Hay rumores sobre…
... que en cierta isla del East Blue, hubo hasta hace poco tiempo un reino muy prospero y poderoso, pero que desapareció de la faz de la tierra en apenas un día.
[Autonarrada] [Tier 2 - Alistair] Médico infiltrado.
Takahiro
La saeta verde
XX Verano del año 724.

Es mediodía y el sol veraniego se encuentra golpeando con fuerza la piel de todos y cada uno de los ciudadanos del Reino de Oykot por igual. Además de eso, es un día excesivamente húmedo, haciendo que notes como la ropa se te pega a la piel por la mezcla de sudor y humedad.

Te encuentras en el puerto, concretamente en la zona oeste, y los pescadores se encuentran faenando en sus barcos, algunos están preparándose para embarcar durante semanas, quizá meses, para capturar mercancía que vender, mientras que otros están volviendo después de una larga jornada. Sus caras son de felicidad, aunque eres capaz de atisbar algunas tristes. ¿Mala jornada de pesca? Es posible. Observas que la gente viste con ropa algo más cara de lo normal, quizás te has adentrado en la zona más adinerada de la ciudad.

Tienes la opción de quedarte por esa zona para buscar información o quizá te apetezca ir a la zona este. Esta región es más humilde, por no decir que es la más pobre de la isla. Allí la gente viste con ropajes más mundanos, incluso entre los pescadores observas un cambio en el nivel económico: sus barcos son más cochambrosos y poseen grandes arpones en lugar de meticulosas redes. Entre la multitud hay gente ruda y observas que está armada.

De quedarte en la zona adinerada verás a un hombre que necesita ayuda con las bolsas de la compra, que si le ayudas te ofrecerá tomar un té en su casa, que se encuentra a unos diez minutos de allí. En cambio, si decides adentrarte en la zona más pobre, verás como un grupo de individuos está diciéndole palabras malsonantes a un anciano. ¿Quizás podrías hacer algo? O quizá no.

¿Qué harás joven revolucionario?

Aclaraciones
#1
Alistair
Mochuelo
Personaje


Día 22 de Verano del año 724

La sensación del sol sobre él era una que siempre había agradecido. Sentir la luz bañarlo, acariciar su piel y darle energía como si de una planta se tratara... Pocos momentos podían competir con estos momentos, en los que podía sentir como si el mismo mundo le saludara, y le diera la mano para cumplir con lo que tuviera preparado el día de hoy. Al menos... así sería cualquier otro día de la temporada.

Bochornoso, caluroso, y sudoroso. Por alguna razón, el exceso de humedad había complotado con un sol particularmente fuerte arrojando cada pizca de su calor sobre todos, inclemente en lo mas mínimo; el resultado era un día que no solo era caluroso, sino que se sentía mas caluroso todavía. Suficiente para hacer desear a cualquiera un refresco helado, un cómodo espacio en alguna terraza y un día de descanso en el que la actividad tuviera que ser mínima. No era el caso de Alistair. 

El arribo al Reino de Oykot fue... poco placentero. Habiendo conseguido el favor de una agradable pareja de mercaderes -simpatizantes de la causa revolucionaria- cuya trayectoria coincidía con el objetivo del Lunarian, los mencionados civiles accedieron a llevarlo como polizón oculto entre su mercancía hasta el Reino de Oykot, donde lo dejarían marcharse tan pronto aprobaran los controles rutinarios de la seguridad presente en el puerto y tuviera una ruta de salida que no los comprometiera a ellos ni al chico alado. El problema... es que era un transporte cargado de sardinas. Cuando juntabas este factor con el inclemente clima con el que Oykot había decidido recibir a sus habitantes ese mismo día, tenías una combinación que podía volver loco a cualquier hombre con media nariz funcional. Que además el sentido del olfato de Alistair fuese el mejor de sus cinco solo convirtió la experiencia en un infierno que exigía cada pizca de voluntad en él para tolerar.. 

No pretendía ser desagradecido en lo absoluto, todo lo contrario; era plenamente consciente de que esa amable pareja era la única razón por la que había conseguido cumplir las órdenes de presentarse en el Reino de Oykot para participar en la operación sobre la central hidroeléctrica. Pero... Tampoco podía solo olvidarse de ese insufrible olor viniendo en todas direcciones por más que unas cuantas horas. ¿Cuánto tiempo había pasado realmente? Entre la falta de luz y querer borrar el momento de sus memorias, prefería no hacer el esfuerzo de recordarlo. Todo lo que le importaba era haber conseguido llegar hasta Oykot sano, salvo y a tiempo.

Un vistazo a sus alrededores, a sus personas y a la vestimenta que portaban reveló un dato importante: Se encontraba en el sector pudiente de la ciudad, participes indirectos -y posiblemente directo en más de un caso- del problema en Oykot. La exacta razón por la que se encontraba en esa isla en primer lugar. 

Su primera directiva: Obtener información. Aunque aún contaba con unos días hasta el inicio del ataque a la central, sería un grave error dar por sentado el éxito de la operación sin los apropiados movimientos previos. Concretamente, quería sacar la información que le fuera posible de los nativos. Habiendo recibido información de que el sector pudiente podría mostrarse receloso ante un total extraño haciendo demasiadas preguntas, una mejor apuesta sería precisamente la fuerza que quería dar un golpe bajo -seguido de otros cientos de golpes al mentón- a la clase alta: La clase obrera. 

El tiempo apremiaba, y aunque en otro contexto habría ayudado al hombre que necesitaba una mano con las bolsas de la compra sin dudarlo dos veces, su mejor apuesta para obtener lo que buscaba -sin perder su tapadera en el proceso- era adentrarse en la zona este de la ciudad, rumbo a las zonas menos favorecidas con las que contaba Oykot. 

Ya allí, una escena llamó su atención. Palabras malsonantes arrastraron la mirada del Lunarian hasta un grupo de individuos que superaban en número a un único anciano, quien parecía estar en el lado receptor de esa agradable y completamente civilizada conversación. Vaya que había sido rápido encontrar a ese arquetipo de personas... Esperaba estar haciendo lo correcto. Aunque para ser completamente honesto, incluso si no fuera el caso y no obtuviera nada de ello, estaba en sus instintos ayudar a los demás cuando la situación lo demandaba. Esto no podía ser una excepción.

Se acercó a las personas, deteniendo su caminar a unos cuantos pasos de ellos, y aclaró su garganta con fuerza en un intento de llamar la atención del colectivo -más de una vez si el volumen de sus insultos superaba el del revolucionario-, intentando que ahora la atención de la manada se dirigiera al chico de cabello extravagante. 

Caballero, siento meterme en medio, pero... Ciertamente, lo que sea que este hombre les hiciera no puede ser tan malo como para vaciarle tal sarta de insultos a todo pulmón, ¿o si?- Lo suyo era una metafórica arma de doble filo que pretendía conseguir dos cosas: La primera era intentar minimizar lo que sea que hubiera ocurrido, tal que obtendría una respuesta confiable -y posiblemente igual de visceral que con el hombre mayor- que le daría contexto de la situación. La segunda era la de alejar atención del hombre mayor, tal que pudiera tomar un pequeño respiro del asalto verbal que estaba recibiendo. Además, con la atención sobre él, podía permitirse pensar en una solución mas efectiva para desescalar la situación. — Estoy seguro que podemos hablarlo y llegar a algo, solo no atormenten al pobre. Con lo que le debe doler la espalda, seguro que ya tiene suficiente en el día a día. — Ojalá colara, o como mínimo no fueran tan violentos como eran agresivos.

Resumen

Inventario
#2
Takahiro
La saeta verde
El sutil hedor a pescado fresco te acompañó durante tu salida de la zona más adinerada de la isla. Podías contemplar cómo, mientras te marchabas, algunas personas te miraban con cierta superioridad, mientras que otras personas, simplemente, les daba igual tu presencia. En fin… Burgueses. Nada más adentrarte en la zona más humilde, el olor a pescado no se había marchado, pero la gente te observaba por otra razón: habías osado mediar en un conflicto con personas de aspecto chabacano.

No te metas donde no te llaman —te dice uno de ellos. Tiene un aspecto bastante intimidante. Es calvo, de un metro ochenta de altura más o menos, de ojos azules que llaman tu atención por lo bonitos que son y una prominente barba. Va vestido con un pantalón vaquero, unas sandalias y una camiseta de tirantas. A su espalda tiene un palo de madera—. Este anciano nos debe dinero.

¡Hubierais pintado mejor mi casa! —bramó el anciano, con una voz grave y prominente, tan profunda como la de un locutor de radio. El anciano era de baja estatura, en torno al metro sesenta, pero por el tamaño de sus manos y los callos de la misma puedes notar que había sido un hombre fuerte, cuya primavera de la juventud había terminado y se encontraba en el ocaso del verano de su madurez.

¿Cómo pretendes que pintemos la fachada de tu casa sin los materiales suficientes, viejo loco? —intervino otro de los hombres, también grandote. Vestido con un vaquero oscuro, una camiseta negra y un gorro que le tapaba el cabello. A su lado hay otro muchacho, pero no dice nada. Tiene malicia en la mirada. —. Maldito carcamal de mierda. Es que, ¿lo ves normal? —te pregunta el hombre—. Le pintamos la casa con un simple cubo de pintura, tuvimos que poner otro de nuestro almacén y va el viejo y no nos paga.

Ni pienso hacerlo —salta a decir, tajante—. En mi época hacíamos más con menos. Vagos, maleantes..., ¡SIN VERGÜENZAS!

Serás hijo de… —alzó la mano el primero que había hablado, cerrando el puño y haciendo un ademán extraño. Sin embargo, se golpea en la calva con la palma de la mano—. Pues hasta que nos pagues no vas a irte de aquí.

Al parecer es un conflicto económico. Quizás podrías mediar entre ellos e intentar que lleguen a un acuerdo, o tal vez prefieras continuar buscando a alguien para conseguir información. Observas que el palo que tiene el hombre es un rodillo de pintura, mientras que los otros dos si parecen tener armas. El del gorro tiene una especie de látigo extraño, mientras que el joven de mirada maliciosa asoma un cuchillo militar bastante grueso.

¿Qué harás joven revolucionario?
#3
Alistair
Mochuelo
En un inicio, el clima que asaltaba Oykot le permitió deslizar bajo la mesa el pensamiento del aroma que se impregnó con fuerza en su ropa; no es que no le importara, sino que -muy por el contrario- por un momento tantos pensamientos invasivos ocupaban su cabeza que jamás se detuvo a notar la nube de peste que estaba hecho por ese pequeño viaje. Tan solo quería pensar en que ya había acabado, y en que ahora venía la parte "fácil". Aún le quedaba mucho por aprender del mundo en el que vivía, y que no esperaría a que pudiera ponerse cómodo antes de arrojarle la segunda tanda de golpes.

El rechazo de uno de los hombres fue inmediato; lo esperaba desde el primer momento. Con una estatura que casi empataba con la del Lunarian, de hipnotizante mirada por el llamativo color heredado y un porte intimidante que haría retroceder a más de un curioso con tan solo un ápice de amenaza.

Parecía que el problema era de dinero, el mas típico de los problemas. No los juzgaba, entendía mejor que muchos la necesidad de rascar dinero donde no había para poder llegar a fin de mes y ponerse comida en la boca. Y eran pocos los que tenían la fortuna de contar con un talento útil para la sociedad que los sacara de tal apuro; los tantos otros que no, era práctica común sacarles el dedo medio y dejarles pudrirse en medio de su necesidad. Al menos esto es lo que había visto desde que se había reinsertado en el mundo, abandonando su estatus como esclavo.

Por otro lado, el abuelo no se hacía ningún favor para ayudarse. Un hombre trabajador a juzgar por sus manos, una voz grave como un fino trago de whiskey y un temperamento a juego que podría hacer retroceder a cualquier Rey del Mar si lo intentaba encarar en tierra firme, aunque la superficie bajo sus pies fuera apenas suficiente para acomodar sus pies. Un trabajador claramente molesto por su falta de pago y un abuelo cascarrabias era una combinación catastrófica, que si juntaran fuerzas, seguramente ya habrían montado una rebelión mas grande de lo que Oykot podría aguantar.

De sus labios entrecerrados escapó un suspiro pequeño; escuchaba la conversación entera, pero tenía más que claro que ésta solo estaba avanzando en interminables círculos, sin un claro punto de inicio y un inexistente final. Si se marchaba del lugar y dejaba que ellos lo resolvieran por sí solos, acabarían aquí hasta la noche. O peor: Con un trozo de metal afilado clavado en el pecho del anciano. No es como si el silencioso del grupo hiciera intentos por ocultar su malicia, o el cuchillo de clase militar que llevaba entre sus manos.

No, no me parece nada justo para ustedes. — Respondió negando con la cabeza, por un momento sintiendo empatía por la posición de los trabajadores. Haría el intento de caminar por entre el grupo, pasando por en medio de dos de los tres presentes mas cercanos, y buscando ubicarse a un costado del anciano para finalmente encarar nuevamente a los trabajadores; no sería un intento que forzaría, pues de detenerle en el caso, no haría esfuerzo alguno en apartarlos a un lado. Tal cual estaban las cosas, lo último que quería era agitar más el avispero y acabar envuelto en una pelea por un hombre que, para ser completamente justo, puede que solo estuviera buscando estafar a los pintores. — Pero tampoco puedo ver bien que intenten sacarle el dinero al abuelo por las malas, incluso si no están usando violencia física.

Su posición intentaba ser lo más estratégica posible: Quería ubicarse en un punto donde todos pudieran verle a los ojos, y Alistair a ellos. Y al no interponerse en medio del anciano y los hombres, buscaba expresar en lenguaje corporal que no estaba realmente del lado de ninguno. Ayudaba porque quería ayudar a la resolución de un conflicto -y porque quizá obtendría lo que quería en el proceso-, no por intentar ser el protagonista marca-paquete de la historia que pegaba palizas a civiles que, en realidad, solo querían reclamar la paga que les correspondía, aunque usando métodos completamente incorrectos. En un mundo con tantos matices de gris, irremediablemente debía existir más de un tipo de héroe.

Entiendo que ustedes pintaron la casa de él- — Señaló al anciano. — Utilizando los suministros... suministro, que él les dio, fue insuficiente y tuvieron que poner la parte que faltaba. Y él ahora intenta escaquearse la paga porque considera que ustedes no han hecho suficiente. ¿Voy bien con la historia? — Preguntó sincero, esperando cualquier aclaración que alguien más pudiera ofrecerle en caso de que algo se perdiera. O que, como era mas probable, alguno de los dos intentara poner la historia a su favor y el otro lo negara inmediatamente con su propia, distorsionada versión.

Si este no fuera el caso, continuaría inmediatamente. O en caso de que si lo fuera, intervendría primero y luego continuaría. Primero, miró al hombre mayor. — Abuelo, ¿hay algo que te impida darles la paga a ellos y acabar con este problema? Entiendo que puedan ser muchas cosas, y no estoy para afirmar ninguna porque no les conozco lo suficiente, pero ¿no crees que es muy peligroso para ti e irrespetuoso hacia ellos el no pagarles? Ellos también tendrán familias, o como mínimo necesidades básicas por cubrir que pueden pagar solo si reciben la compensación monetaria de sus servicios. No es ninguna broma negarse a pagarles. — Ahora, su atención fue a los hombres iracundos. — Y ustedes, ¿en verdad creen que vale la pena ganarse un problema con la Marina por el abuelo? Salvo que se tratara de un trabajo millonario, no se si les compensa acabar en un calabozo por intentar obligarle a pagar de esta manera. Parecen los villanos de la historia haciendo cosas como estas, en especial al tío que lleva arrojándole dagas con la mirada desde que tengo conocimiento de esta "conversación". Y todos agradeceríamos profundamente que eso se mantuviera como una metáfora.

Esperó, pues quería hacerles entender las consecuencias que se traían sobre sí mismos con su actuar. Si había suerte, serían lo suficientemente razonables como para entenderlo, y así poder finalmente ofrecerles mediar para que pudieran llegar a un acuerdo, tal que todos pudieran irse satisfechos a su rutina diaria. Quizá no contentos del todo, pero sí con menos intenciones homicidas.

Resumen

Inventario
#4
Takahiro
La saeta verde
Eres capaz de vislumbrar en el rostro del anciano que no va a cambiar de opinión por mucho que intentes dialogar con él. La vejez es capaz de otorgar un temperamento y una testarudez que solo el paso del tiempo y las continuas experiencias pueden otorgar. Los ojos del anciano están clavados sobre el hombre que tiene el rodillo en la espalda, imperturbable.

Tu pequeño discurso parece que están entrando por un oído de los allí presentes y saliendo por el otro. Sin embargo, el joven del cuchillo militar decidió dar un paso al frente y hablar.

No hace falta meter a la marina en esto —dijo, metiendo la mano en los bolsillos y sacando una cajetilla de tabaco. Su voz es dulce y agradable, como la de un padre primerizo que cuenta historietas a sus hijos, tan suave que es capaz de transmitir una extraña paz que destensó el ambiente durante un breve instante; algo bastante raro—. Nosotros tan solo queremos lo nuestro, lo que nos merecemos. Hemos trabajado muy duro durante varios días para conseguir algo de dinero —continuó diciendo, mientras golpeaba el paquete de tabaco y sacaba un cigarro que se llevó a los labios—. La vida es muy complicada en la isla, sobre todo en esta zona de la isla —deslizó la cerilla por el fósforo rojo para prenderla y encenderse el cigarro—. Pero si no quiere pagarnos no tenemos nada que hacer. Vámonos, chicos —dijo.

Sus palabras hicieron que los otros dos se encogieran de hombros y desistieran en su intento de querer cobrar al anciano. La situación era extraña, pero no sabrías muy bien decir porqué tan pronto. Tras eso, después de una despedida no verbal, se fueron de allí hasta perderse por una de las calles.

El viejo suspiró, y cuando dio un paso se tropezó en lo más llano.

¡Ay! —exclamó, cayéndose de culo. Ves como intenta levantarse, pero no puede solo.

Si decides ayudarle el anciano se resistirá un poco. Es una persona muy orgullosa, pero al no poder hacerlo cederá y se dejará ayudar. No te dará las gracias ni nada, pero te das cuenta de que necesita que le acompañen a su casa.

Es una casa bastante grande en aquella zona, mucho más que la media de aquella zona de Oykot. Pintada de blanco y celeste, impoluta. Al parecer los hombres han hecho un buen trabajo, no concibes que el anciano no haya querido pagarles si ese ha sido su trabajo. Si en algún momento le dices que eres médico, el anciano te pedirá que lo auscultes y le revises.

Aclaración
#5
Alistair
Mochuelo
Tardó un momento en notar que sus palabras habían caído en oídos sordos. Sin ninguna intención de razonarlo, la ausencia de palabras del abuelo era mas revelador que cualquier respuesta capaz de entregarle, dejando en claro la disposición que tenía para razonar con los hombres, uno de ellos a los cuales no era capaz de despegarle la mirada de encima. Vaya inicio de mediación. Pero para eso estaba allí, ¿no? Por mal que pudiera pintar, no debía dejar de intentar lograr un acuerdo entre ambas partes.

O eso era lo que su tierna mente pensó en un inicio. Lejos de un acuerdo verbal que intentó fomentar, la intervención del mas silencioso de los tres llamó su atención sin demora, dando una negativa a las palabras de Alistair que parecían haber zanjado las cosas de una manera que había sido completamente incapaz de prever. Encontrar ese pequeño bolsillo de paz en la conversación por el tono dulce en la voz del hombre fue... Inesperado, para añadir a la pila de sorpresas. 

El hombre con el tabaco llevaba la razón, y nunca intentaría un esfuerzo de demostrarlo contrario, lo cual nuevamente provocó en él una falta de palabras cuando no solo  anunció aceptar la situación con el anciano -o al menos eso era lo que pudo entender del intercambio-, sino que además consiguió la retirada de su grupo con tan solo una propuesta en dos palabras. Ni un deje de queja, ni un deje de resistencia de parte de los otros. Había conseguido apaciguar a los dos hombres que parecían estar dispuestos a retener el día entero al viejo si no veían los Bellys que les correspondían. ¿Qué había acabado de ocurrir? Tan solo pudo parpadear un par de veces, confuso por encima de cualquier otra cosa. Todo había salido tan a pedido de boca que... Le dejaba un mal sabor, ese sentimiento que gritaba cómo las cosas no eran lo que parecían. Pero sin pruebas de nada, tan solo podía arrojarlo bajo el tapete y asumirlo como eso: Un presentimiento sin fundamento. 

Como sea que fuera, no debía verle la dentadura al caballo regalado. Lo que era otra forma de decir: Aceptar la resolución pacífica que había tenido todo, incluso si su participación había sido meramente de meterse en medio y soltarles cuatro diálogos morales que no procesaron demasiado. 

Ahora, su atención recayó en la única de las cuatro personas que aún permanecía en el lugar, no por voluntad propia sino por incapacidad para levantarse por su cuenta. Se acercó a él y le tendió el brazo, buscando que se apoyara en él para ayudarlo a levantarse con cuidado. — ¿Estás herido? — Refiriéndose tanto a la caída de hace un momento como a la escena con los tres hombres, pues desconocía la cantidad de tiempo que esa interacción había durado previo a su llegada a la zona este. 

El hombre mayor era tozudo, pero también lo era el revolucionario. Y sabiendo que eventualmente tomaría la ayuda que le ofrecía, el Lunarian esperaría paciente hasta que el mayor decidiera aceptarla, aunque fuese a regañadientes para el hombre. — Soy Alistair. Dígame, ¿le duele la cadera o cerca de ella? — Preguntó en un intento por establecer confianza con el hombre para intentar una conversación mas amena, empezando por presentar su nombre. — Porque resulta que soy un médico. — Añadió — Podría auscultarlo y revisar que todo esté en orden sin cobrar dinero, siempre que no le moleste hablarme un poco del lugar. Estoy de paso y conozco poco, así que me gustaría saber un poco más de aquí. Venga, lo acompaño hasta su hogar y allí puedo revisarlo con mas calma. — Si accedía, podía tomarse su tiempo dirigiendo la conversación sutilmente hacia su objetivo real.

A su llegada, el hogar demostró ser muy diferente de la imagen mental dibujada en su propia psique, e incluso difiriendo mucho de los demás ejemplares con los que cohabitaba en sus alrededores. Era un precioso ejemplo de una residencia hogareña de alta categoría, y si el trabajo que sus ojos observaban era el que habían realizado esos hombres, debía admitir que se impresionaba por el empeño que habían puesto en dejar la casa visualmente apetecible. 

Con cuidado al subir. — Lo ayudó en los escalones cerca de la entrada. Si se había hecho daño en la cadera, tropezar allí podía empeorar gravemente su situación.

Sus ojos pasearon por el interior disimuladamente tan pronto pasaron la puerta principal. Una combinación de colores crema y blanco bien cuidados, con unos escalones inmediatamente a su izquierda llevando a un segundo piso, y un pasillo que finalizaba en un giro a su derecha a donde suponía sería una sala. En las paredes colgaban múltiples fotografías enmarcadas que hizo un esfuerzo visual por observar, intentando sacar información de allí para saber cómo mejor dirigir la conversación; qué preguntar, pero sobre todo que no preguntar. 

El recorrido finalmente los llevaría hasta el final del pasillo, y de allí hasta la sala donde sentaría al hombre mayor en una cómoda silla de espaldar alto, un mueble que se conservaba bien a pesar de evidenciar un diseño antiguo y ocultaba bien el desgaste de la madera. 

A ver, veamos... Dígame si le duele o fastidia más de lo usual en cualquier momento. — Lo primero era lo más básico del manual: Pequeños toques en mociones circulares pequeñas, suficientes para causar una reacción en cualquier tejido blanco magullado. Era lo más ideal para aislar la región adolorida, lo que le daría una buena pista de dónde buscar y qué esperar; todo era método científico, un paso a la vez. 

Luego, una pequeña prueba de respiración. Sin un estetoscopio, debía depender de su propio oído contra la espalda del hombre mientras cubría bien el libre y una excesiva cantidad de concentración para no dejarse distraer por los ruidos fuera del cuerpo. — Necesito que respire varias veces, e intente que cada inhalación y exhalación sea lo más lenta y profunda que pueda tolerar. — Sin ruidos, buena señal aunque viniera de un método menos fiable. En cualquier caso, una condición mas seria que sí se escucharía con la herramienta indicada no tendría solución a su avanzada edad. — Por último, necesito que me diga si moverlo de alguna manera le produce incomodidad o dolor. — Una prueba sencilla, aunque requería de la colaboración del hombre: Guiar su cadera con sus manos en moción rotativa, tal que llegara lo más al extremo que pudiera y viera en qué punto se generaba la incomodidad, o la incapacidad de movimiento de llegar a ese punto. 

¡Bien, nada serio! No hay fractura ni luxación, tan solo una posible lesión menor. Nada que algunos días de reposo y una compresa fría no puedan arreglar. En su edad puede tardar un poco más, pero estará bien. — Eran buenas noticias, dentro de lo que podía ser. 

Resumen
#6
Takahiro
La saeta verde
El anciano acepta tu propuesta. Se le ve buena persona, pero algo en tu interior, tu propio instinto, te hace ver que es un poco aprovechado. Se te presenta como Mister Hoen y una vez llegáis a su casa se tumba sobre el sofá. Es un sofá bastante grande, tanto como para que el anciano pueda tumbarse perfectamente y sobra espacio. El olor a pintura es bastante fresco y puedes observar a que ha sido un trabajo muy bien hecho. No entiendes las quejas del anciano, realmente. Sin embargo, te aconsejo no sacarle el tema de la pintura de nuevo por si acaso, o tal vez sí… Es decisión tuya, a fin de cuentas.

Como cualquier persona de su edad, Mister Hoen te cuenta todas sus patologías, todos los dolores que tiene a diario y muchísimas cosas irrelevantes. A medidas que le auscultas observas una cosa muy importante: El viejo está más sano y en mejor forma que tú. Al tacto observas que el hombre, en el paso, fue alguien bastante fuerte. Su musculatura, aunque en desuso, está muy bien formada y ves un cuadro que te llama la atención: un marco con una medalla al valor por salvar a un centenar de personas, aunque al lado también enmarcado se encuentra una carta de despido por desobedecer con fecha de unos meses después. Sí, ese anciano en su momento fue un marine que, por hacer lo que creía correcto fue expulsado de la marina. Eso puede explicar por qué su carácter es tan orgulloso y obstinado. En fin.

—Muchas gracias, jovenzuelo
—te dice, mientras se incorpora y se sienta—. No eres de por aquí, ¿verdad? — te pregunta, señalándote las alas—. Eres el primer ser alado que veo en mucho tiempo… —En su mirada observas nostalgia por un tiempo pasado que estaba más lejos que cerca—. Dime, ¿qué has venido a hacer a un lugar como este? No es el sitio idóneo si buscas pasar desapercibido.

Es tu momento de hacer preguntas, joven revolucionario. No obstante, ten en cuenta una cosa… Llegado cierto momento, mientras estás preguntando, puedes ver como en la lejanía, por la ventana, se encuentra el muchacho de ojos maliciosos, observando. Para verlo tendrías que acercarte a la ventana, a menos que poseas el poder de la observación y sentirás que algo va mal. No va a ocurrir nada, pero para que sepas que hay alguien al acecho esperando.
#7
Alistair
Mochuelo
Era difícil creer que un hombre en tal condición física a pesar de su avanzada edad pudiera salir mal parado, teniendo en la hiperactiva imaginación de su mente tan solo unas cuantas situaciones que podía contar en cantidad con los dedos de una sola mano. Por supuesto, aún existían todos los problemas asociados al paso del tiempo que le dificultaban la vida de una manera u otra, pero al final del día, ¡ese hombre parecía estar mas sano que el propio Lunarian! Honestamente, si sus prioridades en Oykot no fuesen su mas importante tarea a cumplir en su visita, seguramente habría estado dispuesto a sonsacar la fórmula mágica de la vejez dorada que había usado el abuelo para mantenerse tan bien conservado. 

Su vista curiosa divagó por el lugar, intentando armar el rompecabezas que era ese lugar en busca de algo que pudiera ganarle puntos con el hombre; no era un especialista en manipulación, y tampoco es que se sintiese muy cómodo con la idea de decirle a las personas lo que querían escuchar con el exclusivo fin de obtener lo que quería, pero no contaba con el tiempo para sobreponer valores morales por encima de su urgencia. 

En su trayecto, su mirada se encontró con algo interesante, y además sumamente revelador al pasado del nombre. Era una excelente explicación a la condición física del hombre, que aunque se encontraba deteriorada por su posible desuso, aún se encontraba muy por encima de cualquier otro ejemplo en su rango de edad. 

Un integrante de la Marina; condecorado, además. Un hombre de prestigio, de gran deber y entrega hacia las personas que seguramente había jurado proteger, un excelente recordatorio para el chico alado de las razones por las que su rechazo nunca residía en los hombres y las mujeres que integraban las filas de esa organización militar marítima, sino en la institución en sí misma y en su pariente mayor -el Gobierno Mundial- que tenía como deporte capturar razas extravagantes, seres vivos, para venderlos como bienes. La sorpresa de encontrarse con una carta de despedido fue una tristeza con la que empatizó, una emoción que se guardó para sí mismo al evitarse gesticular al respecto. Ya tendría tiempo para preguntarle al respecto, si tenía tiempo de sobra. 

Negó con la cabeza, respondiendo tanto al agradecimiento del hombre como a su primera pregunta, para luego sonreír suave. — No tiene que agradecerme, es un placer ayudar a alguien más. Y no soy de aquí, no. — Un comentario que, incluso con contexto, se mantenía completamente honesto. Era un muchacho benevolente, y velaba por otros tanto como seguramente lo hizo el hombre mayor en sus años dorados, simplemente desde un ángulo diferente. 

Soy una persona que gusta de viajar bastante, desde hace algunos meses que llevo explorando varias islas para ver con mis propios ojos los puntos únicos de cada una y da la casualidad que hoy era el turno del Reino de Oykot. Escuché que han creado una central hidroeléctrica en la isla, y como buen inventor amateur, quería presenciar esa maravilla personalmente. — Trastocaba su respuesta, una verdad a medias que ocultaba varios detalles intencionalmente para ponerlo en una mejor luz. Si bien en otro contexto hubiese sido posible mencionar su verdadera razón, y su afiliación con la Armada Revolucionaria, descubrir la vinculación pasada del abuelo con la Marina complicaba las cosas. Era un lanzamiento de moneda arriesgado que no estaba dispuesto a perder, un 50/50 en el que el hombre podía ser todavía un simpatizante de la Marina, y revelar su identidad acabaría ganándole una denuncia de lo mas tonta, además de poner en alerta la central hidroeléctrica y su presa que eran sus objetivos. — Aunque si no es problema, me gustaría que me contara un poco del lugar antes de ir a visitarlo. Su razón de existir, quién la hizo, esos pequeños datos curiosos que nunca fallan en capturar la atención de un oído inquieto. Oh, y si se permiten visitas guiadas, por supuesto. Cualquier cosa que sepa me será de utilidad, por grande o pequeño que sea.

Siempre que el anciano no le pusiera problema, empezaría a deambular un poco por la casa. Nada mayor, pues se mantenía en la misma habitación que el veterano mientras exploraba con la vista las cosas mientras, un paso a la vez, avanzaba por el contorno de la habitación hasta que finalmente dio con la ventana. Una vista privilegiada, incluso en un primer piso. Fue ahí cuando un detalle llamó su atención, algo fuera de lugar que no encajaba con la zona y que era demasiado alto para ser uno de esos horrendos gnomos de jardín. Su vista no era su mejor don, pero... ¿Ese era el hombre que habían visto antes? Achinó los ojos en un esfuerzo por intentar observarlo mejor, pretendiendo identificar lo que inicialmente tan solo era una silueta difusa en su campo de vista. ¿Tenía que preocuparse por lo que acababa de ver? Si era lo que pensaba... Bueno, tan solo esperaba que no fuera el caso. No dudaría en ayudar a evitar las consecuencias de una locura producida por hombres desesperados, pero... Cuanta menos atención se llevara encima, mejor.
#8
Takahiro
La saeta verde
El hombre frunce el entrecejo en cuanto escucha hablar sobre la central hidroeléctrica, pero intenta disimularlo con una sonrisa fingida. Parece que se hace de rogar durante un instante, haciendo algunas mojigangas con su gesto hasta que, finalmente, tras un leve suspiro decide hablar.

Era joven cuando propusieron crear la central —comenzó diciendo—. No tan joven como tú, pero si mucho más joven de lo que soy ahora…, cuando los jovenzuelos de este pueblo aún me respetaban y no me trataban como a un viejo senil —el hombre gruñe con cierto enfado, seguramente al recordar como le habían tratado los pintores—. Era un plan que incentivaron hace varios años con la idea de aprovechar las corrientes generadas por el agua y convertirla en electricidad. Alegaron que querían enriquecer a la isla mediante la venta de electricidad a islas cercanas, que darían trabajo en la región más humilde y que todos en la isla tendría electricidad gratuita —Realizó una breve pausa, encogiéndose de hombros y volviendo a suspirar—. Sin embargo, eso es en la teoría y el dossier que entregaron a los ciudadanos de la isla para que lo aprobaran. Realmente, y es lo que me dice mi experiencia y veteranía, lo que realmente quieren los inversores en evadir impuestos al hacer donaciones y lucrarse de la buena voluntad de la gente al ceder el terreno de manera gratuita.

El anciano se quedó callado durante un instante, en el que te levantas y comienzas a caminar. Observas en la ventana al muchacho de mirada maliciosa, pero cuando se siente observado se pierde entre las calles y se marchó de allí. ¿Qué querría ese joven?

No te preocupes por ese jovenzuelo —te dice el anciano, observándote de reojo—. Aún le falta mucho camino que recorrer si quieren conseguir hacerme algo —Notas como el anciano sonríe—. Con respecto a lo de las visitas no lo sé… Sin embargo, en el bosque hay algunos trabajadores viviendo en una casa de madera no muy lejos de aquí, por el camino occidental a uno veinte minutos atravesando una zona de acampada.

¿Qué harás joven revolucionario? ¿Le preguntas algo más al anciano o decides ir al bosque?
#9
Alistair
Mochuelo
El hombre parecía indispuesto a comentarle sobre la central, mostrando expresiones ligeramente cómicas que en otra situación seguramente le habrían sacado una pequeña carcajada. Pero prefería no incomodar al veterano por la posibilidad de que llegara a malinterpretarlo. Parecía un buen hombre, un poco testarudo y bastante orgulloso, pero para nada la clase de persona que se ganaba las malas miradas del otro. Muy por el contrario, cada vez se sorprendía más de que las cosas tomaran el curso que habían dado antes de intervenir. Y después de ello, pero por razones completamente diferentes.

Escucharía todo lo que el abuelo tuviera que decir, narrándole el nacimiento de la central desde su mera propuesta. Por supuesto que no era más que otra evasión fiscal, o al menos eso asumía él, pero desde el punto de vista de un revolucionario, las piezas encajaban lo suficientemente bien como para poder llevarse al corazón la explicación que le daba. Nada mas que una forma de obtener terreno gratis y de proteger sus riquezas para, indirectamente, aumentarlas. El pensamiento conseguía generar un deje de molestia en su consciencia, una que conseguiría escurrir entre grietas de sus facciones hasta fruncir un poco el ceño. Tan solo un pequeño destello de frustración que pronto tuvo bajo control, cubierta tras su imperecedera sonrisa. 

La misma historia que he visto en cada sitio... El lobo mutilando a la oveja aunque tenga carne de sobra para el invierno. — Comentó a susurros perdidos entre sus dientes, unas palabras que esperaba no llegaran al oído del veterano, y estaba contando con eso. Pero nunca se sabía cuando el hombre le sorprendiera con su falsa juventud y tuviera un oído por encima de su expectativa. 

Su vista por la ventana trajo consigo un mal augurio. Una vez había conseguido confirmar que se trataba del mismo hombre que parecía cargar con el liderazgo del grupo -una suposición en la que no pondría sus fichas, pero que no sobraba en la mesa-, el hombre se retiraría de su campo visual. Mil posibilidades visitaron su hiperactiva cabeza en ese instante, muchas de ellas provocándole un pequeño escalofrío y preocupándolo de lo que podía llegar a suceder si dejaba el asunto sin atender. 

La voz del veterano atrapó su atención, a lo que se giró hacia él. Parecía tener confianza en que no sucedería nada, que estaría bien. Una sonrisa apoyaba sus palabras, y aunque quería confiar con todo su ser que ese sería el caso... No acabaría de sentirse a gusto si tan solo decidía marcharse. Paranoia o no, entendía la maldad de la que podían ser capaces los mas desesperados. Por un momento, saldría del papel de revolucionario y asumiría el de sí mismo. El de la persona que velaba por otros, y que quería ayudar tanto como pudiera. Si había una consecuencia por ello, lo asumiría. 

Se acercó al veterano, hincando la rodilla si era necesario para alinear sus propios ojos con los del ex-Marine. La mirada del Lunarian era penetrante producto de sus ojos generosamente grandes, y como buena ventana de alma que era, siempre intentaba mirar directo a los ojos de otro cuando quería hacer entender cuán en serio iban sus palabras. — Estaré en la isla un par de días más. Si algo llegara a ocurrir que le supere, no dude en ir a toda prisa a la posada cerca del puerto y preguntar por mí. Vendré y haré cuanto pueda por solucionarlo. — Había visto el pequeño edificio de camino aquí dentro de su vista periférica, poco después de arribar. Pretendía quedarse allí en la medida de lo posible. 

Se levantó con una sonrisa suave decorando su rostro, y se encaminó a la puerta. Pero se detuvo unos segundos cuando sujetó el pomo de la puerta, sin girarse hacia el hombro; si no tuviese alas que estuvieran en medio, habría intentado verle por encima del hombro. — Espero que pronto llegue el día en que la clase mas humilde reciba los buenos tratos que se merece. O que, al menos, no se vean obligados a vivir desesperadamente el día a día. — Y salió del lugar sin intercambiar una palabra más, salvo que el hombre tuviese algo más que decir. 

Su rumbo ahora sería hacia el bosque, siguiendo la información que el hombre habría compartido con él. Era un excelente punto para conseguir algo. Rostros para preguntar por información, una entrada alternativa, quizá un lugar para ocultar vestimentas falsas y encontrar una entrada alternativa. Quién sabe, todo dependía de lo que se encontrara una vez llegara allá. De manera realista, quizá la primera opción -memorizar los rostros de los trabajadores, que sabrían más del lugar- era la mejor opción en la cual poner su apuesta con la poca franja de tiempo que tenía.
#10


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