios para mi cuerpo. 

- ¿Cómo son ellos? -

Seguía de cerca las palabras del líder, le pregunté desde la complicidad que me transmitía por sí pudiera adelantarme algún tipo de información relevante que me sirviera para tratar con ellos de mejor forma. Fuera o no, tomaría la respuesta con validez, pero siempre ayudaba para desenvolverte en un sitio y con unas gentes que desconocías conocer algo extra. Aquella noche, cuando ya todos se recogieran para las tiendas y descansar, yo me iría a la que me indicasen, para así poder dedicarle un rato a la meditación rutinaria y poder descansar como todos, había que madrugar al día siguiente, y aunque por la edad era algo a lo que ya estaba acostumbrado, mejor hacerlo recuperado, con la mente despejada y con consciencia.
#6
Suzuka D. Hanami
Dragón Floreciente
Las ascuas de la hoguera chisporroteaban saltando en el aire como lenguas ígneas buscando lamer a los presentes. La cebra era un buen banquete para cenar la verdad, no siempre se encontraban presas que pudieran alimentar a todo el grupo, así que era una pequeña celebración. Conforme ya todos habían comido algo se empezaron a ver con facilidad algunos bailes rituales alrededor del fuego, otros miraban en sus danzas de competir por quien se acercaba más al fuego esquivando sus lenguas cálidas y doradas. En especial eran los más jóvenes los que hacían eso, los más veteranos conversaban cerca de las tiendas o en los troncos y piedras que dispusieron cerca de la hoguera.

Por su parte el líder Hacket seguía manteniendo lo que se podría llamar casi un monologo con Lovecraft. Aunque el hombre entendía que el anciano era alguien de pocas palabras, sus motivos tendría para ello. Pero la pregunta del monje, dejo al cabecilla con un rostro algo angustiado - A ver... Es complicado... La Tribu Zing es la más grande de las tres, ellos viven asentados y trabajan la tierra y crían animales - En ese momento el chico se dio cuenta de algo y se pudo notar en su expresión facial - Bueno claro, no te explique como funcionan las Tribus, la Tribu Zing seria la más grande la principal, allí viven quienes se asientan, cuidan la tierra, los niños y ancianos, es el núcleo de nuestra gente. Luego seriamos nosotros la Tribu Naga, aquí los más jóvenes y físicamente capaces adoptamos una vida nómada patrullando toda la isla, pasando de vez en cuando a entregar presas a las otras tribus y recolectar otras cosas que necesitemos. Y por ultimo esta la tribu Lagia siendo la más pequeña, ahí solo hay los más ancianos y sabios de nuestra tribu procesando devoción - Las tres tres tribus eran más como organismos dentro de una gran cultura, cada uno con sus funciones y su rotación de gente - De quien debes preocuparte cuando estés con los Zing es de su líder, es un cabezota y escandaloso, pero es el guerrero más fuerte de toda nuestra gente, jamás le ataques directamente aunque te provoque, tu intenta seguirle el ritmo a la situación - Eso seria todo lo que le contaría sobre ellos mismos y lo que le podía esperar mañana.

El propio Hacket le indicaría una tienda de campaña en la que podía descansar el viejo Love. Al día siguiente tendría un día duro, así que le recomendó que descansara bien. Por su parte Hacket se quedaría despierto toda la noche haciendo guardia de que nada pasara por el campamento, normalmente irían rotando con algunos miembros, pero como le cedió su tienda a Lovecraft prefirió hacer toda la guardia él. Era algo evidente si de la túnica de cada uno salió una pequeña tienda de campaña, era evidente que había una tienda por miembro de la tribu, si Lovecraft dormía en alguna era porque alguien le cedía la suya. Pero al cabecilla no le molestaba, evidentemente estaba esto entre las responsabilidades que tenia como líder.

El amanecer llego y todos recogieron el campamento igual de rápido de lo que lo habían montado, Hacket daba las instrucciones rápido y preciso, fresco como una lechuga, por lo menos aparentaba perfectamente estarlo. El grupo no tardo en dejar el lugar casi como si no hubieran pasado por allí para volver a emprender su marcha, ahora cargando entre varios la cebra que cazo Lovecraft, él incluido por directrices de Hacket. Tardarían cerca de tres horas corriendo hasta comenzar a divisarse en la distancia a personas.

Cuando los alcanzaron se vería que eran unos primeros campos de cultivo, el grupo de los Naga se fragmento quedándose la mayoría esperando fuera de los campos, algunos dispersándose hacia otras direcciones seguramente en busca de suministros o para ver a alguien de la tribu, pero el grupo que cargaba la cebra en el que estaba Lovecraft, encabezados por Hacket pasaba por los caminos que se formaban entre los campos. Eran campos algo irregulares y en diferentes niveles, claramente adaptaron sus campos al entorno y no terraformaron la zona para poder cultivar más. No tardarían mucho en divisarse estructuras en la distancia que recordarían a tiendas y estructuras más solidas hechas con paja trenzada y arcilla. Y una imponente sobra aguardándolos a la entrada.

- Lovecraft, cuando te haga una señal traerás tu solo la cebra como un regalo - Indicaría Hacket mientras de un acelerón se adelantaba para hablar con aquella imponente figura de muchos metros. Conforme se acercaban Lovecraft podría ver que se trataba de un extraño ser que tenia el cuerpo de un elefante, pero se ergio sobre dos patas como si nada. Era definitivamente mucho más inmenso que Hacket, con quien parecian estar tener una charla planteándole la situación. Tras un rato conversando Hacket haría un gesto con la mano indicando a Lovecraft que podía acercarse.

Líder de los Zing
#7
Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
A la luz de las flamas de la hoguera, los Naga más jóvenes danzaban a su alrededor con ávidos movimientos que desafiaban el calor del fuego, y dibujaban sobre las tiendas de campaña sombras vivas de deformada y cambiante apariencia. Contemplaba con gusto sus bailes, parecían rituales propios de sus costumbres y grabé en mi mente algunos de los pasos más comunes que entre ellos realizaban, pues a pesar de los prejuicios que se pudieran tener al respecto, cualquiera que sea algo observador podría darse cuenta de que estaban constituidos en ciertos patrones coreográficos, y aunque no supiera su significado, por las posturas de sus manos, giros e inclinaciones de su cuerpo parecían que imploraban a algo o a alguien.

Lamentaba no poder aportar más a la conversación de Hacket, pero el joven Naga me estuvo comentando aspectos muy importantes de como se clasificaban entre sus semejantes allí en la sabana. Aunque guardase silencio, demostré estar completamente atento a cada dato, a cada sílaba y a cada gesto que realizaba, con una expresión afable y agradecida. El chico se explayó por informarme en la medida de lo posible, pasando por cada grupo y resaltando sus características más esenciales, que hacían que mi mente recogiera cada dato con los que más tarde podría sacar alguna conjetura para tenerla en cuenta llegado el momento. Era información básica al fin y al cabo, pero para cualquiera que fuera un poco perspicaz, sabría perfectamente que la información era a día de hoy uno de los mayores poderes que regían el mundo, y fuera básica o no, era profundamente bienvenida.

He de reconocer que, cayendo quizá un poco en el cliché, mi atención y curiosidad se fijaría en la tribu Lagia, especialmente hacia el tipo de devoción que procesaban según Hacket, pero ¿a qué?, quizá no tardase mucho en saberlo. No obstante, cada cosa a su tiempo, pues el chico ya me comunicó que la siguiente que conocería será la de los Zing, y valoré su alerta para que tuviera muy en cuenta al líder de esta, por lo que cada palabra quedaría marcada a fuego en mí. Le dediqué una acentuada reverencia al término de su monólogo, esperaba que no se molestase por no añadir nada más a lo que dijo, en cambio, el tenaz líder de los Naga, se había ganado por enteros mi admiración y gratitud.

A la mañana siguiente, justo al amanecer, el grupo se puso en marcha. Medité momentos antes de la salida del sol, y me vestí aunque no tenía mucho más que ponerme salvo la camiseta que portaba y que me quité eventualmente para la caza de la cebra, fue sorprendente ver como los jóvenes recogieron todo rápidamente y dejaron el terreno tal y como estaba salvando el círculo negro que dejó la hoguera. Ayudé en lo que pude al grupo, y los acompañé rumbo al asentamiento de los Zing. Cargamos entre varios a la cebra momificada durante el trayecto, salvando y repartiendo el peso de esta durante lo que duró la caminata.

Ya entrada la mañana, comenzamos a vislumbrar lo que parecían ser los primeros resquicios de los dominios de los Zing, los campos de cultivo se expandían en los terrenos previos que se dividían en algunos caminos agrícolas, nosotros, encabezados por Hacket, seguimos uno que conducía hacia lo que parecía ser la entrada al poblado, donde se dibujaba una imponente figura que parecía aguardar casas de paja y tiendas. Las palabras del joven líder volvieron a tomar presencia, y algo más alto que un susurro, me indicó como proceder al respecto.

Aquello, pronto me hizo suponer que aquel enorme tipo podría tratarse del supuesto líder de la tribu, ¿a quién si no se le debería de llevar con tal cortesía a la cebra? Aquel líder portaba un aspecto más estrafalario e inquietante que Hacket, con diversos motivos tribales como plumas, pequeñas calaveras y diversas pinturas de desconocida justificación sobre su piel. Otro aspecto a resaltar, era su enorme volumen y gran altura, no quise dedicarle mucho tiempo viéndole directamente para evaluarle más concretamente con el fin de evitar un desacertado malentendido, y por ello, no pude calcular más certeramente cuanto podría medir, pero para la ocasión, me valió lo suficiente como para saber que aquel líder era grande, sumamente grande.

Atendí al gesto de Hacket para poder acercarme, y metiéndome por debajo de la cebra, los otros Naga que me ayudaron a cargarla posicionaron las patas de esta por delante de mis brazos. Sin demora, hice un levantamiento tirando de la fuerza de mis piernas con la espalda recta, el enorme volumen del animal hacía difícil su sujeción, pero por suerte, solo tendría que cargarla unos metros en línea recta ante ambos líderes. Con el enorme cuerpo del herbívoro sobre mis hombros, me planté ante ellos, salvaguardando una distancia prudente y me clavé allí sin emitir palabra alguna ni bajar a la cebra al suelo. Primero, quería esperar para ver si se me daba permiso para hablar, aunque no fuera mucho, y segundo, me planteé que dejar la cebra en el suelo, pero cuando la misma podría ser comida, podría ser arriesgado y resultar en una ofensa para el líder a evitar, por lo que esperé una señal para obrar de una forma u otra mientras le ofrecía el animal como un evidente regalo.
#8
Suzuka D. Hanami
Dragón Floreciente
Estaban allí, frente a frente los líderes de ambas tribus. A pesar de la imponente diferencia de tamaño y volumen ninguno de los dos parecía estar amedrentado del otro, ni trataba con superioridad al otro, se podía apreciar viéndolos interactuar en directo un cierto respeto entre ambos. Pero en el grupo que acompaño a Lovecraft para ayudarlo a cargar la cebra se les podía notar algo más rígidos al estar tan cerca de dos líderes al mismo tiempo, no es que fuera una escena atípica, pero no dejaba de ser sorprendente para ellos.

Finalmente un ademán de manos fue hecho por Hacket para indicar a Lovecraft que podía acercarse. Con un poco de ayuda de los demás se coloco la ofrenda equina en el hombro bien para poder transportarla él mismo, demostrando que a pesar de su edad no estaba desprovisto de fuerza física y buen porte. Hasta acercarse a los dos cabecillas, allí buscando mostrar todo el respeto posible y en silencio ofreció el regalo al cabecilla de la tribu Zing. 

El gran paquidermo tomo la cebra con una sola mano, desenvolviendo un poco sus vendajes con la otra para observar bien a la presa hasta volverla a dejar como estaba. Era bastante increíble ver como aquel gran ser estaba manejando una cebra entera con las manos como quien estuviera sujetando y examinando un sándwich - Es un buen regalo, en efecto - Diría el gigante con una voz estridente y grave, mientras acercaba un poco la trompa que salía de su cara a Lovecraft para olerlo - ¿Cuál es tu nombre anciano? - Independientemente de la respuesta de Lovecraft el elefante siguió - Esta bien, te dejare estar entre nosotros, pero aquí todos tienen su función y todos colaboran en la comunidad, así que tendrás que trabajar como todos y participar en nuestras ceremonias como todos, si te veo escaquearte de alguna de las dos cosas yo mismo te devolveré volando de un golpe de nuevo con tu pagana gente - El gigantón pasaría a cargar la ofrenda con su zurda, como si llevara un paquete.

- Venga, ven conmigo - Comenzó a adentrarse en la aldea alejándose de Hacket esperando que Lovecraft lo siguiera, mientras se alejaba se acordó de una cosa y se giro de nuevo a al líder Naga - Hacket, recuerda que en dos días es el Hamatoa - A lo que Hacket no respondió más que alzando un poco la mano despidiéndose mientras se alejaba volviendo con los suyos, como si lo que acababa de decir el elefante no le importara mucho.

Volviendo con Lovecraft el paquidermo comenzaría presentándose como Ganesha, mientras avanzaban le iba explicando un poco donde estaba cada cosa por la aldea, tenían diversas zonas destinadas a ser residenciales, dispersas en grupos, unas más en las planicies y otras más cercanas a zonas rocosas escarpadas, quedando mejor integradas en la roca las estructuras. También los almacenes donde guardaban la comida, en el cual Ganesha habria entregado la cebra para que unos aldeanos la guardaran dentro tras despiezarla para facilitar la conservación. Y finalmente lo llevo hasta el corazón de los campos de cultivo, concretamente al lado de una parcela de tierra despoblada que parecía algo seca - Ya dejamos descansar una estación este trozo de tierra para que recuperara nutrientes, ya va siendo hora de volver a trabajar la tierra - El elefante tomaría con su trompa una azada cercana y se la entregaría a Lovecraft - Ve haciendo surcos en la tierra con una separación similar a la de los campos del lado - Y eso seria todo lo que le diría por ahora, marchándose el gran elefante a seguir observando como iba todo por los campos.
#9
Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
El enorme líder con aspecto de paquidermo tomó casi sin reparo ni esfuerzo a la cebra con una sola mano, y disimuladamente, pude examinar más de cerca su fisionomía. Era prácticamente un gigante, un tipo con un volumen poco humano que por su complexión y postura, sabía perfectamente de sus dotes físicos y los exhibía, cuadrando perfectamente con el dato que Hacket nombro la pasada noche. Tras coger al herbívoro, focalicé mi atención en lo que tuviera que decir y también el como, por ello, cuando preguntó mi nombre, le contesté sin demora.

- Lovecraft. -

Le dije de forma neutra. Aceptándome posteriormente a incluirme a su comunidad, lo que suponía un nuevo reto en aquella experiencia cultural que había escogido tras la misión. Tras ello, le dediqué una reverencia en señal de gratitud, haciéndole llevar mi templanza y serenidad, sin tener en cuenta el vacile posterior que refirió hacia la sociedad de la que provenía, sin embargo, lo que no sabía el gran líder es que podríamos compartir entre ambos más similitudes de las que podría creer en cuanto a modos de vida se refiere, en comparación a la sociedad civilizada. Cuando se dispuso a internarse en su poblado, le dijo a Hacket algo que llamaría mi atención, pues le lanzó al joven líder un recordatorio sobre un tipo de evento en común, pues por el contexto de la frase, podría entretejer cierta suposición, pero, ¿qué era el supuesto Hamatoa?, si todo iba bien, pronto lo descubriría.

Al fin pude conocer el nombre del líder, presentado como Ganesha, lo que hizo generar en mí un tipo de inquietud subyacente en referencia a este, pues por algún motivo me resultaba especialmente familiar. Recorrí junto a él sus dominios mientras iba explicándome las zonas donde hacían la vida, incrustadas en las rocas, podría ver sus viviendas junto a otras repartidas por la planicie, el almacén donde dejaría la cebra, y por último a las labradas tierras agrícolas que se expandían por la zona, separadas y divididas por caminos agrícolas formados de forma artificial. Paramos frente a una parte en barbecho, la cual yacía esperando a recuperarse de la siembra y formaba un contraste natural con otras cercanas. Ganesha, tomo un zacho y me lo dio, empezaba a atar cabos en lo que se refería a trabajar, pero no tenía problema ninguno, lo prefería un millón de veces a retorcerle la cabeza a una cebra.

- Está hecho. -

Le contesté mientras tomaba la herramienta, robusta como una piedra. En esta ocasión, a diferencia de la caza, estaba más experimentado en asuntos de cultivo pues una de las labores del Templo Gautama, era el labrado de la tierra, y por ello, algo de más soltura y conocimiento tenía. Cuando Ganesha se fue, volví a agradecer sus indicaciones con una reverencia formal, y antes de emplearme con la azada, caminé hasta los campos colindantes, echando en falta una cuerda para seguir de forma más recta el sentido de lo que fuera zachando, pero como no vi ninguna, tuve que hacerlo a ojo.

Había algo más de palmo y medio de anchura y por el aspecto de la tierra, los Zing parecían ahondar más de lo debido, lo que hacía oxigenar el suelo y regurgitar los nutrientes que lo conformaban. Era también causa del peso del zacho, el cual, aunque pesara, cualquiera que tuviera algo de soltura con él sabría que el peso, más que joderte, era la parte fundamental de la herramienta, ya que este te ayudaba a clavarse en la tierra y retirarla, por lo que hasta estaría agradecido de tener uno de tales características. Tomando de ejemplo los de los Zing, empecé a zachar y a hacer el arado, debía de quedar similar, no podía fallarle al gran elefante de los Zing.
#10


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