Anko
Médica Despiadada
26-10-2024, 05:38 AM
24 de Verano del 724 / Día
En un rincón dentro de una taberna local, lejana del resto, se encontraba la mesa de Anko, ella estaba tranquilamente sentada en su silla, con sus Katanas a un lado recargadas en la pared. En su mesa, solo estaba su bebida, y sus brazos, sirviendo de soporte mientras una de sus manos sostenía entre sus dedos índice y pulgar un cigarro encendido. La Suboficial se estaba tomando unas horas de descanso luego de una mañana llena de papeleo dentro de la base G-23 de la Isla Kilombo, detestaba en el alma hacer el papeleo, pero tampoco tenía mucha opción, eran órdenes de sus superiores y tenía que obedecerles, además, tampoco era una tarea complicada sí lo pensamos bien.
Cuando la joven dio una calada a su cigarro y expulsó el grisáceo humo por la boca, las puertas de madera de la taberna se abrieron en par, con un chirrido característico de este material. En el marco, se podía visualizar la figura de dos hombres altos, ligeramente corpulentos y con el uniforme tradicional de la Marina cubriendo su cuerpo, había que destacar también las medallas en sus hombros que los distinguían como Sargentos de la organización. Anko en un principio los ignoró, eran soldados de la Marina y no tenía de que preocuparse, eso pensaba ella, pero más temprano que tarde se daría cuenta de lo equivocada que estaba.
Los bancos cercanos a la barra estaban ya ocupados por algunos civiles que pasaban un buen rato, esto causaba una molestia en los sargentos, quienes, de primera, pidieron que abandonaran dos de los bancos para poder aplastar sus traseros en ellos. Esto no fue bien recibido por los hombres, quienes en un tono más intenso (producto de la ebriedad) contestaron indicando que no se iban a levantar y tampoco podían obligarlos, fue ahí cuando uno de los sargentos amenazó con encerrar en la prisión de la base a quien no les obedeciera, insinuando también que, por su rango, tenía esas facilidades.
Nadie quiere estar encerrado en contra de su voluntad en un lugar frío y sucio como lo era una cárcel, sin posibilidad de ver la luz del sol de manera frecuente, por ello, el hombre de levantó de forma tambaleante y tiró de la chaqueta de su amigo para retirarse de los asientos. Los sargentos se sentaron en ellos con una sonrisa arrogante dibujada en sus rostros, habían logrado usar su rango dentro de la Marina para intimidar a un par de civiles y su próxima “victima” sería el propio bar ténder — Dame dos botellas de Sake, el más caro que tengas… Paga la casa ¿no? — Dijo uno de los sargentos al tipo detrás de la barra, quien no pudo evitar colocar una cara de asombro, sin poder creer que ahora estaba siendo intimidado por los soldados de la Marina.
— ¿Disculpe? No puedo regalar las bebidas, son caras y… — El bar ténder no pudo completar su oración, pues el mismo sargento cerró sus dedos formando un puño y golpeó con este la madera de la barra para dar un toque de autoridad — Claro que puedes… Y no me interesa sí son caras, yo y mí amigo queremos beber del sake más caro y ahora no lo das — El tono de su voz dejaba ver que no estaba jugando y que iba enserió, talvez no lo amenazó con encerrarlo en ese momento como lo hizo con los otros dos tipos, pero el bar ténder entendió que la amenaza podría repetirse con él en caso de no obedecer a los caprichos de los marines, con una frustración palpable, el bar ténder se retiró para buscar las botellas solicitadas.
Nuevamente, la arrogancia se notaba en los rostros de los sargentos, por segunda ocasión en ese momento se habían salido con la suya, el código de la Marina iba en contra de eso, estaban ahí para proteger y traer paz a los civiles, no para intimidarlos y obligarlos a hacer todo cuanto su voluntad quisiera, Anko sabía esto y habiendo visto suficiente, tomó sus Katanas y las colocó de nuevo en su cinturón para caminar hacia la barra. Los sargentos sintieron inmediatamente una presencia pesada a sus espaldas, por lo que ambos dieron la vuelta a su cuerpo para saber de qué, o quien se trataba. Cuando lo hicieron, sus ojos se abrieron de par en par al ver a la Suboficial ahí, conocían de ella por su reputación y aquel toque intimidante que cargaba con ella siempre era beneficioso.
Los marines tragaron saliva de forma nerviosa, esperando que no hayan sido observados por aquella mujer, lamentablemente para ellos, Anko había estado viendo el desarrollo de la situación desde el minuto uno. La peli marrón alzó sus manos enguantadas y las colocó en los hombros de cada soldado, simulando un abrazo lleno de camaradería, pero nada más alejado de la realidad — No pude evitar fijarme en el actuar de ustedes dos, sargentos… Creo que está mal… No recuerdo alguna regla o ley que permita a la Marina hacer lo que ustedes estaban haciendo… — Mencionó con una sonrisa en su rostro, para ella no era más que algo normal, para los sargentos, aquella sonrisa era siniestra.
— Suboficial Uguisu… ¿Qué tal su día? ¿Todo tranquilo? — Dijo uno de los sargentos de forma nerviosa antes de que el bar ténder hiciera aparición en el lugar, colocando las botellas de sake en la barra, pero su rostro se iluminó levemente al ver que Anko ya estaba tomando la situación en sus manos — No te hagas, estúpido… Te acabo de mencionar que no existe regla o ley que permita intimidar a la gente usando tu rango dentro de la Marina — La peli marrón no dejó de sonreír, pero el tono de su voz iba cargado de una molestia que dejaba helados a los sargentos — Sí tuviera el rango para hacerlo, créanme que ya los hubiera expulsado de la Marina, y haber de que se tiran para intimidar a los civiles. Para su fortuna, no lo tengo, pero sí que no me importaría hacerlos entender a golpes sí así lo requiere — Los sargentos negaron con la cabeza, algo preocupados por las amenazas de la joven.
Uno de ellos estaba por hablar y disculparse, pero no pudo hacerlo al sentir los dedos de las manos de Anko incrustarse con más fuerza en su hombro — Así que… les pediré de manera amable que se larguen de aquí y se reporten conmigo más tarde en la base, saben que merecen un castigo, espero sean responsables y lo cumplan, como buenos SARGENTOS que son — Sin mucho que decir, los marines se levantaron de los bancos y caminaron hasta las puertas de la taberna, saliendo de esta y avanzando a paso rápido hasta la base G-23. El bar ténder agradeció que Anko se encargara de aquellos tipos y aunque quiso regalarle una de las botellas, ella no lo aceptó, solo se limitó a pagar lo que ya había bebido y se retiró del lugar. Después de todo, tenía un reporte que realizar y un castigo que otorgar.