¿Sabías que…?
... existe una tribu Lunarian en una isla del East Blue.
Tema cerrado 
[Común] Resaca de bodas [ Asradi/Galhard]
Galhard
Gal
Galhard observaba la genuina alegría en los ojos de Asradi mientras disfrutaba del vino. Su reacción le hizo sonreír y, sin pensarlo, soltó una risa suave y sincera. Verla tan animada, en un estado de auténtico disfrute, le hacía sentirse en paz, como si el mundo se hubiese detenido brevemente para darles ese instante de respiro.

—¡Entonces acepto la responsabilidad de convertirte en toda una experta en vinos! —respondió Galhard con un toque de humor, alzando nuevamente su copa en un gesto cómplice. —Verás, uno de los secretos para disfrutarlo es saber no solo el sabor, sino también los recuerdos y las emociones que te evoca. Y si algún día terminas siendo una conocedora, diré con orgullo que fui el causante.—

Mientras el ambiente festivo continuaba a su alrededor, Galhard saboreó su propio vino con calma, dejando que el calor del licor se deslizara por su garganta. Aquel momento tenía un valor especial. Cada risa, cada mirada de complicidad, y hasta el vino especiado parecían amalgamarse en un recuerdo que no quería dejar escapar. Era consciente de que, como marines, el deber los llamaría tarde o temprano a dejar atrás esos instantes de paz; pero justo por eso le daba tanto valor al presente, a esos pequeños y aparentemente insignificantes detalles que parecían entrelazarlos.

—Sabes, Asradi, nunca pensé que una fiesta en Kilombo terminaría siendo tan... memorable. A veces uno olvida lo importante que es relajarse y dejarse llevar. Y sin duda, tengo que agradecerte por ser parte de este recuerdo. —Se giró hacia ella, manteniendo la mirada un instante más de lo habitual, como si quisiera grabar ese instante en su memoria.

La brisa nocturna comenzaba a refrescar, haciendo que las luces de la fiesta brillaran aún más bajo el cielo estrellado. Galhard observó a los amigos y camaradas que se movían alrededor, algunos ya ebrios y riendo sin control, otros bailando enérgicamente bajo la música animada, mientras él y Asradi compartían aquel instante más íntimo, ajenos al resto.

—Si te soy sincero —prosiguió, su voz volviéndose un poco más baja y reflexiva—, estos momentos me recuerdan por qué vale la pena todo lo que hacemos. Cuando estoy rodeado de gente en la que confío y con quienes puedo ser yo mismo... se vuelve un motivo en sí mismo para seguir adelante, incluso en los días más duros. Como si la vida nos diera estos instantes de paz para que no olvidemos que, después de todo, siempre hay algo hermoso por lo que luchar.

Hizo una pausa, dándole un nuevo sorbo a su copa, dejando que el silencio se asentara, mientras el murmullo de la fiesta seguía de fondo. Luego, con una sonrisa divertida, señaló la copa de Asradi y añadió:

—Y ahora dime, ¿en qué lugar del mundo encontraste un vino que superara este? Porque si no, tendremos que hacer de este un brindis tradicional en cada misión o encuentro que tengamos. —
#21
Asradi
Völva
Asradi tomó un sorbo más de aquel vino especiado. Tenía un sabor que ella nunca antes había probado, por lo que era algo bastante novedoso para ella. De todas formas, disfrutaba todavía más con la fiesta que había alrededor, la gente feliz y disfrutando también. Y la compañía de Galhard hacía un poco más llevadero todo aquello.

A decir verdad, yo no me esperaba que mi llegada a Kilombo terminase de esta manera. — Habían pasado muchas cosas durante el camino, peor no se arrepentía de nada. Bueno, en realidad sí.

Se arrepentía de la persona que había dejado atrás, pero se había propuesto el volver a verle. Arreglar todos sus asuntos para ello. Mientras, disfrutaría de ese momento que estaba teniendo. Uno que ella también necesitaba para relajarse. Ahora podía bajar la guardia aunque fuese por unas horas y, simplemente, ser una más. La sirena saludó con una sonrisa a algunos de sus compañeros que todavía andaban por ahí bebiendo y armando jaleo, en el buen sentido, antes de negar brevemente con la cabeza.

Pero me he encontrado con buena gente y eso es lo importante. También es bueno haberte encontrado a ti también. — Sus caminos volvían a cruzarse, tal y como habían dicho la última vez que se habían visto en aquella playa. — Y, sobre todo, ver que estás bien. ¿Has estado yendo a cenar a aquella playa, entonces?

Recordaba aquel momento. Y como aquella simple comida, tan sencilla y humilde, le había sabido a gloria. También el compartirla. Pero también las palabras reflexivas de Galhard hicieron que ella también se quedase pensando al respecto. Todo lo que había vivido hasta ahora, lo bueno y lo malo, todas las cosas que también había aprendido y, por supuesto, las diferentes personas que se había ido encontrando y conociendo. Unas mejor que otras, pero siempre intentaba quedarse con lo más bonito de ello. Lo importante era atesorar los buenos momentos y, con el resto... Bueno, no desecharlos, pero sí aprender de ellos para no cometer los mismos errores a futuro.

Tienes razón. Al fin y al cabo, lo que nos impulsa siempre a dar un paso adelante no somos siempre nosotros mismos, sino también la gente que nos rodea o la que hemos conocido y ha sido importante en nuestras vidas. — Sonrió suavemente, bajando un instante la mirada hacia el liquido oscuro que todavía yacía en su copa, de manera reflexiva. — Eso también debe recordarnos que, aunque a veces pensemos que estamos solos, siempre hay alguien ahí que nos da ese empujoncito para seguir.

La mirada de la sirena se iluminó por unos momentos. Todo iba encajando poco a poco. Y una risita se le escapó cuando, al final, el pelicastaño le preguntó por el vino. Se sonrojó levemente, pero algo divertida negó con la cabeza.

Es el primer vino que pruebo, si te soy sincera. No he tenido oportunidad antes de hacerlo. — No era una mentira. Durante su época como esclava, ese tipo de cosas le estaban más que vetadas. Y, posteriormente, tampoco se le había dado por el vino como tal.

Sí alguna cerveza y algún que otro licor, pero nada tan costoso como un vino porque no se lo había podido permitir tampoco hasta ahora.

Pero me gusta lo que propones. Un buen brindis cada vez que nos encontremos. — Era un aliciente para volver a reunirse si se daba la ocasión.
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Galhard
Gal
Galhard escuchó a Asradi con una sonrisa que reflejaba la complicidad de aquel momento. Se permitió relajar los hombros, notando cómo el peso del día parecía desaparecer al escuchar las risas y la música de la fiesta que seguía a su alrededor. La sirena, con su manera sincera y la forma en que hablaba de lo importante que era la gente en su vida, le recordaba lo sencillo que podía ser encontrar algo de paz en medio de tanto caos.

—No es tan común encontrar a alguien con quien puedas compartir estos momentos y sentirte... simplemente bien —respondió, tomando un sorbo de su vino y saboreándolo sin prisa —Así que sí, me alegra que nuestros caminos se hayan cruzado de nuevo. Y en cuanto a la playa... —hizo una pausa, soltando una leve risa— sí, he pasado algunas tardes allí, comiendo y dejando que el mar me devuelva la calma. Pero te confieso que no es lo mismo sin compañía.—

La sorpresa de Asradi al mencionar que era la primera vez que probaba vino hizo que Galhard la mirara con una mezcla de curiosidad y ternura. A veces olvidaba lo poco que sabía de su historia, pero había aprendido a respetar los límites que ella misma ponía.

—Bueno, entonces me honra que tu primer brindis sea conmigo —dijo, alzando su copa en un gesto ligero y desenfadado— Puede que este sea el comienzo de una buena tradición. Algo que esperar con ansias la próxima vez que coincidamos.—

El murmullo de la fiesta envolvía sus palabras, y Galhard se dejó llevar por la calidez del momento. No era un hombre que se permitiera muchas distracciones, pero entendía que estos pequeños respiros eran los que le recordaban lo que realmente importaba.

—Sabes, es curioso cómo estas cosas surgen cuando menos las esperas. —Volvió la vista hacia la multitud, donde la risa y la camaradería se mezclaban con la música—. A veces solo necesitas un recordatorio de que no todo en la vida es un deber, que también hay espacio para... bueno, esto.—

Levantó su copa nuevamente hacia Asradi, con una sonrisa que reflejaba la ligereza del momento.

—A los encuentros inesperados y a las tradiciones recién nacidas —dijo, chocando su copa con la de ella.

El sabor especiado del vino le recordó que había momentos que debían disfrutarse por lo que eran, sin pensar demasiado en lo que vendría después. Y con Asradi a su lado, por un rato, todo parecía estar en su lugar.
#23
Asradi
Völva
Galhard tenía razón. Pocas eran las ocasiones y, sobre todo, las personas, con las que Asradi podría compartir un momento como ese, de tranquilidad y confianza plena, sin tener que preocuparse por nada más. La sirena sonrió de manera suave, pensando no solo en este hecho, sino también disfrutando de ese instante que, seguramente, tendría en muy pocas ocasiones.

Me gusta como suena. Creo que es una tradición que me gustaría mantener. — Le sonrió cálidamente al pelicastaño mientras daba otro comedido sorbo al vino que, todavía, yacía en el interior de su copa.

Volvió a paladear el líquido como tal. Estaba dulce y especiado. Era la primera vez que probaba algo similar y no le desagradaba del todo. Alrededor de ambos, la fiesta continuaba, e incluso se terminaría alargando los días posteriores pero, mientras, podrían disfrutar de la calma compañía el uno del otro. Y también de los demás. Entendía que él, como parte de la Marina, había venido también a inspeccionar y a cuidar de que todo estuviese en orden, aunque hubiesen sido invitados. Que tuviese, ahora, un momento de asueto, también le vendría bien para desconectar. Simplemente para disfrutar.

Asradi le sonrió animada, notando como el alcohol calentaba su pecho y su cuerpo. No estaba borracha, ni mucho menos, y aguantaba bien ese tipo de bebidas, por norma general. Pero quizás era el ambiente festivo lo que le provocaba, más bien, esa sensación de bienestar. De que ya no estaba sola.

Ese pensamiento le arrancó una nueva sonrisa. Y una sensación de cercanía como no había sentido en mucho tiempo le invadió. Al menos por un rato, por ese momento.

De hecho, las mejores cosas suelen suceder cuando uno menos se lo espera. Creo que es más gratificante en ocasiones. — Le dedicó una cálida y dulce al pelicastaño antes de alzar de nuevo la copa en un nuevo brindis y tomando un nuevo trago. — Y porque sea una tradición muy duradera. Y por nuevos reencuentros. — Dijo con una sonrisa suave, dejando ya la copa vacía sobre un barril lleno que había en aquella zona. De momento ya iba completa con el tema de bebidas. Y no quería emborracharse mal delante de Galhard. Sería demasiado vergonzoso.

Pero estaba feliz, contenta. Aunque su corazón todavía anhelaba a alguien, por una vez en su vida podría decir que no le faltaba casi nada. Que no tenía miedo a nada de lo que se le pusiese por delante.
#24
Galhard
Gal
Galhard observó cómo la luz de las antorchas se reflejaba en el mar, dándole un brillo dorado y ondulante. Los ecos de risas y conversaciones envolvían la escena, pero en ese momento, sentía que todo se había ralentizado un poco, como si el tiempo se hubiera detenido solo para ellos. A lo lejos, la música subía y bajaba en ritmo, una melodía alegre que contrastaba con la marea tranquila que lamía suavemente la orilla.

Inspiró profundamente, dejando que el aire salado se mezclara con el aroma especiado del vino que acababan de beber. Miró de reojo las figuras danzantes, la gente que había encontrado motivos para celebrar y olvidarse, aunque fuera por un momento, de las incertidumbres del mundo exterior. Ese tipo de momentos eran raros y preciosos, y Galhard sentía un extraño y renovado agradecimiento por estar ahí para presenciarlos.

Levantó la vista hacia el cielo, donde las estrellas comenzaban a brillar con más intensidad. El rumor de las olas y el calor de la arena bajo sus pies le daban una sensación de pertenencia que, de alguna manera, le resultaba inesperada pero bienvenida. Giró la cabeza y, por un instante, sus pensamientos lo llevaron de vuelta a la misión, a las veces en que las noches eran momentos de alerta y no de descanso. Sin embargo, esta era una de esas noches diferentes, una en la que podía recordar que, incluso siendo parte de la Marina, también era un hombre, alguien que podía permitirse un momento de paz.

Bajó la mirada y dejó que sus ojos se posaran en los detalles del lugar: las mesas con restos de comida, los barriles de bebida, las pequeñas velas parpadeantes que iluminaban los rincones. La vida en la isla Kilombo tenía su propio ritmo, uno que, aunque estaba lleno de desafíos y peligros, también se prestaba para estos instantes de conexión y disfrute.

Con una sonrisa más amplia y relajada, Galhard miró a los demás marines y a la gente del pueblo, algunos de los cuales lo saludaban levantando sus copas en un gesto amistoso. Respondió con un asentimiento y alzó su copa vacía, recordando que, en ocasiones como esta, no importaban los rangos ni las alianzas, solo el hecho de compartir el mismo espacio, el mismo momento.

Sintiendo una chispa de curiosidad, se inclinó hacia adelante y comentó, con un tono que buscaba romper cualquier pensamiento serio que pudiera haber quedado en el aire:

—¿Te imaginas cómo recordaremos esta noche dentro de unos meses? No como un evento destacado en un informe, sino como una de esas historias que cuentas cuando la nostalgia aprieta.—

Dejó la pregunta abierta, no esperando necesariamente una respuesta, sino más bien una reflexión compartida, un preámbulo para que la noche continuara fluyendo de manera natural, sin presiones ni expectativas. Era una invitación a dejar que la magia de la noche siguiera su curso, con la promesa de que, en ese espacio, todos eran libres de ser ellos mismos.
#25
Asradi
Völva
Poco a poco el ambiente le ayudaba a relajarse más. Galhard también lo hacía con su excelsa y cálida compañía y, en general, ver como un montón de gente bastante dispar estaba en armonía, comiendo y bebiendo, compartiendo y disfrutando también de la fiesta, le generaba esa tranquilidad que la hizo sonreír de manera breve. Ya sin la bebida, Asradi se acomodó, de un saltito sobre un barril cercano. Estaba lleno, así que el objeto no se desestabilizó cuando la sirena se sentó. Por fortuna, aunque la cola le “colgaba”, la prenda que usaba a modo de disfraz la disimulaba perfectamente. Era un adorable sushi, todo sea dicho. Al final, había aceptado mayoritariamente el disfraz que había tenido que comprar para aquella ocasión y, si tenía que ser sincera consigo misma, se lo estaba pasando bien incluso.

A su alrededor la gente iba y venía, se reía, cantaba y bailaba. Compartía sus preocupaciones o sus anécdotas con otros, fuese conocidos o no. Unos estaban más borrachos que otros pero, generalmente, el ambiente estaba siendo bastante bueno y festivo. La sonrisa de Asradi se dulcificó mientras contemplaba, con una mezcla de añoranza y calidez al mismo tiempo, el lugar y todo lo que estaba sucediendo.

Distinguió a Ubben a lo lejos, a Airgid y a Ragnheidr también por ahí. La mirada oceánica de la sirena se tornó más cálida hacia ellos, con confianza. Porque era eso, habían sido ellos quienes la habían traído hasta ahí, quienes habían conseguido que, poco a poco, fuese saliendo de su caparazón. Les tenía mucho aprecio.

Cuando Galhard se inclinó hacia ella, Asradi le dió un toquecito suave en la frente con los dedos. Un gesto de confianza y también con cierto grado de cariño, antes de apartarle un par de mechones castaños y, posteriormente, también separar su mano de dicha zona, volviendo a dejarla en reposo en su propio regazo.

Simplemente como un evento de la vida. Un momento de desahogo y de fiesta como personas normales y corrientes. — Eso era también lo que más le gustaba a ella pensar. Aunque tuviese que esconder, a ojos ajenos, su cola de sirena disimulada tras aquel disfraz. Un pequeño secreto que solo unos cuantos conocían. Aquellos en los que Asradi más confianza tenía.

Regresó su mirada sobre Galhard, a quien le sonrió de manera más dulce incluso.

Y quizás no solo cuando la nostalgia apriete, sino cuando, únicamente, necesitamos recordar algo bonito. O un momento divertido. — Ella tenía esa esperanza, al menos. De poder seguir compartiendo momentos como eses a futuro. Con Galhard o con más gente.
#26
Galhard
Gal
Galhard dejó escapar una risa suave ante el toquecito en la frente que Asradi le dio, sorprendido por el gesto cálido que lo tomó desprevenido. Había algo reconfortante en esa sencillez, en cómo compartían sin palabras ese pequeño instante de tranquilidad, rodeados por el bullicio de la fiesta que continuaba a su alrededor.

Mientras observaba a la sirena sentada sobre el barril, en su disfraz de sushi, no pudo evitar pensar en lo único que era ver a alguien tan fuera de lo común adaptarse y encontrar paz en un lugar lleno de humanos y marines. El disfraz, aunque gracioso, parecía haber hecho su magia: un recordatorio humorístico de que, en esa noche, las diferencias se disimulaban y todos podían dejarse llevar por la despreocupación.

Al escuchar las palabras de Asradi, notó cómo su tono se tornaba nostálgico. Esa perspectiva, la de que un simple momento pudiera conservarse en la memoria como un fragmento de alegría sin pretensiones, lo hizo reflexionar. Cuántas veces en su vida de marine había pasado por lugares y personas sin realmente detenerse a valorar esos instantes de calma que también merecían un espacio en su historia. Asintió, sintiendo que su compañía en esa noche también lo ayudaba a ver las cosas desde una óptica distinta.

—Tienes toda la razón. A veces nos olvidamos de que también somos personas comunes, más allá de cualquier rango o deber —comentó, su voz tranquila mientras sus ojos se posaban en el horizonte, donde las primeras estrellas comenzaban a asomarse sobre el mar —Quizás eso sea lo que haga estos momentos aún más valiosos. La certeza de que son simples, y al mismo tiempo, únicos.—

Observando el ambiente festivo que envolvía la playa, le pareció como si el tiempo se hubiera suavizado, dándoles un respiro. Era el tipo de instante que, como bien decía Asradi, valía la pena recordar, no solo por nostalgia, sino para tener algo a lo que aferrarse cuando la vida se volviera más difícil. Los amigos y conocidos que compartían aquella celebración, los lazos que formaban sin esfuerzo alguno, parecían ser más fuertes de lo que cualquier batalla podría crear.

De pronto, una pequeña explosión de risas y luces llamó su atención desde la orilla, donde unos marines y pobladores habían comenzado a lanzar faroles al agua, iluminando las olas con un suave resplandor que danzaba sobre la superficie. La escena parecía mágica, y él se dejó llevar por el momento, guardando el recuerdo de aquella luz reflejada en las olas y en la sonrisa de quienes lo acompañaban.

Galhard miró a Asradi una vez más, y levantó su copa en un gesto sencillo y honesto.

—Que estos momentos de paz se repitan siempre que podamos. — Sus palabras no buscaban ser grandilocuentes, sino más bien un simple deseo de que aquella noche, con su sencillez y su calma, pudiera convertirse en un recuerdo que les diera fuerza para seguir adelante.

Bebió el último sorbo de su copa, sintiéndose agradecido por poder experimentar algo tan puro y simple en medio de una vida que, en tantas ocasiones, lo había desafiado.
—Vayamos a mirar si aún queda marisco de la boda, con el vino me ha vuelto a entrar hambre—Dijo abruptamente, como si aquel pensamiento hubiese conectado con su cerebro sin darle tiempo a pasarlo por algún filtro
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Asradi
Völva
Eso era verdad. En muchas ocasiones, las personas que sentían que tenían un deber o incluso un cargo importante o meritorio se olvidaban de que, tras eso, seguían siendo personas que sentían y padecían. Y no solo eso, sino también estaba el hecho de que el resto del mundo pudiese verles como un referente, sí. Eso no era malo siempre y cuando la intención fuese la de ayudar o la de inspirar. Pero muchas veces esas mismas personas los deificaban de tal manera que, a veces, les exigían más que a sí mismos. Volcando no solo sus buenos pensamientos, sino también sus frustraciones. Todo debía ser en su justa medida, al fin y al cabo.

Por eso, Asradi estaba también de acuerdo con lo que Galhard decía. Todo tenía que tener su momento. Como respuesta, se le dibujó una suave sonrisa. Quizás, poco a poco, y con la gente adecuada, se pudiese hacer un mundo mejor. Ayudar a otros a liberarse de sus cadenas y de la opresión del Gobierno. No tenia nada en contra de la Marina como tal, pero era consciente que la corrupción estaba en todos lados, sin distinción.

No era un tema del que le agradaba hablar, la verdad, porque eso implicarían preguntas sobre su opinión o sobre sí misma que prefería no sacar a la luz. No de momento, al menos. Por fortuna, la conversación se desvió cuando varias risas se elevaron, escandalosas y felices, en el aire. Y los farolillos comenzaron a iluminar la orilla de la playa según los iban liberando sobre el vaivén suave de las olas.

Si, y que sean duraderos. Ojalá más personas pudiesen disfrutar de momentos como estes. — Murmuró, pudiendo ser incluso audible para el pelicastaño. Porque era consciente de que no todos tenían ese privilegio, por desgracia.

Tras brindar una vez más con Galhard, aunque ella ya se hubiese terminado su copa, asintió a sus palabras. Todo aquel momento filosófico y el vaivén de la fiesta le estaban abriendo notoriamente el apetito.

La mención de los mariscos hizo que sus ojos brillasen. Amaba los mariscos.

¡Vamos! Seguro que podemos hacernos con algo sabroso. Y, si no... — Se irguió, mientras ya se disponía a acompañarlo, adentrándose más hacia el jolgorio de la fiesta y la celebración. — Siempre puedo ir a buscarlo yo recién fresquito. — Le guiñó un ojo mucho más animada animada que antes.

Una vez ya entre el tumulto, Asradi y Galhard fueron escabulléndose hacia la cocina. La sirena estaba también hambrienta después de tanto alcohol. Y era consciente de que aquello era tan solo el principio. No tardó en atisbar una buena bandeja de mariscos variados y antes de que otro grupo de marines se la agenciase, Asradi se la quedó para ella, muy tranquila, delante de sus propias narices.

Listo, para nosotros. — Sonrió, muy quitada de la pena.
#28
Galhard
Gal
Galhard observó a Asradi mientras hablaba, disfrutando de la tranquilidad que la rodeaba en medio del bullicio de la fiesta. Cada uno parecía tener una razón para estar ahí esa noche, y Asradi, con esa mezcla de misterio y calidez, despertaba su curiosidad de una manera genuina. Era difícil saber qué la había llevado a Kilombo, un lugar tan particular, en el que tanto marines como habitantes encontraban a veces un respiro, y otras, un desafío.

Tomó un nuevo trozo de marisco y lo saboreó lentamente antes de mirar de nuevo a Asradi con una sonrisa relajada. La atmósfera de la fiesta parecía haberlos envuelto en un pequeño refugio donde las preocupaciones del mundo exterior, aunque presentes, se sentían lejanas.

—Siempre he pensado que hay lugares a los que uno llega por un motivo, aunque al principio no lo entienda —dijo, intentando invitarla a abrirse sin hacer presión—. Kilombo no es el típico lugar de paso, ¿no crees? No muchos terminan aquí sin tener algo en mente… un propósito o incluso solo una necesidad de desconectar, ya que no es tu primera vez por aquí quizás te hayas dado cuenta.—

Al decir esto, lanzó una mirada rápida hacia el mar, como si buscara en él la respuesta a sus propias palabras. Volvió a Asradi, con la esperanza de que pudiera sentirse cómoda compartiendo, aunque fuera solo una anécdota. Era consciente de que Kilombo reunía a personas con historias de vida tan diversas como las olas que rompían en su orilla.

Tomó aire, y con un tono más ligero, añadió:

—Por mi parte, ya sabes que terminé aquí por asignación de la Marina. Un destino curioso, pero he aprendido a valorarlo. La vida en el mar es algo que me resulta natural, pero en Kilombo… es como si cada rincón tuviera algo que enseñarte, incluso cuando uno cree que ya lo sabe todo. Una boda entre un tonttata y una mujer octogenaria — Galhard lanzó una breve risa aún asombrado por el evento

Mientras seguía hablando, se dio cuenta de que realmente disfrutaba de la conversación. Aquella noche, le resultaba fácil desconectar de las formalidades y roles. Asradi parecía comprender esa necesidad, y eso le generaba un tipo de comodidad que pocas veces encontraba. La compañía y la espontaneidad de aquella velada tenían algo que no experimentaba con frecuencia.

Finalmente, tomó un trago de la bebida, dejando que el sabor se mezclara con el frescor de la noche. Después de unos segundos, le preguntó con un tono afable y casi de confianza:

—¿Hay algún sitio o algún lugar aquí a parte de Kilombo donde te sientas a gusto? A veces, un rincón favorito revela mucho de por qué uno llega a un lugar, ¿no crees?—
#29
Asradi
Völva
Una vez se hicieron con más bebida y, sobre todo, comida, encontraron un buen lugar para continuar disfrutando de los manjares y, al mismo tiempo, de la alegría de la fiesta que continuaba. Y, por las pintas que tenía, seguiría haciéndolo durante varias horas más adelante. Asradi le hizo un gesto sutil a Galhard y ella apoyó la bandeja de mariscos sobre un barril que usó a modo de mesa para ello. Se hizo con una gamba bastante grande, la descabezó y degustó el interior de la cabeza junto con su sabor a mar y sus proteínas, con la mayor naturalidad y elegancia. Tenía un sabor profundo y fuerte, y le encantaba.

Yo llegué a Kilombo por casualidad. — Se encogió levemente de hombros, mientras se chupaba sutilmente el dedo índice, degustando el jugo de la cabeza de la gamba que se le había escurrido por dicha falange. — Generalmente me oriento bien en el mar, pero a veces las tormentas o las corrientes son demasiado intensas. Al menos si quedo varada no tengo tantos problemas como los de la superficie. — Sonrió un poco divertida con ese detalle.

Acto seguido, y disfrutando de la conversación que todavía mantenía con Galhard, continuó con su ágil desmembramiento de la pobre gamba. Era de buen tamaño, así que tenía bastante carne. Separó el caparazón con los dedos, de la misma manera que lo haría un experto cirujano con un bisturí, y extrajo la carne de la cola. Se deshizo del caparazón como tal y se llevó el bocado, degustándolo con sumo agrado. Incluso se le iluminaron ligeramente los ojos.

¿Ya has probado esto? ¡Está riquísimo! — Vale, no era lo mismo que comerlas recién atrapadas, pero estaban bien cocinadas al menos. En su punto y con la justa cantidad de sal.

Tras chuparse nuevamente los dedos, en un gesto inconscientemente coqueto, se hizo con otra gamba. Había bastantes, así que los dos podrían ponerse las botas con los mariscos. Y a la sirena le encantaban. La mención de la boda en sí le hizo reírse un poco. Era verdad que la pareja en sí era bastante llamativa y estrafalaria, pero... ¿Qué más daba? Si ambos estaban contentos, eso era lo realmente importante.

Alguien se acercó con otro par de copas que, al menos, Asradi no rechazó, y se hizo con una de inmediato. ¿Cuánto tiempo hacía que no podía beber y comer hasta reventar? Al menos no con tanto relajo y tanto disfrute. Por primera vez en mucho tiempo, deseaba que ese día no se terminase.

Al menos ellos son felices, sin importar la diferencia de edad o de raza. Mucho hay que aprender de ellos. — Muchos deberían hacerlo, en realidad. Era lo que pensaba mientras veía, a lo lejos, a los dos festejados disfrutando, a pesar de la edad y las diferencias, de aquella celebración en su honor.

La sonrisa de la sirena se dulcificó levemente, antes de suspirar y centrarse en pensamientos más positivos, al menos.

Yo provengo del North Blue. A veces me gustaría regresar con los míos. — Hubo un deje de nostalgia, ese cambio sutil en su tono de voz al mencionarlo. Así como el remordimiento de haberles dejado atrás aunque no hubiese sido algo voluntario como tal. — … Pero todavía no es tiempo. Hay cosas que debo arreglar antes.

Y no quería involucrar a nadie más por todo el equipaje que aquello significaba.
#30
Tema cerrado 


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