Hay rumores sobre…
... una plaga de ratas infectadas por un extraño virus en el Refugio de Goat.
[Autonarrada] [T2] Subasta oculta en Rostock (Parte 2)
Silver D. Syxel
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El sol apenas había salido cuando el capitán despertó en su habitación en la posada de Rostock, sus pensamientos aún enredados en los eventos de la noche anterior. La extraña piedra que había robado seguía siendo un misterio. No tenía idea de qué significaban las inscripciones o por qué parecía tan importante, pero algo en su interior le decía que aquello no era una simple pieza de coleccionismo, sino una clave en un juego más grande.

Después de desayunar en una taberna cercana y revisar la caja una vez más sin obtener respuestas, decidió que era hora de buscar información. No podía regresar a la fuente original, pero había otros métodos, y, si alguien en la isla sabía algo sobre reliquias antiguas, sería alguno de los comerciantes que se movían en los bajos fondos.

El pirata se dirigió al mercado principal, una bulliciosa mezcla de comerciantes, ladrones y oportunistas. El olor del pescado, mezclado con especias exóticas y el humo de las cocinas callejeras, llenaba el aire. Caminó entre los puestos, sus ojos buscando un rostro en particular: uno de los contrabandistas locales, conocido por su trato con todo tipo de objetos raros y antiguos.

Mientras se acercaba a su objetivo, notó algo extraño. Miradas furtivas lo seguían, demasiado insistentes para ser casualidad. Había un cambio en la atmósfera que no se debía solo a la paranoia habitual de su estilo de vida. No estaba solo.

Para confirmarlo, decidió probar algo. Dio un par de vueltas innecesarias por el mercado, deteniéndose en varios puestos sin motivo real. Tres figuras, vestidas con capas negras y capuchas, lo seguían sin siquiera molestarse en disimular. El capitán frunció el ceño, reconociendo que, quienquiera que fueran, no eran simples ladrones. Se movían con decisión, como si este tipo de trabajo no les resultara nada nuevo.

En lugar de continuar con su plan original, optó por llevar a sus perseguidores a un callejón apartado. Si esos tipos querían algo de él, tendrían que ganárselo. Giró bruscamente en una esquina estrecha y se ocultó en las sombras, esperando el momento adecuado. No tuvo que esperar mucho. Los tres encapuchados aparecieron poco después, caminando con la seguridad de quienes se creen en control de la situación.

¿Habéis perdido algo? —preguntó, emergiendo de las sombras con la mano en la empuñadura de su espada.

Las figuras se detuvieron, pero no mostraron sorpresa. En su lugar, el que parecía el líder dio un paso al frente, bajando su capucha para revelar un rostro anguloso y pálido, con ojos que brillaban con un fanatismo enfermizo.

—Buscamos lo que has robado —dijo, su voz profunda y pausada—. La reliquia no te pertenece. Pertenecía a nuestros antepasados, y la necesitamos para cumplir nuestro destino.

Syxel arqueó una ceja. La situación era mucho más extraña de lo que había anticipado.

¿Ah, sí? Pues buena suerte con eso. No tengo intención de entregarla tan fácilmente —respondió, desenfundando lentamente su espada.

El líder hizo un gesto con la mano, y los otros dos se movieron al unísono, rodeando al capitán. No parecía que tuvieran intención de negociar. Eran fanáticos, dispuestos a cualquier cosa para recuperar lo que consideraban suyo.

El espadachín no esperó a que hicieran el primer movimiento. Con un giro rápido, se lanzó contra uno de ellos, su espada cortando el aire con precisión. El encapuchado intentó defenderse, pero no estaba preparado para la velocidad de la que el capitán hizo gala. En cuestión de segundos, cayó al suelo, herido pero vivo.

Los otros dos atacaron al mismo tiempo. El pirata esquivó uno de los golpes, contrarrestando con un rápido tajo que hizo retroceder a su oponente. Sin embargo, el líder resultó ser más habilidoso de lo que parecía. Con una daga en la mano, atacó con movimientos rápidos y certeros, forzando a Syxel a mantenerse a la defensiva.

Mejor de lo que esperaba —gruñó el capitán, bloqueando otro ataque con su espada—. Pero no tengo tiempo que perder aquí.

Con un movimiento rápido, aprovechó un descuido en la guardia del asaltante y lo desarmó, lanzando la daga al suelo y alejándola de un golpe con su bota. Antes de que los demás pudieran reaccionar, Silver golpeó al líder en el estómago con el mango de su espada, dejándolo sin aire.

Esto ha sido divertido, pero tengo cosas más importantes que hacer —dijo con una sonrisa arrogante, observando cómo los otros dos retrocedían para ayudar a su jefe.

Salió del callejón a paso rápido, dejando atrás a los tres fanáticos que aún se retorcían entre el polvo y las sombras. No se giró para comprobar si lo seguían. Ahora, era evidente que no eran rival para él. Lo que realmente le inquietaba no era el ataque, sino el motivo detrás de este. ¿Qué hacía aquella vieja reliquia tan importante como para despertar tanto interés en esos hombres?

Mientras regresaba al mercado, reflexionaba sobre las palabras del líder encapuchado. Frunció el ceño, dándole vueltas al asunto. No solo debía decidir qué hacer con el botín, sino también entender por qué se había convertido en el objetivo de una secta que, a juzgar por sus movimientos y convicciones, no se rendiría fácilmente. En lugar de deshacerse del objeto, su instinto y curiosidad —y quizás un poco su vanidad— lo impulsaban a seguir el rastro, a desentrañar los misterios que lo rodeaban.

Esto podría resultar interesante... —murmuró para sí mismo, mientras sus pasos se detenían momentáneamente al borde de un muelle.

El viento marino le azotó el rostro, despejando un poco la neblina de pensamientos que envolvía su mente. Sí, no podía negar que la curiosidad lo estaba consumiendo, y eso era una sensación que conocía muy bien. Observó el horizonte y el mar extendiéndose frente a él en calma.

Si esos idiotas están tan desesperados por esta piedra, debe haber algo más detrás de todo esto...

Sonrió, sintiendo cómo la adrenalina recorría su cuerpo. Con una última mirada al mar, giró sobre sus talones y se adentró nuevamente en las calles del mercado.
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