Hay rumores sobre…
... una isla del East Blue donde existen dos escuelas de combate enfrentadas. Estas escuelas hacen especial referencia a dos personajes de la obra original.
Tema cerrado 
[Aventura] [A - T1] El virtuoso del Te [Autonarrada]
Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
~ El virtuoso del Te ~

~ Patio de la base G-23, Isla Kilombo.
~ 07:45h.


En la rutina diaria de La Marina, se contemplaba como algo de obligatoria necesidad, tener una buena base física, mental y marcial. La afrenta que puede resultar en el contacto contra piratas, de no estar correctamente preparado, era una muesca más en el cuerpo militar, y una grave herida en la imagen de la entidad. Puede que lo de la parte mental quedase un poco como titular, o que no se explorase más allá de la superficie de esta, para explotar los maravillosos recursos que escondemos ahí, pues al menos allí, durante mi estancia, la parte mental tan solo concierne a rasgos de concentración y templanza, y aunque son aptitudes que también son importantes, el amplio campo para desarrollarla podía suponer y aportar enormes beneficios. No obstante, no pasaba por mi mano perfeccionar ese apartado.

Es cierto, que las otras dos partes, si que presentaban un perfil mucho más desarrollado y pulido en cuanto a instrucción se refiere. Los responsables que comandaban los entrenamientos, eran marines dedicados al estudio del cuerpo, y eso podía verlo en los tipos de ejercicios a realizar y sobre todo, en las correcciones hacia los reclutas para corregir determinadas posiciones para una mejor ejecución. Además, se notaba que La Marina no escatimaba en gastos para el equipamiento, se notaba la gran solvencia económica del organismo en todas sus facetas, algo de lo que no es que estuviera realmente cómodo. Cosas del poder militar.

Bien temprano, nos reuníamos como pelotón para las instrucciones, organizados por los rangos que ostentásemos, en el mío, alrededor de unos 50 marines y la gran mayoría reclutas, seguíamos sin rechistar las directrices marcadas por el sargento del pelotón, Jakkins Gate, una auténtica mole de casi 2 metros y medio que incluso daba sombra a algunos reclutas que no alcanzaban a penas la pubertad, algo de lo que jactaba el mismo sargento cuando veía a algún pobre sudar de más. Las instrucciones del sargento Gate me resultaban bastante acertadas, dentro de esos rasgos militares algo innecesarios, pero a la vez comprensibles, por el entorno donde nos ubicábamos, y es que, por otro lado, a pesar de presentar un aspecto rudo y basto, su conducta era bondadosa y firme con todos los miembros a su cargo, algo inusual que abundaba poco por allí, por lo que cada año de inserción, se corría la voz entre los novatos en el cuerpo para que te asignasen a Jakkins para los entrenamientos. Y si no, prepárate.

Supongo que tuve suerte al igual que el resto de pelotón. Es cierto que yo traía de fuera ya una notable base que me garantizaba superar los entrenamientos, pero a decir verdad, también había que admitir, que la dureza de estos y mi edad, algunos días pasaban factura, ya no era un mochuelo de 20. Aquella mañana, como muchas de las demás, nos cuadramos agrupados sistemáticamente a eso de las 07:45 de la mañana, era orden directa del sargento que, justo en el minuto 45 durante ese lapso de tiempo de 60 segundos, nos dispusiéramos firmes y ordenadamente sin fallos para comenzar los entrenamientos a las 08:00h. Durante esos 15 minutos yacíamos como estacas, con la vista al frente clavada a un punto fijo de la fachada del fondo donde se agrupaban las habitaciones. Acabé desentrañando el porqué de esa fase y espera de 15 minutos, es que si que era cierto, que ayudaba a introducirte más fácilmente en la faena, básicamente, un tiempo de cortesía para que te fueras despertando y asimilar lo que se te venía.

A las 07:59 el sargento Jakkins entraba religiosamente hasta ubicarse frente al pelotón. Y justo segundos después, a las 08:00, daba por iniciado el entrenamiento.

- ¡¡FIIIIIIRRMEEEEESS!! -

Gritó a pleno pulmón, para que al unísono, el grupo se cuadrase, a la espera de nuevas indicaciones. Acto seguido, comenzaba a realizar ejercicios de calentamiento. Casi de forma robótica, todos allí seguíamos la sucesión de ejercicios consecutivos y ordenados por bloques, el sargento, tenía un protocolo de calentamiento y estiramiento ordenado y estricto, no dejaba sin tocar ningún músculo antes de iniciar con la tarea de ese día. Comenzaba por el cuello, hombros, espaldas y terminaba con gemelos y tobillos, intercalando estiramientos también entre cada serie. Sin embargo, al anómalo se produjo de un momento a otro, terribles gruñidos, como si de una bestia se tratase, retumbaron por todo el patio. Nadie se extrañaría, nadie movió ni una ceja al respecto, pero, todos los allí presentes pudimos escucharlo.

Pude darme cuenta que al sargento, se le empezaban a caer goterones de sudor como su cabeza de grande, y ese hombre durante el tiempo que yo llevaba en la base, no había cedido ni una sola pizca de este. Empecé a atar cabos desde la primera fila en la que me encontraba, pues los ruidos guturales se intensificaban conforme íbamos terminando el calentamiento, pero de pronto llegó.

Una terrible peste empezaba a percibirse desde al menos las 3 primeras filas, y fue ahí cuando mis sospechas se confirmaron, ¿se daría cuenta también el resto? allí cualquiera decía algo. Calculaba que el olor a excremento de marine corpulento ya había inundado la totalidad del patio, y eso que estábamos al aire libre, pero olía fuerte, algo ácido y sobre todo denso. Repugnante. 

- ¡RECLUTAS!... Tengo que ausentarme unos minutos, los ejercicios de hoy serán marciales y los dará.... -

Era obvio, se había cagado encima entre tanto calentamiento, y los ejercicios ahora, para sorpresa de todos parecía que serían instruidos por alguien del pelotón.

- ¡Tú! Soldado raso Lovecraft, preséntese aquí y rápido -

Su grueso y fornido dedo índice me señaló sentencioso. ¿Iba a dar yo hoy el entrenamiento? A veces el voto de silencio era un horrible contratiempo para determinadas situaciones, ¿sería capaz de dirigir al pelotón? Mientras caminaba decisivo hacia el sargento, iba oliendo el tufo con mayor fiereza del mundo, buscando también sabiamente que orden con 1 o 2 palabras emitir y poder transmitir lo suficiente al grupo para que no hubiera complicaciones.

- Eres el más veterano de aquí, no hay más que verte, te dejo al mando provisionalmente para un entrenamiento marcial... y ahora.... tengo que ausentarme -

El sargento, con la poca dignidad que desprendía, pues desprendía más peste que eso, se retiró de frente a nosotros, caminando de espaldas con la barbilla bien alta y los brazos cruzados. No era de extrañar que el aspecto que tendría ese pantalón debía de ser sumamente horripilante.

Tenía que decir, que no iba a ser la primera vez que instruyera a un grupo para realizar artes marciales, pero también era cierto que nunca había sido tan grande, pues en el templo, a lo sumo estaba frente a 10 o 15 hermanos para la realización del Te. Y ahora lo pondría en práctica.

- ¡Firmes! - 

Tras la orden, mi gesto sereno y neutro, transmitiría una sana tensión en el resto. Era consciente que tenía cierta carisma y buena mano para el trato con los demás, pero ahora estaba frente a un reto en el que debía de demostrarlo.

- ¡Seguidme! -

Con un movimiento relampagueante, cambié mi posición a una de guardia, aquella mañana, aquel pelotón de reclutas y los 4 o 5 soldados rasos que había también incluyéndome, practicaríamos nociones básicas de Te, el arte marcial del Templo Gautama del que provenía, y el que había estado practicando toda mi vida. Mis piernas se arquearon creando una apertura y mi altura bajó ayudada por la flexión de mis rodillas, los brazos, se arquearon también hacia atrás haciendo que el codo sobresaliera por detrás y los puños se colocasen sobre los laterales de la cadera.

- ¡KIAA! -

Exclamé, soltando con ímpetu el brazo izquierdo hacia el frente, liberando una palmada al aire. El resto me acompañó, y sucedí con un movimiento simétrico con el brazo derecho, retrayendo el izquierdo hacia la posición inicial, yo no gritaría más, pues no me lo podía permitir, pero el pelotón captó la dinámica rápidamente, y durante las siguientes repeticiones, los 49 miembros lanzaban un feroz grito liberador que impactaba al mismo tiempo en el que la palmada golpeaba.

Uno tras otro, se encadenaban los golpes, de manera sincronizada e intensa. Aquel trabajo con las piernas en esa posición y el golpeo de los brazos, labrarían el inicio del camino del Te, pues recordaba que era lo primero a lo que se aspiraba a hacer con el centenario arte marcial, y ahora la marina tenía el privilegio de verlo eventualmente. Pero había que ir intercalándolo con la fase 2, aunque por suerte, la iniciación no constaba de más.

Me paré en seco tras la última palmada, y el grupo respondió, se hizo un silencio sepulcral en el patio, y notaba sobre mis hombros el peso de los ojos de los reclutas esperando ver que hacer. Sin variar la posición de las piernas, agaché levemente la barbilla y cerré los ojos, levantando a la par los brazos y extendiendo la mano hacia el cielo, hasta la altura de los hombros, y ahí me quedé.

Tan solo alguna eventual racha de aire se veía legítima para cortar el silencio que reinaba en el patio, creado a raíz de esa postura de guardia meditativa, donde la respiración era un punto fundamental, así como el dominio de la mente para no enfatizar la atención en los músculos resentidos por el calvario que era mantener aquella postura. Y así pasarían los minutos y los minutos.

Algún rebufo al fondo escuché, no lo voy a negar, pues no estaban acostumbrados a tal ejercicio; sin embargo, no había acabado. Sin variar nada de la posición, excepto uno de los brazos, que lo llevé de nuevo hasta la cresta ilíaca correspondiente con el puño cerrado, volví a arremeter de nuevo como la primera fase del entrenamiento, ahora, el brazo en tensión liberó un fino haz que sacudiría la manga del uniforme, era un golpe similar a los anteriores pero levemente más pulido.

El grupo se percató de nuevo, y arremetió al unísono, el puño del uniforme de todos se sacudió generando un curioso sonido que transmitía disiciplina e incluso abrumaba a toda persona que lo viera desde fuera. Todos podrían dar parte de ello y todos sabían que cada uno componían eso, por lo que, a nivel individual, se sentían importantes de pertenecer a esa agradable sinfonía marcial que salía de sus uniformes.

Desconocía la hora, pues el enorme relojo del patio siempre quedaba a espaldas del instructor, y siendo que ahora ocupaba ese puesto, y continuábamos con la cabeza gacha y los ojos cerrados, había perdido la noción del tiempo. Pasaría poco tiempo más desde ese pensamiento intrusivo, cuando la voz del sargento Jakkins tomó presencia allí de nuevo, retumbando por las paredes que acogían el patio. Ya no olía a diarrea, y por eso no me di cuenta de su llegada.

- ¡Descansen! -

Ordenó, y todos pararon inmediatamente, incluido yo. Ahora si, sus pasos sobre el suelo terroso se hiceron notar mientras se me acercaba.

- Soldado raso Lovecraft, agradezco su instrucción, ahora puede retirarse. -

Me cuadré y volví al sitio en la fila. Esperando de nuevo órdenes como el resto.

- Siento la ausencia, sin embargo, he podido ver de primera mano el entrenamiento de hoy... ¡bien hecho reclutas!, lo considero suficiente para la jornda de esta mañana... ahora estiremos -

Y el sargento adoptó algunas posiciones para destensar el tren superior, no saliéndose de su particular patrón de despedida. Era cierto que los hombros, la espalda y sobre todo los cuádrices, sentían todo el peso del ejercicio. Pero tan solo era una muertra de introducción al Te, un respetuoso arte con el cuerpo humano para sacarle todo el partido sin quebrantar ninguna ley natural, ni la del propio ejecutar ni mucho menos la del adversario. Quedaba lejos de muchas que campan a lo largo y ancho del mundo, alguna que otra podía parecérsele, pero el Te se enfocaba en algo más, algo que por desgracia, la mentalidad genérica no estaba capacitada a entender.

Finalmente, el entreno acabó tras lo últimos estiramientos del tren inferio, algunos cuando echaron a andar tras el permiso del sargento Jakkins para abandonar el patio, les temblaban las piernas y causaba las mofas de sus allegados. Otros, ni podían levantar los brazos, especialmente los reclutas más tirillas. Sin embargo, por lo que observaba, había una sensación general de satisfacción entre los compañeros, quien sabe, si en un futuro, el Te llegaría a ser enseñado fielmente en cuarteles de la marina, estaba seguro que la mejora de las aptitudes de los marines, así como su repercusión en el mundo, mejoraría favorablemente. Agradecido, Gran Maestro Gautama.
#1
Moderador Gaimon
Gaimon
AVENTURA COMPLETADA CON ÉXITO


Al user Lovecraft por una T1 se le entrega:
  • Experiencia: 233+30=263
  • Nikas: 2+1
  • Berries: 0,3+0,2=0,5
  • Reputación: 55+5=60 (posi)
#2
Tema cerrado 


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