Alistair
Mochuelo
15-10-2024, 03:29 AM
—89 de Primavera, Año 724—
Hay quienes dicen que no existen dos aves con el mismo patrón de colores, sin importar cuán lejos o minucioso busques a lo largo de tu vida. Una imposibilidad matemática que muchos habían intentado probar una y otra vez, y que otros tantos por pura experiencia lo afirmaban; no había nacido la persona que pudiera desmentirlo por experiencia propia sin mentir en el proceso. Pero no por ello faltaba gente dispuesta a intentarlo aunque se dejaran los días, las semanas y las temporadas en ello. Pero quizá, solo quizá, en alguna parte de los extensos Blues donde el cielo y los mares se difuminaban hasta convertirse en uno solo, dos aves con el mismo plumaje tendrían la oportunidad de encontrarse, y de reconocerse. Después de todo, el vasto cielo no era tan grande como para que tales seres volaran sin algún día toparse con el otro por mero azar.
Desde hace poco tiempo, Kilombo había servido para el Lunarian de cabellera rubia como un lugar para tomar refugio y descansar cuando no pudiera más, además de un asentamiento descartable mientras hacía deberes de reconocimiento para la Armada Revolucionaria. Todo lo dicho, la verdad es que todavía era un pequeño mochuelo en las filas de la organización, ingresado hace menos de 30 días tras toda una odisea de buscarles, ser rechazado, entrenar hasta dejarse la piel de las manos en el mango de su espada, y finalmente reubicarlos para poder dar su corazón y cuerpo a la causa. No había sido una tarea fácil, y por esa misma razón era que se sentía orgulloso de los resultados que había obtenido. Pero no acababa ahí. Aún quedaba la parte difícil: Hacer una diferencia en el mundo como un revolucionario.
Seguramente, sus tareas de reconocimiento eran solo una manera de aprovechar sus ventajosas capacidades para moverse de isla en isla y pasar desapercibido; sin una historia, sin un hogar el cual extrañar al mirar hacia atrás, lo único que le impedía de pasar a ser una entidad más capaz de difuminarse con el fondo de un cuadro era su prominente descendencia Lunarian, las prominentes alas negras que en el pasado habían halagado en repetidas ocasiones. Estas también tenían un papel en su ventajosa movilidad entre islas; con su libre movilidad dominando los cielos, era relativamente sencillo no solo atravesar controles de la Marina sino también desplazarse de un lugar a otro relativamente desapercibido. Siempre que supiera mantener baja notoriedad, todo salía a pedido de boca.
Una lectura al periódico de camino fue lo primero a resaltar, con la primera pagina ocupando un fenómeno especial que ocurría cada 15 días, y que estaba a un día de coincidir con el día en el que se encontraban; parecía que una luna llena estaba destinada a manifestarse en el cielo el día de mañana, un hecho que le encantaba presenciar desde que tenía memoria y libertad para levantar la mirada hacia los cielos. Era uno de esos pequeños momentos especiales que dedicaba para sí mismo, y nadie más.
Finalmente, tras una corta caminata, llegaría al sitio que planeaba visitar: Bluewave, un gastrobar con una envidiable cercanía a la playa pero diametralmente opuesto al faro de Rostock y el puerto adyacente, lo que hacía que pudieras disfrutar de la vista de la playa y los movimientos de las embarcaciones entrantes y salientes sin verte consumido en el ruido que hacían con su sola presencia, ni mencionar la bocina que algunos navegantes usaban por pura diversión y que seguramente había provocado profundos pensamientos homicidas en más de un turista.
Por dentro, el lugar contaba con la clase que esperarías de un lugar con tan buen posicionamiento estratégico: Luces tenues en el punto perfecto, madera tallada y con excelentes cuidados para que pudieran relucir, y juegos de muebles en perfecta armonía con los tonos que envolvían las paredes del bar. Sin mencionar la pared del bar, que contaba con bebidas de nombres impronunciables a lo largo de cada estantería. Si tenías el dinero para financiarte la anoche, era un lugar más que digno de visitar. ¿Y la música? Hasta tenían su propia banda de músicos tocando en todo momento, así que el deleite no se limitaba al gusto sino también comprendía la audición. Toda una experiencia.
Y una descripción que valía para poco más que absolutamente nada, pues Alistair nunca llegó a entrar al lugar. Tanto como le gustaría estar allí, no era una persona que contara con tanto dinero como para despilfarrar en lujos completamente innecesarios como lo era una visita al sitio. Pero el chico si llegó hasta allá, sentándose en su azotea tras elevarse gracias a sus alas, sentado en el borde mientras observaba el atardecer caer lentamente, adornando el cielo de preciosos tonos anaranjados que harían babear a cualquier artista que contara con una mínima reputación, mientras sus oídos se deleitaban con la musica residual que escapaba como vibraciones por las paredes y ventanas, y los apetitosos aromas que conseguían marcharse por los espacios más pequeños que pudiera imaginar.
Tan escasos como fueran, quizá pronto llegaría el día en que se encontraría con otro Lunarian.