Hay rumores sobre…
... una bestia enorme y terrible atemoriza a cualquier infeliz que se acerque a la Isla Momobami.
[Autonarrada] [A -T2] [Autonarrada] El maestro Tom
Juuken
Juuken
Día 30 de Primavera del año 721


Salí a cubierta. Hacía un maravilloso día. Los marineros iban de un lado a otro, todavía no se terminaban de fiar de mí, sobre todo con lo ocurrido hacía un par de días. Todavía era algo que se escapaba a mi comprensión, no comprendía exactamente qué era lo que me ocurría, pero si algo me estaba dando cuenta estos días, era que no sabía nada de este mundo. Ni siquiera de la vida. Había estado encerrado durante más de dieciséis años. Por lo que Tom y Marin me contaron, su hija fue secuestrada con dos años aproximadamente, por lo que a los años que se suponía que había estado allí, había que sumarle esos años.

¿Pero en qué influía eso? ¿Qué más daba la edad ahí? Lo único que importaba era lo que ella me dijo en su día. Sus palabras resonaron en mi cabeza como si estuviera a mi lado en ese momento. Las recordaba perfectamente, su celebración era habernos conocido. Nunca comprendí por qué era que sentía esa afinidad conmigo, por qué le parecía tan importante nuestra amistad, pero fue aquél día cuando logró sacarme una sonrisa. La primera y última vez que ella pudo verla. En ese momento sentía que sería incapaz de poder volver a sonreír más.

-Pero yo celebro habernos conocido, Juuken. No hablas mucho, pero eres mi mejor amigo.

Las palabras retumbaron en mi cabeza, su voz taladró tan profundo que hizo que mi corazón diese un vuelco y se acelerase. En ese momento mis ojos se humedecieron. No era la primera vez que ocurría, desgraciadamente tampoco sería la última. En la zona delantera de aquél barco, contemplando el mar. La infinidad se abría paso ante nosotros. La imagen era tan bella como desoladora, el sol incidía provocando unos reflejos a través de las nubes que mezclaba el paisaje con bellos tonos carmesíes. Estaba seguro de que le habría encantado esa vista a Juuni. Ellos decían que su nombre era Layla, pero para mí siempre sería Juuni, ese era el nombre por el que la había conocido, ese nombre era el que guardaba con cariño en lo más profundo de mi memoria. Y de mi corazón.

-Te echo de menos -murmuré casi sin pensarlo. Creía que si había alguna posibilidad de que pudiera escucharme, allá donde estuviera, no podía guardarme esas palabras. Lo que no era consciente era que no estaba solo.
-Te entiendo, muchacho -me sobresaltó la voz de Marin desde detrás de mí. Habló con una voz muy tenue, como si estuviera conteniendo el llanto-. No eres el único -se aventuró a pensar que estaba pensando en su hija. No podía reprocharle nada, tenía razón-. No hay día que no la eche de menos. Tardamos demasiado tiempo en encontrar dónde estábais. Nunca podré perdonarme a mí misma por no ser capaz de encontraros antes -pude notar como sus de sus ojos comenzaban a brotar lágrimas. Estábamos en las misma situación prácticamente. No sabía cómo actuar en aquella situación-. Por lo menos, tú pudiste salir de allí. Al menos pudimos rescatarte a tí.

Las franjas de luces anaranjadas cada vez se tornaban más oscuras. Estaba anocheciendo. Permanecimos prácticamente en silencio. Marin se acercó abrazándome, gesto que le devolví. No era igual que lo que había sentido con Juuni, pero sentía que ella lo necesitaba más que yo. Al poco se apartó y se disculpó por su comportamiento, tras lo cual quiso acompañarme a mi camerino. Así lo llamaba. En aquel cuarto había una cama, fue allí cuando descubrí que el lugar para dormir podía ser más blando y cómodo.



Día 31 de Primavera del año 721


Amanecí algo sobresaltado. La puerta del camerino se había abierto y me sorprendió. No salté pues estaba acostumbrado a ello, pero sí me desperté y me quedé mirando directamente hacia la entrada. Allí estaba Tom, quien se sobresaltó al verme girar la cabeza bruscamente. Se quedó unos instantes allí mirándome, como paralizado, como sin saber qué decir o cómo actuar. De pronto resopló y tiró algo al suelo. Era un palo de madera. Se quedó mirándome.

-Cógelo y ven, muchacho.

No comprendía por qué hizo eso, pero no lo pensé demasiado. Me levanté prácticamente de un bote, cogí ese palo y me dirigí a la salida. Él se había apartado bastante. El sol comenzaba a ascender, el viento resultaba agradable y, en cierto modo, refrescante y acogedor. Tom estaba más adelante, también con un palo en su mano, pero el suyo era algo más grande que el mío. Me quedé mirándole, indeciso e intrigado por la situación.

A nuestro alrededor se había formado un tipo de círculo delimitado por los marineros del propio barco, los hombres que lideraban Tom y Marin. No me gustaba ser el centro de atención ahí, y todo el mundo nos estaba mirando. Por un momento me tensé por completo. No supe como reaccionar, tan solo quería escapar de esa situación y no sabía cómo. Por suerte Tom comenzó a hablar para explicar el por qué de esa situación.

-Si vas a aventurarte en este mundo. Debes saber cómo defenderte y cómo pelear -extendió ese palo sujetándolo con una de sus enormes manos-. Así que demuéstrame lo que sabes, Juuken.

Ahora lo entendía, quería ponerme a prueba con esos palos. Obviamente nunca había hecho nada similar, lo más parecido fue aquel momento que perdí el control y solamente quería acabar con aquellos malditos que no hacían más que ponernos inyecciones a todos los que allí estábamos. Ese día actué por puro instinto, no sería capaz de recrear aquellos movimientos conscientemente, mi cuerpo simplemente se movió y ataqué a esa gente de forma indiscriminada.

Debía intentar hacer algo similar, por lo menos demostrarle de lo que era capaz. Con decisión me lancé a por Tom con ese palo. Fui a darle un golpe directamente en su costado derecho, pero en un momento él me esquivó y, antes de darme cuenta, estaba cayendo de bruces al suelo. Pude escuchar un murmullo de risas mientras mi cara estaba completamente contra la madera del suelo cubierta. No tardaron en cesar esos murmullos.

Me volví a levantar presto. No sabía que me había hecho, no lo había visto, pero ahora estaba detrás de mí, a la misma distancia de antes. Volví a cargar hacia él, esta vez haciendo un golpe en barrido hacia adelante para evitar que se hiciera a un lado y me esquivase de nuevo. Él sencillamente saltó hacia atrás para esquivarme. Comencé a lanzar golpes, uno tras otro, encadenándolos, esforzándome al máximo, intentando conectar alguno. Tom simplemente me evadía con suma facilidad.

-¡Céntrate!

Dijo a la vez que bloqueaba mi palo con el suyo y me golpeaba en las piernas, haciéndome caer otra vez. Resultaba frustrante. Era incapaz de seguirle el ritmo, sin embargo él era una persona muy grande en comparación a mí, debía de ser sencillo para mí escabullirme de sus ataques y conectar de alguna forma. ¿Por qué no lo estaba consiguiendo? Me quedé inmóvil tratando de analizar la situación, buscando una forma de llegar a conectar, mirando alrededor de Tom. Debía haber alguna forma de llegar hasta él.

-Por fin lo entiendes -dijo con una leve mueca de alegría en su rostro-. Debo decir que has tardado menos de lo que me esperaba. Pero dime. ¿Por qué has dejado de atacar?

Tardé unos instantes en reaccionar a lo que me decía, y no entendía qué quería exactamente que le dijera. ¿Con qué objetivo hacía esto? Quería que le atacara, pero él no estaba haciendo más que tirarme al suelo y esquivar mis ataques, sin hacer absolutamente nada más. Vi que se quedó esperando una respuesta, incluso bajó su arma en señal de tregua.

-No puedo llegar a tí -dije completamente serio-. Solo me voy a cansar si sigo así.
-Buena conclusión. ¿Pero y si no tienes más remedio que pasar por mí para poder seguir adelante?


Era una buena pregunta, me quedé mirando alrededor. Estábamos en cubierta, había muchas cuerdas y redes por todas partes, pero no tenía forma de utilizarlas. A menos que hiciera algo increiblemente estúpido. Sonreí y me lancé a por él nuevamente, fui directo, provocando que me golpease. ¿Qué es lo peor que podría pasar? Estaba demasiado acostumbrado al dolor. Su cara fue de asombro y su reacción justo la que esperaba, me lanzó un golpe para quitarme de en medio.

Fue bastante más duro que lo que me esperaba. Caí al suelo, a los pies de algunos de los otros miembros del barco, a orillas de aquél círculo. Miré hacia arriba, pero sin fijarme en los rostros de los que allí estaban. Escuché murmullos de nuevo, pero esta vez de intriga, alguno inquiría que estaba loco por haberme lanzado de esa forma contra Tom. Pero era justo lo que esperaba, desconcertarlos a todos para que no se esperasen lo que iba a hacer.

En un movimiento, lo más rápido que pude, le robé la espada al tipo que tenía delante. Tomé la empuñadura y me empujé de él con mi pierna, saliendo lanzado de nuevo a por Tom, esta vez con un arma en mis manos. El otro hombre cayó hacia atrás, y desarmado, por mi acción e impulso.

-¡Espera Juuken! -dijo Tom con un gesto algo desesperado. Sorprendido.

Pero no hice caso a la advertencia de Tom. También cabe decir que no era mi intención ir a herirle directamente con la hoja. Estaba todo el rato esquivándome, tal vez pudiera llegar a llevarle a un punto concreto, por lo que fuí por su derecha para provocarle que se desviase hacia la otra dirección. Mientras, blandía aquella arma.

Lo había conseguido, por lo que no salté hacia él, sino en dirección opuesta, hacia un carrete que tenía unos cabos. Los corté con el arma, lo que provocó un poco de revuelo, pero en un momento Tom se vió bajo una red que le hizo desestabilizarse y caer al suelo. Para cuando quiso levantar la cabeza, tenía la punta de la espada frente a él, amenazándolo.

-Si no puedo contigo, entonces buscaré la forma de pararte.

Comenzó a echarse a reir de una forma bastante exagerada, a mi parecer. No solo él, sino también muchos de aquellos hombres alrededor. Alguno incluso aplaudía. Antes de darme cuenta mi arma se había soltado de mi mano y estaba siendo sujetado por Tom. ¿En qué momento se había liberado de esa red? Estaba sujetándome con los dos brazos, dejándome completamente inmovilizado y alzándome.

Sonrió y comenzó a relajarse. Me soltó y yo me alejé un poco hacia atrás. De pronto él comenzó a aplaudir, miré alrededor, algunas personas asentían con la cabeza. Marin, desde lo alto de la posición del timón, sobre el castillo de popa, me aplaudía con una sonrisa en la cara. No entendía nada de lo que estaba pasando ahí.

-Bravo Juuken. Has sabido buscar una forma de pasar. Pero aún así has cometido un pequeño error -se señaló a si mismo con el pulgar de su mano derecha, dando a entender que el error era él mismo-. Si ves que tu rival es claramente más fuerte que tú, no lo enfrentes directamente, lárgate. Solo tenías que pasar de largo.

La gente comenzó a esparcirse y a volver a sus respectivas tareas. El show parecía haber terminado, ya habían visto lo que querían y ahora se esparcían. Así que suponía que todo eso ya había pasado. El hombre al que había empujado se me quedó mirando, entre serio y avergonzado, mientras recogía su arma. Tom se rió bastante escandalosamente.

-No te avergüences Hayate. El muchacho nos cogió de sorpresa a todos.

Pero ese hombre tan solo recogió su arma, volvió a mirar avergonzado a su jefe, y capitán, y se marchó rápidamente a continuar con sus tareas. Me quedé mirando a Tom, esperando que me dijera algo más. Cogió el palo que ya me había dado anteriormente, al coger la espada, lo había soltado. Me lo lanzó y lo pude coger en el aire, entonces volvió a ponerse en guardia.

-Venga, otra vez. Dos veces no funcionará el mismo truco.

Durante toda la mañana estuvimos combatiendo, él me daba consejos sobre cómo moverme, cómo lanzar los ataques y encajarlos. Se encargó de que durante los próximos días estuviera entretenido aprendiendo a defenderme. Algo que no sabía en ese momento, pero me resultaría increíblemente útil en el mundo. Sin ese entrenamiento, no lograría sobrevivir solo. Sin las enseñanzas de Tom, jamás lograría ver mundo. Aunque no tenía ni claro lo que quería, pero la noche anterior, observando el mar en calma, recordando a Juuni, sentía que quería ver todo lo que no pudimos ver juntos. Lo que ella jamás sería capaz de ver nunca más.
#1
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#2


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