Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
[Aventura] [Aventura T-1] [Autonarrada] La sombra del pasado
Kael
El Fantasma del Mar
Día 2 de Verano de 724

El viento soplaba con fuerza en la costa sur de la isla del Reino de Oykot Un día como cualquier otro, pero para mí, significaba el comienzo de una nueva etapa. La sal en el aire y el murmullo del océano despertaban viejos recuerdos que llevaban años enterrados en lo profundo de mi corazón, recuerdos que intentaba olvidar pero que, en este instante, resurgían con un nivel de intensidad insoportable. Cada ola que rompía contra las rocas parecía susurrar el nombre de Lira, el eco de su risa resonando en mis oídos, pero lo único que podía sentir era el frío vacío que deja la pérdida.

Mi cuerpo, marcado por el dolor y la privación, ahora estaba acostumbrado a cargar con una gruesa sombra que me había transformado en lo que soy hoy: un cazador de sombras. Y es que la vida me había girado como una barca al viento, llevándome a lugares oscuros donde la venganza se convirtió en mi única compañía. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que aquel grupo de matones bajo la bandera de Salazar Stone destrozó mi vida? Demasiado, pero ese tiempo solo había alimentado mi deseo de justicia y caos.

Mientras recorría el bullicioso mercado de la Baja Oykot, con la mirada fija en el suelo y mi capa ondulando tras de mí, percibí la mirada curiosa de unos pocos mercaderes que me observaban desconcertados. Mi cuerpo, aún marcado por una amputación, se movía con una confianza casi intimidante. Muchos se apartaban a mi paso; el peso de mi mirada era suficiente para que algunos se sintieran incómodos. Pero ese no era mi propósito; más bien, buscaba respuestas y un nuevo propósito en el horizonte.

Los rumores de los matones de Salazar Stone habían comenzado a circular de nuevo. Un grupo pequeño, compuesto por tres guerreros de poca monta, quienes se hacían llamar "Los Tres Relámpagos". Eran conocidos por asolar las aldeas cercanas y por su mala fama. Había llegado a mis oídos que uno de ellos se vanagloriaba de haber pasado por mi aldea una vez, delinquiendo como si el caos fuera su segundo hogar. Era el momento de darles un mensaje.

Guiado por la intención de encontrar a los Tres Relámpagos, me aventuré a un bar local, cuyas mesas estaban llenas de matones y soñadores que compartían historias de gloria y tesoros. Me senté al fondo, observando a los bebedores mientras el aroma a ron y sudor llenaba el aire. No pasó mucho tiempo antes de que mi presencia hiciera efecto, y las conversaciones se apagaran, dejando un silencio inquietante en el ambiente.

¿Te gusta la compañía de los fantasmas? —murmuró alguien a mi lado, rompiendo el silencio pesado. Era un hombre de aspecto tosco, con una cicatriz atravesando su rostro. No era uno de los Tres Relámpagos, pero sus palabras revelaban que conocía el territorio.

Estoy buscando a los matones que asolan la región. Dicen que se hacen llamar "Los Tres Relámpagos". Necesito saber dónde se encuentran —respondí, mi voz un susurro grave, como el eco de una tormenta lejana.

El hombre sonrió, aunque había un matiz de miedo en sus ojos.

Hay rumores de que están en el puerto esta noche. Son unos verdaderos monstruos. Te prometo que no querrás encontrarte con ellos.

Un leve estremecimiento recorrió mi brazo derecho, el brazo que aún conservaba, y sonreí con un desprecio apenas contenido.

No me importa lo que sean —respondí—. Lucharon y robaron en mi tierra. Así que daré la cara.

Al caer la noche, me dirigí al puerto. Las sombras se alargaban, y la oscuridad otorgaba a cada rincón un tintineo de misterio. La brisa marina acariciaba mi rostro mientras me acercaba al área donde los rumores indicaban que solían reunirse los Tres Relámpagos. Sin embargo, en ese silencio, un ligero crujido de madera captó mi atención; algunos bandidos me estaban esperando.

Mira quién se ha atrevido a venir. ¿Acaso el lobo ha venido a buscar a los corderos? —el más corpulento del grupo, un hombre alto con un hacha en la mano, se adelantó, riendo con desprecio.

No soy un lobo, sino un cazador —respondí, desenfudando mi espada. La hoja brilló en la oscuridad, reflejando la luz de la luna.

El ambiente se tornó tenso. Sabía que este enfrentamiento no sería fácil; en sus rostros se veía la confianza que provenía de anotar victorias previas.

¿Eres Kael? ¿El desgraciado que perdió el ojo contra los de Salazar?  —preguntó el de la hacha, su risa resonando como un eco de mi dolor—. Te tomamos la medida: un hombre sin un brazo y sin esperanza.

Ignoré sus provocaciones y avancé. El primer ataque se desató: él se lanzó hacia mí con furia, su hacha arcando hacia abajo. Rápidamente, logré esquivarlo, rodando a un lado y asestando un corte en su costado. La sangre brotó, pero él se giró bruscamente, sus ojos ardían en furia.

Mis movimientos eran rápidos, aunque la desigualdad de nuestro enfrentamiento se notaba. Este hombre peleaba con ambas manos; yo, con una sola. Sin embargo, el fuego en mi corazón ardía con una pasión inigualable. Evité su hacha en un par de ocasiones, sintiendo el vórtice de adrenalina correr por mis venas. El frío acero se encontraba con el calor de mi furia; la danza de espadas había comenzado.

No eres el único que sabe cómo pegar. —Dije provocándole, y picó el anzuelo. Me atacó nuevamente, pero esta vez me mantuve firme y respondí con un contraataque; mi sable se deslizó en un giro preciso, el filo arañando la piel dura en su brazo. Un grito resonó en el aire, y eso desató la ira del grupo.

Los otros hicieron su aparición, un par de sinvergüenzas que apenas parecían peligrosos, pero la sangre que sentía en el aire me advirtió que la batalla sería feroz. Agarré la empuñadura de mi espada con fuerza, el sudor haciéndose notar tras el ardor. En este momento de la lucha, no había tiempo para flaquear. Desmarqué mi campo, enfocándome en los tres.

Uno de ellos, un tipo delgado con una daga en cada mano, se lanzó hacia mí. Con reflejos agudos, giré y evité su primer golpe, contraataqué con un barrido hacia su pierna, derribándolo al suelo. Me concentré en el siguiente, mientras el primero trataba de levantarse. El ataque del tercero, un hombre polvoriento con un garrote, se desvió hacia mí. Con un movimiento decidido, le asesté una estocada en el pecho que lo hizo caer de rodillas.

La contienda se intensificó. Había dejado a un lado el miedo, lanzando zancadas para dar rienda suelta al guerrero que había descubierto dentro de mí. Con cada golpe, maquinaba mi próxima jugada, un movimiento tras otro, calculando cada paso como un juego de ajedrez.

¿Te crees un héroe? —gritó el gordinflón herido mientras intentaba recuperar el aliento. Su risa era amarga, como si se burlara de la marea oscura que había surgido entre nosotros.

No soy un héroe, soy un cazador, y esta isla es mi territorio —respondí con determinación, lanzando mi espada en una serie de movimientos artísticamente mortales. Cada corte era un recordatorio de la adversidad que había tenido que enfrentar. Cada herida en mis enemigos resonaba como perteneciente a Salazar Stone.

Finalmente, en un último esfuerzo, los tres atacaron violentamente. Pude sentir cada golpe como si fueran descargas de tormenta, mis piernas se tambalearon, pero no estaba dispuesto a caer. Kuba, el de la hacha, se lanzó nuevamente hacia mí, desesperado por acabarme. En ese instante, me di cuenta de que tenía que arriesgarlo todo.

Con una mezcla de astucia y furia, hice un movimiento arriesgado, aventurándome a dejar un lado la defensa. En un giro, apresé su brazo con fuerza y lo giré hacia atrás, desequilibrándolo. Aproveché esos segundos de sorpresa para asestarle un golpe decisivo con la empuñadura de mi espada, haciéndolo caer al suelo, mientras mis enemigos restantes contemplaban el destino de su compañero.

Uno de ellos, ahora visible por la falta de presencia de su líder, retrocedió; ese fue su primer error. No le di la oportunidad de escapar. Atravesé la distancia con un salto preciso, acorralándolo contra el marco de un viejo barco. Con movimientos rápidos, le hice un corte en el brazo, lanzándolo al suelo. El último, debilitado por el combate, trató de escabullirse, pero ya no había más espacio.

Este es el mensaje para los hombres de Salazar y de cualquiera que intente poner un pie en esta isla —dije, levantando mi espada hasta su cuello. El silencio se hizo absoluto, y mientras la luna iluminaba la escena, supe que había enviado un eco de mi dolor a los rincones del mundo.

Como estaba a punto de dar el golpe final, una brisa fría arreció, y vi reflejado en sus ojos un destello de terror, un claro recordatorio de que el caos siempre merodeaba y que vivir en la sombra de mi propia venganza era una carga que tendría que evolucionar.

Al final, lo dejé con vida, pero sellé las marcas de su ignorancia como un recordatorio permanente de que no me detendría.

Cuando volví a mirar al mar, un nuevo horizonte se abalanzaba sobre mí. Era el momento de seguir adelante, seguir buscando a Salazar y darle un propósito más noble a mi vida. El océano, grande y amplio, seguía intrigante como una promesa de redención. Con un corazón aún lleno de larvas de desdicha, pero con la vista clara, estaba decidido a encontrar la paz en medio del caos, por Lira y por mí mismo. La sombra de mi pasado no iba a definirme ya; en su lugar, la luz de un nuevo futuro brillaría en el horizonte.
#1
Moderador Bon Clay
OKAMA WAY
AVENTURA COMPLETADA CON ÉXITO


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#2


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