¿Sabías que…?
... Garp declaró que se había comido 842 donas sin dormir ni descansar porque estaba tratando de batir un récord mundial. ¿Podrás superarlo?
[Aventura] [T4] Un premio para repartir
Octojin
El terror blanco
33 de verano del año 724.


Base del G-31, Loguetown.

Parece una mañana típicamente bulliciosa, estás terminando tu rutina de limpieza personal —como buen presumido que eres— cuando uno de los reclutas se acerca corriendo y da tres golpes en la puerta de tu habitación. No espera más de un par de segundos para llamar aún más fuerte, y parece que le va la vida en ello, pues llama una tercera vez dando otros tres golpes con una fuerza aún mayor, creando un sonido que puede sonar ciertamente desagradable.

—¡Alférez Takahiro! La capitana Montpellier le llama a su despacho inmediatamente. Parece urgente.

Y tanto que parece urgente. ¿Quién en su sano juicio molestaría de tal manera a un superior? Estos reclutas de hoy en día... Ya no tienen modales. A la mili les mandaba yo.

Bueno, pues parece que la capitana te manda llamar. ¿Qué has hecho ahora? Te indicaría el camino, pero creo que te lo sabes. Ten cuidado con las zonas que pisas, es día de limpieza en la marina y los reclutas están a tope con ello. Mueven la fregona a una velocidad de vértigo.

Durante el camino no verás nada raro. Ajetreo y poco más. Últimamente no hay demasiado lío en la central, quizá no como antes. Algún que otro recluta te saluda y se te queda mirando, parece que ya vas cogiendo fama en el G-31, ¿eh?

Cuando llegues al despacho tienes dos opciones, llamar o entrar. En cualquier caso, el despacho de la capitana Montpellier es un lugar que siempre ha parecido caótico, pero hoy... hoy hay un ambiente de calma. Demasiada calma. Al abrir la puerta, lo primero que verás es a la capitana... durmiendo profundamente sobre una montaña de papeles que, para sorpresa de todos, están cuidadosamente apilados y parecen ordenados.

La capitana Montpellier se sobresalta con uno de tus pasos, y se gira violentamente, despertándose con una expresión de puro pánico. Sus ojos se abren de par en par y mira frenéticamente a su alrededor, como si le hubiesen pillado en medio de un ataque sorpresa.

—¡¿Qué?! ¡¿Qué pasa?! ¡Yo estaba...! ¡Ah, eres tú, Takahiro!

Se pasa una mano por el rostro, intentando recomponerse mientras murmura algo ininteligible sobre “demasiado trabajo” y “nada de café”. Finalmente, se sienta recta, intentando mantener un aire de autoridad mientras reprime un bostezo. La confianza a veces da asco.

—Bien, escucha con atención. Unos piratas han atracado en el muelle y... bueno, la han liado pero bien. Han destrozado media docena de puestos del mercado, robado un par de barcos pesqueros y, por supuesto, ya han hecho un par de peleas con los comerciantes locales. Me pinchas y no sangro. Todas las semanas alguna historia de estas... ¿A ti también te cansan? Los informes indican que incluso han soltado un par de cañonazos al aire para impresionar, ¿te lo puedes creer?

Se frota la sien, claramente frustrada mientras niega con la cabeza, para después volver a mirarte.

—Lo peor de todo es que no tienen ni idea de a dónde han venido... No estamos en cualquier pueblo, esto es Loguetown. Ya envié un operativo para detenerlos, y lo han conseguido, pero necesitan refuerzos. Con tantos efectivos en misiones fuera... Creo que te va a tocar ir a ti. Hay que asegurarse de que no haya ningún otro problema, ya sabes. La última comunicación que he tenido es que todo estaba controlado... Pero ya me conozco yo estas cosas. Ve al muelle número cuatro, donde tienen el barco de los piratas atracado. El perímetro ya está cerrado, así que no deberías tener problemas para encontrarlo. Busca a un tipo alto llamado Philip, él está al mando de la operación. Haz lo que sea necesario para ayudar. Y, por favor, esta vez no... —hace una pausa, mirandote con una sonrisa cansada— No hagas demasiados destrozos. ¿De acuerdo?

Con la orden clara, la capitana decide que ya está todo dicho y se vuelve a coger una montaña de papeles para seguir leyendo, invitándote con indiferencia a que te salgas de la sala.

Parece sencillo, ¿no? Muelle número cuatro, piratas atrapados. Hablar con Philip y volver. A ver qué tal se te da.
#1
Takahiro
La saeta verde
Día 33 de verano.
Año 724.
Loguetown.




Aquella mañana estaba siendo una de tantas para Takahiro en la base del G-31 de la Marina del Gobierno Mundial, en la reconfortante y humilde ciudad de Loguetown. En un principio, el recién ascendido Alférez estaba bastante feliz, pues iba a tener su primer día de descanso real en varias semanas. Es por ello, que está canturreando en su habitación, frente al espejo, mientras se perfumaba con su colonia favorita: Bugo Hoss.

Te extrañaba yo tanto, que no al verte a mi ladooo…. Ya soñaba con volverte a veeeer —agarró con fuerza el tarro de colonia y lo usó a modo de micrófono, acercándoselo a la boca—. ¡Y ENTRE TANTO TE ESTABA INVENTANDO, DE NIIIIÑAAA AA MUUU-JEEEEEER!

En pleno apogeo de su concierto para nadie, alguien golpeó en la puerta con fuerza para interrumpirlo. «¿Quién demonios será ahora?», se preguntó el peliverde, suspirando con desdén justo antes de abrir la puerta. Nada más abrirla se topó de frente con el Recluta Stefan Meiers, un individuo bastante extraño dentro de la brigada, pero que era usado por la mayoría como el recadero oficial.

Digamelón —le dijo al recluta, mientras le miraba a los ojos. Lo que quería estaba claro, nuevamente iban a necesitar de sus servicios en la isla. Muchas veces el peliverde pensaba que no había más marines que los miembros de la L-42, aunque eso no fuera cierto—. Muchas gracias, recluta. Tómese un refresco en la cantina a mi cuenta. Dígaselo a la cantinera.

Tras aquello, terminó de acicalarse, se puso la parte superior de sus ropajes, atándose el cinturó con sus espadas y se colocó sutilmente sobre los hombros su chaqueta de oficial, con las hombreras con flecos tan horteras.

Apenas tardó un par de minutos en llegar al despacho de la Capitana Montpellier. Una vez sobre la puerta, golpeó una vez y la abrió de golpe. Nada más hacerlo, la capitana se sobresaltó. ¿La razón? Estaba dormida, como de costumbre. Takahiro no entendía como podía dormir tanto y en circunstancias tan extrañas como las que hacía. A la madre de la gigantona no le importaban las formas, podía quedarse dormida de pie en la zona de entrenamientos, en el escritorio de su despacho o, simplemente, avisando por den den mushi desde mitad del cuartel. Le daba igual.

Takahiro se acercó al escritorio, poniéndose firme con las manos en la espalda.

¿Qué desea, capitana? —le preguntó. Esa vez no iba a decirle que se encontraba en su día libre, ¿para qué? Total, la respuesta siempre era la misma: es tu deber como oficial de la marina. Escuchó atentamente sus palabras, de nuevo piratas en la isla—. ¿Qué si me cansan? La verdad es que sí. En su momento propuse hacer un cordón con barcos previstos de tanquetas de agua de mar para atacar a los barcos antes de que atracaran, pero no os gustó mi idea —le dijo, con cierta indignación. Para luego continuar escuchándola—. Lo intentaré, pero no le prometo nada —le dijo—. Si hay que elegir entre el mobiliario local y la vida de nuestros ciudadanos, ya sabes cual será mi elección —dicho aquello, hizo el saludo militar y se puso en marcha; aunque no sin antes girarse y mirar a la capitana—. Le recomiendo coger un cojín, seguro que es más cómodo que ese montón de papeles —bromeó Takahiro, sonriente. Y se marchó.



Revisó todo su inventario y puso rumbo hacia el muelle. Como quería acabar rápido con aquello, se apresuró en su marcha hasta tratar de llegar a su destino. Por el camino, como era costumbre, se encontró a varios de los pueblerinos que ya le conocía, a los que saludó sin pararse.

Una vez llegara al muelle, cruzando el cordón policial que había hecho buscaría a Phill, llegando a preguntar por él si no lo encontraba de primeras. Una vez diera con él le hablaría.

Aquí el alférez Takahiro Kenshin —diría, saludándole—. Me envía la capitana Montpellier, ¿qué es lo que necesita? ¿Qué se ha salido de control para que requiráis de refuerzos? —preguntaría, sin andarse con tapujos.

Personaje

Inventario
#2
Octojin
El terror blanco
La mañana en Loguetown está en plena actividad cuando te aproximas al muelle número cuatro, la zona está acordonada y ya se percibe el ambiente de tensión entre los marines que vigilan la entrada. Ni siquiera te piden la identificación para cruzar el perímetro. Una rubia de metro noventa alza el cordón para que accedas y te guiña un ojo. Vaya, parece que los marines ya te conocen, ¿no?  Quizá tu quieras conocer también a esa marine.

Al cruzar el perímetro, avanzas entre miradas de algunos reclutas que te observan con cierto respeto —y una pizca de curiosidad—. La tripulación pirata ya ha sido detenida y, desde la distancia, ves a los prisioneros en cubierta, amarrados y sentados en una perfecta fila contra la madera del barco. El ambiente en el muelle es silencioso, solo interrumpido por las órdenes que algún que otro oficial da a sus subordinados que bajan al almacén o revisan los camarotes en busca de cualquier indicio. Como te dijo la capitana, todo parece bastante controlado, pero no hay respuestas. Que va a tocar ejercer de Sherlock por aquí. O eso parece.

Al acercarte, divisas a Philip, un hombre considerablemente alto y de complexión fornida, con el cabello rubio recogido en una coleta baja que le cae sobre la espalda. La expresión en su rostro al verte no podría ser menos amigable. Frunce el ceño y, sin demasiado entusiasmo, te hace un saludo militar oficial, aunque su mirada y su postura revelan una mezcla de rabia y desdén por la situación. Parece molesto de tener que reportarse a alguien que, aunque es su superior, llega para ayudar a lo que, a su parecer, ya tiene bajo control. A mi también me jodería, la verdad. Saca un poco la empatía a pasear, anda, que Philip no se sienta del todo mal.

—Alférez Takahiro —su tono es formal y seco, pero sientes el peso de su incomodidad mientras te observa con desconfianza—. La situación aquí está controlada. Los piratas están bien asegurados y vigilados, aunque hay algo extraño en ellos.

Philip te señala a los piratas detenidos, que están justo enfrente de ti. A simple vista, parecen bastante jóvenes y desaliñados, pero lo que más llama la atención es el silencio. Emiten algunos sonidos, gruñidos y miradas vacías, pero ninguno ha hablado desde que fueron arrestados. Ni siquiera parece otra lengua, es algo raro, ¿no? No responden preguntas, ni siquiera reaccionan a las provocaciones de los marines que intentaron interrogarles. Parecen más una fila de estatuas deslucidas que una tripulación pirata.

—Hasta ahora hemos contabilizado ocho detenidos, todos ellos en cubierta —te explica con voz algo apagada mientras lanza una rápida mirada a los prisioneros—. Lo raro es que, aunque hemos estado revisando sus pertenencias y su barco, no hemos encontrado ningún registro oficial de su bandera, ni rastros de otros miembros de la tripulación. Hemos contactado con varias sedes de la Marina, pero nadie parece reconocer su Jolly Roger. Y algo así no se ve todos los días, una tripulación tan pequeña y con tantas ganas de liarla. No sé, todo parece bastante raro. ¿Te suena a ti la bandera?

La bandera


Philip hace una pausa y su mirada vuelve a reflejar ese desdén sutil mientras observa cómo examinas la situación. Te das cuenta de que su incomodidad no es solo por verte allí como su superior, sino porque, en su opinión, esta “pequeña operación” podría resolverse sin complicaciones. Sin embargo, la falta de comunicación de los piratas y la imposibilidad de identificarlos parecen estar empezando a frustrarlo también. Algo quizá entendible desde fuera, pero que desde dentro debe ser jodido de digerir.

—La tripulación está siendo registrada en este momento. Algunos de los nuestros están bajando al almacén, mientras que otros revisan los camarotes, buscando cualquier pista que nos diga quiénes son estos tipos o qué hacen aquí. Pero hasta ahora, nada. Ni documentación ni pistas. Solo ese silencio incómodo y... esas miradas vacías. —Frunce el ceño y parece que va a añadir algo, pero se detiene, como si pensara que ya ha dicho suficiente.

Ves que algunos reclutas suben y bajan del barco, intercambiando miradas de preocupación y sorpresa. Algo parece extraño en este grupo de piratas, como si no fueran la típica tripulación que suele atracar en una ciudad como Loguetown. Aunque Philip no lo dice abiertamente, hay una atmósfera de misterio en el aire. ¿Alguna vez te habías topado con algo así? Sin lugar a dudas es una situación bastante complicada ¿Es una misión sencilla de contención, o hay algo más oscuro detrás de estos prisioneros silenciosos y el barco en apariencia abandonado?

Philip vuelve a mirarte, esperando alguna orden, aunque su lenguaje corporal aún parece mostrar resistencia a la idea de que su operativo sea supervisado. Parece casi como si esperara que tú también te des cuenta de que, quizás, tu presencia no es necesaria. Pero si algo está claro, es que la presencia de estos piratas es un enigma, y Philip, aunque competente, está atascado en su propia frustración. Decidas lo que decides, elige bien tus palabras. No te conviene crear una guerra sobre la cubierta de aquél barco.

Los detenidos siguen en silencio, y las únicas señales de vida que dan son miradas furtivas que dirigen a los marines que pasan cerca y algún que otro extraño sonido. Sus ojos oscuros reflejan algo más que simple desobediencia. Y sin embargo, permanecen tan quietos como figuras de piedra, como si cada uno estuviese en su propio mundo, esperando... algo.
#3
Takahiro
La saeta verde
La situación no era tan escabrosa como el peliverde se había imaginado en su cabeza por las palabras de la capitana Beatrice, aunque también era cierto que no había dicho que estuviera todo fuera de control ni mucho menos. Sin embargo, siempre que le llamaban para alguna situación, casi siempre, se salía de las manos de una forma u otra. Era como si tuviera un imán para los altercados.

«Esperemos que todo vaya bien esta vez», se decía Takahiro», mientras cruzaba el cordón que acordonaba el perímetro de aquel lugar.

Sorprendentemente, todo estaba en perfecto estado de revista, como si aquella situación hubiera salido directamente de uno de los manuales de táctica de la marina. Caminó hasta encontrarse con Phillip, cuyo rostro era el espejo de su alma. Por la forma que tenía de mirar a Takahiro se apreciaba que no le gustaba tenerlo allí, ¿la razón? Podrían ser muchas, pero lo más probable era que no quisiera que el espadachín metiera las narices en aquel lugar.

Descanse, compañero —le dijo Takahiro, devolviéndole el saludo—. Y no sea tan formal, puede llamarme Takahiro —le sonrió el alférez, intentando aliviar la tensión de aquel momento.  Cuando le enseñó la bandera el marine intentó hacer memoria. Lo cierto era que hacía bastantes semanas que no leía el periódico, todo eran desgracias y malas praxis del gobierno con algunos grupos criminales. Tan solo había recortado el articulo que hablaba de la L-42 y su actuación en el faro. Era un bonito recuerdo, aunque Octojin ocupaba gran parte de la foto, era demasiado grande en comparación con el resto—. La verdad es que no tengo ni idea. Pero si quieren un nombre podemos llamarlos los piratas silenciosos, por el gesto de la mano —bromeó Taka, haciendo el gesto—. Y por lo que me comenta usted, no dista mucho de la realidad. Mire, usted continúe con sus quehaceres, que tampoco quiero molestarle. Se ve que sabe lo que hace y cómo funcionan sus hombres. Yo voy a subir al barco e intentar hablar con alguno, ¿le parece? —el peliverde hizo una pausa, mostrando una sonrisa y haciendo el amago de caminar, pero sin hacerlo—. Sin embargo, lo que si voy a querer es que me haga un informe con todo aquello que saquéis del barco, si es que sacáis algo. Estoy viendo que estáis entrando y saliendo, alguna razón habrá, ¿cierto? —le preguntaría, mirándole fríamente—. Así que nos vemos en unos minutos.

Takahiro clavó sus ojos una vez más sobre los de Philip, haciéndole entender que tan solo iba a dejarle mandar durante un breve periodo de tiempo y subió a la cubierta. Una vez estuviera allí buscaría al primer recluta que encontrara y le hablaría.

Buenos días, recluta —le diría, haciéndole un ademán con la mano para que parase—. ¿Cuál es su nombre? —le preguntaría—. Voy a encomendarle una misión, pero tiene que quedar entre nosotros, ¿de acuerdo? Me encargaré de que sea recompensado por ello —le diría, tratando de hacerle cómplice de lo que tenía en mente—. Si notas o ves algo fuera de lo común, ya sea entre los piratas o los marines, comunícamelo, ¿entendido?

Dicho aquello, se aproximaría a los piratas, observándolos mientras usaba su haki de observación para medir su nivel de hostilidad y la fuerza de cada uno de ellos. Una vez lo hiciera se acercaría al que entendiera Takahiro que era más débil para cogerlo y alejarlo del resto para hablar con él para sonsacarle información acerca de quienes son, de donde vienen y porque todos están callados.. A fin de cuentas, una cadena era tan fuerte como su eslabón más débil.

Percepción III
KENB601
KENBUNSHOKU
Haki intermedio
Tier 6
10/10/2024
9
Costo de Haki por Turno
2
Enfriamiento
Permite al usuario percibir con precisión la presencia de otros seres vivos en un área, siendo capaz de apreciar las emociones que exterioricen y de forma superficial las hostilidades que realmente tienen. Así como estimar de forma general quién es alguien más fuerte o más débil que él. Si lo activa puede anticiparse a un ataque obteniendo para ello un bono de +10 [Reflejos].
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#4
Octojin
El terror blanco
La mirada de Philip sigue siendo igual de seca, pero asiente con una rigidez respetuosa que muestra que, aunque reacio, respeta la cadena de mando. Tampoco es que le quedase otra opción. Es evidente que preferiría manejar la situación sin intervención externa, pero no parece dispuesto a oponerse abiertamente, más que nada porque abriría una guerra que quizá no toca lidiar. Finalmente, tras intercambiar un saludo militar contigo, se retira hacia otros de sus subordinados, dejándote a ti en pleno control de la situación.

Uno de los reclutas, a quien le pides que te ponga al tanto, asiente con rapidez, te devuelve un saludo enérgico y luego desaparece hacia el interior del barco, seguramente a recabar más información.

Mientras tanto, decides analizar mejor a los prisioneros usando tu haki de observación. Las presencias que detectas tienen un nivel de hostilidad sorprendentemente bajo, casi como si estos “piratas” no fueran conscientes de la tensión que debería haber en su situación. De hecho, parecen relajados, casi indiferentes, sin señales de agresión o resentimiento hacia sus captores. Aunque las energías de estos hombres varían, ninguna parece representar un desafío para ti en combate. Aunque, ¿quién sería un digno rival para ti? El peliverde no tiene rival. La sensación general es desconcertante... ¿Piratas tan tranquilos y desinteresados?

Te acercas al que percibes como el menos poderoso de ellos y lo apartas ligeramente de la fila, tratando de captar su atención y obtener alguna información. Al instante, su expresión cambia. Un leve nerviosismo atraviesa sus ojos y comienza a moverse inquieto, como si la separación de los demás lo hubiera puesto en guardia. ¿Acaso has hecho bien? Diría que sí a juzgar por el lenguaje corporal de ese tipo.

Con voz calmada, intentas sacarle algo de información, preguntándole quiénes son, de dónde vienen, o el motivo de su presencia en Loguetown. Sin embargo, en cuanto abre la boca para responder, solo emite unos sonidos extraños, sin coherencia alguna, como si las palabras estuvieran atrapadas en su garganta. Sonidos sin sentido, sin articulación... algo entre un gruñido y un gemido. Si decides intentarlo un par de veces más, notarás que el resultado es el mismo. No hay palabras, solo esos ruidos incomprensibles que parecen más una reacción automática que una respuesta.

Su boca se abre y cierra, como si buscara palabras que no salen, y sus labios se mueven con una desesperación silenciosa, formando sonidos que se quedan atrapados en su garganta. Sus manos gesticulan nerviosamente, tratando de dar forma a lo que su voz no puede expresar, y sus ojos, llenos de una urgencia contenida, buscan en los tuyos, alguna señal de comprensión.

Qué raro todo la verdad. ¿Qué estará pasando? Creo que deberías pensar un poco y reflexionar sobre qué está pasando allí. Demasiado extraño diría.

El recluta al que enviaste vuelve y te pide hablar en privado. Si decides ir con él, te obligará a apartarte del tipo al que le has hecho las preguntas y, con cierto nerviosismo, te contará algo. Con una expresión de preocupación en el rostro, el recluta comienza a compartir sus observaciones, mirando hacia todos los lados, como buscando que no sepan que está hablando contigo.

—Alférez Takahiro... es algo extraño. Todos estos tipos hacen los mismos sonidos, como si... estuvieran hechizados o algo por el estilo. No responden a nada, ni siquiera a los insultos o amenazas. No sé cómo explicarlo, pero parece que no pueden hablar, o que algo los está bloqueando.

Sus palabras confirman tus propias impresiones. A medida que piensas en esto, el recluta añade algo más, todo con una manera de hablar demasiado rápida. Te cuesta un poco entenderle, creo que está sobreexcitado. Probablemente es la primera vez que está ante un cargo tan alto en la marina. O puede que le impongas un poco. ¿O será que le gustas? Fua, me podría tirar así media hora, marujeando. Pero te lo voy a ahorrar, va. Vamos a lo importante.

—Y además, hay otra cosa, señor. Hemos encontrado un cargamento de espadas en la bodega. No son nada del otro mundo, parecen katanas normales y corrientes, aunque hemos pedido que venga un herrero a tasarlas y aún no ha llegado. Pero hay algo que nos ha llamado la atención. Falta una en el centro. Es como si... estuvieran ahí para rodear algo más importante, pero esa cosa no está. Quizá debería echarle un vistazo usted mismo.

Pues parece que quizá ahí tengas un hilo del que tirar. Si aceptas la idea de bajar a la bodega y ver ese cargamento, tendrás que dejar a alguien a cargo de los prisioneros. ¿Qué tal ese recluta? Quizá si lo hace bien, le premien. O puede que sea un riesgo muy grande. Pero bueno, la marina tiene un perímetro montado, no creo que nada salga mal, ¿no?

Sin finalmente te diriges hacia la cubierta del barco y desciendes las escaleras hasta el interior, notarás que el ambiente es notablemente más oscuro y húmedo, con un olor a madera mojada y salitre que impregna el aire. Allí habrá cuatro marines más, algo aburridos, que parecen estar custodiando la zona.

Si te fijas, verás que varios marines ya han dejado abiertas algunas cajas y barriles en busca de pistas. Algunas tienen monedas, otras telas, pero no hay nada de valor aparente. En una esquina, encuentras el cargamento de katanas que mencionó el recluta. Las espadas están alineadas de forma ordenada dentro de un recipiente de madera, todas del mismo estilo y calidad básica, y sin ninguna marca distintiva que sugiera que son especiales. El único distintivo entre unas y otras es el color de la funda, que va variando según observas. Sin embargo, en el centro de esta formación, justo donde debería haber una espada, solo queda un hueco vacío. Es evidente que, en algún momento, hubo otra katana ahí, una que probablemente era diferente de las demás.

¿Qué habrá sido de esa katana? ¿Realmente será una distinta? ¿O todas serían básicas? La pregunta queda en el aire. Quizá los piratas sabían de su existencia y la escondieron, o alguien la retiró antes de que pudieran atraparlos. Sea como sea, el misterio parece complicarse, y la posibilidad de que este grupo esté bajo algún tipo de control externo cobra más fuerza.
#5
Takahiro
La saeta verde
«Parece un gorrino antes de la matanza», se dijo Takahiro, al escuchar los extraños sonidos que estaba haciendo aquel mugriento pirata.

¿Estás bien? —le preguntaría Takahiro, volviendo a escuchar sonidos parecidos a una persona a la que estaban agarrando de forma poco delicada por la región escrotal. ¿Qué como sabía que alguien sujetado por los testículos sonaba así? Eso era una historia para otro momento, pero dolía…, y mucho.

Tras ello, el alférez devolvió al pirata junto al resto de sus compañeros maniatados. ¿Qué diantres estaba ocurriendo en aquel lugar? Lo cierto era que la bandera indicaba que no iban a decir mucho, pero esperaba al menos escuchar alguna palabra por parte de aquel sujeto. Dio un pequeño paseo por la cubierta, aunque sin alejarse mucho de los piratas a los que miraba de reojo. Su mano reposaba sobre la empuñadura de su katana. Era un acto reflejo inconsciente, ya que algo no le cuadraba, algo estaba mal en todo eso. Miró al mar, y en ese momento se le ocurrió algo. «Y si tienen…, no eso no puede ser. Y si tal vez…, tampoco. ¡Piensa Taka, piensa!», discurría el marine, a quien tan solo se le ocurrían ideas absurdas.

Fue entonces, cuando el recluta de antes, cuyo nombre no recordaba haberle preguntado, volvió. Estaba nervioso en sus maneras, así que Takahiro plasmó en su cara un gesto calmado y conciliador.

Dígame, recluta… —hizo un breve ademán con la mano para que se presentara el joven—. ¿Hechizados? —se cuestionó en voz alta, extrañado.

Y como si un haz de luz atravesara su cuerpo e iluminara su mente, se le ocurrió algo. A su cabeza vino la bandera de aquel barco, con una calavera con una mano que llevaba el dedo índice sobre la boca. ¿Qué querría decir? ¿Qué era una banda silenciosa? ¿Qué era una banda que tenía muchos secretos? ¿O acaso que su líder tenía el poder de mandar a callar a las personas? Sus ojos se iluminaron, y en cuanto el recluta terminó de hablar le encomendó otra cosa.

¿Espadas? —se cuestionó—. Ahora me acerco a observar aquello. Pero ahora tengo otra misión para ti, jovenzuelo. Quiero que cojáis al pirata con el que he intentado hablar —lo señaló con el dedo—. Lo bajéis del barco y lo tiréis al mar durante unos segundos. Sacadlo y metedlo en el agua como si estuvieráis cocinando un pulpo —le ordenó—. Si estoy en lo cierto tras eso hay una probabilidad de que pueda comunicarse de menos. Dígale a Phillip, que es una orden directa mía. Ese hechizo del que me has hablado puede ser el poder de una fruta del diablo, y quizá un buen baño en el mar elimine sus efectos. ¿Qué no lo hace? Al menos despejaremos las ideas del pirata —bromeó Takahiro, con cierta malicia—. Y quiero qué no se os escape, ¿entendido? —su tono de voz se volvió serio, como el de alguien de su rango—. Atadlo de pies y manos como si fuera un cochinillo para meterlo en un horno de piedra, que solo nos faltaría que se nos escapara nadando. Y si después habla, venid a por mi que yo me encargo de interrogarlo.

Dicho aquello, Takahiro echaría un último vistazo a la cubierta y bajaría por la escalera. Al llegar al lugar de las espadas las observó, todas parecían muy normales, pero faltaba una. ¿La habría cogido algún marine codicioso? Era improbable, mas no imposible. Después del altercado en la base, Takahiro sospechaba de la mayoría de sus compañeros, a excepción de los miembros de la L-42.

Allí había marines, así que preguntó si alguno había cogido la espada. Entretanto, el alférez usaría usar su haki de observación para ver si hay alguien en el barco que no hubieran visto todavía. Si él fuera pirata esperaría agazapado en algún lugar secreto, quizá en un doble fondo dentro del barco hasta que todos se fuesen y luego huir agazapado con el botín.

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Permite al usuario percibir con precisión la presencia de otros seres vivos en un área, siendo capaz de apreciar las emociones que exterioricen y de forma superficial las hostilidades que realmente tienen. Así como estimar de forma general quién es alguien más fuerte o más débil que él. Si lo activa puede anticiparse a un ataque obteniendo para ello un bono de +10 [Reflejos].
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Resumen
#6
Octojin
El terror blanco
El joven recluta asiente con tanto entusiasmo que parece que le has dado la mejor noticia de su vida. Con una sonrisa casi infantil en el rostro, realiza un saludo militar perfecto antes de lanzarse a ejecutar la tarea a toda prisa. Se dirige hacia varios marines, dándoles las órdenes necesarias para que lleven a cabo lo que pediste, y termina señalándote, algo que hace que el resto de marines se den más prisa aún. Entre todos, hay algo de revuelo cuando escuchan la instrucción de usar la polea para bajar y subir al prisionero al mar. Y aunque Philip no parece muy contento al enterarse de la orden, al final la acata sin mayores comentarios, aunque lanza una mirada cargada de escepticismo al pobre pirata que pronto estará mojado.

Mientras tanto, tú te encaminas hacia la bodega, donde yace el misterioso cargamento de katanas. Te tomas un momento para inspeccionar las espadas. A simple vista, todas parecen comunes, de calidad básica y sin ningún rasgo que sugiera que pertenecen a una tripulación pirata con habilidades excepcionales. Pero el hueco vacío en el centro del recipiente destaca como un incómodo recordatorio de algo que falta. Interrogas a varios marines cercanos, preguntando si alguien ha retirado una de las espadas, pero todos te responden lo mismo: el recipiente ya estaba así cuando llegaron. Ninguno recuerda haber visto otra espada en ese lugar. Y parecen decir la verdad.

A medida que observas la escena, decides utilizar tu haki de observación nuevamente, escaneando el lugar en busca de cualquier señal de vida o peligro oculto. Los marines a tu alrededor emiten una energía tranquila y bajo control, completamente bajo tu mando. Pero entonces, sientes una presencia extraña, una señal de vida que no corresponde a ninguna de las personas visibles. Está justo debajo de ti, a unos tres metros y ligeramente a la izquierda. ¿Cómo es posible? No parece que haya una trampilla, ni una abertura para acceder a un nivel inferior. Te preguntas si habrá algún compartimento oculto, alguna sección secreta del barco que no han detectado aún.

Quizá por un momento ronde por tu cabeza que es el gran Octojin nadando por ahí, pero no, es imposible. Su presencia tiene una energía débil, y notas que poco a poco parece estar apagándose. Además, permanece totalmente inmóvil. ¿Qué está pasando con eso?

Es entonces cuando el joven recluta vuelve, con una expresión de entusiasmo renovado, y te toma del brazo suavemente para guiarte de vuelta a la cubierta, casi sin dejarte elegir.

—Hemos hecho lo que nos pidió, señor. El tipo no deja de hacer ruidos extraños cada vez que entra al agua, pero ni rastro de una palabra normal —te dice con una mezcla de emoción y sorpresa.

Al llegar a cubierta, ves cómo han instalado una pequeña polea con la que están bajando y subiendo al pirata en el agua continuamente. El pobre hombre está atado de pies y manos y se retuerce en sus amarras mientras los marines, siguiendo tus órdenes, lo sumergen en el agua por unos segundos antes de volver a sacarlo. El hombre emite una serie de sonidos aún más extraños que antes, casi guturales, y cada vez que lo sumergen parece más alterado, aunque sigue sin pronunciar una sola palabra coherente. Los marines, a pesar de su profesionalismo, no pueden evitar lanzar miradas curiosas e incluso alguna risa reprimida ante el extraño espectáculo. Aun así, no muestran signos de querer desobedecer tus órdenes. Ojalá que nadie esté viendo esto desde el puerto, porque vaya imagen está dando la marina...

Observas al pirata con atención, buscando cualquier señal de cambio o respuesta. Sin embargo, por más que lo intentan, no parece que el agua del mar esté rompiendo ningún tipo de hechizo. Es más, ¿por qué habría algún hechizo? Quizá el novato ha leído demasiadas aventuras de fantasía.

Los sonidos continúan, y el hombre sigue sin pronunciar una palabra comprensible. Poco a poco, empiezas a considerar la posibilidad de que el tema del “hechizo” sea algo más complejo de lo que habías pensado, o tal vez, que realmente estos hombres no tienen la capacidad de hablar.

Yo que tú pediría que dejaran a ese pobre hombre tranquilo ya, no creo que vaya a hablar por mucho que sigas remojándolo como quien reboza un filete. Además, estáis generando un poco de tensión con el resto de piratas, que emiten sonidos inentendibles cada vez a mayor volumen. Creo que no estaría de más reconducir la situación o se puede complicar.

Bueno, parece que tienes bastantes cosas pendientes, ¿no? No te dan ni un día libre y encima te mandan a encargarte de marrones que nadie sabe solucionar. La verdad es que vaya vida me llevas. Llegarás a ser el orgullo de la marina algún día, pero el camino no te lo están poniendo sencillo.

Algo te dice que esto es solo el comienzo de una intriga mucho más compleja.
#7
Takahiro
La saeta verde
El peliverde notó una presencia bajo el barco, la cual se fue alejando poco a poco. ¿Un gyojin? ¿Un rey marino? ¿Un buzo? ¿El ladrón de la espada huyendo? Podría ser cualquier cosa. En momento como aquel extrañaba a Octo, que ante una cosa así tan solo tenía que lanzarse al mar e investigar lo que ocurría. Sin embargo, en esa vez no estaba para ayudarle.  Ese pensamiento llevo a Takahiro a cuestionarse que había, realmente, pocos gyojins en la grandiosa marina del gobierno mundial. «Creo que voy a proponerle a Beatrice que realice un reclutamiento voluntario de hombres-peces. Tener uno por escuadrón sería de mucha ayuda», pensó.

Fue en ese momento cuando el recluta joven viene, con un gesto de felicidad bastante grande. Durante un instante, Taka pensó que su plan había funcionado, pero la respuesta del chico fue como un balde de agua fría sobre sus hombros.

—Pues vaya… —comentó el marine, cruzándose de brazos—. Esta bien, espérese usted un segundo, recluta.

Dicho aquello, contó las espadas que se encontraban allí espuestas, para luego hablar con otro de los marines que se encontraban allí.

—Vamos a llevarnos estas espadas al cuartel, ¿entendido? Las he contado, así que espero que no falte ninguna al llegar —dijo—. Nos van a servir para mejorar nuestro armamento, o tal vez nos de una pista para ver lo que ocurre. Peinad lo que queda del barco y en media hora nos vemos fuera, ¿entendido?

Ordenado aquello subió a la cubierta, y contempló la improvisada y grandiosa obra de ingeniería que habían hecho los marines que estaban allí. Habían hecho una especie de polea usando un motón, con el que bajaban y subían al pobre marine que parecía a desesperado.

—Por el amor de Cristo Rey —En ese instante él mismo se recordó a su amigo Masao, pero es que lo que estaba viendo era inhumano—. Si veis que no esta diciendo nada, soltadlo leches. Y traedle una manta.

En ese momento, Takahiro se puso a pensar. ¿De que otra manera podría comunicarse con aquellos hombres? Si no estaban bajo la influencia de alguna fruta, tenía que ser otra cosa. Fue en se momento cuando la bandera pirata volvió a su mente. «¿Y si…? No, no puede ser. Sería una posibilidad entre un millar, o tal vez más», pensaba el peliverde para sus adentros.

—¡Señores! —alzó la voz el alférez—. Traedme papel y algo para escribir —ordenó—. Creo que he tenido una idea.

Fue en ese momento, cuando Takahiro se puso a escribir en el papel para comunicarse. Escribiendo lo siguiente:

Cita:Hola, buenas tardes.

¿Sabéis escribir?

En caso de que respondieran afirmativamente, el peliverde escribiría lo siguiente:

Cita:Decidme, ¿por qué no podéis hablar?  ¿Sois mudos? ¿Sordo-Mudos? ¿Nunca os han enseñado?

Y si os ha molestado lo de vuestro amigo, lo siento, pensábamos que estabais bajo la influencia de una fruta del diablo.

Pero me gustaría que me respondierais a las preguntas que os haga. ¿Entendido? Si colaboráis hablaré en vuestro favor.

Confiad en mí.
#8
Octojin
El terror blanco
Mientras esperas con el papel en la mano, uno de los prisioneros, que hasta ahora había permanecido tan inmóvil y en silencio como el resto, te mira de una forma distinta. Sus ojos reflejan un interés genuino, y con una breve y rápida señal, te indica que te acerques. Al aproximarte, hace una leve inclinación con la cabeza y luego mueve las manos, en un intento de que notes que quiere colaborar, pero la cuerda que ata sus manos es un impedimento para contestarte.

Quizá se te pase por la cabeza que puede ser algún algún truco para liberarse y escapar, pero parece una tontería. Sois muchos marines y él un único tipo. De todos modos, al usar tu haki de observación te percatas de que no hay ninguna intención hostil en su gesto. Parece que solo quiere colaborar.

Si finalmente le desatas las manos, el hombre simplemente toma el papel que le ofreces y comienza a escribir. Su trazo es claro y firme, como si hubiera esperado este momento durante mucho tiempo. Cuando termina, te devuelve la hoja, donde ha dejado un mensaje. Parece contento con él, y no ha dudado mucho en escribir todo del tirón, quizá ya lo tenía pensado, o por el contrario, se le da bien esto de escribir.

Cita:Somos la banda pirata Mutis, y todos somos mudos. Nos conocimos en una asociación y muchos quisimos salir a vivir la vida que no podíamos por nuestra condición de no poder hablar. Contestaré a todas sus preguntas, pero necesitamos algo antes. En la sala donde están las armas, justo abajo, está nuestro intérprete. Nos metió en un gran lío en la última isla y nuestro capitán lo castigó en un falso suelo que hay ahí. Con él nos podremos comunicar, es la única persona que habla de nuestra tripulación. Solo el capitán sabe cómo se accede al subsuelo del barco, y el intérprete debe llevar ahí ya... tres días o así.

¿Así que todos ellos son mudos? Eso explica mucho... Incluso el diseño de la bandera comienza a tener más sentido ahora. Un grupo de piratas que se conocen y deciden lanzarse a la aventura sin que la falta de voz los detenga. Joder, me parece una idea cojonuda y revolucionaria. ¿Quién necesita palabras para ejercer la piratería? Desde luego ellos no. La idea es insólita, desde luego.

Pero ahora también entiendes que la extraña presencia que sentiste en el falso suelo debe ser ese intérprete al que hacen referencia. No sé si cuando llegues será demasiado tarde, la presencia ya era bastante débil la primera vez que la percibiste.

Bueno, parece que todo va cogiendo forma. Necesitas liberar al intérprete y con él, si está en buen estado, claro, podrás tener una conversación más fluida. Si no, tendrás que volver al papel y el boli, pero bueno, es la única condición que te han puesto.

Si vas hasta la sala de las armas, puede que veas algunos puntos donde podría haber una trampilla. El recipiente que contiene las espadas es grande, quizá si lo mueves... También hay una pequeña alfombra en una de las esquinas, aunque... Parece muy pequeña.

Bueno, en cualquier caso, te toca investigar un poco. ¿Dónde diablos estará el intérprete?

cosis
#9
Takahiro
La saeta verde
Y de repente, todo cobró sentido para el alférez Kenshin, cuya mente pareció despejarse como un día nuboso tras una fuerte lluvia. Aquella banda era una asociación de mudos que por el devenir del destino se habían convertido en piratas. Sin embargo, eso llevó a que el peliverde se cuestionara algo muy importante que no había hecho hasta ese entonces: ¿Qué le ocurriría si hería a un discapacitado? Siempre se había enfrentado, al menos en apariencia, a personas en plenas facultades físicas y mentales, pero una persona muda ya era una situación distinta. Y aunque se consideraran piratas, si no tenían una recompensa y si no eran conocidos, sería como si estuviera hiriendo a un civil.

—Entiendo… —le dijo Takahiro, suspirando con desgana, mientras su mirada se iba hacia el horizonte, concretamente hacia el camino que llevaba al cuartel general del G-31. Miró de reojo al mudo y sonrió, girándose hacia el recluta que le había dado el papel y el bolígrafo—. Que nadie se mueva de aquí, ¿vale? Voy a ir en busca del intérprete.

«Quizás él pueda esclarecerme algo», discurrió Takahiro, pensando en que quizá aquella persona sería, seguramente, la presencia que había sentido en el barco.

Caminó hacia el interior de aquel navío, volviendo a la armería en la que se situaban las espadas. Deambuló por la sala, tratando de buscar alguna especie de acceso al piso inferior. Cuando estaba como trabajador en el puerto de Nanohana aprendió bastante secretos de los barcos, saberes que no se aprenden en colegios ni universidades, todos los navíos que pertenecían a personas de poco fiar tenían sobre el casco y la quilla tenían espacios funcionales que, en muchos casos, servían como una bodega inferior para el contrabando. ¿Lo malo? Que la entrada costaba mucho encontrarlas.

El peliverde comenzó a golpear el suelo con los pies tratando de encontrar alguna especie de trampilla. Sin embargo, recordaba que la presencia que notaba estaba bastante debilitada, así que lo mejor era intentar crear un acceso pronto. Ante eso, se aferró a la empuñadura de Samidare, cuya hoja había teñido de negro, para trazar varios cortes hacia el suelo, tratando de crear su propia trampilla. De conseguirlo, alzaría la voz e intentaría hablar con el intérprete:

—¿Se encuentra usted bien? —preguntaría—. ¿Necesita agua o algo? —volvería a preguntar.

La clave para que la gente colaborara era hacerle sentir que estaba cómoda, así que de encontrarse vivo le daría algo de agua, comida y, de necesitarlo, algo de ropa medio limpia que hubiera en el barco y le esposaría, a fin de cuentas, cualquier precaución siempre era poca. Tras eso, hablaría con él de nuevo, a solas.

—Dígame, caballero —comenzaría su interrogatorio—. ¿Cómo ha acabado en este barco? —preguntaría, para después de su respuesta continuar—. Dígame, ¿Por qué hay una colección de espadas tan amplia? ¿dónde está la espada que falta? Y la más importante…, ¿dónde se encuentra el capitán del barco? Porque algo me dice que usted lo sabe, de ahí que le hayan dejado a su suerte en el falso fondo del barco —Takahiro haría una pausa, pero cuando el hombre fuera a hablar le interrumpiría—. A no ser que usted sea el capitán y esté haciendo la interpretación de su vida.
#10


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