Alguien dijo una vez...
Iro
Luego os escribo que ahora no os puedo escribir.
[MT] El Traslado de Meethook [Parte 2]
Tofun
El Largo
Venimos de aquí.

Los marines de Kilombo aceptaron que la escuadra de valientes guerreros se llevase a la Nutria. Meethook mostró cierta pena al enterarse de que no le permitirían ir a ver los restos del acantilado, pero no se quejó ni reclamó. Un grupo de marines aceptó la petición del equipo para viajar con ellos y proporcionar los medios y conocimientos necesarios para navegar hacia Loguetown en una carabela. En cuanto fue posible, partieron. Como Arganeo, el jefe de aquel lugar, estaba fuera, el cuerpo de la marina había estado extremadamente relajado, visitando tabernas. El capitán de navegación más experimentado, Tom, era el mejor del cuartel en disimular su borrachera. El segundo más experimentado, Manolo Pilotes, un joven artillero de 18 años, había sido enviado con una tartana a inspeccionar los restos del acantilado y el faro. Allí, el muchacho encontró una bonita espada mediana con una funda violeta, que parecía tener un aura especial.

El viaje comenzó con éxito; la embarcación se despedía de la iluminada Isla Kilombo, pero faltaba una luz, una que evocaba muchos recuerdos a Meethook. Atrás quedaban recuerdos, cicatrices y ruinas; adelante: Loguetown, o eso creían nuestros infelices marines. El viaje empezó tranquilo, pero pronto las nubes de un gris cálido, teñido por la luz de las estrellas, se transformaron en nubes oscuras. El viento del noreste agitó las velas del barco, y la actividad a bordo se triplicó en cuestión de instantes. El capitán insistió en mantener el rumbo, pero pronto todos se vieron envueltos en una feroz tormenta. Los primeros truenos resonaron en el horizonte, vaticinando un futuro incierto. Cuando Tom finalmente aceptó su imprudencia, ya era demasiado tarde; la tormenta los había alcanzado. Los relámpagos iluminaban a intervalos irregulares olas gigantescas, dispuestas a arrastrar a cualquier marinero.

Tras varias horas de máxima tensión, la tormenta continuó su curso, dejando atrás al barco, que estaba en pésimas condiciones, pero aún lo suficientemente intacto para seguir navegando. Sin embargo, el capitán, aún borracho, ajustó mal el rumbo. Para cuando todos se dieron cuenta, en el horizonte aparecía una de las Islas de Tequila Wolf: Ginebra Blues, la principal y más poblada civilización del archipiélago. El capitán, avergonzado, justificó el desvío afirmando que necesitaban reparaciones para asegurar el futuro del barco. De una manera u otra, no les vendría mal cambiar de embarcación o de compañeros de viaje. La nutria continuaba inconsciente, pero en buenas condiciones a pesar de la agitación de la tormenta. Meethook, ahora que su enemigo predilecto había fallecido, no se preocupaba tanto; una simple tormenta no le intimidaba.

Aterrizasteis en el puerto deportivo de Ginebra Blues bajo un espléndido mediodía. Tom aseguró que, al tratarse de un barco pequeño, no habría problema en atracar allí en lugar del astillero principal. Al desembarcar, accedisteis a unos pantalanes de madera, y tras subir una escalerilla, llegasteis al puerto comercial, un lugar repleto de bares y chiringuitos donde la gente aprovechaba para tomar un buen vermut. Había bastante ambiente, pero aún quedaban algunos espacios libres en las terrazas. En una de ellas, una musculosa y familiar espalda llamó vuestra atención: era Murray Arganeo, con una camisa hawaiana de color azul oscuro con palmeras, pantalones vaqueros cortos, chanclas, gafas de sol y un llamativo reloj caro. Estaba en una mesa de lujo junto a una mujer rubia de ojos azules. Al girarse para llamar al camarero, os vio y trató de encogerse entre sus músculos, pero era demasiado tarde.

¡Murray! —Meethook se adelantó al grupo, avanzando a saltos ayudado por su bastón. Arganeo no sabía dónde esconderse, pero la situación era inevitable. El manco lo abrazó mientras Murray trataba de fingir que no lo conocía, aunque tras tantos detalles, fue imposible seguir disimulando.

 Un momento Natasha. — Dijo Murray, levantándose. Agarró a Meethook y se acercó a vosotros sin quitarse las gafas de sol. — Ya veo que todo ha salido bien. ¿Se puede saber qué hacéis aquí? Vosotros deberíais estar en Loguetown.

Meethook se rascó la cabeza y le preguntó abiertamente:

— ¿No se supone que tú ibas a recibirme?

Una gota de sudor recorrió el rostro de Murray. El muy canalla se había tomado unas vacaciones asegurando que necesitaba unos días por asuntos familiares.

¡Shhh! Estoy en una misión secreta, no podéis comentar nada, es sumamente importante. — Dijo en voz baja. Luego se giró, sacó un Denden Mushi de su bolsillo y llamó a Stan S. Stanman, mientras con la otra mano os extendía varios tickets para viajes gratis en el taxi del peliazul.

Tendríais una hora para disfrutar de la isla. Si os poníais pesados, Murray os daría algo de dinero para beber y comer, ya que él quería seguir conquistando a la rubia. Al cabo de una hora, apareció Stan S. Stanman a bordo de un coche de choque acuático con forma de pez.
Es un humano elegante de estatura promedio, con cabello azul eléctrico en punta que destaca por su estilo moderno. Su rostro afilado y expresivo está enmarcado por unos ojos grandes y una sonrisa contagiosa, reflejando su entusiasmo por el trabajo. Viste un traje oscuro perfectamente ajustado, complementado con una corbata amarilla brillante y zapatos de cuero lustrado. Su aspecto es refinado y profesional, acentuado por un reloj elegante y gemelos sutiles. Su coche de choque, decorado como un pez y con capacidad ampliada para diez personas, destaca por su diseño colorido y llamativo, alineado con su personalidad dinámica y comercial. 
Aparcó cerca de la zona de terrazas y de un solo salto llegó al puerto, enseguida ojeo a los presentes y localizó a sus clientes. — ¡Hola! Mi nombre es Stan S. Stanman, empresario de éxito y taxista de estos mares. ¿Qué tal? — Era eléctrico y hablaba a toda ostia, le dio la mano a todos los presentes con un ímpetu acojonante, a Meethook casi le arranca la otra mano. —  Zurdo eh. — Soltó sin perder la sonrisa. — Bueno, vuestro jefe me ha llamado así que sin mas dilación yo les llevo. Si, iremos rápido, sin pausas, sin problemas, en un periquete. No os ocurrirá nada, podéis dormir en el viaje, ver una película, una revista o jugar a las cartas, será como un paseo. — Hablaba a una velocidad IM-PRE-SIO-NAN-TE.  — ¿Y el Murray? ¿Ya está con otra de esas chicas? Es pillín eh, le vi una vez con una pelirroja en el Reino de Goa, también estuvo en la jefaza de Oykot, menuda mujer, una vez le vi quedar con una Gyojin piraña, no veas , una fiera, también lo vi en Isla Syrup con una condesa, me llamó para que les cocinase, les hice una pasta a la putanesca, una de mis especialidades por aquel entonces, en el 722 me llamo en el baratie para que le llevase una camisa, el caso es que la suya se mancho al intentar levantarle la falda a un cam.......

Aclaraciones
#1
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
Todo había salido a pedir de boca, o al menos esa era la primera impresión que le había dado a Camille en el momento en que subieron al barco junto al equipo de navegación de los marines de Kilombo. Sin embargo, esta sensación inicial fue diluyéndose desde el momento en que la oni percibió con su olfato un aroma que no auguraba nada bueno: alcohol. Como ya habían visto durante su llegada a Rostock, parecía que la ausencia de Murray había conllevado una completa falta de disciplina en el G-23, y los resultados de esta no tardarían en dejarse ver. De todos modos, estaban en el East Blue y contaban, además de con un equipo de navegantes expertos —o eso creía—, con ella misma para apoyar durante el viaje. No había necesidad de preocuparse, ¿verdad?

Pues sí que la hubo. Apenas se habían adentrado en mar abierto cuando la situación empezó a complicarse. Primero fueron unas nubes grisáceas que, poco a poco, se habían ido oscureciendo para darles una huracanada y furiosa bienvenida. Los vientos empezaron a alzarse, y con ellos la mar se agitó hasta producir un oleaje intenso y peligroso. Pese al tamaño de la embarcación, su medio de transporte se tambaleaba de un lado para otro mientras las velas se tensaban amenazando con rasgarse o salir volando. Nadie en el barco podía mantenerse quieto, probablemente ni siquiera el escaqueado de Atlas. Camille corría de aquí para allá, ajustando los amarres que los marineros se iban atando alrededor de la cintura para evitar caer a la mar embravecida, pasando después a ayudar a los marines que arriaban las velas, entre otras tareas.

No habría sabido decir cuánto tiempo habían estado luchando contra la furia de los elementos, pero sí que el combate había sido salvaje y que había agotado sus energías en gran medida. Quizá más incluso que la pelea contra el capitán de los Piratas Veganos. Por suerte, tras aquella feroz batalla, empezaron a vislumbrar su destino en el horizonte. Durante los primeros minutos, Camille sintió que algo no encajaba allí. No tardó en darse cuenta de qué era lo que descuadraba su mente. Aquella isla no era Loguetown ni se parecía remotamente a la sede del G-31. ¿Dónde demonios estaban? ¿A dónde les habían llevado aquella panda de...?

Vamos, no me jodas —masculló la recluta, suspirando con exasperación.

Tequila Wolf, concretamente la isla de Ginebra Blues, se situaba en la dirección opuesta de Loguetown si partían desde Kilombo: su destino se encontraba al oeste, pero la isla que estaban viendo estaba en el este. Eso quería decir que, o bien la tormenta había desviado su rumbo —cosa que se le antojaba improbable—, o que el capitán del barco había tomado la dirección incorrecta desde un inicio. Sentirse confiada le había hecho bajar la guardia y no darse cuenta de aquel detalle en un primer momento, pero eso explicaba bastante bien otros factores que habían confundido a la oni durante el trayecto. Para colmo, tendrían que quedarse allí hasta quién sabe cuándo para atender las reparaciones que el barco precisaba después de semejante tormenta. O eso parecía, hasta que se toparon con Murray en medio de su misión de incógnito particular, si es que alguien se creía alguna palabra que pudiera salir de su boca.

Yo... siento mucho este desastre —murmuró en voz baja, dirigiéndose al resto de sus compañeros mientras Meethook y Murray hablaban—. Debería haberme dado cuenta de a dónde nos estaban llevando ese atajo de... de...

No quiso acabar la frase por no faltarle el respeto a sus superiores, pero las ganas de estrangularles o tirarles de vuelta al mar eran palpables.

Finalmente, Murray les otorgó unos tickets para el Taxi Marítimo S.S.S., un medio de viaje seguro pero bastante caro que les serviría para ir de vuelta a Loguetown sin más complicaciones. El oficial parecía especialmente interesado en que se largasen de allí rápidamente para poder continuar con su exhaustiva «misión», aunque Camille no tenía ninguna pega que poner. Estaba deseando llegar al G-31 cuanto antes y poner fin a aquella pesadilla de viaje. Por desgracia y para sufrimiento de la L-42, Stan S. Stanman, taxista marítimo, sería un dolor de cabeza mayor que los piratas veganos, Broco Lee, Meethook, los marines del G-23 o cualquier otro obstáculo que hubieran enfrentado durante aquella escolta.

El viaje, aunque fue muchísimo más breve de lo que habría podido ser en una embarcación al uso, a la recluta se le hizo especialmente largo. Stan no se callaba ni debajo del agua, casi diría que literalmente. A punto estuvo de averiguarlo, pero se contuvo haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad para no ahogar al taxista. No habría quedado bien en el informe y quizá fuera el único que supiera conducir aquella cosa. Habían cargado con ellos al mink nutria Timón, los restos de Broco Lee —que empezaban a oler un poco, lo que volvió más nauseabundo el viaje— y lo que hubieran decidido sus compañeros llevar también consigo. Cuando Camille estaba a nada de tirarse por la borda y dejar que el mar terminase el trabajo que había empezado durante la tormenta, se anunció el avistamiento de Loguetown. Las ganas de vivir de la oni se reafirmaron tras esto y su humor se suavizó.

Por fin en casa...

Informe

Feedback
#2
Octojin
El terror blanco
Octojin no podía quitarse esa sensación de preocupación debido a la gran tormenta que zarandeando el barco. Su atención se dividía entre la nutria inconsciente, que parecía estable pero aún no despertaba, y los erráticos movimientos del navegante que no hacían sino incrementar su preocupación . Observaba al capitán Tom, que trataba de mantener el rumbo pero no podía ocultar los signos evidentes de su embriaguez. Los gestos torpes y las órdenes contradictorias lo delataban, a pesar de que estaba claro que estaba haciendo un esfuerzo casi titánico por mantener la compostura y disimular su estadood un . El tiburón apretó los dientes, asombrado de que alguien con esa responsabilidad hubiera subido a bordo en ese estado.

La tormenta le sacó de su ensimismamiento más de una vez. El estruendo de los truenos y el rugido de las olas sacudían la embarcación sin piedad, dejándoles completamente a su merced. No habían sido dos ni tres veces las que el escualo había ideado un plan si aquello salía mal. Takahiro y él eran los dos mejores nadadores de la brigada —ya que eran los únicos que podían nadar, o al menos moverse con cierta agilidad, ya que la Oni era aún más lenta dentro del agua que fuera, lo cual era complicado de entender—. Las velas se hinchaban y las cuerdas crujían bajo la fuerza del viento. Octojin trataba de mantenerse centrado, sabiendo que no había mucho que pudieran hacer hasta que la tormenta pasara.

Aprovechando un breve respiro en la tormenta, Octojin llamó a uno de los reclutas más jóvenes, al cual había visto escribiendo en una especie de diario. Quizá contando las aventuras que había vivido, o el miedo que estaba pasando en aquella circustancia, quién sabe.

—Necesito que prepares un informe —dijo con voz firme pero tranquila—. Yo te dictaré.

El recluta, algo nervioso por la presencia imponente del gyojin, sacó una nueva libreta algo más grande y un lápiz. Octojin se aclaró la garganta, mirando de reojo a la nutria inconsciente. Sabía que debía ser claro en lo que quería transmitir.

Anota esto: “Informe de la misión en la isla de Kilombo. Durante nuestra misión en la isla, nos vimos envueltos en un conflicto con los piratas veganos, liderados por Broco Lee. Durante el combate, nos vimos obligados a crear dos bandos, uno marítimo y otro terrestre, dado que nos atacaron en dos flancos. Al marítimo acudimos Takahiro y un servidor, y al terrestre, asentado en las inmediaciones del faro, acudieron Ray, Atlas y Camille. El bando marítimo fijó su objetivo en el barco enemigo, estudiando sus debilidades y atacándolas, siendo hundido por completo. Recibimos una llamada por parte de Ray solicitando ayuda, así que Takahiro se marchó allí y quedé yo solo en el mar. Y allí, con el barco hundiéndose, me encontré a una nutria mink encerrada en una jaula. Parecía haber sido retenida contra su voluntad. Se encontraba en un estado incontrolado, fruto de la luna llena. Tras reducirla, la saqué del agua y traté de estabilizarla, pero hasta ahora ha permanecido inconsciente.”

El recluta escribía rápidamente, tratando de seguir el ritmo de las palabras de Octojin, que hacía pequeñas pausas intentando no agobiar su ritmo.

Continúa: “Solicito formalmente que, si ella lo desea una vez despierte, se le permita unirse a nuestra brigada. Su habilidad en combate parece ser considerable, aunque fue utilizada en su contra bajo coacción. Considero que puede ser una valiosa aliada para la Marina si se le da la oportunidad, y que amparará los valores de inclusividad que estamos intentando promover. Finalmente, como nota, me gustaría dejar constancia del estado de embriaguez de Tom, que ha decidido ejercer la navegación en un estado que dista mucho del que debería considerarse aceptable.” —Octojin hizo una pausa, recordando la lucha con la nutria y cómo había intentado salvarla de sí misma.

La tormenta seguía sacudiendo el barco, pero Octojin no dejaba de supervisar tanto a la nutria como a los marineros a su alrededor. La responsabilidad pesaba sobre sus hombros, pero estaba acostumbrado a cargar con el peso de decisiones importantes. El recluta le pasó el informe e hizo un par de gestos, como si lo estuviese leyendo, para después darle las gracias y decirle que se podía retirar. Ya tenía el informe que debía presentar a sus superiores.

Cuando finalmente llegaron a la isla de Ginebra Blues, Octojin sintió un alivio momentáneo al pisar tierra firme. No le dio demasiada importancia a haber llegado a un destino que no era al que debían ir, que era Loguetown. Bastante debían agradecer a la diosa de la fortuna de seguir vivos. La nutria seguía inconsciente, pero seguía estable. Fue entonces cuando vio a Murray sentado en una terraza junto a una mujer rubia de ojos azules. No pudo evitar sentir cierta diversión y orgullo al verlo allí, relajado y despreocupado. Dedicó un par de codazos amistosos a los presentes, señalando con la cabeza a Murray como si dijera: Miren quién está aquí, siempre saliendo bien parado.

La escena le recordó lo curiosa que podía ser la naturaleza humana. ¿Cómo alguien como Murray, un hombre que parecía tan normal y relajado, podía estar rodeado de mujeres impresionantes? Octojin no pudo evitar sonreír para sus adentros mientras observaba cómo el hombre trataba de escabullirse en vano de sus amigos.

Finalmente, cuando Stan S. Stanman apareció con su extravagante coche de choque acuático, Octojin se subió al vehículo junto con el resto del equipo en mitad de la conversación que parecía mantener con la nada. El entusiasmo eléctrico de Stan y su conversación interminable le sacaron una sonrisa, a pesar de lo agotado que se sentía después de la tormenta y la misión.

Mientras Stan conducía a toda velocidad hacia Loguetown, Octojin se permitió un momento de reflexión. Sabía que, al final, todo lo que habían hecho había valido la pena. Habían cumplido su misión, la nutria estaba a salvo y los piratas veganos habían sido capturados. Ahora solo quedaba formalizar todo y esperar a que la nutria decidiera su futuro.

Cuando finalmente llegaron a Loguetown, Octojin se bajó del taxi acuático, agradecido de haber llegado sin más incidentes. Permanecería un día entero en la cama, de eso estaba seguro.

Informe


resumen

Feedback
#3
Takahiro
La saeta verde
Cuando se encontraban de camino hacia el puerto para subirse al barco que los llevaría de vuelta hacia Loguetown, Takahiro se paró de golpe y echó una última vista al faro. Sintió que algo allí le estaba llamando, o tal vez únicamente fuera una infantil curiosidad que estaba aflorando en él al darle vueltas a la petición de Meethook. ¿Porqué quería volver al faro? ¿Quizá para recoger alguna foto antigua? ¿Alguna pertenencia importante? En fin. Ya todo eso daba igual. El suboficial respiró profundamente, y con la mano apoyada en la empuñadura de su katana continuó caminando hasta su destino.

Que ganas tengo de tumbarme, aunque sea en la cubierta del barco —comentó en voz alta, tratando de matar el silencio que sepulcral que había durante el recorrido.

Cuando llegaron al puerto volvió a respirar profundamente. El navío parecía estar listo para partir y llevarlos de vuelta. La noche era húmeda, pero nada nuevo en el horizonte. El clima en el mar del este solía ser así de húmedo, no entendía la razón, después de todo estaban en verano.

Yo me encargo de llevarlo a un lugar donde podamos tenerlo vigilado—dijo Takahiro, quedándose con la custodia momentánea de Meethook. Lo acompañó hasta el nivel inferior, donde se encontraban las habitaciones de los tripulantes. Era una habitación estándar, con una litera, un armario y una ventana muy pequeña. Lo dejó dentro y se despidió asintiendo con la cabeza. Sin embargo, antes de irse volvió a girarse, tenía que saber que era aquello que quería recoger de lo que había sido su casa—. Oye, ¿qué era lo que querías recuperar del faro? —le preguntó, sin andarse con tapujos—. Si es importante, quizá podamos pedirle al cuartel de Kilombo que nos lo envíe —prosiguió, mientras apoyaba sus manos sobre el pomo de la puerta.

Tras su respuesta se marchó de allí, dejándolo encerrado en aquella estancia.

Cuando subió a la cubierta el cielo comenzaba a tornarse de gris. Un cúmulo de nubes parecía estar cerniéndose sobre el navío en el que se encontraba y eso no le gustaba. Él era un hombre de secano y le temía el mar embravecido más que a una tiradora experta. Sí, su mayor temor era una mujer con un par de pistolas. Su ponto débil, su mayor debilidad. Y, de pronto, comenzó a llover. Rápidamente se resguardo en el interior del barco.

Fue un viaje movidito, quizá demasiado. Takahiro contemplaba como la Oni se desenvolvía con tal maestría que parecía que lo hubiera hecho toda la vida y a todas horas. Era digno de admiración, aunque era probable que jamás se lo dijera. Ante todo, estaba su orgullo. El barco estaba sufriendo bastantes daños durante la navegación, así que el peliverde bajó a por el tullido y lo llevó a un lugar en el que no peligrara su vida, a fin de cuentas…, pese a ser un pirata del que no se fiaba, era su custodio.

Cuando el paso de las horas, el tiempo amainó y ocurrió algo que ninguno hubiera esperado: no estaba en Loguetown, sino en un lugar llamado Tequila Wolf. ¿Se llamaría así por la bebida o la bebida se llamaría así por el lugar? Fue un pensamiento intrusivo que tuvo Takahiro, que sintió como se le revolvía el estómago al pensar en aquel licor endemoniado.  El barco había sufrido multitud de daños, así que el peliverde bajó a por el tullido y lo llevó al nivel superior junto a todos ellos.

Podría haber sido peor —comentó irónicamente Takahiro, observando el estado del barco y tratando de destensar el ambiente—. La próxima vez conduce tú, así si sale mal podemos echártelo en cara —le dijo.

Al bajar del barco se tomaron con Murray, que estaba de vacaciones allí.

Así que estos son tus asuntos importantes… —le dijo Takahiro, cruzándose de brazos—. Hay que tener jeta.

Durante un breve segundo se le olvidó que era su superior, sin embargo, fue amable y les entregó tickets para el famoso Taxi Marítimo S.S.S. de l que todo el mundo hablaba. Era un método de viaje directo entre distintas islas y, a priori, más seguro que un viaje en barco tripulado por incompetentes.

Sí, sí —comentaba Takahiro a Stan—. Tiene pinta de que es un guarrón con su camisita de hooligan. De mayor quiero ser como él —bromeó el peliverde.

Sin embargo, después de un rato, más que ganas de hablar con Stan lo único que le apetecía era callarlo de un espadazo. Hablaba y hablaba y no paraba. Era como una cacatúa, como una señora que tenía verborrea continua y era incapaz de parar.  Si bien el viaje debía ser corto, el trayecto se le hizo eterno por culpa de aquel maldito sujeto.

Cuando llegaron a Loguetown, Takahiro agradeció a los dioses, si es que había alguno, haberle dado paciencia para no cometer un crimen en contra del conductor del taxi marítimo. Se bajo y pusieron rumbo hacia el cuartel. Finalmente, aquella misión había terminado.

informe


Feedback
#4
Ray
Kuroi Ya
Cuando subieron a la embarcación que debía llevarles de vuelta hasta Loguetown el peliblanco, y probablemente todos sus compañeros, lo hicieron con la agradable sensación del trabajo bien hecho, así como con la de que ya nada podía torcerse. Al fin y al cabo el único enemigo conocido de Meethook, la única persona que quería acabar con él, no era ya sino un cadáver que, de hecho, llevaban con ellos en su viaje. Los navegantes expertos que pusieron a su disposición parecían haber estado disfrutando tal vez en exceso de su tiempo libre en los últimos días, aprovechando la ausencia de su Capitán para descuidar sus tareas y dedicarse a la celebración y la vida festiva. Aunque debía decir que, al menos Tom, el que se presentó como responsable del trayecto, parecía estar en buenas condiciones físicas y mentales.

Sin embargo eso no evitó que, apenas hubieron dejado lo suficientemente atrás el puerto para que pudiera considerarse que se encontraban en alta mar, las cosas comenzaran a torcerse. Una tormenta fue poco a poco formándose con el paso de los minutos. Cuando los primeros signos de la misma, unas nubes negras como el carbón que cubrieron el cielo por completo, empezaron a hacerse evidentes no fueron pocos los miembros de la brigada que preguntaron a Tom si no sería más conveniente buscar un lugar donde resguardarse, o incluso simplemente arriar las velas para evitar sufrimiento innecesario al navío. No obstante este le quitó importancia al asunto, afirmando que lo mejor sería mantener el rumbo. Pese al escepticismo inicial de Camille, que también era navegante, finalmente todos decidieron aceptar el veredicto del que se suponía era uno de los marineros más expertos que tenía la Marina a su disposición en todo el East Blue. Decisión que no tardaron mucho en lamentar cuando la tormenta comenzó a arreciar con toda su furia.

Olas de varios metros hacían que el barco se balancease peligrosamente, mientras el vendaval amenazaba con romper los mástiles y otras estructuras. Los frecuentes relámpagos iluminaban a intervalos la escena, dando un toque verdaderamente tétrico a la situación. Como usuario de los poderes de una fruta del diablo que era y, por lo tanto, incapaz de nadar, el joven de cabellos plateados vivió aquellas horas con una tensión tal que, cuando por fin la tempestad hubo amainado, cada fibra muscular de su cuerpo le dolía.

Y para colmo, cuando avistaron tierra no tardaron en darse cuenta de que la tormenta había provocado que se desviaran notablemente de su rumbo, pues la isla a la que arribaron no fue Loguetown, ni siquiera una de las otras pequeñas componentes del Archipiélago Polestar. Se trataba ni más ni menos que de Ginebra Blues, una de las islas que conformaban el conjunto conocido como Tequila Wolf. Al ser interrogado al respecto, Tom se justificó alegando la urgente necesidad de reparaciones del barco tras los daños provocados por la tempestad, pero esa explicación no convenció a Ray y, a juzgar por sus reacciones, tampoco al resto de sus amigos.

Desembarcaron en el puerto deportivo, donde el navegante les dijo que pensaba comenzar con las reparaciones. Al poco de tocar tierra llegaron a la parte comercial del mismo, donde una familiar silueta llamó su atención. Para sorpresa de todos, la persona que les había encargado aquella misión se encontraba allí, aunque no parecía estar precisamente en misión oficial a juzgar por su vestimenta vacacional, por la exuberante mujer que le acompañaba y por las escuetas y poco verosímiles explicaciones que dio al farero cuando este le preguntó por los motivos de su presencia allí. Sin embargo no tardó en felicitarles por haber cumplido con éxito su misión y en poner a su disposición los servicios de la empresa de taxis marítimos de Stan S. Stanman, pagando él por los tickets necesarios.

Camille parecía avergonzada por no haber prestado más atención como navegante que era y haber confiado tan ciegamente en Tom, a lo que el peliblanco no dudó en responderle con calidez:

- No te preocupes, no es culpa tuya que el supuesto navegante experto fuera en realidad un idiota borracho. Todos nos despreocupamos cuando supimos que nos iban a llevar, supongo que la comodidad nos pudo. Para la próxima ya sabemos que todos tenemos que estar más atentos. Al fin y al cabo somos un equipo, ¿no?

Antes de embarcar dispusieron de en torno a una hora para disfrutar de las comodidades de aquella lujosa zona de la ciudad, aunque a decir verdad tampoco es que pudieran distenderse mucho. En primer lugar porque todos estaban deseando llegar al Cuartel General del G-31 y dar por concluido aquel viaje cuanto antes, y en segundo lugar porque debían seguir vigilando a Meethook hasta que lo hicieran. No importaba el colegueo con el que él y Murray se tratasen, seguía siendo un convicto y no podían permitir que se les escapara.

Finalmente hizo su aparición el afamado Stan S. Stanman, que resultó ser un hombre de mediana edad y estatura promedio vestido de forma elegante y que hablaba por los codos. Y esto no era una exageración, pues muy probablemente estuvo contándoles cosas acerca de su vida y curiosidades que se le iban ocurriendo sobre la marcha durante todo el trayecto de principio a fin. Tanto fue así que incluso al peliblanco le costó horrores concentarse para escribir su informe a sus superiores que, no obstante, logró terminar a tiempo para su desembarco en el puerto de Loguetown.

Informe


Feedback
#5
Atlas
Nowhere | Fénix
Había tenido algún sustillo que de otro de última hora antes de abandonar Isla Kilombo, pero al fin íbamos a regresas a la base del G-31 en Loguetown. Los marineros que se habían ocupado de subir todo lo necesario a bordo y alistar lo necesario para la partida en ningún momento habían parecido gente incompetente... al menos que yo hubiera reparado, claro. Fue por ello que cuando las velas se combaron tras recibir el impacto del viento no pensé que nada fuese a salir mal. ¿Qué podía pasar? ¿Qué nos hundiésemos?

Lo que había empezado como un pensamiento jocoso poco antes de echarme a descansar un rato se volvió una calamitosa realidad no demasiado tiempo después. Al escuchar las nerviosas órdenes que indicaban recoger el velamen y percibir el violento bamboleo del barco tuve claro que algo iba muy mal. Nos habíamos zambullido de lleno en una tormenta, exactamente igual que un niño pequeño lo haría en una piscina: sin preocuparse por si estaba llena, las condiciones del agua o si sabía nadar siquiera. No hacía falta ser ningún genio de la navegación para saber que acabaríamos a saber dónde y, sobre todo, a saber cómo. El peligro de hundimiento estaba ahí y era una perspectiva para nada corazonadora.

Fue por ello que cuando los nubarrones nos dejaron atrás y vi que la maltrecha embarcación al menos se mantenía a flote sentí un gran alivio. El alivio se tornó en parte en enfado al darme cuenta de que la isla a la que llegábamos no se parecía en nada a Loguetown. Tuvieron que enseñarme un mapa y señalarme Ginebra Blues no sólo para descubrir dónde estaba, sino que existía. Al menos todos estábamos bien, incluyendo a Meethook, la la nutria y los piratas apresados. Incluso teníamos el cuerpo de Broco.

Pero no, la tormenta no sería la última gran sorpresa del viaje. Allí, tomándose una copa e intentando encandilar a una atractiva mujer, Meethook reconoció nada más y nada menos que a Murray Arganeo. Sí, el mismo que nos había enviado a proteger al antiguo segundo al mando de un pirata como Broco Lee de este último. Por un momento sentí ganas de coger su copa y la de su acompañante y estrellárselas las dos en la cabeza. No obstante, me conseguí contener y todo quedó en una mirada profunda con la que, de haber podido, le habría quebrado el alma por la mitad.

Meethook y Murray cuchicheaban en voz baja, conversación a la que no quise prestar atención para no sofocarme más. Por el contrario, me entretuve contemplando las numerosas naos que se aglutinan en la zona portuaria, todas ellas en mucho mejor estado que el desvencijado trasto del que nos acabábamos de bajar.

—Esto no es culpa tuya, Camille —respondí a la oni cuando comenzó a responsabilizarse de no haber estado atenta a las decisiones de los navegantes—. Lo más razonable es pensar que quien lleva el timón en un barco de la Marina sabe lo que hace.

Fuera como fuese, estaba claro que Murray empezaba a temer que nuestra presencia allí —sobre todo el medio hombre— le tirase por tierra el ligue, y seguro que ya había pagado más de dos copas. Nos dio una serie de tickets y llamó a quien se convertiría en la persona a la que más odiaba en el mundo después de Shawn. Entretanto, me descolgué la suerte de medio ataúd que llevaba en mi espalda y que albergaba los restos mortales de Broco; comenzaba a oler.

Cuando llegó ese sujeto me planteé si no habría sido mejor que nos ahogásemos y todo acabase, al menos, sin sufrimiento. Esa verborrea exasperante, ese discurso divagatorio que no iba a ningún sitio, se tono de voz... ¡Y todo el tiempo! ¿Me caería alguna bronca por tirarle a Broco encima? Me estuve debatiendo entre el sufrimiento y la sanción hasta que llegamos, por fin, a Loguetown. Una vez allí todo fue rodado. A la nutria se le dio comida y bebida. Sabía que Octo le había propuesto, si no tenía dónde o con quién ir, quedarse con nosotros. Los piratas veganos apresados deberían cumplir sus condenas por los delitos cometidos. Por mi parte, llevé los restos mortales de Broco a la morgue para su identificación y posterior sepultura. Tenía el olor a descomposición metido en las fosas nasales, así que el siguiente paso era darme una ducha. Mi desgracia fue que me topé con Shawn en el camino.

—Espero su informe de la misión, Monogusa. Esta noche. Sobre mi mesa.

Ni siquiera me dio oportunidad de replicarlo o solicitar que ampliase el plazo. Aquella vez, sin que sirviera de precedente, decidí hacer lo que me pedía. Después de semejante misión y lote de trabajar lo último que quería era verme escapando de Shawn una vez más. ¿Debería añadir la actitud claramente negligente que habíamos visto en los marines allí destinados a nuestra llegada?

Informe
#6
Tofun
El Largo


Caballeros, señoritas y caballeras (por si alguno se ha visto desprendido de su cuerpo). Hemos llegado al final de la aventura. Tengo que felicitaros porque habéis hecho un rol de calidad, os habéis sumergido en la historia, os habéis coordinado y habéis roleado a buen ritmo. No estoy del todo seguro de cuando y como se os va a premiar pero este tema estaría listo para despachar. A continuación os dejo apuntes sobre las consecuencias de todo esto.

- Objetivo: Trasladar a MeetHook sano y salvo. 
- Resultado: Exitoso.
  • Habéis derrotado a los piratas Veganos y habéis acabado con la vida de su líder. Tenéis en vuestra propiedad su cuerpo y podéis cobrar una recompensa acorde.
  • El faro ha sido destruido en su totalidad y el acantilado parcialmente pero pronto han comenzado las reparaciones. Un nuevo faro y un mirador con una placa conmemorativa en honor a la Brigada L-42.
  • ¡ANUNCIO! Se busca farero, se paga bien, habitación incluida, servicio de comidas.
  • La mitad de la tripulación de los piratas Veganos está ahora en la carcel de Isla Kilombo.
  • La otra mitad ha restructurado la banda, ahora las líderes son Vina y Greta, dicen que van a empezar de cero, ambas aseguran ser respetuosas con la gente, seguir los principios del veganismo.
  • La nutria Mink, Timón, se ha recuperado, ha agradecido a la Brigada L-42 lo sucedido y les ha contado que le obligaban a comer algas y Tofu (que no Tofun). Ahora forma parte de su tripulación como NPC (sin relevancia, por el momento).
  • El Sargento Tom ha sido degradado a soldado raso y asignado al departamento de limpieza tras ser suspendido de sueldo durante tres meses.
  • Manolo Pilotes ha pedido una excedencia del trabajo para viajar a DemonTooth para entrenarse en el arte de la espada.
  • Murray os ha recomendado para un ascenso por vuestro excelente trabajo mientras el atendía unos graves asuntos familiares.
  • Stan S. Stanman recibe el premio al empresario del mes en el East Blue, ha aumentado el valor de su empresa un 700% en tan solo un mes.



Notas & Feedback & Otros
#7


Salto de foro:


Usuarios navegando en este tema: 3 invitado(s)