Alguien dijo una vez...
Crocodile
Los sueños son algo que solo las personas con poder pueden hacer realidad.
[Aventura] [T1] Un pequeño paso a la aventura, un gracioso saltito para una Sirena
Ubben Sangrenegra
Loki
El amanecer se extendía lentamente sobre las costas de Kilombo, tiñendo el horizonte con un suave resplandor dorado que se reflejaba en las aguas templadas y serenas. A lo lejos, los primeros barcos pesqueros comenzaban a aparecer como sombras danzantes, regresando a la seguridad del puerto tras partir en la madrugada en busca de su sustento diario. Pequeñas embarcaciones navegaban con sus redes repletas de pescado, mientras otras, de tamaño mediano, se balanceaban con la marea, esperando su turno para descargar. Entre ellas, se divisaba uno que otro mercante que llegaba a la isla cargado de mercancías, dispuesto a negociar su botín con los comerciantes locales. La actividad era constante, aunque en una escala moderada, típico de las primeras horas del día, cuando la isla apenas despertaba de su letargo.

Si nos alejamos unos kilómetros mar adentro, el océano mantenía una calma encantadora. El vaivén de las olas era apenas perceptible, y la vida marina se mostraba en todo su esplendor. Las algas y corales se mecían bajo la superficie, y pequeños cardúmenes de peces plateados se deslizaban entre ellas, brillando como fragmentos de estrellas en el agua clara. De vez en cuando, un pez más grande rompía la quietud, emergiendo por un instante antes de desaparecer en la inmensidad azul. La proximidad a la costa mantenía la vida marina limitada a especies de menor tamaño, pero su vitalidad era indiscutible, como un recordatorio de que, aunque la tierra firme estuviera tan cerca, el mar seguía siendo un reino con sus propias reglas y secretos.

Conocer la costa de un lugar nuevo antes de aventurarse en él era un acto de sensatez y sabiduría, especialmente cuando se trataba de regiones que uno no dominaba. Las sirenas y los gyojines solían evitar los asentamientos humanos, prefiriendo la tranquilidad de las profundidades, lejos del bullicio y las intrigas de los hombres. Sin embargo, si el destino te llevaba a internarte en sus dominios o a toparte con sus territorios, lo más sensato era estar preparado para cualquier eventualidad. Explorar los diversos puertos y playas se volvía una necesidad; observar qué tipo de personas frecuentaban la costa, cómo se movían y quiénes se destacaban como figuras de autoridad o como simples transeúntes, eran detalles importantes para empezar a comprender el entorno. Adentrarse a tierra firme con cautela era solo el primer paso, pero un plan tan sencillo, al fin y al cabo, siempre requeriría más esfuerzo del que uno podría imaginar.

Durante los primeros días de reconocimiento, tus rondas parecían intrascendentes. Nada fuera de lo ordinario; el movimiento constante de pescadores, marineros y comerciantes ocupados en sus propias vidas, sin prestar demasiada atención a los recién llegados. Pero al tercer día, algo cambió. Sentiste que no estabas sola. Una presencia se hacía notar desde el mar, acechante y distante, pero innegablemente real. En más de una ocasión, una sombra cruzaba rápidamente por el rabillo de tu ojo, y al girar la cabeza para mirar, lo único que te recibía era el reflejo de la luz del amanecer a través del agua. La sensación persistía, como si unos ojos invisibles te estuvieran vigilando desde las profundidades. Era inevitable sentir cómo la paranoia se iba colando en tu mente, y no podías evitar preguntarte si aquello era simplemente tu imaginación, fruto del cansancio, o si realmente había algo o alguien ahí afuera, observándote desde la oscuridad líquida, esperando el momento adecuado para mostrarse.


Bienvenida
Resumen
#1
Asradi
Völva
Personaje


Después de todo lo que había pasado hasta ahora, en sus viajes, en su vida, Asradi se mostraba terriblemente cautelosa cada vez que se aproximaba a una nueva isla. Incluso con aquellas a las que ya conocía o había visitado con anterioridad. Kilombo no era la excepción a la regla. Había estado varias horas cerca de la isla, nadando y buceando cerca de la costa como un primer modo de tantear el terreno. Hasta que, al final, una noche se había decidido a aparecer por el puerto cuando ya no había nadie más por la zona. Había aprovechado las sombras que la madrugada le confería para pasar por el lugar sin ser vista. Incluso se había podido pasear un poco por el puerto, contemplando los aparejos que usarían de madrugada cuando los barcos y los pescadores saliesen a faenar. Una sonrisa suave se le escapó mientras caminaba. A su modo, claro. Tenía que ir avanzando a casi saltitos graciosos debido a su cola.

Durante los primeros días, esa fue la rutina que comenzó a hacer, y luego atreviéndose a pasearse más a la luz del día cubriendo su cola de sirena. No quería llamar la atención al respecto y que todo se torciese. Y, por fortuna, por ahora no estaba llamando mucho la atención. Incluso se había detenido en algún puesto a charlar, o a comprar alguna baratija.

Hasta se había atrevido a degustar la comida de la posada local. Con el paso de los días, la sensación de familiaridad se arraigó en su ser. Las miradas amistosas, las risas compartidas y las historias de tiempos pasados formaban un tapiz que la envolvía. Sin embargo, al tercer día, algo cambió. Durante sus paseos por el mercado, sintió un leve escalofrío recorrer su espalda. Miró hacia atrás, pero solo vio a un grupo de niños jugando y a una mujer vendiendo frutas. ¿Habría sido su imaginación? Esa noche, mientras cenaba en la posada, no pudo sacudirse la inquietud. Cada vez que escuchaba pasos resecos sobre la madera del suelo, su corazón latía más rápido.

¿La habrían encontrado? Pero no había visto nada raro durante el resto del día. La expresión de Asradi se tornó mucho más seria, cautelosa. Cada vez esa sensación persistía más y más, hasta el punto de ponerla ligeramente paranoica. Miraba hacia el reflejo del mar, pero no veía nada y, por el contrario, esa sensación se iba incrementando.

Decidió alejarse no solo del puerto, sino también del pueblo en sí. Había localizado una playa pequeña no demasiado lejos, a dos o tres kilómetros del lugar. Quizás ahi podría estar un poco tranquila.

Asradi suspiró ligeramente, acomodándose en la arena. Aún así, no había bajado la guardia. Podía notarse la tensión en ella por el movimiento inquieto de su aleta caudal.

resumen
#2
Ubben Sangrenegra
Loki
La elección de la playa había sido un movimiento estratégico, una maniobra inteligente que te daba la ventaja que tanto necesitabas. La distancia del bullicioso pueblo y la proximidad al vasto e indomable mar te proporcionaban un refugio natural, un espacio seguro lejos de aquellos que te buscaban con tanta insistencia. Aquí, donde la civilización apenas tocaba la costa, podías respirar con más calma, dejar que la brisa marina te envolviera mientras contemplabas el cielo tornándose en una espectacular gama de naranjas y rojos conforme el sol descendía. La luz del atardecer acariciaba las olas, creando reflejos dorados que danzaban sobre la superficie del agua, y por un breve instante, una sensación de paz te recorrió, como si el mundo hubiera decidido darte una tregua.

Pero, al caer la noche, esa calma se desvaneció lentamente. A medida que el cielo se oscurecía y el sonido de las olas se convertía en un eco lejano, la inquietante sensación de ser observada volvió a apoderarse de ti, instalándose en tu mente con una persistencia incómoda. El aire se volvió más frío, y el susurro del viento, que antes era reconfortante, comenzó a resonar como un presagio tétrico. Esa misma brisa, cada vez más fuerte, silbaba a través de los árboles cercanos, amplificando la sensación de que algo no estaba bien. Algo se ocultaba en las sombras, pero no podías precisar qué. Entonces, desde la lejanía, justo donde los árboles y matorrales se alzaban como oscuros guardianes, escuchaste un sonido. Era sutil, un crujido apenas perceptible, como si alguien o algo se moviera con cuidado, tratando de permanecer oculto. Entre el susurro del viento y el suave romper de las olas, ese pequeño ruido destacaba, haciéndote dudar de tus propios sentidos.

El viento, que ya era fuerte, comenzó a azotar con más intensidad, haciendo que las ramas de los árboles crujieran y los matorrales se sacudieran en una danza espeluznante. El silbido en tus oídos, frío y cortante, le añadía un toque más tétrico a la escena. Y entonces, los ruidos aumentaron. Lo que al principio parecía ser solo el viento agitando las ramas se transformó en algo más. Algo, definitivamente, se ocultaba allí, en los matorrales, algo que emitía quejidos ahogados, como si luchara por no ser descubierto. Tu cuerpo se tensó en anticipación mientras aguardabas lo inevitable. De repente, el misterio se desveló de la manera más inesperada. Dos figuras emergieron torpemente de entre los matorrales, tropezando y cayendo al suelo a la distancia, justo frente a ti. Eran dos personas, medio desnudas y completamente despeinadas, claramente inmersas en un fervoroso encuentro pasional. Un par de amantes que habían decidido buscar intimidad en la espesura del bosque, ajenos a todo lo demás, perdidos en su propio mundo de deseo. Por un momento, la tensión se desvaneció y una mezcla de alivio y sorpresa te invadió. Sus risas sofocadas y el rubor en sus rostros te recordaron que el mundo seguía siendo un lugar impredecible.

Sin embargo, justo cuando apartaste la mirada de esa escena carnal, el peligro real se presentó de forma abrupta. Un brazo fuerte y rápido se deslizó detrás de ti, cubriendo tu boca antes de que pudieras reaccionar. En un parpadeo, alguien saltó sobre ti, inmovilizándote bajo el peso de su cuerpo. Fue un movimiento tan ágil y preciso que solo habrías podido preverlo si hubieras estado usando Haki, pero la sorpresa y la arena bajo tus pies te habrían dejado sin opción de escape de todas maneras. El peso de esa figura sobre ti era sofocante, aplastándote contra el suelo, pero lo que más te impactó no fue la brusquedad del ataque, sino el aroma que llegó a tu nariz. Era una fragancia familiar, una que te transportaba a un pasado que creías haber dejado atrás.

El olor te resultaba conocido, pero en medio de la confusión no podías recordar exactamente de quién era. Entonces, al observar detenidamente el rostro que se inclinaba sobre el tuyo, todo se aclaró. Era Celine. La sirena que habías conocido en aquel asentamiento hace un tiempo, y que seguía tan imponente como la recordabas. Sus ojos plateados brillaban bajo la luz de la luna, y su cabello plateado enmarcaba su rostro afilado con la misma elegancia de antaño. Su cuerpo, notablemente más grande que el tuyo, te mantenía firmemente sujeta. Pero había algo diferente en ella esta vez, algo que capturó toda tu atención. En lugar de la característica cola de sirena que solía llevar, ahora tenía dos piernas humanas, aunque cubiertas con escamas plateadas que brillaban bajo la luz tenue.

¿Qué crees que haces en tierra firme?— preguntó Celine en un susurro irritado, su voz cargada de exasperación mientras mantenía su mano firmemente sobre tu boca. Podías sentir la tensión en su cuerpo, una mezcla de preocupación y molestia palpable. —¿Acaso quieres que algún humano te secuestre y te venda?— susurró de nuevo, esta vez con un tono más preocupado, como si no pudiera creer que te hubiera encontrado en una situación tan arriesgada. El acecho constante que habías sentido esos días no era fruto de tu imaginación; era, en realidad, una sombra del pasado que había vuelto a alcanzarte, trayendo consigo recuerdos y viejos temores, como una ola que finalmente regresa a la orilla tras un largo viaje en el mar.

Resumen
#3
Asradi
Völva
Personaje


Aunque había llegado a la playa donde, relativamente, se encontraría más segura no sentía que fuese así. Todavía esa sensación le punzaba como si miles de agujas se estuviesen pinchando en su piel, a modo de aviso. El viento se había agitado de repente, haciendo ondear su oscura cabellera y las hojas y las ramas de los árboles cercanos. Pero no solo eso, sino que había comenzado a escuchar sonidos en los alrededores cercanos. La espalda de Asradi se envaró de inmediato, poniéndose en guardia. Con mucha cautela, fue aproximándose. Esperaba que no la hubiesen seguido o, con suerte, solo era algún animal de la zona correteando por ahí. Pero ese sentimiento, esa sensación de que estaba siendo vigilada, perduraba con fuerza.

La densa espesura del bosque envolvía a Asradi como un manto de sombras inquietantes. Cada sonido, cada crujido en la maleza parecía amplificarse en su mente, alimentando una paranoia que la había seguido durante semanas. Se había convencido de que algo, o alguien, la observaba. Con un ligero temblor en las manos, se asomó entre las ramas, sus ojos buscando cualquier indicio de presencia ajena.

El aire estaba impregnado de un aroma terroso y fresco, pero el corazón de Asradi latía con fuerza, como si un depredador estuviera acechándola. Se obligó a respirar hondo, intentando calmarse, cuando de repente, un murmullo suave llegó hasta sus oídos. La curiosidad la llevó a hacer un paso más hacia adelante. Fue entonces cuando los vio: una pareja emergiendo entre los arbustos, riendo y acariciándose con una intimidad que era casi palpable. Por un momento, olvidó su paranoia. A través de la espesura, se sintió una intrusa en ese instante robado por la pasión; un espectador de un mundo donde el amor florecía libremente. Al ver cómo se abrazaban, una risa involuntaria escapó de sus labios. La noche se suavizó con ese sonido, un eco de libertad que resonó dentro de ella. Como si la risa hubiera liberado un peso que llevaba demasiado tiempo cargando, su cuerpo comenzó a relajarse.

Sin embargo, la risa se mezcló con una sensación de vulnerabilidad que la sacudió. Rápidamente, se recordó a sí misma que no podía permitirse el lujo de ser despreocupada. En un mundo donde las sombras podían ocultar peligros invisibles, cualquier distracción podría costarle caro.

Y eso fue exactamente lo que pasó.

Habiéndose distraído por ese suceso, no vió venir, ni percibir la sombra que se acrecentó en su espalda. Para cuando se quiso dar de cuenta, ya estaba inmovilizada por un brazo y un cuerpo más fuerte que ella. Y más grande. Por inercia intentó gritar pero una mano cubría su boca. Y aunque se revolvía con toda la rabia, el agarre no aflojaba ni tan siquiera un poco. La mirada celeste de Asradi se fue oscureciendo, como la de un animal al acecho.

Al menos, hasta que escuchó esa voz. La recordaba.

”¿Celine?”, pensó para sus adentros.

Recordaba a esa sirena de uno de los asentamientos donde había estado. El recuerdo de su oscuro pasado volvió a girar en torno a ella. ¿Acaso la habían seguido de alguna manera? Las alarmas internas de Asradi saltaron de repente. Con un movimiento brusco, pudo zafarse del agarre de su boca, al menos, y por inercia soltó un jadeo molesto.

¿Qué crees que estás haciendo tú? — Le recriminó en respuesta. Se removió una vez más, pero sin éxito. — Suéltame, Celine.

La miró de reojo, notando también que estaba apoyada no contra una cola sirénida, sino contra unas piernas más humanas. Se obligó a calmarse un poco, a pesar de la situación en la que se encontraba.

¿Por qué estás aquí? — Preguntó, con un deje de cautela y desconfianza.

Resumen
#4
Ubben Sangrenegra
Loki
Tus intentos de liberarte del peso de Celine, esos movimientos bruscos y frenéticos, no lograron el resultado esperado. Su cuerpo permanecía firme sobre el tuyo, inmovilizándote con una facilidad preocupante. Era como luchar contra una pared de músculos que no cedía ante tus esfuerzos. Sin embargo, tus palabras, teñidas de reproche, le hicieron reaccionar. Rodó hacia un costado, liberándote de su aplastante peso. A pesar de haberte quitado de encima, sus piernas seguían sobre tu cola, cubriéndola pero sin ejercer presión, claramente escondiendolas de cualquiera que pudiese estar fisgoneando. 

Celine era imponente, su estatura alcanzaba los dos metros y medio, y su cuerpo proporcionado a esa magnitud resultaba abrumador en comparación con el tuyo. —Evitando que te vean los humanos— espetó con molestia, aunque su voz se mantenía baja, casi un susurro entrecortado por la preocupación. Su irritación era evidente, pero había algo más en su tono. No era solo enojo; era un temor palpable, como si estuviera luchando contra algo más que las circunstancias inmediatas. A pesar de que había retirado su peso, sus piernas seguían ahí, cubriendo tu cola como si intentara protegerte. Era una barrera entre tú y el peligro que ella percibía, una forma de asegurarse de que no te movieras sin considerar las consecuencias.

¿Qué harás si se dan cuenta de que eres una sirena? —preguntó, y aunque la pregunta parecía inocente, su tono era diferente. Había una subestimación implícita, una sugerencia de que quizás no comprendías completamente los riesgos. ¿Te estaba protegiendo o simplemente te consideraba incapaz de defenderte por ti misma? Era difícil saberlo con certeza. Celine no te miraba directamente, su rostro se oscurecía, como si una sombra interna hubiese comenzado a nublar sus pensamientos. Cuando continuó hablando, su voz cambió, y lo que escuchaste fue un susurro lúgubre, cargado de una tristeza profunda y amarga. —No quieres pasar por eso... créeme... — dijo, y su tono resonaba con una oscuridad casi palpable. Mientras hablaba, sus dedos se cerraron con fuerza alrededor de su propio antebrazo, como si al apretar su carne pudiera ahogar los recuerdos que se agolpaban en su mente. Su rostro, habitualmente pálido, se tiñó de un leve carmesí, y en su mirada pudiste ver algo que nunca antes habías notado en ella... vulnerabilidad.

Era evidente que estaba reviviendo un pasado doloroso, uno que ella misma intentaba suprimir, pero que, por alguna razón, estaba emergiendo en ese momento, frente a ti. La manera en que sus palabras se arrastraban, la tensión en su postura, todo indicaba que Celine había atravesado momentos oscuros, similares a los que tú misma temías volver experimentar. Después de unos segundos que parecieron eternos, Celine exhaló con fuerza, recuperando la compostura. Su cuerpo, aunque seguía rígido, se relajó lo suficiente como para que el aire alrededor de ambas se sintiera menos cargado. —Hay gente mucho peor que el humano de a pie... créeme— dijo, y esta vez no era tristeza lo que teñía sus palabras, sino algo más visceral. 

Había odio en sus ojos, un odio que se arrastraba desde lo más profundo de su ser, emergiendo con tal fuerza que su ceño se frunció, transformando su rostro angelical en una máscara de rencor. Ese odio no era hacia ti, eso era claro, pero su intensidad te dejó en silencio. Lo que había en sus ojos era algo reprimido, algo que ella misma había enterrado, pero que ahora afloraba como un recordatorio ineludible de su pasado.

Fue entonces cuando notaste algo que te dejó sin aliento. Mientras Celine se giraba ligeramente para mirar hacia el bosque, el movimiento reveló una marca en su hombro derecho, una que conocías demasiado bien, pues portabas la misma en tu espalda... el símbolo de los Dragones Celestiales. Todo cobró sentido.... Celine había pasado por lo mismo que tú. Esa marca, el símbolo de la esclavitud y el sufrimiento, una cicatriz imborrable que iba mucho más allá de la piel. 

Ella había sido atrapada, igual que tú, y había sobrevivido. Pero lo que no podías saber era cómo esos recuerdos la habían moldeado, qué tanto de su odio estaba dirigido hacia aquellos que la habían marcado para siempre. —Sígueme— dijo, su voz aún oscurecida por los recuerdos que revoloteaban en su mente —Tengo un lugar seguro aquí en la isla... Conozco a alguien que puede darnos refugio, para que no tengas que dormir a la intemperie.— Su tono era sombrío, pero no por ti, sino por las imágenes que claramente seguían evocando en su cabeza. Era obvio que el pasado de Celine no era tan diferente del tuyo. Y mientras se levantaba, sus piernas, esas que antes habían sido una cola de sirena, se movían con facilidad, aunque las escamas platinas seguían brillando tenuemente bajo la luz de la luna. Se giró en dirección al bosque, mientras murmuraba —El refugio queda a las afueras del pueblo, así que es bastante seguro.— Cuando Celine giró su rostro hacia ti, esperando que la siguieras, te encontraste con sus ojos. Eran los mismos de siempre, pero algo había cambiado, quizá ahora podías notar un dolor que ella nunca había revelado frente a ti.


resumen
#5
Asradi
Völva
Asradi suspiró con una mezcla de alivio y molestia cuando, finalmente, Celine se decidió a soltarla, al menos parcialmente. A la pelinegra no se le escapó el hecho de que la chica continuaba demasiado cerca de ella y, no solo eso, sino que sus piernas estaban todavía sobre su cola. Como si tratase de impedirle el movimiento o, más bien... Asradi parpadeó un par de veces, percatándose y, ahora, mirando de reojo a la otra sirena. ¿La estaba intentando proteger de alguna manera? ¿O solo le estaba advirtiendo sin más?

La más joven alzó el mentón en un pequeño gesto de orgullo.

Si no quisiera que los humanos me viesen ya me habría escondido por mi misma, ¿no crees? — Le recriminó también en parte. No le culpaba, ella misma solía tener cuidado cuando se adentraba en algún pueblo o asentamiento humano, o de alguien de la superficie. — Sé lo que me hago y tengo cuidado, créeme.

No era una petición, sino más bien una sugerencia. De momento, además, no había hecho nada malo ni nada raro para que algún humano de ese pueblo pudiese sospechar de ella. O eso creía, en primera instancia. De todas maneras, a pesar de todo, Asradi sacudió levemente su cabeza. Le escamaba tanta insistencia por parte de Celine, aunque no podía culparla. Entendía su reticencia hacia los humanos, pero era lo mismo de siempre. El odio visceral que se traían ambas especies desde hacía años y años. ¿Cuándo iba a acabar eso?

De todas maneras, el cambio en la expresión de Celine hizo que la propia de Asradi también variase. A una más cautelosa y confusa. ¿Por qué de repente estaba tan intensa? Recordaba que, cuando la había dejado atrás en ese asentamiento, se había portado muy bien con ella. Vale, no es que ahora no lo estuviese haciendo, pero le extrañaba bastante esa actitud.

Vale... — Murmuró apenas, con un deje de inicial inseguridad cuando ella le indicó que le siguiese.

Y entonces, cuando Celine le dió la espalda, la vió. Asradi se quedó sin aliento en ese momento, sintió como el corazón se le encogía en el pecho y se llevó, por inercia, una mano al brazo contrario, apretando la piel con los dedos. Como si, ahora mismo, la espalda le quemase también a ella. Se quedó en el más absoluto de los silencios durante unos momentos. Así que Celine también...

Asradi aceleró un poco el paso, a saltitos, hasta alcanzar a la otra sirena, bastante más alta y fornida que ella.

Escucha, Celine... — Ahora la llamó, con un tono de voz más comedido, un tanto más arrepentido, quizás, por cómo le había hablado antes. — Sé que hay gente mucho peor. Yo también lo he sufrido... — La miró con comprensión, con empatía esta vez. No sabía cuánto había sufrido Celine, pero la entendía. — Y comprendo que estés recelosa, pero no todos son así, por suerte.

Quería que entendiese que, aunque habían tenido una terrible experiencia, el mundo no estaba cortado por ese mismo patrón. Que todavía había gente buena.

Cuando sus ojos se entrecruzaron con los de Celine, fue Asradi quien le tomó de la mano, asintiendo de manera breve.

Está bien, confío en tí. — Lo hacía, a ciegas. — Quizás me venga bien pasar una noche bajo un techo. — Le sonrió de manera suave, más cercana. — Y me alegra volver a verte, que lo sepas.


Resumen
#6
Ubben Sangrenegra
Loki
Tus palabras, afirmando que sabías exactamente lo que hacías, dejaron a Celine en un estado de confusión palpable. Podías ver en su expresión el desconcierto, como si no pudiera comprender cómo, aun siendo consciente de lo que eran capaces los humanos, te atrevías a rondar cerca de ellos. Era como si le resultara imposible concebir tu valentía o temeridad, ante lo que claramente consideraba un peligro inminente.

Ella continuaba caminando, sus pasos pesados y lentos, contrastando enormemente con los pequeños saltos que dabas sobre tu cola de sirena, un movimiento casi cómico en medio de aquella atmósfera tensa. Pero ahí estabas, moviéndote de esa graciosa forma, mientras la sombra de la conversación anterior seguía pesando entre ambas. Finalmente, conseguiste alcanzar su lado, acelerando el ritmo de tus saltitos. Al hablarle, Celine giró su rostro hacia ti, y la incredulidad en sus ojos no hizo más que intensificarse. Era evidente que, por más que intentaras explicarle tu experiencia, no parecía procesar del todo tus palabras, como si algo dentro de ella se resistiera a creer que tú también habías sufrido lo mismo que ella, y aún así mantenías una visión más abierta respecto a los humanos. Cuando mencionaste que no todos eran iguales, su rostro se tornó aún más serio, casi severo, antes de desviar la mirada hacia el frente.

Es por acá— dijo con un tono brusco, sin más explicaciones. A pesar de su comportamiento reservado, Celine redujo un poco el ritmo para que pudieras seguirla sin problema. La oscuridad de la noche les envolvía como un manto protector, ocultándolas de cualquier mirada indiscreta. Aunque, por lo que parecía, el lugar estaba desierto a esa hora de la noche. Solo los ruidos lejanos de la pareja, perdidos entre los matorrales, rompían la tranquilidad del entorno. Ninguna otra alma parecía rondar por los alrededores. Fue entonces cuando tomaste su mano. Celine se sobresaltó ante tu toque, y sus ojos reflejaron un destello de miedo. Giró su mirada hacia ti, buscando en tu rostro alguna señal de peligro, como si esperara que hubieras visto algo, que la hubieras alertado de algún enemigo cercano. Sin embargo, no encontró nada de eso en ti. Lo que encontró fueron tus palabras, cargadas de... ¿Compasión?.

Su reacción fue inmediata. Los muros que había levantado para protegerse con el tiempo comenzaron a tambalearse, y aunque trató de mantener su fachada firme, su voz empezó a quebrarse. —¿Recuerdas a Ariel y Andrina?—preguntó con un tono sombrío, casi desesperado, como si mencionar esos nombres fuera abrir una herida que nunca había sanado. Sus palabras, aunque breves, eran como un golpe al estómago. Sabías que algo doloroso se escondía detrás de esos nombres, pero la manera en que los mencionó, tan cargados de emoción, te preparó para lo peor. —Un día salieron del asentamiento...—continuó, su voz cada vez más frágil —Fueron de "paseo" a una isla cercana. Nunca volvieron...

El silencio que siguió fue denso, pesado. Podías ver cómo Celine intentaba no desmoronarse, apretando los labios con fuerza, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas que luchaba por contener. Finalmente, continuó con la voz apenas audible. —Unas ballenas que llevaban un tiempo en la zona me dijeron que las escucharon gritar y pedir ayuda desde un barco...—su voz temblaba mientras las lágrimas comenzaban a caer sin control por su rostro —Dijieron que se las llevaron unos barcos donde iban unos "humanos con trajes graciosos"

Sabías a qué se refería: los Tenryuubitos. El destino de Ariel y Andrina era un destino cruel, uno que habías temido y que muchas sirenas compartían. Celine, por más fuerte que pareciera, había cargado con esa pérdida durante un tiempo, y ahora, frente a ti, las heridas se habían abierto de nuevo. Tras unos minutos de caminar en silencio, llegaron a una cabaña de tamaño medio, situada a orillas de un río que no tenía más de metro y medio de profundidad. Siguiendo ese mismo río, no era dificil notar que desembocaba en la misma playa donde te habías encontrado inicialmente. Desde la chimenea de la cabaña salía una delgada columna de humo, y las luces de las velas dentro le daban un aire cálido y acogedor.

Celine sacó una llave y abrió la puerta, invitándote a entrar después de ella. La cabaña, aunque modesta, era increíblemente acogedora. El calor de la chimenea te envolvió inmediatamente, y el olor a pan recién horneado llenaba el aire, creando una sensación de hogar que no habías sentido en mucho tiempo. —¿Celi, eres tú?— se escuchó una voz masculina proveniente de una habitación interior. Al girar la vista, un hombre de tez morena y cabello negro salió de lo que parecía ser una cocina, con un bowl de masa en sus manos. Era de estatura similar a la tuya, y al mirarte, una sonrisa cálida se dibujó en su rostro.  —Cariño, ella es una amiga—dijo Celine, con un tono más suave, secandose las lagrimas del rostro y presentándote a aquel hombre —De las que te hablé tiempo atrás.— El hombre dejó el bowl sobre la mesa y extendió su mano hacia ti. —Un gusto, soy Jan— dijo con una sonrisa genuina. Al mirarlo más de cerca, notaste algo peculiar en la base de su cuello, unas pequeñas branquias asomaban discretamente. Era un Hafugyo, un híbrido entre humano y Gyojin.

Le ofrecí que durmiera aquí esta noche, cariño— añadió Celine mientras se acercaba a él, su tono más relajado ahora, aunque las sombras de su dolor aún seguían presentes. —¿Cena para tres? —preguntó Jan con un tono cálido y acogedor, intentando aliviar de alguna manera el palpable dolor de Celine, mientras se dirigía a lo que asumías era la cocina y le escuchabas lavar sus harinadas manos. Celine, con toda su fortaleza y su dolor, al parecer había anclado su vida en aquel lugar y ahora te ofrecía un espacio en su pequeño santuario.
#7
Asradi
Völva
Asradi siguió a Celine en el más completo de los silencios. No sabía cuánto la creería ella. Pero sí era consciente de lo que podría haber pasado la otra sirena, sobre todo al ver aquella marca. Por inercia, la pelinegra se abrazó contra sí misma durante unos segundos, como si con ese gesto pudiese refugiarse de aquellos recuerdos que todavía la atormentaban. También cuando cruzó su mirada con la contraria, pudo ver esa tristeza plasmada en los ojos de la sirena mayor. Cuando Celine mencionó, posteriormente, a aquellas dos, la expresión de Asradi varió unos segundos. Primero frunció el ceño.

Claro que las recuerdo. — Ariel y Andrina no le caían especialmente bien. No las odiaba, pero habían tenido sus tiranteces en el pasado, precisamente, por culpa de su forma diferente de pensar. Entendía que Celine temiese a los humanos después de la marca que le había enseñado. Ella les temía también, pero no quería meter a todos en el mismo saco. Porque sería lo mismo que los de la superficie también hacían, a veces, con los gyojin.

Ahora bien, cuando Celine le contó el destino de ellas, la mueca de Asradi mutó a una de desagradable sorpresa. Y de la sorpresa pasó al más absoluto terror, algo que se plasmó en la mirada de la pelinegra cuando intercambió miradas con la otra sirena. Tragó saliva por inercia y sus manos comenzaron a temblar. Era verdad que no se llevaba del todo bien, pero tampoco les deseaba ese destino. Cunado percibió la mirada, casi desesperada, de Celine, fue la misma Asradi quien tomó la mano contraria. Era un gesto silencioso y de mutuo apoyo. Aunque no pudiese hacer mucho más al respecto. La pelinegra suspiró y la miró con una mezcla de comprensión y también disculpa.

No pretendía ser descuidada, Celine, de verdad. Pero... — Se mordisqueó el labio inferior. — No todos son malos. No todos son como ellos. — En sus viajes había conocido gente amable. Y si bien no habían descubierto su especie, ella sí había visto que había gente buena y generosa.

Tras eso, no tardaron en llegar a una cabaña, tras haber seguido el río durante un buen trecho. Asradi reculó un poco, inicialmente, temerosa. No porque temiese de Celine o desconfiase de ella, sino que era, más bien, un acto reflejo después de todo. Solo cuando ella le miró, como dándole le visto bueno, fue que se atrevió a continuar. De la cabaña salía humo por la chimenea, y ya desde el exterior podía percibirse el delicioso y cálido aroma a pan recién horneado. Esa sensación de hogar que tan buenos recuerdos le traía y que hacía ya tiempo que había dejado atrás. O le habían obligado a ello. Cuando entraron, de inmediato una nueva voz fue percibida por Asradi. Se tensó un poco por inercia, hasta que sus ojos se cruzaron con un varón, con las manos enharinadas, que ahora se asomaba desde lo que debía de ser la cocina.

Hola. — Saludó con un gesto un tanto cohibido, sobre todo cuando vió la relación que ambos tenían. Por una parte, se sintió feliz por Celine y, por la otra, ese sentimiento de soledad y nostalgia que la volvía a embargar. Aún así, cuando él se presentó, tendiéndole una mano, sonrió de manera suave. — Yo soy Asradi, es un placer. Espero no ser una molestia. — Musitó, estrechando, por igual, la mano de aquel hombre.

Uno que, ahora, percibía que era parte de los suyos. Un mestizo. Ella no tenía nada contra los Hafugyo, al contrario. Eran uno más, simple y llanamente eso. Miró luego a Celine, a quien le dedicó una sonrisa más animada. Ella había logrado esa estabilidad después de, seguramente, mucho tiempo y mucho dolor. Se merecía ser feliz.

Cuando ambas volvieron a estar a solas, al menos de manera momentánea, fue Asradi quien estrujó, con mucho cariño, la mano de ella.

Perdóname si he sonado arisca antes. Entiendo que quieras protegerme. Y entiendo que también quieras proteger, ahora, esta nueva vida que tienes y te mereces. — Lo decía completamente en serio, de corazón. — No te juzgo, Celine. Ojalá yo también pudiese encontrar esta estabilidad como tú la has encontrado.

Tomó aire unos segundos, antes de dedicarle una sonrisa un poco más dulce.

Además, es guapo. — Le guiñó un ojo a la otra sirena, solo para romper un poco el hielo y la tensión del ambiente.

Acto seguido, le dió un abrazo comedido. Algo significativo teniendo en cuenta que Asradi no era mucho de este tipo de gestos.

Bueno, ya que me dejáis pasar aquí la noche, ¿hay algo que pueda hacer por vosotros? — Les ayudaría en lo que fuese.
#8


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