¿Sabías que…?
... el Reino de Oykot ha estrenado su nueva central hidroeléctrica.
[Común] [C-Presente] Mareas de cambio / Octojin
Asradi
Völva
Día 9 de Verano, Año 724

Loguetown, una de las ciudades más bulliciosas del mundo, se alzaba sobre el horizonte como un conjunto de sueños y aspiraciones, donde el viento soplaba con la promesa de aventuras. Era un lugar donde los marineros contaban historias de islas olvidadas y los comerciantes ofertaban sus bienes, desde especias exóticas hasta hierbas medicinales.

A su llegada, Asradi optó por ocultar su naturaleza. Había estado siendo perseguida por mercenarios o esclavistas a lo largo del día anterior. Solo esperaba haberles despistado. Por eso, a su llegada a Loguetown, había decidido extremar precauciones, solo por si acaso. Sus escamas plateadas, que brillaban como el sol reflejado en el océano, estaban cuidadosamente cubiertas por un vestido de tela ligera, adaptado con sutiles matices de azul y verde que evocaban los colores del mar. La vestimenta no solo disimulaba su verdadera identidad, sino que también le permitía moverse con gracia entre los humanos, quienes eran ajenos a la existencia de seres como ella. Su intención era clara: adquirir hierbas medicinales que crecían en la superficie. Hierbas nuevas que no conociese, para poder continuar aprendiendo y experimentando en sus conocimientos médicos tradicionales.

El mercado de Loguetown se extendía ante ella como un tapiz vibrante, lleno de colores y sonidos. Puestos de frutas frescas, pescados recién capturados y especias aromáticas se alineaban en una sinfonía de aromas y sensaciones. Asradi se aventuró entre los puestos, absorbiendo la vida que la rodeaba. Cada vendedor ofrecía un relato, cada cliente tenía un sueño, y en cada rincón de la plaza había una historia esperando ser descubierta.

Mientras recorría el mercado, su mirada se posó en una mesa repleta de hierbas secas, algunas conocidas y otras desconocidas. Se acercó con cautela, manteniéndose atenta a las conversaciones que la rodeaban. Desde su posición, podía escuchar fragmentos de rumores sobre piratas, tesoros ocultos y las leyendas del Grand Line. Sin embargo, su atención se centró en el mercader que atendía el puesto de hierbas.

Buenos días. Veo que tiene una buena variedad de hierbas, ¿podría recomendarme algunas? — preguntó Asradi con voz suave y una sutil sonrisa educada.

El comerciante, un hombre corpulento con un rostro surcado por la experiencia, levantó la vista, sorprendido por la belleza que tenía frente a él. Sus ojos se iluminaron de inmediato.

Ah, joven dama. Tengo hierbas frescas traídas de la isla de Boin, ideales para calmar la fiebre y aliviar el dolor. — respondió el varón, extendiendo su mano hacia un pequeño saco lleno de hojas verdes y con formas espirales. Era una variedad que Asradi, claramente, no conocía. Y por ello en sus ojos se reflejaba la curiosidad y la emoción a partes iguales.

Se inclinó hacia adelante, examinando las hierbas con interés genuino mientras conversaba con el mercader. Al mismo tiempo, un grupo de hombres armados, de aspecto rudo y siniestro, emergió de entre la multitud. Al ver a la pelinegra, su mirada cambió. Uno de ellos, un individuo de cabello largo y desaliñado, la señaló.

¡Ahí está! ¡La sirena que estábamos buscando! —gritó, atrayendo la atención de los demás.

El aire se volvió pesado de repente. Asradi envaró la espalda y sintió que su corazón palpitaba con fuerza y, en un instante, su deseo de pasar desapercibida se desvaneció. Ahora solo quería irse de ahí, sobre todo cuando los murmullos comenzaron y las miradas se clavaron sobre ella. Sin poderlo evitar, el brillo de su cola plateada quedó expuesto cuando se movió rápidamente, lo que provocó más murmullos entre la multitud. Los hombres se abalanzaron hacia ella, ansiosos por capturarla.

¡Alejáos de mi, desgraciados! — gritó Asradi, retrocediendo. Su mente trabajaba rápidamente mientras buscaba una forma de escapar de la situación. No quería causar problemas, pero su vida y, sobre todo, su libertad estaba en juego.

La multitud reaccionó de diversas maneras. Algunos se alejaron horrorizados, otros estaban intrigados y algunos, como los hombres armados, mostraban interés en lucrarse con la captura de una sirena. Asradi sabía que no podría permitir que la atraparan. Con un movimiento ágil, se deslizó entre la multitud, buscando una vía de escape.

Sin embargo, el grupo detrás de ella no se rendiría fácilmente. Mientras corría, podía escuchar los gritos de los hombres tratando de convencer a la gente de que estaban haciendo justicia al capturar a una criatura de fantasía. "¡Es un peligro para todos!" decían, intentando justificar su caza. En su mente, Asradi solo podía pensar en cómo evitar el desenlace que le esperaba.

Su cola, aunque hermosa, era una carga en un espacio tan pequeño como el mercado. Y, no solo eso, no tenía la misma agilidad o rapidez que en el mar, por muy rápido que quisiese avanzar. Un giro a la izquierda, un salto sobre un barril y un empujón a través de un grupo de personas la llevaron hacia la calle principal, donde la multitud estaba más dispersa. Ahí, logró ganar unos segundos de tiempo. O eso creía.

Un ruido metálico resonó cuando uno de ellos sacó una red, destinada a atraparla. Asradi tomó una respiración profunda y, en un momento de desesperación, decidió que no podía seguir huyendo. Necesitaba enfrentarse a ellos.

Con un giro abrupto, se detuvo y se volvió hacia sus perseguidores. El destello plateado de su cola se hizo evidente, una visión tan magnífica que momentáneamente paralizó a sus perseguidores. Era un ser de belleza indescriptible, una representación de la majestuosidad del océano. Pero la admiración duró poco; el instinto de captura regresó rápidamente.

¡Atrápenla! — gritó el líder del grupo, recuperando la compostura. — Nos darán millones por ella.

La pelinegra envaró la espalda, sintiendo como el corazón le latía a mil por hora. De hecho, ya estaba comenzando a mostrar los afilados dientes tiburoniles. No había querido llegar a esa situación. Pero si la obligaban a pelear... Iba a defenderse si era necesario. Aunque tuviese que arrancar manos a mordiscos.
#1
Octojin
El terror blanco
Octojin se encontraba sentado, como estaba siendo costumbre esos días, en una mesa en la esquina de la taberna, saboreando el vino que el tabernero le había recomendado con entusiasmo. A diferencia de otros días, esta vez había aceptado probar algo diferente, y el resultado había sido sorprendentemente placentero. Su sonrisa hablaba por sí sola. A pesar de llevar unos días anímicamente decaído por la sensación de no saber qué hacer con su futuro, aquello le había hecho feliz.

El vino tenía un sabor profundo, algo que el tiburón no esperaba disfrutar tanto, especialmente después de una vida dedicada más a la cerveza y el sake ocasional. Pero desde que Masao le había dado a probar aquella sustancia rojiza de apariencia similar a la sangre, se había vuelto un experto catador. Balanceaba la copa con suma destreza, y después la dejaba cerca de su nariz, olfateando los aromas que el propio vino le ofrecía. Y, tras ello, se lo llevaba a la boca. Aquél ritual, visto desde fuera, quizá era un tanto extraño o incluso cómico. Un gyojin de cuatro metros deleitando con bastante cuidado un vino. Aunque cosas más raras se habían visto, desde luego.

El sabor del tinto lo envolvía por momentos, y sin darse cuenta, había terminado la botella entera en menos tiempo del que quizá hubiese debido. El tiburón se acomodó en su silla, sintiendo el calor del alcohol en su cuerpo y el pequeño momento de paz que le proporcionaba. Sin embargo, el bullicio del exterior pronto interrumpió su tranquilidad. Un gran revuelo había estallado en las calles, y las palabras que resonaban en la multitud captaron su atención rápidamente.

"¡Una sirena! ¡Una sirena está en la ciudad!"

Octojin parpadeó un par de veces, creyendo que tal vez el vino le estaba jugando una mala pasada. ¿Una sirena? ¿En Loguetown? Aquello no tenía mucho sentido. Se frotó los ojos y sacudió la cabeza, tratando de despejarse. Pero los gritos de la multitud eran cada vez más fuertes, llegando al punto de ser inentendibles, y finalmente, la curiosidad lo venció.

Al salir de la taberna, el gyojin siguió a la muchedumbre que avanzaba a paso acelerado, empujando y empujándose unos a otros en dirección al mercado. Era cómico como algunos humanos se intentaban abrir paso hasta que llegaban al habitante del mar, al cual por mucho que lo empujasen era como chocarse contra una pared. A cada paso que el escualo daba, el bullicio aumentaba, y los gritos de los cazadores parecían más intensos. Aquello no podía estar pasando. Cuanto más lo pensaba, más se aceleraba su corazón. A medida que se acercaba, las voces se hacían más claras y, entre las sombras de las calles más alejadas a los puestos característicos de la ciudad, vio algo que no pudo negar.

Allí, en medio de la multitud, rodeada por un grupo de hombres armados y ansiosos, estaba una figura que no había visto en mucho tiempo. Era Asradi, la sirena que había conocido en el pasado. Su cola plateada destellaba bajo la luz del sol, y el brillo en sus ojos, mezcla de miedo y determinación, era inconfundible. Aquella era la luz que necesitaba en ese momento de oscuridad que estaba viviendo. Aunque quizá la manera hubiese podido ser mejor, las cosas como son.

Octojin se detuvo por un segundo, frotándose los ojos de nuevo, creyendo que tal vez todo era fruto del vino que había bebido. Pero no. Asradi estaba allí, en peligro, y las corrientes de la vida los habían vuelto a unir de una forma que nunca hubiera imaginado.

Sin pensarlo más, el gyojin se abrió paso entre la multitud, esta vez de manera más bruta que antes. La gente se apartaba rápidamente ante su imponente presencia, dándole un amplio espacio mientras avanzaba hacia la sirena. Y el que no se apartaba era apartado sin miramientos. Con un salto ágil y lleno de fuerza, Octojin aterrizó justo frente a ella.

Una gran sonrisa se dibujó en el rostro del tiburón mientras miraba a Asradi, a la cual estuvo apunto de abrazar, aunque pronto se dio cuenta que no era el momento. Antes debían lidiar contra lo que allí estuviese pasando. Aunque no tenía ni idea, pondría la mano en el fuego porque la sirena no había hecho nada malo.

—Parece que las corrientes del mar nos han vuelto a juntar, ¿verdad? —dijo, con una mezcla de humor y alegría en su voz.

La expresión de Asradi fue de puro alivio por un momento, pero la tensión en el ambiente no cedía. Los cazadores no parecían dispuestos a abandonar su presa, y la multitud, sedienta de espectáculo, no ayudaba. Los ojos de Octojin brillaron con una mezcla de ira contenida y protección. Miró a los hombres armados, y su voz resonó con un tono grave y amenazador.

—¡Escuchadme bien! —gruñó, con una furia apenas contenida—. Si alguno de vosotros toca a la sirena, está muerto.

Los hombres se miraron entre sí, dubitativos. Sabían lo peligroso que podía ser enfrentarse a un gyojin, especialmente a uno de la envergadura de Octojin. Pero la recompensa que parecía ser la sirena viva debió ser más tentadora, ya que cedieron en su empeño por capturarla. ¿Qué precio tendría una sirena viva?

Uno de los cazadores, el que parecía el líder del grupo, avanzó un paso, desenfundando su espada con una sonrisa sarcástica.

—¿Y quién va a detenernos? —dijo, con voz burlona—. No eres más que un pez grande en una red, tiburón. Y por lo que veo, esa sirena vale mucho más de lo que tú vales.

Octojin no respondió. No hacía falta. En lugar de eso, soltó un gruñido bajo y comenzó a preparar su cuerpo, posicionándose para la pelea que sabía que estaba por comenzar. Sus ojos rojos brillaron con un toque de agresividad mientras sus músculos se tensaban bajo su piel escamosa. Si estos hombres querían una pelea, la tendrían.

—Asradi —le susurró sin apartar la vista de los cazadores—, mantente detrás de mí. Espalda con espalda. Yo me encargaré de estos —dijo, haciéndole ver que eran los que tenía enfrente, mientras que ella debería lidiar con el resto.

Con un gesto rápido, Octojin empezó a cubrir de una película negruzca sus manos, apretando duramente sus puños. A pesar de que los rivales eran más en cantidad, no parecían extremadamente fuertes. En cualquier caso, el habitante del mar no se confiaría, puesto que estaba en juego tanto su vida como la de la sirena, y la protegería bajo cualquier circunstancia.

Llevando su mano diestra al bolsillo, cogió el dial de agua que portaba, que estaba a mitad de su capacidad. Lo había usado casi cada día, entrenando aquella disciplina que tanto amaba, el Gyojin Kárate. Pulsando el botón situado en su parte superior, el dial empezó a lanzar un chorro de agua, el cual aprovechó para mojarse el cuerpo entero y ponerse en una posición defensiva. Tras ello, dejaría el dial en el suelo, cerca de la sirena, por si ella también lo quería usar.

La multitud que había estado expectante retrocedió de inmediato. Sabían que estaban presenciando algo fuera de lo común, y nadie quería quedar atrapado en medio del conflicto. Los otros cazadores se miraron, nerviosos, pero no retrocedieron. La codicia les nublaba el juicio, y no querían dejar escapar a su presa tan fácilmente.

Octojin se preparó para la ofensiva rival, listo para defender a Asradi a toda costa. En ese momento, entendió que protegerla no solo era una cuestión de fuerza, sino también de honor. Las corrientes del destino los habían vuelto a unir, y no dejaría que nadie la pusiera en peligro nuevamente.
#2
Asradi
Völva
Su primera opción no era buscar pelea, nunca lo había sido. Prefería pasar desapercibida y no agitar más el avispero en el que ya se había convertido aquel lugar. Maldijo a aquellos tipos, y también maldijo su torpeza para moverse por tierra firme. Era consciente, en el momento en el que decidió adentrarse en la ciudad, que estaba vendida si algo sucedía. Y, efectivamente: algo había sucedido. Por desgracia, nada bueno.

El resto de la multitud tampoco ayudaba, mientras algunos azuzaban a los esclavistas, otros solo miraban con una mezcla de fascinación e interés. Pero nadie alzaba la voz para detener aquello o echarle una mano. ¿Podía culparles? Realmente no, pero le entristecía a partes iguales. Entendía que no quisieran inmiscuirse en pos de verse metidos en un problema que no les pertenecía, ya fuese por miedo, cautela o cualquier otra cosa. Pero que nadie abogase por ayudar, o alzar una voz en su favor.

Asradi apretó los labios con fuerza, en el momento en el que se vió acorralada. Hubo algunos murmullos, más altos, en cuanto sus dientes afilados salieron a la luz. Si no se iba a poder evitar una pelea, iba a defenderse con todo lo que tuviese, de ser necesario. Lo que no se esperó, bajo ningún concepto, es que de repente una mole de cuatro metros saltase entre ella y sus interesados perseguidores. Los ojos de la sirena se abrieron de par en par, en una mezcla de sorpresa por lo inesperado de aquello.

¿Octojin...? — El nombre del susodicho salió en un susurro audible de entre los labios de la pelinegra. De todo el mundo, no se esperaba encontrarse ahí al gyojin tiburón. Pero también hubo un posterior suspiro de alivio.

Ya no estaba sola, al menos. Su corazón se inflamó de agradecimiento, sintiendo esa calidez al notar y ver que, efectivamente, el grandullón no solo estaba de su parte, sino que también se estaba arriesgando a defenderla. Una sonrisa fue la que la sirena regresó al gyojin cuando éste se volvió hacia ella, asintiéndole.

Es verdad, recuerdo que te lo dije. Aunque no me esperé que fuese en esta situación. — Una que era bastante desagradable, todo sea dicho.

No dudaba de las habilidades, mucho menos de la fuerza, del escualo, pero no quería ponerle en un aprieto. Los murmullos comenzaron ya a alzarse en voces. No solo ya con respecto a ella, sino contra el mismo Octojin. Abucheos, gritos y malsonantes palabras, tales como ”¡Un monstruo, es un gyojin!”, ¡Avisad a la Marina!” y cosas peores eran lo que, ahora, el par de habitantes del mar podrían escuchar al respecto.

Asradi apretó los dientes, casi rechinando ante tamaña injusticia. Octojin solo estaba intentando ayudarla y recibía ese vejatorio trato.

Le puso una mano en el brazo, cuando le escuchó gruñir. No sería nada bueno, sobre todo para él, si perdiese el control en ese momento. Aunque no le culpaba, aquellos tipos no estaban ayudando en demasía. El resto tampoco. De hecho, el grupo de maleantes parecieron retroceder un par de pasos en cuanto aquella mole se les encaró. Como para no hacerlo, a nadie le gustaría salir con un mordisco de un calibre como el de aquellas mandíbulas.

¡Matad al gyojin! ¡No nos sirve para nada! — Clamó, agresivo, el que parecía ser el mandamás o la cabeza “pensante” de aquel grupo. — ¡Pero a la sirena la quiero viva, y sin un rasguño! — Era obvio que el precio por una criatura de ese calibre, sin mácula alguna, se dispararía. Y eso era lo que movía a estes hombres.

La codicia. Sin preocuparse por absolutamente nada más.

Al final, la pelea parecía que iba a ser inevitable. Asradi se acercó más al gyojin, pero sin estorbarle, cuando él propuso aquello. Espalda contra espalda. Era lo mejor en una situación como aquella donde se encontraban parcialmente rodeados. Así podrían cubrir todos los ángulos si fuese necesario.

Siento que te hayas involucrado en algo como esto... — No pudo evitar mencionarle, mientras clavaba su mirada a los tipos que ella tenía al frente. Era verdad. Había querido un reencuentro con el gyojin.

Pero no en una situación semejante.

De reojo contempló como Octojin sacaba un dial y, de éste, un chorro de agua salió disparado empapando al gyojin. Esa postura, y el uso de ese dial, precisamente... Asradi entendió al momento y, cuando él dejó el dial en el suelo, ella le dió un pequeño y certero coletazo, pulsando el centro para que otro chorro de agua cayese sobre ella, como una fuente, también aumentando ligeramente la humedad alrededor de ellos.

Pero me alegra mucho el volver a verte. — Rozó, suavemente, su cola con la piel blanca y escamosa del escualo. Un gesto muy sutil, como una caricia adjunta a ese sentimiento.

Acto seguido tomó una expresión más seria, más acechante. Tenían que salir de esa, fuese como fuese.

Los matones no tardaron en posicionarse también. Tres, incluído el lider, por el lado de Octojin, al ser evidentemente más grande y, a ojos de todo, más peligrosos, y dos por el lado de la sirena.

Bélico
#3
Octojin
El terror blanco
Personaje


Jōki no eikyō
KGY300
GYOJIN KARATE
Pasiva
Tier 3
Las técnicas del estilo emplean el elemento agua en ellas, con lo cual serán capaces de golpear a los usuarios de Akuma no mi que normalmente contarán con ciertas inmunidades con normalidad. Por otro lado, siempre que se encuentre en el agua o en un ambiente con una alta presencia de la misma y por lo tanto humedad sus técnicas causan +50 de Daño adicional y costarán -5 Energía (Hasta un máximo de 5 Energía).


Octojin sintió cómo algo le revolvía el estómago al ver a Asradi. Era una sensación extraña, casi debilitante, que ya había notado en el primer contacto que tuvo con ella en aquella isla llena de extraña fauna y abundante flora.

Algo en la presencia de la sirena le afectaba de una manera que no podía explicar. La última vez que la había visto, las circunstancias habían sido diferentes, pero ahora estaban envueltos en una situación mucho más rocambolesca, aunque a decir verdad, menos peligrosa para el escualo. Al fin y al cabo, en ese momento se enfrentaban a simples humanos, mientras que la primera vez había bestias de por medio. Mientras observaba cómo la multitud reaccionaba, gritando insultos y desprecios hacia él y Asradi, sintió que la rabia comenzaba a acumularse en su interior.

El gyojin notó a tres maleantes frente a él, uno de ellos claramente el líder del grupo. Todo su enfoque pareció centrarse en esos hombres. Los observó con cuidado, sabiendo que cualquier movimiento en falso podría costarles caro tanto a él como a Asradi. Mientras la sirena se preparaba y usaba su dial para aumentar la humedad en el ambiente, Octojin sintió una cálida palmada de ella en su brazo. Fue un gesto que le devolvió la compostura y lo ayudó a concentrarse en lo que venía a continuación. No era fácil calmar al tiburón, pero parece que, en ese momento, con la simple caricia de la sirena fue suficiente.

No pasó mucho tiempo antes de que dos de los secuaces del líder se lanzaran directamente hacia él. Ambos estaban armados con armas de fuego, uno con una ballesta y el otro con un rifle rudimentario. El gyojin frunció el ceño al ver las armas, sabiendo que se estaba enfrentando a tiradores experimentados. Aunque las balas no siempre representaban un gran peligro para alguien de su tamaño, estos hombres no parecían estar bromeando. Con el semblante serio adoptaron una pose ofensiva, llevando las armas al frente y amenazando con disparar.

El primer tirador, el que sostenía la ballesta, disparó rápidamente, apuntando al torso de Octojin. Con un rápido movimiento, el gyojin inclinó su cuerpo hacia un lado, esquivando el proyectil por un pelo. La flecha se clavó en el suelo con un sonoro chasquido. Sin perder tiempo, Octojin lanzó un puñetazo dirigido a ese hombre, pero el tirador retrocedió justo a tiempo, sacando otra flecha y preparándose para disparar de nuevo.

El segundo tirador aprovechó el momento y disparó con su rifle, la bala voló directamente hacia el hombro derecho de Octojin. El tiburón reaccionó instintivamente, levantando su brazo cubierto de haki para bloquear el disparo. El impacto resonó, pero no atravesó la dura protección de haki. Sin embargo, el golpe fue lo suficientemente fuerte como para hacer retroceder un paso al gyojin.

La pelea se intensificaba. El tirador con la ballesta disparó una segunda flecha, esta vez apuntando a la pierna de Octojin. Aunque el gyojin logró esquivar el ataque, estaba claro que no podría mantenerse evadiendo los ataques por mucho tiempo. Necesitaba actuar rápido. Saltando hacia adelante con una velocidad sorprendente para su tamaño, Octojin se lanzó contra el hombre del rifle.

El tirador apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que el enorme puño de Octojin lo alcanzara. Con un impacto devastador, lo derribó de un golpe, haciendo que el hombre soltara su rifle y rodara por el suelo. El gyojin giró rápidamente sobre sus talones, lanzándose a él y dándole un combo de dos golpes de manera sumamente ágil. Aquello fue suficiente para acabar con él.

No tardó en enfocarse en el segundo tirador. Este último, al ver a su compañero caer, se apresuró a recargar su ballesta, pero no fue lo suficientemente rápido para accionarla, quizá fruto de los nervios que debió sentir al ver cómo Octojin, con un rugido, corría hacia él.

Wanto Giri
KGY301
GYOJIN KARATE
Ofensiva
Tier 3
32
Costo de Energía
2
Enfriamiento
15 Fuerza
Un impacto ascendente en que el usuario buscará trazar un gancho mientras golpea el vapor que rodea a su objetivo para elevarlo por los aires del impacto causando [Empuje] hacia arriba un máximo de 10 metros con el fin de dejarlo expuesto mientras cae.
Golpe Básico CaC + [FUEx2,4] de [Daño contundente]


El habitante del mar observó cómo el humano parecía pedir piedad al ver que no le daba tiempo material a recargar el arma e intentar defenderse. Aquello enrabietó aún más al escualo, que se había topado con ese tipo de gente en multitud de ocasiones. ¿Cómo podían ser tan falsos los humanos? Te insultaban, te denigraban, y se reían de ti, pero en cuanto les ponías en su sitio, lloraban e intentaban por cualquier medio que les dejases en paz. La triste valentía, lo llamaba el gyojin. En grupo todos eran muy gallitos, pero a medida que iban cayendo, suplicaban como niños. 

Sin hacer caso a los movimientos del estúpido humano, y al estar lo suficientemente cerca, el tiburón impactó ascendentemente sobre el humano, trazando un perfecto gancho mientras golpeaba el vapor que rodeaba a su objetivo para elevarlo por los aires No había piedad para un humano, y mucho menos para uno que les había amenazado y estaba intentando capturar a uno de los suyos. El golpe lo despidió con firmeza contra una pila de cajas cercanas, dejándolo fuera de combate entre trozos maderas y una nube de polvo.

Con los dos secuaces neutralizados, Octojin se volvió hacia el líder, quien aún estaba al otro lado de la plaza, observando la escena con una mezcla de ira y temor. Sin embargo, antes de que pudiera hacer algo, el gyojin se giraría para ver cómo se estaba desenvolviendo la sirena.

Octojin le dedicó una breve mirada, asintiendo con una sonrisa mientras se preparaba para el siguiente movimiento. De necesitar ayuda, allí la tendría.

stats

Matemáticas
#4
Asradi
Völva
Personaje


Claramente no se encontraba cómoda en esa situación. No era una persona que gustase de los confrontamientos físicos. Sabía defenderse, eso sí. Pero eso no quería decir que los disfrutase. Era consciente que sus manos eran para sanar, pero si la situación lo requería... Los labios de Asradi se apretaron con aquel pensamiento y, por ende, con la desfavorable situación en la que se encontraban ahora. Desfavorable en cierto sentido. Tenía la ayuda de un gyojin como Octojin. Confiaba no solo en la fuerza del escualo, sino también en su integridad. Había pasado tiempo desde la última vez que lo había visto, pero el poco tiempo que habían compartido, el gyojin se había ganado la confianza plena de la sirena. Y admiración. Por eso mismo también le dolía que se tuviese que ver en una situación como aquella, solo por defenderla.

Sentía las gotas de agua en sus manos empapadas, mirando hacia el frente y hacia los dos tipos que la apuntaban. No dispararían, lo sabía de antemano. Y eso le venía bien en cierto sentido. El hecho de que la quisiesen capturar con vida le aseguraba, o eso creía, que no le iban a hacer daño. Al menos no de forma grave. Lo que más miedo tenía, en ese aspecto, era que pudiesen herir a Octojin. Asradi era consciente que no tenía la misma fuerza bruta que su compatriota, pero al menos le ayudaría cubriéndole las espaldas. Aunque no pudo evitar una disimulada sonrisa cuando su espalda perdió contacto con la contraria cuando el tiburón blanco comenzó a moverse. Cazando. Ella solo se movió a la par en cierto momento para que las balas que habían disparado en contra del grandullón no la alcanzasen y eso sirvió también para que, en cierta manera, pudiese posicionarse mejor.

La mirada azul de Asradi se tornó grisácea como un día tormentoso, y la humedad y el agua que había sido dispersada sobre ella, gracias al dial de Octojin, comenzó a arremolinarse en sus dos manos. Le bastaron unos segundos para que, entre sus manos, colocadas ahora frente a ella, se comenzase a formar una esfera de dimensiones más grandes de lo que sería habitual. Generalmente, con la mitad de tamaño bastaría contra un oponente. Pero eran dos, por lo que no debía escatimar en recursos.

He dicho... ¡Que os alejéis! — Le crispaba esa situación por muchos motivos.

Todavía resonaban, en su cabeza, los insultos y las injurias no solo hacia ella, sino también hacia Octojin. Eso era lo que más le molestaba. Podía sentir el agua fluyendo y siendo moldeada entre sus dedos. Sin previo aviso, y haciendo gala de su manejo de dicho líquido, lanzó con fuerza y sin reparo dicho ataque acuífero a una vertiginosa velocidad. Tenía tal control sobre dicho elemento que la esfera terminó partiéndose en dos para dirigirse hacia ambos humanos. Una para cada uno. El golpe fue certero y ambos tuvieron que retroceder al mismo tiempo que recibían el daño. Considerable, pero no lo suficiente como para tumbarles. Asradi entornó la mirada al contemplar esto, reculando unos pocos metros hacia atrás. Uno de ellos había sido lanzado hacia el suelo, pero no tardaron en recuperarse y con expresiones de que, efectivamente, aquello no les había hecho la menor gracia. Al menos se habían llevado unos cuantos moratones. Y, no solo eso, algunas gotas de agua habían perforado la piel hasta lograr heridas sangrantes.

¡Maldita zorra! — Clamó uno de ellos. Todo hubiese sido más fácil si aquella mole con olor a pescado podrido no se hubiese interpuesto.

Apuntó, pero no hacia la sirena, sino hacia el escualo que se encontraba detrás y que ya había derribado, muy fácilmente, a dos de sus compañeros. En cuanto se deshiciesen de él, podrían capturar a la sirena. Al ver esto, la mirada de Asradi se abrió de repente, mostrando una mezcla de indignación y temor.

¡Octojin, cuidado! — Clamó, intentando dar aviso al susodicho.

Bélico
#5
Octojin
El terror blanco
Jōki no eikyō
KGY300
GYOJIN KARATE
Pasiva
Tier 3
Las técnicas del estilo emplean el elemento agua en ellas, con lo cual serán capaces de golpear a los usuarios de Akuma no mi que normalmente contarán con ciertas inmunidades con normalidad. Por otro lado, siempre que se encuentre en el agua o en un ambiente con una alta presencia de la misma y por lo tanto humedad sus técnicas causan +50 de Daño adicional y costarán -5 Energía (Hasta un máximo de 5 Energía).


Octojin miró a Asradi mientras se las veía con dos de los tipos que intentaban cazarla. La sirena se movía con gracia y precisión, sus manos, envueltas en una esfera de agua que moldeaba con habilidad, parecían estar creando algo sorprendente. El gyojin no pudo evitar sonreír ante la vista. Le alegraba verla tan capaz de defenderse, y ese pensamiento le daba una extraña sensación cálida en el estómago. Pero el olor a sangre pronto llenó el aire, proveniente de los tipos que Asradi había golpeado. Aquello despertó su instinto más primario, su naturaleza como depredador marino. Sus ojos se entrecerraron y sintió cómo su respiración se volvía más profunda. Tornándose sus ojos de un tono rojizo y su aspecto algo más agresivo.

Sed de Sangre
U82001
ÚNICA
Pasiva Racial
Tier
Los tiburones tienen un instinto predador que se agudiza al oler o saborear sangre. Para Octojin, este instinto se manifiesta de manera aún más intensa, alimentando su fuerza y ferocidad en combate cuando está en presencia de sangre fresca. Al ver/oler/saborear sangre en un radio de 40m el Gyojin obtiene un bono de +5 Fuerza y +5 Agilidad. Además, sus ojos se tornan rojos y su iris se vuelve más pequeño.


La hora de cazar había llegado. El tiburón estaba listo para enfrentarse al jefe de aquella panda de humanos. El gyojin se relamió pensando en cómo iba a aplastar al humano. No tenía ninguna posibilidad ante él, y aquello hizo que su parte más sanguinaria saliese a la luz. Sin embargo, esa sensación fue interrumpida por el grito de advertencia de Asradi. El habitante del mar giró la cabeza justo a tiempo para ver cómo uno de los maleantes portaba un arma levantada y le disparaba. No tuvo tiempo de reaccionar; la bala se estrelló contra su hombro derecho, provocándole un dolor punzante que le hizo dar un paso hacia atrás. Un gruñido gutural salió de su garganta mientras se encorvaba ligeramente por el impacto, a la par que la sangre caliente brotaba de la herida y le dejaba un pequeño hilo de sangre que se fue extendiendo por su torso.

Pero, a pesar del dolor, Octojin esbozó una sonrisa. Una que podría considerarse de alguien que rozaba la locura. Acababa de recibir un disparo y su primera reacción era soltar una carcajada. Aquello le hizo gracia, por alguna razón. Quizá la situación, puede que la cara del humano que había acertado, que por un momento parecía haber pensado que ese disparo tumbaría al gyojin. O puede que fuese porque aún seguía en su cabeza imaginándose cómo acabaría con el líder. O quizá no tuviésemos que pensar tanto y se debiese simplemente a su lado más salvaje.

Sin perder un segundo, fijó su mirada en el líder de los maleantes, ignorando al tipo que le había disparado y entendiendo que Asradi se ocuparía de él. El líder era un tipo corpulento que portaba un arma de filo algo grande. Sabía que él era el principal obstáculo, y si lo derribaba, los demás se dispersarían. Eso si la sirena no acababa con ellos antes. Los dos se miraron a los ojos, y el aire se volvió denso, cargado de tensión. Sin más preámbulos, Octojin se lanzó hacia él, dando el primer paso. Mantuvo ambas manos envueltas en esa película negruzca que era el haki. Sabía que el arma de filo era un peligro, así que decidió cubrirse desde el principio.

El jefe levantó su arma e intentó golpear al gyojin con un tajo descendente. El escualo, a pesar del dolor en su hombro, esquivó el ataque con un movimiento ágil hacia un lado. Respondió con un puñetazo directo al estómago del hombre, quien retrocedió un par de pasos por la fuerza del golpe, pero logró mantenerse en pie.

El intercambio continuó. El jefe arremetió con un golpe horizontal, y Octojin retrocedió un paso, alzando su brazo para bloquear con la mano envuelta en haki. El choque resonó como el eco de un trueno. El tiburón sintió un hormigueo recorrer su brazo, pero no cedió. Contraatacó con una patada giratoria, que el jefe logró esquivar por poco, lanzándose hacia atrás.

Con un impulso que pilló por sorpresa al habitante del mar, el humano golpeó en un combo de tres golpes consecutivos al escualo, que difícilmente paró el primero con la mano derecha, sintiendo un punzante dolor en el hombre que hizo que su defensa terminase siendo sobrepasada, recibiendo dos cortes a la altura del abdomen, el menos profundo, y del antebrazo izquierdo, algo más profundo.

Ambos cortes produjeron un intenso dolor que Octojin se esforzó por disimular. Incluso se llevó el brazo izquierdo a la boca, lamiendo la sangre en un gesto con el que intentó causar cierta intimidación en su rival, que cambió ligeramente su rostro, quizá confuso o puede que intimidado.

Era el momento. El gyojin no iba a dejar que esto se prolongara. Tomó aire profundamente, sintiendo la humedad del entorno y canalizando su energía hacia su puño derecho. Las gotas de agua en el ambiente comenzaron a moverse, girando y envolviendo su brazo como una especie de aura líquida. El jefe lo miró, alarmado por lo que estaba a punto de suceder.

—¡Ahora te mostraré lo que hace un pescado de verdad! —gritó Octojin, empleando su kárate gyojin.

Senmaigawara seiken
KGY402
GYOJIN KARATE
Ofensiva
Tier 4
46
Costo de Energía
2
Enfriamiento
22 Fuerza
Un fuerte impacto que se transmite a través de las partículas de agua presentes en el cuerpo y aire que rodea al objetivo logrando que el golpe del usuario lo [Derribe] y [Empuje] hasta 10 metros.
Golpe Básico CaC + [FUEx2,6] de [Daño contundente]


Con un movimiento rápido y poderoso, su puño se estrelló contra el torso del jefe. El golpe se transmitió a través de las partículas de agua, generando una onda expansiva que atravesó el cuerpo del hombre. El impacto fue brutal, el líder soltó un grito ahogado mientras su cuerpo era lanzado hacia atrás. Voló por el aire, derribando algunos objetos en su camino antes de estrellarse contra un montón de cajas a diez metros de distancia, cerca de uno de los humanos previamente vencidos por el tiburón. El sonido del golpe final fue como un estruendo seco, seguido de un silencio sepulcral.

Octojin, jadeando, se quedó de pie, con los músculos tensos y el puño todavía extendido hacia adelante. Giró la cabeza, buscando a Asradi entre el caos, asegurándose de que estuviera bien. Tenía la sensación de que el líder aún no había sido vencido, pero no lo tenía del todo claro.

stats

Matemáticas
#6
Asradi
Völva
Todo sucedió prácticamente al mismo tiempo. La sangre salpicando el aire se reflejó en los ojos oceánicos de Asradi. Una sangre que, aunque no le pertenecía, le había dolido como si fuese propia la herida que Octojin había recibido. La sirena podía escuchar el latido de su corazón en su propia cabeza, acelerado, mientras contemplaba, casi en cámara lenta, como la reacción de Octojin era la de un verdadero depredador de los mares. Aquella expresión, aquella risa de dientes afilados. La sirena se sonrojó unos segundos, pero pronto fue frunciendo el ceño a medida que la situación le iba indignando cada vez más y más. Uno de los hombres a los que ella había atacado se puso en pie poco después, limpiándose apenas la sangre que le brotaba de la mandíbula y le manchaba algo el mentón.

¡A por el grande! Si lo matamos a él, ella no tendrá a nadie quien la defienda. — Se rió con una mezcla de desdeñosa burla. Una expresión que a la sirena le pareció realmente deleznable.

No, no iba a dejar que le volviesen a herir. Se interpuso de inmediato entre ambos humanos cuando uno intentó volver a arremeter contra el gyojin. Aunque confiase plenamente en el susodicho, eso no quería decir que se sintiese a gusto el hecho de que saliese herido. Mucho menos por culpa de ella.

Ni se os ocurra acercaros a él... — El siseo amenazante, vibrante, fue suficiente como para que uno de ellos titubease un poco. Pero el otro, el que había disparado anteriormente, soltó una carcajada, quizás envalentonado por la situación y por la sangre impura que había hecho manar del habitante del mar. Eso era lo que más rabia le daba a ella. El que se creyesen que tenían derecho para poder atacar a alguien solo por su especie. Que por ser gyojin o algo que no fuese humanos, podían salir impunes de todo aquello.

Ambos tipos volvieron prepararse, uno la ballesta y el otro una pistola de pólvora. Al mismo tiempo, el agua volvía a conjurarse entre los delicados y finos dedos de la sirena. Notaba la respiración agitada, la tensión era grande y la situación harto desagradable. Sentía como los ojos le picaban, como quería lagrimear de tanta rabia que tenia acumulada en ese momento. ¿Es que no podían tener un momento de paz y tranquilidad sin que hubiese algún desalmado que quisiese ponerle la mano encima? No había deseado su reencuentro con Octojin de esa manera. Exhaló lentamente el aire contenido, notaba los nudillos tensos y casi blanquecinos de la presión que estaba ejerciendo sobre la esfera de agua que, de momento, mantenía contenida.

Fue un acto reflejo. Tanto por un lado como por el otro. En el instante en el que liberó aquella prisión esférica de agua, dividiéndose en dos, se escuchó un disparo. El agua impactó brutalmente contra el desgraciado que había osado atacar anteriormente a Octojin, dejándolo fuera de combate en el preciso instante en que lo lanzó varios metros contra una pared. Y la sangre no tardó en comenzar a brotar de uno de los brazos de Asradi. Para bien o para mal, había logrado moverse un poco para que la bala no penetrase algún punto vital, pero había terminado por golpear en uno de los costados de su cintura. No había penetrado la carne, pero había pasado rozando, abriendo una herida en la piel y haciendo una quemadura de contacto en esa misma zona. Por la sorpresa, y el dolor, a la pelinegra se le escapó un quejido y, por inercia, se llevó la mano contraria hacia dicha zona, notando como la sangre se escurría ligeramente por entre sus dedos. No era grave, pero sí era doloroso.

Asradi respiró con cierta agitación, tratando de regular la misma para, de esa manera intentar combatir o regular un poco la incomodidad que sentía. El que había disparado, a pesar de que había dañado la mercancía, parecía satisfecho. Sin importarle tampoco su compañero caído. De hecho, ya se estaba preparando para volver a dar un nuevo tiro. No a la sirena, sino seguramente al gyojin que se encontraba combatiendo contra su jefe. Al ver esto, Asradi ni tan siquiera lo pensó. A pesar del escozor en su costado, debía actuar con rapidez, antes de que el desgraciado ese terminase de cargar la pólvora en el arma. El agua del dial todavía se escurría por parte de su cabello y rostro. La chica se pasó la lengua por los labios, en un gesto muy sutil, pero reuniendo ese mismo líquido en el interior de su boca, junto con su propia saliva. Y no se ve todos los días a un tipo siendo “baleado” por un par de escupitajos que terminaron impactando uno en cada hombro, arrancándole un notorio quejido de dolor antes de caer noqueado junto a su compañero. La sirena suspiró pesadamente, todavía apretando levemente los dedos contra su costado. No era grave, pero picaba a los mil demonios. Aún así, su atención se fue directamente hacia el escualo. Confiaba ciegamente en él, pero no podía evitar preocuparse.

Al mismo tiempo, el líder de la banda, se encaraba nuevamente a Octojin. El golpe que había recibido del escualo había sido considerable, y ahora miraba al susodicho con verdadero asco. Una sonrisa medio demente también se esparció en sus labios, envenenada y siniestra.

Había pensado en matarte, pero... — Se relamió la sangre que manaba de sus labios por los golpes recibidos del escualo. — … Creo que te venderé junto con ella. Ya es mercancía dañada, no sirve para mucho más. Pero conseguiré un buen precio por los dos.

Definitivamente, no valoraba absolutamente nada. Trataba con ellos como si solo fuesen simples objetos de los que lucrarse. El filo del arma rechinó un momento el suelo, antes de volver a abalanzarse contra Octojin y buscar otorgarle otro par de tajos. Era un gyojin grande. Acertaría. No creía que esa mole de escamas fuese demasiado ágil.

Bélico
#7
Octojin
El terror blanco
Jōki no eikyō
KGY300
GYOJIN KARATE
Pasiva
Tier 3
Las técnicas del estilo emplean el elemento agua en ellas, con lo cual serán capaces de golpear a los usuarios de Akuma no mi que normalmente contarán con ciertas inmunidades con normalidad. Por otro lado, siempre que se encuentre en el agua o en un ambiente con una alta presencia de la misma y por lo tanto humedad sus técnicas causan +50 de Daño adicional y costarán -5 Energía (Hasta un máximo de 5 Energía).


El caos de la batalla giraba en torno a Octojin, pero toda su atención estaba clavada en el líder, aquel espadachín que ahora lo observaba con una expresión llena de locura. El gyojin se mantenía firme, con sus músculos claramente tensos y la respiración pesada. A pesar de la ira que sentía, mantuvo la calma lo mejor que pudo. El líder sonrió, relamiéndose la sangre que emanaba de sus labios, mientras levantaba su arma en una postura amenazante.

Sed de Sangre
U82001
ÚNICA
Pasiva Racial
Tier
Los tiburones tienen un instinto predador que se agudiza al oler o saborear sangre. Para Octojin, este instinto se manifiesta de manera aún más intensa, alimentando su fuerza y ferocidad en combate cuando está en presencia de sangre fresca. Al ver/oler/saborear sangre en un radio de 40m el Gyojin obtiene un bono de +5 Fuerza y +5 Agilidad. Además, sus ojos se tornan rojos y su iris se vuelve más pequeño.


El tiburón pudo oír la voz de Asradi, el sonido del agua a su alrededor y los golpes secos de su lucha. Pero estaba tan concentrado en su rival que no podía darse el lujo de apartar la vista. La última vez que lo había hecho había sido malherido, así que no repetiría el error. Notaba cómo su corazón latía con fuerza, bombeando la sangre con el ritmo frenético de la pelea. Su mandíbula se apretaba con furia, y una sonrisa de dientes afilados se formó en su rostro. Si ese tipo quería luchar, él iba a darle más de lo que pedía.

El líder avanzó, y Octojin reaccionó al instante, alzando sus puños. Pero lo que realmente no esperaba era la velocidad a la que se desplazó su adversario. El espadachín se movió como un rayo, lanzando un tajo rápido y preciso que superó la capacidad de reacción del gyojin. La hoja cortó el aire y, en un abrir y cerrar de ojos, le causó una herida en el costado. El escualo sintió el ardor, una sensación cortante que le arrancó un gruñido de dolor. Un hilo de sangre comenzó a brotar del corte. Afortunadamente, pudo desplazarse a tiempo de manera ágil y evitar una herida mayor, pero el filo era tan grande que no pudo evadirlo en su totalidad. Aquello le dio que pensar, podía haber sido una herida fatal, y a pesar de su esfuerzo y verlo venir, la velocidad que había empleado no había sido suficiente. Apretó la mandíbula, viendo lo que se venía después.

División de la Montaña
BER301
BERSERKER
Físico
Tier 3
30
Costo de Energía
1
Enfriamiento
Berserker I - 10 Destreza - 10 Fuerza
Esta técnica se puede ejecutar tanto con un movimiento ascendente como con uno descendente del usuario con un arma de filo. Buscando trazar un primer golpe certero que causara una [Hemorragia Leve]. Y sentenciando con un inmediato cambio de trayectoria por el mismo camino que recorrió el primer tajo, pero a la inversa buscando causar una herida fatal, en caso de conectar ambos golpes, el efecto será la [Hemorragia Media].
Golpe Básico Arma Filo + [DESx2,3] de [Daño cortante] cada Tajo)


El espadachín se preparó para el siguiente golpe, con la intención de rematar a Octojin, pero el tiburón se movió, y con sus puños cubiertos de haki lanzó un golpe hacia la trayectoria de la hoja, chocando contra ella con un impacto sordo. El metal vibró, y el líder retrocedió levemente, pero aún así su mirada reflejaba pura determinación y locura. Sin perder un segundo, el humano cambió la trayectoria de su espada, buscando una herida fatal.

"¡No tan rápido!" pensó Octojin, que ya había empezado a recubrir su palma de la mano con una fina capa de vapor. La humedad en el aire respondía a su voluntad. Lanzó un golpe certero con su mano abierta como una estocada dirigida a la cabeza del espadachín. En el momento del impacto, una pequeña pulsación de vapor se liberó de su palma. Sintió cómo el golpe sacudía al líder y lo obligaba a retroceder tambaleándose, con una mirada perdida en los ojos y visiblemente afectado por la confusión que el potente golpe había causado.

Octojin se aprovechó del breve momento de desconexión de su rival y se preparó para su siguiente movimiento, que sentía que sería crucial. Aquél humano ya había hablado demasiado y había hecho demasiado daño, era momento de acabar con él y finalizar aquél espectáculo. Con sus instintos más básicos despertándose por el olor a nueva sangre, se lanzó al ataque, decidido a terminar la pelea de una vez por todas.

—¡No somos mercancía! —rugió Octojin, con una furia que resonó en aquella zona de Loguetown. Su voz era contundente, una firme declaración de su voluntad, sumada a la de Asradi.

Jodan bakusho
KGY401
GYOJIN KARATE
Ofensiva
Tier 4
41
Costo de Energía
2
Enfriamiento
22 Fuerza
El usuario propina un golpe certero con la palma de la mano liberando una pequeña pulsación de vapor que impacta como una estocada. El golpe busca ir dirigido a la cabeza para causar [Confusión] por 1 Turno.
Golpe Básico CaC + [FUEx2,2] de [Daño contundente]


Con todo su cuerpo tenso y su fuerza acumulada, lanzó un golpe con la palma abierta. Al impactar contra el cuerpo del líder, liberó una potente onda de choque a través de las partículas de agua que rodeaban y componían al humano. El aire a su alrededor se distorsionó un momento, y el líder salió disparado hacia atrás como un muñeco de trapo. El impacto lo derribó y lo empujó violentamente unos diez metros, antes de estrellarse contra un barril, que se hizo añicos con el golpe.

El espadachín quedó tirado en el suelo, aturdido y sin aliento, mientras Octojin recuperaba la postura. La herida en su costado seguía sangrando, pero en ese instante, la adrenalina le nublaba el dolor. Sus ojos salvajes se posaron en el líder caído, respirando profundamente, mientras su mandíbula se tensaba y su cuerpo parecía entender que ya era hora de descansar, liberándose de la rigidez del combate.

La pelea había terminado para el humano y el gyojin había reclamado su lugar como depredador en el combate. Se dió la vuelta y observó a la sirena, que también parecía haber terminado. Fue entonces el momento para tomarse un breve momento y ojear la escena. Después de todo, no la habían liado mucho, los edificios seguían enteros y solo se habían roto algunas cajas y utensilios de madera que, a decir verdad, el habitante del mar no sabría decir que eran. No había reparado en ellos antes del combate, y mucho menos podía hacerse a la idea de qué habían sido antes.

Caminó tranquilo, recobrando el aliento y dirigiéndose a la sirena. La multitud se había esfumado en algún momento, tan solo quedaban unos pocos valientes allí, y al ver al líder caer se fueron corriendo. Seguramente sólo querían ver un combate, y una vez terminado, ya no había nada que ver.

—No esperaba verte aquí —comentó a la par que sonreía, intentando ser cordial—. Vayamos a la posada donde me estoy alojando, nos damos una ducha, nos curamos y si quieres vemos si todo se ha calmado o buscan a los responsables. Conociendo el sitio, no creo que le den mucha importancia, últimamente hay una pelea cada día — finalizaría, esperando la respuesta de la sirena.

Si bien era cierto que la habitación en la que se estaba alojando era bastante pequeña, tenía la única cama de cuatro metros en la que casi entraba al completo y una ducha privada, así que sería el sitio perfecto para tomar un descanso antes de ponerse al día. Aunque la decisión estaba en manos de la sirena.

Oh, mierda. El tiburón se dio cuenta en ese preciso momento que había comprado el día anterior una fragancia llamada "Tiburón Dandy", que te prometía tener éxito en el amor y en los negocios si la usabas. Aunque aquello le resultó extraño al gyojin, decidió probarla y, aunque el aroma le parecía un poco intenso, la compró. El vendedor, que hacía muy bien su trabajo, le colocó un gel y un champú de la misma línea también. Sin embargo, al llegar a los desodorantes optó por otra línea, "Gold Spicy". Según el vendedor, aquello olía a "hombre hombre", algo que el escualo aún intentaba entender.

—Aunque si quieres, podemos ir a otro sitio —susurró, intentando pensar dónde podía ir para evitar que la sirena pensara cosas que no eran.

stats

Matemáticas
#8
Asradi
Völva
Literalmente vió como el tipo al que Octojin se estaba enfrentando salía volando contra algunas cajas que había en el lugar. Para ese momento, y viendo lo que había acontecido con los humanos que se habían atrevido a amenazar a los gyojin, el resto de la multitud fue dispersándose por mera precaución. Algo que, al final, Asradi agradeció mientras soltaba un suspiro de alivio. Aún así, todavía estaba bastante frustrada internamente y podía notarse eso mismo en la crispación de los dedos que mantenía sobre la herida. Solo cuando escuchó la voz de Octojin, fue que su cuerpo se relajó en automático. Como si necesitase aquello más que otra cosa en ese instante. Le miró abiertamente, hasta que sus ojos se posaron en la herida que había sufrido el escualo en el hombro. Ella se sentía tan culpable al respecto... Y él se mostraba tan cordial con ella. Hasta el punto que también terminó arrancándole una muy suave sonrisa a la sirena.

Yo tampoco esperaba verte aquí. — Confesó, deleitándose con la imponente presencia del grandullón. Era, al menos, una cara conocida para ella. Y con la que confiaba plenamente, por lo que podía estar tranquila en ese aspecto. — Siento que la situación haya tenido que ser así. — Aunque sabía que no era culpa suya como tal, no podía evitar esa ligera punzada.

Pero la idea de salir de allí le pareció lo más adecuado, por lo que asintió mientras permanecía un momento pensativa. No era consciente, ni mucho menos, de los pensamientos intrusivos que estaba teniendo el gyojin con respecto a aromas de hombres. En el caso de Asradi, solo se miraba ahora mismo la cola que estaba al descubierto. Todavía sentía algunas miradas curiosas o acuciantes a lo lejos.

Sin decir nada, rebuscó en una de las cajas que habían destrozado y donde la mercancía se esparcía por el suelo. En ese instante no le importó absolutamente nada, ni el hecho de que pudiese estar robando. Que viniesen a decirle algo, si se atrevían. Durante el forcejeo y la anterior pelea, la prenda que solía cubrir su cola se había rasgado. Y no creía que fuese conveniente el pasearse por una ciudad tan grande y tan poblada como Loguetown, con ella al descubierto. Ya habían tenido un altercado por culpa de eso. Y no quería que se volviese a repetir. No tan pronto, al menos.

Así que terminó por asentir, bastante conforme, con la idea de la posada.

No, me parece bien ir ahí. Tengo que mirarte ese hombro y tratártelo. — Para ella, ahora mismo era lo primordial. — Prefiero hacerlo en un lugar donde no nos molesten. — Y donde no fuesen, de nuevo, blanco fácil para gente sin escrúpulos como los que la habían estado persiguiendo.

Claro que, al menos Asradi, no estaba pensando en nada raro. Pero una ducha para limpiarse el polvo de la pelea y el viaje, y curar las heridas de ambos le vendría que ni pintado. Y, al menos, para descansar un poco. No solo el cuerpo, sino también la cabeza y las emociones.

En cuanto a los responsables de aquello...

La mirada ceñuda de la pelinegra se posó en los hombres que todavía yacían por el suelo, desperdigados como si fuesen sacos inservibles. Si fuese por ella, los tiraría al mar para que los peces diesen buena cuenta de ellos. Pero decidió sacudir ese pensamiento de su cabeza.

Dejemos que la justicia se ocupe de ellos. — Suponía que todo aquel tumulto habría llamado la atención de la Marina. Con suerte no tardaban en aparecer. Aunque para ellos dos ya era demasiado tarde. No habían estado ahí cuando alguien les había necesitado.

Ese pensamiento le hizo fruncir levemente el ceño, por unos escasos segundos. Finalmente, exhaló un suspiro y le dedicó una dulce sonrisa al tiburón blanco, junto con una suave palmadita a su costado.

Vamos, grandullón. Que esto pica como si me hubiese restregado una medusa. — Intentó aligerar la tensión del ambiente. La herida de su costado, al menos, ya no sangraba tanto, aunque era incómodo en según qué movimientos.

Dejaría que Octojin le guiase hasta la posada mencionada, con Asradi siguiéndole a su lado.

¿Qué es ese olor tan fuerte? — Preguntó al aire, cuando un aroma como de fragancia le asaltó la nariz. Incluso arrugó la misma un poquito, notando el sutil picor como si fuese a estornudar en cualquier momento. No lo hizo, aún así.

No era desagradable, pero era... raro.
#9


Salto de foro:


Usuarios navegando en este tema: 9 invitado(s)