Hay rumores sobre…
... que en una isla del East Blue, hay un prometedor bardo tratando de forjarse una reputación. ¿Hasta dónde llegará?
[Aventura] La reconstrucción del pueblo [Parte 2] [T5]
Lemon Stone
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El pueblo costero de Ushu sufrió un ataque por parte de los Piratas de Sentis. El sorpresivo asalto causó pérdidas materiales, tales como casas derruidas y objetos de valor robados, y estos temibles criminales secuestraron a la esposa de Lautaro, el alcalde del pueblo. Junto a otros soldados y separado de tu brigada, fuiste enviado hace unos días, tú dirás cuántos, para entender mejor lo que ha pasado y ayudar al pueblo a prepararse para otro posible asalto de los Piratas de Sentis.
 
Sin embargo, tu estadía en el pueblo costero de Ushu no fue como la esperabas. A los pocos minutos descubriste que la gente actuaba extraño, como si estuvieran poseídos por una fuerza superior, o inmersos en un estado mental inducido por alguna sustancia natural o sintética. Comenzaste a investigar y descubriste un bosque con unas flores exóticas, diferentes a todas las que hubieses visto en tu vida. En vez de detenerte, fuiste más allá y descubriste un laboratorio secreto en mitad del bosque. En este, recogiste evidencias de experimentos con seres humanos y, posiblemente, otras razas. En medio de tu investigación, fuiste atacado por una figura femenina con fuerza sobrehumana y presa de los efectos de la hoja. Luchaste contra ella y otros dos matones de barrio, y al mismo tiempo que te enfrentabas a la figura en el laboratorio secreto, el pueblo fue atacado por los Piratas de Sentis.
 
Eso es más o menos lo que ha pasado hasta ahora. Como soldado responsable que eres, reportaste los descubrimientos a tus superiores y… ¿Les entregaste la evidencia de los experimentos o te la quedaste tú? Recuérdamelo, por favor. Al principio, tus superiores mostraron un interés ferviente por desenredar el misterio del pueblo costero de Ushu, pero con el paso del tiempo ese interés original terminó en nada y actualmente evitan hablar del asunto. Tú y el resto de los marines que asistieron al pueblo costero de Ushu recibieron la orden de retirarse y perseguir a los Piratas de Sentis en Alta Mar, con la prohibición absoluta de acercarse a las costas de la isla.   
 
Particularmente, recibiste una amonestación escrita por desobedecer la orden directa de un superior y actuar de manera independiente, firmada por un comodoro cuyo nombre te cuesta leer. El caso es que te responsabilizan de los daños sufridos por el segundo asalto. Imagino que todo esto a ti te da un poco igual, pues has vuelto a la isla. ¿Le has dicho a alguien o nadie sabe tu ubicación? Bueno, ya me dirás tú.
 
Ya conoces más o menos el pueblo y eres libre de elegir por dónde comenzar. ¿Quieres desenredar los misterios relacionados con la figura y el laboratorio secreto, o intentar darle caza a los Piratas de Sentis? ¿Te gustaría visitar el laboratorio, la casa del alcalde o algún sitio en particular? Házmelo saber y procederemos.


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#1
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Nowhere | Fénix
Personaje


Día 25 de Verano del 724

No descartaba que mis decisiones me pudiesen meter en un buen lío. De hecho, era más que probable. Había dejado que el barco partiese sin mí en busca de los Piratas de Sentis. Las velas se habían perdido a lo lejos y yo me había quedado en la zona de Ushu. Sí, me había vuelto a escaquear, pero en aquella ocasión era por un motivo bien diferente. Al menos eso me decía para justificar la entereza con la que debería aguantar el rapapolvo que viniese más adelante... o las consecuencias que hubiese, fueran cuales fueran. Por desgracia, me encontraba en una de esas situaciones en las que las órdenes y la cadena de mando se enfrentaban a lo que consideraba justo y necesario. Me había visto obligado a dejar a aquella mujer en el laboratorio —o eso suponía que era—, perdida y completamente ida. Del mismo modo, lo que había visto me había dejado claro que allí habían cometido atrocidades con personas que se encontraban vivas en el momento de su llegada. No, si simplemente me hubiese dedicado a acatar órdenes y silenciar mi conciencia me habría fallado a mí mismo y habría fallado al resto de mis compañeros. Tal vez hubiese quien quisiese tachar mi conducta de histriónica, de ser alguien que buscaba llamar la atención como fuese o dárselas de héroe, pero me gustaba pensar que no había nada más lejos de la realidad.

En definitiva, había empleado mis dotes para librarme de las responsabilidades para evitar subir al barco, dejar que zarpasen sin mí e intentar resolver lo que se me antojaba verdaderamente relevante: el enigma del propio pueblo. Considerar que la extraña conducta de los lugareños, la planta y el gas, la actitud del alcalde y la aparición de los piratas eran elementos separados me resultaba un tanto inocente. Habitualmente, cuando tantos sucesos se daban a la vez en el mismo lugar había un nexo común entre ellos. El hecho de que nadie quisiese mirar hacia aquel enigma me invitaba a sumergirme más en él, independientemente de las consecuencias o el resultado final.

¿Qué debía hacer? Mientras me encaminaba hacia el propio pueblo, repasé mentalmente cuáles habían sido mis últimos pasos tras abandonar el laboratorio y a la mujer. Había encontrado un destacamento marine completamente derrotado, pero eso no había mermado mi ánimo. Había compartido con mis superiores toda la información que tenía; la veraz y la que había elucubrado a base de sospechas y deducciones. Inicialmente había tenido muy buena acogida, pero, como burros con una zanahoria delante, no habían tardado en dar de lado aquella parte del problema para centrarse en los barquitos. En la ignorancia se vivía mucho más feliz y menos preocupado, eso seguro. Fuera como fuese, les había entregado libros, hojas y muestras de todo lo que había encontrado. No obstante, me había asegurado de quedarme alguna muestra de la extraña planta por si me pudiera ser necesaria en algún momento. La mantenía guardada en un pequeño estuche, siempre conmigo por si en algún momento podía obtener algo más de información de ella. En cuanto a los libros que había rescatado, los había dejado todos en posesión de mis jefes. Aunque pudiesen serme útiles, no tenía modo de interpretarlos o saber si en ellos había información relevante o útil a corto plazo. Seguro que ellos podrían darle mejor uso.

No era un mal resumen, no. Fuera como fuese, después de la partida de mis compañeros me había tomado unas horas para evaluar cuál debía ser mi siguiente paso. Podía perseverar e intentar entrar de nuevo en el laboratorio, pero nada me aseguraba que no lo fuese a encontrar vacío y desolado. Tampoco me terminaba de disgustar la opción, la verdad, porque la pobre mujer se había quedado allí, como el trastornado perro guardián de unas bestias más inhumanas que ella.

Pero no. Inicialmente, con el afán de intentar solucionar la incógnita de las plantas y volver con mis compañeros para el momento de la batalla me había dejado muchos cabos sueltos a mis espaldas. Volvería a aquel lugar y haría lo necesario para zanjar el asunto, pero antes debía enmendar todo lo que había hecho mal antes. Empecé por el alcalde. Se había mostrado evasivo y había tenido bastante claro que me ocultaba algo al poco de iniciar la conversación. Del mismo modo, su asistenta, ama de llaves o lo que fuese me había mirado en más de una ocasión de una manera extraña. Tal vez debía haber insistido a Lautaro y haber sondeado mejor a aquella empleada, pero con la premura del inminente conflicto no lo había hecho. Sí, ése sería mi siguiente paso.

Deambulé por las maltrechas calles del pueblo costero de Ushu, pasando entre los restos materiales del ataque lanzado por los Piratas de Sentis. A pesar de que los edificios semiderruidos y a medio calcinar permitían intuir muy bien la distribución que las construcciones tenían en la zona, tardé más de la cuenta en dar con mi objetivo. Vamos, que me lo acabé topando de pura casualidad... La orientación y yo nunca habíamos sido los mejores amigos. Finalmente llegué a la residencia del hombre y me dispuse a golpear con vehemencia la puerta. Teníamos una conversación pendiente.
Inventario
#2
Lemon Stone
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Como bien recordarás, la casa del alcalde es un edificio grande y ubicado lejos de la playa. Está levantada con dos grandes pilares de roca gris que mantiene una fachada de madera labrada con sumo detalle. Te detienes frente a la puerta y, como bien dices, la golpeas con vehemencia. No sucede nada, por lo que debes insistir. Nada. Como imagino que no te darás por vencido, tocas una tercera vez.
 
La puerta se abre con lentitud, las bisagras chirriando por falta de mantenimiento. Cuando está totalmente abierta, enfrentas unos ojos inquisidores y sospechosos. Te recibe la asistenta del acalde. Tendrás unos sesenta años más o menos, cabello canoso y es bastante pequeña, considerablemente más baja que tú. Lleva un delantal puesto y te mira a través de unos anteojos de cristal bien tratado. Desprende un olor particular, una especie de aroma dulce y fresco al mismo tiempo.
 
-Ah, eres el soldado -dice con tono despreciativo-. ¿Te quedarás mirándome como si fuera una maldita prostituta o vas a entrar? No tengo todo el tiempo del mundo. Entra de una buena vez, maldita sea.
 
¿Es idea mía o su actitud ha cambiado considerablemente hacia tu persona? Recuerdo que la última vez no fue tan… grosera. Mucho menos usaba palabrotas. En fin, puede que haya tenido un mal día.  
 
-Ven, sígueme -te ordena una vez estás dentro de la casa-. El alcalde quiere hablar contigo.
 
Una vez más entras a la oficina del doctor Lautaro. Lleva su cabello azabache desordenado en una melena sobre las orejas y hasta los hombros, y te mira con sus ojos marrones. Se nota… cansado, lo puedes ver en las oscuras bolsas que han aparecido bajo sus ojos. La oficina está más desordenada de lo que recuerdas y, cómo no, notas cierto aroma dulce y fresco similar al que percibiste en la asistenta.
 
-Los tuyos nos abandonaron a nuestra suerte. ¿Qué haces aquí? -te pregunta directamente. Tiene el semblante serio y te mira con desagrado, como si lo hubieras ofendido profundamente de una manera u otra-. ¿No prometieron que rescatarían a mi esposa y detendrían a los Piratas de Sentis? ¡¿Dónde está Emma, soldado?! ¡¿Dónde está mi esposa?! -te pregunta, levantándose de golpe y golpeando el escritorio de madera.
 
No sabes si solo ha sido el golpe del alcalde sobre la mesa, pero pareciera ser que acabas de escuchar un sonido seco y efímero proveniente de… ¿De dónde exactamente? ¿Puede que de abajo?
#3
Atlas
Nowhere | Fénix
Aquella vez se hicieron de rogar. No fue hasta la tercera vez que llamé insistentemente a la puerta que alguien tuvo a bien abrirla. Era, de nuevo, la asistenta, aunque no parecía ella. Empleó un tono de lo más hosco y desagradable para, más que invitarme a entrar, empujarme con sus palabras hacia el interior. Tal vez aquella fuese otra conducta extraña más que añadir a la lista. Las personas no cambiaban su forma de ser así como así, de la noche a la mañana y sin una causa aparente. Mucho menos alguien de su edad. Aun así, la impertinencia de aquella mujer me pareció fuera de lugar.

—Pues haga bien su trabajo y no tarde tanto en abrir, señora —repliqué. Tal vez no fuese la mejor respuesta posible en un entorno potencialmente hostil y en medio de una investigación que no sabía muy bien por dónde coger, pero me salió del alma.

Fuera como fuese, la mujer tuvo a bien dejar de comportarse como una cretina —al menos abiertamente— y conducirme al despacho del alcalde. A decir verdad, tenía varias cosas que dejarle claras. El muy condenado me había dado información a medias, me había engañado o a saber qué demonios había hecho, pero lo cierto era que había demasiadas incongruencias entre lo que me había dicho en un primer momento y lo que había encontrado después.

Tal vez yo estaba enfadado, pero él no se quedaba corto. Apenas había puesto un pie en el interior de su despacho cuando comenzó a proferir reproches y acusaciones hacia mí y la Marina. Podía entender hasta cierto punto su frustración. Había solicitado ayuda y se le había dicho que se rescataría a su mujer, pero allí estaba, con el pueblo en un estado lamentable y sin rastro de su esposa. En otra situación, si no nos conociésemos de nada y yo acabase de llegar, tal vez me habría tocado agachar la cabeza y pedir perdón en nombre de la Marina aunque yo no fuese el oficial al mando. Pero no. Me había topado con un laboratorio secreto en su isla, el cual estaba relacionado con una misteriosa planta que él también investigaba —vaya casualidad— y todo me hacía pensar que sabía muchas cosas más de las que me decía.

Por un momento, en mi mente se encendió una luz al recordar a la mujer bestia que protegía el laboratorio. No, no era posible. ¿O sí? ¿Podría ser ella Emma, la mujer del alcalde? En teoría había sido apresada por los piratas, así que no debería ser posible, pero si aquel sujeto mentía igual en todo no podía descartar ninguna posibilidad. De cualquier modo, me guardé mis consideraciones en cuanto reparé de nuevo en la mirada de reproche que me dirigía. Me estaba jugando el tipo por desobedecer una orden directa para que un mentiroso me acusase de según qué cosas, así que estallé.

No me había sentado y, a decir verdad, no lo hice. Di dos pasos hacia el tipo, quedándome al otro lado de la mesa y clavando en él mis ojos. Al igual que había hecho él, alcé el puño y golpeé la mesa que nos separaba con furia. Como no podía ser de otro modo, se rompió por la mitad y cada uno de las mitades quedó con un extremo en el suelo.

—Estoy aquí porque dije que ayudaría a su pueblo y aún no he podido hacerlo. Por eso he desobedecido una orden directa, la de ir en busca de los piratas al mar, para quedarme en su pueblo y subsanar el error que creo han cometido mis superiores. Ellos deciden, no yo —respondí de manera tajante, con la mesa rota a mis pies y un tono de voz sorprendentemente calmado—. Estoy aquí porque no puedo descartar que su esposa se encuentre más cerca de lo que todos piensan y, de ser así, si yo también me fuese nadie más les podría ayudar. Estoy aquí porque me encontré con una mujer trastornada que me condujo a un laboratorio en el que vi cosas que preferiría no haber visto y pensé que jamás llegaría a ver, alcalde. Estoy aquí porque ese laboratorio está en su isla, alcalde, y no demasiado lejos de aquí, y se supone que tengo que asumir que usted no sabe nada. Estoy aquí porque encontré evidencias de que en ese laboratorio se trabaja con las mismas plantas que usted investiga, ¡alcalde! ¡Y estoy aquí porque quiero que me diga por qué demonios le dijo a los habitantes del pueblo que no mencionasen nada con respecto a las plantas cuando parece que todo lo que está sucediendo aquí tiene que ver con ellas! —Hice una pausa momentánea—. ¿Podría enseñarme una fotografía o un retrato de su mujer? Me ha pedido que busque a una persona y ni siquiera me ha dicho cómo es —finalicé, recuperando el tono calmado del inicio.

Dejé que mis últimas palabras quedasen flotando en el aire mientras mis pupilas taladraban las del alcalde. Lo último que iba a permitir era que aquel tipo me intimidase cuando me estaba dejando la piel y jugando el pellejo por él y por su pueblo. Sí, también había percibido una suerte de sonido extraño después del porrazo del alcalde, aunque no había conseguido identificar demasiado bien de dónde provenía. Por el momento tal vez fuese mejor hacer como que no había escuchado nada y dejar que mi presencia se desplegase por la zona.
Percepción III
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9/10/2024
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Enfriamiento
Permite al usuario percibir con precisión la presencia de otros seres vivos en un área, siendo capaz de apreciar las emociones que exterioricen y de forma superficial las hostilidades que realmente tienen. Así como estimar de forma general quién es alguien más fuerte o más débil que él. Si lo activa puede anticiparse a un ataque obteniendo para ello un bono de +10 [Reflejos].
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Olvidadizo
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#4
Lemon Stone
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Notas cierto dejo de horror en el rostro del alcalde cuando comienzas a elevar el tono de la voz. ¿Has descargado tus frustraciones sobre el pobre hombre que, por lo visto, parece muy frustrado? ¿O es que de verdad estás enfadado por todo lo que ha sucedido? No me sorprendería, en lo absoluto. El caso es que tu intimidación ha causado efecto en él, quien toma asiento frente al escritorio y adopta una pose reflexiva. Luce más calmado que antes, aunque, si lo observas bien, puedes percibir cierto atisbo de duda.
 
-Elatris -murmura finalmente luego de unos pesados segundos en absoluto silencio-. Yo… Lo siento, marine, te mentí antes: no fueron los piratas quienes introdujeron esta droga al pueblo. Elatris es una planta que crece particularmente en los bosques de Ushu, una planta que nuestros ancestros han utilizado en rituales sagrados, pero en la actualidad tiene una connotación diferente. -Hace una pequeña pausa y sus ojos cansados se posan sobre ti-. La elatrinina es un compuesto orgánico perteneciente al grupo de los terpenofenoles, que se diluye fácilmente cuando entra en contacto con la saliva. La elatrinina sin tratamientos sintéticos causa efectos psicotrópicos y analgésicos, lo que ayuda a tratar síntomas de histeria y otras condiciones mentales específicas. Sin embargo, cuando modificas la elatrinina y la combinas con el tetrahidroaraquidonato consigues una sustancia sintética y altamente adictiva que, entre otros efectos, aumenta la presión arterial y provoca el ensanchamiento de los músculos mediante un doloroso proceso de destrucción y reconstrucción acelerado de las fibras musculares. Dicho de otro modo, la elatrinina sintética te vuelve más fuerte físicamente, pero entorpece los procesos neuronales del cuerpo y te transforma en una criatura sumisa y útil, siempre que le suministres elatrinina sintética.
 
El alcalde abre el cajón de su escritorio y saca una fotografía. Consigues identificar cierto brillo apagado en los ojos del alcalde.
 
-Soy consciente del peligro de la elatrinina sintética, pues, si se produce de forma masiva, ¿qué le impediría al Gobierno Mundial formar soldados adictos, sumisos y terriblemente letales? -te pregunta, aunque no espera ninguna respuesta de tu parte. Gracias a tus habilidades extrasensoriales (haki) percibes que algo se remueve dentro del alcalde, una ola de sensaciones variadas en un amplio espectro que va desde la duda hasta el miedo-. De alguna manera, los Piratas de Sentis descubrieron la existencia de la elatris y vinieron en busca de la fórmula para producir elatrinina sintética. Por eso se llevaron a mi esposa, pues quieren un intercambio. ¿Qué harías tú, soldado? ¿Les entregarías un arma mortal a un montón de desadaptados sociales a cambio del amor de tu vida, o protegerías el secreto?
 
Entonces, te muestra una foto. Está cortada, pero en ella puedes ver a una mujer de unos cuarenta y pico años, delgada y de cabellos castaños. Es bonita, de eso no hay ninguna duda, y se ve como una persona afable y generosa.
 
En otro orden de cosas, percibes una presencia poderosa a unos cuantos metros de ti. Y, si tu haki no te juega en contra, estás seguro de que proviene del subsuelo.
#5
Atlas
Nowhere | Fénix
No podía llegar a entender cómo incluso una persona en teoría formada e instruida como el alcalde podía llegar a la conclusión de que la mejor solución era meter la mierda debajo de la alfombra. Era evidente —si no me estaba mintiendo otra vez, claro— que era su investigación lo que había traído todos los problemas al pueblo, pero evitar ese hecho y no comunicárselo a las personas cuya ayuda solicitaba no sólo era una estupidez, sino que era contraproducente. Sabiendo qué demonios era lo que querían los Piratas de Sentis habríamos sido capaces de llevar a cabo una estrategia mucho más eficiente y apropiada. Bueno, uno nunca sabía hasta qué punto la podían cagar según qué oficiales que habían llegado a su puesto de una manera tan milagrosa como inexplicable, pero al menos habría más posibilidades de que actuasen adecuadamente.

De cualquier modo, una vez parecía haberse abierto a mí no era el momento de seguir hundiendo la daga. Por el contrario decidí rebajar el tono e intentar terminar de perfilar la información que acababa de obtener. No había mencionado nada con respecto al laboratorio y los experimentos con humanos en su respuesta a pesar de que yo había aludido claramente a ello. Quería pensar que semejantes métodos no podían haber salido de la cabeza del alcalde, pero tampoco podía darlo por sentado. Con la foto en la mano, di lentamente la vuelta en torno a la mesa hasta posicionarme junto al hombre. Lo hice con naturalidad y procurando no demostrar ningún tipo de intención hostil hacia él. En ocasiones había que poner las cartas sobre la mesa, descubiertas y bien a la vista, pero bajo ningún concepto estaba buscando que aquel tipo me tuviese miedo de manera permanente ni muchísimo menos.

Caminé sin dejar de mirar la foto, intentando valorar si aquella mujer me recordaba de algún modo a la cautiva-bestia que custodiaba el laboratorio. Hablando del laboratorio:

—¿Y qué me dice del laboratorio, alcalde? —continué preguntando en un tono más calmado—. Allí... había sangre, mucha sangre. Y cadáveres. Estaban realizando experimentos con humanos. ¿Tiene algo que ver con eso? —Aun si estuviese relacionado no esperaba que me lo confirmase sin más, pero sí que esperaba poder leer en él algún tipo de reacción. Al margen de eso, conforme hablábamos había podido percibir que algo se movía bajo nosotros, aproximándose de una forma que no me terminaba de convencer. Preparado para lo que fuese, realicé mi última pregunta tras dirigir una nueva y breve mirada al ama de llaves—. ¿Qué hay debajo de nosotros, alcalde? ¿Qué tiene debajo de su despacho? Me parece que algo se acerca.

Mientras hablaba, no podía evitar pensar paralelamente en la propia investigación en sí. Si ese hombre había sido capaz de producir semejante compuesto allí en medio de un sencillo pueblo costero, ¿qué podría hacer con los recursos apropiados? Tal vez "desaprovechado" no fuese la mejor palabra para describirle, pero estaba claro que en cierto modo era una lástima que una mente tan brillante estuviese apartada de todo su potencial. También era importante señalar, claro, que había continuado con su investigación a pesar de reconocer a la perfección las implicaciones que podría tener. No sería el primer ni el último genio o investigador en la historia que se veía inmerso en esa dicotomía. Tampoco sería el primer invento o avance científico concebido de una manera determinada y posteriormente pervertido para conseguir un resultado diferente al de su concepción.

Saltaba a la vista que el debate moral con respecto a los hallazgos del alcalde era intenso y de difícil resolución. La posibilidad de crear autómatas en combate estaba ahí, por supuesto, y era algo que debía ser evitado a toda costa. Por otro lado, no obstante, con tener unas cuantas neuronas era suficiente para darse cuenta de que la cantidad de aplicaciones beneficiosas que podría tener la elatrinina era inmensa. ¿Dónde estaba la frontera? ¿Cómo se podía regular? Siempre cabía la posibilidad de hacer como que aquello no existía, confiscar la investigación del alcalde y quemarlo todo, así como prohibirle reanudarla... pero ¿estaba eso bien?
Percepción III
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#6
Lemon Stone
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Tus insistencias sobre el laboratorio molestan al alcalde, pero lo oculta bastante bien tras ese rostro feo y relativamente estoico. Percibes cierto nivel de nerviosismo en él, identificable únicamente gracias a tu habilidad.
 
-No sé de qué laboratorio me hablas… Incluso antes de que Lican se marchase de la isla, Emma y yo solíamos investigar juntos aquí en casa -te responde Lautaro, mirándote directo a los ojos-. ¿Cadáveres, dices? ¿Sangre? ¿Experimentos humanos? Lican es un buen hombre y un científico maravilloso, es imposible que él haya experimentado con humanos… Espera un momento, ¿será esa la razón por la que se marchó sin decirle nada a nadie?
 
Hace una pequeña pausa y gira la mirada hacia el escritorio, como si estuviera escarbando recuerdos dentro de su cabeza, y luego te mira otra vez.
 
-En el subterráneo tenemos la despensa, es un sitio protegido de las ratas. Le diré a mi encargada que te muestre el lugar, si así lo deseas -te responde, esta vez completamente calmado-. ¿Y dices que algo poderoso se acerca…? ¿Será que…?
 
De pronto, la puerta de la oficina del alcalde es abierta violentamente de par en par. Un hombre de cuarenta y pico años, notoriamente lúcido y de buen aspecto entra. Notas que está acelerado y el sudor cae por su rostro, le cuesta respirar. El alcalde se levanta molesto de su asiento, pero antes de que pueda decir una sola palabra el hombre grita:
 
-¡¡¡LOS PIRATAS DE SENTIS HAN VUELTO!!!
 
¿No se suponía que la brigada en la que llegaste al pueblo estaba persiguiendo a los piratas? ¿Acaso no era su misión encontrarlos, detenerlos y capturarlos? ¿Por qué, entonces, han regresado al pueblo? Son muchas preguntas, sin lugar a duda, y no tienes respuesta para ninguna de ellas. La única certeza que tienes es que algo extraño y turbio está sucediendo, y comienzas a sospechar que hay “fuerzas más grandes que tú” involucradas en el misterio del pueblo.
 
Si decides salir del edificio del alcalde y acercarte a la costa, desde la altura podrás ver un gigantesco galeón con una bandera pirata. El jolly roger de los Piratas de Sentis es una flecha que atraviesa una calavera de lado a lado. En caso de utilizar tu haki de observación, notarás una serie de presencias poderosas y, en particular, una increíblemente grande como si un conquistador se estuviera acercando a la isla con su ejército de cien mil hombres.
 
Diría que tienes alrededor de treinta o cuarenta y cinco minutos para hacer los preparativos que estimes convenientes. ¿Qué es lo que harás?
#7
Atlas
Nowhere | Fénix
Lican... Un nuevo nombre entraba en juego, uno que hasta el momento Lautaro ni siquiera había mencionado por encima. Si entendía bien lo que se desprendía de las palabras del alcalde, él no había sido el único encargado de la investigación con aquella dichosa planta ni del desarrollo de la elatrinina sintética. No sólo su mujer había participado también en el proceso, sino que había un tercer nombre relacionado con el proceso. Un tercer nombre y un laboratorio secreto donde... bueno, mejor no repetirlo más. En cualquier caso, no cabía duda de que existía la posibilidad de que ese supuesto Lican estuviese relacionado con el laboratorio oculto. ¿Acaso podría ser el misterioso científico con el que me había cruzado al abandonar la nube de gas? Hablando de gas y nubes, ¿cómo estaría la mujer bestia? Viendo la imagen de Emma no me terminaba de quedar claro que se tratase de ella, aunque nada me había permitido descartarlo por completo.

En otro orden de cosas, parecía que Lautaro encontraba una explicación plausible para que algo o alguien poderoso se aproximase desde el subsuelo. Llegó a proferir un "será que" antes de que la puerta se abriese con gran estrépito. Uno de los aldeanos, jadeante y tremendamente alarmado, anunció lo que todos los habitantes del pueblo temían con toda su alma —al menos aquellos que no estaban anestesiados por la elatrinina—: los Piratas de Sentis habían vuelto. Malas noticias, para variar, pero ¿cómo de lejos estaban esas malas noticias? Si algo había tenido claro en todo momento desde que pudiese pararme a contemplar el transcurso de los acontecimientos en las últimas horas, era que el alcalde y la investigación sobre la elatrinina eran la clave de todo. Y cuando quería decir de todo, me refería a absolutamente todo lo que pasaba allí: el secuestro de Emma, la insistencia de los Piratas de Sentis, la existencia de una mujer trastornada y atormentada e incluso un laboratorio oculto y terrorífico.

—¿Cuánto tardarán en llegar? —pregunté al lugareño después de dejar tiempo para que Lautaro hablase. Si me decía que ya estaban desembarcando no podría hacer lo que tenía en mente, pero si me confirmaba que al menos tendría unos quince o treinta minutos sí podría tratar de ponerlo en práctica. Tras intentar calmar un poco la situación, solicitaría al alcalde y científico que me prestase algo de ropa. Al no haber ni rastro de marines en la zona, que no tuviese puesto mi uniforme tal vez contribuyera a que los extorsionadores se confiasen. Entretanto, insistiría en pedir que me enseñasen la bodega. Por muy grande que fuese, estimaba poder peinarla en poco tiempo gracias a mi percepción.

Para cuando acabase, hubiese descubierto o no algo interesante, podría regresar a la superficie y cambiarme de ropa. El destino del destacamento de la Marina que había partido en busca de los piratas me preocupaba, pero por el momento no podía hacer nada al respecto. Ocupar mi tiempo y mi mente en algo que no podía resolver cuando había tantas cosas en vilo no podía traer nada bueno. Por el momento lo prioritario era ayudar a los habitantes de Ushu y resolver el misterio detrás del laboratorio.

Habiendo realizado el barrido por la bodega, me dispondría a aproximarme a la zona en la que estaba previsto el desembarco de los bucaneros. El navío aproximándose desde la distancia con el casco golpeado por el oleaje ciertamente era una imagen intimidante e imponente. Igualmente, la presencia que emanaba de uno de sus ocupantes tampoco se quedaba atrás y el número de efectivos a bordo no era para nada tranquilizador. La posibilidad de que hubiesen derrotado a mis compañeros estaba ahí y resultaba creíble, diría que incluso probable. No obstante, también podía ser que simplemente les hubiesen dejado atrás en la persecución y hubiesen vuelto sobre sus pasos para conseguir al fin su objetivo.

Me había desentendido de las órdenes de mis superiores para quedarme en Ushu e intentar resolver la situación. Desde el principio había sido consciente de que aquello podría acarrearme alguna sanción si se daban cuenta, aunque había albergado la poco probable esperanza de que no reparasen en mi ausencia. Sin embargo, con lo que estaba a punto de hacer me delataría. Lo peor era que, tristemente, que me cayese una buena reprimenda sería algo tremendamente positivo, puesto que implicaría que el resto de marines seguían con vida. En definitiva, saqué el Den Den Mushi del bolsillo e intenté contactar con la embarcación marine:

—Hola, aquí Atlas —diría, procurando no comentar nada acerca de mi pertenencia a la Marina o mi rango; uno nunca sabía quién podía estar escuchando—. Llamo desde el pueblo costero de Ushu. Un galeón con una calavera atravesada por una flecha se aproxima desde el mar. ¿Alguien me escucha?

Mi intención no era iniciar una conversación. En cuanto tuviese la más mínima respuesta, si es que la tenía, cortaría la comunicación para asegurarme de no revelar mi identidad. Si la Marina había recibido mi mensaje, entenderían quién era, a quién me refería con la descripción del Jolly Roger y que solicitaba refuerzos. Una vez todo estuviese listo, propondría al alcalde acompañarle al encuentro con los piratas. En caso de que alguien preguntase acerca de mí tendría que presentarme como uno de los habitantes de la zona, amigo de la familia o algo similar. Querría pasar inadvertido, claro, para poder al fin atajar el motivo inicial que nos había llevado hasta allí.
Virtudes y defectos
Estado
#8
Lemon Stone
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Efectivamente, cuentas con poco más de media hora para realizar los preparativos necesarios para la posible invasión de los Piratas de Sentis. Cuando le solicitas las prendas al alcalde te mira extrañado, pero asiente en silencio y le pide a la asistenta que se encargue de tu petición. Al cabo de unos pocos minutos, te pasa ropas holgadas, polvorientas y con un olor para nada agradable, aunque podrás soportarlo. Si tu intención es parecer uno de los lugareños, lo conseguirás.
 
La mujer, gruñendo para ella misma, te conduce hasta la bodega. Desciendes por unas chirriantes escaleras de madera que se quejan con cada peldaño que bajas. Enciende la luz -tienen electricidad, no son tan bárbaros como puedes pensar- y descubres un sitio rectangular, repleto de estanterías con alimentos enlatados y un montón de botellas de agua, como si fuera un almacén de supervivencia. También hay vendas, algunos frascos con pastillas en su interior, un montón de cuerdas, unas cuantas tablas y otros artículos.
 
Minutos más tarde, una vez en la superficie, llamas a los marines con los que llegaste a la isla y esperas atento a la respuesta. Los segundos pasan lentamente y pronto se convierten en una especie de tortura psicológica, pronto se convierten en minutos acompañados de un silencio incómodo. No hay respuesta. Te invade la incertidumbre, desconoces el estado de tus compañeros y puede que, si hubieras estado con ellos, todo estaría bien.  
 
Luego de cuarenta minutos, puedes percibir que las Voces están cada vez más cerca y, si tu vista no te engaña, comienzas a ver las siluetas de los peligrosos Piratas de Sentis que han atacado ya varias veces el Pueblo costero de Ushu. Al parecer, no les preocupa entrar de frente en el atemorizado pueblo; al parecer, caminan sin preocupaciones como si lo hicieran por su casa.
 
Poco a poco, las siluetas ensombrecidas comienzan a revelarse una a una. Primero, tus ojos se fijan en el hombre que va justo en medio del grupo. Es alto, bastante más que tú, y delgado como una hoja de esgrima. Su cabello lacio y cobrizo es sacudido por la templada brisa costera, y puedes notar que sus profundos ojos celestes se posan sobre ti por tan solo un segundo. Va vestido con una especie de túnica gris, perfectamente planchada y larga, y en su cinturón descansa un bastón aparentemente hecho de madera. El hombre camina junto a una mujer que consigues reconocer sin ninguna dificultad: es la esposa del alcalde. Es bastante más bonita que en la foto, su cabello ondulado y rubio dorado le cae por encima de los hombros y, a juzgar por su vestimenta y aparente estado físico, no ha resultado dañada.
 
Otros tres hombres de diferentes aspectos avanzan sincronizadamente y, particularmente, te llama la atención un hombre-mono de casi tres metros. Sonríe de par en par, despreocupado por la situación, y se está zampando una tremenda banana. A su lado, y de aspecto serio y malhumorado, avanza un tipo de piel oscura, completamente calvo e incluso más alto que el hombre de cabello cobrizo; una gigantesca guadaña descansa en su espalda. También te fijas en una mujer de cabellos negros, que parece portar dos revólveres, y un hombre bastante gordo y de aspecto amable.
 
-¡Hemos regresado tal como lo anticipamos, buena gente de Ushu! ¡Nuestras exigencias son las mismas: entréguennos al alcalde y a su hija! -anunció el hombre del cabello cobrizo, su voz resonando fuertemente por todo el lugar. Si posas tu Haki de Observación sobre él, te llamará la atención su increíble y poderosa Voz interna.
 
Por el momento, ninguno de los piratas ha desenfundado sus armas y pareciera que están bastante tranquilos, o al menos dispuestos a entablar una conversación relativamente civilizada. La pregunta es ¿qué harás? ¿Aprovecharás que están distraídos para sorprenderlos y atacar, o negociarás? Por cierto, el alcalde nunca mencionó nada sobre una hija. ¿Se estarán confundiendo estos piratas, o saben algo más que tú no? ¿Y por qué la esposa de Lautaro parece estar tan tranquila?
#9
Atlas
Nowhere | Fénix
En el sótano no parecía haber nada que justificase esa presencia que había percibido acercarse desde debajo. Resultaba un tanto incomprensible, puesto que lo había notado con toda claridad. De cualquier modo, tampoco había tenido tiempo de explorar minuciosamente la zona ante la amenaza de los Piratas de Sentis.

En otro orden de cosas, en el barco nadie respondió a mi llamada. Aquello bien podía significar que hubiesen ido a dar con sus huesos en el fondo del mar. No obstante, si las comunicaciones estuviesen afectadas de algún modo el resultado sería el mismo y, de la misma manera, tampoco sabía si se habían distanciado tanto de Ushu como para que la señal no les llegase. En cualquier caso, de nuevo, preocuparme por algo sobre lo que no podía hacer nada no tenía demasiado sentido. Ante mí disponía de más que suficientes problemas como para mantenerme ocupado en todo momento.

Sin ir más lejos, el pintoresco y carismático grupo que había bajado del barco y caminaba con soltura hacia nosotros era el principal de ellos. La forma de vestir que tenían, el modo en que se movían y los accesorios que llevaban dejaban claro que era un grupo fuera de lo común. Por si no fuese suficiente, del interior del que sin duda debía ser su capitán nacía una presencia digna de ser considerada. No obstante, lo más llamativo allí no dejaba de ser que la que sin duda era la mujer del alcalde, Emma, iba con total naturalidad junto al que sospechaba era el capitán. De nuevo, ese maldito alcalde me había dicho lo que consideraba oportuno, ocultándome información y datos que podían ser cruciales. Por un momento me invadió una sensación de frustración, rabia e impotencia que cerca estuvieron de hacerme ir a por el alcalde para arrojarlo a las manos de Sentis y los suyos, pero logré contenerme.

Por un lado, nos había dicho que lo que los piratas querían eran los resultados de su investigación, no a él mismo. Del mismo modo, no había mencionado nada acerca de una hija en ningún momento, lo que inmediatamente me llevó de nuevo a la imagen de la pobre mujer bestia que ejercía de guardiana y custodia del laboratorio secreto. ¿Se trataría de su hija? Confiaba en que no, ¿qué clase de animal descorazonado podría hacerle eso a la sangre de su sangre? Por el momento, opté por mantener un perfil bajo y, ya que nadie allí hablaba, hacer uso de la palabra. Me las tendría que ingeniar para contrastar la información que había manejado hasta el momento con la que pudiera extraer de mis interlocutores.

—El alcalde se encuentra indispuesto y en esta ocasión me ha enviado a mí para que hable en su nombre. Mi nombre es Atlas —dije. Siempre había pensado que la mejor mentira era una verdad a medias y, a decir verdad, el alcalde no estaba en su mejor momento y no había hecho acto de presencia en la zona, convirtiéndome eso en una suerte de emisario. De esa forma pretendía averiguar si en las ocasiones anteriores el alcalde había hablado con ellos; es decir, si la supuesta mujer del alcalde le había visto y le reconocía como su marido. Además, mi nombre era el real—. Don Lautaro me ha pedido que en primer lugar verifique cómo se encuentra su mujer —continué, mirándola entonces a ella directamente—. ¿Cómo se encuentra, Emma? ¿Le han hecho daño? El alcalde está muy preocupado por usted, tanto que no me ha dicho nada acerca de su hija en esta ocasión —finalicé en espera de una respuesta por parte de la mujer.

No tenía la menor idea de a qué demonios estaba jugando el alcalde... Si es que él era el alcalde realmente, puesto que en medio de tanta mentira ya dudaba hasta de su identidad, pero llegaría al fondo de todo aquello costase lo que costase.
#10


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