Lionhart D. Cadmus
Tigre Blanco de la Marina
08-09-2024, 05:53 AM
(Última modificación: 09-09-2024, 09:17 AM por Lionhart D. Cadmus.)
En la primavera del 724, Cadmus regresaría al hogar donde había pasado la mayor parte de su infancia junto a su abuelo Sypher. El sentimiento de nostalgia lo envolvía, mientras aún se sentía perdido y sin rumbo al comienzo de su adultez. Había decidido unirse a la Marina, pero más por seguir los pasos de su abuelo que por una verdadera convicción personal.
Por años, su abuelo lo había disciplinado de manera severa, algo que Cadmus, con el tiempo, entendería como muestras de amor y dedicación. Sypher quería protegerlo, consciente de que no le quedaba mucho tiempo, y que Cadmus pronto estaría solo, necesitando aprender a sobrevivir por su cuenta. Por ello, además del legado de la fruta del diablo que Cadmus consumiría, le dejó un código de conducta, reglas que Cadmus seguiría con devoción para llevar una vida digna.
Sypher adoraba la Marina con todo su ser y se encargaba de demostrarlo siempre que podía. Cadmus, en cambio, aún no lo comprendía del todo, pues todavía no formaba parte de ese mundo. Sabía que tendría que vivir esa experiencia para encontrar las respuestas que necesitaba.
Como rebelde de corazón, Cadmus no alcanzaba a comprender por completo la devoción de su abuelo. En sus venas corría la sangre de una pareja de piratas que lo concibieron en altamar. Aunque lo abandonaron, nunca los culpó. Los pocos años que su abuelo le dedicó fueron suficientes para llenar ese vacío, aunque ahora, en su ausencia, aún se sentía perdido.
En el humilde hogar de la Isla Kolima, Cadmus recogió las pertenencias que su abuelo dejó. Entre ellas encontró un pequeño libro titulado Manual de Auron. Lo leería incontables veces a lo largo de los años, memorizando cada lección, con la intención de seguir cada paso.
Su abuelo tenía un inmenso respeto por la Justicia Absoluta, una doctrina inquebrantable que dictaba que todo criminal debía ser castigado bajo un sistema justo y severo, sin excepciones. Para él, la ley era el pilar que sostenía el orden en el mundo, una verdad que no permitía desviaciones ni concesiones. Pero, ¿acaso esa visión de justicia incluía también a sus propios hijos? Después de todo, los padres de Cadmus fueron piratas, personas que desafiaron el orden establecido por la misma Marina a la que su abuelo había dedicado su vida. ¿Cómo había sido capaz de soportar la idea de tener un hijo pirata, un criminal a los ojos del mundo que tanto defendía? Debía ser una herida profunda y silenciosa, una batalla interna que su abuelo libró en soledad, ocultando su dolor detrás de un exterior imperturbable.
Ahora, Cadmus se enfrentaba a la misma pregunta: ¿qué pensaría su abuelo si él mismo decidiera seguir un camino similar? Si en lugar de defender la ley, la desafiara como sus padres lo hicieron antes que él, ¿podría su abuelo seguir estando orgulloso de él, o el peso de la decepción sería insoportable? Con su abuelo fallecido y sin ningún otro familiar cercano, esas respuestas se habían ido con él a la tumba. Cadmus estaba completamente solo, sin guía ni consejo. Su única referencia eran el Manual de Auron, un conjunto de enseñanzas que su abuelo le había transmitido, un manual de vida que podría ayudarle a encontrar su propio camino, aunque aún no estaba seguro si ese camino lo llevaría a la Marina... o al mar.
Por años, su abuelo lo había disciplinado de manera severa, algo que Cadmus, con el tiempo, entendería como muestras de amor y dedicación. Sypher quería protegerlo, consciente de que no le quedaba mucho tiempo, y que Cadmus pronto estaría solo, necesitando aprender a sobrevivir por su cuenta. Por ello, además del legado de la fruta del diablo que Cadmus consumiría, le dejó un código de conducta, reglas que Cadmus seguiría con devoción para llevar una vida digna.
Sypher adoraba la Marina con todo su ser y se encargaba de demostrarlo siempre que podía. Cadmus, en cambio, aún no lo comprendía del todo, pues todavía no formaba parte de ese mundo. Sabía que tendría que vivir esa experiencia para encontrar las respuestas que necesitaba.
Como rebelde de corazón, Cadmus no alcanzaba a comprender por completo la devoción de su abuelo. En sus venas corría la sangre de una pareja de piratas que lo concibieron en altamar. Aunque lo abandonaron, nunca los culpó. Los pocos años que su abuelo le dedicó fueron suficientes para llenar ese vacío, aunque ahora, en su ausencia, aún se sentía perdido.
En el humilde hogar de la Isla Kolima, Cadmus recogió las pertenencias que su abuelo dejó. Entre ellas encontró un pequeño libro titulado Manual de Auron. Lo leería incontables veces a lo largo de los años, memorizando cada lección, con la intención de seguir cada paso.
Su abuelo tenía un inmenso respeto por la Justicia Absoluta, una doctrina inquebrantable que dictaba que todo criminal debía ser castigado bajo un sistema justo y severo, sin excepciones. Para él, la ley era el pilar que sostenía el orden en el mundo, una verdad que no permitía desviaciones ni concesiones. Pero, ¿acaso esa visión de justicia incluía también a sus propios hijos? Después de todo, los padres de Cadmus fueron piratas, personas que desafiaron el orden establecido por la misma Marina a la que su abuelo había dedicado su vida. ¿Cómo había sido capaz de soportar la idea de tener un hijo pirata, un criminal a los ojos del mundo que tanto defendía? Debía ser una herida profunda y silenciosa, una batalla interna que su abuelo libró en soledad, ocultando su dolor detrás de un exterior imperturbable.
Ahora, Cadmus se enfrentaba a la misma pregunta: ¿qué pensaría su abuelo si él mismo decidiera seguir un camino similar? Si en lugar de defender la ley, la desafiara como sus padres lo hicieron antes que él, ¿podría su abuelo seguir estando orgulloso de él, o el peso de la decepción sería insoportable? Con su abuelo fallecido y sin ningún otro familiar cercano, esas respuestas se habían ido con él a la tumba. Cadmus estaba completamente solo, sin guía ni consejo. Su única referencia eran el Manual de Auron, un conjunto de enseñanzas que su abuelo le había transmitido, un manual de vida que podría ayudarle a encontrar su propio camino, aunque aún no estaba seguro si ese camino lo llevaría a la Marina... o al mar.