Zath Elion Vhal
Zev el Fiero
30-07-2024, 11:47 PM
(Última modificación: 31-07-2024, 09:43 AM por Zath Elion Vhal.
Razón: Me faltaban dos palabras para 1000 / Agregar T1 al asunto
)
El sol se ocultaba tras el horizonte cuando Zev, exhausto y herido, se coló en el primer barco que encontró en el puerto. Escondido entre el cargamento, no pudo evitar recordar las palabras de su amo: "Solo serás libre cuando hayas pagado tu deuda." Sin embargo, Zev no esperó. Cuando sus fuerzas se lo permitieron, acabó con los matones del amo y logró escapar.
Sin saber qué hacer o a donde ir, se coló en el primer barco que pudo, colándose cuando nadie miraba en la zona de cargamento. El barco mercante navegaba en silencio, mecido por las olas mientras Zev se mantenía oculto. Perdió la noción del tiempo allí escondido, mientras se alimentaba de lo que podía encontrar en las bodegas. Su paciencia estaba llegando a su fin, no sabía cuantas horas o incluso días podrían haber pasado; en la oscuridad plena era difícil de decir.
Para su sorpresa una noche, el barco fue atacado por piratas. Los gritos de los marineros y el choque de las espadas llenaron el aire. Zev, escondido, decidió intervenir. Salió de su escondite y luchó con ferocidad. Sin embargo, de poco le sirvió, ambos bandos eran su enemigo pues nadie le conocía y mientras luchaba con un hombre otro le golpeó por la espalda tirándolo por la borda. En su último aliento consciente se aferró a una gruesa tabla que quizá podría soportar su peso.
Tiempo después, exhausto y deshidratado, Zev despertó en una playa desconocida con los rayos de sol cegando su vista y unas gaviotas picando restos del naufragio a escasos metros. “Debo conseguir agua” se dijo al notar su paladar seco. Se encontraba en lo que parecía un paraíso natural, una vasta sabana se extendía ante él. Pudo divisar varios animales y decidió seguir a un pequeño grupo de criaturas que parecían inofensivas esperando que pronto le llevasen a un río de agua dulce.
Ya hidratado pudo observar la majestuosa belleza de la sabana y la variedad de especies que convivían en armonía. Una pequeña brisa rozó su pelaje y advirtió un fresco olor a hierba. Explorando pudo descubrir bellezas de la naturaleza que le habían sido privadas en su vida de esclavo. Pronto desarrolló una profunda conexión con cada ser vivo; animal o planta, que pudo encontrar. Cazó, bebió, se ejercitó y muy pronto se adaptó. La confianza le llevo a explorar más, hasta que notó que no estaba solo: “Humanos”. Le estaban observando. “¿Desde cuándo?” – se preguntó. Minutos, horas, días quizá. Probablemente desde el día del naufragio.
Emboscado y capturado. De nuevo presa de otros. Su tan preciada libertad arrebatada. No había podido luchar, sin saber cómo había notado un pinchazo y al momento ya estaba atado en su nueva jaula.
Pronto se dio cuenta de que no era el único enjaulado. Antes que el habían apresado a otros; quizá también naufragados. Uno a uno fue presenciando como les asesinaban en una especie de ritual que jamás había visto.
"¿Por qué estás aquí?", preguntó una joven con voz dulce.
"Solo quiero ser libre", respondió.
Amara lo miró con compasión. "Mi pueblo cree que ofreciendo sacrificios a nuestro dios este nos protegerá y proveerá”. Los dorados ojos de Zev se apagaron, tragó saliva y prefirió no decir nada.
Los días pasaron, y Amara visitaba a Zev en secreto, llevándole comida y agua. Hablaban sobre sus vidas y sus sueños. Zev le contó sobre su pasado y su búsqueda de identidad. Amara, por su parte, le confesó sus crecientes dudas sobre las tradiciones de su tribu y su curiosidad por conocer más mundo y otras culturas.
"La noche del sacrificio está cerca", susurró Amara rompiendo el silencio. "Tengo un plan para liberarte."
La noche del sacrificio, Zev fue llevado al altar sagrado, rodeado por los miembros de la tribu. El chamán recitaba cánticos antiguos, y el fuego iluminaba el rostro de los presentes. Zev, encadenado, observaba en silencio, buscando a Amara entre la multitud.
De repente, las antorchas se apagaron y un caos se desató. Amara y algunos disidentes de la tribu aparecieron, liberando a Zev de sus cadenas. "¡Corre!", gritó Amara. Pero Zev no corrió.
Los disidentes eran escasos y perdían por mayoría aplastante, al menos diez a uno, puede que veinte a uno.
La batalla se tornó sangrienta y Zev no dejó de luchar junto a aquellos que consideraba los suyos; pero la batalla estaba perdida. Uno a uno fue viendo caer a todos los disidentes que le ayudaban; a todos menos a una. Amara luchaba junto a él, espalda contra pelaje, cuchillo con garra. Estaban rodeados, no había escapatoria. En un intento desesperado Amara salió corriendo hacia el chamán; quizá jefe de la tribu. Con su hacha alzada y gritando dispuesta a asestarle un golpe fatal.
Un silbido agudo inundó el oído de Zev y lo despejó de lo demás. La pulida varilla de madera tenía una cola con dos plumas rojas y una punta de metal trabajado que destelleaba mientras surcaba el campo de batalla, pasando entre varios miembros de la tribu. Impactó. Un ruido sordo despertó a Zev de su trance. Amara había sido alcanzada en el pecho. El coyote corrió a sujetarla. Unos pocos segundos le bastaron para ver como su luz se apagaba.
Cegado por la rabia cogió el hacha de la mano de Amara y con todas sus fuerzas la lanzó al pecho del chamán. Al menos se lo llevaría con él. Pero una bala interceptó el hacha. Haciendo que esta se clavase en el suelo, no lejos de su objetivo.
Sin que Zev se hubiera percatado, un grupo de hombres se había hecho con la zona. No los conocía de nada, pero la tribu parecía temerles. Estupefacto, Zev observó como uno de ellos hablaba con el jefe de la tribu y acto seguido esta se retiraba.
-Eres libre amigo. Si algún día quieres luchar por la libertad de todos en este mundo ven a verme. – Le dijo mientras le entregaba un mapa con un lugar marcado. – Pregunta por Eduar D.O. y te mostraré todo lo que necesitas saber.
