¿Sabías que…?
... el Reino de Oykot ha estrenado su nueva central hidroeléctrica.
[Autonarrada] [Autonarrada) Maestra de Marines IV
Anko
Médica Despiadada
24 de Verano del 724 / Tarde

La Suboficial de la Marina con cabellera marrón esperaba pacientemente sentada detrás del escritorio de la oficina que se ele había dado para hacer el papeleo dentro de la base, de forma irónica, en ese momento no estaba realizando ningún trabajo referente a eso, solo estaba sosteniendo su rostro con las palmas de sus manos y los codos apoyados en la madera de su escritorio, mirando fijamente la puerta frente a ella con su característica mirada floja y perdida, como sí estuviera esperando a alguien, y vaya que sí esperaba a alguien. Horas atrás, había visto de primera mano como un par de sargentos de la Marina usaban su rango para intimidar a los civiles, ella los detuvo y pidió que se reportaran con ella cuanto antes.

Los minutos pasaban de forma lenta, como sí la desesperación de la joven por ver a aquellos tipos fuera incrementando mientras más avanzaba el tiempo, hasta que finalmente se escuchó un leve golpe en la puerta. Con una sutil sonrisa en su rostro, apartó sus manos de él y las colocó en la mesa — Adelante… — A los pocos segundos, la puerta se abrió y ahí estaban ellos, los sargentos que se habían pasado de listos en la taberna de Rostock. Los hombres ingresaron de forma nerviosa a la oficina, el último en hacerlo cerró la puerta tras de sí, por cuestiones de privacidad, después de todo, no quería que todo el mundo en la base se enterara del castigo que les esperaba.

— Bienvenidos, los estaba esperando, no tomen asiento, esto será rápido… — Los sargentos tragaron saliva mientras asentían con la cabeza, Anko se levantó de la silla y rodeó el escritorio para acercarse a ellos y colocar sus manos en un hombro de cada uno, tal cual como lo había hecho cuando estaban sentados en los bancos de la barra de la taberna — Estoy de buen humor, que buena suerte tienes ustedes… Así que, por esa razón, su castigo será muy sencillo. Iremos al patio de la base y tomarán un entrenamiento fuera de horario… — Lejos de sentirse tranquilos y en paz, el par de sargentos estaban sudando frío y se notaba cuando se miraban entre ellos sin saber que hacer, Anko era conocida por sus entrenamientos intensos y nada amigables con aquellos que no podían hacerlo, y ahora les tocaba a ellos experimentarlo en carne propia.

Sin mucho más que hacer, el par de sargentos y la suboficial salieron de la oficina y se encaminaron hasta el patio de la base, con la peli marrón siguiéndolos por detrás. Porque tampoco iban a pedir un cambio en el castigo, pues Anko se negaría rotundamente, había tomado una decisión y así sería. Ya en el patio de la base, el sol empezaba a ser ocultado por las nubes en el cielo denotando que el atardecer estaba por caer y con ello, el cielo se vería empapado de un color oscuro nocturno intenso, al menos tenían el clima a su favor y no entrenarían en pleno rayo del sol como ya les había tocado en otras ocasiones, claro, no con Anko como la encargada del entrenamiento.

— Que bien, siguen teniendo suerte, no estarán entrenando en día soleado, es una tortura hacerlo con ese clima… — Los sargentos no dijeron nada a las palabras de la espadachina, no por no saber que decir, sino por temor a decir algo que pudiera molestarla más, se veía normal, como siempre, pero dentro de ella había un enojo presente, lo bueno es que era una experta ocultándolo — Bueno… Vamos a empezar… Pónganse a calentar el cuerpo, no quiero ningún lesionado en esta sesión… — Dijo la joven mientras recargaba su espalda en un árbol cercano y rebuscaba dentro de su gabardina para sacar un cigarro y fumarlo, los sargentos por alguna razón se quedaron viéndose entre ellos, como en esos momentos que los agarran en sus 5 minutos desprevenidos.

Anko los observó mientras encendía su cigarro antes de levantar la voz — ¡¿Y que esperan?! ¡Pónganse a calentar! — Los gritos de la suboficial sacaron de aquel pequeño trance a los hombres, quienes rápidamente se pusieron a aflojar las extremidades y hacer movimientos leves para hacer que sus músculos entraran en calor. Luego de algunos minutos, los sargentos estaban listos para comenzar con su duro entrenamiento de ese día, Anko caminó hasta ellos para comenzar con las indicaciones a la vez que se mantenía fumando su cigarro. Lo primero que los hizo hacer fueron ejercicios de resistencia, los hombres de la Marina empezaron bien y lo hacían de forma eficaz, pero poco a poco perdían el ritmo por el cansancio en su cuerpo, a la joven no le interesaba lo cansados que estuvieran, por lo que sus gritos se podían escuchar en todo el patio de la base, gritos de órdenes y regaños hacia los sargentos.

Cuando los ejercicios de resistencia terminaron, Anko les dio un breve descanso, tampoco era tan malvada, pero a diferencia de otros soldados de la Marina, los tiempos que ella daba eran muy cortos, apenas para recuperar el aliento. Lo segundo fueron ejercicios de fuerza, el par de sargentos debían hacer flexiones, cargar cosas pesadas, entre otros para entrenar su fuerza física, estos ejercicios causan un cansancio especial en el cuerpo, pues son los primeros en generar la sensación de náuseas cuando ya no se puede más. Y sí, ocurrió, uno de ellos quería vomitar toda su comida del día hasta ese momento, pero Anko no le daría ese “privilegio”. Y, por último, llegó el entrenamiento técnico, el par de sargentos eran espadachines al igual que ella por lo que sería ideal ver que tal andaban ellos en combate con espadas.

Está de más decir que Anko salió un poco decepcionada, la arrogancia de los tipos no estaba justificada por sus habilidades en combate, solo en su rango, así que definitivamente, sin su rango de sargentos no eran nadie destacable. Cuando el cielo empezó a verse oscuro, el entrenamiento porfín terminó, Anko estaba levemente cansada por el entrenamiento de espada, por otro lado, el par de sargentos estaban aún más cansados, sus tiempos de descanso habían sido cortos, pero su tortura había terminado ese día, y aparentemente habían aprendido la lección, ninguno tenía ganas de seguir con esa actitud que llevaban, el temor de que Anko, o alguien peor los viera y los sometiera a algún castigo estaba presente, casi como un trauma.
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Moderador OppenGarphimer
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