¿Sabías que…?
... el famoso anime One Piece, del año 1999, está basado en el también famoso manga One Piece. Otra curiosidad es que el autor de ambas obras es Eiichiro Oda.
[Común] [C-Pasado] Triple 7 | Priv. Teruyoshi
Alistair
Mochuelo
30 de Primavera, año 724— 

Una "ocasión de una en un millón, si ese uno fuese envuelto en otra metáfora para algo simbólico de mucha suerte", una descripción rara de narices desde el primer minuto que sus ojos pudieron leerlo, y que le olía a estafa piramidal a cuatro kilómetros incluso sin necesidad de usar su destacado olfato. Desconfiaba desde el primer minuto que tan "sagradísima oportunidad" había osado posarse en su desafortunado hombro y no en el de nadie más, no porque quisiera desearle tal perdida de tiempo a otra persona, sino porque a él se le daba fatal mostrar negativas. Era un chico puro de corazón en su día a día, a veces mas de lo que desearía, y la mayoría de veces era una virtud que jugaba en su contra más veces de las que no. Además, su curiosidad se apoderaba de su pensamiento lógico más veces de las que quisiera admitir; era la clase de gato que moriría sabiendo lo que había al otro lado de la puerta. 

Aunque claro, si se propasaban de cualquier manera... Siempre sería una buena excusa para soltar el estrés de días de viaje en una... "muy interactiva y desestresante liberación de violencia pura". Los tres filos colgando de su cintura siempre estaban dispuestos a recibir cualquier práctica, y hacerle un pase largo a la Marina con unos cuantos estafadores atados ya era práctica estándar para el Lunarian.

Por acabar de definir la situación en más que unas cuantas palabras poco definidas: A la correspondencia de Alistair había llegado una carta de apariencia extravagante, con bastantes colores que podían describirse como exóticos y algunas decoraciones por encima. Unas que, por cierto, se habían caído en su mayoría antes de que la correspondencia llegara a manos del Lunarian. En ella anunciaban que había sido el ganador de una especie de sorteo a ciegas en el que se le ofrecía una oferta especial, única e imperdible -que para mas disgusto no mencionaba el qué era, esperando que picara- que vería en una fecha concreta en Tequila Wolf, específicamente Vodka Shore. Una trampa en la que los turistas veían los ahorros de su vida desaparecer de sus manos como si se hicieran polvo. No lo hacía muy diferente al robo, pero dado que entraba en el esquema de lo legal, todo lo que podía hacer era mirar a los encargados de ese circo con malos ojos y suspirar en frustración. 

Arribó a Tequila Wolf por la mañana -aunque arribar era un término ambiguo, pues en realidad había volado hasta allá-, tanteando un poco el lugar para tener una mejor comprensión; nunca antes había viajado a Tequila Wolf, y ésta parecía una excelente oportunidad para marcarlo fuera de su lista de quehaceres futuros, además de hacer una imagen mental del sitio en caso de que alguna vez requiriera algo de la isla mencionada, fuera que se tratara de un asunto personal o de la Armada Revolucionaria. Desde allí, llegar a Vodka Shore por uno de los caminos que interconectaban las tres islas fue bastante sencillo. 

Definitivamente era el falso paraíso que describían los susurros atravesando los Blues mas rápido que una llamarada en un bosque. Un lugar precioso, lleno de carteles luminiscentes y zonas de ocio, un sitio que enamoraba a cualquiera con un ferviente deseo de conocer más el mundo. Una trampa de miel de libro. Pero debía reconocer el empeño que le habían puesto en hacer brillar al lugar, indiferente a las razones que tuvieran para hacerlo. Habían creado un pequeño paraíso en el cual la gente podía abandonar el dolor de cabeza que suponía la vida real y disfrutar sin miramiento ni reparo al futuro.

O al menos, así hablaban de ella los guías turísticos perfectamente repartidos en cada sector y esquina de la isla. Lo cierto era que, a esta hora, Vodka Shore exhibía una tranquilidad casi inquietante, diametralmente opuesta a la zona de vicio y lujos descrita en los panfletos. Casi se sentía en el lugar incorrecto, y por un momento lo dudo, si no fuera porque revisó unas tres veces que su orientación básica no le había jugado una mala pasada recorriendo los gigantes azules que eran los Blues.

Supongo que habrá que esperar a la noche. — Mencionó, rascándose la cabeza. Tras unos minutos de recorrido por las calles de la isla, se encontró con un edificio que parecía funcionar solo por las noches, con tal mezcla de publicidad sobre las ventanas que daban al exterior que no acababa de entender la función del establecimiento. Respuestas para después.

Por lo pronto, un grito a la distancia llamó su atención.
#1
Teruyoshi
Teru
El mink paseaba tranquilamente por las calles de Vodka Shore con esa gracilidad felina característica suya, meneándose de lado a lado a cada paso que daba mientras su mirada esmeralda danzaba de un punto a otro aburrida. El gato había sido atraído por la charlatanería de un tipo con el que había estado bebiendo el día anterior en otra de las islas del archipiélago, quien le había asegurado que aquella parte de Tequila Wolf estaba hecha para el bebercio y las apuestas… aunque Teruyoshi no tardó en llevarse un fiasco.

- Como lo pille lo destrrrripo - pensó el mink volviéndose a acordar del tipo que le había instado a venir mientras observaba las calles medio vacías.

Si bien la zona estaba repleta de locales de ocio, estos se encontraban prácticamente vacíos o directamente cerrados. El ambiente era de todo menos festivo y las únicas personas que se podían ver por la calle eran esos tipos con ropa extravagante que repartían unos papelajos que Teruyoshi no sabía descifrar. Tuvo que preguntar a un par de ellos para saber qué ponía, pero todos le dijeron lo mismo. Que la fiesta comenzaba más tarde, que la gran mayoría había acabado ya y las que no, se accedía con invitación privada.

El ambiente era de lo más desilusionador para Teruyoshi. Había venido con ganas de apostar y ya se imaginaba a sí mismo con los bolsillos llenos tras haber desplumado a unos cuantos humanos borrachos… pero así no había manera. Ninguno de los guías turísticos le ofreció la información para acceder a las fiestas privadas y el mink no tenía la suficiente paciencia como para esperar a que los locales abrieran. Estaba al borde de cometer una locura solo por aburrimiento.

- Fijo que mato a ese cabro… - siguió maldiciendo Teruyoshi al hombre hasta que un grito no muy lejano llegó hasta él. El grito fue como un bálsamo para las orejas puntiagudas del mink, ya que normalmente un grito suponía problemas… y los problemas significaban divertimiento.

El Mink no dudó un segundo e impulsado por su aburrimiento se dejó llevar a la carrera en dirección al grito. Parecía provenir de un par de calles de donde Teruyoshi se encontraba, por lo que con su velocidad felina en apenas unos instantes alcanzó su objetivo. Nada más cruzar la bocacalle, el mink se topó con un tipo que corría a toda prisa en su dirección. El gato pudo ver como por unos instantes la sorpresa cruzó su rostro cuando vio la figura de dos metros de Teruyoshi, pero no tardó en cambiarla por una mueca de asco y de enfado.

- ¡Sucia bestia! - gritó mientras seguía corriendo en dirección al gato. - ¡Aparta si no quieres terminar como felpu… - la frase nunca acabó, ya que Teruyoshi ante el primer insulto actuó por instintos y se abalanzó a la caza de quien acababa de transformarse en su presa.

El mink gato acortó distancias con el tipo, y tras plantarse frente a él afianzó su postura y con un golpe más que ensayado le lanzó un directo a pleno rostro. Estaba claro que el hombre no esperaba recibir un ataque, por lo que antes de que pudiese hacer nada se topó con la zarpa de Teruyoshi y acabó tirado en el suelo. El gato aprovechó la situación y tras un leve salto se plantó encima de su presa mientras lucía una sonrisa feroz.

- Perrrrdona, pero hablababas conmigo… ¿verrrrdad? - dijo Teruyoshi con su habitual tono suave mientras clavaba su mirada rasgada en el rostro compungido del hombre. - No sé a donde ibas… pero ahora eres mi nuevo juguete - terminó en un susurro tras acercársele al oído para que pudiese ver de cerca sus rasgos.

El mink sabía que los humanos solían sentirse incomodados por la gente de su raza, por lo que siempre lo aprovechaba cada vez que podía. Iba a demostrarle a aquel tipo que nunca debía de insultar a alguien de su raza… y mucho menos si este estaba aburrido.

- Ahora bien… - prosiguió con tono meloso mientras paseaba una de sus zarpas por el rostro del hombre que no podía articular palabra. - ¿Aprenderás con unos azotes o tendré que cortarte la lengua? - prosiguió el gato cambiando a un tono divertido al mismo tiempo que sacaba las uñas para que estas rozasen la piel del tipo atrapado.

El mink no pensaba hacerle nada más a aquel estúpido hombre. Estaba demostrando que no podría darle pelea aunque quisiera y el gato se aburriría de pelear con alguien que no se defendía. Podía divertirse asustándolo un rato por insultarlo, pero el mink sabía que en el fondo terminaría aburriéndose igualmente.

- ¡Menos mal que lo has detenido! - gritó una voz de mujer llamando la atención de Teruyoshi.
#2
Alistair
Mochuelo
El grito que hizo eco en la distancia llamó su atención a la escena al instante; si se trataba de algo inofensivo, lo peor que podía hacer era ganarse algunas gotas de sudor en la frente y un cansancio menor. Pero si se trataba de algo mayor, una persona siendo asaltada -o incluso peor: siendo atacada-, quería hacer todo lo posible por ayudar a la persona en problemas para que nadie saliese ni lastimado ni perjudicado. Estaba en su naturaleza heroica querer ayudar a quien lo necesitara, aún si una mayoritaria parte de estas buenas intenciones acababan en malentendidos menores. 

Prefería no darle fuerza al pensamiento de que, si dudaba, cualquier día podía aparecer alguien que sí necesitara una mano y el Lunarian la dejara pasar desapercibida. 

Aunque en cualquier otro contexto habría utilizado la capacidad de vuelo de sus grandes alas de ébano para aproximarse al lugar del que provino el grito, en esta ocasión tomaría una aproximación diferente. En una hipotética situación ideal, elevarse y moverse por las alturas brindaba una ventajosa vista de pájaro que le daría mayor información de la situación a la mano, además de una libertad que le libraba de estar restringido a los caminos por tierra que estuviesen construidos por humanos. Pero en este caso, era una terrible idea. De tratarse de un ladrón, su velocidad de carrera sería más que suficiente para atrapar cualquier asaltante en plena huida, y en la otra cara de la moneda, la altura de los edificios presentes en Vodka Shore hacían problemático el surcar los cielos sin comerse una ventana de frente. Una sensación poco agradable, a falta de una explicación mas extensa y específica. No valía la pena el riesgo, en especial cuando presentía que el lugar objetivo se encontraba relativamente cerca. 

Ya aproximándose a la zona, escuchó varias voces que parecían sostener una nada agradable conversación entre ellas; no conseguía sus palabras completamente, pues el significado completo de cada una se perdía en el viento antes de que llegaran a sus oídos, pero el tono que usaban expresaba más que suficiente para entender la naturaleza del intercambio de palabras. 

La escena que le dio la bienvenida a su llegada fue una que, con la falta de contexto que llevaba encima, no fue difícil malinterpretar lo suficiente como para que sus dos manos se posaran en dos de sus tres katanas por puro instinto. 

Un felino antropomórfico se había abalanzado contra un hombre que yacía en el suelo sobre su propio trasero, incapaz de levantarse una vez el félido decidió colocarse encima de él a una distancia peligrosamente cercana; las marcas de golpes en el cuerpo del hombre, que no habían tardado en enrojecer por la fuerza de contacto, delataban que había existido una confrontación previa a su llegada, una que no había podido durar más de unos cuantos segundos a juzgar por el instante en que los gritos sonaron y su llegada hasta el lugar. 

Su desenfunde fue rápido, casi insonoro por el buen cuidado que mantenía constantemente sobre sus katanas y sus fundas a partes iguales; incluso el filo rompiendo el viento consiguió producir un sonido de mayor cantidad de decibeles. Pero para un ser vivo con los sentidos de un felino, incluso esa imperceptible brisa acompañada con ese sonido ausente serían notablemente fáciles de detectar. Había pocas cosas tan difíciles en este mundo como pillar a un gato genuinamente desprevenido. 

¡Eh, tú! ¡No le hagas da-... ño? — Sus primeras palabras, aunque llenas de vigor en un intento de advertir al Mink, perdieron fuerza prácticamente de golpe llegando a la última, la cual morfó a una pregunta casi incómoda. Su cabeza incluso se inclinó hacia uno de sus hombros, formando tal expresión caricaturesca que, de ser un mundo de fantasía transmitido por medio de una televisión, seguramente le aparecería un signo de interrogación sobre la cabeza. La razón de su confusión había sido una mujer llegando al lugar, mas específicamente las palabras de alivio que parecían dirigidas específicamente al felino. ¿Qué demonios estaba ocurriendo realmente? Ahora mismo, una respuesta le vendría maravillosamente antes de tomar una claramente precipitada decisión. 

Se rascó la cabeza, exteriorizando su confusión en ese movimiento físico. — ¿Detenido? Espera un segundo, ¿estás ayudando a esta mujer? — Preguntó al Mink directamente, queriendo entender lo que ocurría. Si genuinamente se trataba de un malentendido y había siquiera pensado en apuntar sus armas en dirección al felino, no tenía problema con disculparse tanto como ameritara. Pero por supuesto, esto era solo si el ser antropomórfico actuó en buena fé; si por alguna razón la buena obra del ser antropomórfico iba con intenciones maliciosas, no agacharía la cabeza, aunque tampoco haría que sus filos vieran práctica antes de lo teóricamente anticipado. Un poco hipócritca de parte del Lunarian, considerando sus propios pensamientos minutos atrás. 

Provisionalmente, Alistair regresaría las katanas a su funda. No era un problema en lo absoluto si era la decisión incorrecta; si el Mink de pantera intentaba atacarlo, su desenfunde siempre había sido sorprendentemente rápido. — No me vayas a malentender, pero si realmente quieres ayudar, lo mejor sería recuperar lo que sea que se haya llevado y soltarle por donde vino. Solo te ganarás un problema con alguien de seguridad si te pillan. — Con eso, reveló al Mink que él tampoco venía de parte de la seguridad de la isla. En ese sentido, ambos eran simples turistas aplicando su propia versión de vigilancia clandestina. — Aunque si te apresuras, seguro puedes encajarle otro golpe bien dado y salir de aquí sin que nadie vea nada. — Sonrió con un deje de malicia inocente. Incluso entre sus virtudes y defectos, él tampoco estaba por encima de tomar medidas disciplinares un poco mas... físicas, siempre que estuvieran bien dirigidas y fuesen bienintencionadas. Algo que realmente le diera al maleante una buena razón para no repetir sus actos.
#3
Teruyoshi
Teru
Antes de que Teruyoshi pudiera darse cuenta, aquella aburrida isla estaba cobrando vidilla por momentos. El mink no solo había sido interrumpido por una mujer, a la cual parecía haberle robado el hombre sobre el que Teruyoshi estaba sentado, sino que también apareció en escena un tipo de lo más peculiar, quien hizo una entrada de lo más llamativa haciendo resonar sus espadas antes de lanzarle una especie de advertencia.

- ¿Qué tenemos aquí? - pensó Teruyoshi mientras sujetaba a su presa contra el suelo, dedicándole la atención que buscaba al recién llegado. El mink gato clavó su mirada esmeralda en el tipo que acababa de llegar al mismo tiempo que emulaba su gesto de cabeza. - ¿Acaso es una especie de pollo a medio desplumar… - siguió para sí cuando vió que el tipo tenía unas enormes alas negras. - ¿O es un búho raro que viene de fiesta? - acabó mientras ladeaba la cabeza hacia el hombro contrario mientras se fijaba en aquella peculiar mirada.

Teruyoshi nunca había visto a nadie como el rubio, por lo que su curiosidad felina rápidamente cambió de objetivo, olvidando incluso por un momento al tipo que había estado amenazando. La atención del gato era tan voluble como su carácter.

- No sabía que era un ladrón hasta ahora mismo - contestó Teruyoshi con su peculiar tono de voz calmado. - Simplemente me insultó… y no me gusta que me insulten - continuó con total naturalidad mientras se levantaba, movimiento que acompañó con un agarre sobre sobre la solapa de la chaqueta del ladrón para auparlo consigo. El hombre al comprender que allí no iba a tener ayuda había empezado a farfullar palabras ininteligibles. - No, no, no… - dijo devolviéndole la atención al hombre. - No hace falta que digas nada, porque ya has aprendido la lección, ¿verrrdad? - continuó mientras lo elevaba un poco más, quedando así cara a cara. El tipo tenía el rostro compungido por la angustia y el dolor, el cual se acentuaba por el color que comenzaba a adoptar el golpe. Iba a necesitar hielo.

- Ahora, devuélvele a la señorita sus pertenencias y larrrgate - acabó mientras lo soltaba de repente haciéndolo caer al suelo.

El tipo una vez libre no dudó en obedecer al mink. Tras rebuscar entre sus ropajes, sacó una bolsa que lanzó a los pies de la mujer que había aparecido antes, y echó a correr aprovechando su libertad. Teruyoshi tuvo el instinto primario de abalanzarse sobre él una última vez, pero las torpes palabras de agradecimiento de la humana lo interrumpieron.

- Mu… Muchas gracias, señ.. ehh… Señor Don Gato - dijo al fin con evidente esfuerzo.

La chica estaba claramente nerviosa, incluso incómoda por estar rodeada de tanto bicho raro, por lo que, una vez tuvo de nuevo sus pertenencias, también se fue a toda prisa.

- De nada… supongo - dijo encogiéndose de hombros Teruyoshi antes de devolver la atención a su nuevo acompañante.

- Y a ti, ¿te gusta que te insulten? - preguntó como si nada mientras se acercaba a él y comenzaba a observarlo de nuevo. Sus iris verticales iban de un rasgo a otro, curiosos. El mink nunca había estado con un humano más alto que él… pero claro, tampoco había visto a un humano con alas negras y el pelo a dos colores. - Tío, ¿tú qué eres? - continuó preguntando de forma directa, sin darle tiempo a responder a la primera, soltando su lengua como siempre. - Esas alas son casi tan bonitas como mi pelaje, ¿te las cuidas todos los días cómo yo? - prosiguió mientras se ponía tras él para verle mejor las alas. - ¿Puedo tocarlas?¿Son suaves? - siguió dejándose llevar por la emoción, mientras alargaba sus zarpas con la intención de tocarlas, si este se dejaba, para comprobar como eran al tacto, sin pensar que quizás estaba violando el espacio personal del tipo. Aunque solo sería un pequeño tacto y seguiría hablando. - ¿Eres un primo lejano que vive en los cielos o algo así? - insistió mientras las pupilas iban aumentando poco a poco de la excitación hasta que sus ojos se convirtieron prácticamente en dos perlas negras. - Menos mal que he dado con un prrrimo - como si este le hubiese dicho que sí y aún no le había dado tiempo para hablar - porque ya no sabía qué hacer en este lugar del demonio. Me habían dicho que aquí podrrría apostar y pasarlo bien, pero de momento solo he dado con rrrateros con la lengua muy sucia - continuó casi sin respirar. - Dime, dime que sabes de un sitio donde no me vaya a volver loco de aburrrrimiento - acabó al fin tras volver a ponerse frente a él, clavando su mirada en en la de él.
#4
Alistair
Mochuelo
El desconocimiento del Mink por la "profesión" del hombre le atrapó por sorpresa en un inicio. Si no sabía que era un ladrón, ¿Qué era lo que estaba haciendo allí entonces? ¿Se trataba acaso de una de esas situaciones de ladrón ataca ladrón, en la que el hombre había sido arrojado de cara a una pelea que el Mink tenía completamente dominada? No, parecía que la razón era mucho mas simple que eso, y debía admitir que le hizo un poco de gracia al inicio: Era tan sencillo como un félido respondiendo con violencia a un insulto que le habían arrojado en su dirección; no compartía los métodos del felino, pero definitivamente podía entenderlo, de bocazas a bocazas. 

Las reacciones del hombre prisionero del Mink, para este punto, ya eran completamente desesperadas. Ininteligibles, alimentadas por el miedo de lo que pudiese pasar en su futuro inmediato, y completamente incoherentes al punto que parecía a punto de perder la consciencia por pura falta de oxígeno al olvidarse de cómo respirar. Pero como bien habrían entendido todos los presentes, incluso el ladrón, no encontraría ninguna mano amiga capaz de sacarle del dilema en el que él mismo se había metido. Era un asunto a zanjar entre el Mink y él, al menos hasta que alguien alertara a las autoridades e hicieran presencia en la escena. Un numerito del cual, francamente, preferiría no ser parte.

Si el ladrón en cualquier momento miraba al Lunarian, el emplumado tan solo se dedicaría a encogerse de hombros en respuesta, desligándose del asunto. Se lo había buscado, y no iba a ser su conveniente ticket para salir de prisión. 

Pero no podía marcharse como si nada estuviese pasando, ignorante voluntario de la situación. Incluso si le dejaba mal sabor de boca hacerlo de esa manera, debía procurar que el humano no saliese mas magullado de lo necesario de esa situación más quemerecida; su promesa de ayudar a otros era más incondicional de lo que muchas veces le gustaba admitir, y la violencia gratuita no era algo que condonaría si cumplía un propósito mas allá de enseñar una lección. 

Por fin libre de su agarre, el hombre no tardó en atender a la propuesta del Mink y salir despavorido, así como la mujer por una razón... quizá no tan diferente como podía parecer a primera vista, aunque con un contexto completamente diferente.

La expresión de Alistair regresó a su habitual: Una sonrisa suave, siempre presente en su rostro, un gesto que no requería ni pensamiento consciente ni esfuerzo por mantenerse adornando sus facciones. Inmediatamente negó con la cabeza ante la pregunta del felino desconocido, aunque tuvo que esperar unos cuantos segundos para responderle tal que no lo cortara de golpe. — ¡Para nada! Probablemente acabaría devolviéndolo antes de lo que la otra persona pudiera acabar de soltar el suyo. — Respondió en tono jovial, soltando una carcajada corta poco después, dando lugar a una disyunción total entre su forma de hablar y el contenido de sus palabras. Una dualidad que era pan de cada día para el revolucionario, o mas bien, para los que interactuaran diariamente con él. — ¿Es la primera vez que observas un Lunarian en carne propia? — La escasa cantidad de veces que recibía preguntas así le recordaba lo escasos que podían llegar a ser los suyos.

Si bien la petición del felino no recibió una respuesta verbal, asintió con la cabeza para dar su visto bueno y estiró las alas en su dirección, de manera que pudiera facilitarle el inspeccionarlas, además de contestar a sus dudas sobre los apéndices del emplumado — Las cuido más de lo que me gustaría admitir, sobre todo con evitar mojarlas en exceso. Absorben mucha agua y acaban pesando un montón. Por ahorrarme disgustos, prefiero evitarlo completamente más que para asearlas. — Cargar con sus alas mojadas era como cargas con dos yunques atados al cuello, lo que no solo imposibilitaba volar sino que implicaba que su piel eventualmente absorbería la humedad en exceso y acabaría con el resfrío mas tonto de la vida; aunque la hora de ducha era agradable, ese pensamiento siempre orbitaba sus pensamientos como una fuente de preocupación. — Solo ten cuidado con no tirar de las plumas, es una sensación bastante incomoda. — Advirtió; era una experiencia detestable no solo por la sensación en sí misma sino por demonios de su pasado que habitaban sus recuerdos. Si no quería descubrirlo de mala manera, lo mejor era que no hiciera caso omiso a la advertencia. 

El pensamiento de ser un familiar del cielo entretuvo a Alistair, algo que consiguió sacarle una carcajada sonora. ¡Quien quiera que fuera el felino, le caía bien! — ¡Puedes considerarme tu primo que vive en los cielos, si! Es una buena forma de resumir las cosas. — Quizá era por la faceta curiosa que mostraba ante sus alas, o que incluir un denominativo que indicaba familia siempre tocaba sin falla el nervio del gusto de Alistair, o pura y llanamente que se trataba de una persona que gustaba de interactuar afablemente con los demás. Cualesquiera que fuera, hubo una facilidad atípica incluso para Alistair en su interacción con el felino, facilitándose un montón.

¿Un lugar para apostar y pasarlo bien, dices? — La mano del emplumado se colocó sobre su mentón, levantando la mirada hacia el cielo como si allí fuese a encontrar la respuesta. Nada menos que un simple hábito inconsciente e inconsistente que tenía. Y poco después, los grandes orbes de Alistair bajarían para encontrarse con los de su "primo" nuevamente; hasta podía parecer un concurso de miradas. — Veamos... No conozco mucho más de la isla que tú, solo estoy de paso. Pero juraría haber visto algunos sitios de entretenimiento de camino hacia un rato. Edificio con bastantes colores, imposible de ignorar incluso a mitad del día. — Es lo que proponía, pero iba con la contrapartida de que quizá de camino la experiencia previa del mink se repetiría.  

Una idea llegó a su cabeza. — ¡Mira, te propongo esto! Te acompañaré a buscar un buen sitio en el que puedas tener lo que quieres, y así quizá pueda dar por un sitio entretenido por mi parte. Quedan varias horas libres hasta la noche, y no tengo mucho que hacer hasta entonces. — Sonrió nuevamente, ensanchando el gesto un poco mientras le tendía la mano de frente. — ¿Que tal te suena la idea?

Si el mink accedía -con o sin el apretón de manos-, Alistair empezaría a caminar por el sendero que había recorrido para llegar hasta el lugar. Juraba que, de camino aquí, había un edificio de generoso tamaño repleto de neón que indicaba ser un centro de entretenimiento en su mas pura esencia. Pero de aquí a que llegaran, serían unos cuantos minutos de caminata; nada demasiado extenso, pero que solo acortarían mágicamente con un sprint o con un corte de escena de esos que hacían en las series.

Ya que estamos, la familia debería conocerse el nombre como mínimo, ¿no te parece? — Comentó, previo a su introducción realizada inmediatamente después, ofreciendo casi nada de tiempo para una respuesta. — ¡Alistair Morgan! Un gusto conocerte. — Se presentó, en espera de que el mink hiciese lo mismo. Claro, siempre que estuviera de acuerdo; no iba a presionarle innecesariamente para sacarle un nombre.
#5


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