¿Sabías que…?
... el autor de One Piece, Eichiro Oda, hay semanas en las que apenas duerme 3 horas al día para poder alcanzar la entrega del capitulo a tiempo.
[Aventura] Spoils of Victory [T.1]
Lance Turner
Shirogami
Información previa

SPOILS OF VICTORY
[Imagen: GdgsRrr.png]

Día 15 del verano. Año 724.

El astro rey brillaba en lo más alto del espléndido sol que hacía aquel día en el tranquilo pueblo pesquero de Rostock. Siendo ya medio día, estaba siendo un día la mar de tranquilo, hasta el punto que incluso las olas del mar morían suavemente sobre los acantilados que rodeaban la costa. En el mercado de aquel pueblo todo transcurría con absoluta normalidad, el clásico bullicio donde rumores de todo el mundo se esparcían, aunque prestasen más atención a los locales. Se sobreponían a este bullicio los gritos de aquellos comerciantes que anunciaban sus ofertas, queriendo captar la voluntad de aquel comprador dudoso. 

Sin embargo, había algo que cobraba fuerza entre los rumores. Se decía que un par de adolescentes estaban aprovechándose de su condición de hijos de marines para saquear tiendas pequeñas sin ser sancionados. ¿Quién iba a acusar de robo a los hijos de unos marines que daban su vida por la isla y territorios cercanos? Permitirles esos robos eran un pequeño pago para aquellos que sufrían sus delincuencias. No obstante, lejos de amedrentarse, los jóvenes cada vez robaban más y más, sintiéndose los más listos del lugar al poder llevarse todo cuanto quisieran. Los comerciantes empezaban a perder la paciencia, y se avisaban los unos a los otros para estar más atentos cuando estos jovenzuelos andaban por allí. Fue tan polémica la situación, que incluso había rumores de una recompensa de 200.000 berris para aquel que diese un escarmiento a los chicos sin llegar a llamar la atención de la marina. 

La misión es sencilla, al menos en teoría: encontrar a estos jóvenes escurridizos amigos de lo ajeno, asegurarse de que no causen más problemas, y devolver los botines robado a sus legítimos dueños, al menos los que pudiesen devolverse todavía.
#1
Sowon
Luna Sangrienta
Personaje

El día se erigía radiante ante la Isla Kilombo, lugar donde Sowon había estado haciendo pequeños encargos para mejorar su reputación y sobre todo labrarse un camino que le permitiese explorar sus límites. A lo largo de los días había combatido bandidos, cazado forajidos y rescatado animales de los árboles, la rutina comenzaba a hacerle pesado el interés por otra tarea similar. La mujer buscaba una tarea poco común, algo que le sacase de la típica rutina y como si fuese obra de los dioses la acción llegó desde el lugar menos pensado. Mientras caminaba por las calles buscando algo que hacer, escuchó los rumores que se corrían entre los comerciantes, de dos niños que abusando de su posición robaban a los civiles. Era curioso que la supuesta responsable de la seguridad no hiciera nada al respecto, el trabajo parecía implicar contenerse algo complicado para una mujer de cuatro metros que en su espalda cargaba una espada gigantesca y que lo único que había hecho en sus encargos era encargarse definitivamente de los problemas. Una oni distinguía poco entre dar una lección y cortar de raíz las cosas, se encargó de aclararlo cuando algunos comerciantes le abordaron, no quería entrar en una disputa innecesaria.

―No me malentiendan, puedo encargarme pero no prometo que resuelva esto bajo sus términos. Lo intentaré, pero si un susto no es suficiente, mi espada se cobrará algunas libertades. Aunque, si han llegado al punto de necesitar a alguien como yo, creo que no les importa que la tierra se manche un poco con la sangre de los pecadores que ustedes buscan ajusticiar.―

Sonrió mientras tomaba el encargo casi a regañadientes, no deseaba llegar a tales extremos con unos niñatos pero ella se conocía muy bien y no era complicado sacarle de quicio. Lo peor es que cuando montaba en cólera podía llegar a extremos muy crudos, ya le había pasado cazando bandidos el hecho de sacrificar vidas y tomar la justicia por el filo de su arma no era algo ajeno a ella. Su familia había existido como un clan de mercenarios, tomaban el trabajo y cobraban, las consecuencias eran algo que muchas veces se escapaban de sus manos. No era la primera vez que tomaba un encargo peligroso, al menos no en el ámbito moral, muchas de sus aventuras antes de llegar a la Isla habían consistido en malinterpretaciones de los encargos. Por ejemplo, una vez un niño le había pedido castigar a sus padres por prohibirle jugar con un balón y ella simplemente les había cortado la cabeza, aprendiendo por las malas que un castigo era algo un poco más suave.

―Uhmm, quizás deba cortarle las manos, así no podrían volver a robar o tal vez las piernas para que no puedan huir. Hmm, no lo sé, muchas veces esos humanos lloran demasiado. Quizás con una advertencia lo logre, no necesito mucho para que la mayoría salga corriendo, pero lo más importante es que no tengo idea de como lucen o como encontrarlos. ¡Rayos! Deberé volver...―

A veces se olvidaba de lo más importante, teniendo que retroceder sobre sus pasos y volver a encontrarse con los comerciantes que le habían contratado. Por suerte estos humanos no eran tan descuidados, de hecho tenían un plan pensado, esperarían a que llegasen montando un puesto falso de baratijas donde ella sería la encargada de montar guardia y cuando aparecieran podría asustarlos un poco. Para la mujer demonio sonaba a un trato justo, simplemente tenía que sentarse a esperar con la mano en la empuñadura de su espada y su kimono listo para la acción, el ropaje mostraba algunos parches de las anteriores aventuras de su portadora lo que le hacía lucir aún más intimidante. No solo era alta, tenía cuernos y ojos extraños, una gran espada y su ropa era casi una advertencia de no meterse en problemas si no que comía de forma tan salvaje que muchos pensaban que les tomaría con una mano para llevarlos a su boca. El estigma social hacia su raza ya no le molestaba, había aprendido a vivir con ello y a aceptar que no caería bien a todo el mundo pero dejaba que su trabajo hablase por ella.

―Oye viejo, ¿Seguro que vendrán? Ha pasado un buen rato y solo veo gatos trepándose a los árboles, supongo que querrás que luego de esto los baje.―

Gruñó con cierta impaciencia terminando un trozo de carne, le fastidiaba que los felinos quisieran siempre subirse a la copa de los árboles y luego los lugareños le contratasen como una escalera o una podadora de ramas. Sin embargo, el viejo comerciante le hizo una seña de que guardase silencio, a lo mejor los mocosos estaban por llegar, se encogió de hombros y siguió comiendo cubierta en unas mantas por el señor. El plan era que ella saltase a la acción cuando las cosas se descontrolasen, el hecho de ocultarle como un bulto de mercancías seguramente atraería la codicia de los pequeños malhechores quienes esperarían encontrarse una pila de objetos valiosos y no a su verdugo esperando con bastantes pocas pulgas dado el tiempo que había estado contando gatos o ramas para no caer dormida del mero aburrimiento. Los segundos corrían gracias al reloj de arena, el sol se había movido un poco, las sombras empezaban a decorar la ciudad y el horario donde los primeros maleantes salían a sembrar el caos estaba cada vez más cerca. El sonido de la arena y la respiración del anciano era lo único que llenaba los oídos de la aguerrida mujer, su mente dibujaba los rostros de los supuestos niños ricos, debería darles un buen susto y su espada reclamaba un poco de acción pero no era momento de tomar medidas. Debía limitarse a que aquello fuese lo último, podría tener problemas por atacar sin ser atacada, los hechos podían ser manipulados por su influencia y había otros medios de convencer a unos inadaptados.

―Solo un poco más, no necesitamos apresurarnos, estoy segura que si las cosas salen bien podremos ir a cazar una presa que realmente valga la pena de blandirte...―

Vida: 448 / 448

Energia: 152 / 152

Inventario
#2
Lance Turner
Shirogami
A medida que pasaban las horas, la espera se hacía eterna. El aburrimiento era aún mayor de lo habitual, debido a la falta de clientela ante unos productos tan simples y poco llamativos. Durante todo el día habían acudido cientos de personas por las calles de aquel mercado, y un día más, sin éxito alguno en la captura de estos chicos.

Antes del anochecer, los tenderos ya habían recogido todos los puestos. Al terminar, se habían acercado curiosos al puesto donde se encontraba escondida Sowon, para saber cómo les había ido a ella y al tendero, y explicarles a su vez, lo que había sucedido en el resto de puestos.

- ¿Los habéis capturado? – Preguntó con cierta esperanza en el rostro una señora mayor, que había sido víctima de los robos un día más.

- No, no se atrevieron a robar aquí. – Respondió rápido el anciano que atendía aquel puesto falso de baratijas.

- Pues por mi tienda sí que robaron a sus anchas – Dijo el frutero con un claro tono de indignación. Ante su confirmación, se unieron la de varias personas, todas víctimas de uno de los mayores robos que habían sufrido en semanas.

Las miradas de preocupación se cruzaron entre todos los presentes, sintiéndose impotentes por haber vuelto a ser víctimas de ese dúo de chicos, pero con miedo a la ira de Sowon, la cual, pese a no haber sido de utilidad, había perdido un día por completo.

Poniendo en común lo sucedido, resultó que los chicos sí habían estado ejerciendo los robos típicos del día a día, pero al encontrarse frente al puesto falso no hicieron nada más que observar. En palabras del tendero, los jóvenes miraron con mucho recelo aquel sospechoso bulto que era Sowon, decidiendo largarse a varios puestos más adelante sin siquiera hacer amago alguno de robo.
- Señora… se me ocurre un cambio de planes… - Dijo el anciano tendero con voz temblorosa, temiendo provocar la ira de la Oni. – Quizá deba usted pasar más desapercibida… cambiar su aspecto a uno más común y menos llamativo… Tengo que reconocer que su porte, incluso entre las sábanas, hacía ver que era una persona fuerte y armada por la silueta…

El que era tendero del puesto de enfrente tomó la palabra, con menos miedo, pero guardando el respeto para evitar sufrir las consecuencias de enfadar a Sowon.
- Además, la sábana era muy fina para que usted pudiese ver a través de ella… pero en ocasiones, la luz hacía que se pudiese ver a través de la sábana si se quedaba un rato mirando… pero quizá los chicos pensaron que se trataba de una estatua, vaya a saber…

Fue en ese momento, que la anciana de mayor edad en el lugar, madre del tendero que había regentado el puesto falso, tomó la palabra.
- Hija… - Le dijo directamente a Sowon, sin miedo alguno a las represalias de estas. – Así vestida, parece que vas directa a la guerra… pero en el mercado, las personas somos más tranquilas y vestimos mucho más humilde… así vestida, con semejante arma, llamas mucho la atención. – Continuó hablando mientras se sentaba en una silla por lo difícil que le era continuar conversando de pie. – Así que, o te escondemos mucho mejor, o vamos a tener que ayudarte a vestirte para que seas uno de nosotros… ¿Qué prefieres, jovencita? – Dijo con una gran sonrisa amable en su rostro.

El fracaso había sido tan grande, que lo normal es que en los siguientes dos días, no acudiesen a robar los jóvenes, posponiendo el siguiente plan de captura al día 18 de Verano.
#3
Sowon
Luna Sangrienta
Aquello había sido una pérdida de tiempo, mientras ella aguardaba los maleantes se dieron un festín con otros puestos, creyó que su camuflaje había sido bueno pero los comentarios de los tenderos le habían hecho darse cuenta de su error. Pecaba de destacar en exceso, a lo mejor podían contratarla como una especie de guardia para mantener lejos a cualquier interesado pero si su tarea era capturarlos no llegarían a nada en caso de seguir así. Estaba molesta pero prefirió ignorar el asunto de perder un día, ahora tenían información valiosa que podrían utilizar para finalmente dar con el resultado más esperado. Siguió escuchando a los tenderos, cada quien ofrecía alguna solución al asunto tanto como disfrazarla, ocultarla mejor o intentar hacerle pasar como una tendera más. Los planes eran buenos, cada uno a su manera, pero la Oni no veía claridad en ninguno, más que nada porque todos tenían alguna falla que ella ya había experimentado al creer que una sábana sería suficiente para ocultarle. Si se vestía como una tendera igualmente sus cuernos y su enorme tamaño espantarían no solo a los jóvenes, si se esforzaban en ocultarla tras cajas o mercancía solo llamarían más la atención. Ojalá pudiera ser como ese perro en la esquina, que estaba ahí pero nadie notaba porque era normal, reflexionó la frase nuevamente saboreando su simbolismo. Algo comenzaba a trabajar en su cabeza, llevó su mano al mentón volviendo a repetir la frase como un murmullo para sí misma, luego lo dijo con más entusiasmo en un rugido casi catártico. Lo tenía, sabía un camuflaje mucho mejor que los que le habían propuesto y reunió a los tenderos a su alrededor para comentar su idea, esta vez no intentarían ocultarla si no mostrarla a la vista de todos.

―Intentar hacerme pasar por hormigas humanas solo llamaría la atención, estos cuernos no son decoración y tampoco ustedes llegan a medir más que la mitad de mis piernas. Pero tengo una solución, en lugar de ocultarme debemos exponerme como ese perro de ahí. Mírenlo, es grandote, se ve rudo, imponente pero pese a todo eso nadie le presta atención más que para no pisarlo. Tengo una idea que nos beneficiará a todos, observen esto...―

Tomó su espada y comenzó a dibujar en la tierra, primero hizo un círculo representando la plaza, luego trazó una línea en el lugar donde quería representar los puestos y luego clavó la enorme punta en el centro de la plaza. Tenía un plan en mente, incluso si parecía una tonta por fuera este plan le resultaba infalible. Intentaba usar su carisma para comunicar la idea, pero también era una gran oportunidad de exponer su belleza y destacar entre aquellos seres diminutos a sus ojos, claro que el hecho de haberles dicho hormigas como una forma amigable a algunos tenderos no les hizo mucha gracia pero la rubia prosiguió con el plano trazado.

―Primero deberemos colocar los puestos en una medialuna alrededor del centro de la plaza, así podré verlos a todos mientras las personas pasean, pero eso no serviría de nada si yo estoy en el centro. La viejita patachueca lo ha dicho bien, me ven como un arma de guerra, pero nadie le prestaría atención a una estatua más que si fuese de oro o bronce. ¿Tú vendes pinturas métalicas no es así? Vas a pintarme y dejarme bien bella, de dorado o cobre. El chico que vende sillas también hará una silla para ser pintada, tenemos dos días para dejar todo listo. Luego de pintarme y sentarme en el centro de la plaza destaparán las sábanas y dirán que soy una... ¿Estatua dijo el hombrecillo? Sí, una estatua en honor a algún cuento de niños como pulgarcito. Con eso mataremos dos pájaros de un espadazo, primero yo podré vigilar todo lo que ocurra al mismo tiempo sin necesidad de esconderme y segundo que estaré en guardia para aproximarme sin muchas sorpresas. Incluso podrán decir que era eso lo que había bajo las sábanas hoy. Tenemos mucho que hacer, en especial encontrar una postura que no me resulte incómoda, vamos a aplastar a esos niñatos.―

El plan parecía adecuado pese a las formas de plantearlo, la rudeza de comunicarlo y algunos gestos entre los tenderos todos conocían la estrategia de la estatua humana. Algunos habían trabajado algunos años como estatuas para ganar dinero con el cual comprarse el puesto y podían ofrecerle consejos a la enorme Oni como las posturas más sencillas de mantener y los trucos para que nada le picase que partían desde una buena pintura corporal. Codo con codo, los comerciantes trabajaron en los siguientes dos días para convertir a su salvadora en una verdadera estatua de bronce y lo más costoso era trasladarle hasta el centro de la plaza para no levantar las sospechas. Sowon era una mujer que aunque atlética era bastante pesada para los estándares humanos, tuvieron que trasladarla sobre troncos y hacer que la silla rodase hasta el centro de la plaza. Un trabajo costoso pero que se logró, coronando la inauguración de la estatua con gran ilusión, todos parecían recordar a alguien cuando veían a la Oni dorada pero nadie era consciente de que de hecho estaba vigilando.

―Todo ha salido bien, deberemos esperar pero esta vez tenemos a todos los puestos vigilados y nadie se para a pensar en que hay una gigantesca criatura aguardando por su presa...―

Intuyó para sí misma la mujer permaneciendo quieta, tal como le habían enseñado a controlar su respiración y mover muy lentamente los ojos para camuflar sus parpadeos cuando nadie estuviera mirando. El hecho de tener los puestos frente a ella le facilitaba la complicidad de los tenderos, apenas esos dos chicos se dignasen a aparecer podría abordarlos desde la retaguardia, además de que habían estado practicando el día anterior sobre la mejor manera para intervenir sin que el sonido le delatase. Su espada, estaba sobre su regazo, facilitando que con solo un movimiento pudiese apuntar a la cabeza de cualquier delincuente sospechoso. Lo habían planeado bien, lo que el ingenio humano y la picardía de una Oni amante de la atención podían planificar para ocultarse literalmente frente a las narices de todo el mundo.
#4
Lance Turner
Shirogami
El nuevo día del aquel verano amaneció con un aire cargado de expectativas. El mercado de Rostock no había cambiado en apariencia, pero entre los tenderos había una especie de emoción ante la nueva estrategia que iban a llevar a cabo en ese día. Había rumores en el aire de una nueva escultura puesta por el gobierno, una que hace honor a una heroína caída en combate tras salvar a toda una nación. Eran palabras dichas entre dientes por los comerciantes, pero que pronto se dispersó por todo el lugar. Muchos de los ciudadanos de aquel lugar se inclinaban frente a la estatua, como gesto de respeto y honor por lo brava que había sido aquella heroína, mientras que los más jóvenes se limitaban a sonreír nerviosos cada vez que observaban la estatua de bronce. Sus sueños de llegar a ser iguales que ellas en sus proezas, hacían que incluso los no tan pequeños, jugasen a piratas y marines interpretando que son héroes dispuestos a entregar sus vidas por el bien de la población. No obstante, esta hermosa y magnífica estatua, en realidad, no era más que Sowon, camuflada a plena vista.

Aunque su propuesta había parecido una broma al comienzo, la anciana que tomó la palabra en aquella conversación nocturna, fue la que aprobó la idea. En la cabeza de varios tenderos resonaban sus palabras cada vez que miraban la estatua: "En ocasiones, lo que tenemos más a la vista, es aquello que más pasa desapercibido".

El sol comenzaba a elevarse, proyectando largas sombras sobre el adoquinado de la plaza central. Los puestos de baratijas ya estaban completamente operativos, y una fila de clientes comenzaba a recorrer las callejuelas entre las carpas coloridas. Para los transeúntes, la estatua que presidía el centro del mercado sólo era llamativa la primera vez que la veían, después, tras comentarla, no era más que un detalle ornamental. Un gigante de bronce con cuernos, una espada imponente en el regazo y una pose desafiante, que parecía una adición artística reciente al bullicioso ambiente. Nadie, salvo los comerciantes que conocían el plan, sospechaba que dentro de esa estatua descansaba la feroz guerrera oni.

Sowon, inmóvil bajo su gruesa capa de pintura metálica, podía sentir la tensión en sus músculos, e incluso su respiración estaba controlada, suave y pausada, mientras su mente se mantenía alerta, repasando una y otra vez los movimientos necesarios para actuar en cuanto esos dos jóvenes bandidos aparecieran.

El tiempo parecía estirarse mientras el día seguía avanzando, y fue justo cuando llegó el mediodía, cuando el mercado estaba en su apogeo y con el sol cayendo implacablemente sobre la plaza, que dos siluetas furtivas, adolescentes, se movían con una agilidad sospechosa entre los puestos. Estos observaban a su alrededor con ojos demasiado atentos para ser simples compradores.

Uno de ellos, el más alto y probablemente el líder, tenía un aire de suficiencia en su sonrisa ladeada, como si ya hubiese ganado esta partida incluso antes de haberla empezado. El otro, más bajo y nervioso, parecía menos convencido, mirando a su compañero con incertidumbre.

Cuando estos jóvenes estaban al acecho, uno de los tenderos comenzó a anunciar su producto, tal y como era habitual. No obstante, ese día todavía no lo había hecho, pues era la señal acordada para cuando los chicos estuviesen presentes, comenzar a gritar ofertas y señalando al tendero de enfrente para preguntarle si quería que le guardase algo tras la jornada del día. Al señalarlo a él, estaba indicando también dónde se encontraban los pequeños rufianes, usando gestos y señales comunes del día a día para no llamar la atención. La tienda a la que señalaba, no era otra que una frutería enorme con una gran variedad de producto. 

Los jóvenes, por el momento no parecían querer actuar, pasando de largo de aquella frutería hasta llegar a otra más exclusiva, pero muy cerca de la enorme escultura de bronce que allí erguía en el centro de la plaza. Se trataba de un puesto que sólo exponía su producto una vez por semana debido a la dificultad de obtener sus productos, uno lleno de telas finas y joyas pequeñas pero valiosas, lo suficientemente cerca de la estatua como para que ella pudiese oír las palabras susurradas entre ambos. 

- ¿Estás seguro de esto? - Murmuró el más bajo, nervioso. - La última vez casi nos pillan.

El líder, con una risa suave y despreocupada, respondió de inmediato con mucha calma y picardía.

- Relájate, idiota. - Dijo sin aguardar un solo segundo a que el pequeño diera más fuerza a sus temores. - Ya te dije que no hay nada que temer. La vieja no tiene el valor de denunciarnos. Además, ¿Quién va a decir algo en un lugar como este? Nos están rogando que les robemos.

Los muchachos comenzaron a tantear el terreno, deslizando manos rápidas por encima de las telas, mientras fingían ser simples clientes interesados. El líder hizo un gesto con la cabeza, indicando a su compañero que estaba listo para actuar. Fue entonces cuando el chico más bajo se inclinó para deslizar una joya dentro de su bolsillo, hasta introducirla en él.
#5
Sowon
Luna Sangrienta
La misión se había convertido en una prueba de paciencia, mucha paciencia, el estar quieta no era problema pero lentamente el sol sobre su espalda comenzaba a incomodarle, no era extraño que los diferentes comerciantes estuvieran vigilando al acecho de los rufianes. Ese día los cazadores eran presas y las presas ansiosos depredadores, la idea era asustarles un poco ya le habían repetido en incontables ocasiones que no traería un buen ejemplo cortarlos por la mitad o empalarlos en el medio de la plaza. Siendo aquellas las ideas más suaves de la Oni, en cambio los comerciantes le brindaron un libreto, un papel a interpretar con el uso de su carisma al momento indicado. La idea era en palabras de la anciana "jugar a ser una guerrera", debía impresionar a todos con palabras certeras y una gran puesta en escena. Cosa que en el arte de dramatizar y llamar la atención la Oni era muy buena, repasaba el libreto en su cabeza a medida que el día avanzaba hasta que finalmente la señal se produjo.

Sus ojos rondaron por la zona hasta dar con un par particular, murmuraban entre ellos y parecían estar marcando los puestos para ver cual estaba más vulnerable.  A sus ojos simples hormigas de tamaño normal, pero su paciencia le ayudó a captar algo, uno de ellos parecía más vulnerable a ser intimidado. Era más pequeño que el otro, sus nervios se notaban al temblar como una hoja, a lo mejor solo estaba ahí por temor al otro.  Pero ambos eran meros crios, vulnerables y que se llevarían una grata sorpresa aquel día, clavó su enorrme espadón en el suelo haciendo temblar la tierra para llamar la atención del duo. Era momento de brillar, infló su pecho orgullosa mientras se levantaba del trono lentamente,  segura de añadir suficiente drama como si su cuerpo de bronce estuviese recuperando de forma antinatural el movimiento.

—¡Ustedes mancillan el honor de su familia! ¿Acaso así se les instruye a las nuevas generaciones? En mis tiempos, oh en mis tiempos, un acto de tal crueldad era castigado con el fuego sagrado, los cuerpos eran arrojados al mar tras incinerarse y así encontraban su redención  en una nueva vida. ¿Eso buscan pequeñas hormigas?—

Rugió con voz estrepidante, posando sus ojos en aquel que había tomado algo del puesto, no sabía que era pero estaba segura que lo había visto. Le señaló con uno de sus dedos, la diferencia de tamaños era tal que el dedo por poco llegaba a hacer sombra sobre su cabeza, el sol le pegaba de espaldas por lo que su gigantesca sombra parecía cubrir con un manto de oscuridad no solo a los chicos si no al puesto en sí.

—Ladrón, ¿Cómo te atreves a robar frente a mi monumento? Devuelve eso que no te pertenece, no me hagas enfadar ya que esta enorme espada que aprecias frente a tu cabeza se ha llevado la vida de cientos de enemigos. No me gusta usarla contra basura, pero quienes mienten y roban son un caso especial...—

Levantó la enorme espada hacia el sol y luego realizó un movimiento de advertencia, un simple deslizamiento de la hoja de lado a lado pero que envió un poderoso viento contra los jóvenes. Un viento como esas brisas tormentosas del verano, que le pondrían la piel de gallina a cualquiera. La escena no pasó desapercibida para los puesteros quienes comenzaron con su parte del acto, describiendo como le habían  robado, como cada día se habían dedicado a nutrirse como parásitos del trabajo ajeno. Y claro la presión popular ahora que la estatua había cobrado vida por un sacrilegio, que las leyendas de los Oni se magnificaba en un abucheo al duo. La mujer volvió a levantar la voz, recostando la empuñadura de su arma en su hombro.

—¿Es esta la vida que quieren vivir? Mancillando el nombre de quienes arriesgan su vida por el pueblo, por quienes han jurado protegerlas, ustedes dos son todavía jóvenes para cambiar ese destino. Pueden dejar esta vida o mi espada estará encantada de que la abandonen por completo. Ustedes tienen la oportunidad, una única oportunidad, porque cuando una guerrera levanta su arma es para utilizarla.—

Sonrió con una mueca salvaje, el espíritu de la antigua guerrera parecía haber vuelto del mismo infierno y su gigantesca espada volvió a clavarse esta vez con mayor suavidad. Era un gesto de advertencia, lo próximo en lo que se clavaría era en la cabeza de alguien, los clientes y puesteros se habían congregado alrededor de la estatua y los jóvenes, juzgando con sus ojos de desaprovación a ambos, si alguno de los dos no se había desmayado por esa aparición de seguro estaría a punto de hacerlo. Observó a los puesteros, parecían satisfechos con la puesta en escena, había sido un buen discurso y un gran susto solo restaba ver si debería utilizar su espada para dar una lección un poco más a su estilo o si con eso bastaba.
#6
Lance Turner
Shirogami
Los murmullos de la gente parecían dispersarse con el movimiento del puntero del reloj. Sowon, quien seguía manteniéndose vigilante, escondida ante las narices de todos, había estado observando el entorno con una  paciencia que pocas veces había llevado a la práctica, esperando el momento oportuno. Los comerciantes, aunque agradecidos por su presencia, no podían evitar lanzar miradas inquietas, a sabiendas de que muy pronto algo iba a pasar.

Entre todo el gentío, se movían dos niños con siglo. Ya estaban cerca de su objetivo cargados de la seguridad que les daba haber perpetrado ya decenas de robos allí. Sin embargo, como dice la sabiduría popular, es sabido por todos que el exceso de confianza podía ser la tumba de los reinos más grandes. 

Los jóvenes, pecando de experiencia en la vida, y un orgullo nacido de tantos robos con éxito, intercambiaban rápidas miradas nerviosas entre ellos, como si esto fuese algo divertido para ellos. Quizá, fuese así de hecho, productos de una vida sin muchos esfuerzos ni educación cívica.

El momento en que Sowon se abalanzó sobre los niños ocurrió de manera repentina y veloz. Ella no tardó en detectar el sospechoso movimiento de los pequeños justo en el instante en que robaron, y mucho menos tardó en entrar en acción, se levantó de su puesto mostrándose imponente, enfatizando su altura y masa muscular para llamar aún más al miedo de los pequeños ladrones. Estos apenas tienen tiempo de reaccionar ante la figura de Sowon y su expresión severa. El miedo en los rostros de los niños es inmediato, y por un instante, el mercado entero parece detenerse, conteniendo el aliento ante la intervención.

Sowon, quien no necesitaba decir mucho, ya que su mera presencia era suficiente para que los niños sepan que han sido atrapados, decidió tomar la palabra para reprenderlos.

Los pequeños se estremecen, conscientes de que no tienen escapatoria, mientras el silencio se extiende cada vez más lejos. Sowon los mantiene bajo control, sin soltar su presa, como un depredador que ha inmovilizado a su objetivo, sus ojos, afilados y evaluadores, estudian cada reacción de los chicos, dejando que el peso de la situación caiga sobre ellos antes de retomar la palabra de nuevo.

El mayor de los niños, inicialmente desafiante, pronto se quiebra bajo la presión. Sus ojos se llenan de lágrimas, incapaz de soportar la acusación de Sowon, dejando caer al suelo lo robado. El más pequeño, aunque asustado, intenta mantener la calma, pero sus manos temblorosas lo delatan. Finalmente, es este el primero en tomar la palabra tras tomar una respiración profunda, tratando de asumir el rol de portavoz ante la parálisis de su compañero. Dio un paso al frente, aunque sus piernas temblaban tanto que parecía que se desplomaría en cualquier momento, y comenzó a hablar, a pesar de que su voz estaba quebrada y tartamudeante al comienzo.

- Nosotros... nosotros no queríamos... - Balbuceó, pero en esta ocasión, se sintió amenazado por Sowon, quien blandió su espada para imponer más respeto en esa situación.

El mayor soltó un sollozo, incapaz de contenerse más, y comenzó a llorar abiertamente, dejando caer sus hombros mientras el chico de menor edad lo observaba con una mezcla de vergüenza y desesperación. No habían esperado que las cosas llegaran tan lejos, y ahora no sabían cómo escapar de la situación.

Antes de que el pequeño siguiese sus palabras, lo cual se le estaba haciendo un mundo, dos mujeres, que rápidamente fueron identificadas como las madres de los chicos, se abrieron paso entre la multitud. Sus rostros reflejaban una mezcla de vergüenza y preocupación. Una de ellas, con los brazos cruzados y el ceño fruncido, se acercó primero a los chicos.
¡¿Qué creéis que estáis haciendo?! - Exclamó, con una furia evidente en su voz mientras se detenía frente a ellos. Los niños bajaron la mirada, avergonzados.

La otra mujer, más alta y con un aire más tranquilo, abofeteó a ambos chicos. Tras esto, miró alrededor y se dirigió directamente a los comerciantes.
Perdónenlos, por favor. Estos dos ya han causado suficientes problemas. No volverá a suceder - Dijo, inclinando la cabeza con humildad, antes de volverse hacia los chicos.

¡Inclinaos y pedid perdón! - Les ordenó la madre del mayor, con una mirada fulminante. Los chicos, casi al borde de las lágrimas, hicieron lo que se les dijo, inclinándose hacia el suelo tanto como podían.

L-lo sentimos - Respondió el mayor, entre sollozos. El pequeño repitió las mismas palabras, aunque con menos convicción. Ambos se mantuvieron inclinados durante unos momentos, claramente arrepentidos, pero también profundamente humillados por la reprimenda pública.

Las madres, satisfechas con la disculpa, volvieron a levantar a sus hijos. Antes de retirarse, una de ellas se volvió hacia los comerciantes una vez más:

Nos aseguraremos de que trabajen para devolver lo que han robado. No podemos compensarles de otra manera ahora, pero sus actos no quedarán impunes.

Con eso, las dos mujeres se marcharon, llevando a los chicos casi a rastras, quienes aún sollozaban y susurraban disculpas entre dientes. La plaza quedó en silencio durante unos momentos, mientras los comerciantes intercambiaban miradas aliviadas y comenzaban a relajarse.

Los comerciantes comenzaron a celebrar que esto hubiese sucedido, acercándose a la imponente Sowon para trasmitirles su agradecimiento, así como regalarle frutas y otros alimentos a modo de mayor gratitud. La señora mayor que parecía la más sabia del mercado, se acercaba a Sowon inclinando levemente la cabeza dándole las gracias, al tiempo que le ofrecía un sobre con una recompensa económica que todos habían reunido para pagar los servicios de Sowon.
#7
Sowon
Luna Sangrienta
El rostro de la mujer mostró incredulidad ante la escena, levantó una ceja mientras veía pasmada como los humanos rompían en llanto, era algo que no solía pasarle a menudo. Dado la diferencia de alturas, siempre veía a cualquier humano como una simple hormiga y solo cayó en cuenta de que aquellos temibles bandidos eran unos niños en cuanto reaccionaron de una manera tan humillante. Las madres de los mismos aparecieron de repente, dejando a la Oni aún más incrédula al verlas castigar a quienes ella había llegado a considerar una amenaza, su mente comenzó a pensar en lo que ella hubiera hecho por su cuenta. Nunca había temido en blandir su espada por dinero, de dejarle con la cadena suelta podía haber llegado a un resultado muy diferente y a lo mejor lejos del festejo se hubiera gestado una tragedia. En especial porque nunca le mencionaron que los supuestos bandidos que atormentaban el lugar, esos expertos ladrones bajo protección de la marina eran simples niños llorones.



—Ya entendí, ya entendí... No se atrevan a sonarse los mocos con mi kimono que ya les he visto la intención. ¡Deberían hacer caso a sus madres! Ellas los han traído a este mundo para que sean buenos niños y no para que anden robando, todavía tienen una familia que les cuida. No deberían descuidar esas cosas...—

Comentó con una voz incómoda mientras movía su mano derecha con un gesto de ingenuidad. No podía creer que se había tomado tantas molestias simplemente para asustar a unos niños. Aunque comenzó a reír al ver como sus madres los arrastraban y prometían que trabajarían, haciendo que una lamparita se encendiera sobre la cabeza, sabía de alguien que necesitaba a dos inquietos ayudantes.

—Oigan pulguitas, deberían ayudar a la viejita en su puesto. Ya está mayor y sigue rompiendo su espalda a diario, un par de chicos revoltosos no vendrían mal. Además podrían aprender mucho de ella y quien sabe en un futuro proteger el puesto de otros como ustedes.—

Comentó señalando  el puesto  de la anciana, en su ccultura  Oni los viejos eran los dueños de la sabiduría. Aquellos  que guiaban a las nuevas generaciones y quienes tras años de intensa lucha  merecían un descanso, una ayuda para poder disfrutar en paz del ocaso en sus vidas. Esos chicos  podrían aprender mucho y además reducir la carga de la anciana, confiriendo a  su vida la tranquilidad que en ese momento merecía. Tras la curiosa escena, la rubia enfundó su espada en la espalda y limpió con un paño mojado su rostro, debería  darse un baño más temprano que tarde para librarse de toda la pintura corporal.

—Mmm, siempre me ha gustado esta fruta, es tan dulce y jugosa...—

Declaró mordiendo un damasco, era curioso verle comer una fruta que en sus manos lucía bastante pequeña, pero aún así disfrutaba con gran alegría. El dulzor de su jugo y la frescura de este en su garganta hacían de su esfuerzo un sacrificio necesario, por fin podía relajarse y sentarse en el suelo para disfrutar de una paga bien ganada.  Su voz, agotada y desganada en partes iguales, recuperó su tono más dulce gracias a la intervención de aquella fruta. Cuando tomó el sobre de dinero y lo guardó,  volvió a hablar con una voz mucho más amigable e incluso sin repeler la cercanía de los comerciantes que le habían contratado.

—Supongo que fue divertido, aunque mi espada se quedó con hambre no siempre se puede hacer lo que se quiera. Admito que muchas veces estuve por renunciar, quedarme quieta fue un martirio pero nunca he fallado un encargo. Espero que la próxima vez tengan algo peligroso de lo que encargarme, deberé ir a cortar algunos árboles para no aburrirme.—

Sonrió mientras se levantaba y tomaba sus cosas, partiendo hacia el bosque para liberar toda la energía contenida, todavía estaba procesando las cosas. No era una aventura tan emocionante, pero se había sentido como un desafío constante que le puso al límite. Su paciencia, su ingenio e incluso sus dotes actorales, podía reconocer que se trató de una batalla pero en lugar de sangre y plata había conllevado sudor y lágrimas de los niñatos que tras ese susto no se atreverían a volver a robar. Ahora debía entrenar, pensar en que hacer con el dinero y distribuir de forma equitativa sus alimentos. A fin de cuentas, el pago había sido muy generoso y le ayudaría a mantenerse por un par de días sin recurrir al peligro.
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