Alguien dijo una vez...
Iro
Luego os escribo que ahora no os puedo escribir.
[Común] Consulta con el dentista
Tofun
El Largo
Mañana del 8 de Verano el año 724
En algún lugar del mar cercano a Isla Kilombo. Venimos de aquí.

Llevaba horas allí metido, atrapado entre los dientes de la bestia marina como un maldito empaste dental. Estaba débil, pero por suerte, la calamidad dejó de abrir la boca, lo que me permitió sobrellevar la maldición que arrastraba por haber comido una Fruta del Diablo. Mientras recuperaba fuerzas, sin saber cuántos kilómetros o metros me había alejado de la costa, comencé a segregar alcohol por mi cuerpo. Aquel ser era enorme, así que me llevaría lo mío salir de allí. No tenía prisa. ¿Acaso tienen prisa los empastes dentales?

Con el tiempo, logré generar suficiente alcohol para incomodar a la bestia, algo así como darle una caries alcohólica, y finalmente, me escurrí hasta salir hacia su mandíbula interna. Salté de diente en diente, intentando agarrarme en la parte lateral de los más afilados. Cuando estuve cerca de su boca, esperé. Rezaba para que no entrase una gran ola de agua salada que me arrastrara de vuelta al interior de aquel ser. Eso sí que sería mi fin.

Mientras aguardaba, con el aroma a salitre y algas podridas inundando mis pulmones, continué reflexionando. Si lograba salir de esta, tendría que hacer las paces con el titán marino. Sería un fichaje perfecto para el ejército revolucionario. ¡Joder! Si hablaba mejor que Ragnir, además de ser más resistente y sorprendentemente ágil para su tamaño. ¡Imagínatelo en Oykot!

Luego, inevitablemente, me puse a pensar en Guybrush. El muy idiota siempre creía mis aventuras, historias cada vez más exageradas, como cuando le dije que había sobrevivido al ataque de una horda de monos furiosos que formaban una banda pirata. Eso sí, si yo le contaba esto... ¡Oh, iba a flipar! Seguramente diría algo como: "Ah, pero ¿lo convertiste en tu amigo? ¿Lo usaste para atacar a tus enemigos?". Ya me lo veía venir. Claro, como si domar una criatura abisal fuese lo mismo que convencer a un camarero de invitarte a un chupito cuando ya no te queda un duro... No, Guybrush, no funciona así.

El tiempo pasaba y me estaba desesperando. Decidí variar ligeramente los licores que estaba segregando, buscando empatizar con los gustos alcohólicos de la criatura. Llegué a la conclusión de que tal vez el licor de algas fuera la clave para ganármelo.

—¡¡¡¡IEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!! ¿Me oyes? ¡Voy en son de paz! ¡¡Perdón!! ¡Hip!

Mi hipo interrumpió mis súplicas. Algo a lo que, por supuesto, ya estaba totalmente acostumbrado.
#1
Umibozu
El Naufragio
8 de verano del año 724 a las 8:08,
Cercanías de Isla Kilombo,
East Blue.

Venimos de aquí

El fondo marino empezaba a adquirir ese azul que tanto me gustaba. Los peces más madrugadores remoloneaban de aquí para allá buscando algo que llevarse a la boca subiendo y bajando por la columna de agua. Otros, sin embarga se apresuraban a esconderse entre rocas, en la fina arena del fondo oceánico o entre las algas buscando la protección frente a depredadores que los rayos de sol les habían arrebatado al hacerlos visibles. Hacía ya unas horas que mi épica y titánica batalla contra aquel ser infernal había concluido. Me sentía tranquilo y con una increíble sensación de bien estar tras aquel ejercicio intenso, aunque también algo dolorido a causa de los golpes recibidos. Pronto todo aquello pasaría y tan solo quedaría en mí el recuerdo de haber librado al mar de tamaña amenaza.

Paladeaba con la lengua sin sacarla. Desde hacía un buen rato sentía que salivaba bastante más y tenía un extraño sabor a alcohol en la boca. El sabor iba variando. A veces era más agradable, otras menos, casi como si tuviera una pequeña destilería en pruebas. Las cantidades eran muy pequeñas y generalmente con pasar la punta de la lengua por el paladar solía ser suficiente. Una sonrisa sincera adornó mi rostro al notar el sabor del licor de algas en la boca. Apreté la lengua contra el paladar buscando exprimir aquel sabor al máximo. De todos los generados, hasta ahora aquel era mi favorito. ¿Serían efectos secundarios de comerme al Profanador de Mares? ¿Esa era mi recompensa? Pues no le diría que no, la verdad. Salí a la superficie y me giré para ver la costa de la isla tras el combate. Había destrozado un buen trozo, pero por suerte continuaba manteniendo la misma orografía... más o menos.

Escuché la voz. Me detuve en seco y cesé todo avance. ¿Solo estaba en mi cabeza o acaso aquel ser era capaz de hablarme desde las profundidades de mis entrañas? - ¿No estás muerto-lurk? – la desorientación en la pregunta era evidente. Las membranas del cuello se abrieron y cerraron violentamente generando una pequeña corriente en los metros próximos a ellas - ¿Eres tú el que está generando esos extraños sabores en la boca-lurk? – añadí. Ignoraba si tenía la capacidad de hacer todo eso desde mi estómago - ¿Quién demonios eres tú-lurk? – concluí. La última pregunta había sido retórica, más un pensamiento en voz alta que una interpelación directa al enano, aunque naturalmente él no tendría manera de saberlo.
#2
Tofun
El Largo
El titán me contestó con un tono que, francamente, parecía sorprenderse de que mi corazón siguiera latiendo. No pude evitar reír, aunque estaba sudando la gota gorda, con el futuro más incierto que una apuesta entre ciegos. A través de sus fauces, pude ver el exterior y noté que ya amanecía. No tenía ni idea de dónde estábamos. 

—Shahaha... ¡Claro! —exclamé con nerviosismo, preparándome para la mordida final que nunca llegó. Respiré aliviado y me agarré con fuerza a sus fauces, mientras intentaba aprovechar esta extraña oportunidad para dialogar con una criatura que, hasta hacía un rato, solo quería convertirme en su aperitivo. 

—¡Sí, lo mío es hacer brebajes! ¡Cosas ricas! —grité, convencido de que solo me escucharía si sacaba mi voz de vendedor ambulante. Tenía la ligera sospecha de que el bicho no me escuchaba muy bien desde mi posición, y con ese aliento... Joder, olía como si se hubiera tragado a media flota de pescadores en descomposición. 

—Soy Tofun, mis amigos me llaman "el largo". Y te seré sincero, pero por favor... no me comas. — Tomé aire y me relajé un poco, aunque seguía caminando sobre una cuerda floja. Literalmente. — Soy un pequeño bribón, pero tengo buen fondo. Perdón si te he hecho algo, iba algo borracho... Sé que no es excusa, pero acabo de salir de la cárcel de Isla Kilombo, ¿sabes? ¡35 años metido allí! La reinserción está siendo... complicada. — Intenté acercarme con cautela a la salida de su boca, sin precipitarme demasiado. Una caída ahora me hundiría más que mis antiguos problemas con la justicia. 

—¿Y tú quién eres? — Seguí hablando para calmar los ánimos.— Nunca había visto un ser marino tan poderoso. ¡Y mira que he visto reyes marinos! — Esto último era un poco exagerado, claro, pero no dejaba de ser cierto.

—¿Te gusta el licor de algas? —Pregunté con la esperanza de conectar a nivel gastronómico. Si había algo que podía unir a las criaturas más extrañas del océano, era un buen trago, o eso quería creer.
#3
Umibozu
El Naufragio
¿Cómo algo tan pequeño podía ser tan increíblemente molesto, persistente y… sorprendente? Si aquel diminuto ser no estaba en mi estómago, debía estar en la boca. Paseé la lengua entre los dientes buscando al Contaminador de Océanos, pues ahora que me percataba el sonido salía directamente de la boca y no desde la garganta. Debía haberse quedado entre los dientes cuando lo había lanzado a la boca para tragármelo y muy astutamente haberse quedado ahí esperando su oportunidad de… ¿emborracharme? – Shohohohoho – reí a carcajada limpia echando la cabeza hacia atrás ante la mera idea de que algo tan pequeño hubiera pensado si quiera que podría emborracharme generando esas cantidades de alcohol. Aquello haría que si no quería acabar devorado en serio, el tontatta tendría que agarrarse a alguno de los puntiagudos dientes. El tiempo me sacaría del error y me demostraría que aún con su corta estatura, aquel ser al que llamaría poco después Nanoplancton sí sería capaz de emborracharme, pero eso quedaba para el futuro.

La actitud menos beligerante y su disculpa, aparentemente sincera, hizo que me tomara la situación de otra manera en esta ocasión. También reflexioné fugazmente en cómo había llegado a mí aquel enano y cuáles eran las probabilidades de que al engullirlo se quedara entre los dientes. ¿Acaso no sería una broma del mismísimo Océano? Como bien sabía sus corrientes eran inescrutables - ¿Y sí… lurk? – en ese momento la idea cruzó mi mente como una revelación. ¿Y si en lugar de tratarse de un ser demoníaco al que destruir el Mar había querido juntarme con él? Los caprichos del azar y del mar podían resultar, en ocasiones, tremendamente irónicos.

-¿El largo-lurk? – estallé en otra carcajada con la que difícilmente pude lidiar hasta varios minutos más tarde - Haré lo que pueda-lurk, pero no prometo nada-lurk. – respondí a su petición de no comérmelo. Tampoco es que tuviera especial interés en ese momento, no me iba a alimentar en absoluto, pero sí lo tenía en mantenerlo en la boca para continuar disfrutando del sabor del licor de algas – Yo soy Umibozu-lurk – me presenté - ¿Crees que podrías mezclar el licor de algas con un poco de ron dulce? – ignoré sus halagos y adulaciones. Intuía que tan solo pretendía regalarme el oído, ese mismo que horas antes había intentado destrozarme con una ensalada de golpes y gritos, para evitar que lo deglutiera en ese preciso instante. Tampoco se le podía culpar, la verdad – Y dime-lurk, ¿cómo es eso de los brebajes, oh gran Tofun, también llamado el Largo-lurk? – el tono irónico y burlón era evidente
#4
Tofun
El Largo
La calamidad rió y su boca se convirtió en una atracción, una fuerte corriente de aire me agitó como si se tratase de una bandera atada a sus dientes, subí hacia arriba y hacia abajo mientras mi rostro se arrugaba con una ligera mueca de asco por el aliento de aquel ser del abismo. Tardó en continuar hablando lo cual me hizo tragar saliva, parecía calmado y eso facilitaba mi agarre pero que significaba aquello. ¿Estaba valorando si comerme ahora o dejarme para la cena? ¿Qué tipo de pensamientos tenía una bestia marina? Fueron sus palabras quienes me sacaron de dudas aunque primero me agitaron de nuevo con una carcajada atronadora. - Umibozulurk... - Susurré.¿ Qué clase de nombre era ese? Bueno, dada mi experiencia en los bautismos de bestias abisales gigantes creo que no estaba en posición de juzgar, dejémoslo en que simplemente me parecía raro. ¡Una petición alcohólica! Ahora nos empezábamos a entender, eso era una gran señal, sonreí con gusto para después responder. - La duda ofende compañero.

Salté hacia su lengua y comencé a restregar mis manos mientras me concentraba en mi creacción, era fácil, tenía mucha experiencia. Comencé a segregar un coctel de licor de algas y ron dulce, aquello empezaba a tener mejor sabor. - Es una lugar historia. Ya que estoy a tu merced, no escatimaré en detalles, para que veas lo abierto que soy contigo. He consumido una fruta del demonio, de esas que te hacen alérgico al mar y te dan algún poder. Algunos se transforman en animales, otros en elementos, otros pueden crear fuego, en mi caso... ¡Me han convertido en un barman de categoría! Puedo segregar mis ¡Hip! propios brebajes. Shahahahaha. - Esperé la respuesta de la bestia y cuando fui capaz de iniciar un nuevo tema de conversación comencé.

¿Sabes que estaba pensando? Recientemente, al salir de la cárcel, me enteré de la existencia de un grupo. No sé si te sonará pero se llama el ejército revolucionario. Son gente justa, trabajan para cambiar las injusticias sociales. Ya sabes, hay marines justos, hay marines cabrones pero normalmente quienes están por encima de ellos, los de arriba tienen mucho poder y mucho interés en mantenerlo. Eso les hace utilizarlos como... objetos. Yo, con mis compañeros los piezas llevo años peleando contra esas situaciones pero a día de hoy me he enterado de que son muchos mas organizados. Tu, con tu grandioso dominio abisal podrías ser un gran participe de la causa.

Era una propuesta leve, una idea, un pensamiento, el estar en una posición de exposición absoluta hizo que no me andase con rodeos, que contase las cosas tal y como las veo, dejando de lado esas tretas sociales que tantas veces había tenido que usar.
#5
Umibozu
El Naufragio
-Ujúm – gruñí al tiempo que asentía con la testa cuando El Largo reconoció estar a mi merced. Pocas verdades más grandes y sinceras había sobre la faz de la tierra o fondo oceánico en aquel preciso instante. Me bastaba llenar la boca de agua salada y tragar para poner fin a su legendaria y alcohólica vida. No obstante no era de los que presumían de su superioridad. Había conocido a más de un pretencioso en mi vida, esos que les gustaba mirarse en el espejo. El pequeñajo se mostró directo ante la situación y sus palabras parecían ser sinceras – ¿Así que un usuario de Akuma no mi, ¡eh! – lukr? Creía que eso solo eran leyendas-lurk – Paladeé de nuevo apretando a Tofun contra el paladar, nuevamente queriendo exprimirlo como a una esponja o a una medusa – Está rico-lurk – añadí saboreando el licor de algas con el ron dulce – Creo que podrías añadirle algo más-lurk. Sorpréndeme-lurk.

Tras mi invitación, dejé que mi inesperado polizón continuara su historia. Una parte de mí estaba ansioso por probar la mezcla que improvisaría “el barman de categoría”. A diferencia de mí, el enano sí parecía presuntuoso. Pero debía admitir que empezaba a hacerme gracia su actitud segura de sí mismo y desenfadada aunque la situación pintara fea, muy fea para él. Así que junto a mí tenía a un convicto. Tragármelo seguramente sería la mejor de las opciones para con el mundo, ¿quién echaría en falta a un enano ex convicto? Sin embargo quería continuar teniendo alcohol gratis. Las membranas del cuelo se abrieron y cerraron en un acto total y completamente inconsciente. Lo hicieron varias veces, como quien despliega y recoge rápidamente las velas de un barco.

-Mira mi pecho-lurk – abrí la boca, dejando que entrara de nuevo la luz del sol al interior. Saqué la lengua para facilitarle la salida y coloqué mi mano al lado para pudiera bajar. Una vez lo hubiera hecho, me tumbaría boca arriba y dejaría que el tontatta pudiera caminar por mi tripa. Bajo sus diminutos pies podría ver una enorme marca de varios metros de largo y ancho de la huella de un dragón. Aquella cicatriz era testigo de mi pasado. El recordatorio de que hoy en día era quien era y le debía tanta gratitud como odio por lo que significaba – Sé quiénes son-lurk – me limité a responder con una mezcla de sentimientos. Melancolía, rabia, tristeza, furia, pena, desdén, venganza… todos ellos abrazándose los unos a los otros generando una armonía en la que ninguno se percibía, pero todos y cada uno de ellos dejaban su impronta en las tres palabras pronunciadas y el tono empleado – Llegué hace unos días al East Blue-lurk. Vine a través del Calm Belt después de huir de un barco que me transportaba-lurk – resumí mi vida y el motivo por el cual me había hecho a la mar. Como me había visto recluido en aquella isla presa del pánico y cómo había vivido mi cautiverio - ¿No habrás escuchado sobre un gyojin pequeñajo, verdad-lurk? ¿Y esos amigos tuyos-lurk? – entonces comprendí que si quería tener éxito, unirme al ejército revolucionario me permitiría hacer las dos cosas – Esta bien-lurk. Me uniré-lurk. Pero a cambio me gustaría usar vuestra organización para encontrar a mi hermano pequeño-lurk. Me vale cualquier información-lurk. Estoy seguro que con vosotros me será más sencillo-lurk. A fin de cuentas, parecéis tener ojos y oídos en todas partes-lurk. ¿Qué me dices-lurk?
#6
Tofun
El Largo
Umibozu parecía entender lo que era ser un usuario de Akuma, pero por lo visto no debía conocer a ningún otro, porque mencionó que creía que eran leyendas. Me lo estaba ganando con el licor, ¡normal! Si es que soy un maestro en lo mío. Lo que me tocaba los huevos era que el tipo quería continuar: que si licor de algas, que si ron dulce, que si ahora otro ingrediente. Joder con el paladar de la calamidad marina. ¿Y qué narices le meto yo a esto? Empecé a barajar un montón de opciones: vodka de rosas, limonchelo de pomelo, aguardiente, lejía... Tras pensar en todas aquellas locuras, me decanté por un sake suave. Me froté las manos, respiré hondo y me concentré para mezclar todos esos licores en uno solo, una amalgama de sabores con la que esperaba encandilar a la bestia.

Y por fin, lo logré. Umibozu me ofreció salir al exterior, cerrando así mi etapa de cautiverio bucal. Ahora que lo veía con más detenimiento y sin estar peleando por mi vida, su cuerpo me parecía más feo y extraño de lo que antes creía. ¿De dónde había salido este tipo? ¡Qué cosa más rara! Sobre todo con esa antena en la frente que parecía el foco de un anfiteatro. Su historia no se quedaba atrás: venía del Calm Belt y había escapado de un barco que lo transportaba.

Pero bueno, ¿qué clase de barco puede transportar a alguien como tú? — Me rasqué la cabeza mientras me sentaba en su pecho, sin entender del todo.

Un gyojin pequeñajo... — Respondió él.

Me rasqué la cabeza otra vez, dudando. ¿Cómo iba a conocer yo a Timysy, el mejor amigo del hijo suricato de mi sobrino Guybrush, que había tenido una relación con una suricata de la Isla Rudra?

Pues no, como ya sabes, no he tenido mucho tiempo. Acabo de salir de la cárcel y no he visto nada, pero preguntaré por ahí. Si me entero de algo, te lo diré.

La conversación continuaba, y el grandote parecía conocer al ejército revolucionario. Por la facilidad con la que accedió a hablar, entendí que había escuchado buenas cosas de ellos, lo cual me agradaba. Ni yo mismo tenía la certeza de que actuaban por el bien del pueblo, más allá del testimonio de mi antigua banda de amigos borrachos.

Te ayudaré a buscar a tu hermano pequeño. ¡No te preocupes! — Le aseguré.

Aunque, claro, ¿qué tan "pequeño" sería? ¿Solo 13 metros de altura? Eso quedaba como incógnita para otro día. Por el momento, asentí y le estreché la mano de la manera más "normal" posible, dadas las circunstancias.



El resto del tiempo lo dediqué a contarle alguna que otra de mis hazañas, obviamente bien adornadas para dar buena imagen. Le hablé un poco de mi pasado, de mi sobrino, y aproveché para hacerle preguntas sobre él. Tenía mucha curiosidad, pero más que por su historia, quería saber cómo diablos comía, cómo iba al baño y cómo vivía un ser de dimensiones tan enormes como las suyas.
#7


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