Alguien dijo una vez...
Crocodile
Los sueños son algo que solo las personas con poder pueden hacer realidad.
[Misión de Temporada] El Gato y el Ratón - Grupo B
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Mientras Ragnheidr lanzaba otro tronco más hacia la barricada que estaban levantando, sintió cómo cada uno de sus músculos se tensaba al límite. El peso de los árboles y la rapidez con la que tenía que trabajar le hacían arder los brazos y la espalda, pero aquello no era más que combustible para su determinación. Entre un respiro y otro, su mente viajaba a Elbaf, recordando los duros entrenamientos con Olaf. Cada vez que le exigía que levantara piedras más grandes, que corriera distancias más largas, que soportara el dolor más tiempo, le estaba enseñando a endurecer su cuerpo y su espíritu. Aquellas enseñanzas habían calado en lo profundo de su ser. ¿Pero por qué recordaba al viejo cascarrabias ahora? Olaf le había enseñado a no temer el dolor, sino a aceptarlo y convertirlo en su aliado. “Tu cuerpo no es más que una herramienta. Haz que sepa quién manda” Le repetía siempre. A Ragn le encantaba esa sensación de presión y resistencia, pues le recordaba que estaba vivo, que estaba usando cada parte de su ser para algo grande. En aquel instante, mientras sus músculos comenzaban a agarrotarse y su piel sudorosa brillaba bajo el sol, sentía que estaba cumpliendo con lo que le dictaban sus raíces y su corazón. Se encontraba en su elemento.

Apretando los dientes y volviendo al presente, Ragnheidr derribó un árbol más, lo arrastró con sus manos fuertes y lo lanzó hacia la barricada. No había tiempo para pausas, no había lugar para la duda. Este era el momento por el que había entrenado toda su vida, y sabía que, mientras sintiera ese peso en los músculos, su corazón seguiría latiendo con la furia de una guerrera de Elbaf. Llegó un punto donde ya no cabían más árboles y metales en ese puto rio. Lo flipante de la historia es que Asradi reunió un ejército de peces y todos se esforzaron cuál ejército para proyectar, junto al torbellino y la barricada, el agua hacia otra dirección hasta que comenzase a desembocar por otro camino. — ¡VAMOOOS PESSESSILLOS! — Gritó con emoción y fuerza, sonriendo al tiempo que empujaba los troncos con su propio cuerpo para ayudar al soporte. Una acción digna de un chalao, porque por su condición de usuario de akuma, aquello podría haber salido fatal. Al calmarse un poco el ambiente, Asradi salir del agua y todo esto, el vikingo contempló anonadado cómo la sirena se comunicaba con uno de aquellos salmones. Claro, cómo no recordar a Pepe. — ¿Estará bien en el barco? — Se rascó la barbilla. — ¡Que le den al puto perro, estamos en una guerra! — Con mala intención se sacudió la cabeza. — ¡Asrrradi eso serrr incrrreible! — Levantó ambos brazos, añadiendo una emocionante pose de victoria. De forma magnánima, Ragn apuntó hacia donde la gente parecía estar migrando cual animales al ver llegar un evento catastrófico. — El plan del pequeño Tofun desssia que ahorrra irrr a palasssio. — Realmente desconocía si la dirección era esa, sin embargo tenía un don especial para encontrar siempre el camino necesario, por muy al azar que tomase las decisiones alguna vez. Seguir a la gente no parecía mala idea.

Ragnheidr notó cómo su estómago empezaba a quejarse, recordándole que ya había pasado demasiado tiempo desde su última comida. Aprovechando un momento de respiro, se dejó caer al suelo durante apenas diez segundos, el tiempo suficiente para buscar en su mochila. Revolvió entre los pocos objetos que llevaba, hasta dar con un pequeño tupper de madera tallada, que contenía una ración de arroz con pollo, aderezado con hojas de Cáliz, esas que se encuentran a montones por el East Blue y que tanto le gustaban por su sabor fresco y ligeramente amargo. Sin perder tiempo, Ragn abrió el recipiente y, sin ceremonia alguna, comenzó a comer a grandes bocados. El arroz estaba un poco apelmazado, pero el sabor del pollo y las hojas de Cáliz era justo lo que necesitaba. Su cuerpo, agotado por el esfuerzo, parecía absorber cada bocado con voracidad, sintiendo cómo cada bocado calmaba el hambre y llenaba su estómago de una calidez reconfortante. Cuando terminó, se sintió saciado y listo para seguir adelante. Esa pequeña pausa, aunque breve, le había devuelto las fuerzas y le hizo esbozar una media sonrisa. Sabía que aún le quedaba mucho por hacer, pero con el hambre saciada, se sentía capaz de enfrentar cualquier obstáculo. Aún quedaba algo, así que sé lo ... Guardó. Podía ofrecerlo pero ... Bueno, él era más grande, requería de más comida ... Con la comida le costaba ser generoso, para que mentir. Al buscar entre sus cosas se topó con su casco alado, el cual no dudó en ponerse.

Le hizo un gesto a Asradi al ver que se tambaleaba, uno leve, indicándole si quería subirse a su hombro. Ragn estaba emocionado por el despliegue de su compañera. Los tres se habían coordinado genial, pero sin la habilidad principal de la sirena con el agua, hubieran estado bastante jodidos.

Ah bueno, ¿y qué se podía esperar de la interacción con el salmón? aquel animalito coleteaba emocionado. Ragn corría a zancadas, buscando un rápido contacto con aquel ser vivo que tan alta estima tenía a la lucha revolucionaria. La escena concluyó con el pequeño animal saltando del agua, coleteando y Ragn saltando al aire emocionado. Se encontraron a medio camino y hubo una conexión real. — ¿Ponerrr nombrrre? — Le acariciaba con el dedo, aunque el bicho no parecía estar disfrutando mucho, se ahogaba. Lo tenía entre las manos, así que lo bajó para poder introducirlo en el río, sin soltarlo. — No poderrr llamarrr Pepe, porrrque ya tenerrr uno. — Miró a sus compañeras. — ¿Manolo? — Insinuó. Esta vez se fijó en la sirena. Era de ella, debía elegir, esto era como un bautizo, al igual que pasó con Pepe el perro pachón.

Esperando pues para saber como llamar al salmón, Ragn se levantó abruptamente. — Tenerrr que avisarrr a grrrupos de hassaña nuestrrra. — El no tenía ya su den den mushi y Robson, para desgracia de Ragn, no se comunicó con ellos. Tras la posible conversación, el gigante comenzó la marcha hacia el siguiente destino.

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#31
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Los tres habían dado lo mejor de sí, y finalmente sus esfuerzos se vieron recompensados. El desvío del cauce funcionaba. La barricada que habían formado entre Ragnheidr, los salmones y ella era enorme, lo suficientemente grande como para bloquear y aguantar el torrente de agua, sumado al poderoso torbellino formado por Asradi. Visto en perspectiva, estaba claro el porqué el grupo se había formado de aquella manera, y por qué se habían asignado con esa parte del plan. La rubia tiró la última roca a la barricada, dando así la tarea como finalizada. Inevitablemente cayó de culo al suelo, y es que estaba notablemente cansadita. Ya no era solo la carrera que se habían pegado para llegar hasta allí, también el uso continuado de su fruta, el tener que moverse a base de saltitos por la falta de su pierna... todo se juntaba y se hacía una bola que la había agotado. Pero solo necesitaba un respiro, sabía que se recuperaría pronto.

Ragnheidr felicitó a Asradi, adoptando una postura de victoria llena de una energía que a ella le haría mucha falta en ese momento. Pero aún así, levantó ambos brazos al cielo y con una gran sonrisa, gritó. — ¡Lo conseguimos! — Soltó una risilla, disfrutando de aquel breve descanso. Pronto tendrían que retomar el camino hacia, ahora sí, el palacio. ¿Cómo estarían los demás? Por la breve conexión que había tenido con ellos, intuía que bien, pero tenían que coordinarse entre los tres grupos para, a ser posible, asaltar el palacio todos a la vez, aprovechando así la fuerza que daba la unión.

Observó como Ragnheidr también se sentó en el suelo, cómo se saco de la mochila un tapper de comidita. "Claro, coño", pensó para sus adentros, abriendo también su mochila un momento y sacando de ahí una de sus latas de refresco. La abrió con aquel metálico "click!" y comenzó a vaciarla sobre su garganta. Toda. De un solo trago. Un poco de líquido gaseoso se derramó por su barbilla y su cuello, pero le dio igual. Ya empezaba a notar la cafeína activar su cuerpo de nuevo, darle la energía que necesitaba para llevar a cabo la última fase del plan. Se la terminó, la aplastó un poco con las manos y se la guardó en uno de los bolsillos del pantalón. Puede que fuera raro, pero Airgid no tiraba prácticamente nada, y menos si tenía algo de metal. Se había acostumbrado a ir cargada con chatarra siempre.

Respiró profundamente un par de veces, seguía algo cansada, pero su bebida siempre le servía bien, y aquella ocasión no había sido menos. Estaba enérgica de nuevo, así que se levantó del suelo para observar aquella escena tan curiosa que rodeaba a Asradi. ¿Estaba hablando con un pez? El animalito hacía soniditos que la sirena parecía estar entendiendo, y es que le respondía a consecuencia. Qué bizarro era todo, le encantaba. El salmón incluso chocó sus aletillas contra Ragnheidr y se colocó entre sus manos, parecía majísimo y lo más gracioso, parecía querer unirse a la causa. Airgid recordó a Pepe inevitablemente, el primer amigo peludo que había decidido acompañarles y joder, pensó que un salmón podría encajar también perfectamente. Sin mediar palabra, volvió a concentrar su mente en el poder magnético, haciendo levitar un pequeño trozo de una de las planchas de metal. Lo moldeó en el aire, dándole la forma de una pequeña pecera redonda y la siguió manipulando para recoger con ella suavemente a Manolo. Dejó la pecera sobre las manos de Ragnheidr, quién parecía tener una conexión especial con los animales. Seguro que le apetecía llevarlo él. — Ya eres uno de nosotros, pequeñín. — Le dijo al salmón, sin saber muy bien si sería capaz de entenderla o no.

Fue en ese momento cuando volvió a sonar su den den mushi. Lo tomó rápidamente, escuchando a través del caracol la voz de Tofun, que les indicaba que estaban casi listos para poner en marcha el último paso del plan. La rubia sonrió, con una expresión desafiante y expectante. — ¡Largo, todo ha salío a pedir de boca! ¡Avanzamos a palacio! — Rápidamente la conexión se cortó, así que ella también colgó. — Qué diíta eh. — Comentó mientras guardaba el den den en su bolsillo. — ¿No tenéis un poco de ganas de pelear? — Les preguntó a sus compañeros, inciando la marcha tras Ragnheidr. — ¿Creéis que podremos robar en el palacio? ¿Saquearlo un poco? — Preguntó de nuevo, divertida. El camino hacia palacio, si todo había salido bien, debería de estar bastante despejado de guardias y seguridad. Los frutos de un trabajo bien hecho.

OFF
#32
Ray
Kuroi Ya
El ascenso hacia el palacio es largo y tortuoso. Al fin y al cabo el desnivel existente es muy importante, y el esfuerzo que ha supuesto para los tres alterar el curso del río tras la llegada del agua procedente de la presa no ha sido ni muchísimo menos desdeñable. Pero sin duda ha merecido la pena. Poco a poco vais viendo cómo el plan trazado por el Ejército Revolucionario para liberar a los ciudadanos del Reino de Oykot de la tiranía va dando sus frutos, avanzando de forma lenta pero inexorable. Y los habitantes de la zona humilde del reino, el pueblo conocido como Oykot de Abajo, parecen empezar también a darse cuenta. La esperanza ha ido volviendo a sus corazones, enardecidos por las heroicas acciones de los tres grupos de revolucionarios que luchan por ellos y por su patria.

Fruto de esto una enorme cantidad de balleneros siguieron a Karina a la batalla, y suponéis que se encuentren peleando contra el grueso del ejército real junto a vuestros compañeros del grupo de Lobo Jackson. Pero eso no era todo, pues muchísimas personas de toda clase parecían estar recorriendo el mismo camino que vosotros. Sus rostros reflejaban una decisión que hace unos días no veíais en ellos mientras ascendían hacia el palacio entre gritos y consignas en las que pedían explicaciones.

Es en ese momento cuando el Den Den Mushi de Airgid comienza a sonar. Al contestar puedes oír la voz del joven Robson, el ballenero novato con el que Ragnheidr habló en el mercado, solicitando que este se ponga al teléfono. Si lo hace le contará lo que ha estado haciendo, pues para vuestra sorpresa no se encuentra peleando junto a Karina:

- ¡Estamos en la explanada frente a la puerta del palacio! - Anuncia con un tono de voz claramente exultante. - Estamos protestando contra la instalación de la central eléctrica y las trabas que desde la corona se pone a nuestro estilo de vida. Apenas hay nadie protegiendo el edificio, solo el viejo general.

Aceleráis el paso y seguís vuestro camino, subiendo la colina hasta que, finalmente, llegáis a la explanada mencionada por Robson. Allí podéis ver a una multitud de personas protestando entre gritos, de forma bastante desorganizada pero con unos argumentos muy similares entre todos. La mayoría de los allí reunidos son ancianos, mujeres y adolescentes, junto a unos pocos de los más jovenes entre los balleneros. El amigo de Ragnheidr es quien encabeza la manifestación, intentando que los cánticos, gritos y protestas se unifiquen lo máximo posible. En su rostro podéis ver la esperanza que vuestra organización ha dado a esas humildes gentes, mezclada con decisión y rabia.

Es en ese momento cuando las puertas de palacio se abren a lo lejos, apareciendo una figura que sale del mismo con paso lento pero decidido. Es un hombre de edad muy avanzada, casi calvo aunque con escaso cabello blanco a los lados y en la parte posterior de la cabeza, así como un prominente bigote del mismo color. En su rostro, surcado por innumerables arrugas, puede verse la experiencia de quien ha librado cientos de batallas. Lleva una armadura de placas metálica y, aparentemente, muy pesada. En la pechera porta multitud de medallas que acreditan sus méritos en combate. Y en torno a su hombro derecho cuelga una larga capa negra.

- Es el General Kudthrow, el más alto cargo del ejército real. - Os dice Robson con un tono que denota cierta preocupación. - Es famoso por su maestría en batalla.

El anciano general avanza hasta situarse a unos diez metros de los más adelantados entre los manifestantes, siendo Robson uno de ellos. Allí se detiene y mira a todos a quienes tiene enfrente con rabia. En ese momento empieza a hablar con un tono de voz calmado pero firme y profundo, que logra transmitir amenaza en cada una de sus palabras:

- Buenas gentes de Oykot. Entiendo vuestras preocupaciones, y habéis de saber que la Corona las atenderá a su debido tiempo, pero esta no es la forma de solicitar nada. Volved a vuestras casas, cesad en vuestros gritos y amenazas, o me veré obligado a disolver por la fuerza esta reunión.

Muchos de los presentes enmudecen. El prestigio del afamado militar le precede, y sus solas palabras bastan para sembrar el miedo y la duda en los corazones de no pocos entre los manifestantes. Durante unos segundos un runrún dubitativo recorre a la multitud, hasta que Robson, haciéndose cargo de la situación, proclama a los cuatro vientos:

- ¡No nos iremos de aquí hasta que nuestras demandas sean escuchadas y tenidas en cuenta! ¡Las gentes de Oykot estamos hartas de que los poderosos se aprovechen de nosotros!

Podéis ver en ese momento cómo la expresión en la cara del General cambia. Agacha ligeramente la cabeza y niega, resoplando sutilmente. Murmura algo y, al mismo tiempo, deja caer su capa. Bajo ella se muestra entonces una gran maza de color negro con unas afiladas púas que ocupan toda su superficie salvo el mango.

En ese momento, sin apenas dar tiempo para reaccionar a los presentes, acelera de forma brusca en dirección al joven ballenero mientras agarra su arma con ambas manos y trata de asestarle un poderoso mazazo en la cabeza antes de que este sea capaz de hacer nada por evitarlo.

Cosas
#33
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Escuchar la voz de Tofun a través de aquel den den mushi hizo esbozar una sincera sonrisa al vikingo, quién avanzaba siguiendo a la gente como el que persigue su destino, a todo motor. — ¡Dessirr a pequeñajo que cumplirrr prrromesa! — Se sentía el peso de aquellas nudilleras en sus manos (cambio narrativo, por las espadas), sobresalían de estas unos visibles pinchos de metal los cuales todavía no estaban ni estrenados, ¿sería el día? un joven muchacho de no más edad que su primo Hinrtih caminaba a su lado. No pudo evitar bajar la vista, pues el muchacho lo rastreaba, desde los pies a los hombros. Para los humanos, Ragn era un colosal ser vivo ... Ay, si vieran un gigante de verdad. — ¿Tenerrr mono en carrra? — Bufó a lo que el chiquillo se asustó un poco, alejándose un par de metros, pero siguiendole el paso. Tenía que esforzarse, por cada paso del Buccanerr eran siete del niño. Sin embargo Ragn no tardó en darse cuenta de que no era él su punto de atención, sino el salmón de alma revolucionaria que daba vueltas en aquella caja de metal que la mujer de una sola pata había creado. Nuestro querido protagonista frenó el paso y por supuesto el niño también. La diferencia de tamaño ofrecía una visión casi teatral. El sol caía sobre sus poderosos hombros de vikingo, los rayos de luz cruzaban el rostro del chaval, ocultando cualquier rastro de señales del astro rey. Aquel muchacho tenía perlas brillantes y no ojos, de la ilusión que le hacía ese encuentro. — Ya verrr ... — Se agachó, le entregó la pecera y colocó una mano sobre la cabeza del niño, delicadamente, claro. — ¿Poderrr cuidarrr de amiguito? — El miedo cayó y la emoción se levantó. Se puso tan contento que saltó con la pecera en brazos. Pesaba lo suyo, era de metal, pero ese niño tenía sangre de ballenero en el cuerpo, es decir, era un luchador nato. Corrió hasta la sombra de uno de sus parientes justo al mismo tiempo que sonó de nuevo el den den mushi. — ¡¡RRROOOB!! — Gritó al acercarse, hasta el punto de casi quitarle el aparato de la mano a la rubia. Escuchó atento las palabras que tenía que decir. Sintió llenar su orgullo. El orgullo de confiar en alguien y que este respondiera con creces, era indescriptible. Llevado por la emoción tomó la decisión que lo mejor era dejar de hablar y acelerar el paso. Cortó la comunicación de manera abrupta, eso fue suficiente.



La masa de gente en el lugar les da la bienvenida. Repleto de civiles protestando por sus derechos. — Qué sensación. ¿De esto es de lo que hablaba Tofun? ¿esto es ser revolucionario? — Respiró profundamente para calmar su aumento de palpitaciones. Ragn, Airgid y Asradi destilaban presencia. Avanzaron, ante la mirada anonadada del populacho que les iba abriendo camino. El vikingo ni prestó excesiva atención a la gente, tenía la mirada fija en el castillo. Sabía cuál era su papel, no mostrar debilidad formaba parte de él. Ragn, junto a sus compañeras se acercó hasta ver finalmente a Robson. Este se encontraba al frente de todo, liderando. ¡Puto crío! era imposible pillarle tanto cariño, incluso yo, que soy narrador, lo quiero un poco. Para desgracia del vikingo se quedó a medio camino de poder estrechar la mano con su joven amigo, ya que las puertas de palacio comenzaron a abrirse de par en par. Finas capas de un olor peculiar se filtraron en su nariz. Ragn poseía una cualidad muy desarrollada con el olfato, hasta el punto que tenía desglosar a la gente por sus olores. Y el que había llegado, olía como a Olaf, su maestro. Viejo, seguro que se duchaba poco, como Olaf. — Cuidado. — Anunció el Buccanner. Incluso podía ser posible que no fuese su olor, allí se juntaban muchas personas, de muchas edades, quién sabe. De todos modos el porte intimidante del hombre ayudaba a fijar la percepción del rubio. Robson no tardó en advertirles, confirmando, ahora sí, que no era un cualquiera.

Habló, sus palabras no fueron bien recibidas ¿Kudthrow era un tipo odiado? ¿o es que la gente ya no podía más con la situación y metía a todo lo que olía a nobleza en el mismo saco? Tenía un porte regio, repleto de insignias verdosas a juego con una perla espectacular que sobresalía en su hombro izquierdo. Joder es que impresionaba. — Por las patas de Pepe, debo luchar contra ese hombre, como sea. Es el tipo de enemigo que Nosha pide. No me voy a contener. — Ragn comenzó a avanzar hacia Robson, intuyendo, por su respuesta, que aquello no podía salir bien. No esperó, el cuerpo de Ragn se movilizó por defecto, prácticamente al unísono que el general, salvo que el vikingo lo haría mediante un poderoso salto que agrietó el propio terreno. Al llegar hasta Robson, buscaría empujar con fuerza el cuerpo del muchacho hacia un costado, recibiendo aquel imponente impacto. El mazo golpeó el cuerpo de Ragn, sin embargo deformó su cuerpo, haciendo que el físico del Bucanneer explotara de repente, esfumándose.

Había recortado distancias. Había empujado a Robson y recibido el golpe por ello. Su cuerpo estalló en un particular gas que era muy confuso y que el general no tardaría en sentir. ¿Qué hacía peligroso el monóxido de carbono? que era un gas que no tenía ni color, ni olor, era completamente imperceptible. Y para más inri, ocasionaba en aquellos que lo respirase un envenenamiento intenso y de muy corta llegada. En parte, abalanzarse de aquella manera, recortar la distancia y demás, había sido un pequeño truco para no tener que acertarle al general, que el propio gas se extendiera gracia a su propio porrazo, que no lo viera y que comenzase a sentir como su respiración comenzaba a empeorar.

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Virtudes y defectos
#34
Asradi
Völva
Todo comenzaba a fluir, de la misma manera que lo hacía la corriente que ella misma había modificado. Karina, por otro lado, había hecho acto de presencia con los balleneros y ahora ya se ponían en marcha, repletos de entusiasmo. La Revolución comenzaba, y eso hizo que Asradi sonriese de manera ligera pero orgullosa, también mirando a Ragnheidr y a Airgid, la cual, muy habilidosamente, le había creado una especie de pecera al salmón. La sirena negó levemente con la cabeza, bastante divertida al respecto. Al final sí que se sentía a gusto con ese grupo de gente. Congeniaban de una manera extraña a pesar de todas las diferencias que tenían. Por unos momentos, en su pensamiento, apareció Octojin mientras avanzaba con sus camaradas por entre el gentío, rumbo al palacio.

“Mírame, yo también estoy ayudando a cambiar el mundo. A hacer algo mejor por los nuestros. Espero que tú también lo hagas.”

La sonrisa de la sirena se acrecentó, y en su pecho esa calidez comenzó a querer salir mientras avanzaban a través de la masa de civiles que ya protestaban por sus derechos. Por su libertad. La voz de Asradi sonó, y se alzó, como un llamado a la libertad, tras haber escuchado, también, el aviso de Lobo a través del Den Den Mushi.


A medida que avanzaban y se abrían paso entre el pueblo llano, la fuerza de su voz se iba ampliando, calentando y enardeciendo los corazones de la gente de Oykot. Era algo que se impregnaba y se esparcía por doquier. Un sentimiento, en voz, que nada ni nadie podría constreñir ni opacar. No importaban cuántos tiranos pudiesen querer apretar el nudo. Siempre habría algo que lo aflojaría o, en todo caso, cortaría la cuerda de la opresión de cuajo.

La bandera de la libertad, de la Revolución, ondeaba no solo en el campo de batalla, sino en los corazones de aquellos que escuchaban a Asradi y que, de verdad, querían que esa marea del cambio avanzase para bien. Por ellos, por sus hijos y por su forma de vida. Era un canto a la libertad, a todo lo que se merecían. No había lugar para tiranos en ello. Los corazones se iban inflamando a medida que los tres revolucionarios se abrían camino hacia el palacio donde el general Kudthrow ahora les impedía el paso. La sirena frunció ligeramente el ceño, y vió como fue Ragnheidr el que se adelantó, como un buen guerrero de Elbaf. Por supuesto que no se iban a quedar quietos mientras ese maldito calvo amenazaba la vida de un ciudadano de a pie. ¿Qué clase de gente era esa?

Asradi miró a Airgid de reojo y asintió, en lo que la pelinegra se quedaba a una distancia media. Ni demasiado cerca, ni demasiado lejos. El tono de su voz cambió de repente, así como la proyección a quien ahora iba dirigida. De una balada de libertad ahora resonaba un cántico que animaba a la batalla, que enardecía las ansias por defender aquello de lo que siempre habían estado viviendo. De defender sus vidas y sus ideales. Asradi se irguió todo lo posible sobre su cola. Y, simplemente, cantó.

Cantó para que el espíritu de la Revolución siempre luchase y jamás se apagase. Cantó para todos aquellos que quisieran unirse a esa lucha. Cantó para los suyos.



Resumen

Estadísticas con Bonus
Técnicas utilizadas
Virtudes y Defectos



Inventario
#35
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Lo que se estaba cociendo frente al palacio de Oykot no era solo una batalla al uso. Era una guerra moral. Y los revolucionarios la estaban ganando de calle. La poderosa voz de Asradi comenzó a cantar a medida que los tres revolucionarios se hacían paso a través del populacho iracundo de Oykot. La canción de la sirena no era la única que empezaba a inflar sus corazones, el discurso de Lobo les llegó a través del den den mushi, abierto para que todo el mundo lo escuchara. No solo se unió a que la motivación recorriera sus cuerpos, también les informó de que estaba librando su batalla en los muelles, mano a mano junto a Karina. No estaban solos. Aquel combate les facilitaría al grupo de tres el acceso a palacio.

Pero no todo iba a ser coser y cantar. Las puertas del castillo se abrieron, dejando pasar a un imponente general de guerra. No, no se iban con chiquitas, eran más que conscientes de lo que se estaba cociendo y habían sacado toda la artillería con el fin de poner fin a la revuelta. Qué ingenuos. El pueblo dudó por un segundo, pero fue la voz de Robson la que les impulsó de nuevo, provocando que el viejo centrase su ofensiva en él.

Asradi no cesó de cantar, volviendo el tono ahora mucho más belicoso y notando cómo, de alguna manera, se volvía más fuerte y con más energía. Ragnheidr se lanzó con toda la velocidad que pudo a interponerse entre Robson y el arma del general, asumiendo el golpe y desapareciendo en gas. ¿Y Airgid? La rubia soltó un chispazo de repente, como un cable mal conectado. Su cuerpo comenzó a rodearse de rayos amarillos que chisporroteaban a su alrededor, una electricidad generada gracias a los campos magnéticos de su fruta que la ayudaba a potenciar aún más los poderes que esta le otorgaba.

La mujer frunció el ceño, adoptando una expresión no solo cabreada, sino concentrada. Especialmente centrada en el arma del general, aquella maza enorme con púas. Si era capaz de arrebatársela, supondría una poderosa ventaja a la hora de combatir contra él. Cerró los ojos un segundo, aislándose del exterior, alargando el brazo derecho hacia el general, sintiendo cada centímetro de metal de la maza... De repente, el arma de Kudthrow salió volando en su dirección, atrapándola en el aire con su mano alzada. Esbozó una sonrisa gigantesca al ver que su idea había surtido efecto. Sabía, o al menos se intuía, que tras una ofensa de aquel grado ahora el general intentaría atacarla a ella para recuperar su arma. Así que retrocedió unos pocos metros.

¿Has perdío algo, viejo? — Preguntó con sorna antes de morderse la lengua, en un gesto divertido. Ragnheidr había desaparecido, pero tanto Asradi como ella conocían sus poderes. Realmente seguía por ahí, armando de las suyas con sus gases y planeando alguna estrategia para desatar toda su fuerza contra Kudthrow. No dejó de concentrarse en el metal de su alrededor mientras esperaba de frente la respuesta del comandante. Aquel lugar debía tener bastante metal que poder utilizar, pero primero tenía que localizarlo.

OFF
#36
Ray
Kuroi Ya
El general se ve sorprendido por la velocidad de Ragnheidr y por el hecho de que este sea capaz de transformar su cuerpo en gas. No obstante, el destello que puede apreciarse claramente en su mirada deja muy a las claras que sabe perfectamente qué significa lo que acaba de presenciar, asumiendo desde el primer momento que se encuentra frente a un usuario de una fruta del diablo de tipo Logia. Este conocimiento, sin embargo, no es suficiente para que no respire el peligroso y dificilísimo de detectar gas que el vikingo está desprendiendo. Comienza a sentir un ligero mareo, si es que puede llamarse así. Más bien es una sensación sutil, como si su cerebro estuviera flotando debido al desplazamiento del oxígeno en su unión a la hemoglobina de su sangre provocado por él.

Sin embargo de repente comienza a sentir cómo una irrefrenable fuerza tira de su arma en dirección contraria. Se trata de Airgid, que con sus habilidades estaba tratando de arrebatársela. Consciente de que iba a ser incapaz de oponerse a aquella fuerza de atracción, decide no oponer mayor resistencia y dejar ir su maza. Al fin y al cabo quien ha convertido su cuerpo en un arma a base de entrenamiento puede permitirse prescindir de ellas.

Es por eso que la pérdida de su maza no impide que comience a girar sobre sí mismo a una velocidad endiablada como si de una peonza se tratase mientras sus puños y antebrazos se tornan de un color negro azabache brillante, buscando asestar un rapidísimo y poderoso golpe al buccaneer aprovechando que este, confiando en la habilidad de su fruta, no ha tenido la precaución de tomar distancias.

Es en ese momento cuando considera que debe repartir adecuadamente sus esfuerzos entre sus distintos oponentes. En apenas una fracción de segundo, el veterano militar evalúa las opciones disponbles: por un lado está la sirena, que ha comenzado a cantar en apoyo de sus compañeros para enardecer sus espíritus y mejorar su capacidad de combate. Y por otro está la mujer que le ha arrebatado apenas un instante antes su maza, mostrando ser también usuaria de las habilidades de una fruta del diablo. Este último hecho fue lo que le hizo pensar que probablemente esta última fuese la más peligrosa de las dos, por lo que con un potentísimo impulso saltó hacia ella a una velocidad desproporcionada, presionando el suelo con los pies con tal fuerza que este se hundió ligeramente bajo sus pies.

Su puño izquierdo, el que estaba desarmado desde un primer momento, se tornó también del mismo color azabache que había adoptado antes su maza mientras buscaba asestar un poderoso puñetazo en el rostro de esta. Después, ya desarmado, tomaría aire. La dificultad que sentía para respirar era evidente, pero no por ello descuidó un ápice su impecable postura.

- Parece que los balleneros cuentan con aliados poderosos. - Dice, reconociendo la fuerza de los tres revolucionarios que tiene ante sí. - Pero ninguno de vosotros, jovenzuelos, es rival para mi experiencia.

Cosas


Edit
#37
Percival Höllenstern
-
Stats y demás

Virtudes y Defectos y Bonus

Armas e Inventario


A lomos de Umibozu, el viento de la costa azotaba mi cara y revoloteaba mi pelo mientras descansaba sobre el gyojin y nos acercábamos al castillo.

El monstruo viró hacia el pueblo, dejando el castillo de lado por el momento, pero a suficiente distancia prudencial del castillo.

 – Cambio de planes, lurk. El que quiera ir al castillo ahora es el momento-lurk. Vamos camino al pueblo-lurk – mencionó con su voz ronca al gentío que le montaba, y entonces vi la oportunidad, abandonando la grupa del abisal y profiriendo un salto a un saliente portuario, y realizando otro pequeño salto posterior para alcanzar una callejuela con vistas marítimas y aparentemente desprovista de guardias.

Caminé con cierta tranquilidad, pues la gente de a pie parecía algo ajena a lo que había acontecido, si bien es cierto que gran cantidad de los guardias se movían con cierta inquietud, pero eso no aminoró mi camino al castillo e intentando no llamar la atención por las calles más centrales.

El sol de la mañana caía implacable sobre la avenida, haciendo que cada rincón de la calle brillara con una claridad insoportable, reflejado en las fachadas claras de las inmediaciones. El castillo de Oykot, a lo lejos, se alzaba al final del camino como un faro que no quería alcanzar. Y ahí estaba yo, caminando directo hacia él, a plena luz del día, pero intentando ser invisible.

A esa hora, las calles comenzaban a tener vida, pues  los comerciantes iban abriendo sus tiendas y los malditos guardias, patrullando como si no tuvieran nada mejor que hacer. Sabía que no podía detenerme ni mostrar interés en nada. El truco era sencillo: no existes si nadie te mira. Pero con la avenida tan concurrida, cada movimiento parecía un desafío.

El cuco ha salido del nido, y va en camino a palacio al encuentro del grupo B – comenté echando mano del Den Den Mushi mientras trataba de localizar a mis aliados de la Armada Revolucionaria en aquel sector de la ciudad. Buscaba que me dieran alguna indicación de como se encontraba

Llevaba el manto gris, pero a esa hora, en pleno sol, parecía más una señal de que escondía algo que una capa para mezclarme con la pulsión habitual de la ciudad, por lo que me deshice de ella y caminé, dejando que las sombras de los edificios cubrieran mi rostro lo mejor que podían. No podía correr ni acelerar el paso, así que me deslicé entre la gente, moviéndome al ritmo del flujo de la multitud. Si era parte del todo, quizás nadie repararía en mí.

Crucé frente a una tienda de telas, sus colores brillantes colgando de los marcos de las ventanas. Y entonces, desvié el rumbo hacia la izquierda, donde una serie de callejones menos transitados se abrían paso entre los edificios. Me pegué a una sombra que apenas cubría una pared y esperé un momento, observando cómo los guardias seguían su camino, sin notar nada fuera de lo común. Fue entonces cuando el sonido de una campana lejana marcaba la hora. El reloj seguía corriendo.

El castillo ya se encontraba cerca, y así su sombra daba por dominado el horizonte. Volví a la avenida, pero esta vez me mantuve lo más cerca posible de los puestos de comida y carros de mercancías. Era un lugar donde la actividad constante creaba una especie de camuflaje perfecto. Me detuve junto a un vendedor de frutas, como si estuviera interesado en su mercancía, pero mis ojos estaban fijos en las calles laterales, buscando cualquier amenaza.

No podía dejar que la calma aparente me engañara. Sabía que cada paso debía ser medido. Por más abierta que estuviera la avenida, la verdadera clave era parecer lo suficientemente insignificante como para no llamar la atención.

Resumen
#38
Asradi
Völva
Personaje


Aquel lugar se había convertido no solo en un campo de batalla, sino también en su sala de conciertos, por así decirlo. Un lugar del que se había apropiado metafóricamente no para ella, sino para sus aliados y para el pueblo. Los balleneros que solo querían una forma de vida, de sacar adelante a sus hijos. De tener un futuro. El canto y la voz de Asradi continuaban alzándose por sobre las voces del pueblo llano que, un poco a coro, parecían caldearse también, al igual que los corazones de la gente.

No era la central la que les había quitado su forma de vida. No, la central en sí no tenía la culpa. La culpa era de quienes la gestionaban. Una panda de usureros y déspotas que solo pretendían llenarse los bolsillos a costa del sudor de la gente de a pie. No podía evitar compararlo un poco con la situación que ella conocía, entre gyojins/sirenas y humanos. Esa marginación. Ese intento de intentar oprimirse unos a otros. Por desgracia, era algo que continuaba ocurriendo. El ceño de Asradi se frunció cuando el tono de su voz no solo se amplió, sino que comenzó a vibrar con más énfasis.

Con más sentimiento. Con esa responsabilidad de querer ayudar no solo a esas gentes, sino a muchas más que continuaban oprimidas en más partes del mundo. Octojin ayudaría desde la Marina. Y ella...

… Ella lo haría de esa manera, instigando a los pueblos a levantarse, a labrarse un futuro honrado y pacífico.

¡El Sistema debía ser derrocado! ¡La Revolución ardería, a partir de ahora, en los corazones de todos aquellos que sintiesen la chispa!

¡La gente sería libre!

Los ojos oceánicos de la sirena brillaban con fuerza, con énfasis, en un trance en el que su voz era, ahora mismo, su arma más poderosa. No solo para ella, sino también para sus aliados. El don que había heredado de su familia, de sus ancestros, no era para usarlo de manera egoísta.

Era para entregarlo a los demás.

De repente la entonación cambió. Era como si un coro de más gente, de almas, se hubiese unido también a aquello que estaba sucediendo. A aquel cambio. Asradi pudo verlos, allí entre la gente. Los fantasmas del pasado, de otros pueblos de antaño, de la gente del mar, acompañando aquellas voces, haciendo que el aire vibrase de una manera poderosa y que pudiese llegar a los corazones de todos.

De hecho, cualquiera que comenzase a aproximarse al lugar donde estaba teniendo lugar aquello, no tardaría en escuchar los tambores de la revolución en los corazones de la gente.

En su voz.


Resumen

Estadísticas con Bonus
Técnicas utilizadas
Virtudes y Defectos


Inventario
#39
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Lo había conseguido. Airgid controlaba ahora el uso de la maza del Comandante, destinado a una enorme desventaja en el combate. Pero aún así sabía que no podía confiarse demasiado. Era un veterano de guerra protegiendo nada más y nada menos que el puto castillo de Oykot, por lo que no era moco de pavo. Aunque ellos contaran con la superioridad numérica, él debería sentirse suficientemente confiado respecto a sus habilidades como para hacerles frente en solitario. La rubia comenzó a levitar en el aire gracias al poder de su akuma, desatando una lluvia de rayos amarillos a su alrededor, envolviéndola por completo. Pensó rápido, y con el fin de conseguir que Kudthrow no volviera a empuñar su arma, lanzó su maza volando por una de las ventanas del castillo, alejándola de su alcance. Si quería volver a ir a por ella, tendría que darles la espalda y perder mucho de su preciado tiempo. Cosa que dudaba que sucediera.

Viendo cómo contraatacaba contra Ragnheidr, cómo el hecho de que fuera un usuario de logia no le sorprendía lo más mínimo, la rubia se preparó a conciencia. Usó todo el metal que llevaba encima, los trozos sin forma, los tornillos, las llaves inglesas, las latas vacías, los engranajes, la chatarra... todo. Puede que no fueran piezas grandes, pero su cantidad lo volvía una herramienta bastante interesante a la que poder sacarle partido. Usando su valioso poder, las controló para formar con ellas estructuras metálicas alrededor de sus dos puños y de su pierna, a modo de equipamiento extra. Sabía que un golpe con cualquier de ese metal dolería bastante más. También había detectado gracias a su habillidad, que la armadura de Kudthrow era de metal, lo cual podría ser un factor importante en un futuro próximo. Pero no en ese momento, no tuvo el suficiente tiempo, pues instantes más tarde, observó cómo Kudthrow se abalanzaba hacia su dirección, con el puño preparado. Vio cómo se volvía de color negro y Airgid sabía lo que eso significaba, así que no se demoró ni un instante en tratar de esquivar el golpe, moviéndose hacia el costado izquierdo mientras levitaba. Igualmente, el puñetazo rozó su rostro, provocándole un corte en la mejilla derecha, uno que rápidamente comenzó a sangrar. Pero ella ya estaba preparando el contraataque. Presionó rápidamente varios puntos claves de su pierna, contrajéndola, tensándola, recubriéndola de haki armadura. Era su momento, era su ocasión para liberar todo su poder ofensivo. La diferencia de velocidades era alta, el viejo resultaba lento ante los ojos de la revolucionaria, lo que le permitió a Airgid asestar su patada directamente contra el rostro de Kudthrow. — ¡Pulvis pyrius! — Gritó con toda la fuerza que sus pulmones le permitieron. Su cuerpo levitaba, chispeaba en rayos, completamente electrificada y magnetizada. La patada había sido tremendamente poderosa, no solo por sus propias habilidades, también había sido impulsada por el canto de Asradi y por la presencia de sus compañeros revolucionarios en la batalla.

Era el poder del pueblo unido, el poder del metal y del aceite, el poder de los músculos desatando todo su potencial.

OFF
#40


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