¿Sabías que…?
... Oda tenía pensado bautizar al cocinero de los Mugiwaras con el nombre de Naruto, pero justo en ese momento, el manga del ninja de Konoha empezó a tener mucho éxito y en consecuencia, el autor de One Piece decidió cambiarle el nombre a Sanji.
[Autonarrada] [T2]Informacion Filosa
Jack D. Agnis
Golden Eyes
9 de Verano
Tras varios días en Dawn, al fin habíamos salido de aquella isla hacia alta mar, y a buena hora, porque, a mi parecer, ya habíamos pasado demasiado tiempo perdiendo el tiempo allí. Tenía muchas ganas de lanzarme al mar para seguir navegando y cumplir mi sueño, pero para que eso sucediera, aún faltaba mucho camino por recorrer.
Con el idiota de Muzen como navegante, no tenía de qué preocuparme por mi navío, salvo por alguna que otra tormenta. Sin embargo, con las habilidades que aquel navegante tenía, podíamos esquivar o salir de ellas sin mucho problema.

Así fue como pasaron una buena cantidad de días, hasta que, al fin, la isla DemonTooth se hizo presente en el horizonte. El sol se alzaba sobre nuestras cabezas mientras el barco de la tripulación se acercaba a la isla, en la que ya había estado hace mucho tiempo atrás, pero apenas recordaba cómo era.
Sabía que existían dos montañas, de ahí el nombre de la isla, y una ciudad que era famosa por sus negocios. Fue allí, casualmente, donde compré la ropa que estaba usando en esos momentos.

Miré la ropa que traía puesta. Ya estaba desgastada y raída, pero aun así me encantaba. La calidad de aquella vestimenta era exquisita, y por eso había durado tanto tiempo.
"De vuelta a DemonTooth... Tal vez sea tiempo de que me vuelvas a vestir", pensé divertido, mientras alzaba la vista hacia la isla y observaba cómo incrementaba su tamaño a medida que nos acercábamos, mostrando sus dos enormes montañas como colmillos afilados, listos para desgarrarnos.

Tan solo ver aquellas montañas hizo que una catarata de recuerdos invadiera mi cabeza, provocándome una sonrisa de añoranza y nostalgia. No solo me vi más joven, sino que también recordé a aquellos viejos amigos que ahora estaban en alguna isla perdida, descansando de todos sus viajes.
No iba a negar que los extrañaba, pero comprendía que su tiempo ya había llegado y que ahora me tocaba a mí vivir las aventuras que ellos ya habían disfrutado.
"Viviré grandes aventuras, como las de ustedes", pensé antes de oír cómo Muzen comenzaba a dar órdenes para que manipuláramos las velas del navío. El puerto ya estaba cerca, así que era momento de movernos para no tener problemas al atracar en aquella isla.

Noche de 9 de Verano

Las tabernas de la isla no tenían lo que estaba buscando. El ron era feo y parecía estar mezclado con agua, por lo que no podía beber esa basura. Afortunadamente, sabía de un asentamiento pirata no muy lejos de donde nos encontrábamos. Así que, después de escaparme de mis quehaceres, me dirigí hacia allí con la esperanza de encontrar algo realmente bueno para beber.
Sabía que el contrabando siempre era bien recibido entre los piratas, como también sabía que a los piratas les encantaba beber ron de buena calidad. Así que me aseguraba que al menos no estaría bebiendo ron rebajado con agua, lo cual agradecería con creces.

Por fortuna, no tardé mucho en llegar al asentamiento pirata. Tras infiltrarme por algunos callejones, me moví por las calles como si fueran mías, hasta lo que parecía ser una de las tabernas más populares entre las ratas que frecuentaban el lugar. Para mi suerte, no era alguien reconocido y no tenía recompensa sobre mi cabeza, así que podía estar seguro de que nadie me molestaría mientras bebía... o al menos esperaba que no hubiera una recompensa sobre mí sin saberlo.

Al llegar a la taberna más grande del lugar, me adentré y me senté frente al tabernero, en un taburete vacío y en un rincón. No quería llamar la atención de más; solo quería beber y nada más.
Una vez en el taburete, miré al tabernero y exclamé:
El mejor ron que tengas, buen hombre —mi voz salió varonil, cálida, y a la vez con cierto aire de mando. Sin dudarlo, el tabernero tomó un enorme jarro y sirvió el ron hasta el tope, para luego pasármelo. El olor a alcohol hizo que me relamiera, y, una vez frente a mí, le di un largo trago, generando una cierta saciedad que solo el sexo y el alcohol podían lograr.
Ahh, buen ron. No como la basura que sirven en Shimotsuki —dije con una enorme sonrisa.
Eso es verdad —respondió un hombre anciano que estaba sentado a mi lado—. El ron que sirven en esa villa de mierda está cortado con agua. ¿A quién se le ocurre que eso puede gustarle a alguien? —exclamó, mientras se giraba a verme y analizarme.
Tú no eres del circo, ¿verdad? Reconozco a la mayoría de las ratas que andan por aquí, pero tú no eres una de estas —el viejo parecía ser bastante zorro, pues se dio cuenta de que no pertenecía a ese lugar—.
Igual no te preocupes. No eres el único que viene por un buen alcohol, así que puedes soltar la empuñadura de tu espada —dijo sonriente, mientras volvía su vista hacia su vaso y se lo llevaba a la boca
—. Además, piénsalo un poco, mocoso. Si me asesinas, estás rodeado de enemigos. No sé qué tan buena idea sería hacerlo. De todas maneras, no te preocupes. Bebe y diviértete, que para eso se ha creado esta mierda. No soy quien para rechazarte la entrada.-La sonrisa del hombre me dio a entender que ni él ni yo corríamos peligro en aquel lugar, lo que, sin dudarlo, me tranquilizó.

Veo que no pude pasar desapercibido. ¿Qué me delató? —pregunté divertido, mientras seguía bebiendo.
Tu espada. Mira a tu alrededor. Eres el único que tiene una —dijo, lo cual me llamó la atención. Sin dudarlo, miré a mi alrededor y me di cuenta de que era cierto.
¿Y se puede saber por qué nadie lleva una espada? —pregunté, curioso.
¿Acaso no sabes nada? Esta es una isla donde existe un dojo, donde los espadachines entrenan. Todos los espadachines vienen a esta isla a probar suerte y tratar de vencer al dueño de ese dojo para quedárselo, pero todos los que van nunca vuelven. Tal vez se quedaron a vivir para siempre en el dojo o están muertos. Vaya a saber uno —las palabras del hombre no tenían mucho sentido, pero, a la vez, sí para mí.

Me quedé en silencio, bebiendo y procesando aquella información, hasta que al fin me animé a preguntar:
¿Y dónde queda ese dojo? Tal vez lo intente —dije, más que divertido, pero la respuesta del hombre fue solo encogerse de hombros, dándome a entender que no sabía una mierda.
Puta madre, viejo. Al final solo dices las cosas a medias. No me sirves —le dije, lo cual provocó una risa en él.
Eres un mocoso maleducado, pero me das gracia. Deberías preguntar en la villa. Tal vez el alcalde o alguno de los más viejos te pueda decir algo sobre eso —dijo el hombre, mientras ambos seguíamos bebiendo.

Algo en aquella información me había quedado dando vueltas en la cabeza, pero aquella no era una noche para pensar en eso. Así que solo me dedicaría a pasarla lo mejor que pudiera en el asentamiento. Bebida y sexo no me faltarían, y al otro día vería qué hacer con la información que me había dado aquel viejo. La cual a mi parecer, era muy jugosa.
#1


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