Alguien dijo una vez...
Bon Clay
Incluso en las profundidades del infierno.. la semilla de la amistad florece.. dejando volar pétalos sobre las olas del mar como si fueran recuerdos.. Y algún día volverá a florecer.. ¡Okama Way!
[Común] [C-Presente] ¿Sabías que los Den Den pueden cantar Jingles? Yo tampoco | Priv. Asradi
Alistair
Mochuelo
Júbilo, cánticos y celebraciones por donde sea que los sentidos pudieran abarcar. La liberación de Oykot, aunque cargaba consigo una destructividad bastante mas elevada de lo que cualquiera hubiera podido predecir -y además de lo que cualquiera hubiese deseado, o podido controlar-, dio lugar a un evento que el pueblo había estado pidiendo con cada puñado de aire en sus pulmones, a gritos completamente opacados por el opresivo martillo de la nobleza que se encargaba de dar más a quienes ya tenían, y encadenar a la tierra a quienes vivían de su día a día. Un acto vil que el propio Alistair rechazaba, pero que si hubiese tenido la oportunidad de escoger, hubiera preferido resolver de la forma mas pacífica posible. Si tan solo los oídos del rey y la reina sirviesen para algo más que para decorar sus rostros... No era ajeno al concepto de una liberación por choque, y que si se requería usar contundencia para resolver la situación para quienes lo merecían, así se haría. 

La ligereza que Alistair sintió en su corazón al ver al pueblo de Oykot regocijarse fue inevitable. Por fin eran libres. Libres de hacer lo que quisieran. Libres de tener una vida digna. Libres de contarle a sus hijos que, ese mismo día, podían aspirar a ser más que simples aradores de tierra porque ahora más que nunca, cada ciudadano de Oykot compartía el mismo valor con su vecino, y con quienes habitaban en los distritos mas pudientes. Que además todo acabase con la menor cantidad de bajas había sido un regalo del cielo que nadie le haría la vista gorda; los hijos aún tendrían padres y madres para que les contasen historias a la hora de ir a dormir. Un pensamiento que le permitía dormir a las noches, cuando los tambores de guerra se apagaran y los gritos de guerra fuesen arrastrados por el viento, mas allá de donde sus ecos pudiesen ser escuchados. 

Arrastrados a un tiempo sordo a la violencia en el que, esperaba, no tuviesen que haber revueltas para poder dar de comer a sus familias.

Pero el capítulo de Oykot aún no estaba cerrado, ni por asomo. Aún quedaba la etapa de la sanación, de restaurar todas las edificaciones que el conflicto se había llevado consigo, y de restaurar todos los vínculos rotos que el pueblo había tenido que separar a pulso con el fin de liberarse de sus cadenas. Una etapa que, dentro de todo, llevaba un ritmo excelente por la persistencia de todos los voluntarios a construir edificios desde sus cimientos y darles nuevos nombres, un simbolismo a empezar una nueva época y una nueva vida. 

Por centrarse en esta tarea fue que el emplumado revolucionario tuvo que contener sus ganas de hacer cierto... algo que le tuvo esperando por... ¡No muchos días, de hecho! Siquiera llegaba a los dos dígitos la cantidad de tiempo que estuvo esperando reunirse con esa persona, una mujer bastante especial con quien conectó increíblemente rápido a un nivel profundo, una persona que compartía sus pesares y sus temores por coincidencia, pero que por elección había pasado a ser una persona increíblemente importante en su vida. Como si fuese de su propia familia, la chica de cabellos negros era un alma por quien estaría presente incondicionalmente, poniendo sudor y sangre en juego si la situación lo demandaba de él. Incluso entre su benevolencia cotidiana hacia los demás, la chica tenía un lugar especial. 

No fue fácil conseguir el número del Den Den Mushi ajeno. Tuvo que buscar y rebuscar entre las personas de la Armada Revolucionaria por contactos directos e indirectos que, de formas que no serían ni cortas ni fáciles de explicar, le pudieran no solo suministrar el contacto de llamada sino también validar la identidad de esa persona para preparar esa sorpresa tan especial y ridículamente específica -la de favores que había quedado debiendo después de esto...-. Quedaría fatal si soltaba alguna línea en referencia a su encuentro pasado y acababa siendo alguien completamente diferente, ¿o no? Pero resultaba que si era ella.

La sirena, Asradi, que parecía haber llegado a donde habían hablado. A las filas de las personas que luchaban por un cambio, a la Armada Revolucionaria.

Una llamada entraría al molusco comunicador de la chica, en inicio no morfando su apariencia a la del Lunarian para guardar la sorpresa hasta la primera palabra -sabía cómo funcionaban, así que se había puesto en un punto ciego del molusco donde solo encararía hacia el amanecer y una parte de su silueta-. Cuando ella contestase, unos ínfimos segundos de silencio rodearían la comunicación; se le había hecho un nudo en la garganta de la anticipación, pues era particularmente vulnerable en su emocionalmente activo corazón. Reunirse nuevamente con una amiga así de cercana no era cosa de todos los días, ni para menos. 

Te lo he dicho, ¿o no? Que hay gente dispuesta a pelear a capa y espada por los demás, para cambiar el mundo para bien. — Acompañó con su emblemática carcajada y colocarse finalmente frente al Den Den para que el de la sirena modificara su apariencia a la del Lunarian, tal que pudiera entender perfectamente de quién se trataba. 

Alistair nisiquiera le daría tiempo a contestarle, proponiendo inmediatamente después. — Te estaré esperando en la playa noreste de Oykot, tenemos muchas cosas de las cuales hablar y... ¡También te debo esa sesión de práctica con estos pequeños! — Comentó, dirigiendo su mirada hacia el pequeño molusco mediante el cual se comunicaba; sabía que Asradi no le podía ver los ojos ahora, pero ella entendería a lo que se refería. Después de todo, era un tema el cual habían propuesto en medio de su conversación pasada. Una idea que salió de una tontería, y cual burbuja empezó a crecer hasta que se volvió inevitable la idea de enseñarles cómo modificar uno de los moluscos para que ganara la utilidad de los conocidos Den Den Mushis. 

Conocía pocos lugares mejores que una playa para reencontrarse, algo temático a juego con sus reuniones pasadas. 

Esperó un momento en caso de que ella quisiese decir algo y colgaría la llamada poco después, a lo cual le daría un pequeño bocado a su propio Den Den y lo regresaría a su almacenamiento personal -una forma glamorosa de referirse a un bolsillo que ocupaba exclusivamente para el molusco, pero tenía unas tantas ideas para mejorarlo-. 

Y permanecería con los pies sobre la arena, observando a la infinidad del océano extendiéndose mas allá del horizonte, sonriente. Ya quedaba poco para que hablasen largo y tendido.
#1
Asradi
Völva
Todo había acabado, al menos por ahora. El pueblo de Oykot era libre en todos los sentidos. Libres de la monarquía, por ahora. Libres para decidir su destino y sus vidas sin que nadie más les dictase cómo tenían que hacerlo. Eso era algo que, por desgracia, no muchos podían decir. Allí ahora eran afortunados, sí, pero también habían vivido y sufrido lo suyo. Pensándolo fríamente, y a pesar de todo lo que había acontecido, era sumamente gratificante ver de nuevo las sonrisas de los niños, el buen ambiente que se había quedado, de forma generalizada, después de que el Ejercito Revolucionario hubiese aparecido en ese lugar. Cierto era que todo había sido un poco caótico al principio, pero habían conseguido ayudar a aquella gente. Y eso era lo más importante.

Ahora todavía quedaba otra etapa más: la de sanación. Había que reconstruir edificios y vidas. El día a día de Oykot debía volver a bullir como antaño. O, más bien, mejor todavía que antes. No estaba segura qué planes tenían los demás para los días posteriores pero, al menos, en el tiempo que ella estuviese en Oykot, ayudaría con todo lo que le fuese posible. Quizás no tuviese la fuerza física de Ragn o Airgid, o la destreza con las armas de otros compañeros revolucionarios. Pero tenía sus manos, tenía sus conocimientos. Todavía había gente herida y otra gente que, simplemente, lo que necesitaba era ser escuchada. Ella valía mucho para eso, siempre se le había dado bien escuchar, al menos.

Las horas posteriores fueron así, yendo y viniendo, ayudando con los heridos o con lo que realmente hiciese falta. Aunque había algo, desde hacía horas, que le estaba punzando en la cabeza. Como un cosquilleo, una sensación. Había visto en algún momento a lo lejos, y había escuchado, algo sobre un chico alado. La mirada de Asradi había buscado a su alrededor con curiosidad, pero no se había topado con nadie así. ¿Sería él? Tenía esa ilusión, esa esperanza. La única persona alada que ella había conocido, y en la que confiaba, era Alistair. Pero no lo había vuelto a ver desde aquella vez que se separaron en aquella playa. Estaba entregando algunos medicamentos propios cuando el sonido característico de su Den Den Mushil la sacó de sus pensamientos. Tras sonreír a la anciana, quien se alejó con una mirada afable, Asradi miró el molusco comunicador y contestó la llamada.

Lo primero que hizo fue fruncir el ceño. El molusco no se había transformado en el sujeto al otro lado de la línea. Lo que inicialmente le hizo desconfiar por pura inercia.

¿Quién es? — Preguntó inicialmente, antes de comenzar a escuchar esa voz. Le sonaba, le sonaba demasiado. Y esa frase... La respiración de la sirena se detuvo por un momento. Cuando escuchó aquella carcajada tan característica, la sonrisa de Asradi se iluminó. — ¡Alistair!

El nombre de él salió de entre sus labios en una genuina emoción cuando, al mismo tiempo, el caracolófono mutaba, efectivamente, en la apariencia del mencionado.

¡Voy ahora mismo, no se te ocurra moverte! — Y, dicho y hecho, colgó la llamada, terminó con un par de cosas y, acto seguido, tomó la ruta que la llevaría hasta la playa mencionada.

Tenía tantas, tantas ganas de verle que se iba riendo ligeramente sola durante el camino. No, no estaba loca, solo estaba contenta por reencontrarse con él, por saber que, efectivamente, estaba bien. Asradi fue todo lo rápido que los saltitos de su cola se lo permitían. Y, cuando llegó a la zona de la arena, sintiendo y escuchando el murmullo del mar... Le vió.

¡Alistair! — Volvió a llamar, acercándose ahora con una enorme sonrisa. Esta vez ni lo dudó, fue ella misma quien acortó las distancias hasta poder darle un abrazote. — ¡En serio eres tú! No sabía que tú también... ¡Pero mírate! Estás igual que la última vez que nos vimos.

¿Estaba emocionada? Sí. Mucho.
#2
Alistair
Mochuelo
La sorpresa de la sirena sacó del interior del Lunarian una sonrisa enorme, imposible que fuera para menos. ¡Había esperado más que suficiente por esa reacción, y la espera de esos últimos días había sido una urticaria mental sin resolver; tenía todas las ganas del mundo de rascarla, pero se aguantó hasta el último momento para que fuese lo mejor posible. Y comparado con las expectativas que se había hecho, solo digamos que fue incluso mejor de lo que pudo haber imaginado. 

El sol estaba brillante ese día, una maravillosa demostración del gigantesco astro que bañaba en luz a todos. No, quizá era mas correcto decir que ese preciso día, a ojos del emplumado, el sol se sentía mucho mas brillante que cualquier otro día en el que se hubiese sentado a admirarlo. 

El sonido de una persona acercándose fue secundario tan solo al llamado que pudo escuchar a la distancia, girándose hacia la fuente del sonido. Ahí estaba, la persona con quien tanto quería reencontrarse, siendo cada fibra de su ser tan culpable de este deseo como su corazón. Y a mucha honra: Una amistad así era algo que no cambiaría por nada del mundo, y que quería nutrir tanto como le fuera posible.

Pero aquello que lo tomó de completa sorpresa fue el abrazote que recibió de parte de la sirena poco después del llamado, algo que hizo a sus ojos abrirse como platos hasta alcanzar su límite, una expresión que no hacía ningún esfuerzo por esconder su asombro. Un abrazo que él no tardó en corresponder estando más que encantado, risueño incluso, dejando que la alegría del momento recayeran sobre él como una poderosa ola que le hizo olvidar cómo contar el paso de los segundos, que fácilmente se sintieron como algo mucho mas extenso de lo que en realidad eran. Estaba en extremo feliz de haberse reunido nuevamente con la chica. Pronto, cualquier gesto en sus facciones se vería reemplazado por una amplia sonrisa de gran envergadura que rivalizaba la de Asra. 

El emplumado esperó hasta que ambos estuviesen satisfechos con aquel primer contacto, impulsivo como pocos, y cuando finalmente quedasen a gusto, se separaría sin reducir la sonrisa la expresión sonriente pintada en sus facciones. — Lo siento desde el inicio he estado con los Revolucionarios, aunque era un integrante relativamente nuevo para entonces. Por un momento pensé en decírtelo ese mismo día, pero supuse que sería muchísimo mejor si esperaba a un momento mas dramático para contártelo. ¡Y vaya que ha pagado bien la espera! — Comentó, risueño; si en una ocasión normal el buen humor era su estado emocional por defecto, había que ver todo el calor que el pecho del chico irradiaba ese mismo día. 

¿Cómo te ha ido a ti? ¿Ha ocurrido algo interesante en el tiempo que no te he visto? He escuchado unas cuantas cosas por aquí y por allá entre la gente de Oykot. ¡De hecho, creo haber escuchado que has estado entre el escuadrón que ha asaltado el castillo! — La última parte rebosaba orgullo por ella, como un padre viendo a su polluelo estirar sus alas y levantar vuelo por primera vez, solo que el escenario a la mano manejaba una escala completamente diferente. El mero hecho de haber sido partícipe de ayudar a derrocar a los injustos, de haber peleado por lo que se consideraba correcto y recuperar Oykot para el pueblo de manos de la realeza, era algo digno de mención y honor.  — Han hecho un excelente trabajo todos juntos. Felicidades, sirena. — Dejó salir una pequeña risilla entre dientes, dejando que la alegría del momento tomara rienda de sus cuerdas bocales. 

Pero, por otro lado, Alistair era incapaz de ocultar su preocupación porque todo hubiese salido bien; las únicas fuentes de información sobre lo siguiente eran tan solo los demás compañeros de la Armada Revolucionaria, pero había escuchado que hubo una persona realmente fuerte el mismo día del asalto, alguien cuya capacidad de combate preocuparía a mas de uno. — ¿Realmente estás bien? ¿Ninguna herida oculta o moretón del cual no quieras hablar? Puedes comentármelo, de médico a médico. — Preguntó de más, exhibiendo su genuina preocupación y sin tapujos por mostrarla, levantando una ceja mientras cruzada su mirada con la de ella en espera de que su lenguaje corporal corroborara la ausencia de los mencionados daños, o al contrario, revelara una mentira blanca que se rehusaba a destapar. Sí, el pollo estaba en modo madre, al menos por la primera parte del encuentro. 

¡Ah, cierto! — Las palabras se vieron acompañadas por un ademán curioso: Su puño cerrado golpeando la mano del lado opuesto abierta y mirando hacia arriba, como un pequeño martillo golpeando una base compuesta completamente por sus manos. Había recordado algo importante. — ¡Cuando acabemos de enterarnos de todas las novedades del otro, podemos hacer esa pequeña sesión de ingeniería que te tenía prometida! Algo simplecillo como discutimos, preparar un Den Den Mushi para operaciones telefónicas y poco más. Al menos uno pequeñito que suele tener casi nada de complejo y admite pocas modificaciones, los demás ya suelen... tener su truco especial. — Den Den blancos, negros, de monitoreo o hasta con cuernos. Cualquier cosa por encima de los Den Den intraoceánicos podía ser una lección demasiado compleja como para ser la primera. ¡Aunque quizá podría mostrarle cómo montar uno de esos!
#3
Asradi
Völva
El achuchón en forma de abrazo que le dió a Alistair no era algo normal. O, más bien, no habría sido común de la Asradi de hacía unos meses. Pero el haber conocido a esas personas con las que, ahora, viajaba, había provocado que su muro no fuese tan alto como siempre. Había permitido poner una puertecita, un acceso a la parte más blandita de sí misma. A como era ella en realidad. Después del abrazo, entre las risas también de Alistair, ambos se soltaron en un silencioso y mutuo acuerdo bastante risueño. Incluso ella se atrevió a alzar una mano y apartarle algunos de los llamativos cabellos de la frente, como una especie de caricia amistosa, casi fraternal.

— ¿Por qué no me lo dijiste? — No era una recriminación, aunque sí tenía cierta curiosidad por el secretismo. Pero visto lo que había pasado en Oykot, el cómo se habían organizado, podía llegar a entenderlo.

Eran personas que buscaban alzar al pueblo en contra de los opresores. El Gobierno se les echaría encima si terminaban siendo muy llamativos (que lo eran todos), o si se exponían demasiado públicamente, como ir diciéndolo por ahí sin cuidado alguno. Finalmente, Asradi, le sonrió más ampliamente.

— Si, he estado con mi grupo en el asalto al castillo, apoyándoles como buenamente pude. — No le gustaba, demasiado, echarse muchos méritos, pues habían sido los demás los que habían logrado vencer, como era debido, a Kudthrow. Y, aún así, el trabajo en equipo había sido excelente.

Por lo que había escuchado, también había pasado lo mismo con el resto de los otros dos grupos que habían asaltado y ayudado desde otras zonas de Oykot. Pero no pudo evitar reírse un poco, enternecida totalmente cu ando Alistair se puso en plan “mamá gallina”. Igualmente, la sonrisa de la sirena se dulcificó también en agradecimiento.

Al final, todos nos hemos ayudado. Y lo importante es que hemos, más bien, ayudado a estas gentes a poder cambiar sus vidas y esperemos que sean mejores de ahora en adelante. — Era por lo que había luchado también.

No solía ser excesivamente violenta, de hecho detestaba meterse en peleas si podía evitarlo. Pero aquello había valido totalmente la pena, solo por haber ayudado a esa gente. La verdad es que, aunque no lo pareciese, Asradi tenía bastante carácter y un orgullo férreo, como digna habitante del mar.

Estoy bien, no te preocupes. ¿Tú lo estás? — Hizo, también, un poco lo que Alistair al mismo tiempo, mirándole de arriba a abajo para ver que no estuviese herido o rasguñado. De médico a médico, era totalmente inevitable. Luego, le sonrió un tanto más divertida. — Estamos enteros y eso es lo que importa.

Y la expresión de la pelinegra se tornó a una de curiosidad con el gesto posterior del lunarian. ¡Los Den Den Mushi!

¡Todavía te acuerdas! — Le miró con especial ilusión. Sí, recordaba la conversación que habían tenido en aquella ocasión en aquella playa, cuando se habían conocido. — Yo también he rellenado mi cuaderno con más notas que puedo enseñarte. ¿Has logrado avanzar algo en el invento que me habías comentado?

Tenía muchas ganas de charlar con él y experimentar todo lo que, en aquella ocasión, habían hablado y elucubrado.
#4
Alistair
Mochuelo
Aunque no reparó en el achuchón o el posterior tacto al remover los cabellos de la frente del emplumado, no eran gestos que habían pasado desapercibidos; era inusual ver a la sirena haciendo uso y gozo de tales cercanías que, en el pasado, la mirada femenina reflejaba con claridad prístina cuán difíciles eran para ella, lo cual llenó a Alistair de un sentimiento cálido y alegre, algo que no se reflejaba en su sonrisa solo porque ensancharla más haría que se le saliera de las proporciones físicamente concebibles de su cara. Fuese lo anterior por la cercanía que tenía con él, o porque algo bueno había ocurrido en el camino -en un instante o a lo largo de la franja de tiempo-, lo único que le importaba era ver que la chica ya no parecía cargar consigo la incomodidad de intimidad fraternal hacia alguien más. O, en su defecto, había ganado la suficiente fuerza como para no permitir que le afectara ni impedirle hacerlo.

Quería que buscaras a los revolucionarios por ti misma. Aunque me hubiese encantado contártelo, me preocupaba enviar a alguien a terrenos peligrosos sin saber que estaría listo para lo que pudiera venírsele encima. — En ese momento desconocía los límites de la fuerza de la sirena. Si podía llevarse a un ejército consigo o caería ante el primer peón que se cruzara, no se lo perdonaría si presentaba a alguien una imagen maravillosa que acabarían llevándolos a una prematura muerte. Al menos esos eran los pensamientos que pasaban por la mente del emplumado. — Creo que ya has visto mejor que nadie: La libertad puede intentarse con diálogos y promesas, pero más veces de las que no, el enfrentamiento es necesario para destronar a los déspotas que le quitarían la comida a tres familias solo para poder comer el triple por una noche. — Y aunque no lo admitiría en su vida, también era porque tenía un deje culpable de gusto por lo dramático de tanto en tanto. ¿Qué era mas dramático que una reunión de dos personas que consiguieron congeniar como hermanos separados al nacer? 

Ellos estarán bien a partir de ahora, estoy seguro de ello. Estando entre el pueblo cuando se alzó para pelear junto a nosotros, te aseguro que son gente con una fuerza de corazón que no te la creerías aunque te contara. Muchos estaban dispuestos a dejarse la vida solo para que sus hijos tuvieran un mejor amanecer. Por suerte, creo que nadie ha salido tan herido como para que algunos cuidados y algunas semanas en cama no sean viables como soluciones. — Comentó, alegre al rememorarlo. En el momento de la guerra, el pueblo mostró sus verdaderos colores. Y lo que pudo ver en ellos fue un arcoíris, una bellísima mezcla que se componía de tales colores tan hermosos que hechizarían hasta a las mentes más endurecidas. Había aprendido sobre resiliencia de una fuente increíblemente fiel al concepto. 

Cuando la sirena le devolvió la pregunta, soltó una risilla un poco nerviosa; a veces preguntaba tanto por los demás que se olvidaba de hacerse las mismas preguntas a sí mismo, una realidad que le recordó el escozor en su hombro de un balazo que le rozó durante el asalto a la presa. Nada serio, pues todo el músculo se encontraba prácticamente intacto, pero la sensación de quemazón era algo que no se iría sino días después de que la herida desapareciera del todo. — ¡Enterísimo! Nada que no se solucione con un poco de agua tibia y un poco de descanso. — Contestó enérgico, sin elaborar mucho al respecto. Por suerte, los movimientos excéntricos que el Lunarian a veces hacía al moverse y su falta de queja en muecas faciales le indicarían que no se trataba de nada serio. Gajes del oficio, dirían por ahí. No es que no le importase, solo no quería que ella se preocupara por algo que sanaría tan rápido como un corte con un cuchillo de cocina.

Su sonrisa morfó en su característica carcajada tras anunciar que, efectivamente, aún recordaba ese fragmento de la conversación que habían tenido. Y por supuesto, todo lo que le antecedía y procedía. No era una conversación de todos los días en lo absoluto, y con lo bien que se lo había pasado ese día, estaba quemada a fuego en su psique. — ¡Por supuesto que me acuerdo! Tengo varias cosas nuevas que puedo enseñarte, y como ahora sí que llevo todo mi equipo conmigo, puedo mostrarte toda clase de locuras para que puedas conocer con tus propios ojos. ¡De hecho, tengo una muestra entera y en buena salud de la planta que te comenté esa última vez! — Una condición que, de hecho, era sorprendentemente difícil de replicar al tratarse de una planta que vivía en alturas donde cualquier raza sin costumbre empezaba a sentir la reducción de oxígeno en sus pulmones. Por suerte, se trataba de una planta bastante fuerte que podía tolerar salirse de sus condiciones ideales siempre que no fuese una diferencia ni súbita ni muy amplia. 

¡¿De verdad?! ¡Te tomo esa propuesta encantado! — Respondió casi en instinto, como si de un niño curioso se tratase, tras escuchar que su cuaderno tenía nuevas notas las cuales podía enseñarle, lo cual era en la práctica más conocimiento que el emplumado estaría mas que feliz de absorber como una esponja. — ¡Y si! Aún no tengo un prototipo armado, solo componentes sueltos que trabajan por separado, pero he conseguido probar algunas cosillas y teorizar otras tantas para progresar bastante. No ha sido fácil para nada, ¡pero tus regalos me han ayudado bastante! Parece que si es posible administrar medicamentos por vía respiratoria siempre que se sigan normas bastante estrictas para no desnaturalizar la planta. Por ejemplo, debes procurar mantener un nivel específico de humedad y temperatura en todo momento. — Ya había empezado a parlotear descontroladamente; esperado, conociéndole. 

¡En cualquier caso! El punto es que me has ayudado mucho en lo que quería. Gracias, Asra. De verdad. — Un agradecimiento que, en contraste a su personalidad por defecto, cargaban un aire menos extravagantemente enérgico con un tono a juego. No es que no estuviese alegre en lo absoluto, sino muy por el contrario. Simplemente intentaba hablar no solo con Asra, sino con el corazón de la chica, en un intento de proyectar la auténtica sinceridad de sus palabras. En verdad le estaba muy agradecido, y ningún juego de palabras que ingeniara podrían demostrar la cantidad correcta en su totalidad jamás. — Si hay suerte, en poco tiempo podré probar con el invento completo, y cuán efectivo resulta ser. ¡Y lo que siga desde allí! — 

Anhelaba convertir en realidad todo lo que anteriormente habían acordado, e intuía que no era un sentimiento único de él. Era un sentimiento mutuo, y quería empezar a alimentarlo cuanto antes. — ¡Dicho lo dicho! ¿Qué te apetece hacer primero? ¿Quieres hablar un poco más aquí, mostrarme las nuevas notas, o alguna otra cosilla que se te ocurra? Oooo~ ¿Quieres ir directamente a intentar tener tu primer Den Den Mushi armado con tus propias manos? ¡O podemos hacer cada cosilla a la vez, un poquito de cada una para darnos gusto y quitarnos el ansia! —
#5
Asradi
Völva
La alegría de volver a ver a Alistair, en buenas condiciones, era muy superior a las ganas que tenía de “regañarle”, por no haberle contado que él pertenecía a los Revolucionarios, en aquel momento. Básicamente, porque ahora que el lunarian se lo explicaba, lo entendía bastante mejor. No le culpaba por ello y, de encontrarse en el lugar de él, probablemente ella hubiese hecho exactamente lo mismo. Fuese como fuese, lo importante es que el chico estaba bien, ¡incluso habían colaborado juntos! Aunque hubiese sido en distintos grupos. También era verdad que, antaño, Asradi nunca le habría abrazado de manera tan espontánea. No porque fuese Alistair, sino porque todavía no confiaba tanto en la gente en ese tiempo. Pero comenzaba a hacerlo poco a poco. Al menos con las personas que sí se habían mostrado a ella abiertamente y que, sentía, no tenía nada que temer.

Tienes razón, si las veo ahora desde tu punto de vista. — Le concedió aquello, de manera mucho más tranquila. — Pero por suerte todo ha salido bien. Ahora esta gente tiene una oportunidad para redirigir sus vidas de la manera que ellos quieran. — Al menos esperaba que, tras lo sucedido, los gobernantes de ese lugar sentasen la cabeza y comenzasen a mirar más por su pueblo. Si Karina tomaba también el control, que eso esperaba, seguramente esas gentes tendrían un mejor futuro.

Sonrió de manera mucho más tranquila al lunarian, incluso se le escapó un breve suspiro relajado mientras se llevaba un mechón de cabello a detrás de la oreja. Con la carrerita, se le habían escapado algunos mechones de la trenza.

Ahora solo queda ayudar un poco más a reconstruir y en lo que les haga falta. Pero ya a partir de ahora las decisiones que tomen serán únicamente de ellos. — Y, esperaba, que todo hubiese calado para bien. Los balleneros eran buena gente, aunque a Asradi inicialmente no le hubiese hecho demasiada gracia por respecto a lo que ella representaba, como habitante del mar. Pero entendía que la gente tenía que ganarse el pan de alguna manera. Puede que no estuviese de acuerdo, pero les respetaba. Siempre y cuando no abusasen, claro.

Pero eso ya estaba siendo encaminado poco a poco, y ella estaba segura que esa gente sería capaz de salir del paso.

La mirada de Asradi se tornó ligeramente ceñuda cuando Alistair le repitió que estaba bien. De hecho parecía animado y parecía moverse bien, pero por algún motivo ella no se quedaba tranquila, a pesar de los movimientos enérgicos y animados del lunarian.

Luego te revisaré. — Y no iba a admitir una negativa por respuesta. Aunque acto seguido le sonrió con más confianza. Por los ánimos del lunarian, entendía que no era nada grave, y quizás incluso era tan solo una minucia, pero ella no se quedaba tranquila. Además, tenía a Alistair en una muy grande estima, a pesar de lo poco que habían tratado.

Pero había algo en él que le despertaba una sensación de confianza y calidez al mismo tiempo. Nunca había tenido hermanos como tal, aunque había convivido con más gente en su pasado más feliz, antes de ser marcada. Comenzaba a considerar al alegre lunarian casi como un hermano, aunque no compartiesen sangre.

Y, entonces, vino la hecatombe. Una encantadora y que le hizo reír sin poder evitarlo, feliz y divertida. La vez anterior, habían hablado y habían compartido los conocimientos que cada uno tenía en ese momento. De la misma forma que se habían una promesa si lograban encontrarse a futuro, como acababa de suceder. Había un brillo curioso y emocionado, por igual, en los preciosos ojos oceánicos de la sirena.

¿En serio ya has empezado con eso? ¡Necesito ver lo que has adelantado, tengo muchas ganas! — A pesar de que el lunarian ya le estaba diciendo que, por ahora, solo tenía componentes sueltos. Pero era algo que a ella también le interesaba, también como curandera. Algo que pudiese ayudar a los demás de otra manera.

Quizás podamos encontrar alguna cosa por aquí que pueda servir para el aparato, o ver en qué se puede mejorar, entre los dos. — Un sonrojo suave se le plasmó en las mejillas, con una sonrisita, cuando Alistair le agradeció. — No, gracias a ti por compartirme todo esto. Estoy deseando ver el prototipo terminado. — Le animaba a ello, porque estaba seguro que Alistair conseguiría hacerlo.

Y, aparte, las propuestas posteriores y enérgicas del chico le arrancaron una nueva sonrisa.

Pues, pues... — No sabía qué elegir o por donde empezar. El ánimo de Alistair era terriblemente contagioso. — ¿Qué tal si buscamos un lugar para que me enseñes lo del Den Den Mushi? — La playa, quizás, no era el lugar más idóneo quizás para usar herramientas si era requerido. — Y de paso vamos hablando de otras cosas. También puedo enseñarte las notas, o si quieres hacer una copia de ellas.

Le propuso.
#6
Alistair
Mochuelo
¡Las reconstrucciones! Aunque externamente el joven emplumado se veía alegre ante la idea por el hecho de que habían avanzado a un ritmo desaforado, por dentro un sudor frío le invadió. Hace unos días se había ofrecido a ayudar como bien pudiera en los esfuerzos de restauración de Oykot, y eso había tenido... Resultados. Si, resultados era la mejor palabra. No es que le molestase, pues había sido su propia idea la de ayudar, pero recordar el agotamiento de estar moviendo cantidades industriales de madera de un lado a otro como si fuese un balandro de transporte comercial se había encargado de drenar cada reserva de energía que el revolucionario cargaba consigo, por imposible que pudiera sonar para el chico que siempre mostraba una energía inagotable. Cargar con un montón de tablones era mas duro de lo que parecía... Ese día había ganado un nuevo nivel de respeto por la gente que llevaba cargas pesadísimas a cuestas. 

La sirena anunciaba que redoblaría en asegurarse de que el emplumado estaría bien, demostrando la intranquilidad de haber visto a través de los ojos del Lunarian, ¿podía ser que le hubiera pillado? Incluso si fuera el caso, no pudo evitar dibujar una sonrisa enternecida ante el hecho de que, como él, ella parecía preocuparse por el bienestar de la persona con quien sostenía ese vínculo fraternal. El suficiente como para ir en contra de sus deseos sutilmente, con la finalidad de asegurarse de que esa persona estuviese bien. En luz de eso, no era capaz de protestar en contra, siquiera internamente. — ¡De acuerdo! Si puede darte paz de mente, te dejaré que revises lo que gustes. Solo... — Pausó un segundo, analizando la mejor forma de poner lo siguiente. — Recuerda que rara vez un conflicto sale perfectamente, ¿de acuerdo? No verás nada grave, pero puede que veas uno que otro golpecillo. — "Golpecillo" no era una forma particularmente correcta de llamar a un balazo a quemarropa, pero siendo justo en su comparación, el sujeto con el que se había enfrentado había salido muchísimo peor parado que Alistair. 

La energía de del emplumado igualó a la de la sirena cuando empezaron a hablar sobre aquellos temas del pasado, sobre su experimento concretamente. una alegría contagiosa que le demostraba cuánto significaba para la sirena el progreso del Lunarian. — ¡Ya he empezado, si! Recalco que por ahora solo tengo sistemas individuales sueltos que debo averiguar cómo unir en el sistema completo, así que lo más significante que verás seguramente sean mas diseños e ideas sueltas. ¡Pero! Achinando un poco los ojos, ya puede verse la meta al otro lado. — Era un pensamiento optimista, pues incluso si la parte más difícil ya había sido superada, aún quedaba bastante esfuerzo por delante antes de que la unión de todo lo que tenía en la mesa se convirtiera en una realidad. Pero lo conseguiría como fuera. 

Como esperaba, Asra se ofreció de frente para ayudar como bien pudiera en el experimento; no podía pedir una mejor segunda voz en el tanque de ideas que la sirena cuyos regalos le habían permitido hacer significante progreso, e ideas que habían despertado en él una nueva curiosidad capaz de permitirle avanzar a pasos agigantados. — No podría pedir una mejor ayuda que la tuya, sirenita. — Y sonrió suave, tierno inclusive a diferencia de los gestos mas enérgicos usuales, mientras una mano se colocaba sobre la cabeza de ella y daba algunas caricias suaves, algo que descolocó algunos mechones en la parte superior de su cabello pero que pronto desharía al recolocarlos en su sitio inmediatamente después. La trataba como si fuera hermana de otra madre, y continuaría tanto como ella se lo permitiera. 

¿La idea de los Den Den entonces? ¡Perfecto por mi parte! Pero espero sepas que no te dejaré ir hasta que me muestres las notas nuevas que has hecho. — Bromeó, riendo suave. Bueno... Medio bromeó.

¡Ven, acompáñame! Tengo el sitio perfecto para eso. — Hizo un ademán para que caminara a su lado, y tan pronto se asegurara de que la sirena se ubicara al lado del emplumado, empezaría a avanzar sin explicar mucho sobre la ubicación a la que se dirigían. Sería una pequeña sorpresa. — Como nos hemos quedado algunos días en Oykot, he decidido montar un pequeño lugar para realizar mis experimentos. No es lo mas ideal, pero es lo mejor que pude montar en medio de este viaje. Al menos durante el tiempo, sirve como mi sitio privado para hacer prácticas en solitario y que además nadie acabe siendo víctima de un... desafortunado accidente. Suelo manejar bastantes cosas que pueden hacer boom. — Lo último fue una onomatopeya que provocó a sus labios torcerse de manera cómica y a sus manos abrirse de golpe como si de un pequeño intentando asustar a alguien se tratara. Ojalá fuese una broma, pero... No lo era en lo absoluto, aunque su mímica fuese para reírse. 

Varios minutos mas tarde de caminar, finlamente arribarían a su destino en las afueras de Oykot; no llegaban a la zona urbana, pero estaban lo suficientemente cerca para captar el ruido de los ciudadanos y los sonidos de la urbe. — ¡Y hemos llegado! Adelante, siéntete como en casa. — Anunció orgulloso, sonriendo a la sirena. Por fuera, lo que veía el ojo era una tienda de campaña de gran tamaño que imitaba la silueta de una casa firmemente anclada al suelo por múltiples puntos, exactamente como las que se veían en campañas militares -incluso tenía espacios que imitaban a ventanas, los cuales podían cubrirse con tela ya integrada en la tienda-. Había sido un esfuerzo mayor montarla, pero había valido la pena completamente; el dinero no había sido problema tampoco, pues la comercialización de Den Den Mushis había resultado ser un éxito rotundo.

Por dentro, el improvisado recinto multiplicaba el espacio que aparentaba desde fuera; era engañosamente grande, y servía como un pequeño edén donde el Lunarian había montado una quimera que mezclaba un taller de ingeniero y un laboratorio, ambos generosamente equipados con toda clase de materiales y herramientas para poner a prueba cada idea que aparecía en su desordenada cabeza. En el medio exacto de ambos ambientes, un tablero de corcho se encargaba de sujetar múltiples notas con garabatos que tendrían sentido solo a ojos del Lunarian, y en un espacio apartado sobre una mesa descansaría el cuaderno con todos los dibujos finiquitados que Alistair producía, el experimento del nebulizador siendo el último. Aquel concepto había recibido su unificada atención por las últimas semanas. Habían algunos muebles dispersos largo y tendido por la tienda de campaña, un regalo de la población local cuando les comentó del lugar que quería montar. ¡Parecían más que alegres con respecto a retribuir la ayuda del Lunarian! Aunque seguramente los regresaría tan pronto zarpara a otra isla. 

Puedes explorar y tocar lo que te apetezca, o preguntarme lo que gustes. No te preocupes, todos los reactivos peligrosos están en ese cajón. — Al tiempo señaló a una pequeña caja simple de madera señalada con una X roja bastante visible en la tapa superior. Rudimentaria como pocas, pero cumplía idealmente su propósito; no tenía tan buena mano para las manualidades de carpintero. — O podemos avanzar directamente a la lección de los Den Den. En cualquiera de los casos, ya me es suficiente alegría poder conversar contigo nuevamente. — Añadió, sonriente. Llamarlo adulador no cuadraría con su persona, pues cada palabra que salía de él era completamente genuina. De verdad le alegraba demasiado tener a la sirena en sus cercanías e intercambiar cada idea con ella sin reservas.
#7
Asradi
Völva
Por supuesto Alistair terminaría por colaborar para que ella le pudiese ver las heridas, si es que tenía alguna. Los enfrentamientos que se habían dado en Oykot no habían sido moco de pavo y hasta ella se había llevado algún que otro rasguño a pesar de haber estado, mayoritariamente, siendo un apoyo. Ahora bien, había cosas que habían sucedido de manera posterior a eso y que se estaba callando por no enturbiar el ambiente festivo que se había instaurado en el pueblo y entre los balleneros, pero que todavía le hacía estremecerse un poco cada vez que lo pensaba. Por inercia, Asradi se llevó una mano al costado. Tenía esa zona vendada y con algunas gasas con las que escondía, y protegía, los moretones y quemazones que había recibido por parte de aquellos tipos que pretendían regresarla con su amo. O venderla. O cualquier cosa peor. No quería ni pensarlo. Así que decidió centrarse en Alistair. Aferrarse a esa luz que era Alistair. Como si fuese, ahora mismo, un pequeño flotador salvavidas para ella, por decirlo de alguna manera. El sentimiento fraternal que tenia con el lunarian, Asradi no lo tenía con prácticamente nadie más.

Al final, le sonrió de manera suave.

No te preocupes, he visto más heridas de las que te puedas imaginar. — Más graves o menos graves, aunque nunca más allá de disparos, desgarros y cosas así, por ahora. — Así que no me voy a espantar. Además, noto que te mueves parcialmente bien, así que intuyo que no es nada excesivamente grave. — Dijo, recolocándole ligeramente un mechón de los rubios cabellos de la frente.

Para cuando separó la mano, volvió a sonreír al chico, esta vez de manera mucho más tranquila. Alistair tenía algo que le elevaba el buen humor cuando se encontraba baja de energía. Era curioso como alguien con quien se había topado, escasamente, dos o tres veces, tenía esa especie de poder. Y tan solo con esa chispeante personalidad. Cuando ella se ofreció a ayudar, el buen humor no tardó en volver a llenar el buen ambiente entre ambos y Asradi iba escuchando atentamente a Alistair mientras éste la guiaba a algún lugar en específico. Algún refugio que el emplumado seguramente tendría para poder trabajar. La sirena había medio protestado, inicialmente, cuando Alistair le revolvió un poco los cabellos. Pero no le molestaba, sino que era más bien algo que terminó haciéndole gracia. Hacía mucho tiempo que no tenía un trato de ese tipo de confianza con alguien del sexo contrario. Con Octojin había otro tipo de cariño, más intenso, más íntimo. Pero con Alistair sentía como si fuesen, los dos, una especie de hermanos. De distinta especie, sí, pero no por ello había menos aprecio entre ambos.

Así que trabajando con mercancía peligrosa, ¿hm? — Asradi enarcó ambas cejas. Pero era en un gesto gracioso y solo para meterse un poco con el joven lunarian. — ¿Debería dar parte a las autoridades? — Continuó con la broma apenas un rato más.

Finalmente llegaron hasta lo que parecía ser una gran tienda de campaña, un refugio improvisado sobre el terreno. Todavía había muchas cosas que hacer en Oykot pero tener un pequeño guarecimiento como ese, facilitaba mucho las cosas.

No está mal... — Fue el primer murmullo que brotó de entre los sonrosados labios de la sirena.

Dió unos cuantos saltitos adelantándose ya que Alistair le había invitado a ello. Y sí que curioseó sin problema alguno. También vió aquella caja. Como para no verla con lo llamativa que era con aquella marca. Así que ahí estaban los reactivos peligrosos. Y Alistair le daba vía libre para curiosear. Asradi fue, literalmente, lo que hizo. Mirando y abriendo algún que otro frasco, curioseando algunas piezas de a saber qué aparatos. También topó el cuaderno de notas sobre aquel nebulizador del que habían hablado la vez anterior. Eso fue lo que más llamó la atención de la joven sirena. Sin más, tomó los papeles y les echó un vistazo breve, pero interesado.

Has avanzado mucho, por lo que veo. — A ella se lo parecía, aunque el lunarian pudiese decirle lo contrario. Con mucho cuidado dejó de nuevo las hojas y las notas en su lugar, perfectamente alineadas y colocadas.

Por lo que hizo un giro suave, hermoso incluso, junto con la sonrisa que le volvió a dedicar a Alistair. A pesar de algunos golpes que tenía encima, y que ya los cubría con gasas y demás, Asradi seguía estando tan esplendorosa como siempre, con esa llamativa cola de tiburón escamada sobre la que se movía, tan graciosamente, por tierra.

Porque, por mar, era otro cantar.

Empecemos con la lección de los Den Den Mushi. — Aceptó, brotando el brillo de ilusión directamente en sus bonitos ojos azules. Tan intensos y tan misteriosos como el océano del que provenía. — Tengo uno propio que conseguí en... Bueno, no recuerdo donde, pero lo tengo. — Comenzó a revolver en la mochila donde siempre trasportaba sus cosas y, en un bolsillo exterior aparte, agarró el pequeño caracol, el cual le mostró al lunarian.

Una vez lo tuvo directamente en su mano, la sonrisa de la sirena se acrecentó.

Tú eres el experto, te escucho. — Ahora era el turno de Alistair de darle una magistral clase a ella.
#8
Alistair
Mochuelo
La media protesta de la sirena le enterneció al observar su reacción, a quien en vez de molestarle provocó ese gesto que tanto le gustaba ver en las facciones femeninas, exteriorizando gracia y alegría que tanto había demostrado en el pasado. Era reconfortante, una vista diametralmente opuesta a la mirada encerrada entre sentimientos opresivos negativos del pasado de ella, aquella mueca que era invocada sin falta cada vez que tocaban el tema de la marca que ambos tenían en su espalda por entidades que, en su pasado, se veían completamente intocables. 

Como una fuerza de la naturaleza que solo arrasaba por donde sea que pasara, sin consciencia a los que lastimaba, solo... En este caso, no era una ocurrencia natural sino que se trataba de existencias desbordando malicia. Era algo que compartían, que hubiese preferido de absolutamente cualquier otra manera al menos para la sirena, pero que ahora que cargaban con ese maleficio en sus espaldas, solo podía intentar buscar el lado positivo y verlo como un lazo que les permitía entender el sufrimiento en silencio del otro, enterrado en lo mas profundo de sus memorias. Sonrío ante la sirena recolocando uno de los mechones rubios de vuelta en su sitio, y disfrutó el tacto a gusto; con ese momento, la escena recordaba todavía mas a un par de hermanos interactuando en su día a día. 

El tono de la sirena delató la intención en broma que cargaban sus palabras cuando se refirió a la mercancía peligrosa que manipulaba el lunarian, algo que le provocó una pequeña carcajada escapando de entre sus labios cerrados. — Sí, sí. Resulta que todo este tiempo he sido un terrorista doméstico haciendo de buen chico, y mis hobbies consisten en traficar cuernos de monorámpago y explosivos plásticos. — Comentó en medio de risas, siguiéndole el rollo en clara broma, soltando términos que habría aprendido en un libro a prisas. Con el posterior viaje a Momobami entre planes, procuró informarse de donde pudo aunque aún no retenía a perfección todos los contenidos literarios. 

Te harás con un pastón cuando les comentes entonces. Hemos derrocado a la nobleza de Oykot, y eso el Gobierno Mundial no se lo tomará con los brazos cruzados. — Añadió, esta vez solo en media broma. Estaba de más decir que, con sus acciones, una recompensa por sus cabezas era lo mínimo que podía esperarse de las mismas personas que se dedicaban a esclavizar razas no-humanas cada tercer día. Si se pusiera en la tarea de interceptar conversaciones en alguna base marine con un Den Den Mushi negro, estaba convencido de que encontraría más de una hablando de los revolucionarios y los números en efectivo que podrían cobrarse a cambio de sus vidas.

Era un paso en sus vidas del cual no podían retractarse, pero en la mente de Alistair, no tenía ningún plan de echarse para atrás aunque fuese un evento posible.

Tras llegar al sitio, su mirada persiguió a la sirena mientras curioseaba todo el lugar a saltitos, avanzando directamente a la caja con los reactivos peligrosos, quedando a unos dos brazos de distancia en caso de que cualquier cosa saliera... Digamos, mal. No es que tuviese nada de malo en lo absoluto, y cada sustancia por sí sola era incapaz de provocar algún tipo de reacción mas allá de alguna inflamación pasajera que como mucho tardaría 30 minutos en ceder, pero con un frasco chocando contra el resto, mezclándose con los demás, bastaba para armar un caos y seguramente tendrían que salir corriendo del sitio. Fuese por un gas nocivo, un compuesto explosivo o inclusive un corrosivo, lo mejor siempre era exagerar un poco y estar preparado para atrapar cualquier cosa que pudiera resbalarse sin intención. 

¡Le he dedicado cada momento que he tenido libre! — Respondió enérgico. — Aún queda mucho por delante antes de que pueda tener la idea hecha realidad, pero poco a poco va quedando menos para llegar a la meta. — Lo cierto es que aún quedaban montañas por recorrer, pero no aportaba nada con verlo desde un ángulo pesimista. Muy por el contrario: Si el objetivo estaba en superar montañas, allí tan solo encontraría una razón más para estar tan orgullos de sus alas de ébano. 

La sirena estaba radiante, metafóricamente, como un diamante aún en medio de las gasas cubrían sus heridas. Ante tal vista, el emplumado no podía sino sonreír ante el esplendor de Asradi, perdiéndose un momento mientras apreciaba el azul brillo en su mirada hasta que... ¡La lección de los Den Den! — De acuerdo, te lo quitaré de las manos un minuto. — Comentó a la vez que sus manos recibieron al pequeño molusco, colocándolo suavemente sobre la mesa inmediatamente después. 

Bien, como sabrás, cada Den Den Mushi es un mundo. ¡Pero! Absolutamente todas las adiciones en sus caparazones comparten los mismos principios básicos. — Pausó un segundo, señalando al teclado numérico a un costado del molusco. — Primero, un indicador para decirle al Den Den con quién debe comunicarse. — Otra pausa, ahora para señalar a la bocina que descansaba en la parte de arriba del caparazón, con un cable que bajaba y daba la vuelta al molusco hasta acabar en una pequeña pieza metálica con forma de domo en el lado opuesto del indicador numérico. — Y luego, un receptor de sonido por el cual puedes hablar y el Den Den enviar el mensaje al Den Den de la otra persona con quien te comunicas. Todo lo demás suele ser del propio Den Den, y como habrás visto antes, son capaces de modificar su apariencia fácilmente según lo que el otro lado ve. — Eran conceptos simples, de los cuales quizá -o quizá no- había escuchado o visto previamente, pero era necesario repasar antes de meterle mano al molusco sin desconocimiento de dónde tocar. 

Acercó algunas herramientas simples al alcance de ambos, entre estos unos mini-alicates y algunos destornilladores pequeños. — Si quieres montar o desmontar uno, es tan simple como soltar algunos tornillos con cuidado y sacarle la pieza correspondiente con la mano. O unas pinzas, si quieres ser más quisquillosa; en cualquiera de los dos casos, estará bien. — En principio, se encargó de demostrar lo que sus labios habían descrito: Con los mini-alicates, aflojaría un poco los tornillos hexagonales en la pieza que conectaba con el receptor, mientras que los destornilladores los usaría con la pieza cercana al teclado numérico. Ninguno, intencionalmente, hasta el final. Giraría las herramientas sobre la palma de su mano, con los agarres ahora encarando a la sirena. Se las estaba pasando, en espera a que las tomara. — ¿Te animas a intentar? Solo es girar y sacar. Hasta puede que la gravedad te ahorre el segundo paso cuando ya no se sujeten con nada. Estoy seguro que lo harás genial de todos modos, así que no te lo pienses ni preocupes demasiado, ¿si? — Buscaba alentarla a intentarlo de primera mano. — Y si por alguna razón no lo consiguieras, descuida. Estoy aquí para arreglar lo que sea necesario y guiarte como se requiera. — Así como ella, él era un tutor que animaba la práctica sin abandonar al estudiante, guiándolo en el proceso y reorientándolo cuando fuera necesario, aplicando refuerzo positivo de por medio.
#9
Asradi
Völva
Y ahí comenzaron con la lección. Asradi entregó su Den Den Mushi a Alistair con toda la confianza del mundo y se dispuso a escuchar, y a ver, lo que el lunarian tenía pensado enseñarle. A decir verdad, la misma sirena estaba curiosa y reacia al mismo tiempo. No terminaba de entender cómo eses aparatos o esas cosas que le ponían a los pobres caracoles, no les lastimaban o algo parecido. Pero, precisamente, también quería aprender y saber cómo era el proceso en sí. Por eso también confiaba en el chico alado para ello. Era muy consciente de que aquella criaturita, en sus manos, no sufriría daño alguno.

En silencio, la sirena fue contemplando y atendiendo a toda la explicación que su hermano revolucionario le daba. Siguiendo con la mirada las partes que él señalaba.

¿Y todas estas piezas tienen que ser comunes? — Fue la primera pregunta que hizo cuando vió como, poco a poco, Alistair le iba enumerando y explicando cada componente según iba señalando cada lugar y piezas del Den Den Mushi.

El bichito estaba cómodamente sobre la mesa en la que Alistair le había puesto. Incluso había mirado de reojo a uno y a otro. Pero, de momento, parecía bastante relajado. Eso era bueno, suponía Asradi. Era señal de que, probablemente, ya estuviese habituado a ese tipo de manoseos e inspecciones sobre él.

La misma sirena fue tomando, poco después, las partes y componentes que, con pericia, Alistair habia comenzado a desmontar según le continuaba explicando. Había unos alicates pequeños y unos destornilladores también propicios para tal menester.

Vaya, sí que tienes maña. — La expresión de la sirena era una de total asombro y admiración por ver la soltura con la que el lunarian se desenvolvía en dicho trabajo manual. Y era algo también muy novedoso para ella. Era la primera vez que contemplaba como se montaban y desmontaban eses aparatos.

Sí era consciente, de todas maneras, que los Den Den Mushi eran simples caracoles. Incluso unos buenos aperitivos si no había otros moluscos mejores en el mar en algún momento de necesidad. Pero bueno, no era hora todavía de comer, ¿verdad?

Lo que me sorprende realmente es el poder de asimilación que tienen con tan solo acoplarles unos aparatos como eses. Me pregunto qué pasará por la cabeza de ellos cuando tienen que hacer alguna llamada o algo parecido. — ¿Sería neuronalmente doloroso o, simplemente, se adaptaban? Asradi quería pensar en lo segundo, pero nunca se sabía.

Lo que no se esperó fue que Alistair le pasase el testigo tan pronto.

¿Yo? ¿Estás seguro? — Parpadeó en una mueca de confusión y un tanto insegura.

El chico había aflojado un poco los tornillos, pero no los había sacado del todo y, ahora, le dejaba esa tarea a ella. Terminar de aflojarlos y extraer las piezas correspondientes. Asradi tragó saliva, era obvio que no las tenía todas consigo. Era verdad que tenía manos delicadas y solía tener especial cuidado cuando preparaba medicamentos. Pero aquel era un campo muy diferente al que ella estaba habituada.

Lo intentaré. — Al menos tenia la guía de Alistair a su lado. Sabía que él le ayudaría en cualquier error que tuviese.

Asradi tomó una de las herramientas y terminó de aflojar los tornillos. Hasta ahí bien. Pero cuando quiso extraer la pieza en concreto, no fue capaz.

¿Alistair? Creo que he hecho algo mal. — Murmuró, usando los deditos para tironear un poco y sujetar el Den Den Mushi con la otra mano y que no se le moviese del lugar. Cuando intento mover la pieza, de manera muy ligera, se llevó un calambrazo inevitable. — ¡Aich! — Apartó los dedos de inmediato, sintiendo ese pequeño mordisco y sacudiendo un poco la mano.
#10


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