Gavyn Peregrino
Rose/Ícaro
21-09-2024, 07:34 AM
Una de mis cejas se elevó ante su risa, me alegraba poder traerle algo de diversión, unos momentos antes parecía haberse comido un limón por la primera broma que hice acerca de exorcizarlo, supuse que intentar desinflar mi ego era su manera de reparar el suyo de alguna forma. Lo dejé pasar, disfrutando de la risa profunda del hombre, sonaba áspera como las rocas que podían cubrir su cuerpo con facilidad practicada, supuse que la demostración de hace varias horas en la taberna llevaría bastante tiempo de entrenamiento, al menos en lo que respecta a sus habilidades. Esbocé una sonrisa ladina antes de levantar los hombros mientras mis alas me mantenían en el aire frente a él antes de dejarme caer suavemente para tocar el suelo, de todas formas no tenía motivos para continuar en el aire, no hasta que tuviera que subir al techo. Mis ojos dorados se deslizaron hacia los rojos del hombre de brazos largos.
. – Bueno, quizás ese era mi plan y no te estaba tomando el pelo realmente. A pesar de “jugar con las expectativas” todavía tengo una vena empática que me permite ayudar a la gente.
La inclinación hacia adelante me sorprendió, no porque se estuviera acercando, sino porque debía reclinarse un buen trecho, sabía a dónde quería ir con sus palabras, con sus movimientos. Apreté las alas contra mi espalda entrecerrando los ojos ante el teatro del azabache que se volvía menos risueño lentamente a medida que hablaba. Sus palabras eran… Realmente molestas. Tocaban una fibra sensible, que me hicieron mirarlo con irritación palpable, esponjé las plumas, logrando que las alas se vieran más grandes al estar semi-plegadas. Mis dedos relajados pronto se convirtieron en un puño apretado, sin embargo, tan rápido como lo hice, igual de rápido lo deshice, sin deseos de que notase sus logros.
. – Supongo que lo mismo podría decirse de ti, sin duda tu perspectiva es… Única. Particularmente la que tienes de ti mismo.
Cuando lo vi acercarse al muro sabía que comenzaría a escalar, por lo que no perdí el tiempo para agitar las alas suavemente, siguiéndole el paso mientras subía, observando y escuchando a las pocas personas que rondaban las calles, el murmullo era distinguible, no había ninguna voz más cercana y sería bastante obvio si alguien entraba al callejón, solo tenía tres opciones, hacerlo por los laterales o por arriba. Decidí subir, ignorando su charla de autosuficiencia y decepción social, para verificar que nadie hubiese llegado hasta allí, así que ascendí rápidamente batiendo mis alas, me asomé por el borde del edificio, sin encontrar intrusos o, mejor dicho, personas entrometidas que de pronto decidieron meter sus narices donde no les incumbía. Terminé de subir, sentándome en el borde del techumbre y deslicé mis ojos hacia abajo contemplando atentamente la forma en que escalaba antes de decir.
. – Sino te callas y detienes las quejas probablemente descubran que un tipo de unos 3 metros está trepando por las paredes como un mono ruidoso. –Rodé los ojos, sintiendo que se me iban a pegar a la parte posterior del cráneo– Así que deja de perder el tiempo en darme sermones de utilidad mientras miras al piso y sube de una vez.
Me puse de pie de un salto, sin alejarme del borde, me sorprendió que intentase mirar hacia abajo, después de todo siempre me encontraba en el aire y, cuando estaba en tierra, me resultaba complejo no abandonar el suelo. Sin intención de ayudar en su ardua tarea de llegar hasta la cima, dejé una mano en el bolsillo de la chaqueta de vuelo y otra laxa, despreocupado. Me aparté algunos pasos para dejar que apoye las manos para apalancar el movimiento de subida, dirigí mis ojos ámbar hacia las entradas de los callejones, notando dos siluetas recortadas por la luz, las voces se hacían notorias a medida que se adentraban, pero no les di tiempo a mirar hacia arriba cuando sujeté la camiseta de tirantes que llevaba el carpintero y tiré de ella con la fuerza de la que disponía para moverlo aunque sea un ápice para que se agache mientras me llevaba un dedo a los labios en señal de silencio. Esperaba que se moviera
Me puse de cuclillas para acercarme al borde nuevamente, encontrando a los dos hombres que se estaban adentrando en el callejón, podía verlos bien, eran dos uniformados de la marina que parecían estar cumpliendo con su patrullaje.
. – ¿Qué decías acerca de bromear? –Murmuré, lo suficientemente alto como para que él me escuche– No sabía que eras artista, ya sabes, exponiéndose al peligro con tal de conseguir inspiración, aunque sea del paisaje. Pero debí suponerlo, con el teatro que montaste en la taberna, tienes todo un talento.
Me aparté rápidamente, evitando ponerme completamente de pie ante de llegar casi al centro del edificio, mirándolo con diversión y mordacidad. Incliné la cabeza para indicar el siguiente edificio que era tan elevado como en el que estábamos.
. – Después del siguiente edificio está la taberna. Es mucho más baja, una parte de la edificación la cubre por un lateral. –Describí, acercándome con cautela hacia la orilla opuesta.
Bajé la mirada al siguiente callejón, vacío. No era lo suficientemente tarde como para que aparecieran borrachos en los callejones y los marines estaban recorriendo el que dejamos atrás. Saltar de una construcción a otra fue bastante sencillo, sólo necesitaba el impulso de las alas y ya estaba al otro lado.
. – ¿Puedes pasar hasta aquí? –Pregunté en voz baja, sin poder evitar arquear una ceja burlona– ¿O es demasiado para ti?
. – Bueno, quizás ese era mi plan y no te estaba tomando el pelo realmente. A pesar de “jugar con las expectativas” todavía tengo una vena empática que me permite ayudar a la gente.
La inclinación hacia adelante me sorprendió, no porque se estuviera acercando, sino porque debía reclinarse un buen trecho, sabía a dónde quería ir con sus palabras, con sus movimientos. Apreté las alas contra mi espalda entrecerrando los ojos ante el teatro del azabache que se volvía menos risueño lentamente a medida que hablaba. Sus palabras eran… Realmente molestas. Tocaban una fibra sensible, que me hicieron mirarlo con irritación palpable, esponjé las plumas, logrando que las alas se vieran más grandes al estar semi-plegadas. Mis dedos relajados pronto se convirtieron en un puño apretado, sin embargo, tan rápido como lo hice, igual de rápido lo deshice, sin deseos de que notase sus logros.
. – Supongo que lo mismo podría decirse de ti, sin duda tu perspectiva es… Única. Particularmente la que tienes de ti mismo.
Cuando lo vi acercarse al muro sabía que comenzaría a escalar, por lo que no perdí el tiempo para agitar las alas suavemente, siguiéndole el paso mientras subía, observando y escuchando a las pocas personas que rondaban las calles, el murmullo era distinguible, no había ninguna voz más cercana y sería bastante obvio si alguien entraba al callejón, solo tenía tres opciones, hacerlo por los laterales o por arriba. Decidí subir, ignorando su charla de autosuficiencia y decepción social, para verificar que nadie hubiese llegado hasta allí, así que ascendí rápidamente batiendo mis alas, me asomé por el borde del edificio, sin encontrar intrusos o, mejor dicho, personas entrometidas que de pronto decidieron meter sus narices donde no les incumbía. Terminé de subir, sentándome en el borde del techumbre y deslicé mis ojos hacia abajo contemplando atentamente la forma en que escalaba antes de decir.
. – Sino te callas y detienes las quejas probablemente descubran que un tipo de unos 3 metros está trepando por las paredes como un mono ruidoso. –Rodé los ojos, sintiendo que se me iban a pegar a la parte posterior del cráneo– Así que deja de perder el tiempo en darme sermones de utilidad mientras miras al piso y sube de una vez.
Me puse de pie de un salto, sin alejarme del borde, me sorprendió que intentase mirar hacia abajo, después de todo siempre me encontraba en el aire y, cuando estaba en tierra, me resultaba complejo no abandonar el suelo. Sin intención de ayudar en su ardua tarea de llegar hasta la cima, dejé una mano en el bolsillo de la chaqueta de vuelo y otra laxa, despreocupado. Me aparté algunos pasos para dejar que apoye las manos para apalancar el movimiento de subida, dirigí mis ojos ámbar hacia las entradas de los callejones, notando dos siluetas recortadas por la luz, las voces se hacían notorias a medida que se adentraban, pero no les di tiempo a mirar hacia arriba cuando sujeté la camiseta de tirantes que llevaba el carpintero y tiré de ella con la fuerza de la que disponía para moverlo aunque sea un ápice para que se agache mientras me llevaba un dedo a los labios en señal de silencio. Esperaba que se moviera
Me puse de cuclillas para acercarme al borde nuevamente, encontrando a los dos hombres que se estaban adentrando en el callejón, podía verlos bien, eran dos uniformados de la marina que parecían estar cumpliendo con su patrullaje.
. – ¿Qué decías acerca de bromear? –Murmuré, lo suficientemente alto como para que él me escuche– No sabía que eras artista, ya sabes, exponiéndose al peligro con tal de conseguir inspiración, aunque sea del paisaje. Pero debí suponerlo, con el teatro que montaste en la taberna, tienes todo un talento.
Me aparté rápidamente, evitando ponerme completamente de pie ante de llegar casi al centro del edificio, mirándolo con diversión y mordacidad. Incliné la cabeza para indicar el siguiente edificio que era tan elevado como en el que estábamos.
. – Después del siguiente edificio está la taberna. Es mucho más baja, una parte de la edificación la cubre por un lateral. –Describí, acercándome con cautela hacia la orilla opuesta.
Bajé la mirada al siguiente callejón, vacío. No era lo suficientemente tarde como para que aparecieran borrachos en los callejones y los marines estaban recorriendo el que dejamos atrás. Saltar de una construcción a otra fue bastante sencillo, sólo necesitaba el impulso de las alas y ya estaba al otro lado.
. – ¿Puedes pasar hasta aquí? –Pregunté en voz baja, sin poder evitar arquear una ceja burlona– ¿O es demasiado para ti?