Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
[Común] Día de entrenamiento
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Día 23 de Verano del año 724

Airgid aún no había terminado de asimilar del todo el hecho de que había abandonado Kilombo. Era algo que siempre había deseado hacer, pero que a la vez había ido alargando y alargando, excusándose en que aún tenía asuntos pendientes con la isla, cuando... la realidad era que no se había armado con el valor suficiente. No se veía a sí misma, sola, abandonando su hoga de toda la vida y donde aún guardaba buenas amistades solo por perseguir un sueño. Pero la llegada de Ragnheidr a la isla lo cambió todo. No solo sintió una enorme y fuerte conexión muy rápidamente, sino que también descubrió que tenían más cosas en común de las que una pudiera llegar a imaginarse de primeras. A ambos les unían aficiones parecidas, personalidades compatibles, y una extraña relación con la revolución, ambos impulsados un poco gracias a aquel anciano que conocieron en Kilombo. Y no solo le conoció a él, también a Asradi, a Ubben, Tofun, Umibozu... de forma orgánica y casi sin darse cuenta, habían formado un grupito curioso y tremendamente divertido. Señal suficiente para darse cuenta de que estaba más que preparada para hacerse a la mar.

El viaje lo pasaron casi enteramente borrachos, fue un completo desfase del que Airgid no se sentía demasiado orgullosa, pero claro, no había sido del todo culpa suya cuando uno de sus amigos era una destilería andante. Airgid no sabía ni cómo, pero al final fueron capaces de llegar a una isla, Reino de Oykot, se llamaba. Tofun le había explicado varias veces la situación de esa peculiar isla, y la misión que había tramado para ellos, donde podrían además colaborar con más revolucionarios. Airgid estaba tan borracha que ya ni recordaba del todo los detalles, solo sabía que tenía que camelarse un poco a la población local, una tarea que se le daba especialmente bien, la verdad.

Pero era momento de un poco de descanso. Bueno, no descanso realmente, sino de desconexión mental. ¿Y cómo se conseguía eso? Con un poco de ejercicio. Airgid iba preparadita, con su coleta hecha, su top y sus pantalones cortos, la típica ropa que usaba para entrenar. Habían encontrado un gimnasio que contaba con su propio edificio, y además una zona para hacer ejercicio al aire libre. Airgid desconocía cuál de las dos opciones le apetecería más a Ragn, ella no tenía problemas así que decidió que le dejaría esa decisión a él. La rubia había sido lo suficientemente previsora como para traerse sus pesas de casa, pero teniendo un gimnasio cerca, era mejor dejarlas en el barco, salir un poco y explorar también la ciudad de paso, y después podrían ir a dar una vuelta, comer algo... lo que fuera.

Mientras esperaba a que Ragnheidr apareciera, no podía dejar de pensar en aquella extraña visión que tuvo con él. Es verdad que iba hasta arriba de "Ascensores" y que eso la hacía alucinar y ver cosas raras, imaginadas. Pero verle a él con aquel casco de metal en la cabeza le hizo pensar que quizás no había sido pura casualidad...
#1
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Sueño de Ragn


El vikingo se despertó sudando, bañado en sudor. Miró sus manos y estas temblaban, como cada vez que Nosha aparecía. Aquel sentimiento de desesperación, de dolor, por qué no decirlo, el vikingo lo anhelaba. Vivía por ella y para ella... su diosa de la muerte. Eran aproximadamente las once de la mañana. Ragn venía de beber hasta desfallecer otra noche más, solo que en esta ocasión no con Tofun, Airgid o Asradi, sino con los balleneros. Gente de bien, pero muy poco decidida. ¿Estaba mal decir que a Ragn no le importaban tanto los problemas ajenos, que realmente le daba igual lo que les pasara? Si bien sentía cercanía con los pescadores y los currantes de a pie, si no era un problema directo suyo, desconectaba con facilidad.

El hombre se levantó, salió a cubierta y saludó a sus compañeros. Ragn preguntó de inmediato dónde estaba Airgid, quería verla, lo necesitaba. Los demás revolucionarios le indicaron dónde se encontraba. Entonces recordó, con fastidio, que había quedado con ella esa misma mañana y ya llegaba tarde. Iba sin armas, sin parte de arriba, pero al menos con sus pantalones habituales. Transformó todo su cuerpo en gas y salió despedido por los aires, en busca de la mujer.

No tardó en llegar, precipitándose cual torrente de bruma contra el suelo. El gas tomó forma, una forma escandalosamente musculosa. Había civiles y balleneros por la zona. Muchos se quedaron prendados de la escena, pues el hombre rubio era colosal, pero también lo era la mujer, para ser humana. — Llegarrr tarrrde. — Comentó. — Es verdad, en el mundo real no sé hablar bien. — Pensó, molesto. Odiaba su incapacidad para expresarse, la odiaba profundamente porque nunca le dejaba decir lo que realmente sentía. Pero ya mejoraría. — ¿Haberr peso aquí? — Él no iba a gimnasios, solo levantaba pesos, y como muchas veces escalaban en una fuerza muy superior a lo habitual, cuando un tipo en un gimnasio levantaba cien kilos, Ragn debía levantar toda la máquina.

El buccaneer miró por un instante directamente a los ojos de Airgid, pero en cuanto sus miradas se cruzaron, él desvió la suya. — ¿Qué quiso decir Nosha? — Observó que ella tenía sus propias pesas. — No nessessitarrr. En lugarrrr tenerrr. — Comenzó a caminar en dirección al gimnasio, uno al aire libre, donde podrían exhibirse.
#2
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Era una mañana ligeramente calurosa, propia del verano, con un sol intenso que de vez en cuando era, por suerte, opacado por alguna que otra nube blanca y esponjosa. Airgid se había acostumbrado a ser puntual gracias al tallercillo que había abierto en su garaje en Kilombo, había tenido que hacerse a despertarse pronto y tenerlo todo listo más o menos al mismo tiempo que las demás tiendas. Una costumbre que seguramente le costaría un poco olvidar. Sin embargo, no le importaba especialmente tener que esperar un poco por Ragnheidr, que ya había demostrado ser un poco más despistado, o con el sueño más profundo, como prefieras llamarlo. Decidió aprovechar esos momentos de espera para comenzar con los estiramientos, empezar a calentar un poco los músculos para lo que les esperaba. Se encontraba en mitad de la calle, con sus pesas a un lado y estirando el cuerpo, con una peculiaridad un tanto llamativa. Normalmente solía llevar la pierna izquierda tapada, aunque no quisiera admitirlo, la cicatriz y en general, la amputación, le creaba un poco de complejo. Significaba llamar la atención de una forma que no le gustaba, generando asco o peor aún, pena. Pero en esta ocasión, llevaba unos pantalones cortos de deporte, dejando a la vista la ausencia de su pierna izquierda. No, no había superado ese complejo de la noche a la mañana, las miradas de los civiles y balleneros que pasaban por ahí la incomodaban terriblemente... pero ahora ella era diferente, al menos por dentro, y se había propuesto que iba a reflejar eso también al exterior. Se había vuelto más fuerte, más confiada, estaba siguiendo su sueño después de deshacerse del fantasma del pasado en el que se había acabado convirtiendo Kilombo, tenía un poder increíble gracias a esa fruta del diablo... no iba a dejar que una tontería tan grande como el que le faltase un miembro siguiera atormentándola. Porque aún en esas condiciones, era más ágil y veloz que la mayoría de los que la miraban con pudor.

De repente, un rápido y gran torrente de gas apareció flotando, dirigiéndose con prisa hasta su ubicación. Muchos se asustaron o se quedaron paralizados, pero Airgid sonrió, pues sabía perfectamente de quién se trataba. Una vez frente a ella, la bruma tomó forma humana, revelando a un gran hombre de cabellos rubios e increíble musculatura. ¿Sería suficiente el gimnasio para que Ragn entrenase? No parecía existir peso suficiente que no pudiera levantar. — No pasa nada, ¿has dormido bien? — Le respondió la rubia cuando éste señaló que había llegado tarde, con una sonrisa agradable en el rostro. Le miró en ese momento con un brillo diferente en los ojos. Puede que al principio lo que más le llamase la atención del medio gigante fuera su maravilloso físico, sus bellos rasgos, la masculinidad que desprendía. Puede que al principio solo fuera una atracción puramente carnal. Pero ahora le miraba y sentía una extraña pero intensa conexión con él más allá de lo físico. Se sentía agusto con él alrededor, sentía que aunque el idioma supusiera en ocasiones una pequeña barrera entre los dos, sus almas se entendían a un nivel más profundo. No era solo que le gustara, era mucho más complejo que eso.

Son por si acaso. — Respondió ante el comentario de Ragn acerca de haber traído sus propias pesas. — No sé si habrá mucha gente dentro y no quería quedarme sin unas que usar. — La verdad es que Airgid no había pisado un gimnasio nunca tampoco, se había montado el suyo propio en su casa, en parte por un poco de vergüenza y en parte porque tampoco es que hubiera muchos en Kilombo, le quedaban a tomar por culo, la verdad. Así que no sabía muy bien cómo funcionaba la cosa, si habría pesas suficientes para todos, si eran lugares muy concurridos o no... lo descubriría pronto. Usando su nuevo poder, en lugar de agarrar sus pesas con las manos como habría hecho normalmente, las hizo levitar alrededor de ella. El plan inicial era entrenar el físico, pero eso no quitaba que también pudiera afinar un poco más el control que ejercía en el magnetismo. Aprender a manipular los objetos sobre los que ejercía su poder de la forma que realmente quería. Era complicado, era un control mental de la hostia, pero aquellos pequeños gestos la ayudaban a mejorar. Ambos comenzaron a caminar en la dirección del gimnasio. Aún para acceder a la zona al aire libre, tenían que pasar primero por la recepción. La rubia ya había preguntado previamente si podría pagar por visitas, y ante la positiva de la recepcionista, Airgid dejó unos cuantos berries sobre la mesa, pagando tanto por ella como por Ragn la entrada de aquel día. La mujer se quedó un poco a cuadros al ver aquella escena, una tía con la ausencia de una pierna y pesas flotando a su alrededor, acompañada de un enorme hombre con músculos más grandes que su cabeza. Pero habían pagado, así que les dejó pasar.

La zona exterior era amplia, como un patio grande de tierra y algo de césped, separada de la calle por unas vallas de metal cubiertas con algunas enredaderas, ofrenciendo un poco de intimidad a los que hacían ejercicio, aunque la verdad es que tampoco eran muchos aparte de Ragnheidr y Airgid. La disponibilidad de máquinas era un poco humilde, no había demasiada variedad por lo que se notaba que se trataba de un negocio un tanto humilde. En los dibujitos que traían las máquinas se indicaba el funcionamiento de cada una y qué parte del cuerpo ejercitaban con ella, algo que quedaba un poco ajeno al conocimiento de Airgid. Pero también había bancos donde poder levantar desde pesas grandes hasta otras más modestas, y con eso la rubia estaba más familiarizada. Se hizo paso através del patio, buscando la variedad de pesas que se encontraban allí. Iban desde los humildes cinco kilos, hasta los cien, y parecían poder combinarse también entre ellas. Qué cosa tan curiosa. Dejó sus pesas en el suelo con el control del magnetismo y sonrió a su compañero. — ¿Empezamos? — Tenía curiosidad por saber cómo era su forma de entrenar. Ella por su lado, agarró la pesa de cien, era un peso al que estaba más o menos acostumbrada, y de hecho le resultó sencillo levantarla. — No está mal pa calentar. — Se sentó en uno de los bancos, esperando a que su compañero eligiera por dónde comenzar. Había notado cómo hace unos momentos, Ragnheidr le había esquivado la mirada. ¿Puede que estuviera incómodo con ella por algún motivo?
#3
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Ragnheidr entró al gimnasio al aire libre acompañado de Airgid, con una mezcla de emociones que lo hacían sentir fuera de lugar. La mañana seguía calurosa, y mientras caminaban hacia la recepción, se dio cuenta de que su mente divagaba, atrapada en el recuerdo del sueño que había tenido la noche anterior. En ese sueño, Nosha, la diosa de la muerte a la que tanto veneraba, le había mostrado a una mujer, una figura enigmática y poderosa que lo inquietaba profundamente. Aunque el rostro en el sueño era difuso, había algo en Airgid que lo perturbaba, una sensación de conexión, como si ella pudiera ser la mujer que había visto, esa presencia que desafiaba su idea del destino. ¿Era eso posible? Al pensar en esto, sintió un extraño hormigueo en la piel y evitó el contacto visual con la rubia. ¿Podría ser que su mente le estuviera jugando una mala pasada, o era más que eso? Algo en su ser le decía que ella representaba más de lo que parecía. No era solo su poder o su fiereza lo que lo atraía. Sentía algo más profundo, una afinidad casi espiritual, aunque luchaba por ponerle nombre a lo que realmente significaba.

Ragn, siendo un hombre de cinco metros, extremadamente musculoso y de cabellos dorados que brillaban bajo el sol, era una figura imponente incluso para un gimnasio al aire libre como aquel. Mientras ella pagaba la entrada, él permaneció a su lado, contemplando en silencio la escena. En su interior, sin embargo, algo seguía torciéndose, la incomodidad de sentir que ella podría ser la clave de algo mucho mayor. Cuando finalmente cruzaron hacia la zona de entrenamiento, notó que las miradas de los pocos presentes no podían apartarse de ellos. Él, un gigante de músculos descomunales, y ella más de lo mismo, por que lo cierto es que destacaba mucho al igual que el, llamaban la atención como si fueran de otro mundo. Pero a Ragn no le importaban los observadores, su enfoque estaba en otra cosa. Al ver las máquinas y las pesas, su rostro se endureció. Estaba acostumbrado a lidiar con fuerzas que iban mucho más allá de lo que cualquier humano promedio podría imaginar. Para él, levantar una máquina completa tenía más sentido que concentrarse en pequeños detalles como los discos que estaban dispuestos para los demás.

Airgid, por su parte, ya había comenzado a familiarizarse con las pesas del lugar. Ragn la observó de reojo mientras ella levantaba sin esfuerzo un peso de cien kilos. Para él, esos pesos eran casi insignificantes. No lo decía con arrogancia, simplemente su fuerza natural lo llevaba a ese punto. Mientras ella comentaba con una sonrisa que no estaba mal para calentar, él se acercó a las pesas más grandes, las examinó con desdén y luego las apiló casi como si fueran juguetes. Levantó varias de un solo movimiento, cargándolas sobre sus hombros como si fueran plumas. — No haberrr sufissiente aquí... — Murmuró en voz baja, dirigiendo una mirada rápida a Airgid, de nuevo evitando sostenerla por demasiado tiempo. Sabía que ella podía notar su incomodidad, pero aún no estaba listo para compartir lo que pasaba por su mente. Decidió enfocarse en el entrenamiento. Aunque las pesas del gimnasio eran demasiado ligeras para él, buscó aprovecharlas de otra manera. Usando su gran fuerza, ideó formas de incrementar la dificultad, levantaba múltiples pesas a la vez, combinándolas con movimientos rápidos que hacían que sus músculos se tensaran bajo el esfuerzo. Pero no podía evitar, de vez en cuando, lanzar una mirada fugaz a Airgid, preguntándose si ella también sentía esa conexión extraña, ese vínculo que iba más allá de lo que podían entender o poner en palabras. Sin embargo, en ese momento, era más fácil para Ragn dejar que su cuerpo hiciera lo que mejor sabía hacer, entrenar, empujar los límites de su fuerza, y olvidar, al menos por un rato, las preguntas que retumbaban en su mente.

En el gimnasio al aire libre, donde Ragnheidr y Airgid entrenaban, no había demasiada gente, pero entre los pocos presentes, destacaba un joven de unos veintitantos años que observaba la escena con una mezcla de curiosidad y desdén. Era un tipo de estatura media, alrededor de 1.75 metros, de complexión atlética y musculatura bien trabajada, aunque no descomunal. Su cabello oscuro estaba cortado en un estilo moderno, y su rostro mostraba confianza, casi arrogancia. Llevaba una camiseta ajustada que resaltaba sus músculos y unos pantalones cortos de deporte, claramente orgulloso de su físico. Se notaba que era habitual del gimnasio y que, probablemente, estaba acostumbrado a ser uno de los más fuertes allí... hasta que llegó Ragn. El contraste entre ambos era abrumador. El chico miraba con incredulidad cómo el gigante rubio levantaba las pesas como si fueran de juguete. Se sentía ligeramente ofendido, como si la presencia de Ragn desafiara su dominio en ese pequeño rincón del mundo. Decidió acercarse, con una sonrisa que pretendía ser relajada pero que escondía cierta competitividad. — Ey, grandullón. — Dijo, alzando la voz para llamar la atención de Ragnheidr, quien estaba apilando varias pesas al mismo tiempo. — ¿Te crees que por ser grande puedes monopolizar todo el equipo? Algunos de nosotros también necesitamos entrenar. — Se reía. El tono del chico era una mezcla entre broma y desafío, como si buscara picar al gigante de alguna manera. Se cruzó de brazos, destacando sus propios músculos mientras observaba a Ragn, esperando una respuesta.

Ragnheidr, sin embargo, apenas le dirigió una mirada. Desde su perspectiva, el joven era insignificante, no solo en términos de tamaño, sino también en cuanto a presencia. Para alguien como Ragn, acostumbrado a manejar fuerzas colosales y a entrenar con pesos que sobrepasaban por mucho lo que ese chico podría imaginar, las palabras del joven apenas lograban registrarse en su mente. Ni siquiera era una cuestión de arrogancia, era simplemente que el comentario le parecía irrelevante. — Seguirrr usando. — Comentó Ragn en un tono profundo, sin molestarse en detener su entrenamiento o dar más explicaciones. Para él, el chico era como una molestia pasajera, algo que no requería más que una mínima respuesta. El joven, irritado por la falta de atención, dio un paso hacia adelante, intentando imponer su presencia. — Escucha, no estoy pidiendo mucho. Solo quiero un poco de espacio para entrenar. No sé si en tu pueblo es normal acaparar todo, pero aquí compartimos las cosas. — Aunque el tono del chico se mantenía relajado, sus palabras empezaban a adquirir un tinte más desafiante. Ragn, sin detenerse en su rutina, simplemente lo ignoró. El tamaño y la fuerza del chico no le resultaban una amenaza ni un obstáculo. De hecho, al no prestarle verdadera atención, trataba al joven como si fuera poco más que una hormiga, alguien cuya existencia no afectaba su día a día. Era como si, para Ragn, el chico ni siquiera estuviera en la misma liga, no había ni competitividad ni maldad en su actitud, solo una indiferencia total hacia alguien que consideraba irrelevante en el gran esquema de las cosas.

El chico, frustrado por no recibir la reacción que esperaba, apretó los dientes y se dio media vuelta, murmurando algo entre dientes. Quizás no era buena idea enfrentarse a alguien que medía cinco metros y cuyo cuerpo era prácticamente una montaña de músculo. Aunque él mismo se consideraba fuerte, ahora era consciente de que estaba jugando en una liga completamente diferente.
#4
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Estaba claro que aquello no iba a ser suficiente para ninguno de los dos. Airgid llevaba años entrenando con las de cien kilos, por lo que ya estaba más que acostumbrada a dicho peso. Tampoco es que estuviera mal del todo aún así, seguía siendo ejercicio, poner el cuerpo en marcha, activar la maquinaria... pero no suponía un reto de ninguna forma. Menos aún cuando últimamente se sentía cada vez más fuerte y más poderosa. Necesitaba algo más. Comenzó a levantar el peso de forma repetida con ambos brazos, tumbada sobre uno de los bancos, notando con satisfacción cómo sus músculos se tensaban, se calentaban, comenzaban a bombear la sangre de su cuerpo. Era una sensación adictiva, dolorosa pero gratificante. Recordó por un momento lo mucho que le costó conseguir una rutina, convertir el esfuerzo físico en una disciplina, y lo mucho que le ayudó cuando lo cumplió. Dejó de sentirse como una pobre e inútil inválida, víctima de la compasión de los demás, para volverse una mujer fuerte que irradiaba seguridad y fortaleza, tanta que las personas a su alrededor se olvidaban de su desgracia. Y por suerte, parecía ser un vínculo más que compartía con Ragnheidr.

Aquel levantamiento apenas le estaba suponiendo un esfuerzo físico, podía hacer tantas repeticiones seguidas que ya no tenía casi ni sentido contarlas. Así que decidió añadir un pequeño nivel de dificultad extra, pero no una corporal, sino mental. Desprendió de repente pequeños rayos anaranjados que rodearon su piel, y con el control del magnetismo levantó unas cuantas pesas más por encima de ella. Elevándolas y bajándolas al mismo ritmo que hacía con las pesas de los brazos, al principio tratando de hacerlo de forma coordinada. Luego al revés, intentando mantener el ritmo a pesar de ir fuera del compás. Así, haciendo juegos consigo misma y forzándose a mantener una concentración y una coordinación que estaba claro que iba a necesitar a la hora de la pelea.

Entonces escuchó la voz de Ragnheidr, quién no tardó en dejar claro que aquel lugar no llegaba a satisfacer sus necesidades. — Ya... pensé que sería buena idea, pero es un poquitín limitao. — Reconoció en voz alta, dejando las pesas magnetizadas en el suelo, lentamente, con control y sin parar las repeticiones. Ragn había murmurado, pero Airgid fue capaz de escucharle y responderle con un poco de decepción en la voz. Terminó su serie de brazo, y se dirigió a una nueva máquina con la que entrenar su pierna derecha. Nunca había usado ninguna de ese estilo, así que puede que no fuera demasiado peso ni desafío, pero sí que era una nueva experiencia. Inevitablemente le lanzaban alguna miradas furtivas debido a su amputación y lo que llamaba la atención, pero Airgid trataba de no darle demasiada importancia. Mientras levantaba peso con la pierna, observaba con curiosidad a Ragnheidr entrenar, adueñándose de múltiples pesas para él solo. Aquello desató en ella una sonrisilla inevitable. Le parecía admirable, envidiable y adorable, todo a la vez. Aunque la sonrisa rápidamente se le borró de la cara cuando vio a ese tipo acercarse a él con aires de superioridad.

¿Cómo se le podía hablar con tanta prepotencia a alguien que te sacaba más de tres metros de altura? Y ya no solo eso, es que Ragnheidr no paraba de demostrar por activa y por pasiva que era mucho más superior que él, tanto física como mentalmente, incluso, ignorando a aquel tío. El rostro de la rubia se torció, tenía ganas de decirle cuatro cosas bien dichas, pero... quizás no era lo más inteligente llamar la atención de esa manera tan conflictiva. Ragn había sido listo manteniéndose al margen, ahorrándose cualquier tipo de infamia que pudiera generarse en torno a ellos cuando la misión de ambos era, justamente, ganarse a la población local. Puede que hubiera personas que le menospreciaran, que pensaran que por el hecho de que no se expresaba con toda la fluidez del mundo era más tonto o menos avispado que los demás. Menudo gilipollas el que pensase de esa manera.

Finalmente la mujer se levantó de la máquina, acercándose al grandullón. Había notado su... ¿frialdad? No estaba segura de si usar esa palabra, quizás era un poco fuerte y no del todo justa, pero era cierto que parecía estar ignorándola un poco. Quizás no era nada que ver con ella, puede que solo tuviera una mala mañana, que hubiera tenido alguna pesadilla. — Me aburro un poco, ni siquiera estoy sudando. — Le sonrió, con una pizca de picardía en los ojos. — ¿Buscamos un sitio mejor? ¿Tú cómo vas? — Preguntó, con curiosidad. Aquella mañana estaba especialmente callado, puede que necesitara un poco de la otra parte para abrirse.
#5
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Ragnheidr siguió su rutina sin mucha alteración, levantando pesas, máquinas completas y cualquier otro equipo que encontrara, con una facilidad casi insultante. Su cuerpo, con la energía imparable de un gigante, se movía con fluidez y potencia. Se sentía como en su hábitat natural, pero había algo que lo desconectaba del momento, no era solo que el gimnasio quedaba muy por debajo de sus capacidades físicas. Era esa incómoda sensación que lo perseguía desde su sueño, el rostro de Airgid que se mezclaba con la presencia de Nosha, su diosa de la muerte. ¿Podía ser que esa conexión fuera la que hacía a la rubia tan... atrayente? La idea lo irritaba y lo intrigaba a partes iguales.

El tipo que lo había increpado hacía unos momentos seguía mirándolo de reojo, sin ocultar su envidia y su desconcierto. Ragn, en cambio, ignoraba a todo el que estuviera alrededor. En un movimiento casi mecánico, levantó una de las máquinas de press banca, la dejó caer con fuerza y la volvió a alzar varias veces, notando que algunas de las piezas chirriaban bajo el peso inusual. Airgid, mientras tanto, había empezado a recoger sus cosas, y Ragn notó que se le acercaba con una sonrisa. Ragn la miró con una ceja alzada. La idea de un sitio mejor resonó en él, aunque más que eso, fue el hecho de que ella también parecía estar buscando algo más desafiante, algo que, quizá, le permitiera confirmar lo que tenía en mente. — Tenerr algo mejorrr. — Dejó caer la máquina con un último golpe, que hizo que el suelo retumbara, causando que algunos de los presentes retrocedieran asustados. Le dedicó a Airgid una sonrisa cargada de desafío. Ambos salieron del gimnasio, ignorando por completo la mirada atónita del resto de los presentes.

El llano de tierra cercano les ofrecía el espacio abierto que necesitaban, y el lugar era lo suficientemente apartado como para que nadie los molestara. Al llegar, Ragn se detuvo en medio del terreno, su expresión se tornó seria y enfocada. — Vamos a lucharrr. Tú y yo. — Afirmó con potencia, levantando un dedo y apuntandola con el. La miró fijamente, indicando que también buscaba poner a prueba su fuerza, y quizás incluso, su conexión. Ragn respiró hondo, preparándose. No se trataba solo de un combate, era una oportunidad para ver si su fuerza y la de Airgid resonaban en el mismo nivel, si había algo que pudiera desafiarlo y, tal vez, acercarlo a la respuesta que estaba buscando. La maldita violencia servía para estas cosas.

Airgid le devolvió la mirada, con una determinación tan feroz que se sintió por un momento igual de poderosa y temible que cualquier diosa. Ragn sonrió. Finalmente, tenía delante de él lo que parecía un verdadero desafío.
#6
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Personaje


Un gimnasio convencional se les quedaba tremendamente pequeño a los dos. La idea parecía haber gustado en el interior del vikingo, que rápidamente dejó caer la máquina con todo su peso, formando un pequeño boquete en el suelo y con él un potente retumbar. La rubia correspondió su sonrisa y siguió su estela hacia las afueras del lugar, dejando tras de sí a una panda de sorprendidos gimnastas. Soprendidos pero aliviados casi a partes iguales, pues la verdad es que la presencia de los dos intimidaba y molestaba bastante, aún sin quererlo, aún sin prestarles atención. Airgid había pagado por apenas unos veinte minutos de ejercicio... pero tampoco le importaba, ya sabía que nunca más volvería a cometer aquel error.

Dando saltitos al lado de Ragnheidr, Airgid se preguntaba hacia dónde la estaba llevando. Parecía tener algo en mente, por cómo lo había anunciado hace un momento, pero la rubia no terminaba de imaginar el qué. Tenía curiosidad por ver qué se le ocurría, qué manera prefería él para entrenar. Seguro que consistía en algo bestial y desmesurado, que para él resultaría sencillo y para ella un desafío. Una idea que no le desagradaba en absoluto.

No tardaron demasiado en llegar a un descampado, un lugar apartado de tierra y espacio abierto que no parecía ser demasiado transitado ni visitado. Airgid se sorprendió un poco de que no hubiera nada, nada en absoluto que poder levantar o arrear a puñetazos, su mente tardó un instante en hacer "click" y comprender que, en esta ocasión, ellos mismos serían su propio entrenamiento. Las palabras del vikingo lo terminaron por confirmar, quería enfrentarse a ella, en un uno a uno, en la intimidad de la soledad. Airgid esbozó una sonrisa, correspondiendo su mirada fija y desafiante. Se colocó frente a él, a una distancia de cinco metros y se tomó unos segundos antes de contestar.

Tú y yo. — Repitió ella. Se sentía extrañamente halagada por aquel desafío. A simple vista, casi cualquier persona apostaría por Ragnheidr y subestimaría a una persona como Airgid, solo por la comparación física. Todos pensarían que no tenía nada que hacer contra él. Pero Ragnheidr no, él la había considerado como una oponente a su mismo nivel en el momento en el que la retó, y eso lo apreciaba considerablemente. Emocionada por aquel desafío, hizo el primer movimiento.

Sin armas, sin el poder de su fruta del diablo, o al menos no de momento. De momento, solo usaría su cuerpo, sus músculos. Avanzó hacia él lo más rápido que pudo a base de saltos y sin esperar más respuesta por su parte, dio un último gran salto a la vez que preparaba el puño derecho para, en lo más alto, direccionarlo contra él a la altura de su pecho.

OFF
#7
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Personaje


Ragnheidr mantenía la vista fija en Airgid mientras ella se preparaba para el siguiente movimiento, y notaba cada detalle de su postura. Observaba cómo sus músculos, fuertes y definidos, se tensaban bajo su piel, listos para atacar. Su cabello rubio brillaba bajo la luz del sol, capturando tonos dorados que destacaban su figura entre el polvo que ambos habían levantado con sus meros pasos. Era imponente a su manera, un contraste fascinante entre una apariencia que podría pasar por delicada y la evidente fortaleza que su cuerpo emanaba. Se sentía inevitablemente cautivado por ella, y el hecho de que esa sensación viniera acompañada de la violencia y el sudor del combate solo hacía que su atracción creciera. Era evidente que Airgid se había vuelto mucho más fuerte en poco tiempo, y eso era algo que Ragnheidr no dejaba de notar. Recordaba vagamente las primeras veces que la había visto, cuando aún no había pulido tanto su cuerpo ni sus movimientos. ¿Que eso se debía al refuerzo positivo de estar con un titan como el vikingo? por supuesto. Pero ahora era distinta. Había adquirido una firmeza en su forma de moverse, una seguridad que era casi palpable. Había entrenado hasta alcanzar una fuerza física que pocos podían presumir y, además, había demostrado una valentía que resonaba con la propia naturaleza indomable de Ragn. Por eso, este combate era necesario, casi inevitable.

Pensaba en cuánto había cambiado ella desde que la conoció y se maravillaba de que, con cada día, pareciera volverse más poderosa. Algo en su interior le decía que era su destino enfrentarse, medir sus fuerzas, romper sus límites juntos. Esa extraña afinidad que sentía con ella, como si ambos estuvieran hechos de la misma fibra salvaje, pero para Ragn, esta pelea no era solo un duelo cualquiera. — Esto debe hacerse sí o sí— Pensó, mientras su mirada se detenía por un instante más en el brillo de los ojos de Airgid y en la determinación que parecía arder en ellos. Sabía que solo a través de esta prueba, al cruzar sus fuerzas con ella, podría encontrar las respuestas que buscaba. La intensidad que ella proyectaba le recordaba, de alguna manera, a Nosha, su diosa de la muerte, ese ser omnipresente en sus sueños. Tal vez era una coincidencia, pero la conexión era algo que no podía negar. Y por eso, este combate era inevitable. Tenía que ver hasta dónde era capaz de llegar Airgid, tenía que ver si realmente ella era tan especial como parecía. Cuando Airgid se dispuso a atacar él se preparó también, sintiendo el rugido de la anticipación en su pecho. Sabía que iba a disfrutar cada instante, cada golpe. No se trataba simplemente de fuerza física o de comprobar quién era el más fuerte, era algo más profundo. — Esto no es solo un combate. — Pensó, parandose firme frente a ella con una mezcla de decisión y respeto. — Es la única manera de entender lo que somos.— Bajo el rostro y después lo alzó, con convicción.

Ragnheidr observó con atención cómo Airgid se colocaba a unos metros de distancia y aceptaba el reto, con la misma emoción en su mirada que él sentía ardiendo en todo su ser. ¡Quéria luchar! Verla prepararse, sin más arma que su cuerpo, lo dejó con una sonrisa que traía consigo un rastro de aprobación. Claro que la veía como un rival digno. La fuerza y el espíritu que había percibido en ella no le dejaban otra opción. Necesitaba saber, a través del combate, si ella era lo que sospechaba. Ese combate era una cuestión de instinto y necesidad, algo en él lo empujaba a resolver esa duda en medio de la violencia y la fuerza bruta. Cuando Airgid se lanzó hacia él, Ragn sintió una oleada de anticipación recorrer su cuerpo. Ver cómo se acercaba, lanzándose con toda su potencia en un salto ... Ver como se le movía la melena cual leona ... Por un instante tuvo un palpiteo en su miembro, fue imposible de detectar, pero le estaba creciendo una poderosisima erección.

La observó en su ascenso y notó cómo preparaba su puño para descargarlo sobre él con una fuerza que casi podía sentir ya. A Ragn no le sorprendió en absoluto la fuerza con la que el golpe de Airgid impactó. Era justo lo que esperaba, por eso su extremidad izquierda buscó atrapar el brazo libre de Airgid, aceptando el golpe de buena gana. Sin embargo, el saber que ella no solo tenía la fuerza sino también la convicción de atacarlo de frente, sin miramientos a pecho descubierto lo ponía a cien. El poderoso puñetazo de Airgid se introdujo en el cuerpo del vikingo, fue un pacto entre caballeros, tu me das un golpe y yo te sujeto el otro brazo ... En principio, Ragn salía perdiendo en este reparto. El golpe atravesó su pecho. Esa zona, solo ese agujero que se formó, era de un gasecillo de un color indeterminado, el cual se cerró atrapando el puño de la fémina dentro de su propio cuerpo. — Demostrrrarrr que no estarrr brrromeando ... — Su diestra no tardó en ser proyectada hacia el rostro de la mujer, con toda la fuerza que podía

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#8
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Personaje


Uno contra uno. Sin distracciones, en completa intimidad, sin armas y sin corazas. Solo un cuerpo enfrentándose al otro, comunicándose en un lenguaje que solo ellos dos entenderían, y es que a veces no hacían falta palabras para expresarse. Airgid seguía con aquel picor molesto en su cerebro, esa pensamiento que le decía que había algo en Ragnheidr que le faltaba por conocer, algo que sabía pero que necesitaba recordar. Y pudo notar en los ojos del semigigante cómo él también tenía sus propias inquietudes e incógnitas por resolver, cómo la miraba con una pizca de curiosidad. Esos ojos, azules e intensos... los había visto antes, hacía mucho tiempo, ¿verdad?

Su mente se perdía entre los pasillos laberínticos de su memoria, tratando de encontrar alguna chispa que le hiciera recordar mientras su cuerpo se mantenía a pie de guerra, actuando casi de manera automática. Estaba acostumbrada al combate, era una mujer entrenada y confiaba en sus habilidades referentes al cuerpo a cuerpo. Proyectó su puño con todo el poder ofensivo que pudo, pero al estar pensando en otras cosas, distraída, había olvidado un dato muy importante. Ragnheidr era un usuario de logia, su cuerpo se hacía y se deshacía en aire sin esfuerzo aparente, así que acababa de golpearle a la nada. Aprovechándose de la cercanía, Ragn atrapó el brazo que no había usado, el izquierdo, mientras notaba cómo su diestra se había quedado también inmovilizada, atrapada en el interior de Ragnheidr. Mierda, sin darse apenas cuenta había quedado completamente indefensa y a merced del semigigante. Aunque, por lo que fuera, no es que le importase demasiado.

Ahora le tocaba a ella recibir, trató de zafarse pero no pudo, y hasta Ragnheidr la avisó, así que no le quedaba otra más que resistir la hostia. Y vaya hostia. Instantáneamente se notó toda la cara caliente, pero sobre todo la zona de la nariz, donde una fina gota de sangre había comenzado a deslizarse por su piel hacia abajo. Se sentía un poco aturdida y desde luego, no muy fina, pero a la vez estaba emocionada. No sintió dolor. O mejor dicho, el dolor se había transformado en placer muy rápidamente. Incluso se podría decir que se había excitado un poco, así, con las manos inmovilizadas y a disposición de un hombre como él... no, no podía ponerse a pensar en eso, tenía que responder. Y sabía cómo hacerlo. — Yo tampoco... y he aprendido algo nuevo. — Le anticipó, justo unos instantes antes de recubrir su puño derecho en haki, el puño que se encontraba en el interior gaseoso de Ragnheidr. Su brazo se tornó oscuro y brillante, como si fuera metálico, y trató de librarse de él con un nuevo puñetazo desde el interior de su cuerpo. Pero eso no fue todo, pues también volvió su otro brazo en haki, intentando que aunque solo fuera por contacto, el cuerpo logia de Ragn se viera forzado a soltarla. Era la primera vez que se enfrentaba a alguien con las habilidades de Ragn, no sabía cómo funcionaría, si resultaría como ella había pensado. Tenía ganas de comprobarlo.

OFF
#9
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Personaje


Ragnheidr la tenía bien sujeta. Notaba cómo el cuerpo de Airgid se tensaba contra él mientras su brazo derecho estaba atrapado firmemente con su gas. Con cada movimiento de ella, Ragn apretaba un poco más, asegurándose de que no tuviera escapatoria. Sus dedos rodeaban su otro brazo con firmeza, y la presión que ejercía aumentaba en intensidad. Aquel agarre no era solo para mantenerla bajo control, sentía que, de alguna manera, estaba probando su propia fuerza ya que la de la hembra era considerable también. Su intención no era dañarla de forma excesiva -al menos, no todavía- pero el calor del momento hacía que cada apretón, cada acercamiento, adquiriera una cualidad distinta. Algo más personal. Mientras la mantenía sujeta, no podía evitar detenerse un instante para mirarla de cerca. El rubor en su rostro tras el golpe, el rastro de sangre que bajaba lentamente por su nariz, la expresión desafiante en sus ojos... Airgid se veía especialmente atractiva en ese momento. Su mirada se perdía un segundo en el brillo de esos ojos, donde la rabia y la emoción se entremezclaban de una forma única. Sentía un extraño tirón, una curiosa atracción que lo llenaba de una energía que no había experimentado en un combate. No podía explicarlo del todo, pero se dio cuenta de que había algo en ella que le provocaba un deseo de golpearla más fuerte, de ver hasta dónde podía llegar. Le intrigaba, le tentaba, le enfurecía. ¿Esto podría considerarse toxicidad masculina? lo cierto es que Ragn unía el deseo con la violencia, al menos en lo referente a la rubia.

Es muy directa. — La miraba a los ojos mientras la veía ahí amarrada. — La verdad es que se parece a aquella chica. Es rubia, guapa ... Más musculosa quizás, pero claro han pasado muchos años. — Apretó aún más el agarre de su abdomen para que no se soltara, pues seguía intentándolo. — Me gustaría copular con ella. Pero siento deseos de batallar casi al mismo nivel. — Pensó, con una mezcla de admiración y satisfacción extraña. Era raro, casi contradictorio, pero aquella violencia le resultaba extrañamente placentera. La intensidad con la que quería golpearla, con la que quería desafiarla, no se parecía a nada que hubiera sentido antes. Sabía que no era solo el combate lo que lo motivaba, algo en su interior, algo profundo, casi primitivo, le hacía sentir una necesidad visceral de verla resistir, de verla responder y seguir luchando. Fue en ese momento, muy seguro de sí mismo que Ragn recibiría una dosis de realidad. Airgid dijo algo, algo que le sacó de su nube. Aquel comentario acompañó a un movimiento mucho más fuerte y desesperado dentro de su gas. Estaba dándolo todo en aquel contraataque. — Tú ... — Llegó a susurrar antes de notar un impacto extraño. Aquello lo mandó a volar unos tres metros, pero lejos de separarlos, Ragn siguió amarrando ambos brazos con dureza y de este modo se llevó consigo en aquel vuelo a la mujer.

Una vez en pleno aire, la extremidad que sujetaba el brazo de Airgid se volvió de un color violeta. Con ese brazo la elevó, zarandeándola (antes de caer al suelo, en el aire) y la soltó violentamente contra tierra firme. El cuerpo de Airgid se desprendió del gas, eso sí, con marcas en su brazo de un peculiar gasecillo que picaba más que los demás. Estar en contacto con gas arsénico era un coñazo, generalmente era considerado uno de los más molestos al contacto de los que tenía. Ragn no llegó a caer al suelo, puesto que sus piernas se volvieron gas y amortiguó la caída con cierta gracia ¿por qué? pues porque cuando hacía eso se volvía extremadamente silencioso. Eso sí, resbaló un par de metros más por el empuje, quedando ahora a cinco de Airgid más el extra de la mujer al caer y etc. — ¡Arrrriba! — Gritó con fuerza. El poderoso rubio de cinco metros elevó su brazo derecho, el cual iba rodeado por gases que se filtraban por su propia piel. Cuando lo hizo descender, impacto con tal dureza el terreno que todo tembló. Fue como un miniterremoto el cual se extendió con cierta velocidad. Todo el suelo se abrió resquebrajándose en una gran área en dirección a Airgid.

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#10


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