Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
Tema cerrado 
[Aventura] [T5] Los Negocios del Capitán...
Percival Höllenstern
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El casino tenía una vida propia, casi como si los destellos de las luces, el tintineo de los vasos y el constante sonar de las fichas al moverse fueran la respiración y el pulso de una criatura insaciable. Al fondo de este paraíso de las apuestas, oculto tras pasillos angostos y puertas recónditas, estaba el salón privado. Un espacio reservado para los verdaderos jugadores, aquellos que apostaban fortunas sin titubear, hombres y mujeres cuyo poder se medía en billetes y cuyas acciones decidían el destino de otros sin que estos lo supieran.

Byron había sido conducido hasta allí por aquellas misteriosas mujeres que, con movimientos elegantes, habían abierto camino entre las sombras del pasillo, llevándolo hacia el umbral de aquella sala donde el auténtico juego estaba a punto de comenzar. Mientras el joven capitán cruzaba la última puerta, las luces se atenuaban aún más, lo que daba al ambiente un tinte de clandestinidad. El sonido de los dados cayendo sobre la mesa resonaba suavemente en el aire, y el murmullo de las voces parecía deslizarse entre las sombras.

Al entrar, se encontró con una mesa circular rodeada por cuatro figuras. Las primeras impresiones fueron claras: no había espacio para la improvisación en ese lugar. Cada uno de los presentes parecía representar una parte del delicado equilibrio de poder que dominaba el casino.

En la esquina más cercana, un Mink koala de baja estatura y tono rosado, pero con una presencia que llenaba la habitación, estaba recostado en su silla de forma relajada, con un cigarro apagado colgando de la boca. Tenía la cara marcada por el desagrado, como si la mera existencia de todo lo que le rodeaba fuera un insulto a su persona. Se llamaba Komula, y aunque parecía desinteresado, su mirada era la de alguien acostumbrado a explotar en arrebatos de furia cuando las cosas no iban a su favor. Cualquier mal paso en esa mesa podría desatar una tormenta.

A su lado, casi como un contraste absoluto, una mujer que irradiaba belleza y calma estaba sentada. Li-Shin Qie, de cabellos dorados y piel impecable, vestía un kimono que resaltaba su elegancia. A pesar de que sonreía de manera constante, había una astucia en sus ojos que resultaba desconcertante. La pipa que sostenía en su mano no hacía más que acentuar su aire de sofisticación, pero los que sabían quién era realmente, comprendían que detrás de esa imagen encantadora se escondía una de las guerreras más temidas del mundo...

A continuación, un hombre de porte robusto, con la figura típica de un vaquero salido de las películas, mantenía una postura relajada mientras movía los dados con sus manos cibernéticas. Era Patrick Sorvolo, el dueño del casino. Un empresario tan despiadado como ingenioso. Las piezas de sus manos metálicas brillaban bajo la tenue luz, y cada movimiento que hacía parecía planeado al milímetro, como si todo lo que tocaba estuviera bajo su control absoluto. No era el tipo de hombre que dejaba las cosas al azar, incluso en una partida de dados.

Finalmente, en el otro extremo de la mesa, una anciana encorvada, vestida con una toga que recordaba a las de los jueces, observaba en silencio. Tribulimy, la jueza. Nadie hablaba mucho de ella, pero su mera presencia imponía respeto. Apenas se movía, y cuando lo hacía, lo hacía con una lentitud deliberada. Había algo inquietante en su silencio, como si estuviera midiendo cada palabra, cada gesto de los demás, esperando el momento adecuado para actuar.

El ambiente en la mesa estaba cargado de tensión, pero también de una calma engañosa. Las apuestas eran altas, no solo en dinero, sino en lo que cada jugador representaba. Cuando Byron entró, todos los ojos se fijaron brevemente en él, evaluándolo, pero no dijeron nada al respecto. Sabían que alguien iba a llegar, y su llegada no parecía haberlos sorprendido. Sin embargo, fue Komula el primero en romper el silencio con su tono mordaz.

¿Es que no va a venir ese Marine? —gruñó, dejando caer los dados en la mesa sin siquiera mirarlos—. ¿Tan harto está de perder?

El comentario no iba dirigido a nadie en particular, pero todos entendieron la burla implícita. Los ojos del Mink brillaban con malicia mientras esperaba una respuesta. Sorvolo, por su parte, esbozó una leve sonrisa antes de tirar los dados con precisión milimétrica.

Es curioso cómo los rumores vuelan — espetó Tribulimy en un tono suave, sin perder la compostura—. Pero tal vez nuestro querido marine ha decidido que esta vez no vale la pena arriesgarlo todo. El casino tiene esa capacidad, ¿verdad, Komula?

La sonrisa del dueño del casino era tan afilada como las cartas que usaba para sus trampas. Komula le lanzó una mirada fulminante, pero no dijo nada más. Sabía que enfrentarse directamente a Sorvolo no era prudente, al menos no en ese momento.

Li-Shin, por su parte, inhaló de su pipa y exhaló el humo con lentitud, haciendo una pequeña pausa dramática antes de intervenir.

Ah, los hombres... siempre tan previsibles —murmuró, con una sonrisa juguetona—. Si él no viene, tal vez sea porque está... entretenido con algo más interesante. O alguien...

Sus palabras estaban impregnadas de un doble sentido que nadie en la mesa ignoró, pero que todos prefirieron dejar pasar. Li-Shin disfrutaba jugando con las emociones de los demás, y aunque parecía que estaba bromeando, siempre había una verdad oculta en sus comentarios.

Tribulimy, la jueza, continuaba en silencio. Sus ojos, pequeños y entrecerrados, seguían con atención el juego de los dados, pero no participaba en las conversaciones a menos que fuera absolutamente necesario como la anterior vez. Era como si estuviera allí solo para observar, para juzgar. Aunque su papel en esa mesa era ambiguo, todos la respetaban lo suficiente, o al menos mientras el dinero durara.

Mientras las fichas seguían pasando de mano en mano, Byron se mantuvo en silencio, escuchando, observando. Sabía que no era el momento de intervenir aún, y que cualquier paso en falso podría desencadenar algo que no podría controlar. Su objetivo estaba cerca, y la clave para alcanzarlo era ganarse la confianza, o al menos, pasar desapercibido el tiempo suficiente como para descubrir lo que necesitaba.

Tal vez el marine simplemente no tiene agallas para enfrentarse a algo más grande que él —comentó Komula de nuevo, su tono lleno de desdén—. Ya sabes lo que dicen... aquellos que solo conocen el poder de la ley, rara vez entienden lo que es el verdadero riesgo. Aquí es donde se mide el valor —. Profirió con cierta sorna.

Li-Shin rió suavemente, su risa un canto bajo y provocador que parecía resonar en cada rincón de la sala. A pesar de la dureza de las palabras de Komula, no parecía que nadie tomara el asunto demasiado en serio. Todos los presentes estaban acostumbrados a lidiar con personas poderosas, y un marine, por muy importante que fuera, no representaba una verdadera amenaza para ellos.

Oh, querido Komula, siempre tan agresivo... —dijo Li-Shin con voz aterciopelada—. Pero, ¿acaso no es eso lo que te hace tan adorable?
El Mink bufó, claramente molesto, pero antes de que pudiera responder, Patrick Sorvolo intervino de nuevo.

Si seguimos así, vamos a quedarnos sin fichas antes de que el marine aparezca —comentó con una sonrisa irónica, recogiendo los dados y lanzándolos de nuevo. Las pequeñas piezas rodaron por la mesa, emitiendo un suave tintineo antes de detenerse.

Los ojos de Sorvolo brillaron con satisfacción al ver el resultado, y las fichas comenzaron a moverse a su favor. Parecía que la partida, al menos por ahora, estaba de su lado. No obstante, nadie en esa mesa apostaba solo dinero. Cada mirada, cada palabra intercambiada, era una apuesta en sí misma. Y cada uno de los presentes sabía que la verdadera jugada aún estaba por comenzar.

Byron sabía que el terreno que pisaba era peligroso; se trataba de una mesa de juego privada en el corazón de uno de los casinos más oscuros y selectos de la ciudad. Aquí, las apuestas no eran solo monetarias, y perder podría significar algo más que riquezas materiales.

La sala privada tenía un aire solemne y cargado de poder. En el centro, una mesa redonda de caoba, cuidadosamente iluminada por un candelabro de cristal, albergaba a cuatro figuras que se encontraban sumidas en su propio juego de apuestas. Byron los estudió con rapidez, reconociendo a cada uno de ellos por las descripciones que había recibido.

Qué interesante... —murmuró la mujer esbelta y rubia con su habitual sonrisa ladeada—. Parece que tenemos un nuevo jugador. ¿Te gustan los dados, muchacho? —su tono era suave, pero no había duda de que sus palabras eran un desafío velado...
La mujer con suma presteza, lanzó los dados tan rápidamente que los ojos de Byron no pudieron ver el resultado y velozmente los ocultó bajo un cubilete, sonriendo y mirando a los ojos al muchacho.

Yo creo... que suman 11— musitó ociosa.

7— compartió la anciana ataviada con la toga de juez.

Hay un 6—  espetó Sorvolo, sabiamente.

¡Es una puta suma de 7!—  vociferó el pequeño Koala.


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Reglas
#11
Byron
Hizashi
Las sombras de aquel pasillo, en el cual su mirada solo alcanzaba a distinguir las esbeltas espaldas de las mujeres que le habían hecho aquella oferta, se disipaban lentamente con el avance sin prisa de aquel reducido grupo. El silencio era el protagonista principal, pues como si aquellas doncellas no quisieran estropear el misterio, se mantuvieron calladas el tiempo que transitaron el lugar, y entendiendo Byron la situación, acompañó el gesto de no pronunciar una mísera palabra, siendo lo único que rompía ese silencio, el eco y resonar de las pisadas que estas personas dejaban tras de sí. El ambiente agobiante y mal iluminado de aquel estrecho pasillo, provocaba cierto sentimiento de preocupación e incertidumbre, como si estuviese bajando al mismo inframundo, ligeros sudores fríos sentía por su columna por esta sensación. Última puerta, y la iluminación parecía hacerse aún más tenue y disimulada, clandestina e intima. Tragó saliva ante la pequeña sala que con su tenue iluminación alumbraba las penumbras, para finalmente pasar aquel marco que se sentía como un callejón sin salida, y sobre todo, un lugar en el que no se podía dar marcha atrás.

Cuatro figuras sentadas alrededor con un intimidante porte, más no por parecer especialmente poderosos combatiendo o algo parecido, si no por la calmada fachada que desprendían en un ambiente de tales características, como si fuesen los creadores del mismo juego que se disputaba en ese mundo, y por ello, supiesen que sus espaldas estaban bien cubiertas, sin un peligro acechando sus cogotes.

El joven capitán miró a cada uno de ellos, analizándolos, mientras mantenían su conversación, siendo el primer observado el primero en intervenir, el arisco koala que parecía apagado y perezoso. Molesto refunfuñó al ver a Byron y darse cuenta de que no se trataba de a quien estaba esperando, que por sus palabras Byron sumó dos más dos en cuanto aquella frase cruzó sus oídos, entendiendo que a quien esperaba era al cretino que había usado sus artimañas para confiscarle el barco y quedarse con él.

Su nombre era Komula, o al menos así lo nombró la segunda persona en intervenir, y la segunda en la que los ojos violetas del Solarian se fijaron. Un hombre que manejaba los dados con soltura y los volvía a introducir en el cubil con una destreza envidiable, ocultando su mirada del resto con el sombrero de vaquero que se encontraba en su cabeza, dejando caer corta melena canosa sobre sus hombros, mientras su bigote del mismo tono se movía de forma danzante al expulsar este sus observaciones sobre el marine faltando a la cita, y pareciendo lanzarle un picajoso recordatorio al peludo y rosado Mink.

De otra silla, un humo hizo acto de presencia en la mesa, haciendo al muchacho prestar atención a la tercera persona en participar en aquella conversación. Una mujer que con un tono más compresivo sin quitar el toque burlesco se unía a aquellos dos con aquel comentario sagaz.

Y finalizando el cuarteto, una mujer silenciosa de ojos pequeños que no parecía interesada en meter cizaña en aquel intercambio de opiniones, atenta a todos los movimientos que se daban en la mesa, desde las tiradas de dado hasta el intercambio de fichas, inmóvil y pendiente como si cualquiera de ellos en un despiste fuese a realizar una maniobra en contra de las reglas del juego.

Siguieron la conversación, como si nos le importase que aquel nuevo invitado no resultase un problema para ellos, ni los comentarios que soltasen tuviesen algún riesgo de salir de allí, aunque siendo honestos, seguramente no les importaría que aquel capitán de la marina conociese las opiniones de aquellos individuos que parecían dirigir el lugar.

Ante aquella situación, Byron seguía quieto, de pie frente a aquellos que reposaban en sus cómodas sillas y apostaban de forma veloz. Una pequeña intranquilidad en su mente, antes tan cordial encuentro, ninguna pregunta hacía el aun siendo un desconocido, dejando esa rara sensación en el zagal, quien tenso no quitaba ojo ni oído de ningún movimiento o palabra. Un gesto por las bellas mujeres que lo habían llevado al lugar, le hicieron entender que era bienvenido, que se uniese a aquel juego, un par de pasos por su parte del piratesco joven hacia delante hasta que finalmente, la mujer rubia y sagaz le dedicó unas palabras, que por el tono de suave desafío tranquilizaron al muchacho.

Tras escucharla, no pudo evitar esbozar una sonrisa, y acercarse hasta el asiento libre, que supuso que era el lugar que ocupaba el marine de bigote extravagante, y sintiéndose invitado, con una absoluta calma, se sentó en aquella silla, con un aire de familiaridad, como si aquello lo hubiese hecho múltiples veces, mostrando seguridad y convicción ante aquel desafío. Al posar sus nalgas, dio un pequeño suspiro con los ojos cerrados, escondiendo su mirada de la curiosidad de aquellos que le observaban, para al abrirlos encontrarse con un aura distinta, de concentración, como si aquel juego fuese el más importante de su vida, reflejando en estos aquella hambre de victoria y seguridad de quien sabe que no puede fallar en su propósito.

- Ahí hay un tres.- Dijo rompiendo su silencio.

Después, cogió el cubilete con los dos dados que se encontraba posado en su parte de la mesa, y posando su mano sobre la boca de este, con un rápido gesto hizo resonar los dedos en su interior, para finalmente rematar con un golpe seco contra la mesa, dejando esta boca posada en aquella superficie con los dados en su interior. Los miró a los ojos uno a uno, decidido, dejando en claro que no se tenía a mi mismo permitido perder.

- Supongo que para empezar un millón está bien...- Dijo ante su expectante mirada. - La suma de estos dados es par hie hie hie.- Y rio, dejándose llevar por el ambiente.

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Resumen
#12
Percival Höllenstern
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Resultados de su tirada


La bella mujer rubia, con el provocativo vestido asiático, abrió la tirada a la vista de todos, y algo enrojecida en una mueca inocente, aspiró de su pipa algo tensa y comenzó el breve silencio que se había montado.

¡Ay, maldición, no he dado ni una! Misisisisisissisisiiiiihi— rió tras la tensión del momento, cediendo una parte de sus fichas cambiadas, en lo que parecía un millón de Berries, y teniendo todavía cierto monto que aproximadamente a la vista parecían 6 millones.

Como odio jugar contra vosotros, cuando no está ese zorro, yo soy el que carga con la mala fortuna de la mesa... — rugió el rosado mink, enarbolando una ceja sobre su rudo rostro, y poniéndose en pie sobre la silla para acercar su propia apuesta de un millón al centro de la mesa. A la vista no se veían todas sus fichas, pero parecían ser cuantiosas, mas golpeaba con una de ellas repetidamente la mesa, lo que podía ser un significante de que la diosa Fortuna no le acompañaba esta noche.

Hm... Creo que esta será mi última partida de la noche, caballeros — dijo la mujer entrada en edad, tirando sus últimas fichas hacia el centro, y con un porte recio y sobrio, mientras se levantaba con tenacidad de la mesa y procedía a reverenciar a los otros jugadores de la mesa. — Komula — dijo con un golpe seco de afirmación con la cabeza. — Sorvolo— continuó mirando al dueño del Casino Missile, con una sonrisa tranquila y algo intimidante. — Señora de la Guerra del Mar — sentenció con un último vistazo, algo más tosco y seco hacia la atractiva dama. — Ha sido una noche entrañable, queridos — mencionó mientras tomaba un bastón que no podía haberse visto con anterioridad desde la perspectiva de Byron, y se ayudaba en él para caminar, y se dirigía a salir de la sala mientras Sorvolo reía y golpeaba la mesa.

¡Siempre os pasa igual! ¡La casa siempre gana...pua pua pua! — reía el vaquero dando golpes y agenciándose las ganancias del centro de la mesa.

Entonces, Byron aprovechando el momento, en el cual no dijo nada, pues observar era un gran ejercicio de sabiduría, enunció su propia tirada.

¡Yo lo se, yo lo se! ¡Es un 8 total! — comentó de una manera casi infantil, mientras hacía aritos de humo que tomaban forma de corazón con el humo de su pipa, y señalaba al cubilete, en una mueca nuevamente adorable y descuidado que abría su escote sin querer, dirigiendo la atención de todos los presentes durante unos segundos a su pecho.

¡Tápate humana! Esto...arr... hm...  ¿Es un doble? — comentó enrojecido tras unos segundos en los que su atención se había centrado en Li-Shi, tratando de disimular que claramente no había visto ni cuando se había ejecutado la tirada.

Sorvolo se tomó su tiempo para adivinar y finalmente, golpeando con un raro golpe de tobita a su sombrero que lo levantó unos centímetros y dejó ver su barba y bigote bien afeitado y cuidado, sus rasgos entrados en edad, y sus manos cyborg se limitó a comentar. — Creo que el muchacho nos guarda un 5, pue pue pue... — rió para finalizar su estelar premonición, mientras con la mano libre, jugueteaba con su ingente cantidad de fichas.

Tras ello y ver los resultados, Komula tomó los dados y los insertó en el cubilete y de un férreo golpe que hizo retumbar toda la maciza mesa de caoba, los golpeó contra la mesa en un sonido abundante, dentro del mismo.

 Dupliquemos la apuesta, esta vez serán 2 millones. Esto es un total 9 — dijo henchido de seguridad.

— Los veo... pero... ¡Ay corazón no tienes ni idea peludoso! ¡Es un 12! ¡Sí, un doble y encima adivino el número, Misisisisissi! — comentó la dulce y afilada mujer rubia.

—  Eso ha sonado a Ojos de Serpiente — sentenció Sorvolo, refiriéndose a un doble uno, también vaticinando un doble y además el número estrella.  — ¿No lo crees, novato pirata? — mencionó mordazmente.

La tirada de Komula


Aclaración
#13
Byron
Hizashi
Byron, habiendo impregnado su misma alma con el ambiente codicioso y extrañamente infantil, esperaba que la resplandeciente mujer rubia levantase el cubilete sobre el que reposaba su mano, con los ojos totalmente fijados en captar el número de aquellos dados que ocultaba la tirada, como si estos fuese incluso capaces de ver a través de sólidos y opacos objetos. La bella mujer con vertiginosas curvas no quiso hacer esperar y mantener el misterio, posiblemente porque ella era la más ansiosa en conocer el resultado, y mostró su tirada al resto escondiendo su tenso pero juguetón rostro con el humo de su pipa.

- Joder tch...- Murmuró el joven pirata chasqueando la lengua, notándose visiblemente molesto de aquel resultado, no por perder dinero, sino por perder en general. - Es igual, falta la mía...- Dijo mientras arrastraba al centro las fichas que había perdido con la tirada de aquella mujer con sumo cuidado y delicadeza.

Hecho esto, se recostó sobre su banqueta, mucho más relajado que cuando pasó por aquella puerta, la personalidad de aquellos cuatro resultaba bastante distendida a pesar de los continuos comentarios cargados de doble sentido y las puyas. Se dio hasta el lujo de sacar su propia pipa, para acompañar a la hermosura que tenía delante, que debido a la primera impresión y tensión, no había asimilado lo delicioso que sería intimar con semejante hembra.

Exhaló la primera calada mientras con un movimiento de su mano apagaba la cerilla con la que había encendido esta, mirando a los presentes y empapándose de cada uno de sus gestos para analizarlos más y más. Hasta que uno de ellos, la mujer bajita y con toda, se despidió de los presentes tras haber perdido sus últimas fichas en la jugada anterior, aunque no le dedicó ninguna palabra al joven capitán. Más fue curiosa la forma en la que se despidió del resto, mostrando distinto trato, a Komula y Sorvolo por su nombre, a la deliciosa rubia por lo que parecía ser un apodo o título. Por el momento, no tenía que darle importancia, así, no interrumpió sus lentos pasos con bastón.

Al marcharse, el resto pareció prestar atención a la tirada que el muchacho había hecho, no sin antes haberse repartido cada uno de los presentes la fichas correspondientes. El más confiado el canoso vaquero, quien amasaba una buena cantidad de fichas y había ganado la anterior apuesta, quien miraba con atención el cubilete posado sobre la mesa caoba junto al resto de los presentes, ante esto Byron se hacía el interesante disfrutando su pipa y escuchando las distintas apuestas de los intrépidos apostadores. Por lo menos hasta que el perfecto, redondo y esponjoso escote de la rubia entró a escena, de golpe, haciendo que el joven de cabello violeta fijase su mirada en estos deleitándose con todos los detalles y fotografiando mentalmente aquel encuadre, buscando algún travieso lunar que recordar. Aun así, no podía dejarse llevar, y cerró los ojos, carraspeando la voz, como gesto de paso para salir de una situación "incómoda" y escuchó finalmente la última apuesta por parte del vaquero que por su anterior "la casa siempre gana" parecía ser el dueño del lugar.

Cita:
Contenido Oculto


- Ya os dije, era par...- Y levantó aquello que ocultaba su suerte, desvelando un 5 y un 4. El rostro de Byron se quedó pálido, y esa confianza que mostraba en sus ojos se quebraba cada vez más. - Ey ey ey...- Dijo llamando la atención del koala y la rubia, buscando una complicidad burlona. - Ha ganado las dos tiradas, ¿estáis seguros de que este no os tima? - Por el tono de su voz, era algo que revelaba más bien su mal perder a una crítica real. - En fin... Otro millón fuera. - Dijo volviendo a lanzar lo perdido.

Y así, escuchó la propuesta de Komula, duplicar la apuesta. Echó cálculos y vio que de ser así, solo le quedaría para una tirada más, una imagen por su mente de él viajando de isla a isla a nado, pues no tendría barco pasó por su mente, Drake lo iba a matar. Pero, había algo que el joven no podía negar, se estaba divirtiendo, y echarse atrás a estas alturas, no era una opción. Un extraño valor invadió su cuerpo, devolviéndole esa llama competitiva, y terminó de escuchar las apuestas, dándole paso en aquel vaquero con brazos metálicos.

- Esta vez, parece que te ha fallado un ojo, efectivamente hay un uno, pero en el otro dado hay un dos.- Dijo calmado, mirándolo sonriente sin negar la facción a la que pertenecía, quizás, Belmonte acostumbraba a hacer este tipo de encargos a piratas primerizos. - No es la primera vez que hace esto, vaya.- Dijo como un comentario al aire y que entendiese quien pudiese entender.

Volvió a coger el cubo, haciendo una nueva tirada, pero esta vez tirándolos hacia el techo, para agarrarlos con su mano y finalmente ocultar el resultado estampando la palma contra la mesa.

- En parte, estoy apostando mi vida aquí, veamos si también os la podéis jugar tanto... Todo o nada...- Dijo haciendo referencia a sus últimas fichas. - Esta vez, la suma de estos dados es par.

TIRADA DADOS

RESUMEN Y APUESTA

DINEROS QUE PERDI/GANÉ
#14
Percival Höllenstern
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Komula, con una sonrisa que no abandonaba sus labios oscuros, observó el gesto desafiante de Byron. Parecía que la joven pirata tenía más agallas de lo que había supuesto en un principio. Llenó el ambiente de un humo denso, exhalando la primera bocanada de su cigarro mientras entrecerraba los ojos, mirando directamente al muchacho.

Ah, muchacho, todo o nada, ¿eh? —dijo con voz grave y sedosa, sus ojos amarillos brillando con un destello juguetón—. Si apuestas así, más te vale estar listo para lo peor... o para lo mejor. Estoy dentro, pero... duplico la apuesta. ¿Qué dices, un millón más? Ya sabes lo que dicen, quien no arriesga, no gana. ¡Y yo creo que va a salir un 11!

Li-Shin Qie, por su parte, permanecía en silencio, pero sus ojos no dejaban de escudriñar a Byron, midiendo cada movimiento de sus dedos, cada inhalación de su pipa. El aire cargado de humo y tensión apenas parecía afectarle. Finalmente, con su voz suave y seductora, habló:

La suma es impar. Apuesto otro millón. Veamos si la fortuna te sonríe o te abandona esta vez. Pero recuerda, la suerte es una amante caprichosa, Byron.

Sorvolo, siempre confiado y relajado, tomó su sombrero y lo colocó con gracia en el respaldo de su silla antes de reírse por lo bajo. Se inclinó hacia adelante, apoyando ambos codos en la mesa y observó a Byron con sus ojos cansados y afilados.

Par o impar, chico... —dijo mientras lanzaba sus fichas sobre la mesa con un gesto despreocupado—. Yo también digo que son pares. Pero esta vez, doblo mi apuesta. Otro millón al fuego. Y no te preocupes por el timo, si pierdes, lo harás por tus propios medios. La casa no necesita truco cuando el destino juega de su lado.

Los tres apostadores quedaron en silencio tras sus palabras, esperando con sus miradas clavadas en el cubilete que ocultaba la suerte de Byron, cada uno inmerso en sus propias expectativas y estrategias. El destino, como siempre, estaba en el aire.

Entonces, se obró el milagro  Y Byron ganó la apuesta, donde el resto de competidores se desprendían a regañadientes del dinero, que se partía a partes iguales entre nuestro apostador de cabello violeta y el cowboy moderno.

¡Me toca ahora a mí lanzar los dados, chico!—dijo el vaquero sin pistola mostrando una sonrisa que hacía asomar un diente en un metal precioso y no tan abundante, kairoseki, con un fulgor momentáneo que se tornó dorado por el color de las luces de la estancia. —Ahora podría ser interesante esa apuesta que tanto comentabas, Komula, ya que te estás quedando sin dinero— comentó finalmente.

El Koala a regañadientes sacó un maletín pequeño de tonalidad rojiza y lo expuso encima de la mesa, mientras se encendía otro cigarrillo, y mostraba cara de jugador empedernido que no sabe cuando parar.

— La apuesta mínima que acepto son 20 millones. ¡Estáis avisados!

Entonces, Sorvolo, con un grandioso juego de manos donde comenzó a rotar los dados por sus dedos biónicos, hizo un rápido movimiento al aire y de un rápido giro de muñeca, encerró el resultado.
— 12
— 5
— 7

OFF

La tirada de dados de tu vida
#15
Byron
Hizashi
El muchacho observaba ansioso su mano posada sobre aquella mesa caoba. Los nervios se arremolinaban en su pecho al entender que lo que se encontraba tras aquella mano, era su última oportunidad de conseguir traer de vuelta el preciado Duck Duck Go nº1, al ver como aquellas hienas sedientas de sangre lúdica aumentaban las cifras de su apuesta. El joven espadachín, se encontraba bajo mínimos, era consciente que aquella apuesta podría ser su última jugada, y no le quedaría más remedio que volver con el rabo entre las piernas. Tragó saliva en el momento que una gota de sudor recorrió su frente hasta la punta de su nariz, decidido a desvelar los dados que ocultaba su palma, pero algo le hizo esperar, un detalle sin importancia que le hizo ver el posible peligro inminente y hacerlo más consciente de donde se encontraba. Aquella hermosa mujer, lo había llamado por su nombre.

Unos segundos de demora, de espera y tensión, con la mirada desencajada fija en la mujer rubia de voluptuosos pechos, quien se encontraba completamente sumergida en el juego y observaba de cerca como poco a poco el capitán pirata, retiraba su mano dejando ver que se encontraba oculto tras ella. Sabían su nombre, sabían de quién se trataba desde el momento en el que puso un pie en aquella sala, y por anteriores declaraciones, el joven de pelo violáceo podía asumir que sabían de parte de quien venía, si tenían ese tipo de información de un don nadie, definitivamente eran peligrosos. En aquel momento agradecía al cielo por no haber mostrado aquella tarjeta y haberse hecho pasar en presencia de estos tres por alguien más importante, quizás de haberlo hecho, su garganta estaría expuesta en el centro de la mesa.

Aun así, después de aquellos pequeños instantes de incertidumbre e intranquilidad, volvió a su fachada segura, manteniendo la compostura, llevando su mirada a la tirada resultante.

Cita:
TIRADA DADOS

Suspiró, viendo su cuello salvado por el momento, e hizo gala de su carisma haciendo un comentario en caso de que alguno de los presentes se hubiese dado cuenta de ese repentino cambio en su semblante durante el intercambio de palabras anterior.

- Eso ha sido tenso... Por un momento pensé que solo iba a hacer cuatro miserables apuestas e irme a casa... Aunque tengo que reconocer, que lo que más ha hecho palpitar mi corazón es que una mujer de su calibre pronuncie y conozca mi nombre, siempre es agradable para el oído que una linda voz se dirija a ti... Hie, hie, hie...- Rio complacido por aquello que acababa de relatar. - Definitivamente que el mayor tesoro de esta sala sepa quien soy es el mayor premio que podría tener ¡hiehiehie! Supongo que por esto, hoy me llevaré premio doble...- Dijo recogiendo las fichas ganadas de la anterior tirada y dejando en claro que estaba decidido a seguir con el juego y ganar.

Dio otra calada a su pipa, una vez recogidas sus ganancias, y guiñó el ojo de forma juguetona hacía la resplandeciente mujer, sintiéndose como gesto cómplice, pero sin llegar a formalizar un claro interés real de cortejo, como un piropo fugaz. Viendo que, el intrépido vaquero anunciaba su nueva tirada, carraspeó la garganta, centrándose de nuevo en el juego y dejando ese "coqueteo" de lado para seguir en lo verdaderamente importante.

Viendo las fichas del mink koala rosa, este hombre, le hizo la observación de que ya era el momento de sacar lo que tanto había comentado. Ante sus ojos, Byron pudo ver finalmente su objetivo, aquello que había venido a buscar por petición de aquel capitán marine, un pequeño maletín rojizo fue expuesto a la sala y tirado encima de la mesa. Lo tenía ahí, prácticamente podía olerlo, delante de su pequeña nariz y sus ojos amatista, se mantuvo sereno, mirando la alegría del viejales de rasgos afilados al sacar lo que parecía ser el premio gordo. Y entonces, mientras de forma dramática se encendía un cigarro, masculló que no aceptaría apuestas menores a 20 millones de berries.

- ¡¿QUÉ?! ¿¡20 MILLONES POR ALGO QUE NO SÉ NI QUÉ ES?! Date algo de información por lo menos.- Y volvió a dar una calada, mientras escuchaba al resto dar el número que creían que saldría.- Joder, ¿así a ciegas? En fin, imagino que merecerá la pena... Una lástima solo tengo 8 millones, ¿algo que pueda hacer para participar? ¿Un préstamo o algo así? En fin... Como dije, hoy estoy apostando mi vida, así en caso de fallar Komula... Supongo que podremos llegar a un acuerdo sobre como saldar la deuda.- Dijo mirándolo fijamente. - Y si no, no tomes en cuenta esto... Es un 9. - Y esperó pacientemente que aquellos brazos de chapa desvelasen lo que ocultaban.

RESUMEN

Dineros
#16
Percival Höllenstern
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El ambiente en la sala de apuestas se tornó aún más tenso. El leve humo de las pipas, las miradas penetrantes, y la apuesta escalofriante que acababa de lanzarse al aire impregnaban el lugar de una energía densa, casi palpable. 

La forma con la que Byron trataba futilmente de enamorar a la preciosa y exhuberante Li-Shin Qie era futil, pues esta se dedicaba a verlo claramente como un objeto. De todos los que se encontraban en la mesa, probablemente ella era la más temible y la que mejor bailara con la sintonía oculta de la sala, escondiendo todo afán amenazante bajo su capa de belleza.

El último que le dijo algo parecido, acabó agonizando — dijo en voz alta mientras reía, el vaquero llamado Sorvolo. — Puede parecer dulce, pero en cuestión de segundos podría acabar con toda la sala— completó con mirada severa.

Descuidada, Li-Shin Qie se ruborizaba levemente ante la contemplación de Sorvolo, y miraba sus dados, maldiciendo su suerte, lanzando sus fichas al centro, con una sonrisa dedicada especialmente al hombre pálido de ojos violáceos, que durante unos segundos heló su sangre.

Los ojos de Byron recorrieron el maletín rojo como si aquel objeto fuese su salvación, pero la realidad lo golpeaba cada vez más fuerte. No tenía los 20 millones. Su destino pendía de un hilo, y todos los presentes lo sabían.
Komula, el mink de tonalidad rosada, se alzó con energía. Un destello malicioso brilló en sus ojos, y una sonrisa enigmática se formó bajo su pelaje.  Mientras encendía otro cigarro, dejó que el silencio agonizante reinara unos segundos más, disfrutando del nerviosismo creciente en Byron.

Veinte millones son el precio, muchacho —repitió con una calma que helaba la sangre—. Pero… digamos que puedo hacer una excepción. —Hizo una pausa dramática, dejando que sus palabras se clavaran como un anzuelo en la mente desesperada del pirata.

Byron, con la respiración entrecortada, mantenía la mirada fija en Komula, esperando con ansiedad el próximo movimiento del mafioso mink. Entonces, Komula aplastó el cigarro contra la mesa y se reclinó aún más, sus ojos centelleantes como los de un depredador que había olido el miedo de su presa.

Te prestaré lo que te falta. Pero no lo haré por simple generosidad, claro. —Su tono era sombrío y peligrosamente suave, como si estuviera tejiendo una red en torno al joven pirata—. A cambio, si pierdes... tendrás que hacerme un pequeño favor.

Byron tragó saliva. Sabía que nada bueno vendría de un "favor" en ese tipo de lugares. Pero la presión era insoportable, y el maletín rojizo frente a él representaba más que una simple ganancia: era su salvación, la única forma de recuperar su barco y evitar el fracaso rotundo ante el Capitán Belmonte.

Komula soltó una risa seca, y el resto de los presentes, incluyendo a Li-Shin Qie y Sorvolo, intercambiaron miradas cómplices, saboreando el espectáculo.

Es sencillo, realmente —respondió Komula, su tono cargado de una falsa dulzura—. Si pierdes, me traerás la cabeza de un hombre. No un cualquiera, claro... —su mirada se oscureció, mientras Byron lo observaba, atónito—. Se trata de un agente del Gobierno Mundial que últimamente se ha interpuesto en nuestros intereses. No te preocupes, te diré cómo encontrarlo cuando llegue el momento. Ah, y por supuesto, si fallas en ese encargo, no tendrás otra oportunidad.

El corazón de Byron se paralizó por un instante. El sudor frío corrió por su espalda. Sabía que meterse con el Gobierno Mundial no era solo peligroso: era un suicidio. 

Entonces, Komula reveló sus dados, mostrando un 1, y un 3, que afortunadamente nadie ganó en la apuesta. Y sin mediar palabra, mirando durante unos instantes al resto de la mesa, incluyendo al joven, repitió la tirada.

Digamos par o impar ¿Os parece? — comentó el rosado koala.

Nueva Tirada ¿Repetimos?


— ¡Par! — dijeron los tres al unísono casi, lo que parecía una oportunidad para distanciarse... ¿O quizá no?

Razón del Edit
#17
Byron
Hizashi
Lub dub, lub dub, lub dub, latía el corazón del capitán pirata, bombeando su cálida sangre a todos los rincones de su cuerpo. La proposición hecha a aquel mink había sido impulsiva, dejándose llevar como un crío por en este caso "las malas" influencias, en el mismo momento que aquellas despreocupadas palabras salieron por sus labios sin pensar en las consecuencias de estas, su corazón comenzó a agitarse con aquel taladrante sonido en su mente. Lub dub, lub dub, lub dud... El silencio se hizo, pero la tensión y las miradas se sentían pesadas en su frágil pecho, al acecho, como si los presentes hubiesen estado esperando aquel momento de relajación y guardia baja. El bello y angelical muchacho podía sentir cada mirada, cada segundo pasar, de forma lenta, cada segundo era una eternidad en su mente, la calma antes de la tempestad, cada vez se hacía más palpable, y su vulnerable situación más presente para aquellos que jugueteaban con las piezas del tablero en sus manos... Lub dub, lub dub, lub dub.

La voz desgastada de un hombre que había visto muchos como él con sus antiguos ojos, Sorvolo, rompió el silencio mientras terminada de colocar las fichas en su posesión, y colocaba de forma tranquila su apuesta en el centro de la mesa de gruesa madera. El muchacho tragó saliva, aún con el incesante e imperecedero sonido del retumbar de su corazón haciendo eco en sus tímpanos, escuchando con detenimiento las palabras de advertencia que le hacía el hombre canoso frente a él acompañando el sonido anterior, dándole una carga más pesada a cada sílaba que salía de su boca. El espadachín no fue capaz de contestar, por lo menos en ese mismo instante, aquel "inocente" comentario, se sentía como una hoja al cuello que amenazaba su propia garganta, sin darle oportunidad siquiera de mascullar una miserable palabra.

Con la boca reseca, y los pulmones afectados, debido al humo y la asfixiante situación, las tenues luces que iluminaban aquella pequeña sala secreta, se sentían cada vez más oscuras y apagadas. Un recordatorio del mismo destino, en aquel momento su mayor guía y aliado, no podía ofrecer su calidez, donde los rayos del sol no alumbraban los hilos que lo manejaban hacia el lugar que le correspondían se volvían más difusos, aquella escalera mental hacia el cielo, que solía encontrarse iluminada frente a sus ojos, ahora conducían a un abismo, con escalones irregulares y debilitados. Parecía ser un camino totalmente olvidado e intransitable, provenientes de un futuro lejano en el que al haber perdido el elegido para seguir esa senda, nunca se hubiesen quedado congelados, sin avanzar, quizás, lo único que le quedaba a aquel joven sin alas, era precipitarse a la muerte y morir en un acontecimiento similar que por suerte superó, pero que nunca debió superar.

Aquella extraña visión tras las figuras de aquellos individuos se esfumó, con la contestación del koala rosa a su anterior proposición, haciéndolo salir de los pensamientos en penumbras de su mente y devolviéndole a la realidad. Con la respiración exaltada, escuchó atentamente sus apuntes en la conversación, mientras de forma inconsciente miraba con recelo aquel maletín carmesí, el símbolo físico de la peliaguda situación en la que se encontraba, que hacía que su aliento se entrecortase. Después del alegato, Byron se levantó, apoyando sus brazos en tensión sobre la mesa, fijando su mirada en la tirada de dados que iba a ser desvelada, cogió aire, aguantó su alma en la boca, y sus ojos violáceos vieron un 3 y 1, dejando salir tímidamente el aire por sus fosas nasales, el camino de olvidado volvió a hacerse presente, esta vez, desmoronándose ante sus ojos.


Entonces, antes de poder hacer un gesto desesperado, antes de poder hacer totalmente visible hacia el resto la destrucción completa de su ego. El mink de pelaje rosa, al no haber ningún ganador, sugirió repetir la tirada ante la sudada frente preocupada del pirata. Y entonces, algo cambió, sentir la nada de aquel abismo y su ego engullido, hizo algo en su ser, apartó los brazos de la mesa, para con una de ellas despejar el sudor de su frente, y no pudo evitar reír, para después dirigirse hacia los presentes con una voz quebrada, pero sincera, dejando atrás aquella fachada despreocupada y altanera que estaba mostrando hasta ahora.

- Hie... Hie... Hie... ¡HIE HIE HIE! Siendo sincero, compañeros de mesa... Ante ustedes tenéis a un hipócrita... Paso la mayoría del tiempo creyéndome buena persona, pero realmente sé que no es una definición correcta para mí.- Dijo mirando al techo evitando el contacto directo con aquellas personas. - Escondo mi ego tras una máscara, solo mostrándolo tras una personalidad dicharachera para que la gente con la que interactúo no sea capaz de descifrar si realmente me creo todas las afirmaciones que hago sobre mi persona...- Hizo un leve silencio ante la mirada afilada de los presentes. - Siento esta verborrea, pero tengo que sacarlo, sentirme tan contra las cuerdas casi me da un ataque de pánico, pero me habéis hecho darme cuenta de algo, aunque algo así me haya hecho dudar y ni yo mismo llegue a creer por completo lo que mi boca suelta... Es cierto, todo lo que el destino aguarda para mí es cierto... ¿Cómo si no iba a estar aquí por un simple golpe contra mi suerte? ¿Un acto perjudicial para mí me ha llevado a transitar los rincones que más ansiaba investigar? Demasiado conveniente, todo orquestado, la casualidad no existe...- Dijo esta vez mirándolos fijamente, llegando a manifestar su haki con una pequeña aura violeta, no de forma intimidante para el resto, solo como algo que ni él mismo podía evitar al entrar en comunión con sus convicciones. - Señora de la guerra del mar... Durante mucho tiempo he desconocido que podía significar ese título, gracias a mis camaradas ahora sé que significa... Y estoy seguro de que en un futuro seremos aliados, después de todo eres de los míos, solo con prestar atención a tu presencia, me doy cuenta de que el vaquero no se equivoca con sus palabras hie, hie, hie... Espero que en el momento que sea tan formidable como tú, podamos trabajar juntos...- Dio un fuerte suspiro, relajándose poco a poco, su corazón poco a poco bombeaba de forma más ordenada. - Komula, aunque me halle con la victoria, me encargaré de ese individuo en cuanto tenga la oportunidad, será una forma de ganarme vuestro respeto, un ciudadano de Jaya no puede afirmar tener sus manos limpias, sé que puedo hacerme cargo... Ahora que soy más consciente de este mundo, no puedo volver como si nada, sería una tortura para mí perderme este tipo de reuniones ahora que las conozco... Espero que nos llevemos bien... Como forma de firmar este contrato, y de jurarme a mi mismo no volver a dudar... Ya que todos habéis dicho par, apostaré en contra... Impar.- Su haki desapareció, y la calma volvió a reinar en su alma.

DATOS Y RESUMEN
#18
Percival Höllenstern
-
El silencio en la sala se extendió como una fina capa de hielo, tensa y frágil, mientras Byron observaba los dados rodar por la mesa. El sonido seco del choque contra la madera resonó en el espacio antes de revelar su resultado: un número impar, tal como había predicho. Su corazón, que minutos antes latía con violencia, ahora encontraba un extraño ritmo de calma, como si algo más grande lo sostuviera desde las sombras. La suerte estaba de su lado. Los dados habían hablado.
Sorvolo, el hombre de brazos mecánicos, fue el primero en reaccionar. A pesar de ser el más débil en términos de poder, su rostro de acero apenas reflejó emoción. Los engranajes en sus brazos hicieron un suave clic mientras relajaba su postura. Sus ojos, carentes de vida por las prótesis que los sustituían, se clavaron en Byron con una mezcla de curiosidad y resignación. No era la primera vez que veía a alguien jugar con el destino, pero algo en la manera en que Byron lo había hecho le resultaba familiar. Quizá, pensaba, porque en su tiempo había sido también un jugador desesperado.

Hmpf, la fortuna del tonto —murmuró con una sonrisa torcida, pero sin desdén, más bien con la fría aceptación de quien sabe que el azar es caprichoso y, en ocasiones, sorprende a los menos esperados.

Komula, el koala rosado vestido como un mafioso, recostado en su silla con una media sonrisa, miró los dados y luego a Byron, con sus pequeñas orejas agitándose ligeramente. Su semblante había cambiado desde la tirada anterior. Si en un principio parecía estar jugando con la paciencia del joven pirata, ahora mostraba una especie de interés genuino, aunque mantenía su aire burlón y despreocupado.

¿Ves, chaval? —dijo con una carcajada contenida, mientras encendía un otro cigarro—. A veces, todo lo que hace falta es tener agallas… o una suerte maldita, en tu caso. —Exhaló el humo despacio, dejando que las volutas serpenteasen hacia el techo oscuro de la sala—. Pero no te emociones tanto. Este es solo el primer paso en un camino que te va a arrancar la piel a tiras si no tienes cuidado. Si sobrevives, claro… ¡He he he!

Komula apoyó sus patas en el borde de la mesa y se inclinó hacia atrás, siempre con esa mezcla de sarcasmo y astucia que lo caracterizaba. No lo diría en voz alta, pero había algo en la actitud del joven que le recordaba a sus primeros días en el bajo mundo. Quizás, después de todo, había algo en Byron que lo hacía diferente.

Por su lado, Li-Shin Qie, la shichibukai, permaneció en silencio durante todo el espectáculo. Desde el principio de la partida, había estado observando con ojos afilados como dagas, sin dar muestras de emoción ni impaciencia real, sino simple fachada. Su presencia en la sala era abrumadora, pero en ocasiones parecía quizá demasiado humana, como una tormenta inminente que aún no se ha desatado. Cada movimiento de su elegante figura irradiaba un poder latente, una amenaza silenciosa que dejaba claro que ella era la autoridad aquí, aunque no necesitara hablar para recordárselo a todos.

Cuando Byron lanzó su monólogo, con su confesión desgarrada y su posterior manifestación de haki, los ojos de Li-Shin se entrecerraron ligeramente, evaluando cada palabra. Para alguien que había visto y destruido a hombres mucho más poderosos, esta muestra de convicción resultaba interesante, si bien algo prematura.
Finalmente, sin apartar sus oscuros ojos de Byron, habló con una voz fría, tan calculada como un filo bien afilado.

Suerte o destino, poco importa en este mundo si no sabes cómo aprovechar la oportunidad cuando se presenta —su tono era sereno, pero cada palabra contenía el peso de la autoridad que había forjado en incontables batallas—. No deberías confundir la fortuna con el talento, pirata. Aún estás muy lejos de entender lo que significa sostener el título que mencionas.

El silencio volvió a caer cuando terminó de hablar, pero la advertencia permaneció suspendida en el aire. Para Li-Shin Qie, Byron era apenas una curiosidad, una pequeña pieza en un tablero mucho más grande. No obstante, algo en la determinación del muchacho había captado su atención, y para alguien de su calibre, eso ya era un paso peligroso hacia el reconocimiento. Aún así, no lo consideraba un igual, al menos no todavía.

Byron, al escuchar sus palabras, no pudo evitar sentir el peso de su presencia. Era como si una tormenta se hubiese alzado en el horizonte, esperando devorarle si daba un paso en falso.

Sorvolo observó el intercambio en silencio, el clic de sus brazos mecánicos rompiendo la quietud mientras se servía otra copa de licor. Mientras tanto, Komula le arrojó un pequeño maletín de tonalidad rojiza, que se deslizó sobre la mesa con un gesto tranquilo, pero divertido.

¿Estás seguro de esto, Komula? Es un gran poder para dárselo a un necio... ¿No? — musitó volviendo a su fachada de humildad la exhuberante humana de cabello sedoso y porte seductor. — Aunque... sí... Tal vez no sea una mala idea... — finalizó con una sonrisa calmada, mientras exhalaba una última bocanada de humo. —Adiós encanto— 

Aquí tienes, campeón. La llave para la siguiente fase del juego —dijo el koala, guiñándole un ojo—. No lo eches a perder, y ten presente que ya te haré llegar algún encargo... Ahora tienes una deuda conmigo... y no una que el dinero pueda pagar.

Byron sabía que había conseguido mucho más que un simple triunfo en los dados; había llamado la atención de los jugadores más grandes, pero también había encendido un faro que lo ponía en peligro si no manejaba bien la situación.
El eco de cada dado aún resonaba en su mente mientras se retiraba lentamente de la mesa, su ego sostenido con hilos finos pero resistentes, una nueva pieza en el juego, sí, pero aún muy lejos de alcanzar su verdadero lugar entre los grandes.

Ahora solo quedaría conseguir su barco. ¿Cómo lo haría?
#19
Byron
Hizashi
El joven solarian miraba impávido los dados rebotar de forma seca contra la gruesa mesa de madera. En aquellos pequeños instantes, todos los presentes parecían estar completamente conscientes del girar de sus caras, sus ojos se clavaban en la cara enfocada al techo en cada giro, los cambio en la suma de sus caras antes de volver a cambiar y dar un nuevo resultado, sintiéndose todo aquel momento como una pequeña burbuja en el que el tiempo se movía más lento, simbolizando el sonido proveniente del rebotar de los dados, el avanzar de los segundos y las agujas de un reloj imaginario cambiante. Él, cerró los ojos, justo antes de que el resultado se desvelase, por instinto, como si no quisiese afrontar lo que podía salir de aquella tirada, más un impulso, le hizo abrir estos antes del último giro, se había prometido no dudar, y aunque en su pecho notase cierta ansiedad, era su deber afrontar cualquier cosa que se encontrase en su camino. Y así, fijando sus ojos a la verdad misma, ahí estaban aquellos dados, con un número impar en su suma.

Increíblemente, en aquella pequeña sala, a pesar de salir con la victoria, había muerto un incrédulo hombre, llamado Byron Nikkei, el que atravesaría aquella puerta, sería una persona distinta, más sincera consigo misma y más consciente de los peligros que podría acarrear transitar el camino que estaba destinado a caminar.

Dio un pequeño suspiro relajado, mientras escuchaba el comentario de Sorvolo y la siguiente replica de Komula, quien le advertía que aquella victoria solo era el primer paso, solo había atravesado el umbral a inframundo, aún quedaba mucho camino por recorrer para adentrarse en las profundidades. El joven con pelo violáceo le dedicó una pequeña sonrisa, a forma de responder que, en aquel momento, ya le había quedado claro y sabía a lo que se exponía.

La poderosa shichibukai no pudo evitar también soltar su personal advertencia, no era para menos después de las palabras que había dirigido el primerizo capitán, demostrando ser la autoridad de la sala, no por ser ella la dueña de aquel establecimiento, si no por ser la única que podía gozar con el privilegio de acabar con los presentes si así lo quisiese. La miró, casi avergonzado, rascando una de sus mejillas con uno de sus dedos, para finalmente contestar mientras llevaba este gesto a cabo.

- Lo sé, soy consciente, aún es pronto para mí... Y aun así, también sé que la próxima vez que nos veamos, te alegrarás de haberme dado la oportunidad no rebanándome la garganta. - Y vio caer frente a él aquel ansiado maletín rojizo y su llave, mientras escuchaba la última frase de la doncella guerrera. - Sinceramente, ¿qué hay dentro? ¿Qué es tan importante como para jugármela de esta forma? Y descuida, en cuanto llegue el encargo no dudaré en manchar mi filo.

Agarró la llave, y se dispuso a abrir la caja frente a los que todavía se encontraban en aquella escena, después de todo, imaginaba que no sería algún tipo de bomba, de ser así, habría una advertencia clara por su parte, pues podrían resultar heridos por una inesperada explosión. Con los dedos temblantes, metió la llave en la cerradura, y miró al koala rosa a los ojos, asintiéndole y esperando la suya como respuesta para finalmente abrir la caja que maldecía su suerte.


RESUMEN
#20
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