Alguien dijo una vez...
Iro
Luego os escribo que ahora no os puedo escribir.
[C-Pasado Marines] La nueva generación de marines
Galhard
Gal
2 de Verano del 723
El calor del verano comenzaba a conquistar el ambiente de la isla Kilombo, una isla circular que contaba con un pintoresco pueblo y un majestuoso faro que guiaba a los navegantes a salvo de los peligros del mar. En esta isla, la Marina había establecido la base G-23 de su ejército, una fortaleza que representaba la ley y el orden en esa parte del East Blue. Al ser inicios de mes, una oleada de nuevos soldados y reclutas llegaban al puerto de la isla, transportados por imponentes barcos de guerra, ansiosos y nerviosos por su futuro en la Marina.

Estos nuevos marines, con sus uniformes impecables y los rostros llenos de expectación, se preparaban para ser destinados a la base de la isla. No solo debían incorporarse a las filas ya establecidas del G-23, sino que, también, tenían la tarea de conocer a sus superiores, aprender las “tradiciones” y rutinas de la base, y, sobre todo, forjar lazos de camaradería con sus nuevos compañeros. La vida en la Marina no solo era una cuestión de disciplina y deber, sino también de confianza y hermandad.

A su llegada, aquellos recién llegados fueron inmediatamente ordenados a formar en el amplio y caluroso patio de la base, llevando aún todo su equipaje con ellos. La brisa marina hacía poco para aliviar el calor abrasador que sentían bajo el sol implacable. Se preparaban mentalmente para escuchar un largo y solemne discurso sobre lo que significaba ser un marine y la importancia de la base en la que estaban destinados a servir. Este discurso, a menudo cargado de ideales y esperanzas, solía ser en ocasiones demasiado largo para escucharlo sin distraerse y dejar de prestar la debida atención.

Si tenían suerte, sus superiores podrían acortar el discurso, limitándose a lo esencial y permitiéndoles evitar el sufrimiento del calor del día. Pero, conocedores de la burocracia y las formalidades militares, muchos de los nuevos reclutas ya habían resignado a la posibilidad de escuchar largas listas de datos y anécdotas históricas. Al final del día, el verdadero inicio de su servicio estaba marcado no por las palabras de sus superiores, sino por los vínculos que comenzarían a forjar en esa calurosa isla llamada Kilombo.

Una vez que dio comienzo el discurso introductorio, Galhard, uno de los marines recién llegados, hacía el mejor de sus esfuerzos para centrar la atención en el discurso mientras su vista se perdía entre los rostros de quienes serían sus nuevos compañeros.
#1
Gautama D. Lovecraft
-
nota


Mi estancia en el G-23 ya iba camino del mes cuando empecé a ver como de vez en cuando, nuevos reclutas eran destinados en la base donde me encontraba. Me regocijaba sentir en sus auras una extendida y motivante ilusión por querer mejorar el mundo. Me encontraba viendo desde una de las ventanas la ya conocida bienvenida en el patio, por la que las nuevas compañeras y compañeros solían a pasar antes de afincarse en la fortaleza. La mayoría de ellos, jóvenes ilusionados y con energías suficientes para dar el 100% en la tarea que le encomiasen.

Finalizada esa charla, que a veces podía eternizarse dependiendo de quien la diera, con gusto me animé desde mi temple y buen hacer a recibir a los jóvenes. La formación en la que se agrupaban en filas y columnas se deshizo, y un murmullo alegre comenzó a inundar el patio central, entre ellos se saludaban y felicitaban, los lazos empezaban a estrecharse entre ellos. 

Una vez a pie de patio, me metí entre la multitud, regalando un gesto de aprecio hacia todo aquel que se me cruzaba. Las iluminadas miradas que desprendían seguro que auguraban un futuro prometedor, y eso, sobrecogía mi corazón de buena forma, ya que debido a mi edad, ver como la nueva generación se mostraba tan abierta y motivada, era un signo que para mi valoraba enormemente.

Mis errantes pasos me llevaron uno a uno hasta llegar hasta un muchacho de casi mi misma altura, su ondulado y voluminoso cabello castaño resaltaba con brillos rojizos a la luz del sol. Antaño, podría recordarme a alguno que otro del templo. Me acerqué hasta el chico lo suficiente como para que el mismo se diera cuenta de que iba a presentarme a él, era cierto que el voto de silencio podía limitarme en ello, pero tenía sabido que el acercamiento de 2 corazones hablaba y se comunicaba mejor que el parloteo superficial de la boca.

Me mostré gentil y cercano, y a una distancia prudente, junté las palmas de mis manos a la altura del pecho, e inicié una leve referencia hacia el, seguido de unas pocas palabras que podía permitirme.

- Encantado, soy Lovecraft -

Le dediqué con fraternidad, fijando mis ojos azabache sobre sus pupilas marrones, sondeando su interior. Seguía llevando a cabo la extensión de mi idea, sobre todo en las jóvenes generaciones, con la meta de formar un movimiento en la marina mucho más moral y humano, en el que los egos, y la avaricia por conseguir todos los vicios posibles de hoy en día no tuvieran cabida, y aquella presentación con tantos nuevos y jóvenes camaradas, era una gran fuente donde comenzar a reclutar más partidarios para la idea. ¿Sería el chico uno más?.
#2
Nathan Caduceus
Boticario
Aprovechando que era un residente de la isla, se había levantado y preparado con antelación para ser uno de los primeros en acudir a la base G-23 de la Marina. He de decir, que Nathan se arrepentía enormemente de esa decisión. A los pocos minutos de presentarse en el patio, ya notaba algunas gotas de sudor resbalarle por la espalda a causa, tanto del nerviosismo, como del sol abrasador.
Al rato, el patio se fue llenando de un mar de nuevos reclutas que se esforzaban por encontrar un lugar apropiado en las filas. Muchas caras nuevas y muchas charlas animadas llenaron el lugar. Nathan miraba alrededor, sintiéndose una pequeña parte de una gran maquinaria que apenas comenzaba a ponerse en marcha.

Finalmente, los superiores hicieron acto de presencia y el bullicio de los novatos se detuvo en seco. Para su desgracia, el discurso que siguió fue interminable y, pese a que intentó con todas sus fuerzas mantenerse atento, el calor insoportable y las molestias de estrenar su nuevo uniforme lo distrajeron más de lo que le gustaría admitir.
No podía evitar ajustarse la chaqueta cada pocos segundos, sentía las botas demasiado pesadas a lo que acostumbraba a vestir y, desde luego, llevar guantes en pleno verano no había sido una decisión muy inteligente.
Cuando se quiso dar cuenta, la formación militar de los reclutas se había roto, ya se habían formado pequeños grupos y él se había perdido medio discurso.

Maldijo en voz baja y caminó entre el gentío, presentándose y saludando a otros reclutas de vez en cuando. Mientras deambulaba por la multitud, algo llamó su atención. A un lado del patio, dos reclutas estaban conversando, uno de ellos un joven novato como él, pero el otro parecía ser bastante más mayor, a pesar de vestir el uniforme de soldado raso igual que todos los demás. Intrigado por la extraña pareja, Nathan se acercó.
- Buenas, soy Nathan. - Saludó con el típico gesto militar, intentando no parecer demasiado curioso sobre el hombre mayor. - Disculpad, ah... ¿No sabréis si me perdí algún detalle importante del discurso? Se me ha ido un poco la cabeza mientras hablaban... - Sonrió tímidamente.

Se sentía un poco idiota al estar preguntando por una información que le acababan de dar, pero entre pedir ayuda y perderse algún dato crucial, prefería quedar de tonto ante sus nuevos compañeros.
#3
Anko
Médica Militar
Finalmente estaba ahí, realmente lo había logrado, aquello por lo que tanto se había esforzado y esperando, al fin lo había conseguido. Anko miraba con orgullo aquella base de la marina que tenía frente a ella, ubicada en Isla Kilombo, algo lejos de su hogar, pero que, a falta de una base asentada en ese lugar, decidió empezar con su travesía en la marina en la Isla ya mencionada. Se sentía algo nerviosa por dentro, hasta ese momento, sus visitas a las bases de la marina habían sido en compañía de su padre, quien ostentaba el cargo de Teniente dentro de la organización. Pero ahora, estaba sola, a punto de comenzar con aquella travesía.

La peli marrón se mantuvo firme y concentrada frente al discurso algo agobiante de sus nuevos superiores, a diferencia de otros integrantes, Anko se mantenía rígida, como si fuera ya una soldado experimentada, obvio esto no era así, pero sus deseos por formar parte de la marina al igual que su padre eran muchísimo más grandes que el sentimiento de aburrimiento o cansancio al escuchar aquel discurso. Cuando finalmente terminó, su mirada pudo notar como las filas perfectamente formadas empezaban a descomponerse en saludos entre el resto de marines. Este suceso tomó por sorpresa a la joven, quien no esperaba que sucediera algo así, ella pensaría que después del discurso, serían llevados inmediatamente a otro lado.

Su inexperiencia para establecer relaciones sociales la llevó a mantenerse de pie sin moverse durante algunos pocos minutos, en ese tiempo, uno que otro recién alistado la saludaban y la felicitaban por finalmente pertenecer a la marina, gestos que ella respondía con sutil amabilidad, pero esto solo por educación, pues no salía de ella aún empezar a formalizar relaciones con los demás. Ni si quiera había alguien conocido con quien pudiera acercarse y no quedarse allí como una antisocial. Sus labios se frotaban levemente entre sí, pensando en que hacer, parecía que los saludos y charlas no terminarían pronto, por lo que tenía que actuar rápido.

Su mano derecha se elevó hasta su rostro pata ajustar sus gafas y colocarlas de forma correcta en su rostro, tragó algo de saliva y sus ojos empezaron a moverse para buscar a alguien, o algunos, asimilando que sí o sí, tenía que empezar a hablar con alguien y no quedarse ahí sin más. Fue ahí cuando sus ojos se fijaron en un grupo de marines que empezaban a hablar entre ellos, un joven de cabello castaño, otro de cabello oscuro con puntas grisáceas y la persona más particular en medio del grupo, un hombre de avanzada edad que aparentemente no era muy hablador, manteniéndose en n silencio profundo luego de pronunciar unas cuantas palabras.

Anko suspiró para relajar sus nervios y sus piernas empezaron a moverse pata llevarla hasta ese grupo, mientras caminaba pensaba en que decir o en qué forma saludar, pero al final terminó por simplemente elevar su diestra a un lado de su hombro y moverla de lado a lado sutilmente para saludar a aquellos tres. — Hola… Soy Anko, nueva por aquí igual que ustedes… Un gusto conocerlos… —. Fueron sus palabras con un leve toque de nerviosismo, si bien era una joven de porte intimidante y con una personalidad en ocasiones irritante, no podía evitar sentir nervios cada vez que tenía que empezar a hablar y formalizar una relación amistosa con algún extraño.
#4
Galhard
Gal
Galhard, aún asimilando las palabras del discurso que resonaban en su mente, sentía el calor del sol sobre su piel y la brisa marina que, aunque ligera, le daba cierto alivio. Sus pensamientos vagaban entre las expectativas de su nueva vida como marine y el entusiasmo de ser parte de algo más grande. Mientras observaba el entorno, se percató de un murmullo creciente entre los nuevos reclutas, y una presencia distinta, una que parecía irradiar una calma casi espiritual, captó su atención.

Un hombre mayor, de presencia serena y semblante sabio, avanzaba entre los marines, destacando a pesar de la sencillez de su atuendo. Su porte era como el de un monje en medio de un campo de batalla. Galhard se encontraba mirándolo fijamente cuando el hombre, Lovecraft, se acercó a él con una expresión afable y tranquila.

Al ver cómo juntaba las palmas de sus manos en un gesto de saludo y respeto, Galhard respondió con una ligera inclinación de cabeza, devolviendo la misma reverencia. La forma en que Lovecraft se presentó, sin demasiadas palabras, pero con una conexión que parecía ir más allá de lo físico, impresionó al joven marine.

Un honor, Lovecraft respondió Galhard, aunque no lo dijo en voz alta. Era evidente que este hombre tenía mucho que enseñar, no solo sobre la vida en la Marina, sino también sobre la vida misma. Pero antes de que pudiera profundizar en el significado de aquel encuentro, otro joven, algo más ansioso, apareció a su lado.
Nathan, quien parecía estar lidiando con la incomodidad del uniforme y el calor, se unió a la conversación. Su nerviosismo era palpable, pero había algo en su forma de presentarse que lo hacía parecer genuino, tal vez demasiado consciente de la situación. Galhard sonrió ligeramente al ver cómo el joven se disculpaba por haber perdido la atención durante el discurso.

Tranquilo, Nathan respondió Galhard con una voz que pretendía ser tranquilizadora creo que a muchos se nos fue la cabeza con este calor. Lo importante es que estamos aquí ahora, listos para lo que venga. El instinto de Galhard le decía que Nathan, con su disposición a pedir ayuda, podría ser un aliado valioso, alguien con quien formar una buena amistad en el futuro.

Poco después, una joven con una mirada firme y gafas bien ajustadas se unió a ellos. Anko, aunque nerviosa, se presentó con una mezcla de determinación y cautela. Galhard notó la leve vacilación en su saludo, pero también la fuerza de voluntad que la empujaba a seguir adelante. Admiraba ese tipo de espíritu.

Hola, Anko dijo Galhard, girándose ligeramente hacia ella, un placer conocerte. Parece que todos estamos empezando este camino juntos... Yo soy Galhard, un recluta que viene del North blue con ganas de cambiar a mejor este mundo Intentó ofrecer una sonrisa que fuera tanto de bienvenida como de ánimo, esperando que su amabilidad ayudara a aliviar la tensión que Anko parecía sentir.

Con los tres presentes, Galhard sintió una conexión incipiente que, aunque apenas nacía, podría convertirse en una camaradería sólida. Es bueno saber que estamos rodeados de personas tan distintas pero con un objetivo común murmuró, mientras lanzaba una mirada a scada uno, reconociendo en ellos las diferentes facetas de la misma misión. “Juntos,” añadió en un tono más reflexivopodremos lograr grandes cosas.— Dijo esta vez en voz alta y en un tono alegre, saludando con una pequeña reverencia a sus ahora nuevos compañeros. ¿Que más tenía ese día por ofrecerles?.
#5
Gautama D. Lovecraft
-
Desde aquel patio, pude presentir como el resto de compañeros empezaban a intercambiar todo tipo de saludos y pareceres, un murmullo grato se extendía por todo el lugar, y me congratulaba ver la buena vibra que se respiraba allí, pues eran las semillas de un camino que, tanto a nivel individual como colectivo, el marine y La Marine desplegaría todo el potencial de ambas partes para un beneficio recíproco.

La Marina, aunque fuera una entidad militar al servicio de un gobierno, era para mí un ser en constante evolución, así como la sociedad civil también lo era. Un instrumento capaz de aplicar las decisiones de unos pocos, pero con una voluntad y unos sueños que la humanizaban y alejaban de toda relación inerte o interesada. Yo tenía una fe ciega en poderla cambiar, o más bien mejorar, ya que de por sí misma, La Marina siempre ha implorado por el sentimiento de la justicia y un buen hacer inquebrantable, aunque algunos de sus activos no es que fueran los más deseables para impartir tales valores, no obstante ahí es donde quería entrar yo.

Agitar a los nuevos corazones y sus mentes, a la nueva remesa de marines para hacerles ver que un camino más humanitario, firme, moral y alejado de toda avaricia de ansias de poder o egoísmo era viable allí, que los actos nocivos que manchan la imagen de la marina debían de no hablar por ella y que incluso, en un futuro algo idílico podría ser un órgano independiente a la entidad de la que seguía sujeta, el gobierno mundial.

Por eso, ver en los ojos del joven de cabellos castaños esa luz, así como la de los dos compañeros que se unieron, hacía crecer en mí un sentimiento irremediable de seguir ondeando la bandera del movimiento que había iniciado en la base. Cuando Nathan y Anko se presentaron, les devolví el saludo con la misma reverencia que anteriormente dediqué a Galhard, correspondiéndoles también con mi nombre.

Nathan compartió su preocupación por la posible pérdida de algún dato dicho en el discurso de antes, sin embargo, yo sabía que este, era más un monólogo protocolario que daba la bienvenida, más que uno que informase a los nuevos reclutas en cuanto a sus tareas en la base, cosas a tener en cuenta en el reglamento o similares, pues eso recaería en los responsables de barracón, por lo que una vez se instalase, a Nathan le harían llegar con todo lujo de detalles sus derechos y obligaciones allí.

Anko parecía presentarse cortésmente, sin ningún tipo de inquietud externa al grupo, su presencia allí inspiraba algo más que se me escapaba a sentir con certeza, y podía presentir en su interior una enorme virtud que podría cambiar muchas cosas allí dentro La Marina, si de forma activa participaba en las tareas que tenía asignada como marine y otro tipo de actos de mayor índole, su nombre podría marcar un antes y un después en el cuerpo, pero solo si su participación en este se volvía muy presente. Era un activo a tener en cuenta.

Reunidos los 4, me dispuse a señalar la puerta exterior del patio que conducía a las inmediaciones previas a los muros de la base, en estas, un cuidado césped se extendía hasta la verja que separaba los terrenos de la base con la calle y la gente de a pie. Tomé el primer paso, y con la otra mano les indiqué que me siguieran, con la intención de apartarnos del murmullo colectivo, e ir a un lugar algo más indicado en el que poder compartir pareceres. Sería ideal escucharles y conocerles algo más de lo que podía hacer una escueta presentación.

Tomaríamos en conjunto el paso hasta un apartado parterre de césped bajo la sombra de 2 árboles, y ahí les invité con la mano abierta a que se dispusieran a colocarse sobre la fina hierva. Yo, por cortesía, me senté en último lugar e iniciaría el tema de apertura para comenzar el coloquio y poder conocerlos mejor.

- ¿Qué sueños tenéis? -

Pregunté al aire, sin apuntar concretamente a ninguno de los 3. Regalándoles un gesto grácil, me mantuve sobre la posición del loto en la que tantas veces me sentaba, reposando todo mi peso en la triangulación que formaban las piernas con los glúteos. Reposando sobre las rodillas flexionadas hacia dentro mis manos, y esperando a escuchar lo que los jóvenes corazones tenían que decir.
#6
Anko
Médica Militar
Anko sería recibida se buena manera por el grupo al que se había acercado con anterioridad. El experimentado hombre mayor de nombre Lovecraft hizo una reverencia, confirmando que no era alguien de muchas palabras, aunque si una persona muy amable. Por otro lado, Galhard, siendo alguien de más palabras se presentó y trato de dar confianza y ánimo a la chica con una sonrisa, cosa que logró, aliviando su nerviosismo. Galhard llamó especialmente la atención de la peli marrón en ese momento, parecía dispuesto a cambiar el mundo para bien, una meta que ella compartía desde el día fatídico en el que perdió a su madre.

— North Blue… Yo vengo de aquí mismo, el East Blue. Más precisamente de DemonTooth, ahí nací y entrené —. El ambiente que se había formado entre los 4 marines parecía ser diferente al de otros grupitos, pareciendo ser que un buen sentido de camaradería que empezaba a forjarse con esas presentaciones. Lovecraft fue quien decidió alejar al grupo de aquella zona, señalando con su mano la puerta exterior que daba salida a las inmediaciones de la base. Aquel hombre sin duda parecía ser alguien con dotes de liderazgo, lograba despertar en Anko un sentimiento de seguirlo y apoyarlo en lo que pudiera.

Sin mucha dilación, la joven sería la primera en comenzar a caminar detrás del hombre, posicionando su cabeza de forma que pudiera dar un vistazo al resto del grupo por encima del hombro, esperando a que ellos también siguieran al marine de mayor edad entre el grupo. Ya en las inmediaciones, los ojos oscuros de la marine exploraron con detenimiento el bonito y cuidado césped que se extendía por todo el lugar, era un buen momento para hacerlo, pues cuando llegó no pudo hacerlo al tener que estar a la hora indicada para el discurso de los superiores a los nuevos reclutas. El señor Gautama invitó al grupo a tomar asiento en el suelo de tierra, a la sombra de dos enormes árboles, y obviamente, Anko le tomaría el gesto, sentándose en el césped primero que nadie.

— Ahora que lo pienso… Soy la única mujer en este grupo… Realmente no eh visto muchas mujeres en la marina… —. La chica sería interrumpida de sus pensamientos con una pregunta al aire de Lovecraft, el hombre estaba aparentemente interesado en los sueños a cumplir de cada uno de ellos. Las piernas extendidas por el suelo de Anko se movieron levemente de lado a lado mientras sus manos le servían de apoyo para no caer de espaldas. Un leve suspiró salió de su nariz y decidió ser ella la primera en contestar la pregunta, talvez la confianza que Galhard le había dado le sirvió para querer tomar las riendas de todo rápidamente. — Traer paz y justicia al mundo… Un lugar en dónde la criminalidad no tenga cabida y nadie deba sufrir por la pérdida de algún ser querido a manos de la maldad —. Dijo la peli marrón de forma decidida, claramente recordando nuevamente la muerte de su madre a manos de un grupo de piratas, un grupo que hasta ese día, aparentemente no habían pagado aún por su crimen.
#7
Galhard
Gal
Galhard escuchó atentamente las palabras de Anko mientras se sentaba en la suave hierba, sintiendo la brisa cálida del East Blue acariciar su rostro. El ambiente era tranquilo, casi idílico, y la sombra de los dos árboles proporcionaba un respiro agradable después del calor abrasador del patio de la base. Lovecraft había planteado una pregunta profunda, y Anko había sido la primera en responder con una determinación que Galhard admiraba. El deseo de traer paz y justicia al mundo resonaba con fuerza en el grupo.

Después de que Anko terminó de hablar, Galhard tomó un momento para reflexionar. Los sueños y las aspiraciones eran lo que definían a una persona, y él había cargado con los suyos desde que abandonó su hogar en el North Blue. Con una mirada decidida y una sonrisa serena, comenzó a hablar.

— Mi sueño... —dijo con voz calmada pero firme, mirando a cada uno de sus compañeros— es librar al mundo de la esclavitud y de la tiranía de los nobles mundiales. He visto de cerca cómo esos "nobles" viven en un mundo apartado de la realidad, donde consideran a las personas simples objetos que pueden comprar y vender. Y lo peor de todo es que, muchas veces, la Marina, a la que todos servimos, se ve obligada a proteger sus caprichos.—
Galhard hizo una pausa, recordando los días en que su propia familia, una familia noble del North Blue, intentó enseñarle que ese era el orden natural de las cosas.

 Había sido en esos momentos de discordia cuando decidió que no seguiría ese camino.
— Creo firmemente que la justicia no debe estar al servicio de unos pocos, sino de todos. Quiero ver un mundo donde la Marina no esté encadenada a las órdenes de aquellos que solo buscan poder y riqueza. Quiero un mundo en el que nadie más sea tratado como una mercancía, donde la dignidad humana sea respetada sin importar el origen o la raza.—
Su mirada se endureció un poco al recordar las atrocidades que había presenciado en su lucha contra el comercio de esclavos. Pero también sabía que su sueño era una lucha constante, una que no podía llevar a cabo solo.

— Sé que no será fácil, y que hay muchos intereses en juego que tratarán de detener cualquier cambio. Pero estoy dispuesto a luchar por ello. Si podemos inspirar a otros dentro de la Marina, si podemos mostrarles que la justicia verdadera no es solo obedecer órdenes, sino hacer lo correcto, tal vez podamos empezar a cambiar las cosas desde adentro.—

Galhard se inclinó un poco hacia adelante, apoyando sus manos en el césped mientras hablaba con más pasión.
— Mi sueño es que un día, cuando la gente vea a un marine, no solo vea a un soldado que impone la ley, sino a alguien que está allí para proteger a los indefensos, para dar esperanza a los que no la tienen. Un día en el que la justicia de la Marina no esté al servicio de unos pocos poderosos, sino de todo el mundo.—
Terminó su declaración con una ligera sonrisa, mirando a sus compañeros. Sabía que su sueño era ambicioso, tal vez incluso utópico, pero también sabía que no podía dejar de perseguirlo. Y ahora, con estos nuevos compañeros, sentía que no estaba solo en su lucha. Tal vez, juntos, podrían empezar a hacer la diferencia que tanto anhelaba.

— ¿Y tú, Nathan? —preguntó finalmente, queriendo escuchar también las aspiraciones del compañero que aún no había hablado—. ¿Cuál es tu sueño?—
Galhard se acomodó en la hierba, dispuesto a escuchar con atención, sintiendo que este momento de camaradería podría ser el comienzo de algo mucho más grande.
#8
Galhard
Gal
Galhard observó a Nathan por unos segundos, esperando que su compañero encontrara las palabras para compartir su sueño. Sin embargo, el silencio continuó, y aunque el momento no se sintió incómodo, fue evidente que Nathan no estaba listo para hablar. Galhard sabía que no todos podían expresar sus pensamientos con facilidad, especialmente cuando se trataba de algo tan personal como los sueños. A veces, la reflexión y la introspección tomaban tiempo. Tal vez Nathan solo necesitaba más espacio para encontrar las palabras adecuadas, o tal vez prefería escuchar antes de hablar.

Con una ligera sonrisa, Galhard decidió no presionar. Después de todo, no había prisa. Cada miembro del grupo aportaba algo diferente, y la diversidad de pensamientos y sentimientos era lo que hacía que momentos como este fueran valiosos. Sin querer romper la tranquilidad del ambiente, Galhard desvió su atención hacia Lovecraft, quien había estado observando todo en silencio, como si ya hubiera previsto que la pregunta cambiaría de dirección.

— Parece que Nathan prefiere meditar un poco más sobre su sueño —comentó Galhard con una leve inclinación de cabeza hacia Nathan, manteniendo su tono suave y comprensivo. Era importante no forzar el momento, sino dejar que las respuestas fluyeran naturalmente cuando fuera el tiempo adecuado.
Luego, volvió su atención completamente a Lovecraft, quien siempre había sido un enigma para él. Con la misma calma que había mostrado al hablar sobre su propio sueño, Galhard dirigió la pregunta hacia su compañero.

— Lovecraft, ¿y tú? —preguntó, su curiosidad genuina reflejada en sus ojos—. ¿Cuál es tu sueño? ¿Qué te impulsa a seguir adelante? Dado a que parece que no eres de muchas palabras... ¿Te sería raro escribirme tu respuesta en esta libreta?— Finalizó sacando una pequeña libreta y un lapiz.

La brisa del East Blue seguía acariciando suavemente los rostros de los presentes, mientras el sol comenzaba a descender en el horizonte. El ambiente era perfecto para este tipo de conversaciones profundas, y Galhard sentía que conocer los sueños de sus compañeros no solo los acercaría más, sino que también fortalecería el vínculo entre ellos. Estaba convencido de que juntos podrían lograr grandes cosas, pero primero debían entender qué los impulsaba individualmente. Con la mirada fija en Lovecraft, Galhard aguardaba su respuesta.
#9


Salto de foro:


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